Al final noté - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

AL FINAL NOTÉ


Su corazón palpitaba con brío, se sentíacomo una colegiala emocionada. No esperaba reaccionar de esa forma, perosimplemente jamás había experimentado situación igual. El corazón estaba porsalir de su boca y sus manos temblaban como si estuviera enterrado en dosenormes bloques de hielo. A su edad y llevando aquellas sorpresas. Eso sin dudatenía que ser una maldición.

Pero ¿y qué importaba si se emocionaba? Almenos esa era la única razón con la que podía afirmar, que estaba vivo. Cuandosu sangre recorría cada centímetro de su piel, imaginándolo. Cada minuto que seiba, que se restaba. Y quedaba menos, siempre quedaba menos. Siempre seacercaba a la hora acordada.

 

Al momento esperado. Sus labios sesecaban, tan salados como la mar, esperando por la sorpresa. Esperando para darla sorpresa.

Muchas penurias había pasado a lo largo desu vida. No podía negar que anhelaba el calor de dos brazos a su alrededor. Elcalor de un aliento sobre su cuello que conversara aquellos tópicos, que solíanser dolorosos para él. Que riera de sus chistes sin sentido, con ese toquesarcástico que lograba inquietar a los demás. Que fuera las lágrimas que él noquería derramar. Que fuera aquel saco que de vez en cuando en el peor de susenfados, sirviera para descargarse.

Que fuera ese complemento sin par, queterminara con sus pesadillas y le brindara sueños nuevos. Sueños diferentes.

¿Por qué no podía querer algo así? No erade piedra. Pese a que la mayoría lo creyera. Era Severus Snape. La mayoría delas veces, un idiota sin corazón. Pero las otras veces, era un hombre con el peordestino jamás vivido. Conjuntamente con Voldemort, claro está.

No sabía cómo preparar una cena. Realmente¿por qué estaba haciendo eso? No lo entendía. Aunque dichos tópicos, no podíaconversarlos en pleno comedor. No podía solo ir allí y tratar de expresar loque por simple descarte, sonaría terrible en algunos oídos.

No tenía idea del romance y no tenía ideade si aquella persona quería compartirlo con él. Sabía que él tenía más idea,que sabía más de lo que hablaba y como era perfeccionista, pues tenía quehacerlo debidamente.

La mesa. Escoger qué tipo de comida.Muchas veces pudo rostizar la cena, no era un buen cocinero y los elfos erangarantes de que todo saldría como esperaba. Escoger el tópico para comenzar lacena. Escoger el mejor vino. ¿Por qué parecía que iba a salir con una muchacha?Él no solía actuar así. Tampoco tenía idea de candidez. Ni tampoco si sería laprimera opción a escoger.

De todas formas, Severus Snape se arriesgaba.Y se llamaba imbécil, porque si fallaba iba a terminar creyendo eso que todosya decían y que él sabía con anticipación. No puede amar, no puede desear algo.Está hecho para sufrir y el resto es que la parca se lo termine de llevar yacabe con el pobre.

Y su corazón se ensañaba en seguirviviendo. En seguir dándole aliento y mientras tuviera ese aliento, iba acontinuar aspirándolo. Lo mejor era terminar con ese asunto de una buena vez.Terminar de encontrar la cura para aquel malestar que dolía más, que la marcatenebrosa. Marcado a fuego.

Los preparativos se avecinaban y casiterminaban. Una de sus clases de Oclumancia iba a servir para su propósito.Nadie tenía que verlo. De todas formas ¿a quién le iba a importar si elprofesor Snape sabía amar o si amaba? A nadie.

 

En cierta forma se alegraba por ello.

Se quedó sentado en la mesa. Se miró a símismo sobre el reflejo del pensadero en su escritorio. A pesar de lo idiota quese sentía, tenía ímpetus renovados. ¿Qué tan mal podía salir? Ya vivía con el odiopúblico y la vergüenza en carne propia. No importaba. Ya estaba por llegar él ypodía escuchar en su cabeza, el reloj del despacho. Su molesto tic y tac.Estaba por entrar. Pronto.

Esperó y esperó. Realmente ya imaginabaalgo así. ¿Por qué querría venir, luego de las fatídicas clases de Oclumanciaanteriores que habían tenido? Aún así, en su cuerpo guardaba un poco deesperanza. Ya empezaba a convertirse en Albus Dumbledore, creyendo en todo ytodos.

Pero para su bien, tenía que esperar. Parasu bien, tenía que seguir creyéndoselo.

Y mientras las bebidas estaban sobre lamesa, mientras oscilaba su copa con mucha suavidad y miraba el vino queresplandecía a la luz de las velas a su alrededor, notó que él no vendría. Queél jamás regresaría.

Notó un par de cosas. Notó que HarryPotter jamás volvería a tocar ese lugar. Que jamás volvería. Aunque dijera quenecesitaba clases a último minuto. No volvería.

Y también notó muchas otras cosas. Susafectos habían cambiado, sus ojos miraron a otras personas de por medio. Jamásvolvería a dirigir sus palabras de odio a su persona. Todo aquel esfuerzoterminó en solitario. Con la única dama que siempre le hacía compañía en susdesgracias. La soledad.

Con ella se quedó esa noche. Y Harry, porsupuesto, con Ginny Weasley. ¿Por qué se mentía? Ya se lo esperaba. Se fue adormir con el sueño aún en sus labios. Con el sueño de que aquello era unafantasía y que aún quedaban días para esa cena.

Pero el tiempo evolucionó y su sentimientotambién. Se convirtió en ira, en rabia. Tenía más razones para odiarlo. Teníamás razones para sentirse atacado por él. Como por James Potter. Su némesis.

Al menos la vida le dio el trabajonecesario para olvidar todo ello. Le dio misiones, le dio el temor de perder suvida. Aunque no temía perderla ciertamente, temía haberla perdido creyendo eninsulsos sentimientos. Mientras el amor de Potter crecía, su tristeza también.Y mientras el heroísmo de Potter crecía, su valor decrecía con los segundos.Instantes que anhelaba morir.

Se equivocó con su madre y se equivocóconsigo mismo.

En sus hombros residía el papel másimportante. Sin importar cuánto sin saberlo, Potter lo había rechazado, élsalvaría su trasero de la perdición. Él se lo había prometido a su madre, se lohabía prometido a Albus Dumbledore. Había luchado contra Sirius Black, lo habíasoportado, solo para conseguirlo.

Aunque solo quería verlo morir entre lasmanos de su señor. Pero por la Srta. Weasley, le perdonaría la vida. Por queconocía la ilusión de querer algo y encontrarlo. Aunque luego terminarayéndose. Ella lo volvería a encontrar. Porque para eso estaban destinados.

Él en cambio, nunca encontraría algo queno perdió en primer lugar.

E iba a morir con valor de cobardes ytontos. ¿Qué más tenía que perder, que ya la vida no le había negado? Nonecesitaba entrar en detalles. Cada día de lucha, recordaba aquella cenaincompleta. Cena para uno. ¿Por qué hizo semejante cosa? Se sintió débil. Sesintió capaz de morir por algo imposible.

 

Todos los días.

Y por eso no tenía miedo de acatarinstrucciones. En su sangre pesaba la victoria de Albus Dumbledore y la ordenque pese nunca haberle dado un lugar, terminó confiando en él por descarte.Sonrió lleno de ironía, lleno de lágrimas que una vez más se tragó para nodemostrar su peor miedo. Su miedo a sentir miedo.

Porque Slytherin que se preciara, no temíade esa forma. Y menos por asuntos del corazón. Aunque para pensar, primerotenía que dejar pensar al corazón para que su cerebro razonara.

Y eso fue lo que hizo. Lo dejó ir. Dejó pensarque podía ocurrir. Que una relación o como los niños lo llamaban, jamás iba aocurrir.

Y se lanzó a la muerte segura. Y venidera.No tenía ya nada más que exponer que su cuerpo. Acatar normas. Harry teníaotras misiones. Potter tenía que irse con sus inseparables amigos y terminar loque él había empezado. Solo él podía conseguirlo, con su ayuda. Lo último queharía a su favor.

Lo último.

De todas formas, imaginó que tenía eldestino contado. En una nueva era, los traidores no sobrevivían. No eran queridosen ningún bando. No tenía miedo de morir. Ya no.

Y al final, el momento anhelado llegó.Frente a frente con su señor. Ambos se miraron fijamente. Sus ojos rojos lehicieron ver tantas cosas. Reflejó allí lo que sentía y había vivido, en unsantiamén. Actos de contricion y Números de los Angeles

Su ira solo significaba que a lo largo desu vida, todo le había salido mal y merecía morir. En cada colmillo de aquellaserpiente sobre su cuello, sentía que tenía que haberse muerto antes. Que yapodía irse en paz.

Harry Potter jamás lo vería morir. Jamássentiría que su muerte había sido su culpa y que había podido ayudar. Esperabaque no sintiera culpa por eso, porque sin duda solo eso le faltaría. Que elniño que vivió, se apiadara de él.

Pero se equivocó, él estaba allí. Lomiraba y sabía que no estaba solo. Granger estaba a un lado. Lo miraba lleno demiedo. Casi quiso sonreír al ver su expresión en su rostro. Tomó su túnica porlas solapas y lo acercó a él. Su sueño se estaba volviendo realidad antes demorir. Qué graciosa ironía de la vida.

Cógela
barbotó ya sin aliento. ¿Y quéimportaba que lo supiera todo? Que supiera la verdad.

Mírame.

Miró a su madre en sus ojos, miró susonrisa suave. Esperaba poder encontrársela en los cielos. Si se lo merecía.Esperaba poder decirle que todo lo había hecho por su hijo, al final. Esperabapoder rogar por su perdón. Para irse en paz.

Y en sus manos murió. Pudo sentir como yano miraba, ya no sostenía nada ni escuchaba. Cuando solo todo estuvo grisáceo.Cuando todo perdió color y entonces, dejó de respirar. Dejó de sentir susangre.

Al final estaba muerto en las manos de sunémesis. Pero ¿por qué no sentía odio al verlo? ¿Por qué aunque quiso, jamáspudo olvidar?

En medio de sus sueños, le pareció que élquería decirle algo. Le pareció que sus labios iban a decirle algo. Nuncaescuchó gran cosa y no pudo leer sus labios a tiempo.

Harry
no. No hagas eso. la desesperada voz de su mejor amiga, llegó hasta sus oídos. Y sin embargo,él no escuchó. Había corrido a mirar sus recuerdos y entonces, había sentidoque quizá la vida le estaba dando una lección.

Le daba la mejor lección que jamás habíasentido en su corazón. Los recuerdos de aquella triste cena, rondaban en sucabeza aún y no podía retroceder. No ahora que lo había visto. Guardó silenciosobre el pensadero, su aliento empañaba sus pensamientos. ¿Qué había hecho? Élse había creído un idiota, solo por haber pensado lo mismo que su profesor. Porhaber creído que él jamás estaría allí. Que jamás vendría. Y permaneció junto aGinny, solo por su insistencia. Ya se lo había dicho. No podía. ¿Qué clase dehéroe era ese? ¿Qué clase de héroe era él?

 

Arrastró su cuerpo muerto. El único lugardonde podía estar solo aún y podía pensar. Donde podía ver el sueño de susanhelos. Hermione Granger no lo comprendía por más que trataba de explicárselo.Ver sus recuerdos, solo significaba algo. Había cometido un error nuevamente. Ycuando pudo haberlo solucionado, simplemente se quedó allí. Claro ¿cómosaberlo? ¿Cómo saber que él, Severus Snape, sentía lo mismo que él una vezsintió? ¿Qué lo esperaba en aquella clase de Oclumancia?

De todas formas, sintió la culpa correrpor su sangre. Se detuvo frente al espejo de Oesed. No podía fallarle. Nopodía. Ya lo había hecho. Había logrado conseguir la piedra filosofal. Queríatenerla, pero no usarla.

Quería volver a verlo, así no pudierausarlo. Así no pudiera sentirlo. Solamente quería verlo con vida. Quería sentirque tendría una nueva oportunidad. Así volviera a ser él mismo y jamás serelacionaran.

Quería tenerlo, aunque no pudiera usar suamor. Aunque estuviera muerto. Era feliz con solo mirarlo a los ojos. ¿Por quése había tardado tanto?

Y permaneció allí, echado y con su cuerpoentre sus piernas. Mirándose en el espejo. Solo estaba él y su sueño. ¿Por quéel espejo fallaba en ese preciso instante? Por dios, qué le había hecho.

Deseo tenerlo, pero no usarlo. Deseotenerlo, pero no usarlo.

Su mano frente al helado espejo. Tenía quevolver a funcionar. Tenía que prometer que ese amor que le tuviera, aunque nose cumpliera, serviría para devolverle la vida. Porque no merecía sufrir de esaforma. Nadie merecía sufrir de esa forma tan inhumana. Y todos merecían algo deamor. Porque sentir amor y ser amado, era uno de los regalos más preciados quela creación había traído entre sus manos.

Y sintió entre sus manos, cómo el espejose rompía. Se rompía en miles de trozos. Tal cuál sus ojos que se derramaban enlágrimas. Lágrimas que enjuagaban sangre y sueños perdidos. Quería quedespertara de esa terrible pesadilla. Él lo despertaría.

Se había roto en pedazos, imaginó que elsacrificio era muy grande. Se miró en los trozos resquebrajados y entendió quequizá sería así para siempre. Que el amor solo lo sentiría él y así sería hastala eternidad. No podría usarlo. ¿Realmente quería vivir así?

Otras de esas decisiones, que los grandeshéroes tenían que tomar.

Y pretendía dejarlo allí, pretendíacomprender que el trabajo había sido en vano y que tenía que terminar deperecer allí. En su castillo, en su hogar. Pensó levantarse, pero una manodetuvo sus movimientos. Una mano temblorosa, lo sacó de sus pensamientos. Bajóla vista y dos pequeños ojos negros, analizaban su alrededor.

Estaba vivo. Su cuerpo le pertenecía. Suvida le pertenecía. Aunque eso no funcionaría. Nunca.

Bienvenido.

Estaban unidos. Matrimonio. Dos anillos ensus dedos. Su vida era suya y estaba en sus manos. No podían estar separados.Sin embargo solamente discutían. Solamente él miraba su sueño compartido,mientras caía. Mientras estaba sumido en desgracias. Lo había salvado, pero nohabía significado nada más que odio y tristeza. De haber empezado antes, quizála historia habría sido otra. Dormían en la misma cama, pero jamás habíasentido un abrazo tan frío como el que Severus Snape, le estaba dando. Comosiempre, estaba rodeado de personas pero seguía sintiéndose tan solo. Como siestuviera junto a sus tíos.

Pero al menos estaba feliz de verlo. En ladistancia. Algún día, su amor tendría sentido. Algún día podría hacerle ver queaunque lo tenía, también quería sentirlo. Añoraba ese día, donde lossentimientos superaran a la magia.

Donde el espejo de Oesed fuera superadopor él. Y sin importar cuántos intentos le tomara. Él lo conseguiría. Aunquetuviera que hacer milagros, esas cenas a las que falló.

No iba a ninguna parte. Todo parecía estarperdido. Le había dado vida a un romance muerto y muchas veces se planteó sidebía morir. Muchas veces se planteó si necesitaba darle final a aquel acto delocura que había cometido. Muchas veces volvió a recordar que de haberle dichoaquello que sentía. Que de haber visto las señales, no se habrían atado porobligación. Pero ahora dependía de él.

Y para morirse él, tenía que morirse HarryPotter. Lo aceptaba como tal. Ya estaba muerto. Solo necesitaba dolor en sucuerpo. Volvió al espejo y lo comunicó.

"Déjalo ir"."Me equivoqué y me cegué con mis propias culpas".

Porque el amor forzosojamás funcionará.

Pero ya no había vidrio al que hablarle.Ya no había forma de regresar al pasado. Ya no había forma de revertir eldestino. Como tantos sacrificios que él había hecho, era su turno. Sostuvo suvarita entre sus manos. Si moría, moriría él.

Y mientras estaba allí, dormido, se apuntóa sí mismo. No tenía por qué verlo morir. Cerró los ojos y se dijo que era lomejor. Dejó sus gafas a un lado y notó el brillo de su varita. Y sin embargoantes de lograrlo, una mano sostuvo la suya. Nuevamente.

El espejosabía exactamente cuánto habían esperado. Par de tontos. Y recibió unbeso suave. Curiosamente.

No te atrevas a añadirme culpas, Potter.No te atrevas evitarme, enmendar las circunstancias.

El espejo sabía. Él era bueno. Solonecesitaba que ambos se dieran cuenta, de que al amor si no se le abría lapuerta, posiblemente no volvía.

Dos hombres testarudos.Todo lo que hicieron.Todo lo que tenían que ver, para comprender que eran un par de idiotas. Casi muriendo en el intento.

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Su corazón palpitaba con brío, se sentíacomo una colegiala emocionada. No esperaba reaccionar de esa forma, perosimplemente jamás había experimentado situ

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2023-02-27

 

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