Asesinato entre líneas - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Hoy siento que me leen, siento que pasan mis páginas y posanlos ojos sobre mis letras. Puedo palpar como sus pupilas se enfocan en cada caráctery me leen, me siento acosado, es molesto y me desagrada la situación. Perovolteo y miro por toda la habitación, aun así no veo a nadie, no entiendo quees lo que pasa; solo tengo un acompañante y el no está en condiciones de leer ohacerme sentir acosado por su pensar. No, mi acompañante es muy silencioso, seque no me va a dirigir la palabra; al final con su sangre derramada sobre elpiso y su rostro desfigurado por los golpes no creo que sea posible. Que tristesu destino, no se que clase de salvaje haya hecho cosa semejante a esta.Examino detenidamente toda la evidencia con esperanzas de hallar algo; se ve unflorero de metal en el suelo que reposa untado en sangre, no hay duda para míde que esa fue el arma homicida. Ya revisé y no hay rastro alguno de huellasdigitales, no encontré ningún otro signo de pelea. Es ciertamente una libreríapequeña esta, sobre el mostrador reposa un ejemplar de "La ciudad y los perros"con un pequeño papel que supongo el vendedor asesinado habrá usado deseparador. Aun así hay algo que me intriga, un libro que reposa a escaso mediometro del cadáver. No hay sangre y se ve nuevo, no encuentro explicación parasu presencia ahí, si el vendedor estaba leyendo la ciudad y los perros ¿Por quéhabía otro libro fuera de su lugar?

 

Quise revisar todo antes de irme pero me siento leído, nosoporto esa sensación de que unos ojos pasen sobre mí y analicen cada letra. Sialguien me pregunta diré que no encontré nada más, nadie tiene por que saberque no revisé, al final no creo que encuentre más evidencias de nada por aquí.Así que me pongo el sombrero, hice pasar el libro del suelo a mi bolsillo ysalgo de la librería. Afuera Carmona sigue interrogando a los vendedores depuestos vecinos pero ellos afirman no haber escuchado nada, con evidentefrustración por obtener aun menos evidencia que yo me sigue hacia el auto.Abrimos las puertas del viejo aparato y subimos, Carmona se apresuró a poner laradio y hacer que un vallenato retumbara por mis oídos; en otro momento habríasonreído pero la sensación de ser leído me molestaba demasiado como para disfrutarlo.Aun así a ritmo de acordeón le comenté todo lo que había visto al interior dela librería, pero obvie el detalle del libro, algo me hizo querer guardármelo.El golpeo el tablero del auto al tiempo que pisaba con más fuerza elacelerador, yo tragué saliva al sentir el empujón pero no le recriminé.

Carmona era un hombre curioso, había llegado desde la Habanacon los primeros televisores al país. No era más que un transportista demercancía pero cuando llegó al país le gustó tanto que en un segundo se olvidóde Cuba y se quedó a vivir aquí. Luego consiguió trabajo como policía y me tocóa mí tenerlo de compañero. Hay veces en que su acento me molesta pero es buenagente, sin embargo no creo que llegué a acostumbrarme que me llame "chico" siyo soy mayor que él.

Carmona no me lleva con el comandante sino que me deja en micasa prometiéndome hacer él el papeleo. Yo lo miro irse y pienso en el tranvíaque había en esta ciudad cuando yo era niño, como mi papá pagaba un peso y coneso podíamos recorrer toda la 26 hasta llegar a la casa. Pero luego de los disturbioscerraron todo eso, ese día mi papá salió con un bate a romperle la cabeza atodo el que se acercara a la casa, la gente le prendió fuego al bonito tranvíay hasta ahí llegó. No me acuerdo cuando fue el disturbio, el cincuenta y cuatroo cincuenta cinco; han pasado como diez años creo. Si el tranvía siguieraactivo Carmona no me habría tenido que traer a casa. Pero ahora que estoy ahíme dispongo a entrar, subo las escaleras hasta llegar al tercer piso deledifico, que tranquilo está todo esto; muevo el interruptor pero la luz noenciende ¿Se fue la luz o se quemó el bombillo? Por suerte lo segundo, aunpuedo usar los tocadiscos.

 

El vinilo rosa lentamente la aguja de los dos tocadiscos,por un instante solo hacen el ruido rasposo que hace cualquier tocadiscos. Yome siendo en un mecedor a esperar que pase, de los dos gana Beethoven, el abreel concierto. La quinta sinfonía, empieza como un golpe en el rostro,avisándote que lo que viene es fuerte y que todo corazón débil debe escapar asu veredicto. Y resuena unos segundos antes que su acompañante le siga, elacordeón de Alejandro Durán, el negro Alejo; que bien que suena, me losimagino, me imagino a estos dos maestros. El vallenatero con su acordeóncantándole a la mujer, lo más bello de este mundo; el pianista trabajando porla emoción dejándose de las tonterías de su Para Elisa y componiendo como sedebe. Los dos suenan al tiempo, el acordeón y el tambor logran rivalizar contoda la orquesta; y yo me pierdo en ello. Mi mente viaja entre la sinfonía deLudwig van y la canción del negro. Aun me siento leído pero ya no importa.

La música suena y siento algo que me incomoda en el bolsillo,es molesto, es detestable. Lo arrojó al suelo para que no interrumpa a misdioses mientras tocan pero eso lo empeora, el libro en el suelo expulsa de suinterior un papel. Una tarjeta con una dirección; eso me libera del hechizo delos maestros y hace que pose los ojos en el trozo de cartón. Apago lostocadiscos y me marcho, debo investigar de inmediato esto. Me lanzo a la calle,ya es de noche pero aun así creo poder conseguir un taxi. Espero que la nocheme cobije, que las sombras me protejan de todos los males pero no es así. Sinel hechizo bienhechor de mis maestros, el mal vuelve; una vez más me sientoleído.

Con mi mirada le escribí a ese policía lo que sentía, de misojos brotó la tinta cristalina que terminó por darle forma a mi tristeza y asílo entendió el. El llanto no es una figura literaria difícil de interpretar,pero a mí me gusta; por más que sea un cliché que todos escribimos alguna vezen la vida, creo que sigue siendo literatura valida. Por eso dejé caer la tintay procedí a asegurarme de que había escrito correctamente

-¿Entonces Miguel está muerto? -le dije con una perfectaletra-. ¿Quién lo mató?

-No tengo la menor idea señora -me respondió sin sacarse elcigarrillo de la boca-, pero esperaba que usted pudiera aclararme esa duda.

-Señorita -le corregí su falla en la narrativa, pues de mivirginidad aun no he escrito pasaje alguno-. Mire, si me muestra la tarjeta queencontró tal vez pueda aclararle que es lo que pasa y así nos dejamos derodeos.

El policía me pasó la tarjeta y el personaje de mi personaprocedió a leerla, una nota al pie de página que reconocí al instante de muchaspáginas atrás. Mi letra era inconfundible en la tarjeta, sin embargo la tramaque había llevado al policía hasta mi casa era propia de otro individuo que yohabía conocido de forma fugaz.

 

-Alonso Fernández Avellaneda -le escribí-, un escritor demala posición que se ganó mi dirección a base de poemas sin rima. En losúltimos meses se había vuelto muy extraño, si ese infeliz tuvo algo que ver nose lo perdonaré jamás.

-Señora, quizás yo me equivoque pero ¿Ese no fue el queescribió la falsa continuación del Quijote? -me respondió casi riéndose-. ¿Yque no lleva como tres siglos y medio muerto? Asumiré que es un nombre falsoque inventó ahora.

-Me ofende señor, por supuesto que se el nombre del malimitador de Cervantes Saavedra -que dudara de mi preparación ante el desarrollode los personajes era insultante, más de un policía que de literato no tienenada-. Es efectivamente un seudónimo pero nunca me dio otro nombre. Búsquelo,le anotaré su dirección.

-Confiaré en usted pero si el Miguel que asesinaron resultaapellidarse Cervantes usted y yo tendremos un problema.

Y le anoté su dirección, con mi letra perfecta y escribiendoel número de la casa antes que la calle en que se encuentra. No soportaríaescribirle la dirección en el orden en que lo hace el populacho; solo seríaconformarme con la misma narrativa repetitiva que se viene labrando desde losgriegos. Cuando escribas dale giros, cambia las figuras y si es necesario tomael reloj, arrójalo contra la ventana y de los restos que salgan haz tu propiatinta para que en tus textos la cronología de los hechos dance en un ordenparticular.

Mi aparta-estudio estaba iluminado tenuemente, parecía queel bombillo se había fundido. La penumbra me obligó a describirla a ella mismaa la luz de las velas; por eso es que el hombre nunca logrará describir laoscuridad absoluta, porque cuando la tenga delante no verá lo suficiente paraescribir. Y entonces tocaron a mi puerta, me decidí a olvidarme del calorinfernal que sentí esa noche y me dispuse a ocultar mi desnudez con una bata.Escribiendo que retrazaba el momento de ponerme la bata lo más posible no lacerré sino hasta el momento en que giré la perilla de la puerta. Al otro lado redactéque me encontré con un policía de rostro cuadrado, barba insipiente y ojos deun castaño oscuro. Garrapateando en mi rostro la cara más coqueta que pude, afin tener ventaja ante cualquier acusación del defensor de la ley, le di labienvenida.

Entró y encendió un cigarrillo sin siquiera preguntar sipodía, acto seguido me miró fijamente clavándome esos ojos castaños con toda laintensión de que la mirada me atravesara la cabeza. Sin darme otro dato que sunombre y un fugaz vistazo a su placa comenzó con su interrogatorio.

-Señora

-Aldonza Lorenzo-le escribí para que leyera bien clarito-, y es señorita.

-En fin -siguió sinhacer corrección alguna-,necesito saber si usted ha visitado recientemente la librería "Entre líneas"

-Por supuesto es lalibrería de mi novio, él se encarga de ella solo.

-Pues lamentoinformarle señorita, que el encargado de la tienda fue encontrado muerto y laúnica pista que tengo fue una tarjeta con una dirección escrita -dejó esaspalabras en claro sin el menor atice de piedad en su voz, y luego agregó comosi quisiera arrojarme carbón al rojo vivo-. Su dirección, era la que estaba escrita en esa tarjeta.

Y la página seenrosca haciendo que un extremo se junte con el otro. Una página que no fuehecha para que se aprisionara entre tomos de papel sino para que fuese un rolloúnico que solo se pudiera leer desde su interior, con solo un poco de pegamentopara unirse en el punto donde me doy cuenta de que asesinaron a MiguelCervantes.

 

Te sientas a leer un libro y pasas las páginas. Te dascuenta de que está escrito de forma diferente y eso te causa gracia, y mientraste quedas más atrapado en la lectura lo ves casi natural. Sientes el frío de latarde y el chillido del mecedor sobre el que te recuestas, todo eso por lo quelees. Y mientras sigues posando la mirada sobre el libro no haces más quedejarte llevar y mientras tus ojos se pierden en las letras tu mente estádistante. A ti viene la sonrisa de una mujer de cuerpo menudo y ojos oscuros,una que recuerdas de tiempo atrás. Ella entró a la tienda y tú la visterecostarse sobre el mostrador, pidió un cigarrillo y te apresuraste a sacar unode tu bolsillo para dar muestras de galantería. Ella lo tomó con una sonrisamientras el tendero te miraba con furia por hacerle perder una venta. Laseguiste por el andén tratando de presentarte y solo atinaste a darle el nombredel autor cuyo libro guardabas en el abrigo. Ella se rió de ello y dijo que contu apariencia desgarbada lucías más como el Quijote que como el que loescribió. Tú le diste la razón y mencionaste con agrado que estarías contentode tomarla como Dulcinea; como coincidencia fortuita te dio la razón en ellopues su nombre era nada más y nada menos que Aldonza Lorenzo.

Le acompañaste todo el trayecto bajo al escusa de que Bogotáera un peligro a esas horas y que querías cuidarle. Aun percibiendo tu mentiraella te lo permitió y sonriente lanzaste los mejores cumplidos que pudiste; queel diploma en literatura de la universidad nacional te sirviera de algo por unavez. Sin inmutarse por tus mejores esfuerzos la mujer seguía su camino haciendonotar las fallas de tu sintaxis más que impresionarse por el sentimiento quellevaban.

Usted señora de figura celestial,

permita por favor añorar su mejilla.

Pues el solo tacto de su divina piel

librará de mi todas las penas.

Ella se rió con fuerza y apuntó que el último verso era undecasílabo y que era muy tonto ponerlo al final de una estrofa detridecasílabos. Te apresuraste a agregarle "¿librará seguro de mí todas laspenas?" Pero ella puso su índice sobre tus labios con lo que entendiste que latorpeza estaba hecha. Cabizbajo la seguiste hasta las oficinas que reconocistecomo las de la casa de edición de Norma, sorprendido le peguntaste que hacía enese lugar. Ella solo te miró risueña y te besó en la mejilla, sabías que teníasque hablar con ella de nuevo. La esperaste, mirando fijamente desde la acera deenfrente, llevándote cigarrillo tras cigarrillo a la boca de la misma cajetillade la que le ofreciste a ella. La gente pasaba por la acera así como las horaspasaban por el reloj, pero no te moviste de la puerta de aquel banco desdedonde mirabas la editorial. Finalmente la viste salir y cuando ya te dirigíashacia el lugar donde estaba un policía te tomó del brazo. Habías estado muchotiempo sin hacer nada delante de un banco y habías levantado sospechas.

Mientras el oficial con un bigote tupido y acento cubano teesposaba pensaste en que ya no podrías hablar más que la mujer de ojos oscuros.Pero estabas equivocado, ella te vio y cruzó la calle saludándote yabrazándote. Le dijo al policía, que aparentemente era su conocido, que eras suprimo y que habías ido a recogerla. El policía algo confundido te advirtió queno pasaras tanto tiempo frente a un banco y se marchó mientras la mujer atinabaa decir "¡Adiós oficial Carmona!" La mujer te tomó del brazo y te regañó por latontería que habías hecho aparentemente te había estado viendo todo el tiempodesde la ventana de su oficina. Más avergonzado que nunca te disculpaste y lepreguntaste si podías hacer algo por ella, te respondió que invitándola a comeralgo estarían a mano. Feliz por una nueva oportunidad aceptaste sonriente ydecidiste llevarla a un restaurante cercano. Innovacion y creatividad

 

Entre sorbos de agua de panela te contó que era asistente deeditor en Norma, tú le hablaste de tu falta de empleo pero las esperanzas quetenías en tu novela. Ella te miró con un poco de sospecha por lo que cambiastede tema para asegurarte de que no creyera que solo le hablabas para buscar uneditor. Pasaron largo rato hablando hasta que te dijo que era tarde y que teníaque irse. Te anotó su dirección en un papel y te dijo que la visitaras elsábado si te parecía. Guardando el papel como un tesoro te despediste con unbeso en su mejilla y le pagaste con lo poco que tenías el taxi. Sin un peso enel bolsillo tuviste que caminar diez cuadras para llegar hasta tu casa perosentiste en tu corazón que había valido la pena.

Ese fin de semana te colocaste tu sombrero y saliste a lacalle, caminaste a falta de dinero todo el trayecto hasta la dirección quemarcaba en el papel y tocaste la puerta. Cual no sería tu sorpresa cuando elque te abrió fue un hombre de tupida barba y una mano vendada. Dudoso lepreguntaste por la mujer de ojos oscuros y este gritó su nombre mirando haciael interior de la casa. Fueron incómodos los segundos que transcurrieron hasta que se presentó la mujer, esta fueinterrogada por el hombre barbado sobre tu identidad. La escusa fue simple, túeras un compañero del trabajo y habías venido a recoger unos papeles. Conformecon esa explicación el hombre barbado besó a la mujer en la mejilla y se marchóante tu confundida persona ¿Qué diablo había sido eso? Te preguntaste, y lamujer dejó en claro el porque de su mentira, era muy celoso su novio. Esaúltima palabra te punzó en el corazón.

Acto IV

Escena I

Departamento de Fernández Avellaneda. Alonso FernándezAvellaneda y el Policía.

(Fernández Avellanedaestá sentado en su mecedora y el policía golpea la puerta)

FA: Pase, estáabierto.

Policía: (Abre la puerta) Señor Alonso Fernándezsupongo.

FA: Si, soy yo enefecto ¿Algo en lo que pueda servirle señor?

Policía: Soypolicía, me gustaría preguntarle donde estuvo ayer en la tarde.

FA: Estuve todoel día aquí, solo fui un rato a la librería.

Policía: ¿Conoceal señor Miguel? Me han dicho que tuvo una fuerte discusión con él ¿Esa discusiónterminó en los golpes?

FA: ¿¡Quien ledijo que terminó en los golpes!? No llegó a tales extremos.

Policía: Nadie melo dijo, de hecho ni siquiera estaba seguro de que hubiera discutido con él,pero usted acaba de confesármelo. Supongo que ya está bien enterado de lacondición en la que quedó, ya que usted fue el causante.

 

FA: No se de queme habla, y no tiene razones para acusarme.

Policía: Ah,destino y maldad, la hipocresía del hombre que solo tiene odio en su corazón yque luego clama por el sufrimiento ajeno ¿Acaso no es mi deber detener a esaraza? ¿No es mi labor señor? Le digo pues que he de detenerlo a usted pues elcausante de la tragedia. Es culpa suya y solo suya que haya muerto Miguel.

Escena II

Librería "Entre líneas".Fernández Avellaneda y Miguel Cervantes.

(Miguel Cervantes estátras el mostrador de su tienda y entra Fernández Avellaneda. Suena la PolonesaNº 11 de Johann Sebastian Bach)

Miguel: Veo venirla desgracia aquí pues este ser es quien ha estad rondando lo más valioso quehe tenido. Alargo la mirada y veo a tal bellaco que osa poner su figura en mipresencia ¡Venid tú, malandrín ante mi presencia!

FA: Me hablausted señor, pues tengo mis dudas. Escucho caer sobre mi tales vituperios delos que no soy meritorio ¿He obrado de algún modo para ofenderle?

Miguel: Oh,demonio ¿Acaso no conoces mi rostro? Nos hemos visto, aunque solo fue uninstante. Suficiente para que memorizase tus faz y la tuviese presente en lamente, largamente te vi esperando cerca de mi hogar a que partiera. Y tengoabsoluta certeza de que tan pronto me veías partir corrías donde mi mujer para hurtarde ella el amor que yo no recogí.

FA: Blasfemiasseñor, ciertamente te recuerdo como el novio de Aldonza. Pero jamás podría yohaber ido por una mujer que perteneciese a otro hombre. De ningún modo he idoyo tras Dulcinea.

Miguel: ¿Dulcineale has llamado? ¡Malandrín! Os juro que no permitiré que se salga con la suya. Venidaquí, pues lo habremos de solucionar como buenos boxeadores.

(Miguel salta sobre FAy comienza a golpearlo. La música se detiene)

Escena III

Departamento de Fernández Avellaneda. Alonso FernándezAvellaneda, el Policía y un grupo de bailarines.

(FA se encuentra depie y el Policía sostiene en sus manos un par de esposas)

Policía: Túdemonio, haz matado a un hombre inocente. Y si el dolor has sembrado en él, nocreas que podrás librarte de mí.

FA: ¿Qué ha dehacer buen señor?

Policía: ¿Buenseñor? Oye ¿tú porque me hablas así? ¿Estás loco o que? Bueno que te quierasponer el nombre de uno de esos locos que escribió el Quijote pero habla como lagente normal. El punto mal nacido, es que te voy a poner tras las rejas un buenrato para asegurarme de que no hagas más gracias.

FA: Pues se quemis manos están limpias, arrésteme si lo cree conveniente.

Policía: Así megusta, por las buenas hijueputa. Ven desgraciado que te vas conmigo para lacomisaría.

(Un grupo debailarines irrumpe en escena y comienzana dar vueltas sin parar. Levantan a FA en brazos y corren fuera de escena. Comienzaa sonar la canción del cumpleaños feliz y el policía en escena da vueltas sobresi mismo hasta caer al suelo. Los bailarines regresan y se lo llevan también enbrazos.)

Atado de manos lo vi llegar al acusado.

"Soy inocente, yo nunca lo haría jamás"

 

Mi compañero con fuerza le habría dado.

"Eres culpable, ya nunca de aquí saldrás"

Carmona, me llamaba, la gente de ahí,

al prisionero tras las rejas yo encerré.

"Señor policía sáqueme usted de aquí"

No me importó, solo de el me olvidé.

"Plantemos evidencias, es la rápida solución.

Una huella digital y una página de papel"

Así me dijo él, tras lo que con una canción,

tiró la llave de la celda dejándome solo con él.

Yo sabía que esto que veía era corrupción.

Falsas pruebas, para encerrar al asesino,

nuestro crimen era grande como el de ladrón.

Pero estaba bien si no lo sabía ningún vecino.

"Soy inocente, yo nunca a nadie maté"

Gritaba el acusado, y yo sabía la verdad.

Que el era inocente, pero yo no lo diré,

pues la verdad ese día no era mi actividad.

Yo sé el secreto que yace tras el misterio

lejos de aquella celda con aroma fatal.

Poso infesto en el que estaba él en cautiverio

en la escena del crimen de lo que fue el mal.

Revisé la celda y vi que no fuera a escapar

y lejos me fui para no tenerlo que ver más.

A caminar por las calles sin atrás mirar,

automóviles y caballos, son un vistazo fugaz

Glorioso siglo veinte cambias mi ciudad

en solo cinco décadas nos maravillaste.

Televisión y radio, ciencia es tu heredad

pero dos guerras mundiales nos heredaste.

Con tanta muerte viajando como locomotora

uno termina por perder eso que llaman moral.

Y ahí cae en nosotros la furia destructora

los que eran buenos cristianos ahora obran mal.

Mis pasos me llevan a un lugar de tristeza,

lugar donde se ven unas bellas letras broncíneas.

Mi piel siente un cuchillo de gran agudeza,

pues sin asesinato en bronce dice "Entre líneas"

Mira la verdad no se ni como empezaste a decir eso, tú sabes que soy fuerte y que puedo darle un par de golpes al que se me pase por delante ¿No me crees? Ven y mira tu mismo, toca este músculo ¿Si ves? Tú no vas a poder tener uno así ni en mil años, a ver déjame ver el tuyo
aguado, parece un saco de harina con agua. No, definitivamente es que el único en toda la fuerza que me podría haber ganado a mí en un cuerpo a cuerpo era Carmona. Pero tú sabes que por aquí no lo vamos a volver a ver, no desde el asunto ese del Quijote ¿Te terminé de contar ese cuento? Hombre pero yo estaba seguro de que lo sabías, sino te cuento.

Eso fue como el año pasado; si, me acuerdo que entonces estábamos en época de elecciones y que todo el mundo estaba hablando del frente nacional así que si fue el año pasado, el cincuenta y ocho. Estábamos buscando a uno que había matado a un tal Cervantes y revisando yo me di cuenta de que tenía una novia que se llamaba Aldonza Lorenzo ¿Lo puedes creer? ¿Cómo que por qué? Hombre, Aldonza Lorenzo se llamaba Dulcinea, la fulana del Quijote. Yo fui solo a su casa, hombre te digo que esa mujer me recibió en bata y seguro que sin nada debajo, eso le golpea a uno fuerte en el pecho. Te digo que era preciosa, veintitantos años, unos ojos oscuros divinos y lo que se lograba ver debajo de la bata
uf. Ella le echó el muerto a un tal Alonso Fernández Avellaneda, parecía que estábamos en la novela del Quijote ¿Cómo que por qué? Mira si tu eres tan cabeza dura que no lo captas no me voy a poner a explicártelo.

 

Y yo fui donde la mujer me había dicho, a una mujer así yo te juro que uno no puede llevarle la contraria porque a uno se le fragmenta el alma ¿Ah? Fragmentar, romper, partir, destrozar, lee un poco de vez en cuando que no hace daño. Fui y busqué al tal Alonso, le di una buena sacudida y me lo traje a la comisaría. Yo la verdad tenía mis dudas al principio pero luego admitió que si se había peleado con el tal Cervantes solo que no lo había matado. Y bueno, cuando Carmona lo vio en la comisaría se le dio por irse ¿Sabes por qué?

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Nunca se lo dije, ahora me arrepiento ¿Ya terminaste de jugar con el radio? Deja algo de una vez que me estoy cansando, sabes que ya salimos de Bogotá y que aquí no se capta ninguna estación. Nunca se lo dije a ella pero si se lo dije a la gente en la comisaría, no de frente porque yo no podía poner la cara ahí otra vez, pero les mandé una carta. Supongo que ya deben de haberlo entendido todo. A ti no te lo terminé de contar ¿verdad? Yo estaba ahí, vi al escritorcito de cuarta ese salir con la nariz sangrando de la librería. Y el tal Cervantes, tirado en el suelo chico, el empezó la pelea pero mira que terminó perdiendo. Hay veces en que uno no piensa, sólo hace cosas sin sentido para desquitarse.

Mira chico, no creas que estoy loco porque no lo estoy, lo estuve en ese momento pero no se va a repetir. El escritor ese había estado manoseando algunos libros antes que comenzaran a pelear y yo creí que en caso de un problema le podría echar la culpa a él que de todas formas ya le habían dado en la nariz con un florero y lo había untado de sangre. En ese florero ya tenía la cuartada, solo tenía que buscar otra forma de matar a Cervantes ¿El "cómo"? Hombre, pero es que todo el lugar estaba lleno de armas. Chico un buen libro, de tapa dura, que pase de las seiscientas páginas, solo eso hace falta. Me encontré una biblia en una de las repisas, que en los bordes tenía bronce o alguna cosa así, de decoración. El tal Cervantes estaba en el suelo así que nada más tuve que darle con la punta tan fuerte como pude. Cuando acabé solo puse la biblia en una de las repisas al fondo de la librería, alguna sangre tuvo que quedarle pero no iban a revisar cada libro.

¿Sabes que me preocupa chico? Que lo pensé mucho, cuando otras personas tienen ira simplemente atacan y no lo piensa. Si hubiera sido otro sólo le hubiera pisado el cráneo hasta matarlo pero yo busqué una forma de asegurarme de que no me descubrieran. Lo pensé, eso no es lo que hace un loco, eso es lo que hace un asesino a sueldo. Prefiero no pensar en eso, sólo lo debe saber la gente de la comisaría y tú ahora que te lo cuento. Quien no lo sabe es quien más debería haberse enterado.

Dulcinea le decía cuando llegué al país, ella me llamaba Cuba porque, según me dijo, el decir cubano era gastar saliva innecesaria. Siempre la veía cuando salía de su trabajo, nos hicimos amigos, y chico, yo quería ser más que eso. Yo podía perderme en su cara, era un rostro redondeado, precioso, el espíritu te daba un brinco dentro del cuerpo y quería salirse solo para ir a abrazarla. No se si era amor, pero por lo menos no estaba muy lejos de serlo. Supongo que se tiene que estar enamorado para hacer lo que yo hice.

Se que no puedo aparecerme otra vez por Bogotá, pero hay días en que tengo ganas de ir ahí solo para verla, para decirle lo que siento. Lo único que espero es que un día deje de pensar en ella y así se me pasen todos los problemas. Chico, deja de jugar con el radio que parece que captaste al fin una estación ¿Eso que es? Un acordeón creo, ya me estoy respondiendo yo mismo las preguntas. Cuando estaba en la comisaría tenía un buen amigo al que le gustaba el acordeón, de hecho fue él quien arrestó al escritorcito que te dije. Yo solo le decía "chico" porque sabía que le molestaba, se llamaba Alonso Quijano.


Notas finales:

Gracias por haber leído esta historia, me alegra que hayan decidido invertir su tiempo en algo hecho por mí. Espero no haber dejado ningún cabo suelto pero creo que será inevitable pues la propia historia ha sido casi un segundo plano tras mi prioridad que es el jugar con la narrativa. Ya sabrán disculpar ustedes ello. Sólo me queda agradecerles y espero que hayan disfrutado tanto o más que yo esta aventura en busca del autor de aquel crimen cometido en la vieja librería "Entre líneas"

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2024-11-07

 

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