La navidad de Dean Thomas - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Los vecinos de aquel pequeño barrio residencial, a las afueras de Londres, coincidían en que el extraño señor Thomas tenía algo especial, algo
por así decirlo, mágico. Aquellos que lo conocían alardeaban de contar con su amistad y no dejaban de mencionar, la ayuda y la buena vibra que dicho hombre siempre otorgaba.

El señor Thomas, un hombre moreno de pelo negro y ojos oscuros, tenía la habilidad de encontrar siempre algo que valorar en las personas, aunque éstas fueran insignificantes o consideradas inferiores, y su generosidad solo era comparable con su gran humanidad y compasión. Siempre se le escuchaba decir que para él era mejor dar que recibir y su mayor placer en la vida era ver a la gente feliz, le gustaban las sonrisas.

 

Tal vez por eso era que disfrutaba tanto de la navidad; era su época favorita del año desde que tenía memoria, quizás porque en la temporada navideña las personas sonreían más fácilmente y con más frecuencia.

Le encantaba todo lo que tuviera que ver con las navidades; adoraba las decoraciones, las lucecitas parpadeantes, las guirnaldas de muérdago y acebo que colgaban de las puertas.

Quedaba embelesado cada vez que escuchaba los cánticos y villancicos que pregonaban los coros de niños y que acrecentaban el ambiente festivo en cada casa del vecindario.

Se deleitaba con el agradable aroma a pavos asados, patatas cocidas en mantequilla y pasteles con salsa de moras y fresas; aromas que salían de las chimeneas y que le provocaban un suave cosquilleo en el estómago.

Gozaba con la nieve.

Las nevadas decembrinas habían cubierto enteramente los tejados de las casas; habían dejado suaves copos de algodón sobre los árboles y las enredaderas que trepaban por las fachadas, y un manto blanco sobre el césped que terminaba de darle a los hogares ese aire pintoresco y navideño que se esparcía por todo el lugar y que él tanto amaba.

Por supuesto, como la gran mayoría, se apasionaba también por los arbolitos de Navidad, árboles que estaban distribuidos por todas partes, en parques, casas y jardines, algunos brillando con pequeños carámbanos, otros con cientos de foquitos luminosos, adornados con esferas multicolores y listones, y coronados por grandes estrellas doradas en las puntas.

Tal paisaje, mezcla de luces, colores y candor, inspiraba en él paz, armonía y belleza.

Pero lo que más le gustaba de la navidad, sin duda eran los regalos, a su parecer, una navidad sin regalos no era navidad. Por eso en aquel atardecer regresaba a casa del trabajo, con los bolsillos llenos de pequeños paquetes forrados con papeles de colores carmesí y dorado, con los cuales pensaba poner sonrisas en los rostros de los niños del barrio.

Mientras caminaba, iba disfrutando del ambiente navideño del vecindario, arrebujado en un largo abrigo marrón y con un gorro de Papa Noel sobre la cabeza. De rato en rato desviaba la mirada hacia un alegre envoltorio redondo, de color dorado y lazo rojo, que tenía bajo el brazo.

Sonreía.

Sonriente, caminaba por la helada y brillante calzada que, a manera de reluciente espejo y gracias a la nieve, reflejaba la felicidad que tenía dibujada en su rostro.

¡Señor Thomas, señor Thomas!

Un grupo de niños que jugaban en la nieve lo saludaron alegremente.

Hola niños ¿Qué hacen?

Haremos un muñeco de nieve y lodo, le pondremos un gorro como el suyo y una bolsa de basura que se parecerá al horroroso abrigo marrón que trae puesto.

 

Vaya, qué detalle comentó el señor Thomas divertido pero a que no adivinan, niños, que es lo que traigo en mi feo abrigo apuntó disimuladamente con su varita al interior de sus bolsillos. Algunos regalos salieron flotando y se depositaron en las manos de cada uno de los chiquillos.

Su pequeño público quedó sumamente asombrado y admirado al principio, y luego aplaudieron con entusiasmo al dadivoso y mágico hombre, mientras proferían exclamaciones como "¡Wow! Señor Thomas, es usted una especie de mago" y "Gracias señor Thomas estos dulces están de lujo, es usted el mejor"El señor Thomas les guiñó un ojo y despidiéndose continuó su camino.

Estaba ansioso por llegar a casa.

Esa noche, bajaría las escaleras con mucha suavidad y colocaría el envoltorio que llevaba bajo el brazo a los pies del árbol; sería el mejor regalo para su pequeño hijo, un sustituto digno para el ahora desgastado y aburrido, balón de futbol que el pequeño niño había recibido la navidad pasada.

Buenas tardes señor Thomas

Una infantil voz, proveniente del otro lado de un seto, llegó hasta sus oídos haciéndolo regresar de sus pensamientos.

Rodeó los arbustos y vio al pequeño William postrado en una silla de ruedas, en la entrada de su casa. Hace un par de meses el niño había sufrido un accidente que lo dejó lisiado y en el que también perdió a sus padres; ahora vivía en la casa de sus tíos.

Hola William, ¿Qué haces ahí tan solo? ¿Por qué no estás jugando con los otros niños? Planean hacer un muñeco Thomas, con nieve y lodo, no te lo puedes perder.

Nah, ellos no quieren jugar conmigo, dicen que soy un estorbo respondió el niño apesadumbrado.

Los niños podían ser muy crueles a veces. Al señor Thomas se le formó un nudo en la garganta, sin embargo notó que el pequeño miraba con curiosidad el colorido paquete que llevaba bajo el brazo.

Se le ocurrió una idea.

Ten, puedes quedarte con el dijo el señor Thomas extendiéndole el regalo y sonriendo ante el placer del pequeño.

¿De veras? Dijo ¡Qué raro! ¡Qué forma! ¿Esto es un balón? Preguntó luego de rasgar el papel y dejar al descubierto una esfera roja con tres agujeros.

Es una Quaffle y es una pelota muy especial, no necesitas las piernas para patearla solo debes lanzarla con los brazos el señor Thomas tomó el esférico, lo lanzó y este flotó suavemente hasta los brazos del pequeño William ¿Ves? es mágica. Apuesto que los otros niños querrán jugar contigo ahora. Health Tips

Una sonrisa iluminó el rostro del niño que no cabía en sí de contento, estaba fascinado.

¡Gracias, señor Thomas!

Ni lo menciones respondió el hombre Que tengas una Feliz Navidad William.

El señor Thomas sonrió mientras continuaba caminando. Podía ver la ventana de su casa acercarse y se imaginó a su pequeño hijo jugando con su madre en el interior, al pie del pino natural apostado junto a la puerta, adornado como cada año, con motivos navideños, pequeñas figuras de papa Noel que se balanceaban colgadas de las ramitas, y por supuesto coronado por la brillante estrella.

Su sonrisa se hizo aun más amplia al pensar en su hijo <<Tendrá que conformarse con un abrazo y su viejo balón>> pensó el señor Thomas divertido.

 

Estaba ya a mitad de camino entre la vereda y la puerta, cuando una repentina corriente de aire lo despeinó y tiró por el suelo su gorro navideño. La sonrisa se desvaneció del rostro del señor Thomas y en su lugar apareció una expresión extraña y hermética.

Se detuvo en seco. El corazón le latía con fuerza. Miró por el rabillo del ojo hacia unos arbustos a su izquierda y vio algo: Un par de sombras que se arremolinaban en la oscuridad.

<<Mortífagos>>

Sabía que tarde o temprano irían por él.

<<Es una pena que haya ocurrido el día de Navidad>> pensó con angustia. Continuó caminando y con el dolor de su alma pasó de largo su casa. Sus pasos se dirigieron hacia un bosquecillo cercano. Caminó y caminó tratando de poner la mayor distancia entre su familia y las sombras que lo seguían.

Una vez en medio de los árboles apretó el paso, pero al ir más aprisa, sus perseguidores lo imitaron. Entonces echó a correr y oyó un ruido de pasos en la nieve que adquirían velocidad. De pronto, al llegar a un claro en el bosque finalmente se detuvo.

¿Qué ocurre? Dijo una voz burlona ¿Por qué te detienes? ¿Acaso estás cansado de jugar al papa Noel asustado?

Lo que pasa es que creí que venían por sus regalos respondió sereno el señor Thomas ¿O es que prefieren unos dulces, chicos? preguntó enseguida y como única respuesta recibió una gélida mirada No, ya me imaginaba que no. Supongo que quieren jugar. En ese caso, vamos a ello.

El señor Thomas sacó la varita y musitó:

¡Lumos!

Un rayo de luz se extendió sobre la hierba, llegó hasta la base de un árbol e iluminó sus ramas. Allí, parcialmente ocultos en el follaje, estaban dos enmascarados vestidos de negro.

¡Quieto ahí! gritó uno de ellos amenazante, empuñando su varita. Pero antes de que pudiera hacer nada, el señor Thomas se había desvanecido con un susurro de su largo abrigo.

Reapareció por la retaguardia de sus perseguidores y lanzó una lluvia de rayos aturdidores que rebotaron en los árboles lanzando chispas de color rojo en todas direcciones.

¡Que demo
!

Los sorprendidos mortifagos cayeron, uno inconsciente y el otro herido. Rápidamente el señor Thomas se dispuso a continuar huyendo por otro camino.

¡Lo pagarás! gritó el mortifago herido. Furioso, escupió un cuajo de sangre al suelo Ahora sabemos dónde vives, si no te unes a nosotros arrasaremos ese vecindario hasta dar con tu asquerosa familia muggle y no dejaremos a nadie con vida, o que te creías ¿que el señor tenebroso te permitiría andar a tus anchas sabiendo la amenaza que representas?

El señor Thomas no respondió.

Respiró intranquilo por primera vez y cerró los ojos. Durante unos segundos había creído que tendría la suerte de escapar para pasar la navidad al lado de su esposa y su hijo, ese pequeño y lindo niño que era su sueño y su esperanza; pero la suerte es una amante caprichosa y no siempre te recompensa con lo que amas.

El señor Thomas podía permitir que el ministerio se viniera abajo, incluso que algunas criaturas mágicas murieran ¡Eso no importaba! Pero lo que no podía permitir jamás, era que su familia y las familias de los niños muggles de su vecindario, corrieran peligro. Debía protegerlos, así que solo le quedaba un camino.

Volvió a abrir los ojos.

No tengo familia dijo encogiéndose de hombros y tengan por seguro que no me uniré a ustedes, no me apetece ir por ahí disfrazado de cuervo rostizado, así que me da igual lo que hagan conmigo.

¡Como quieras! Chilló el mortifago. Tenía la quijada rígida a causa del enfado los amantes de los muggles tienen la manía de escoger precisamente las cosas que menos les conviene
¡Avada Kedavra!

El señor Thomas no discutió. Tampoco se movió ni a derecha ni a izquierda hasta que el haz de luz verde llegó hasta su pecho y arrancó la vida de su cuerpo.

Cayó en medio de los regalos que cargaba en su abrigo, al pie de un pino en cuyas ramas aun rebotaban algunas chispas de colores y al que el mortifago se encargó de coronar con una calavera luminosa de la cual salía una gran serpiente negra.

La nieve caía y daba la impresión de que el señor Thomas descansaba debajo de un árbol de navidad, el cual, lejos de tener ese aire pintoresco y navideño que a él tanto le gustaba, mas bien era deprimente.

Todos en el barrio echaron de menos al señor Thomas y nadie se explicaba por qué había desaparecido sin dejar rastro alguno. Sí, todos lo extrañaron, especialmente los niños, pero ninguno lo hizo tanto como el pequeño Dean Thomas, que en la seguridad de su casa y en el calor de los brazos maternales, no obtuvo ningún presente ni tampoco vio a su padre en la navidad de ese año ni en ninguna de las siguientes pero que sin saberlo, en esa noche buena recibió el mejor de los regalos.

"Nadie tiene mayor amor que éste,
que aquel que da la vida por sus seres amados"

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Los vecinos de aquel pequeño barrio residencial, a las afueras de Londres, coincidían en que el extraño señor Thomas tenía algo especial, algo por así de

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2024-08-30

 

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