Coger la snitch - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

El vestuario de Gryffindor en el campo de quidditch estabatenuemente iluminado, las taquillas estaban cerradas y enfrente de cada una deellas había un uniforme rojo escarlata debidamente doblado. Las toallas estabancolocadas perfectamente en su armario y las brillantes escobas estabanalineadas con precisión en sus soportes. Una sola persona se encontraba en suinterior, el capitán Wood.

Oliver estaba emborronando la pizarra con incontablesjugadas, cualquier persona que no fuera él las iba a encontrar irremediablementeilegibles. Se había pasado toda la noche sin dormir, tenían un partido muyimportante ese día y no iba a permitir que sus jugadores no le hicieran caso,ese día no.

Ganar ese partido era de vital importancia. Después deldesafortunado encuentro que tuvieron contra Hufflepuff, en el que casi pierde aHarry, su buscador, tenían que hacer todo lo posible para ganar el encuentro.Era la última oportunidad que tenía de ganar la Copa de Quidditch como capitán,estaba en séptimo curso y dejaría Hogwarts para siempre el próximo junio.

 

De pronto, comenzó a oír unos silbidos que se aproximaban alvestuario, aquello siempre le ponía tenso. Cada vestuario tenía su propiacontraseña, a parte de encontrarse cada uno en un extremo del estadio, pero ¿ysi algún jugador del equipo rival había descubierto la contraseña? ¿Y si habíanextorsionado o, peor aún, hechizado a los Gryffindor para poder entrar allí ydescubrir su juego? Tapó inmediatamente con una de las toallas la pizarra ymiró nerviosamente hacia todos los lados, quizá hubiera dejado algo a la vista.Realmente, no era algo propio de los Ravenclaw, sus adversarios en aquel día,pero para él todas las precauciones eran pocas.

La puerta se abrió estrepitosamente para dejar paso a uno delos gemelos Weasley, tan sonriente y alegre como de costumbre.

-¿Qué hay tan horrible en esa pizarra que no quieres quevea? -Preguntó el pelirrojo a la vez que clavaba los ojos en las toallas que sehabían desparramado por el suelo después del busco tirón de Oliver.

-¡Oh! -Él no se había dado cuenta de que no habíadescubierto el tablero al ver que era uno de sus jugadores-. Nada en especial -pensórápidamente una escusa-, sólo quiero que lo veáis todos a la vez
Weasley.

Una vez más, Oliver se había vuelto a lucir. Después deestar viendo a los gemelos durante cinco años en aquel colegio, de verles en lasala común, de observarles haciendo travesuras y por supuesto de jugar conellos al quidditch, aún no había conseguido aprender a diferenciarles.

-No es necesario que seas tan antipático, Wood -dijo elmuchacho, como haciéndose el ofendido-. Me puedes llamar Fred con toda latranquilidad.

Así que era Fred, debía haberlo imaginado. La simple visiónde George no le removía tantas cosas en el interior como lo hacía la de Fred.Ya hacía unos años que se había reconocido a sí mismo su homosexualidad, peroaún no había querido compartirlo con nadie. Provenía de una familia muyconservadora y sabía que aquello no les iba a hacer ninguna gracia. Tampocohabía querido decírselo a nadie en el colegio, tenía miedo de que lo rechazasenpor su condición, de que le hicieran el vacío. Pensó que, una vez terminase susestudios, se lo confesaría a alguien, aunque todavía no tenía muy claro aquién. El único problema de todo aquello era que Fred Weasley cada vez se metíamás a menudo en sus sueños, en sus fantasías y en sus sentimientos. No seatrevía a reconocerse ni siquiera a sí mismo que estaba enamorado de él, peroirremediablemente, lo estaba.

 

Los otros cinco jugadores del equipo de Gryffindorirrumpieron en el vestuario con caras de sueño sacándole de sus pensamientos.Rápidamente ordenó a todos los chicos que cogieran sus uniformes y salieranhacia la otra parte de la habitación, la cual estaba separada por una pared,para dejar intimidad a las féminas mientras se cambiaban. Una vez estuvierontodos juntos, comenzó a explicar todas las jugadas que había preparado paraaquel partido y les dio su consabido discurso de motivación antes de saltar alterreno de juego y encomendarse a Merlín.

El partido fue todo lo bien que podían desear, aunque aúndebían esperar a ver como quedaba el encuentro entre Slytherin y Hufflepuff y,por supuesto, jugar ellos mismos contra el equipo de Slytherin. Pero nadie enesos momentos quería pensar en ello, ni siquiera Wood, estaban demasiadoemocionados celebrando su reciente victoria.

Minerva McGonagall apareció por el vestuario para felicitar asu equipo, en especial a Oliver por haber creado una táctica de juego tan buena.Y también llamó a Fred, que aquel día había estado muy acertado con su bate degolpeador.

-Profesora -dijo el muchacho esperanzado-, ¿y esto me servirápara librarme del castigo por lanzarle bombas fétidas a Filch?

-Ni lo sueñes Weasley -respondió ella volviendo a ser ladura mujer que era normalmente-, ni lo sueñes.

Cuando Fred y Oliver volvieron a entrar al vestuario,observaron que el resto de sus compañeros ya se habían duchado y estabanpreparados para irse. Aquello puso un tanto nervioso a Oliver, ¿se iba a ducharél solo con Fred? Nunca se había visto ante tal situación, y tenerla tan cercay estando los dos solos
no sabía cómo reaccionar. Pensó que lo mejor seríaentrar a la ducha y tratar de no pensar demasiado en la persona que tenía allado, ni siquiera mirarle.

Al final, aquello no fue tan duro como se había esperado.Fred hablaba sin parar sobre el partido con su acostumbrada naturalidad, tantoque olvidó por completo la ausencia de ropa de ambos. Cuando salieron de allí ycomenzaron a vestirse, Oliver se percató de que no había tenido ningún problemay se rió de sí mismo al pensar en la preocupación que le había embargado pocosminutos antes. Ambos salieron riendo del vestuario y se encaminaron hacia susala común donde, sin lugar a dudas, la fiesta tras la victoria de Gryffindor,les estaría esperando.

* * *

Aquel día la clase de Historia de la Magia se estabahaciendo excepcionalmente tediosa, parecía que el profesor Binns había perdidola poca vitalidad que le quedaba. Sus palabras resonaban huecas y anodinas enlas cabezas de los pocos alumnos que habían seguido con aquella materia despuésde aprobar el quinto curso. Los ventanales del aula parecían atraer los ojos detodos los muchachos, enseñándoles maliciosamente el buen día que hacía en elexterior, mientras ellos debían seguir soportando la inacabable perorata sobre unade las revueltas de los centauros. Mazos del Hearthstone

Al fin, el suplicio terminó y todos salieron rápidamente dela clase, pensaban que no podrían soportar ni un minuto más allí metidos. En lasiguiente hora Oliver no tenía clase, por lo que decidió ir a descansar a lasala común, que en aquellos momentos, seguramente, estaría desierta.

 

Atravesó el cuadro de la Señora Gorda, después de haberdicho correctamente la contraseña y vio con desgana unos pies que salía detrásde uno de los sofás. Parecía que al final no iba a estar solo. Se aproximó alsillón que había al lado y contempló como uno de los gemelos estaba allídurmiendo. Esta vez, gracias al cosquilleo que recorrió todo su cuerpo, se diocuenta de que se trataba de Fred, por lo que ya no le importó pasar aquel ratoen compañía.

Fred abrió los ojos soñoliento al notar pisadas que iban yvenían a su alrededor, no le gustaba que le despertasen. Agarró uno de los cojinesdel sofá y se lo tiró a Oliver cuando éste estaba desprevenido. Wood sesobresaltó, pero no pudo enfadarse al mirar al pelirrojo a la cara. Sabía queno lo había hecho con mala intención, simplemente le gustaba gastar bromas. Asíque se acercó al sofá y se sentó al lado del gemelo.

Hablaron sobre muchas cosas: clases, quidditch, amigos
parecía que no se les terminaban los temas de conversación. Pero, como cabíaesperar, hubo un momento en el que un incómodo silencio se instaló entre ellos.Oliver miró a su amigo, a su chico, a su amor platónico. Le tenía tan cerca
sialguna vez quería demostrar lo que sentía por él, ése era el momento másadecuado. Ya no le importaba lo que la gente pudiera pensar de él, simplementequería ser feliz y, sin Fred, su felicidad jamás estaba completa. Pensaba en élcomo si estuvieran en un partido de quidditch, coger la snitch era muy difícil,pero no imposible.

Fred sentía como los ojos de Oliver le abrasaban, ¿qué eralo que ocurría? ¿Por qué le miraba tanto? Siempre le había parecido que teníacierta debilidad por él, no le molestaba tanto que fuera el blanco de susbromas como al resto de las personas. Pero nunca llegó a imaginarse exactamenteel porqué de esa situación.

Oliver no podía más, necesitaba estar aún más cerca de Fred,necesitaba sentirle y, lo más importante, necesitaba saber si él lecorrespondía. Sin pensárselo un segundo más acercó rápidamente sus labios a losdel pelirrojo y le besó con suavidad. Fred no supo cómo reaccionar, sólo sequedó quieto mientras los labios de Oliver presionaban insistentemente lossuyos. Pasaron unos segundos, ninguno de los dos podría decir cuántosexactamente. El capitán estaba a punto de desistir, aquello había sido una malaidea. Pero en aquel momento Fred se dejó llevar y correspondió el beso deOliver con firmeza, no sabía por qué lo estaba haciendo, sólo sabía que enaquel instante se sentía a gusto.

Al cabo de un rato, se escuchó como se abría la puerta delretrato. Ambos se separaron apresuradamente, acalorados. Sabían que no estabanhaciendo nada malo, pero no querían que los viesen así, tan de pronto, sin quenada antes les pudiera haber hecho pensar en ellos dos como pareja. Fred sesentía confuso, era ahora cuando, sin tener los labios de Oliver junto a lossuyos, podía pensar con claridad. ¿Qué había hecho? No le causaba repugnanciael hecho de haber besado a otro chico, no. Lo que le causaba cierta repulsa erahaberlo hecho sin sentir nada por él. Se estaba dando cuenta de por qué Oliversiempre había sido más considerado con él que con su hermano, estaba enamoradode él.

Sin decir ni una sola palabra, Fred se levantó del sillón ysubió a su habitación. Necesitaba pensar en todo aquello detenidamente, sinnadie alrededor, sin Oliver mirándole de reojo. Wood, por su parte, estabademasiado contento como para reparar en lo que fuera que el pelirrojo tuvieraen su cabeza. Había conseguido algo con lo que llevaba soñando mucho tiempo: sehabía besado con Fred Weasley y había sido correspondido.

* * *

En los días que sucedieron a aquél beso, Fred rehuía aOliver por los pasillos. Ni siquiera se atrevió a mirarle directamente a losojos durante el entrenamiento de quidditch. Oliver no sabía qué pensar, aún seencontraba emocionado, pero sus ilusiones decrecían cada vez que el Weasleyescapaba de él.

Un día, mientras el capitán se encontraba desayunando, unalechuza se posó delante de él. Se extrañó, ya que se trataba de una de laslechuzas del colegio, ¿por qué no le dieron la carta en mano? La abrió y viosorprendido que estaba firmada por Fred, fuera lo que fuera, no quería leerladelante de nadie. Engulló a toda prisa sus tostadas y su zumo de calabaza y fuerápidamente a encerrarse en el baño que le pillaba más cerca.

Al terminar de leer la misiva, sintió que el castillo sederrumbaba a su alrededor, al igual que todas sus ilusiones y esperanzas. Enella Fred le explicaba que nunca debían haberse besado, que lo sentía mucho,pero que no sentía nada por él. Se disculpaba en cada párrafo por habercometido aquel estúpido error y haberle hecho creer que podrían llegar a tener algomás que la amistad que les unía. Oliver no podía negar que su corazón acababade ser apuñalado por esas palabras, pero en lo hondo de su ser sabía que eramucho mejor leerlas ahora que cuando se hubiera hecho más ilusiones.

Salió del baño cuando en su rostro ya no quedaba ningún restode las amargas lágrimas que había vertido, cuando supo que podría ir hasta suhabitación sin miedo a que ninguna otra gota saliera de sus ojos. Por elcamino, se encontró a Fred de frente. Él puso cara de circunstancias, no teníapensado encontrarse con Oliver tan pronto, después de que hubiera leído sucarta. Pero Oliver sintió que tenía que hacerle saber a aquel chico, por el quetantas cosas que sentía, que todo estaba bien, fuera como fuera, y que podíanseguir siendo amigos después de todo aquello. Al pasar por su lado, le dedicóuna triste sonrisa y siguió caminando, sin volver la vista hacia atrás enningún momento.

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2024-11-22

 

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