Cuando llega Navidad no todo son risas y alegría, por lo menos por mi parte. Enmi familia no se estilan esas "ñoñerías" como lo llamansiempre que llegan estas fechas y sobre todo, no profanamos amor unos a otros. Nuncavi a mis padres abrazarse y desearse unas buenas y prosperas Navidades y quedecir que a mí aún menos.
Los regalos aparecen debajodel árbol como en todas las casas del mundo, como todo los años, aunque en micasa es algo superficial. Regalos caros, lujosos, pero
sin ningún sentimientoo pasión, ni esa alegría que se debe sentir al ver que un ser querido encuentraalgo, dentro de ese paquete tan bien envuelto que le hace sonreír, gritar dealegría y correr para abrazar a esa persona tan especial que te ha hecho elregalo con todo su amor. Así se pasa la Navidad por la mansión de los Malfoy:triste, solitaria, totalmente vacía y sin afecto.
Cuando era pequeño el día deNavidad me levantaba con una ancha sonrisa de júbilo decorando mi joven rostro llenode vida y corría a ver los magníficos juguetes y joyas que mi familia me habíacomprado expresamente. Deseaba llegar a Hogwarts para poder fanfarronear de misobjetos, pero ese sentimiento fue desapareciendo poco a poco a medida quepasaban los años junto con la sonrisa, que fue borrándose de mis labios. Ya nocorría a ver las banalidades que mi familia me regalaba, porque ahora sabía queera simple cortesía, no me lo daban porque fuera algo especial o porqueanhelaban darme ese regalo de todo corazón, sino que lo hacían por obligación,aunque siempre correspondía con un corto y seco "Gracias" amis padres cuando abría un nuevo regalo. Solo por educación.
Odiaba la Navidad en mi casa, pero aún la odiaba más cuando tenía que quedarmeen Hogwarts por "razones que escapan a tu entendimiento" segúnme recordaba severamente mi padre en los últimos años, aunque sabíaperfectamente a qué o mejor dicho, a quién se refería esas razones: a el Señor Oscuro; por eso me encontrabaencerrado aquí con todas esas caras sonrientes y muestras de cariño.
Me repugnaba en lo más hondode mi ser haciendo que siempre estuviera ceñudo en esas fechas. Ver al "trío de oro" y a toda la familia dela comadreja con sus estúpidas sonrisas dibujadas en sus caras, riéndose de laspayasadas que hacía uno y otro, me daba arcadas, pero en el fondo, mi corazónanhelaba esas muestras de afecto que se daban y yo sentía que se hacía trizascon cada risa que se oía. No sabía por qué, no lo comprendía, quizás en otrotiempo lo habría encontrado normal, pero ahora me dolía esa felicidad, nuncallegaría a sentirla en mi pálida piel, me sentía la persona más sola ymiserable del mundo y al final acababa sintiendo una envidia irracional que noera propia de mí.
¡¡¡Maldita sea, malditosellos, malditas fiestas!!! grité en mi cabeza con desesperación afligiéndomecada vez más en la silla del Gran Comedor.
No había probado bocado algunoen este descomunal almuerzo de Navidad.
Me veía desde fuera como un muñecosin vida encogido en su silla rodeado de gente radiante y feliz, los cuales sehartaban de comer hasta quedar extasiados. Me levanté con decisión antes decasi caer al suelo por la desilusión que sentía y salí de allí con cara defastidio, algo normal en mí, pero ese día era especial. Por lo menos sabía quehabía alguien que lo pasaba igual de mal que yo, Severus Snape, el jefe de mi casa Slytherin.Tenía incluso la cara más asqueada aún que de costumbre por todo lo que lerodeaba. Su alma era el espejo de la mía en estas fechas. Ninguno habíamosconocido el amor y el cariño.
Vagabundeé por los pasilloscon pena e ira cargada sobre mis hombros hasta llegar a la puerta de la salacomún, dando la contraseña con palabras secas y sin sentimiento. Al entrar, metiré en un gran sofá de tela aterciopelada de color verde que estaba situadofrente a una gran chimenea que invitaba a caldearse junto a ella, intentandorelajarme de todas esas tonterías y felicidad.
Ya había abierto mis regalos ycomo siempre había recibido presentes caros pero sin valor por parte de misfamiliares, por ejemplo, un reloj de oro nuevo y un anillo con el emblema deSlytherin sobresaliendo como si fuera un gran diamante. Me los había puestopara que todos pudieran verlo y alabarme, pero ni siquiera las muestras deadmiración habituales llenaban el vacío de afecto que sentía.
Me retorcía en el sofácambiando el cruce de mis piernas, la derecha encima de la izquierda yviceversa sin poder sacarme de la mente las caras felices de esos días, peropensamientos oscuros me invadían por minutos.
Tus padres no te quieren,Draco me repetía una incesante voz en mi cabeza. La sacudí intentandoalejar esa frase pero me fue imposible y siguió martirizándome.
En verdad, nadie tequiere, ni te aprecia. Mira a esos Weasley, no tendrán dinero, posesiones oriquezas pero se tienen los unos a los otros, emanan amor por todos sus poros
¡Ya basta! gritéencolerizado cortando en seco la molesta voz y levantándome de un salto delsofá con los puños cerrados y apretados fuertemente a mis costados.
Un ruido como de algo que secaía hizo que girara mi cabeza sobresaltado y clavara mi sórdida mirada en lapuerta de la sala común. Contemplé de arriba abajo a los estúpidos de misgorilas en la puerta que me miraban como atontados.
¡¿Qué ocurre?! les espetécasi con odio viendo como Goyle recogía la caja de bombones que se le habíacaído hacia un minuto. ¿Es que nadie podía dejarme ese maldito día en paz?
Draco, nosotros solo
soloveníamos a ver qué tal estabas Crabbe miraba al suelo rehusando mi mirada ysonrosándose un poco en las mejillas. Parecía que le costaba soltar laspalabras y cuando continuó hablando fue rápido y conciso. Veníamos a hacerteun poco de compañía, sabemos que no te gustan estas fiestas y pensamos que tevendría bien descargar un poco tu ira y reírnos juntos de los demás, de los quese lo pasan bien.
Abrí mis ojos desmesuradamentepor el asombro de lo que acababa de oír, me había dejado atónito. ¿Cómo sabíaque me sentía tan mal en estas fechas? Deduje que debajo de esas pintas deidiotas eran más suspicaces de lo que nunca creí. Goyle me estaba mirandofijamente, no había abierto la boca en ningún momento pero con sus ojos lodecía todo, estaba intentando infundirme alegría y optimismo, y Crabbe habíalevantado por fin su cabeza regordeta y sonrojada para hacerme frente.
¡Vaya dos idiotas!, pero queoportunos habían sido. Mi corazón latió rápidamente haciendo que me sintieramucho mejor, que me sintiera feliz de que dos personas que creía que soloestaban a mi lado por conveniencia, al final estaban preocupadas por missentimientos. Comenzó a aflorar de nuevo la sonrisa que antaño se dibujaba enmi rostro infantil. Les hice una seña para que se acercaran sin borrar nidisimular esa felicidad que me estaba embargando por momentos. Obedecierontímidamente sentándose cada uno a un lado en el sillón del que me habíalevantado bruscamente. Quedé un poco apretado en medio, pero no me importó.
¿Quieres? me ofreció Crabbetendiéndome una pequeña caja abierta de grageas de todos los sabores volviendoa mostrar su faceta tímida. Tomé una dándole las gracias en un susurro y lametí en mi boca.
¡Puaj! la escupírápidamente, arqueándome hacia adelante y poniendo cara de asco. Cayó al pisotoda babeada Sabía a mocos.
Hubo un pequeño silencio en elque nos miramos y luego comenzamos a reírnos a carcajadas. Pasamos la tarde ycasi la mitad de la noche comiendo golosinas que les habían regalado susfamiliares, criticando a todos los que quisimos y sobre todo disfrutando,disfrutando del momento. Fue el día más extraño de toda mi vida y ahora sísabía y sentía que todo podían ser risas y felicidad cuando llega Navidad.
FIN DEL CAPITULO
Draco´s Christmas - Potterfics, tu versión de la historia
Cuando llega Navidad no todo son risas y alegría, por lo menos por mi parte. Enmi familia no se estilan esas 'ñoñerías' como lo llamansiempre que llegan es
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2023-02-27
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