Adicción. - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

I. Chocolate.

Losvapores se elevaban en el aire lentamente, se oían algunos burbujeos y elambiente era cálido por el fuego que emanaba de los calderos en esa habitación.Un hombre de edad media, cabello rubio y ojos grises se desplazaba de un lado aotro con varita en mano, sus labios se movían frenéticos, recitandoingredientes o contando los segundos para el siguiente; en algunas ocasionestambién se detenía en las mesas, picando, cortando y machacando losingredientes necesarios. Quería perfección en sus pociones.
Todo esto era observado por Scorpius Malfoy, el único hijo de aquella familiaconformada por Draco Lucius Malfoy y Astoria Greengrass. Al pequeño leencantaba ver cómo trabajaba su padre, sabía que adoraba las pociones tantocomo a él le gustaba el chocolate. Además, de que era fascinante el trabajo desu padre, que aunque tenía unos laboratorios en el centro de Londres, en lasmazmorras de la mansión, se encontraba el personal, al que nadie más aparte deldueño podía entrar; con excepción de él. Sin querer, una sonrisa arrogante yorgullosa creció en sus labios.
Se encontraba en las mesas centrales, desde ahí se podía ver todo másclaramente. Draco se acercó al caldero que estaba frente a él y dedicándole unasonrisa cariñosa, agregó otro ingrediente a la poción.
Diez minutos después, el vapor de ese caldero comenzó a ascender en espirales yun aroma muy sutil llegó hasta sus fosas nasales: Chocolate, libros y menta.Emitió un sonido de sorpresa y con los ojos fijos en la poción aspiró lenta ysuavemente.
¿Padre? llamó en un susurro.
Dime, Scorpius le respondió Draco con el ceño fruncido y agitando una de laspociones.

 

¿Cuálpoción es ésta? sus ojos seguían fijos en el brillo nacarado y no notó cuandoel rubio mayor se acercó a él con aire perspicaz.
Se supone que deberías verlo en dos años más en Hogwarts respondió Dracodivertido, suprimiendo una sonrisa.
Vamos, padre, por favor rogó con un puchero, levantando por vez primera lavista, su padre seguía con esa expresión fría de siempre pero la diversiónestaba presente en su mirada.
Sólo te diré lo básico, allá la verás más detenidamente. Su nombre esAmortentia, crea una poderosa obsesión en el bebedor, se dice que es el filtrode amor más poderoso. Se caracteriza por su brillo nacarado y por el vapor queasciende en espirales. Ahora Draco observó la poción frente a ellos, unasonrisa pintada en sus labios, ¿qué hueles?
Scorpius lo observó curioso y, omitiendo algunas preguntas, aspiró de nuevo eldelicioso aroma:
Chocolate, libros y menta contestó. ¿Por qué?
Se supone que huele a lo que más te gusta, aunque tú no lo sepas, normalmenteuna de esas cosas corresponde a una persona Draco rió suavemente y revolvió elcabello de su hijo, el menor tornó su rostro serio, no le gustaba que lohiciese.
Pero a mí no me gusta nadie.
Eso es lo que tú crees.
Y sin decir más, el patriarca volvió a atender las pociones antes de que searruinaran.


El vientosoplaba ligeramente, despeinando sus rubios cabellos y el ligero sol en lo másalto, daba calidez a su cuerpo.
Se estaba bien así, descansando en los jardines de la mansión después de unjuego de Quidditch con su padre, un amigo de éste y su hijo.
Abrió los ojos lentamente y con un suspiro sacó una barra de chocolate delbolsillo en su pantalón. Rompió la envoltura y guardándola en el mismo lugar,dio una suave mordida.
Eh, Scorpius.
Giró su rostro a la derecha, un chico de tez morena, cabello azabache y ojosmiel le devolvía la mirada. Era Matthew Zabini, el hijo del amigo que visitabaa su padre desde Alemania.
¿Qué? cuestionó con mirada despectiva. El chico lo miró mal.
Llevas cinco chocolates dijo; y señaló con el dedo índice la tableta entresus dedos. Él dio otra mordida y sonrió al sentir el dulce deshacerse en supaladar.
¿Acaso quieres? el tono de su voz reflejaba el aburrimiento que sentía.Prefería la soledad, o hablar con Albus, su mejor amigo.
No, gracias. Demasiado dulce.
Genial, no pensaba darte.
Matthew bufó y con expresión de hastio se puso en pie, caminando de regreso ala mansión. Feliz porque el chico se fuese, se recostó en el césped y dejó quela brisa abrazara su cuerpo. Acercó lo que quedaba de la tableta a su boca ymascó, un gemido de satisfacción escapó de sus labios.
A su mente vino lo que su padre le dijo y murmuró: Es obvio por qué me gusta elchocolate.
Los recuerdos de cuando tenía seis años regresaron a él. Narcissa Malfoy, suabuela, figuraba mucho, porque ella era todo para él y fue con quien pasó lamayor parte de su infancia. La mujer que cada vez que se portaba bien le dabaun chocolate, que incluso antes de que ella muriera, fue lo último que recibióde sus manos.
Con el paso del tiempo el chocolate se convirtió en una pequeña adicción. Podíaser suave, blando, duro; frío o caliente; en polvo, líquido o sólido; blanco onegro; amargo o dulce; pero sobretodo era delicioso.
Fascinante como se deshacía lentamente en su paladar, como le llenaba el cuerpode calidez y lograba sentirse reconfortado.
Inhalar su aroma y sentir un placer exquisito era inigualable. Y bueno, no erapara nada malo, su propio padre se lo había dicho, y aunque no estaba de acuerdoen que comiera tantas barras de chocolate, ya no le decía nada.
Sacó un nuevo chocolate del interior del bolsillo, quitó la envoltura yacercando la barra a su nariz, inhaló lenta y profundamente.
Sí, definitivamente era su pequeña adicción.

 

II. Libros.

Deberes:Investigar qué esa mánticora, dónde encontrarla, qué hace, cómo destruirla y laposible utilidad de la misma. Metro y medio de pergamino para la próxima clasela mujer regordeta de tez aperlada y cabello castaño ondulado, hizo unmovimiento con la varita y el trabajo de clase fue borrado de la pizarra.
Scorpius Malfoy suspiró. Con esa ya tenía cinco tareas acumuladas; éso sumadoal entrenamiento de Quidditch, le obligaría a quedarse el fin de semana sin ira Hogsmeade.
Para cuando se reunió con Albus durante la cena en el Gran Comedor, seencontraba de mal humor; justo cuando iba de camino James Potter se le habíaacercado y con andares presuntuosos le echó en cara que al día siguiente sereuniría con Debanhi en Las Tres Escobas. Se suponía que él iría con ella.
Scorp, ¿te sucede algo? le había preguntado Albus entre cuchicheos. Y loobservó atentamente antes de responder:
No, nada.


Aún noentiendo cómo es que decidiste quedarte conmigo decía Scorpius mientras leíaun tomo de "Teoría de la Magia Defensiva". No notó el sonrojo deAlbus que, sentado a su lado, se encargaba de arrojar pequeñas piedras al lago.Scorpius sabía que desde siempre había esperado que cuando lo hiciera, elCalamar Gigante asomara sus tentáculos.
Pues porque eres tú explicó sin ser plenamente consciente de lo que decía.
Scorpius alzó la mirada curioso.
¿Qué tiene que sea yo? su compañero negó rápidamente y haciendo un ademán conla mano le restó importancia.
Mira el lado bueno comenzó Albus con voz nerviosa, te ayudé con tu tarea yestá terminada. Mañana sólo tendrás que entrenar y el lunes ir a clases.Scorpius sonrió en respuesta y observó a Albus acostarse en el césped con losbrazos detrás de la cabeza.
Gracias, Al, me ayudaste mucho dijo en un susurro volviendo a su lectura.
¡Es lo que yo digo! Sólo que creí que después de eso jugaríamos Snap Explosivoo Ajedrez Mágico un rato en la Sala Común, no que seguirías leyendo. Ya tuvesuficiente de libros el comentario fue hecho con la mayor inocencia posible, oeso intentó creer Scorpius al momento que fruncía el ceño. ¿Cómo podía decireso?

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Cerró ellibro en sus manos y guardándolo en su mochila con sumo cuidado, se recostójunto a su amigo.
No digas esas cosas Albus, los libros son importantes.
Ya bufó en respuesta.
¡Hey! exclamó molesto al tiempo que asestaba un codazo en el estómago deAlbus, él profirió un quejido de dolor y lo miró con los labios fruncidos y unpoco de enfado en la mirada.
¿Qué te pasa? ¿Por qué me pegas? preguntó ofendido. Scorpius quedóboquiabierto dándole otro golpe.
¿Cómo que por qué? ¡Los libros se respetan! ¡Son un cerebro andante y no dicentonterías, Albus Severus Potter!
¡Ah, pero no tienen vida! el chico rió divertido y Scorpius sintió deseos deahorcarlo. Susurró unos cuantos improperios no dignos de un Malfoy y dando eltema por terminado volvió a sacar su libro de la mochila, volviendo a lalectura.
Casi se había olvidado de la presencia de Albus cuando el chico se sentó denuevo y con rostro culpable se rascó la cabeza.
Scor, siempre defiendes los libros con vehemencia, y en cierta forma merecuerdas a tía Hermione soltó una risa nerviosa y al no obtener ningunarespuesta continuó, ella ha dicho por qué le son importantes, pero ¿por quéson importantes para ti?
Scorpius consideró seriamente el no responder la pregunta e irse de allí yencerrarse en su habitación. Cuando leyó la misma línea diez veces decidióresponder.
Sinceramente no lo sé. Siempre me ha gustado leer y los considero un mundonuevo lleno de aprendizaje, nunca te mienten. Y bueno, son una de las cosas quemás disfruto, incluso más que el Quidditch y el chocolate, que ya es muchodecir.
Scorpius sonrió con la mirada fija en el horizonte. Albus sólo podía observarlocon la misma sonrisa sin apartar sus ojos de aquel chico.
Scorpius...
El chico giró su rostro y se encontró de cerca con los verdes y brillantes ojosde su mejor amigo antes de sentir unos suaves labios contra los suyos.

III. Menta.

Se sentíaextraño. Habían pasado seis meses desde aquel beso con Albus y no podíaextrañarlo más. Recordaba vagamente que después de responder el besoligeramente y sentir su corazón latir desenfrenadamente, empujó a Albus y lereclamó diciéndole unas cuantas cosas hirientes.
Después de aquello Albus no intentó dirigirle la palabra y él mismo tampoco seesforzó mucho en hacerlo, las clases habían seguido normales y él pasaba lamayor parte del tiempo en la biblioteca o en los jardines, con Lily. Ochosemanas más tarde, estaba en casa.
Podía asegurar, que su madre había notado un cambio en su siempre seriaactitud, casi se preocupó cuando no dijo nada, eso auguraba una charla con supadre y no con ella. Así pues, una semana después la tuvo quedando másconfundido.
Scorpius, ¿qué te pasa? le preguntó serio, sentados frente a la chimenea delsalón, que crepitaba suavemente.
Nada contestó desviando la mirada.
Puedes confiar en mí aseguró Draco con mirada paternal y comprensiva voz.
Albus me besó soltó de tajo.
Había esperado una reprimenda, gritos, exigencias; estaba listo para eso, conla mirada fija en la alfombra. Todo menos que su padre se acercara más a él ycon un brazo alrededor de sus hombros le dijera:
Scorpius, tú sabes que fui mortífago, cometí muchos errores por las exigenciasde tu abuelo y creer en las causas equivocadas; no fui feliz, y tuve queesperar mucho para serlo, si tú eres feliz con Albus, sea como amigo o comoalgo más, no dudes en hablar con él. Él entenderá el rostro de su padre estabaserio, y asintió torpemente.
Lo haré... creo titubeó.
Draco rió y lo observó detenidamente, poniéndose en pie fue al escritorio alotro lado del salón, sacando algo del primer cajón, se lo lanzó. Scorpius loatrapó en el aire y sonrió al ver uno de sus chocolates favoritos, se puso enpie y abrazó a su padre.

 

Así que,casi tres meses después de esa charla se encontraba sentado en el aula depociones, en su primer clase de sexto año, ensimismado en sus pensamientos ytratando de encontrar el momento idóneo para hablar con Albus.
Garabateaba cosas sin sentido en un pergamino cualquiera cuando un profesoralto, de cabello color arena y ojos marrones entró al aula. Con expresiónamigable se presentó como Seamus Finnigan y les dio la bienvenida a un nuevoaño.
No prestó real atención hasta que los calderos frente a la clase fuerondestapados y un olor familiar llegó a su nariz. El aroma era atrayente.
Suspiró. Lo mismo que dos años atrás: chocolate libros y menta.


Definitivamenteestaba molesto. O afligido, que en conclusión para Scorpius, venía a significarlo mismo.
Ya llevaban dos semanas en Hogwarts, y aunque pensó que sería fácil hablar conAlbus, no fue así, ni siquiera por compartir la habitación; el chico realmentelo estaba esquivando y no había forma de acorralarlo, sin tener que encerrarloen un aula en desuso.
El día pasó rápido, la cena se acercaba y no recordaba haber estado tannervioso como en esa ocasión, el corazón le latía fuerte y sentía que suestómago tenía un baile dentro de él. Quiso echarse para atrás, pero ya teníatodo planeado, así que cuando vio a través de la ranura de una puertaentreabierta a cierto chico de cabellera azabache deambular rumbo al Gran Comedor,esperó a que se acercara lo suficiente y jalándolo bruscamente por la túnica loadentró en la habitación. Escuchó unos quejidos de protesta cuando Albus cayóal suelo pero él simplemente cerró la puerta.
Cerró los ojos un segundo y con voz inexpresiva dijo:
Albus, tenemos que hablar Albus se puso de pie y sacudió su túnica, expirabanerviosismo por los poros.
No, no tenemos nada de qué hablar.
¡Vamos, Al! ¡Me has estado evadiendo! su expresión dejó de ser seria,comenzaba a molestarse. El azabache sólo optó por mirar el alrededor.

Escucha,Scorp, tengo que irme Albus avanzó unos pasos y en un intento vano, trató deapartar a Scorpius de la entrada.
No nos iremos de aquí hasta que no me digas por qué razón ya no me hablas leadvirtió con voz trémula. Aunque tengamos que amanecer aquí.
El chico lo miró horrorizado.
No serías capaz.
Soy un Malfoy, pruébame.
Albus se apartó de él y con aire cansado se frotó la sien derecha.
Porque... no lo sé susurró.
Extraño a mi mejor amigo, Al el rubio sonrió triste, realmente no era fácilel no tener con quien compartirlo todo.
Hay cosas que no entenderías los verdes ojos se empañaron y la voz se quebró.Scorpius se acercó a él y lo abrazó.
Te aseguro que lo haré.
Y claro que podía hacerlo, ese chico fue su mejor amigo desde el instante enque piso Hogwarts.
Respiró hondó y un olor llegó a él, lentamente, casi con miedo, giró un poco elrostro hacia el cabello de Albus. Volvió a aspirar y ahí estaba, el olor amenta, ese que percibió en la Amortentia dos veces y era digno de un grandilema para él. Sus ojos se abrieron con sorpresa al pensar en lo que esoimplicaba: Albus le gustaba, no sólo como amigo.
Scorpius trató Albus aumentando la presión en el abrazo, te quiero.
No supo describir el cosquilleo que recorrió su cuerpo, ni por qué su corazónparecía querer salírsele del pecho. Se apartó de él y lo observó detenidamente.Albus le provocaba muchas cosas.
Los orbes verdes lo observaban, esperando.
Tonto dijo divertido.
Albus lo miró confundido, forzando una sonrisa que resultó en una mueca untanto extraña.
Y eso significa que...
Pero Scorpius no lo dejó terminar, en un segundo ya lo estaba besandolentamente, como dando la oportunidad de ser apartado de un empujón. Eso nopasó y el rubio descubrió algo que le gustaba más que su adicción al chocolate:Albus Potter y su extraño olor a menta. Su nueva adicción.

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Losvapores se elevaban en el aire lentamente, se oían algunos burbujeos y elambiente era cálido por el fuego que emanaba de los calderos en esa habitación.U

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2024-09-13

 

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