Un manto grisáceo de nubes cubría el cielo. Llevaballoviendo todo el día, desde hacía una semana, y el perezoso sol no parecíatener ganas de salir. El viento silbaba fuera, y todas las actividades fueradel castillo habían quedado suspendidas. Los elfos se encargaban de que ningunade las chimeneas del castillo se apagase para mantener a los alumnos a unabuena temperatura y evitar la humedad. De todos modos, al entrar al GranComedor, lo único que animaba a los jóvenes magos eran las grandes calabazasque Hagrid había cultivado para ese Halloween.
Angelina Johnson estaba en su primer año. Había soñado todasu vida con ir a Hogwarts, y allí estaba, al fin. Llevaba dos meses y no habíaechado de menos su casa ni una sola vez. Sus padres le escribían cada semanapara asegurarse de que estaba bien, y le mandaban regalos, en unas ocasionescomida, en otras ropa
Además, había hecho amigas y amigos allí, tanto enGryffindor, su casa, como en las demás, y la hacían sentirse mucho mejor. Legustaban sus clases, quizá por todo el entusiasmo que ponía en ellas. Le apasionaba el quidditch. Estabadeterminada a apuntarse en el equipo en cuanto su edad lo permitiese, costaselo que costase. Desde el primer momento en el que se subió a una escoba, enclase de la señora Hooch, sabía a lo que se dedicaría el resto de sus días.
La niña avanzó por el pasillo agarrando la correa de sumochila para que su hombro no se resintiese bajo el peso de los libros ypergaminos. Acababa de salir de la biblioteca, le gustaba acabar sus deberespronto para tener tiempo libre, en especial ese día. Todo el mundo estabaemocionado por la fiesta de Halloween. Había un gran banquete y quizáDumbledore les contase una historia de terror que los dejase en vela toda lanoche mordiéndose las uñas y vigilando debajo de la cama.
-Cola de Fénix-dijoal retrato de la Dama Gorda una vez delante de ella.
El retrato se abrió y cruzó el pasillo. La sala común deGryffindor era todo escarlata y dorado. El ambiente era cálido, y las risas ycharlas de los leones siempre le resultaban reconfortantes.
Angelina se sentó justo al lado de su amiga Katie, que a suvez estaba al lado de George Weasley, el hermano gemelo de Fred. Ambos erancomo dos gotas de agua, y Angelina los diferenciaba porque el primer día Georgellevaba un jersey granate y Fred uno gris, que le hizo fijarse en que tenía unlunar en la base del cuello que no compartía con su gemelo.
Los hermanos Weasley siempre habían sido famosos enHogwarts: pelirrojos, mirada perdida y libros de segunda mano. Además, eranmuchos. Eran más hermanos de los que se podían permitir. Por Hogwarts ya habíanpasado Bill y Charlie, los dos mayores. Ese año se reunían tres: los gemelos yel tercero más mayor, Percy. ¡Y todavía quedaban otros dos! Fred siempremencionaba una hermana pequeña con la que compartían algunas bromas cuandoestaban en casa y de vez en cuando nombraban a una víctima de las bromas, suhermano Ron.
En especial, Fred y George eran los que, en menos tiempo,más castigos habían logrado. Filch estaba harto de ellos, pero Angelina teníaque reconocer que tenían gracia. No eran unos gamberros sin más: eraninteligentes, ingeniosos.
-¿Qué hacéis? -preguntó, mirando hacia ellos. Estaban en unaesquina del sofá, con las cabezas pelirrojas juntas, murmurando algo, y no seenteraron de que les estaba hablando.
-Eh -los avisó Katie, sobresaltándolos.
-¿Eh? ¡Quién ha dicho nada de
! -exclamó George. Fred lepropinó un codazo en las costillas antes de que le diese tiempo a terminar lafrase y revelar todo su plan.
-¿Qué hacéis? -insistió Angelina.
Ambos se encogieron de hombros.
-No lo entenderías -contestó Fred-. Es demasiado complicado.
-¿Me estás llamando tonta? -la niña frunció el ceñomirándolo a los ojos.
-No -contestó George en su lugar-. Angelina, no eres tonta.Simplemente no quiere que metas las narices en nuestros asuntos. Podría habersido menos sutil.
-Sí, como el Mapa
-¿Qué Mapa? -ahora Katie también los miraba con ceño.
-¡Ninguno! -exclamaron a la vez, levantándose.
Ninguna volvió a ver a los Weasley hasta la hora delbanquete. Aparecieron tarde, corriendo por el lado izquierdo de la mesa deGryffindor, y se sentaron el uno al lado del otro. Su hermano Percy los regañópor llegar tarde.
-¡Siempre tenéis que llamar la atención! -exclamó con lanariz colorada.
El ingrediente principal del menú era la calabaza. Angelinano era una gran amante de este alimento, pero tenía que admitir que los elfosse habían superado.
La velada fue entretenida. El prefecto, Tobias Robbins,contaba unas historias de miedo muy buenas, que según él habían ocurrido deverdad. Los gemelos Weasley se reían de ellas por lo bajo, provocando que suhermano mayor los mirase con ceño.
Dumbledore por fin les dio permiso para volver a sus salascomunes, y los prefectos se levantaron ordenadamente y guiaron a sus compañerosde casa.
Katie y Angelina caminaban juntas hablando de la últimahistoria de Tobias: un trol se colaba en el castillo y lo destruía por lanoche, lo que hacía de distracción y dejaba luz verde a un mago oscuro paracolarse y acabar con los alumnos de procedencia muggle. En su opinión, esahabía sido la peor de todas, porque la relataba como si fuese solo un cuento.
-¡Eh! -exclamó Katie cuando Lee Jordan y George Weasleyvolvieron desde su posición adelantada en la fila que llevaba a la torre y sechocaron contra ella, interrumpiéndola en el medio de una frase. Fred Weasleyse escurrió inmediatamente tras ellos, chocando contra Angelina esta vez.
La niña, malhumorada, se giró y echó a correr tras ellos,arrastrando a su amiga con ella.
-¡Volved aquí! -demandó, esquivando a dos alumnas de cuartocurso, pero los chicos la ignoraron.
Los vio doblar la esquina y bajar por unas escaleras, yapresuró su paso.
-¡Angelina! -protestó Katie-. ¡Filch nos va a pillar!
-Al cuerno Filch -murmuró la otra.
Pronto se encontró en un pasillo en el que nunca habíaestado. Era oscuro y especialmente húmedo. Se escuchaban gotas caer y algúncorreteo animal. Eso no hizo que Angelina se detuviese.
-¡Fred, Lee, George! -llamó.
-Angelina deberíamos volver
-aconsejó Katie, cauta.
Una explosión. Angelina escuchó a su amiga chillar y echar acorrer, pero no la asustó. Agarró su varita, que guardaba en un bolsillointerior de la túnica, y la puso por delante. Se concentró en recordar elhechizo
-Lumos -susurró alrecordar cómo el profesor Flitwick lo había hecho en clase. Una pequeña bolitade luz surgió de la punta de la varita.
Avanzó unos pasos. Había polvo en el aire, incluso trocitosde roca de la pared.
-¿Fred? ¿George? -pronunció. Su voz temblaba un poco. Habríajurado que estaban por allí
Unos pasos se escucharon, apresurados, justo directamentehacia ella. La niña se asustó, y echó a correr.
-Nox -susurró, sindejar de correr, y la luz desapareció.
Alguien se chocó contra ella y la tiró al suelo. Angelinaquiso gritar, pero antes de que le diese tiempo, le cubrieron la boca paraahogar el sonido.
-Angelina, cierra el pico -dijo la voz de Fred.
Suspiró tranquila.
-Era una broma para Filch y has estado a punto de llevartela culpa -siseó el pelirrojo.
Se levantó de encima de ella y le tendió una mano. Ella loagarró para apoyarse y levantarse con menos dificultad.
-Gracias -susurró la niña.
-No hay de qué -sonrió él-. Pero ten más cuidado.
Y con una sonrisa, se dio la vuelta, dejándola sola.
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¡Hola! Espero que os gusten Fred y Angelina porque de esto trata este pequeño fic. Siempre he sido más de Fred que de George, entonces me estoy esforzando en hacerlo bonito. Supongo que si me da tiempo mañana subiré la segunda parte, y pasado la tercera, pero no prometo nada, jaja. Se agradecen comentarios.
Un abrazo,
TheGirlWhoLived.
Desde que McGonagall les había dicho que se iba a celebrarun baile por Navidad, todo el mundo estaba revolucionado. La mayoría de lagente estaba ya emparejada, por eso los pocos que no tenían pareja se sentíanun poco mal por sí mismos. ¿No eran lo suficientemente buenos para tenerpareja? ¿Deberían quedarse en la habitación?
A Angelina todavía no se lo había pedido nadie, pero no lapreocupaba demasiado. Había chicos de Durmstrang que podrían hacer de supareja, además si resultaba que no bailaba demasiado bien, no tendría quevolverlos a ver después de ese curso. Se lo tomaba con calma, todavía teníatiempo. Además ese tipo de cosas no afectaban a su autoestima.
Cuando entró en la sala común, Katie corrió directamentehacia ella y la agarró de los brazos para llevarla a un sitio apartado. Parecíamuy contenta.
-Un chico de Beauxbeatons me lo ha pedido, ¡Beauxbeatons,Angelina! -susurró entusiasmada.
Angelina abrazó a su amiga con una sonrisa que se evaporócuando se separó de ella. Quizá su autoestima no era imperturbable, después detodo.
-Por supuesto, he dicho que sí -siguió Katie, sin darsecuenta-. Y creo que me ha mencionado que un amigo suyo estaba pensando enpreguntártelo a ti.
-¿En serio?
-Sí, de verdad.
Katie le sonrió, y la reconfortó.
Su amiga la dejó para ir a terminar sus deberes y Angelinase sentó en un sofá a hablar con Alicia, su antigua compañera de equipo. Eseaño no había quidditch. En parte, era lo mejor. Oliver acaba de terminar enHogwarts y no sabían cómo llevar el equipo sin él. Pero el quidditch era lo quemás le ayudaba a liberarse de las tensiones. Cuando jugaba, se sentía libre,surcando el aire en su escoba como un pájaro.
-¡Angelina!
La chica se giró al escuchar la voz de Fred Weasley.
-Te he estado buscando toda la tarde -dijo al llegar a sulado-. ¿Puedes venir un momento?
-Claro.
Fred la cogió del codo y la guió hasta las escaleras de losdormitorios de los chicos, donde no había nadie.
Angelina se apoyó contra la pared para evitar estaraplastada contra el pecho de Fred y levantó la vista para mirarlo a los ojos,ya que él era más alto.
-¿Quieres ser mi pareja para el baile? -preguntó el chicosin rodeos.
Ella pestañeó dos veces intentando recomponerse.
-¿Tu pareja?
-Sí. No se me habrá adelantado nadie, ¿no?
-No, no... -sonrió-. Claro, Fred, seré tu pareja.
-Bien.
-Bien.
El pelirrojo le devolvió la sonrisa, y subió las escaleras,dejándola sola en el pasillo. Angelina se tapó la cara con la mano, con unasonrisa aún mayor.
-¡Katie! -llamó Angelina. Estaba delante del espejo de sudormitorio, sujetando su vestido de terciopelo morado contra su pecho para queno se le cayese hasta que su amiga la viniese a ayudar con la cremallera.
Katie apareció con un zapato puesto y otro en la mano,colocándose un pendiente. Ya estaba lista. Llevaba un vestido verde que caíaflojo desde su cintura hasta sus rodillas, de tirante grueso. Sobre el escotecolgaba una cadena dorada.
-Estás muy guapa -comentó Angelina mirándola a través delespejo.
-Tú también -sonrió Katie una vez terminó de calzarse.
-¿Me ayudas con la cremallera?
-Claro.
Ambas estaban listas. Katie salió delante de Angelina ya quesu pareja la esperaba en las escaleras. Sin embargo, ella se tomó su tiempo.Todavía no le había dado tiempo a procesar que iba a ir al baile con FredWeasley. Ni siquiera se había dado cuenta de que el chico le gustaba hasta quese lo había pedido. Desde entonces había empezado a fijarse más en él. Erabromista, siempre acompañado de su gemelo y Lee Jordan, pero también era listo,y amable. Tenía encanto, como si con eso se fuese a librar de todos loscastigos que le correspondían, aunque Angelina se había fijado que conMcGonagall funcionaba a menudo. ¿Por qué se lo habría pedido justo a ella?
Finalmente se decidió por bajar. No se escuchaba a nadie enla sala común, pero una vez estuvo allí vio que Fred ya la esperaba.
El chico Weasley se levantó del sofá al verla y sonrió. Ellale devolvió la sonrisa y agarró la mano que le tendía.
-Estás muy guapa -escuchó que decía. Notó como su cara seencendía ante el cumplido, y agachó la cabeza ocultando su sonrisa.
-Gracias -susurró.
Bajaron sin hablar. En el Gran Comedor ya estaban casitodos. La música estaba alta, y ya había gente bailando. En el centro de lapista, Viktor Krum con Hermione Granger -la cual estaba tan guapa que aAngelina le costó trabajo reconocerla-, Fleur Delacour con un chico deRavenclaw que no conocía, Cedric Diggory con Cho Chang y Harry Potter con unade las hermanas Patil -Angelina no las distinguía-, bailaban.
-¿Quieres bailar? -preguntó Fred pegando su boca a la orejade su pareja.
Ella pegó un respingo, no se lo esperaba tan cerca. Sualiento acariciaba su piel.
-Sí, por supuesto. Vamos.
Ya era medianoche. Angelina se sentó en una silla mientrasFred conseguía algo de beber. Ya casi no quedaba nadie en el baile, muchas delas parejas ya se habían ido a dormir, y otras habían decidido irse a losjardines.
Fred regresó con dos vasos y le tendió uno a la chica,sentándose a su lado. Terminó la canción lenta que habían dejado a medias paradescansar y comenzó otra, también lenta. Correo temporal gratis
-¿Quieres seguir bailando? -preguntó el chico, y le dio unsorbo a su bebida.
Angelina también bebió, y el líquido le quemó la garganta.
-¿Qué es esto?
Fred se rio y volvió a beber.
-George, Lee y yo robamos un poco de whiskey de fuego. ¿Note gusta?
La joven se encogió de hombros, y bebió de nuevo, saboreandomejor esta vez.
-Sí, no está mal
-Bien.
Permanecieron callados durante un rato, hasta que Fred sedio cuenta de que había hecho una pregunta y no había obtenido una respuesta.Insistió:
-No me has contestado, ¿quieres seguir bailando?
-No. -Angelina no necesitó pensarlo, no quería bailar. Hacíacalor y estaba cansada-. Necesito aire fresco -declaró.
-Claro, vamos.
Fred la ayudó a levantarse y la guio fuera. Estaba oscuro, yse escuchaba el viento soplar ligeramente, meciendo sus cabellos. Angelina loagradeció, pero al momento estaba temblando. Fred se dio cuenta y se sacó lachaqueta para dejarla sobre los hombros de su pareja, abrazando sus hombros.
-Gracias -susurró.
-No hay de qué.
Caminaron hasta los invernaderos y se detuvieron para dar lavuelta. Angelina abrazó la cintura de Fred y apoyó su cabeza en el pecho delchico. Él la abrazó más fuerte también.
-¿Tienes frío?
-Un poco. Pero está bien.
-¿Quieres volver?
-No, Fred. Está bien.
Se pararon en el medio del camino y ella lo miró a los ojos.Posó sus manos en el pecho de él, deslizándolas hasta detrás de su cuello, yallí entrelazó sus dedos. Fred dejó una de sus manos en la cintura de Angelinay la otra, rodeando su cuerpo, sobre la parte alta de su espalda. Comenzó ainclinarse hacia ella, y ella a acercarlo con sus manos al mismo tiempo que seponía de puntillas, hasta que al final se besaron. Fue un beso corto, cálido yreconfortante. Fue como un calmante.
Se separaron al mismo tiempo, sin mirarse a los ojos. Se conocíandesde hacía tanto tiempo, era raro que hubiesen terminado así. O quizá no loquera, quizá fuese a lo que estaban destinados, quizá fuese lo mejor.
En cualquier caso, ambos volvieron a la torre, y al pie dela escalera de los dormitorios de las chicas de Gryffindor, Fred Weasley volvióa besar a Angelina Johnson, y la observó mientras subía y cerraba la puertatras ella, dándose cuenta de cuánto la quería.
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Y aquí os dejo la segunda parte. No ha sido al día siguiente tal y como había dicho, pero bueno, no ha pasado de semana(?). No os voy a prometer ninguna fecha para el tercero, pero pronto estará por aquí, ya veréis. ¿Podríais comentarme qué os parece, por fa? ¡Gracias por leer!
Un abrazo,
TheGirlWhoLived.
Angelina Johnson se apareció en Hogsmeade, en la puerta delpub Cabeza de Puerco. Tal y como había esperado, el encanto maullido saltójusto cuando sus pies tocaron tierra firme. La puerta del pub se abrió de paren par sin que fuese necesario siquiera llamar, la estaban esperando. Estabanesperando a cualquier persona dispuesta a ayudar.
La peluda cabeza de Aberforth Dumbledore hizo un movimientoseco para indicarle que podía pasar. La chica obedeció inmediatamente, noquería que la encontrasen y, con ella, a toda la resistencia contra Voldemort.Tenían un plan, no lo podía arruinar por ser lenta; no era lenta. Se lo habíaprobado a sí misma todos esos años jugando al quidditch. No se permitía pensaren cómo reaccionar, simplemente lo hacía.
Aberforth no estaba solo. Delante de un retrato de suhermana Ariana, mirándolo con confusión, estaba un grupo pequeño de gente.Angelina vio como la figura de la muchacha se volvía y desaparecía dándoles laespalda por el paisaje del cuadro.
-¿Qué está haciendo? -preguntó una chica que no conocía.
Aberforth gruñó.
-Ayudar.
Ariana volvió al cabo de un rato, acompañada de otra figura.El cuadro se abrió y Seamus Finnigan sonrió a Aberforth como si no supiese quele iba a responder con una mirada envenenada y ayudó a entrar al grupo de genteque había enfrente a la abertura en la que se postraba. El chico no vio aAngelina hasta que ésta le tendió la mano, y cuando lo hizo, se quedó unmomento quieto mirándola.
-Pensaba que no ibas a venir. Fred
-Fred, Fred, Fred -dijo en tono de burla-. Fred no tiene niidea. Quería que me quedase en casa, pero ni de broma. No pienso dejar a miequipo.
Seamus sonrió y la cogió de la mano, tirando de ella hastaque consiguió meterla en el pasadizo.
-¿Van a venir más, Aberforth? -preguntó antes de irse.
-Puede. No lo sé -el anciano se encogió de hombros-. Pero enalgún momento tendré que ir a ayudar, así que cuando pase yo no hará falta quevolváis. No va a haber nadie más que pueda pasar, pienso cerrar esta pocilga acal y canto.
El joven pestañeó dos veces, sin tener muy clara la respuesta.
-Bien, entonces nos marcharemos.
-Tened cuidado -murmuró Dumbledore.
Seamus y Angelina avanzaron por el pasadizo. Era pequeño,tenían que andar encorvados y en fila india para no quedarse encajados. Tambiénera húmedo, se notaba en los huesos. La tierra resbalaba y caía en terrones conun ruido sordo.
-¿Cuántos hay? -preguntó para romper el silencio.
-¿Qué?
-Cuántos.
-¿Mortífagos? ¿Gigantes? ¿Trolls? ¿Dementores? -Seamus rióamargamente-. Muchos. Pero nosotros tampoco nos quedamos cortos. No dejamos derecibir ayuda. Además, los Slytherin se han ido todos, así que no nosestorbarán ni se meterán a defender a sus padres.
-No ha muerto nadie, ¿no?
-No, no todavía. Pero morirán, debes mentalizarte de ello.
Angelina tragó saliva con fuerza para tragarse también lacontestación que estaba a punto de espetarle. Ni Seamus tenía la culpa de lasituación, ni era tiempo de discutir. También tenía la sensación de que elmínimo ruido derribaría el túnel sobre ellos y los aplastaría, y Merlín sabíaque prefería morir a manos de un mortífago que aplastada por toneladas detierra. Por lo menos contra el mortífago podría luchar. No le gustaba lasensación de no poder evitar ciertos acontecimientos.
El pasadizo terminó y Seamus apagó la luz de su varita y sela guardó en el bolsillo de la túnica, empujando una puerta que llevaba a unasala que Angelina nunca antes había visto. O al menos eso pensaba hasta queentró en ella.
Tuvo que fijarse bien para reconocer a la sala de losmenesteres. Estaba cubierta con estandartes de Gryffindor, Hufflepuff yRavenclaw y de todos lados colgaban hamacas. Era muy distinta de como larecordaba, pero claro, ella había entrado solo para las reuniones del ED, y poraquel entonces la sala estaba equipada para entrenarlos.
También estaba repleta de gente. Gente que había estado enHogwarts antes que ella, con ella, y también gente que no conocía porque cuandoellos llegaron, ella ya se había marchado.
-¡Angelina!
La joven centró la mirada en una cabeza roja que se abríapaso hacia ella a toda velocidad.
-Ginny. Hola.
Ginny Weasley suspiró y se lanzó a sus brazos.
-Gracias a Merlín que estás aquí.
Angelina se soltó de su abrazo y la miró a los ojos,esperando la mala noticia, de algún modo preparándose para escucharlo. Alguienhabía caído en batalla, o estaba grave, lo presentía, podía sentirlo.
-No, tranquila. No pasa nada -se apresuró a decir Ginny-.Harry ha subido con Luna a la torre de Ravenclaw. Cree que tiene algo que puedausar en su contra, pero no sabe dónde encontrarlo.
-¿Y la torre de Ravenclaw tiene que ver en esto
?
-¡Ah! Es que cree que es un objeto relacionado conRavenclaw.
A la joven no le llegó la oportunidad de responder. Laspuertas de la sala de menesteres se abrieron de par en paz y los gemelosWeasley aparecieron guardando sus varitas en los bolsillos de las túnicas.
Fred se detuvo en seco al verla, con un sonido estranguladoque cruzó la sala y, unos pasos delante, al darse cuenta de que su hermano noestaba a su lado, George también paró. Siguió la línea de la mirada de suhermano y, al ver a Angelina, sonrió.
De repente no se escuchaba nada más. El tiempo se habíadetenido mientras se miraban a los ojos el uno al otro. Fred avanzó esquivandoa su hermano y hermana, y la estrechó entre sus brazos, contra su pecho.
-Te dije que no vinieses -susurró.
-No pienso abandonaros.
-¿Y si te pasa algo?
-Fred, ¿y si te pasa a ti? ¿Y si te pasa algo a ti y noestoy ahí para ayudarte? ¿No te das cuenta de lo injusto que es eso? ¿De loegoísta que es?
El pelirrojo se separó de ella sin dejarla ir del todo.Tenía miedo, claro que tenía miedo. Y el miedo no le dejaba pensarcorrectamente. Ella tenía razón, era egoísta, no podía pedirle que se quedaseen casa de brazos cruzados mientras una batalla devastaba Hogwarts y, quizá,gente conocida, incluso querida.
-Está bien -dijo-. Pero si uno de esos encapuchados te tocaun pelo
Ella lo cortó con un beso.
-No les voy a dejar.
No se separaron hasta que ambos dejaron la sala de losmenesteres para involucrarse en la batalla. Angelina lo volvió a besar y lo dejóir escaleras arriba. Ella bajó, sacando su varita. Estaba dispuesta a acabarcon cualquier persona que tratase de destruir su hogar.
Esquivó la maldición asesina que le llegaba de la derecha ycorrió hasta detrás de una de las columnas de piedra del patio. Respiró antesde pensar qué haría cuando ese mortífago apareciese de nuevo a por ella.Llevaban luchando una media hora, desde que ella lo había distraído a la horade atacar a la profesora Sprout.
Salió de su escondite cuando lo escuchó lo suficientementecerca y lo apuntó directamente al pecho.
-¡Envertestatil!
El mortífago cayó inconsciente al momento, y ella saliócorriendo. A la izquierda, Lavender Brown se protegía como mejor podía de lasmaldiciones de una figura encapuchada, e incluso vio como colaba algún hechizo.
La cogieron del brazo y tiraron de ella. No se consiguiózafar de quienquiera que fuese que la había atrapado, puesto que era bastantemás fuerte que ella. Quiso chillar, pero estaba demasiado asustada.
-¡Angelina! -gritó una voz quebrada, llamando su atención.La persona que la había sujetado era Lee Jordan, y unas gruesas lágrimassurcaban sus mejillas.
-¿Lee?
Él tiró de ella hacia el castillo, negándose a responder suspreguntas. Ella estaba confusa. Se había pasado la noche entera convencida deque no iba a pasar nada y, en caso de que pasase, habrían muerto con honor,¿no? Habrían muerto luchando por los derechos del mundo mágico, con la cabezaalta, y no habrían muerto en vano. Pero de pronto la idea de la muerte laaterraba. No quería imaginarse un mundo sin ninguno de sus seres queridos.Estaría incompleta, vacía, como un alma en pena.
Pero no podía haber muerto nadie, ¿verdad? Estarían todosbien. No podía ser eso, seguro que había una explicación para las lágrimas deLee, ese chico al que nunca en la vida había visto llorar, ni siquiera cuandoen el segundo curso de su educación en Hogwarts se había presentado a laspruebas de quidditch para el equipo de Gryffindor pero Wood se había negado aadmitirlo, destinándolo a su legítimo puesto como comentarista. Ni siquieracuando Fred había probado sus pastillas vomitivas y le habían causado tal dolorde estómago que se había pasado una semana en la enfermería
Fred.
De repente todo tenía sentido. Tenía que ser eso. ¿Por quéla había ido a buscar a ella? Porque era su novia. ¿Por qué Lee lloraba? Porque,junto con George, era su mejor amigo, su socio, su compañero de habitación yfechorías.
Pero Angelina estaba demasiado aturdida como parareaccionar. Por una vez en su vida no sabía qué hacer. Sólo dejó que su amigola arrastrase dentro del castillo, al Gran Comedor. No pensaba, solo caminaba.No sentía, solo caminaba.
Pero cuando vio al que había sido Fred tendido en el suelo,con su cabello pelirrojo enmarañado y sucio, su mano derecha al lado de sucabeza, todavía aferrando su varita, y los ojos cerrados, rodeado de susfamiliares llorando, con su gemelo tirado a su lado mirándolo con impotencia,acariciando su rostro apagado, solo entonces, se dio cuenta de todo.
Una lágrima se resbaló por su mejilla y se escurrió dentrodel cuello de su jersey. Sus rodillas fallaron y se doblaron, y lo único que ladetuvo antes de caer al suelo fue el agarre de Lee, que la estrujó entre susbrazos para intentar calmarla. Pero no lo logró, sino que los sollozos de ambosterminaron fusionándose y finalmente la dejó ir para que se reuniese con elcuerpo inerte del que había sido su novio.
-Fred -sollozó-. Te quiero. Te quiero, Fred, te quiero.
Agarró una de sus manos mirándolo mientras dejaba que laslágrimas abandonasen sus ojos.
-Te quiero. Te echaré de menos. Te quiero.
Esa noche no volvió a luchar.
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Menos mal que no prometí una fecha de actualización, ¿no? Espero que os haya gustado, he intentado hacerlo un poco más largo y creo que lo he logrado. ¿Comentarios, por fa?
Un abrazo,
TheGirlWhoLived.
Fuego. - Potterfics, tu versión de la historia
Un manto grisáceo de nubes cubría el cielo. Llevaballoviendo todo el día, desde hacía una semana, y el perezoso sol no parecíatener ganas de salir. El vie
potterfics
es
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2024-09-17

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