Ya se lo había dicho, aunque ella no escuchaba. Estaba aferrada a la idea de que pronto ingresaría y nada la detendría. Sus padres la miraban con curiosidad. Apenas tenía diez años, pero se preparaba como nadie. Leía y leía. Practicaba todo cuanto pudiera, aunque incluso no podía realizar magia a su edad. Nada la detendría de lograrlo. Incluso las enfermedades y los miedos. Ella estaba preparada y no podrían con ella.
Ella iba a entrar en Hogwarts.
Todos los días, con sus medias de colores dispares, miraba el buzón. Tenía que llegar la carta. Ya ella sabía de dónde venían sus padres y ella ansiaba estudiar allí. No quería ir a insulsos colegios. Ella quería estudiar en la institución donde sus padres se habían formado ya.
Y ella daría todo de sí para lograrlo.
Regresaba decepcionada a casa. Su madre, Hermione, le acariciaba la cabeza cuando la veía pasar. Aún no tenía la edad, pero ella insistía. Ella aspiraba dar a entender que con sus dotes, ella merecía entrar.
Y aunque aún no tuviera la edad, al menos recibiría una carta con antelación. ¡Cuánto deseaba descubrir ese mundo del que tanto hablaban! ¡Cuánto deseaba poder convertirse en alguien! En una bruja con los conocimientos que otros soñarían con tener.
Era un poco soñadora, pero así quería vivir. Entre las nubes. Eso le hacía ver el lado feliz de muchas cosas que le parecían peligrosas. No dejaba de lado a la guerra ni a la desesperanza humana en la que estaban sumidos los muggles. Muchos otros.
Por eso ella quería ingresar. Ella quería cambiar el mundo. O algo pequeño, para empezar. A los diez años, pensaba a veces muchas necedades.
¿Llegó la carta? le preguntó a Snape que cruzó la cocina. La miró y negó con la cabeza. Al día siguiente cumpliría once años y no podía dejar de pensarlo. Apenas podía dormir, imaginándose ese regalo tan esperado.
No quería nada más.
Cálmate Aneth. Por más que te desveles, la carta no aparecerá más rápido y el día tampoco dijo Hermione junto a su esposo, en la puerta. Aneth estaba en la cama, suspirando.
Me he preparado tanto. Creo que voy a ser aceptada, mamá.
Lo sé dijo Hermione con una sonrisa tu papá y yo lo sabemos. Te aceptarán puesto que eres; la mejor bruja que el mundo ha visto jamás. suspiró su madre, acariciándole una de las mejillas.
Se levantó de la cama y apagó las luces. Aneth seguía sentada, imaginándose que ese momento tan anhelado se hacía realidad.
En verdad, a todos los niños magos los aceptan.
Déjala ilusionarse. Ya verás. Ha estudiado tanto, que le demostrará a todos cuánto vale y logrará eso que tanto anhela. Y nosotros al final podremos verla.
A veces le das mucho vuelo, Hermione.
Así es la vida. Si no vives de sueños... ¿de qué vivirías?
Y todos se fueron a dormir; esa noche. Todos esperaban lo mismo que ella. Estaba segura de que notarían sus habilidades. Había practicado todo cuanto pudo. No fallaría.
Sería digna de esa institución.
El amanecer llegó muy pronto. Severus y su esposa estaban dormidos aún, cuando Aneth se había levantado esa fría mañana. Era su cumpleaños número once y estaba mirando el buzón. Al principio no había notado nada extraordinario. Cartas de felicitaciones de la familia Potter y allegados, no dejaron de aparecer en sus manos.
Y entonces, continuó mirando con mucha ilusión. Tenía que ser alguna de esas. Tenía que ser... era... era... ¡Era!
¡Me aceptaron mamá! ¡Me aceptaron!
Hermione despertó confusa y Severus hizo lo mismo. La miraron, muy feliz y blandiendo un sobre de un lado al otro.
Muy bien, cariño. ¡Feliz cumpleaños!
¡Me aceptaron! ¡Me aceptaron! ¡Voy a estudiar en Hogwarts. Voy a estudiar en la escuela que siempre ansié!
¡Me aceptaron! - Fanfics de Harry Potter
Ya se lo había dicho, aunque ella no escuchaba. Estaba aferrada a la idea de que pronto ingresaría y nada la detendría. Sus padres la miraban con curiosidad
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2024-11-22
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