Con una idéntica sonrisa traviesa, los niños miraban burlones a la cámara. Compartían el mismo pelo anaranjado, la misma cara pecosa y las mismas facciones pícaras que le daban a sus rostros un toque divertido y juguetón. Aquel día, ambos vestían ropa muggle: pantalones cortos que dejaban ver sus rodillas llenas de cicatrices y jérseys verdes que resaltaban el tono encendido de sus revueltos cabellos. Tenían un brazo sobre los hombros del otro, y con la mano libre hacían la señal de la victoria.
Por detrás, su madre les dirigía una mirada de reproche, como si acabaran de hacer una de sus travesuras que tan divertidas les parecía a ellos y tan estúpidas a ella.
Aquella foto lo decía todo. Habían sido niños traviesos, de eso no cabía la menor duda. Bromistas y desobedientes, pero sin dejar de ser buenos. Listos a juzgar por el brillo inteligente de sus ojos castaños. Lo compartían todo, lo bueno y lo malo. Se conocían mejor que nadie, mejor que su propia madre. Se necesitaban el uno al otro. Se llamaban Fred y George, pero hubo una época en la que todos los conocían por los gemelos Weasley.
El hombre dobló la foto con delicadeza y la guardó en el bolsillo interior de su cazadora, dónde siempre la llevaba. Aquel era un día especial para él, y nada le hubiese gustado más en el mundo que la persona con la que había compartido los mejores veinte años de su vida estuviese allí, a su lado, riéndole sus chistes, bromeando sobre su futuro.
Durante veinte años no fue solo "tú", si no un "vosotros". Si alguien le hubiera dicho que aquello se terminaría algún día, habría aprovechado al máximo todo el tiempo que le quedaba junto a su hermano. Fred era el cabecilla, el que solía tener todas las ideas. Era el más valiente y arriesgado. Luego estaba él, que seguía fielmente a su gemelo, confiando plenamente en él porque sabía que jamás le fallaría. Y nunca lo hizo.Te recomendamos
Ahora su mujer estaba dando a luz a su primogénito y George suponía que debía sentirse feliz. Pero notaba un vacío en su interior. Aquel... aquel niño que estaba a punto de nacer podía haber sido su sobrino en vez de su hijo. Angelina fue durante mucho tiempo la novia de Fred, luego, cuando él murió ambos pensaron que lo más sensato era estar juntos. No es que estuviesen locamente enamorados el uno del otro, pero se llevaban bien. Y se comprendían. Sabían el dolor que el otro experimentaba, se consolaban mutuamente.
De pronto, la puerta de la habitación se abrió, y una ya anciana Molly Weasley salió con una sonrisa en los labios.
- Ya ha nacido, hijo, es un niño.
George entró sin decir nada.
Angelina, recostada en la cama, sostenía un pequeño bulto entre sus brazos. Al verlo entrar esbozó una sonrisa y miró al bebé.
- Es perfecto, George.
El joven se acercó, y como si se tratase de un sueño, miró al recién nacido. Era sumamente pequeño, delgado, de extremidades largas y negro cabello crespo. Negro cabello. Cada vez que George fantaseaba con su futuro hijo, se imaginaba a una criatura pálida y pelirroja, como lo fue él. Como lo fue Fred. Sin embargo, ese niño mulato... ¿era realmente un Weasley? Miró a Angelina, tan feliz con el bebé en brazos, observándolo como si no hubiese cosa más maravillosa en el mundo.
Alargó los brazos y dejó que Angelina depositase al niño en ellos, luego se lo acercó hasta el pecho, donde pudo sentir su cuerpecito caliente. Era su hijo. Su propio hijo. Había heredado su nariz, y se fijó en que compartían el mismo lunar en el cuello. Y solo había otra persona que tuviese ese lunar en el mismo lugar que él.
- Bienvenido al mundo, Fred -le susurró al niño.
Bienvenido al mundo, Fred. - Fanfics de Harry Potter
Con una idéntica sonrisa traviesa, los niños miraban burlones a la cámara. Compartían el mismo pelo anaranjado, la misma cara pecosa y las mismas facciones
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2025-03-27
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