Ella obtenía todo lo que deseaba. Solo golpear lo arreglaba todo: dinero, comida, tarea.
Y para ella era solo una rutina, un juego de niños. Llegaba a la escuela, despedía a su madre con una falsa sonrisa y se largaba a hacer lo que mejor le salía: ser una abusiva.
Los demás niños temían de ella. Cumplían sus peticiones solo para que no los golpeara y al final
ella lo hacia. Sin ninguna razón, ni especificación.
Solo
por diversión.
Ella era llamada: Melisa.
Un nombre muy dulce para alguien tan malvada. Pero a ella le gustaba, porque así los maestros no sospechaban. Con un perfil bajo y haciendo, supuestamente, sus tareas a diario, se ganaban su confianza.
Y por eso, según Melisa, todo estaba bien.
También tenía sus preferencias. Como por ejemplo a la tímida Carla, la cual siempre golpeaba y amenazaba
pero también tenía que tener una razón de esa preferencia:
Celos.
Carla era dulce y bella. Lista y simpática. Y eso a Melisa no le parecía. Con cada golpe que le propinaba en la cara, era un desesperado deseo de hacerla ver horrible. Pero lo que no midió Melisa fue el límite de la paciencia de Carla.
Y cada día que pasaba, Carla fue confeccionando un plan
algo maligno para vengarse. Hasta que por fin un día lo obtuvo, un veintitrés de julio
y fue el día del cumpleaños de Melisa.
Ella sabía que Melisa le amenazaría con matarla si no hacia su tarea. Ella sabía que no se negaría a la propuesta tan prometedora que le ofrecería. Ella sabía
muy bien como jugar sus cartas.
Claro, Melisa respondió con fingido miedo, Carla, cuando ella la amenazó haré tu tarea
y si quieres ven a mi casa y tráeme toda la que tengas lanzó a primera frase de su plan mis padres están de viaje.
Al escuchar esto, Melisa sintió una pequeñita voz en su cabeza, era la voz que siempre escuchaba cada vez que una nueva oportunidad se le presentaba; y esta era grande.
Ella aceptó, sonriendo malignamente.
Carla dio su dirección y una hora de llegada. Y Melisa se marchó feliz, estupendamente feliz.
Ya casi era hora de que Melisa legara a la casa de Carla. Traía consigo una enorme bolsa negra, llena de su ropa y sus cosas.
Melisa ya lo había planeado todo:
Entrar, golpearla. Darle sus cosas, golpearla un poco más, y ver como se deshacía en llanto mientras cumplía con todas sus obligaciones impuestas por ella misma.
Sería perfecto.
Al llegar a una pequeña y humilde casa, color amarillo desteñido, tocó la puerta de madera desvencijada y esperó.
Carla misma abrió la puerta. No sería extraño, después de todo, había dicho que sus padres no estaban en casa. La hizo pasar, temerosa y asustada. Melisa vio que temía de su seguridad.
Ella sonrió.
Carla la condijo por un pasillo hasta la sala, sin muchos muebles y la invitó a sentarse en el sillón. Ella lo hizo, mientras observaba todo con el seño ligeramente fruncido.
Carla se marchó sin que Melisa lo notara y puso en marcha la segunda fase de su plan:
Tomó una soga, escondida detrás de un mueble, y una bufanda de su madre.
Volvió a entrara a la sala, por detrás de Melisa. La amordazó con la bufanda y la tiró a suelo. Ató manos y pies con la soga y la dejó allí, mientras Melisa la veía con odio y frustración.
¿Ahora quien se ríe de la débil? le dijo, soltando una risotada. ¡Entérate, Melisa! Ya nadie te quiere, jamás lo hicieron. Y yo seré la persona que termine con la tortura que has impuesto en mis compañeros. Blog sobre termux
Era una mentira, a verdad. La quería para otro propósito, algo mucho más gordo; algo mucho más importante
Le vendó también los ojos, y se la llevó, arrastrando, hasta un armario debajo de las escaleras. La metió allí, tapándola con cajas y cosas que había dentro.
Feliz cumpleaños por último le dijo. Y cerró las puertas con llave.
Y se fue. Su plan había salido bien.
Melisa se encontraba en el fondo del armario, sudando a gota gorda, con miedo
un miedo que nunca había sentido antes.
Intentó quitarse la venda de los ojos, pero le fue imposible; sin sus manos libres no era capaz de nada.
Juró vengarse de Carla, y ahora tenía un propósito completo y creíble que lo justificaba. La mataría en serio cuando saliera de este aprieto.
Quiso escuchar algo, un sonido, una voz
algo. Pero solo en viento que se colaba por las puertas y ventanas era audible.
La casa parecía estar muerta.
Intentó una vez más liberarse y sin resultados exitosos, lanzó un improperio que fue amortiguado por la bufanda en su boca.
Pero sin previo aviso algo cerca de ella se movió. Un bulto, unas mantas. Ella no lo vio, no podía.
El bulto tomó forma, de una persona. Se paró y sacudió las mantas que tenía sobre sí.
Era un fantasma.
Traslucido, y sin piernas. Brillante, desprendía una tenue luz. Flotaba a unos centímetros del suelo y sonreía hacia Melisa.
Delicadamente le quitó la venda de los ojos, para que ella pudiera verle. Y lo vio, y lo sintió, cuando el fantasma la tocó.
No tenía rostro, sin embargo pudo hablarle perfectamente:
Ya eres una de nosotros, Melisa le dijo con una voz fría. Esto solo te dolerá un poco
y por cierto, yo soy Cris
mucho gusto habló como si ella no estuviera amordazada, como si estuvieran hablando en un café.
Y como si fuera agua, el fantasma introdujo sus espectrales manos por la cabeza de la chica, mientras esta lloraba desconsoladamente, y sacó su alma. Y a Melisa le dolió, como mil demonios.
Separó el cuerpo y lo dejó a un lado, inmóvil, inútil.
Este fantasma tenía órdenes estrictas, más que importantes y las cumpliría al pie de la letra.
Tal como le habían indicado, había separado su cuerpo, y se lo llevaría al mismo Diablo, al mismo infierno.
Ahora se preguntarán por qué
¿por qué en Diablo necesita a una simple niña abusiva?
Porque el Diablo tenía un plan
como lo tenía Carla; como lo tenía Melisa. Porque él mismo quería tener todo este infierno, al que llamaba Melisa.
Él había infundido el ser abusivo que tenía Melisa dentro. Y al ver el potencial que desprendía de ella, la quiso para sí; para tenerla como aliada.
Aliada
para el fin del mundo. Su fin del mundo.
Al día siguiente parecía como si nada hubiese pasado.
Carla fue a la escuela, con su mochila, pero esta vez con una pequeña sonrisa de satisfacción en su rostro.
Fue a su clase, se sentó en su lugar y entregó su tarea. Sin ver rastro de Melisa.
¿Sabría lo que había ocurrido realmente con ella?
El alma esta a salvo, jefa le dijo el viento a Carla. Su plan fue realizado con éxito.
Bien hecho, Cris susurró ella como respuesta.
Carla sonrió, porque estaba feliz de haber reclutado a una abusiva, porque estaba feliz de ahora ser la que mande a Melisa; pero sobre todo estaba feliz porque sabía que el fin del mundo se acercaba.
Abusiva - Fanfics de Harry Potter
Y para ella era solo una rutina, un juego de niños. Llegaba a la escuela, despedía a su madre con una falsa sonrisa y se largaba a hacer lo que mejor le sal�
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2024-11-10

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