Sonóel despertador. Nadia intentó alcanzarlo con la mano, para apagarlo, pero no lologró y, finalmente, se levantó. Se sentía mal, terriblemente mal. Sentía quela cabeza le iba a explotar de un momento a otro, y si no hubiera sabido queera, habría corrido al hospital. Cuando se miró en el espejo vio que nisiquiera se había quitado la ropa de la noche anterior al tumbarse en la cama yque tenía el pelo todo revuelto. Las orejas parecían de todo un mes. Su estadoera decididamente deplorable. Además se sentía mareada, muy mareada. ¿Cómo habíallegado a casa? Ah, sí, Andrew la había llevado
¿o había sido Roland?
Ya no lo recordaba demasiadobien, y en cierta forma, ni siquiera le importaba.
La fiesta de la noche anteriorhabía estado bien, vaya que había estado bien, pero el hígado de Nadia estabaresentido por todo el alcohol que la muchacha había ingerido. Nadia se sentíamejor cuando bebía, que estando sobria. Tal vez se debía a que su vida era unaauténtica mierda, tal como solía decirlo ella.
El cuarto en el que vivía estabatotalmente revuelto y había ropa por todas partes, sucia. La cama llevabaalrededor de una semana deshecha y había platos de comida por todas partes.Algunos ni siquiera estaba terminados, pero a Nadia le había dado bastantepereza bajarlos con la portera, que llevaba varios días haciéndole de comer.
Sí, eso era, su vida era unaporquería.
No tenía pasta y debía la rentadesde que había llegado a vivir allí. Cuatro meses
o cinco. Ya ni siquiera lorecordaba. Sabía que su estado era cada vez más deplorable y que los cigarros,uno tras otro, ayudaban. Menos las aspirinas, que Nadia usaba para el frecuentedolor de cabeza que tenía; se tomaba incluso seis o más al día. Y después elalcohol.
Estaba segura que ni con su mejorcara podría volver a la cafetería en la que trabajaba, porque llevaba unasemana ausente, y jamás había avisado. Una semana llena de fiestas, crudas,borracheras y chicos. Para Nadia, era el cielo, porque su apestosa vida teníaalgo de sentido. Aunque fuera sentido para imaginarse flotando por allí; punto.Últimamente el espejo le devolvía la imagen de una desconocida.
Llamaron entonces a la puerta yNadia, después de arreglarse un poco el cabello se apresuró a abrir. Era suportera, siempre amable, que estaba dispuesta a perdonarle la renta cuantosmeses fuera necesario. No se la perdonaría si supiera que el poco dinero queNadia ganaba se iba para pagar alcohol y droga, además de cigarrillos. Pero no,la portera no sabía nada de eso.
Cariño, ten el desayuno le dijola mujer y Nadie lo tomó torpemente, sin valor para rechazarlo. Pensó que talvez serviría para el perro que tenía la chica de al lado. Viajes y turismo
Gracias dijo apresuradamente ycerró la puerta para que la mujer no se molestara en preguntar por su estado.
Dejó el plato por allí y salió albalcón. Era su lugar favorito, por eso había elegido aquella residencia, enlugar de una mucho más barata que estaba justo enfrente. Desde allí podía ver atoda la gente. Solía pasar allí mucho tiempo. Encendió el primer cigarrillo dela mañana y mientras se lo fumaba se quedó allí, pensando.
Nadia detestaba pensar.
Se daba cuenta de que nadiequería una chica inútil incapaz de valerse por sí misma. En primer lugar habíaido la ciudad para estudiar launiversidad. Lo había hecho, al menos dos años. Pero poco después había conocidoel alcohol, las fiestas y las drogas. Había dejado de ir a la universidad unamañana. Poco después dejo de trabajar y la corrieron de la residencia en la quevivía por aquel entonces.
Sus padres no sabían nada deaquello. Mejor que no lo supieran jamás.
Y a cada día que pasaba,acariciaba más la posibilidad de marcharse lejos, sin avisarle a nadie. Aquellanoche había visto debajo de la almohada, donde guardaba su dinero, y habíadescubierto que había más que suficiente para un billete de tercera clase entren. Pero entonces habían llegado Andrew y Roland con el anzuelo de que habíauna fiesta y ella había tomado todo el dinero que tenía para conseguir un pocode marihuana tal vez. O si quiera unas botellas de alcohol extra.
Y la perspectiva del viaje sehabía esfumado.
De nuevo.
Pero desde allí, desde dondeestaba, la vida no parecía tan desgraciada.
Porque ella no era la protagonista.
Se dijo que tal vez si tuviera unpar de alas, podría salir volando y no volver jamás allí. Pero no, no teníaalas
aunque, ¿qué más daba intentarlo? Se encaramó al balcón y entonces, sinmirar atrás y sin mirar abajo, saltó, aun con el cigarrillo en la mano.
Lo último que pensó Nadia, conuna mueca de felicidad en el rostro, fue que si su vida era una reverendamierda
¿qué más daba seguir viviéndola?
Nome maten. El culpable de todo es mi cerebro. Este fic es una reflexión. Pero nolos invita a suicidarse, lectores que seguramente se estarán preguntando, no.Sinceramente, es sólo para decirles que la vida siempre tiene cosas buenas,aunque muchos son incapaces de verlas.
Sí, siempre búsquenle lo bueno a la vida,porque no todo es de meterse un tiro y ya. No, hay que encarar todo lo que senos presenta, por más difícil que sea.
Ymi personaje (Nadia) tiene el problema de que no lo puede ver, ni siquiera ensu último segundo.
Al borde del abismo - Fanfics de Harry Potter
Sonóel despertador. Nadia intentó alcanzarlo con la mano, para apagarlo, pero no lologró y, finalmente, se levantó. Se sentía mal, terriblemente mal. Sent
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2023-02-27
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