-Sh
Duerme, Neville.
Me vuelvo, enredando mi cuerpo en las sábanas húmedas pormis lágrimas, duendes salados y diáfanos que escapan de mis ojos con el sonidoamortiguado de mis sollozos como único testigo.
-No volverán -susurro.
-Hay que tener fe,niño. No desesperes -la voz de mi abuela suena cansada, frágil, carente de lafuerza que siempre la ha caracterizado-. Sh
Vamos, Neville, duerme.
Cierro los ojos y aguardo, en silencio, tragándome mislamentos amargos, hasta que finalmente oigo cómo mi abuela se levantaba y salede la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Solo entonces, tutelado por el extraño cobijo que me ofrecela oscuridad, me permito llorar libremente.
Hoy había vuelto a verlos, en su esquina de la cuartaplanta, "Daños provocados por hechizos".
Élestaba recostado en la cama, con los ojos cerrados y la respiración tranquila.Cualquiera habría dicho que simplemente estaba durmiendo.
Ella,sin embargo, estaba de pie. Paseaba de un lado a otro, inquieta, y una sanadoracercana no le quitaba los ojos de encima. Eso me había enfurecido, había hechoque la rabia corriese como mercurio ardiente por mis venas. ¿Por qué lestrataban como si fuesen peligrosos animales que pudiesen volverse contra ellosde un momento a otro?
Unsollozo más fuerte que los anteriores interrumpe mi respiración mientrasaprieto el puño derecho, aquel con el que aferro el pequeño rectángulo depapel. Un envoltorio de caramelo.
Ellame lo había dado, mirándome sin verme, con sus ojos fijos en ningún sitio.Siempre me daba uno. Siempre.
Ycada vez que lo hacía, mi abuela bromeaba diciendo que pronto tendríasuficientes para empapelar mi habitación por completo. Nadie reía.
Meincorporo despacio en la cama y observo los perfiles de los muebles,desdibujados a través del velo de lágrimas que opaca mi mirada.
Losodio. Los odio a todos. A los mortífagos, por haberles hecho eso a mis padres.A los sanadores, por mentirme. Al mundo entero, por infravalorarme.
Encada una de nuestras visitas, los encargados de San Mungo esbozaban sonrisasridículas, falsas, grotescas como la imagen que te devuelve un espejo hechoañicos. "Cada vez responden mejor", me dicen siempre, "Tal vez dentro de untiempo estén del todo recuperados".
Peronunca es cierto. Nunca se recuperan. Nunca hablan conmigo. Nunca me reconocen.Mañana cogeré mi tren a Hogwarts, empezaré mi primer curso en la Escuela deMagia y Hechicería, comenzaré a formarme como mago para poder seguir sus pasos
y ellos nunca lo sabrán.
Ytodo el mundo sigue rodeándome con sus sonrisas falaces, con palabras deconsuelo vacías, con mentiras y más mentiras, confiando en que yo me las creacomo el ser inocente y manejable que creen que soy. Todo sobre Golf
Desdeque tengo memoria, no dejan de animarme con sus falsas promesas, alimentando miesperanza y haciendo crecer mi ilusión sobre un terreno de castillos en elaire.
"Anímate,Neville, se pondrán bien".
"¿Quiénsabe, Neville? A lo mejor estas Navidades ya pueden ir a casa."
"Venga,Neville, ¿qué te apuestas a que para tu próximo cumpleaños ya logranreconocerte?".
"¿Sabes,Neville? Entiendo perfectamente por lo que estás pasando".
"Noestés triste, Neville, todo se arreglará".
"Vamos,Neville, lo superarás".
Perose equivocan. Siempre se equivocan.
Porquesé que no se pondrán bien. Porque da igual cuántas veces mire por la ventana, mispadres nunca aparecen entre los copos de nieve por Navidad. Porque he cumplidolos once años y nunca he oído mi nombre saliendo de sus labios. Porque ellos notienen ni idea de por lo que estoy pasando. Porque nada va a arreglarse. Porquees algo que jamás superaré.
Yles echo de menos. Mucho.
Quierosaber qué se siente cuando tu padre te enseña a montar en escoba, sujetándotecuando pierdes el equilibrio. Quiero experimentar la sensación de dormirteentre las palabras de tu madre, soñando con las historias que ella te cuenta ala luz de una vela. Quiero tener alguien que me envíe cartas desde casa cuandoesté lejos, alguien a quien pueda echar de menos cuando me vaya a Hogwarts.
Quiero tantas cosas, tantas
Y nunca tendré ninguna. Daigual lo que digan los sanadores de San Mungo, no importa cuántos cuentos seinventen los adultos; mi vida no cambiará por unas pocas palabras vanas.
Y estoy harto de que me traten como si fuese un crío de tresaños al que se le puede mandar a la cama con un par de fabulillas sin sentido,harto de vivir en una caja de cristal cuyas paredes no me dejan salir perotampoco me impiden ver el mundo exterior, harto de estar perdido en unentramado de quimeras sin fin.
Un gemido de frustración y dolor escapa de mis labios, yentonces, la puerta de mi cuarto vuelve a abrirse. Me tumbo rápidamente, peroes tarde. Mi abuela me ha visto.
Se acerca despacio y me acaricia la mejilla con cariño.¿Cuándo fue la última vez que hizo algo así?
-Vamos, Neville
Mañanatienes que madrugar. Por favor, duérmete ya.
Me quita el envoltorio de las manos, y estoy a punto deprotestar cuando veo que lo deja en la mesita de noche, justo al lado de micabeza. Lo suficientemente cerca.
Se agacha y deposita un beso en mi sien con sus fríoslabios. El primer beso suyo que recibo en meses.
Yson sus palabras lo último que oigo antes de caer rendido a los brazos deMorfeo.
-Duerme, Neville
Duerme, Neville... - Potterfics, tu versión de la historia
Me vuelvo, enredando mi cuerpo en las sábanas húmedas pormis lágrimas, duendes salados y diáfanos que escapan de mis ojos con el sonidoamortiguado de mis s
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2024-09-15
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