**La mayoría de los personajes mencionados aquí pertenecen a J.K Rowling.
Harry sufrió un estremecimiento.
Retrocedió un paso y estudió con mayor detalle el cuerpo, aún colgado del cuello con los cables de la lámpara. Pasaría por un cadáver cualquiera, al igual que el caso; de no ser porque la víctima mostraba la lengua de fuera y tallada en diamante negro. Era como si la bruja en cuestión hubiese nacido con la lengua de dicho material. No eran incrustaciones de diamante, o que el miembro tuviese ese aspecto. Es que el miembro era eso, diamante negro.
Qué horror murmuró y sacudió la cabeza. Ni siquiera ella se merecía esto.
No, ni ella.
Pansy, antigua integrante de la casa Slytherin le dedicaba la más espantosa mirada que podía regalar un ser humano. Crudo terror era lo que se reflejaba en sus pupilas de vidrio.
Harry apartó la mirada de esos ojos que lo ponían nervioso y prosiguió a comprobar por tercera vez, que la mujer había sido atacada primero, al clásico estilo muggle: con un jarrón roto sobre su cabeza. Había quedado inconciente y al despertar, se había encontrado desarmada y a merced de su agresor. No obstante la pregunta persistía. ¿Cómo diantres le habían transfigurado la lengua? En todo el tiempo que Harry llevaba como auror, no conocía ningún hechizo que hiciese algo parecido. El único indicio de magia en el ambiente era quizás, el de un encantamiento insonorizante. Bueno, faltaba ver si Anabella hallaba algo.
Anabella era una aurora italiana que había llegado a Londres tras una desilusión amorosa. Harry lo sabía no porque fuesen amigos íntimos, sino porque la bruja parloteaba hasta por los codos sin importarle narrar su vida privada. Y por desgracia, era la compañera laboral de Harry.
Soltó aire y repasó los fragmentos del jarrón, regados cerca de la entrada. El potente crack lo sobresaltó y obligó a voltearse.
Anabella acababa de llegar, con una pinta que dio a Harry pena ajena. El pelo azabache se desgreñaba en todas direcciones. Oscuras ojeras se extendían bajo los ojos marrones. La túnica mal abotonada, dejaba entrever el pijama.
¿Qué hay? expresó a modo de saludo. Pese a la distancia que los separaba, Harry pudo sentir el tufo a alcohol.
Anabella por Merlín se alejó otro paso, estás ahogada en alcohol.
Tuve una mala noche, ¿de acuerdo? se enfurruñó la muchacha. Pero no estoy ebria, si es lo que crees.
Harry arqueó una ceja.
¿Y cómo se le dice a tu estado?
¿Chica con crisis depresiva? sugirió y se encogió de hombros. Oh vamos Harry, que no eres il mio padre.
¡No, pero trabajas conmigo! ¿Cómo se supone que resolvamos esto si estás
?
¡Por las barbas de Merlín! ¿Eso es diamante negro?
Harry imploró paciencia a las alturas. Anabella sacó su varita y con la punta toqueteó la lengua de Pansy como si tal cosa.
Diamante puro comentó fascinada. Genial, ¿cómo habrán hecho esto?
Es la misma pregunta que me hago yo.
Prosiguió a compartir las pistas encontradas y la forma en la que la víctima había sucumbido.
Mmm
Anabella se rascó la cabeza con gesto severo, ¿tienes un dulce de menta?
¿Eih?
Eso. Que si tienes un dulce de menta. No voy a darte mis conclusiones con este aliento. Vomitarás.
Harry estuvo de acuerdo y le alcanzó lo que pedía.
A ver
la joven masticó la píldora, ¿qué sabemos de los enemigos de esta mujer? ¿Dónde trabajaba?
Harry no pudo evitar sonreír al pensar que quizás, Hermione era la potencial enemiga de Pansy.
Sé que trabajaba en algo relacionado con belleza, pero no he interrogado a nadie todavía.
Excelente, los entrevistaré yo.
¿En ese estado?
Claro que no. Fingiré ser una futura reportera que busca verse bien. Anótame el nombre del lugar y mientras, consigue un permiso para cercenarle la lengua.
¿Perdón?
Hoy amaneciste más sordo que de costumbre farfulló Anabella. Hay que estudiarla, sólo así sabremos cómo la transfiguraron. Nos vemos al medio día en el lugar de siempre. Ah, y salúdame a Ginny si la ves, a ver qué día salimos de compras. Bueno, ¿a qué esperas para anotar la dirección? ¡Avanti!
Harry dio un respingo y se apresuró en hacer lo propio.
Nos vemos dijo Anabella y sin más, desapareció.
°*°*°*°*°*°*°*
Anabella intentó abrirse paso entre la gente. Pero sin la identificación ni el uniforme de auror encima, resultaba difícil al pasar por otra curiosa más. Gruñó fastidiada. Alcanzó a ver a uno de sus subordinados y le hizo señas. Por suerte, éste la reconoció y le abrió camino. De inmediato se dirigió a la escena del crimen, donde Harry ya la esperaba.
¿Ahora qué
? ahogó un grito y retrocedió del impacto. ¡Santa varita! ¿Qué diablos
?
En el suelo yacía el cuerpo de una mujer a la que Anabella no conocía, pero que compadeció. Vestía un precioso traje de ballet. Su postura era propia de una bailarina. Los brazos alzados en un círculo grácil, sin tener en cuenta que tajos hondos y escarlatas surcaban la piel y liberaban hilillos de sangre aún fresca. Con todo, lo que impresionaba más era su faz y las piernas, colocadas una encima de la otra en una pose perfecta. La primera, estaba contorsionada en un gesto de inhumano sufrimiento. Y las segundas
eran una macabra escultura de diamante negro.
Dioses
susurró Anabella. ¿Quién es
?
Parvati Patil dijo Harry con toda la frialdad de la que fue capaz. Estudiante de mi generación
Anabella lo miró con los ojos dilatados.
De tu generación
¿y de tu casa?
También.
Harry
Que avisen a los familiares la cortó el aludido. Te veré en mi oficina. Tenemos mucho que hablar.
Y sin añadir nada, desapareció.
Anabella tardó un par de horas en poner todo en orden. Descubrió que además de los restos del hechizo insonorizante, a Parvati la habían matado con ayuda de un Avada Kedavra. Al reunirse con Harry en el Ministerio, lo encontró tras el escritorio, de pie y recargado contra la pared. Sumido en sus meditaciones al grado de que al ella cerrar la puerta dio un salto del susto.
Lo siento se disculpó la joven. No quería asustarte titubeó. ¿Cómo estás?
No lo sé Harry soltó aire. Parvati y yo no nos tratábamos mucho, pero tampoco era una mala persona.
Es obvio que se trata del mismo asesino. ¿Sacaste algo de la lengua de la otra víctima?
No. Sólo que en efecto, el material es diamante. Pansy no tenía familiares con vida así que la autorización fue rápida. Lo que la transfiguración no se dio en toda la lengua.
¿Ah no?
No. Sólo lo que era visible a través de la boca. La parte que descendía por la garganta era carne.
¿Pero qué hechizo puede hacer eso? ¿Seguro que no encontraron nada?
Seguro. Es como si hubiesen nacido así. No hay rastro de hechizos que provocasen la mutación. Aunque
tengo una teoría.
¿Cuál?
¿Viste la postura en la que estaba acomodado el cuerpo de Parvati?
Sí, igual a una bailarina de ballet.
Bien, creo saber por qué lo acomodaron así. Parvati Patil fue mi compañera de baile en cuarto grado, durante el baile navideño del torneo de los tres magos.
Espera Anabella necesitó de unos segundos para atar cabos, ¿quieres decir que el asesino te ha enviado un mensaje? ¿Y qué hay de Parkinson?
Eso es lo que no me cuadra. Parkinson me caía en la punta del hígado, ¿sabes? Si por ella hubiera sido me habría entregado a Voldemort en su momento.
Es que ahí es donde el patrón se rompe. Si fuese una mujer despechada, ¿por qué matar a Parkinson? A menos que
¿Qué?
Si Patil bailó contigo, eso explica por qué la imitación de una bailarina y por qué le mutaron las piernas. Y si a Parkinson le transfiguraron la lengua
es porque algo dijo. Quizás no a tu favor
sino en contra tuya.
A ver si te entiendo. Asesinaron a Parkinson porque, quien quiera que esté detrás de todo esto creyó hacerme un favor. Después, ¿matan a Parvati porque ella bailó conmigo?
Exacto. ¿No lo ves, Harry? Nuestro criminal es una mujer. Una mujer que está maniacamente enamorada de ti.
Oh, qué consuelo.
Pansy amenazó con entregarte al Señor Tenebroso y eso, no le gustó a nuestra amiguita. Fuera del mapa, puede preocuparse por apartar a aquellas que considera un peligro en su retorcido plan de conquistarte y, ha empezado con la señorita Patil.
¡Qué tierna!
Lo sé. La pregunta es
¿Quién sigue?
Sin previo aviso la puerta se abrió
y Harry supo quien era la siguiente víctima. Algo frío recorrió su espina dorsal.
Ron
°*°*°*°*°*
Anabella examinaba el cadáver de la tercera víctima. Harry nada más verlo había vomitado, en peor estado se encontraba su amigo Ronald. Lo cierto es que Anabella utilizaba toda su fuerza para dominarse.
La mujer castaña yacía sentada tras un fino escritorio de ébano. Se mantenía erguida gracias a las cadenas que le seccionaban la cintura y el pecho y que se amarraban al respaldo de la silla. Su cara era una copia que, a pesar de Anabella haberla visto con anterioridad en otras muchachas, no dejaba de encogerle el corazón. Los ojos casi fuera de órbita, la boca abierta en un grito mudo de pavor. Sin embargo, esos ojos seguro valían una fortuna si se extraían.
Eran de diamante. Asimismo lo eran las orejas, que recogían la cabellera adornada con manchas de sangre. Estas, provenían de la herida en la cúspide del cráneo.
La herida estaba hecha gracias a la incrustación de un libro pesado y brilloso. El lomo rompía la coronilla y llegaba casi al nivel del entrecejo. Anabella tocó con la punta de su varita el volumen.
Diamante suspiró. Y sin restos de magia. Lo que me lleva a concluir que lo hicieron a fuerza de pulso chascó la lengua y frunció el ceño. ¿Pero qué condenada mujer tendría una fuerza como esa? Y por qué no hay
Se congeló. Su varita detectaba algo.
Huellas.
Se acabó el juego sentenció con una ligera sonrisa de triunfo.
°*°*°*°*°*°*
Los ojos de Harry eran brazas de ira. Anabella le seguía el paso en silencio. Iban a apresar al culpable mas, algo en el interior de Anabella le decía que se equivocaban.
Deberíamos de reunir más pistas se atrevió a musitar.
Harry no contestó. Estaba demasiado enojado. El estómago aún se le revolvía al recordar el cuerpo ensangrentado de Hermione. Distinguió su objetivo a pocos metros y aumentó la marcha.
¿Estás segura de que no sabe nada?
Sí. El escuadrón la vigiló y no se ha movido de ahí. Según la secretaria de la señorita Granger, ella fue la última que entró en su oficina. Iba a una entrevista de trabajo.
Los nudillos de Harry crujieron al apretar el agarre de la varita. Sin anticipación, la sacó e hizo volar la puerta en pedazos. Anabella lo miró molesta.
¡Harry!
El brujo la ignoró y se adentró en la propiedad, cuya dueña emergía de la cocina a ver qué pasaba.
¡Cho Chang, queda arrestada por asesinar a tres mujeres!
¿Qué
qué? balbuceó la oriental. No le dio tiempo a defenderse porque Harry la desarmó en un tris y Anabella le echó los encantamientos encima. ¡Yo no he asesinado a nadie! forcejeó entre sus ataduras y cuatro aurores aparecieron en lo que quedaba del marco de la puerta, prestos a intervenir si era necesario. ¡No sé de qué me hablan! ¡Suéltenme, soy inocente!
Anabella la arrastró casa afuera, con la horrible sensación de que no mentía.
°*°*°*°*°*°*
El jefe de los aurores vociferaba a todo pulmón. Su subordinada, una italiana, lo escuchaba a medias. Sobre el escritorio descansaba un ejemplar del profeta, que exhibía una foto horrenda. El titular rezaba: «Un nuevo mago oscuro nos amenaza». Anabella no sabía que pensar. Sí, cabía la posibilidad de que se tratase de un mago oscuro, porque burlar a los dementores no era algo que cualquiera pudiese hacer.
La imagen en cuestión reflejaba a una fémina de rasgos asiáticos que dedicaba al público una mirada desorbitada. Incrustada contra los barrotes de su celda, Cho era la cuarta víctima. Y claro, la firma del asesino resaltaba en cada tubo que se hundía en las carnes de la bruja. Diamante.
¿Y dónde estaba Harry?
En el funeral de Hermione. Anabella sabía que no tardaría en enterarse de la muerte de Cho. Seguro se derrumbaría y culparía
pero por fortuna, Anabella estaba casi segura de quién sería la siguiente.
Ginny.
La aurora se había hecho responsable del encarcelamiento de Cho y era por eso que su jefe la reprendía. La muchacha consideraba que Harry tenía suficiente con la muerte de su mejor amiga, como para encima ser humillado por su jefe. Además, faltaba enfrentar el siguiente ataque del criminal y atraparlo de una vez y para siempre.
Abandonó el Ministerio y esperó a que Harry se pusiese en contacto con ella. Este también la regañó por no irlo a buscar a primera hora de la mañana. Y el que la bruja se hubiese echado encima un fallo que no le correspondía, tampoco mejoró el estado del ojiverde.
Hay algo nuevo anunció la italiana. Los aurores que hacían guardia fueron convertidos en estatuas de diamante. Sabes que nadie puede aparecerse dentro de las celdas, así que nuestro adversario tuvo que deshacerse de ellos primero. Sigue sin haber hechizos de por medio, excepto el insonorizante. Así que no me explico cómo ahuyentó a los dementores.
¿Entonces no crees que sea una mujer?
Ya no sé qué creer, Harry. A Chang la hicieron traspasar los barrotes de forma literal. La fuerza con la que clavaron ese libro no es propia de una mujer. A menos que hablemos de un gigante, claro. Pero dudo que algo tan grande pueda pasar desapercibido así como así.
Es obvio que buscan algo conmigo Harry se llevó las manos a la cabeza. Cho salió conmigo en el quinto curso
soy un estúpido, debí escucharte
Partyflauta: Partituras para flauta dulce
Ya no importa, amigo.
¡Sí importa! ¡Maldición Anabella, condené a una persona inocente!
Cálmate, Harry. Mira, si estoy en lo correcto la siguiente en la lista es Ginny. Hay que protegerla a como dé lugar. Ve con ella, que una escolta te acompañe. No le quites los ojos de encima
yo te iré a buscar a eso de las ocho.
¿A dónde vas?
A mi casa. Necesito ducharme e investigar algo.
Anabella
La bruja lo miró.
Gracias.
De nada esbozó una sonrisa. Para eso soy tu amiga.
Y desapareció con un crack.
°*°*°*°*°*°*
Salió del cuarto de baño envuelta en una bata blanca. Sus ojos se posaron en el libro que descansaba sobre una mesa. A su vez, el uniforme de auror yacía en la cama. Se mordió el labio y frunció el ceño. Su intuición le decía que primero consultase el libro antes de vestirse. Resopló. Era absurdo. Primero se vestiría y
ah qué demonios, vería el libro.
Lo abrió, buscó en el índice el tema que le interesaba y se dirigió a él. Al encontrarlo se sentó en la silla y empezó a leer. Con forme avanzaba, el pánico teñía sus facciones. De repente, un ruido la hizo levantar la cabeza de golpe. Era ella. Había venido a buscarla.
Sería la quinta víctima.
Se levantó y tomó su varita de la mesa de noche. No era lo mismo enfrentarse a una aurora capacitada que a cuatro mujeres desvalidas. Bueno, Hermione Granger no era ninguna desvalida, pero Anabella tenía que darse ánimos. Se pegó a la pared y esperó. «Magnífico Ana, vas a batirte en duelo vestida con una bata. Eso es tener glamour».
Tensó los músculos al máximo. El corazón le palpitaba con tal fuerza que temía que la descubrieran, si bien era obvio que estaba en el dormitorio al ser la luz de este la única encendida.
«Maldita sea, aparece de una vez» tragó saliva y con ese simple acto, firmó su perdición.
El repentino crack a su espalda la obligó a voltearse y lanzar el primer hechizo que tenía en mente. Falló, el espejo del tocador estalló en miles de pedazos. La imagen de quien la buscaba la paralizó durante unos instantes que jugaron en contra suya. Era un híbrido, una contradicción de la naturaleza. La criatura se abalanzó sobre ella y en un arranque de lucidez, Anabella abrió la puerta y corrió por su vida. El pensamiento de materializarse en otro sitio no llegó a cumplirse, porque la cosa la abatió con un encantamiento y le quitó la varita. Desesperada, Anabella se arrastró hacia su arma mas la superaron en velocidad y la agarraron por un pie. Gritó y clavó las uñas en la alfombra. La arrastraron, las garras que la aprisionaban le reventaron la piel. Idéntica suerte tuvo la alfombra.
Algo frío le quemó las pantorrillas. Su alarido casi le destroza las cuerdas bocales. Iban a matarla. Terminaría como las otras brujas, convertida en una obra maestra de diamante negro. El escozor le transfiguraba los tejidos con una lentitud de tormento. Y lo peor del caso es que Harry y Ginny acabarían igual. Al menos la pelirroja, porque si Harry era listo se rendiría. El hechizo insonorizante resguardaba su clamor eterno. El dolor no le permitía luchar. La mutación se apoderó de su cintura, la criatura le cayó encima y le atrancó los brazos en una posición anormal hasta que crujieron.
¿Cuál es tu mayor deseo? susurró a su oído. El timbre aterrorizó cada fibra del alma de Anabella. No contenía el llanto, capacidad con la que no contaba la bestia. ¿Es él, no es cierto?
Anabella sollozó. No conseguía hacer otra cosa.
¿No es cierto, perra? repitió la criatura, el siseo en su tono por poco enloquece a la bruja de miedo. ¡Responde! ¡Sueñas con acostarte con él!
¡No, por favor! ¡Te juro que
!
No terminó la súplica. La bestia le torció los brazos al grado de resquebrajar la piel y hacer a los huesos asomar entre ella. Después, la muerte fue a su encuentro.
°*°*°*°*°*°*°*
Ella está bien, Harry.
No Ginn, algo va mal. Anabella podrá ser una desaliñada pero jamás impuntual.
¿Por qué no vas a buscarla?
¿Y dejarte? Olvídalo.
Harry, hay media docena de aurores afuera.
¡El asesino burló a los dementores! No voy a dejarte, Ginny.
¿Y por qué no vamos todos a buscarla?
¡No! ¿Y si hay alguien?
¡Con mayor razón tienes que ir a ver a Anabella! respiró hondo para tranquilizarse. Yo estaré bien. Me iré a casa de mi madre junto con cuatro de los aurores Harry arqueó una ceja a modo de protesta por la reducción de la guardia. No pensarás ir solo, si hay alguien en esa casa necesitarás ayuda.
De acuerdo aceptó él. Pero si no volvemos en media hora irán al Ministerio y no a buscarme. ¿Queda claro?
Como el agua lo besó con pasión. Ten mucho cuidado, amor.
Tú también.
Harry salió de la casa, le indicó a dos de sus subordinados que fueran con él y a los otros cuatro que acataran las indicaciones de Ginny.
Pero la pelirroja no estaba dispuesta a poner en riesgo a su madre.
°*°*°*°*°*°*°*
El crack de las tres apariciones reverberó en el silencio de la casa. A Harry eso no le gustó. Encendió las luces y barrió la estancia con la mirada.
¿Anabella? llamó. ¡Anabella, soy yo, Harry!
No hubo respuesta.
Caminó rumbo a la cocina y la encontró en orden. En una esquina, una escalera de caracol conducía a un largo pasillo que culminaba en el dormitorio de la bruja. Subió los peldaños despacio, varita empuñada y sus subordinados en la retaguardia.
Llegó al rellano
y la vio.
Su colega, su amiga, era una grotesca efigie de diamante negro, el cuerpo arqueado y la boca abierta en una plegaria que nunca se escuchó.
°*°*°*°*°*°*°*
Molly se levantó al ver a Harry aparecer en mitad de su cocina. Tenía los ojos hinchados y rojos.
Harry querido
¿qué
?
¿Y Ginny?
¿No se supone que en tu casa?
El alma de Harry se le fue a los pies.
Yo tenía que verificar algo, le dije que viniera con usted
Como sincronizados, ambos se volvieron al reloj de la pared. El letrero de Ginny marcaba: «peligro de muerte».
°*°*°*°*°*°*°*
La panorámica que dio la bienvenida a Harry al llegar a su casa le heló el corazón. Cuatro aurores ennegrecidos de diamante se apostaban sin vida. Agradeció que Molly no lo hubiese acompañado. Los otros dos que lo habían seguido a la casa de Anabella no debían tardar en llegar. Harry no estaba para esperarlos. Se adentró en su casa invadida por las tinieblas, a excepción de una senda azulada que resplandecía en el piso. No conforme con la poca claridad, Harry conjuró más luz. Se llevó una desagradable sorpresa al percatarse de que era inútil invocar cualquier tipo de luminiscencia.
Optó por seguir el camino que el asesino le marcaba. La evidencia de que ahí se había librado un enfrentamiento se esparcía en fragmentos de porcelana, astillas y alguna que otra mancha carmín. Harry no podía decir si era sangre de Ginny o del asesino. Rogaba que fuese del segundo. Frenó una vez frente a la puerta de su habitación. Contuvo el aliento y abrió la puerta con una mano temblorosa.
El claro de luna despejaba el interior a medias. Harry localizó a Ginny de inmediato. La mitad de su cuerpo estaba a la vista, en apariencia sin sufrir ningún tipo de metamorfosis. Sus iris dilatados y la boca amordazada. Un escalofrío sacudió a Harry de pies a cabeza. Desvió la mirada y chocó con un par de ojos que calculaban cada uno de sus movimientos.
Hola, Harry le saludó una voz femenina y suave. ¿Cómo estás? Estoy muy contenta de verte al fin.
¿Quién
quién eres? algo en los recuerdos aleteó, pero la tensión y preocupación por sacar a Ginny de ahí no lo dejaban estar.
¿Tan pronto te olvidas de mí, Harry? se escuchó el tintinear de cubiertos. Bueno, supongo que se debe a que yo era una chica tímida.
¡Déjate ver!
Lo que tú digas, cielo.
Los ojos se movieron a un rincón y se perdieron en las penumbras. Un bisbiseo y la punta de una varita se encendió. De no ser por el shock que el conocer la identidad de la asesina le causó, Harry habría caído en la cuenta de que los hechizos de claridad ya eran realizables.
¿Lu
Luna? tartamudeó.
La aludida le obsequió una sutil sonrisa que nada tenía que ver con las de tiempos pasados. La blanca tez estaba tatuada con una serie de gráficos griegos que se retorcían caprichosos a lo largo de la cara, el cuello y los brazos. Los labios, engrosados y manchados de sangre, mostraban una serie de venas purpúreas palpitantes. El cráneo cubierto de un pelo ralo sólo en determinadas áreas. Y en las que no, carne abierta lo reemplazaba.
Hola, Harry ofreció el platillo que sostenía entre sus manos. ¿Quieres?
Por primera vez, Harry se fijó en el «postre» que Luna degustaba. Era rojo y brillante, incompleto. Las luces se encendieron, Harry viró la cabeza hacia la inmóvil Ginny.
Tenía un agujero en el pecho. Justo en la zona del corazón.
¿Quieres? repitió Luna con un encanto de infierno.
La ira se apoderó de los sentidos y la razón de Harry, que bramó y enarboló su varita. Luna esquivó el hechizo con la delicadeza propia de una gacela.
¿Por qué me atacas, Harry? ¡Yo te amo! ¡Te he hecho un favor, he quitado de en medio a quienes impedían lo nuestro!
¡Asesinaste a Ginny! ¡A Hermione
eran tus amigas!
Luna convocó un escudo que estuvo a punto de ceder.
¿Mis amigas? ¿Tú crees que eran mis amigas? ¡Me veían como a un bicho raro! En especial esa zorra de Parkinson
hablaba mal de mí
Se creían superiores. Lo soporté porque tú estabas ahí. Valiente
en espera de que yo te correspondiera
Harry confirmó que a Luna le faltaba un tornillo. Un arsenal de hechizos iba en todas direcciones. La habitación pronto quedaría reducida a nada. Harry estaba fuera de sí. Sólo deseaba hacer añicos a la mujer que tenía al frente, sin importar que antaño fuese una gran
¿amiga?
Yo puedo cumplir todos tus sueños, Harry. Podrías ser mi rey si quisieras. ¿Qué dices?
¡Púdrete! ¡Maldito engendro, púdrete en los infiernos!
Oh Harry
los ojos le centellearon. Si eso es lo que crees de mí
Inhaló y su aliento transfiguró lo que tocaba en esa piedra preciosa. ¡Con razón no encontraron restos de hechizos!
¿En qué rayos te has convertido, Luna?
Ella rió histérica.
En la mujer perfecta, Harry mi vida. Si esa aurorcilla hubiese escapado de mí lo sabrías
¡Hija de
!
Soy la maestra del arte, Harry. Es todo lo que debes saber.
Dio un chillido y el combate se reanudó. Harry tenía desventaja contra la rubia al ésta contar con su aliento negruzco. Con un maleficio, Luna le arrancó de cuajo la mitad de su capa. ¿En qué momento se había vuelto así de diestra? Las cosas no mejoraron. Uno de los hechizos prendió fuego y Harry contempló impotente el consumo de su casa bajo las llamas. Sacar el cuerpo de Ginny era imposible, si se distraía un segundo perdería la vida.
De pronto, una oleada de pesimismo lo embargó. Ginny y Hermione estaban muertas, ¿qué le quedaba a él?
La luz naranja lo impactó en el pecho e hizo caer sobre el cadáver de la pelirroja. Se abrazó a ella y lloró desconsolado. No le importó que las llamas se irguieran sobre él, o que Luna lo alcanzara con su aliento u otro ataque mágico. Sin su Ginny la vida no tenía sentido.
¡Señor Potter!
Eran sus subordinados. No les tomó importancia. La agonía de no tenerla más lo incineraba por dentro. Su cerebro no registró el grito de Luna, ni el olor a carne quemada. Otro auror lo sacó de la casa en compañía del cuerpo de Ginny.
Daba lo mismo, todo daba lo mismo.
°*°*°*°*°*°*
En los suburbios de Londres, existía una casa, por la cual se colaban los plateados rayos lunares. Su fulgor bañaba un libro, abierto en una página en específico. Esta recitaba:
FURIAS
Criaturas de la mitología romana. Se dicen que castigaban a los culpables, aunque en la actualidad se sabe que son criaturas asemejadas a los licántropos. Su aspecto y demencia se transmiten a través de mordeduras. No se conoce cura que la combata (
)
Importante: no se puede matar a una Furia con fuego.
N/A: ¡Bajen las varitas! Lo lamento, pero amo este tipo de finales abiertos. Así que si se quedaron con los pelos de punta
lo siento mucho. Voldemort tiene la culpa por haberme heredado sus genes torturadores.
Quiero dedicar este fic a varias personas:
Clara_ Black: por tener esa fe ciega en que «¿Quién eres? » ganaría el concurso «Más allá de la Magia» (aunque al final no fue así jajaja)
Lady Sophie: por seguir cada locura y compartir esos gustos musicales (¡arriba Kalafina!)
Villa: ¡chico escritor! Gracias por todo, y recuerda que de aquí
¡sólo para adelante!
Makoto Black: sin palabras. Creo que te lo he dicho todo por el msn y al final de la entrevista. Gratzie, Mako. ¡Avanti!
Liz Tonks, nere23, sandy yalek: por agregar el mismo relato a sus favoritos.
Clio Lestrange: chica, leí tu comentario en los resultados del concurso. ¡thanks!
Por último, y quizás la más importante:
Cassandra_Lovengood: prima, lo que has hecho por mí es algo que recordaré toda mi vida. Dirás que cualquiera lo hace por una amiga, pero no es así. No cualquiera va codo con codo con otra persona. Gracias por convencerme de volver, de entrar al concurso y apoyarme en el trayecto de forma incondicional, pese a los problemas que se nos presentaron. Gracias, infinidad de gracias.
Y a todos aquellos que leyeron el relato participante, también muchas gracias. Nos estaremos leyendo
¡hasta la próxima!
Black Diamond - Fanfics de Harry Potter
Harry sufrió un estremecimiento. **La mayoría de los personajes mencionados aquí pertenecen a J.K Rowling. **La mayoría de los personajes mencionados a
potterfics
es
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2024-11-17
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