-Hola
¿Cómo estas?
eh
soy Lily
y
- pensó una milésima de segundo-y te odio maldito- susurraba la muchacha como algo que debía memorizar mientras tomaba el autobús rumbo a su hogar.- No puedo ser taan falsa, no puedo hacerlo, no puedo
- decía mientras rememoraba lo que había dicho. Llevaba el cabello en una trenza, un buzo desgastado y algo sucio y un libro contra su pecho. Veía pasar los árboles a través de la ventana junto a ella y la noche caer. Algo, pensativa, abrió el libro y con sus dedos acarició el nombre escrito en una esquina de la primera hoja como si aquel a quien quería estuviera cerca de ella y acariciara su mejilla. Cerró el libro con fuerza y no lo volvió a abrir. Al llegar a su parada se bajó de un salto del ómnibus y caminó los metros que la separaban de su casa.
- Mamá- gritó algo molesta, otra vez la habían dejado afuera.- Mamá- gritó desesperada pero nadie le respondía por lo que tuvo que esperar en la puerta hasta que sus padres llegaran. Suspiró completamente exhausta y se llevó las manos al rostro. Así permaneció cerca de diez minutos hasta que una voz la despertó de su letargo.
- ¿Estás bien?-
- Sí
- al levantar la vista no creía lo que veían sus ojos.- ¿Qué haces aquí Potter?
- Ehh
salí a caminar.
- Ahh
está bien.
- ¿Y tu que haces aquí?
- Es mi casa- exclamó hostil.
- Lo se linda, ¿pero qué haces afuera?
- Quería tomar un poco de aire- dijo irónica.
- Veo que no tienes ganas de hablar y mi padre me dijo: "Aléjate de una mujer cansada" y en especial si se llama Lily- agregó en un murmullo- así que adiós - y se levantó de golpe.
- No- lo interrumpió con un tono distinto de voz y levantando su brazo.- digo, quédate, no te estoy echando.
James la miró incrédulo pero vio en sus bellos ojos que era sincera y tomó asiento a su lado. Mientras el jugaba con sus manos, ella veía en la dirección contraria con el estúpido libro contra su pecho.
- ¿Y de donde vienes?- inquirió él intentando romper el hielo.
- De la casa de una amiga
Tú ¿Hacia donde ibas?
- Hacia ti- y le dedicó una bella sonrisa con la cual Lily no pudo impedir sonrojarse pero para evitar que la viera corrió su rostro hacia el lado opuesto.
- Falta poco para nuestro último año en Hogwarts
- musitó ella con melancolía. James volteó a verla, algo extrañado, sus ojos verdes brillaban tras aquella maraña de cabellos pelirrojos que caían desordenados en su frente y sus labios parecían temblar
¿Iba a llorar? James sintió algo en su corazón, quería consolarla y levantó su brazo pero ella se movió inconcientemente en aquel preciso instante y lo arruinó todo.
- Sí
- Es extraño, pero hace tiempo deseaba terminar, ya no quería ir más
- dijo a lo que el joven se estremeció.
- ¿Y ahora qué?- preguntó.
- Ahora
es distinto- por primera vez le había dedicado la mirada más hermosa que James podría haber visto en su vida, era tan bonita, bondadosa y dulce cuando quería que se olvidó por un momento lo obstinada, malhumorada y contradictoria que siempre era con él.
- Ejem- exhaló una mujer a unos pasos de ellos. Era tan pelirroja como su hija y sus ojos eran igual de verdes, aunque su nariz era más prominente y su cuello largo y delgado como el de un cisne.
- Hola mamá- exclamó apresurada Lily poniéndose de pie y cubriendo a James con su cuerpo.
- Hola hija- respondió intentando ver a James que se puso de pie al oir el "mamá"- ¿No me vas a presentar al apuesto muchacho?- preguntó severa a la joven.
- Ehh
si, si
es Jj
- había comenzado a tartamudear.
- Jenny- agregó él.
- Sí, Jenny
P
-
Proud- le susurró entre risas.
- Jenny Proud- exclamó alegre la muchacha pero al percatarse de lo que había dicho ya su madre y James reían a carcajadas.
- ¿Dónde tienes esa cabeza, mi niña?- preguntaba la señora divertida- por favor has pasar a "Jenny" hija- dijo entre risas- y ofrécele algo de beber o comer. ¿Cuál es tu nombre querido?
- James Potter pero no, gracias es que
- Insisto James, entra que preparare un rico pollo al horno- exclamó la mujer y entró al hogar sin oportunidad a una réplica, con algunas bolsas de mandados seguida de su hija que iba cabizbaja y James que se sentía completamente feliz.
El joven conversó mucho con Marie, la madre de Lily pero esta se sentía algo apenada y aturdida y aquello lo notó casi al instante. Al llegar la cena, James se marchó.
- Gracias, otra vez será- saludó a madre e hija desde lejos y se marchó corriendo hacia su hogar.
Marie asintió con la cabeza muy segura. Lily continuaba observando el lugar en el que el joven Potter había desaparecido.
- Es un buen muchacho.
- Sí tú supieras mamá
- Sabes que nunca me equivocó hija, ese chico lo vale- y le guiñó un ojo a la joven antes de volver adentro, dejándola aun más confundida. Con sus pensamientos navegando desordenadamente sobre su mente y la extraña bendición de su madre para una relación que "todavía" no existía, se quedó dormida. Habían pasado solo algunas horas, cuando
- LILY- gritaba alguien desde algún lugar, la joven saltó asustada de su cama y se llevó una mano a la cabeza.- LILY- repitió.
Ella se movió con cautela, tomo la varita e iluminó su reloj, luego de ver la hora, bufó enojada y con la varita en alto como si fuera una antorcha caminó hacia la ventana. Espió entre las cortinas casi transparentes y casi se cae al observar a James abajo, de pie, con una tímida sonrisa poco típica de él y con una mano en alto.
- ¿Estás enfermo? ¿Sabes qué hora es?- le susurró totalmente colérica a la vez que lo miraba atentamente.
- Sí, pero estamos de vacaciones y no tenía sueño.
- Estás loco y vienes a molestarme
- volvía a entrar cuando la detuvo.
- Ehh
¿Puedo hablar contigo?
- ¿Conmigo?-preguntó sorprendida.
- Sí.
- ¿Y por qué conmigo y no con Black?
- Es que
no quiero, no es con quien debo hablar.
- Bueno
habla.
- No así, ven aquí.
- Oh, no, no, NO.
- ¿Por qué eres tan desconfiada?
- Porque te conozco.
- Pero quiero demostrarte lo equivocada que estas, solo dame una oportunidad.
Lily frunció el ceño, meditó unos segundos y observó su rostro, sus ojos brillaban aun en la oscuridad de la noche y su cabello azabache tan perfectamente alborotado, su vestimenta tan rebelde y varonil la hizo flaquear por un momento pero principalmente aquella última frase que había salido de sus labios.
- De acuerdo- musitó difícilmente aunque su subconsciente le decía que se alejara lo más rápido del arrogante y mujeriego Potter pues nunca cambiaría.
No había nadie tan terco como Lily Evans pero James Potter era un tanto más, era tedioso y podía con cualquiera y pese a que la pelirroja se había propuesto nunca caer en sus redes de amor desde el primer año, James poco a poco la estaba atrapando y ella apenas se daba cuenta o intentaba no darse cuenta y dejarse llevar. Ya era el último año, dentro de un mes, empezarían el 7º año en Hogwarts y James ya no tenía más recursos. Había hecho hasta lo imposible el año anterior, buscando que ella lo mirara, estaba más aplicado, habían sido nominados a Premio Anual y estaba menos molesto, pero ella parecía tenerle miedo.
- Olvídate de ella, es una loca, ¿Viste lo que me hizo?- había dicho en una ocasión Sirius en la enfermería mientras Madame Pomfrey intentaba quitarle la nata súper potenciada de leche de entre sus cabellos.
James rió ante este recuerdo mientras Lily abría la puerta de su casa, de brazos cruzados sosteniendo la campera de hilo que llevaba puesta y la varita entre sus dedos. El continuaba sonriendo pero ella tenía unas ojeras enormes.
- Habla.
- Vamos a la plaza.- exclamó seguido por la joven.
Lily suspiró exhausta o avergonzada, James se encontraba igual.
- Quiero pedirte perdón.- dijo rápidamente echándole un vistazo por el rabillo del ojo.- por todo lo que fui en estos años, ya no se
que hacer Lily- y abatido se llevó una mano al rostro.
Lily sintió algo de pena por él y muy culpable principalmente. Tomó aire y evitó llorar.
- Yo
- ¿Me quieres Lily?, ¿Sientes algo por mi?- inquirió James observándola fijamente.
La joven sintió como su corazón latía a una velocidad increíble. Abrió sus ojos de par en par. Era el momento de la verdad, ya no podía evadirlo más. Algo nerviosa se puso de pie y se tomó las manos con nerviosismo, el muchacho imitó su accionar y tomó sus manos, intentando calmarla.
- Es tan sencillo lo que te pregunto linda, ¿Me quieres?- volvió a repetir casi en un susurro y con su voz más dulce.
- Yo
yo
- en aquel preciso instante observó solo estrellas blancas frente a sus ojos y la imagen de James se hizo cada vez más borrosa hasta que se desmayó en sus brazos.
- Lily, Lily- la llamaba el muchacho algo desesperado. La joven abrió los ojos de repente y se encontró con el rostro de James muy cerca al suyo. - Al fin, debo decirte que roncas princesa- había dicho con una sonrisa seductora a la vez que ayudaba a la joven a componerse ya que se encontraba recostada en un banco.- Buen susto fue el que me hiciste dar.
Ambos muchachos se detuvieron a contemplarse con dulzura, en silencio.
- Me debo ir- estaban tan cerca que la joven sentía la respiración del muchacho, ambos frotaban su narices con suavidad.
- Yo
de acuerdo- espetó a la vez que se separaba de ella en contra de sus impulsos bastante apesadumbrado.
Lily comenzó a caminar, y cada paso que daba era un centenar de lágrimas que regaban la tierra árida, temía girar a ver su rostro por última vez, sabía que no podría contenerse si lo hacía. Subió rápidamente las escaleras hacia su habitación ignorando el rostro de desconcierto de su padre, que al verla entrar golpeó la puerta de su habitación cerrada.
- Estoy bien papá.- decía la pelirroja intentando controlar su voz.
- ¿Qué hacías afuera tan tarde?- preguntó el hombre preocupado.
- Nada, ya déjame papá.- y el hombre obedeció aunque a los minutos regresó con una silla que instaló junto a la puerta del dormitorio de la menor de sus hijas, temiendo quizás que cometiera alguna locura de la cual se arrepentiría y así se quedó dormido. Lily, sin embargo, permaneció despierta hasta muy tarde y cuando el sol comenzaba a despertarse entre la frondosidad del bosque a lo lejos, ella cerraba sus ojos entregándose al sueño. Durmió pacíficamente un par de horas, hasta que un golpe la despertó de su letargo. Se levantó todavía con el rostro húmedo y se dirigió para abrir la puerta. Un ramo de flores sostenido por un joven que no dejaba ver su rostro. Lily corrió las hojas y violetas que llenaban el ramo, hasta que se encontró con un rostro que no esperaba hallarse.
- ¡Marcus!- gritó desesperada, al ver a ese amigo de la infancia, a ese niño con el que solía jugar en sus primeros años de vida, materializado en un apuesto hombre, delgado, de mediana altura, con una brillante sonrisa en su rostro juvenil. Lily se echó a sus brazos mientras el sorprendido muchacho arrojaba el ramo a sus pies.
- ¿Qué ocurre Lily?- la pelirroja había intentado contener su llanto pero estalló en un mar de lágrimas contra el pecho de su gran amigo casi sin darse cuenta.
- Vamos amigo.
-Ya basta Canuto- decía el muchacho con su voz atenuada por la almohada que cubría su rostro.
- ¿Qué le sucede?- irrumpió Remus como si recién se hubiera despertado, cabello revuelto con estilo y un pantalón y remera gris holgada.
- La pelirroja lo rebotó
otra vez
- Y van
- Ya basta- exclamó con firmeza James mientras se componía lentamente y se colocaba sus anteojos malhumorado.- ¿Qué quieren?
- Vamos a salir con unas "meninas"- dijo Sirius radiante acentuando la ultima palabra como si hablara en portugués.
- Y tu nos acompañarás- acotó Remus de igual manera.
- Ya púdranse- y se puso de pie.
- ¡Oye!, ¿Qué te pasa amigo? ¡¿Cuántas veces te dije que esa chica esta mas loca que una cabra?!
- Ejem- Intentaba interrumpir Remus.
- ¡¿Cuantas veces te dije que no la insultes frente mío?!
- Pero si es una fría maniática
si pudiera tan solo vengarme de todas las que me hizo
-decía gruñendo para sí.
- Te lo advertí- En ese preciso momento ambos hechiceros levantaron sus varitas. Remus ya estaba harto de aquellas peleas matutinas y de intentar ser el mediador, sabía que era inútil pues nunca arrojaban hechizos hacia el otro por lo que últimamente le quedaba por ignorarlas, se echaba en un sillón con las piernas sobre el respaldo y cerraba los ojos con las manos sobre su pecho y los auriculares muggles en sus oídos, la música lo trasladaba a un mundo muy distante al cual habitaba.
Sirius era un galán, ninguna chica se le resistía a sus encantos, incluidas las más difíciles, pero Lily era la excepción, y sencillamente detestaba su carácter podrido y el ceño fruncido que les dedicaba casi siempre que se los cruzaba. La consideraba una impertinente, que se creía muy por encima del resto del mundo y eso le traía mala espina más cuando él mismo provenía de una familia tan elitista y superficial, que siempre caminaba con la nariz muy arriba observando de reojo a todo el mundo aunque verdaderamente el carácter de Lily distaba mucho del de aquellos, solía transmitir esa imagen prepotente.
Remus se quitó los auriculares cuando un estrépito traspasó sus oídos. Se compuso a la velocidad de un rayo, ambos jóvenes se había arrojado unos hechizos bastantes fuertes aunque no tanto para matarse mutuamente y los dos habían terminado estrellados en paredes opuestas de la habitación.
- ¡Qué demonios!- gritaba Remus bastante aturdido.
La puerta se abrió dejando ver a una mujer ya entrada en años con un delantal rojo fuego, un cabello oscuro bastante canoso y unos finísimos anteojos que brillaban aun entre la humareda de la explosión.
- ¡JAMES POTTER!-
- Yo no hice nada- decía el susodicho con la voz amortiguada y aun arrojado en el piso.
- Los espero a los dos en la sala y tú también Remus.
- Pero YO fui el que no hice nada señora.
- Sin excusas.
- Maldición- exclamó Remus una vez que Dorea Potter hubo abandonado la habitación.
Los tres amigos sin mediar palabra alguna bajaron a la sala de estar, James sin sus anteojos que habían salido despedidos en el aire y con bastante hollín en sus cabellos, al igual que Sirius quien tenía una quemadura importante en una de las mangas de su campera.
Dorea, viuda desde hacía cerca de dos años, aguardaba en un sillón bastante severa, una expresión que no cuadraba muy bien en su rostro jovial pero últimamente en extremo delgado y muy pálido.
- Mamita
- había dicho James al besar la mejilla de su madre como si todavía fuera un pequeño niño buscando evitar alguna reprimenda.
- Siéntate y ustedes también.
Los chicos obedecieron sin chistar. Cada uno ocupando una silla.
- Ya estoy cansada de sus peleas.
- Pero señora
- había comenzado Sirius.
- Se callan. Se van a buscar una ocupación por estos dos meses de vacaciones.
- ¡¿Trabajar?!- preguntó incrédulo James como si le hablaran en mandarín.
- Sí, trabajar. Ahora se levantan y se van a conseguir algún empleo que ya bastante huevones y con perdon de la palabra, están para que ande detrás de ustedes. Ya estoy vieja y enferma- y cerró los ojos intentando tragarse su dolor. Su hijo la observaba con profunda congoja.- y no puedo seguir siendo quien apaña sus travesuras, deben madurar.
Mientras los tres subían las escaleras, Remus parecía reírse muy para sí, aunque no logró disimularlo muy bien, cosa que James se percató.
- Tú nos acompañarás lobito.
- ¿Yo? Oh no.
- Oh sí, nos debes unas cuantas, así que mas te vale que nos acompañes sino quieres que tomemos represalias Remusin.- exclamó con una sonrisa Sirius mientras palmeaba la espalda del desilusionado merodeador.
Ya de noche desde pequeños, los cuatro acostumbraban permanecer despiertos hasta muy tarde en sus respectivas camas, y aun cuando Peter se hubo distanciado un poco de ellos mantenían esa costumbre y charlaban de cualquier tema, bromeaban, hablaban de chicas y hasta se animaban a hablar seriamente de su futuro aunque luego terminaban mofándose de sus ocurrencias.
- ¿En donde trabajaremos?
- No lo se, yo quisiera en el Ministerio.
- Pero de barrendero- agregó Sirius ante la idea de James.
- De Auror- exclamó el otro ignorándolo.
- Pero primero tendremos que terminar el colegio, cualquier trabajo en el mundo mágico requiere de estudios, solo si trabajáramos en el Callejón. - dijo Remus intentando imaginarse de mesero en el Caldero Chorreante, solo imaginárselo le causaba escalofríos.
- Pero no puedo- había dicho James con seriedad- mi madre esta sola y enferma, no quisiera irme tan lejos, me gustaría acompañarla antes de volver a la escuela.
- Adhiero a lo que él dijo- había dicho Sirius, quien sentía por Dorea el mismo afecto que sentía su hijo por ella.
- Bien, entonces habrá que buscar un trabajo aquí. ¿Chicos?- fue en vano los dos habían quedado dormidos nuevamente y roncaban sonoramente muy a su pesar. Remus intento inútilmente conciliar el sueño mientras navegaba por su mente la idea de tener que despertarse al otro día y salir a buscar trabajo muggle como cualquier otro mortal. En cambio James soñaba con la posibilidad distante que Lily se fijara en el minimamente una vez que tuviera una ocupación decente (además de solo burlarse de los demás y conquistar chicas al azar claro), corría en él la remota esperanza de que ella tomara sus palabras de amor en serio solo por esta vez, solo una vez.
- ¿Qué haces aquí Marcus?- preguntó Lily una vez que se hubo despegado del muchacho de pie tras su puerta y mientras se secaba unas lágrimas rebeldes que corrían por sus mejillas.
- Vine de pasear dragones en Corea, pasaba por aquí y
- ¡Oh! ¡Que lindo es verte!- exclamó con una sonrisa ante el joven quien de a poco se le llenaban las mejillas de rubor. Ella se percató lentamente de que llevaba su pijama puesto y avergonzada cerró la puerta en sus narices y corrió a vestirse con premura mientras el extrañado joven esperaba pacientemente.
- ¡Listo!- gritó bastante satisfecha con lo que tenía puesto, una vez fuera de la habitación.
Ambos tomaron asiento en un banco que había en el pasillo que comunicaba a las habitaciones contra una de las paredes.
Lily y Marcus se reían, felices pero sin decir palabra alguna, se analizaban con la mirada después de todos aquellos años sin verse.
- ¿Cómo has estado "Mark"? - interrogó Lily radiante luego de unos interminables segundos.
- Pues estuve viajando por el mundo, participe en torneos de dragones, fue impresionante- decía el muchacho mientras la joven notaba aquel brillo particular en sus ojos repletos de orgullo.- Gané uno, y fue el mejor momento de mi vida.
- Me alegro por ti, en serio.
- Gracias, luego volví porque mi tía esta enferma
y quise verte.
- ¿Tu tía? Creía que
- preguntó Lily ignorando las últimas palabras.
- Sí, es decir la tía de mi padrastro, ya fallecido.
- Ah
- Pero siempre le tuve mucho cariño, una gran mujer.
- Y dime, ¿como andas con tus novias?- inquirió Lily con picardia.
- Mis novias- repitió como si tratara de recordar algo sin mirarla- Mis novias
no, no tengo.- y giró su cabeza hacia ella como esperando que dijera algo luego de esto. Unos segundos después- ¿Tu, como has estado?
- Yo
bien
es decir, este año es el último
- Felicidades.
- Gracias- respondió algo apesadumbrada.
- ¿Y qué piensas seguir después?, yo tengo un puesto vacante de domadora de dragones
- No, gracias, pero no- respondió mientras se ruborizaba inconcientemente y prorrumpía con una pequeña carcajada- pensaba ser periodista, o trabajar en el ministerio.
- FIUU, muy bueno. ¿De novios?- preguntó velozmente.
- ¿Novios?- repitió ella como él lo hubo hecho. Solo una persona se le cruzó por la mente ante aquella palabra pero la sangre se le iba a la cabeza e iba a estallar de ira contenida sino se controlaba- No tengo, y estoy muy feliz sola- exclamó ella intentando dibujar una sonrisa en su rostro.
- Pues
- comenzó el otro con algo de desaliento- siempre habrá alguna esperanza
-sonrió y ella quien no supo por qué motivo, le devolvió la sonrisa.
- ¡Chicos! ¡A comer!- gritaba Marie desde abajo interrumpiendo aquel extraño momento de intimidad.
Los amigos se pusieron de pie y bajaron las escaleras hacia el comedor mientras conversaban trivialidades.
- Cuídate de Tuney, esta muyy sensible hacia los hechiceros.
- ¿Sensible?
- Los odia.
- ¿Y a ti?
- No se- exclamó encogiéndose de hombros.- Pero ella y su novio- y giró los ojos al pronunciarlo- se la pasan insultando a los magos, siempre.
- ¿Cómo puedes soportarlos?
- Ya me acostumbre, yo la quiero pese a todo, es buena
cuando se lo propone.
Una vez sentados en la larga mesa, hizo su aparición "Tuney" como solía decirle Lily. Petunia entró con su novio desde hacia unos meses aunque llevaban tanto tiempo uno al lado del otro, que parecían que ya estaban casados y todo. Petunia algo antipática, levantó su mano, saludando de lejos a Marcus, el joven asintió devolviéndole el saludo, Vernon ni amagó a acercarse.
- Vernon, Marcus, Marcus, Vernon mi novio- exclamó sin ánimos Petunia y tomando asiento, acción que imitó su pareja acompañado por las palabras de Mark.
- ¿Qué tal?
- No te molestes por ser educado con ellos- le susurró Lily al notar que su amigo se había quedado desconcertado por la falta de decoro de aquellos dos.- Son
así.
- ¡Bienvenido Mark!- gritó interrumpiendo un hombre muy bien parecido, mucho más alto que su mujer, de cabello castaño oscuro, cejas pobladas y ojos azules como el mar del caribe. El señor Evans, Harry Evans, era un hombre muy simpático, adoraba todo lo que comprendía la magia, era escritor, inventaba historias, teniendo a su hija menor como principal fuente de inspiración para sus cuentos fantásticos.
- Hola señor- exclamó el otro extendiendo su brazo.
El almuerzo fue muy llevadero para Mark pese a las miradas de desagrado que la pareja de jóvenes sentada al otro lado de la mesa les dedicaba.
- Todo estuvo delicioso señora Evans.
- Gracias querido.
- Hoy saldremos a pescar Mark, ¿Quieres venir?- preguntó el señor mientras acaba su consabida taza de café.
- ¿A pescar?, yo eh
- Hay que despejar un poco la mente muchacho, Lily lo necesita.
- ¿Yo?- exclamó indignada la susodicha mientras se ruborizaba de la vergüenza.
- Sí, tu- dijo su progenitor con seriedad.- Tendremos que hablar de tu salida de ayer.
- ¿Salida?- repitió su madre alarmada- no me has dicho nada hija.
- Es que
- Sí, yo la escuché llorar- habló maliciosamente Petunia.
- ¡Ya basta!- gritó Lily bastante furiosa, golpeando con una mano la mesa.- Solo fue una estupidez, no va a volver a pasar- dijo recuperando la compostura.
- Seguramente fue por el señor Proud.- volvió a hablar su hermana llevándose una galleta a la boca.
- ¿El señor Proud?- preguntó intrigado Marcus- ¿Quién es Lily?
- ¡Mamá! ¡¿Le has dicho?!
- Lo siento hija pero no veo nada de malo.
- agrggr- gruñó la joven pelirroja- vamonos Mark, quiero tomar un poco de aire.
Los dos abandonaron la sala acompañados por las voces de la señora Evans y de Petunia, quienes seguían conversando animadamente sobre el tal "Proud".
Lily y Mark tomaron asiento en una reposeras del jardín, uno junto al otro. La muchacha estaba exhausta y tenía una gran congoja, Marcus lo notó casi al instante y exclamó:
- Si aquel Proud te hizo daño, dímelo y llevaré a uno de mis dragones para que se lo coma.
Lily volteó su cabeza extrañada y le dedicó una humilde sonrisa.
- No te preocupes Mark, ya me ocupe de él, no me va a volver a lastimar.
- Ejem- carraspeo un poco el joven- yo solo quería
esta bien. ¿Vamos a pescar?
- Eh
- Perdónalos solo quieren lo mejor para ti.
- Si, es que a veces
ufff
son algo
tediosos, ¿sabes?
- Sí que lo se, ¿Recuerdas cuando tenías 5 y habíamos ido a la pileta?- exclamó el otro intentando cambiar de tema mientras reía.
- ¿Cómo me voy a olvidar?, hacíamos carreras, hacía poco que habíamos notado algo sobrenatural en nosotros, recuerdo que inconcientemente habías arrojado un hechizo y habías provocado que el flotador de mi hermana se convirtiera en una verdadera orca y casi ahogaste a Tuney.
- Sí
- Fue muy gracioso, viejos tiempos
- y suspiró resignada.
Así permanecieron un largo rato conversando animadamente de aquellos tiempos en los que apenas eran unos traviesos infantes, Lily se dejó llevar por la charla, nunca se había reído tanto en mucho tiempo, y la pesca se postergó para otro día. Estaba feliz y sin darse cuenta borró aquel recuerdo apodado "Proud" por unos momentos.
- Mañana deberé visitar a mi tía- había dicho Mark a Lily ya muy tarde en la cocina mientras la señora de la casa acomodaba un cuarto para él.
- Envíale saludos, espero un día conocerla.
- No faltará la oportunidad.
- Sí
- ¿Quieres salir el sábado?- inquirió el joven repentinamente.
- ¿Salir?
- Sí, al cine o a comer
como quieras.
- Es que
- De acuerdo, no importa
- Sí, sí
quiero.
- Perfecto, pasaré a buscarte... ¿a las tres?.
- Claro.
- Bien, bueno me voy a dormir
Buenas noches pelirroja
- Buenas noches Mark- y ambos se besaron en las mejillas.
Permaneció unos segundos en la cocina, sola, mientras el muchacho se dirigía a su habitación. Se sentía muy confundida. Pero ¿por qué?, solo era su amigo, solo su viejo amigo...
James había tomado su campera y había salido muy temprano ese día, sin siquiera avisarle a sus amigos. Camino con las manos en los bolsillos de su pantalón desgastado, por las calles de Londres. Un grupo de jovencitas que parecían llegar de una fiesta le sonrieron picaronamente pero él no estaba de ánimos. Más allá había un hombre que bajaba con sus manos un gran ropero de un camión, alguien se estaba mudando. No odiaba a los muggles ni mucho menos, es más, odiaba a las personas que los atormentaban pero no podía entender la clase de trabajos que realizaban, el esfuerzo que hacían, sin usar nada de magia "todo a pulmón" como diría Sirius. Recién comenzaba a amanecer, muy poca gente transitaba por la calle aquella madrugada, el moreno seguía su trayecto hasta que se detuvo de repente, y una idea estupida se le cruzó por la cabeza al ver a una mujer bajar de un taxi. Sí, ya se que no es nada extraño, pero a James le despertó unas ganas ocultas y sinceras de conducir aquellos vehículos. Era un gran jugador de Quidditch, por lo que quería ser también un as al volante pese a que nunca en su vida se le había ocurrido sentarse en un auto. Volvió por el mismo camino, un poco más aliviado, dispuesto a decirles a sus compinches su idea, cuando al arribar a la verja de su inmensa casona se encontró con un muchacho que parecía recién haber llegado. Miraba la casona atentamente, maravillado y llevaba en una de sus manos una gran maleta. James desconfió un poco, nunca lo había visto en su vida, por lo que instintivamente comenzó a sacar la varita del bolsillo de su campera.
- ¡Oye, tú!- gritó. El muchacho de cabello color arena y transparente mirada, dio la media vuelta.
- ¿Qué buscas?- preguntó de mal modo el dueño de casa.
- ¿Vives aquí?- preguntó el otro a la vez que le dedicaba otra mirada fugaz a la casona.
- Sí, ¿Vienes a robar? Porque convicto, te juro que te haré tragar tus palabras- exclamó tranquilamente James pero bastante impaciente.
El otro lo miró sorprendido.
- Oye hermano yo no soy ningún ladrón.
- Todos vienen con el mismo cuento.
- Solo vine a ver a mi tía.
- Sí, claro
¿tu tía?- preguntó algo confundido.
- Sí, Dorea Potter, ¿Está?
- Eh
sí, es mi madre, soy James Potter- dijo todavía confundido extendiendo una mano que el otro ignoró- Lo lam
- Marcus- lo interrumpió el otro conservando la compostura, sin inmutarse- soy Marcus Taylor Black. Ahora déjame pasar.
"¿Un Black?, ¿Mi madre, un sobrino?" "Ja, justito a mi me vienes a dar ordenes, no sabes con quien te metes pollito".
- ¿Cómo se que no me mientes?
- Maldición, llámala y ella me reconocerá.
- No, lo siento pero te vas a quedar afuera hasta que le pregunte a mi madre. - dijo como todo "niño bueno" (^^).
- Si es lo que quieres, de acuerdo.
- Bien, enseguida regreso- James inocentemente pasó por la puerta de rejas y una sonrisa burlona se dibujo en su rostro. "Maldito imbécil, vas a esperar un largo rato", decía para sí mientras silbaba tranquilamente y pasaba entre los arbustos que circundaban su mansión.
Todos continuaban durmiendo y él aprovechó la situación para regresar a su cama y seguir pegándole al ojo hasta muy tarde. Vestido y todo, se tiró en su cama y se cubrió con la almohada la cabeza.
Tuvo extraños sueños en muy pocas horas. Algunos muy nítidos como el rostro de la pelirroja que lo tenía loco o el de su difunto padre y otros más difusos como la cara de un muchacho de pelo color arena y ojos transparentes que esperaba fuera de su casa.
- CORNAMEEEENTTAAAAA- gritaba Sirius con todo lo que sus pulmones podían arrastrando las letras. Había empezado a zamarrearlo con vehemencia, James cada vez estaba más hundido en su almohada.
- ¿QUÉ MIERDA QUIERES CANUTO?-
El otro no le respondía y continuaba moviéndolo. James totalmente furioso pegó una patada al aire que sin darse cuenta golpeó de lleno en el rostro de Remus. Sirius había comenzado a reírse con ganas mientras su amigo se tomaba el rostro adolorido e insultaba para James y Sirius. Cornamenta, se compuso todavía molesto.
- Perdón Lunático.
- Claro, claro, "perdón Lunático"
- gruñía el susodicho mientras salía rumbo al baño con la cabeza en alto para no manchar su camino de sangre.
- ¡VAMOS A BUSCAR TRABAJO! - había exclamado Sirius bastante animado e irónico, a la vez que le tiraba las zapatillas por la cabeza.
James sin embargo, con tranquilidad se colocaba los anteojos que había dejado en la mesita de luz.
- Siento cortarte tus ánimos amigo, pero el Gran Cornamenta ya terminó su búsqueda.
- ¿Qué dices?- exclamó el otro tomando asiento a la orilla de su cama.
- Ya se de que voy a trabajar: Chofer.
- ¡¿Qué?!- atinó a decir el muchacho a la vez que prorrumpía en sonoras carcajadas. - ¡PERO SI NO SABES MANEJAR!
- ¡Ey! Me estas asustando ya te pareces a Colagusano, para un merodeador nada es imposible.
Sirius frunció el ceño algo enfadado.
- Eso tenlo por seguro hermano. ¿Y cuándo empezamos?
- Lo antes posible, quiero mostrarle a Lily que cambié.
- Aunque dudo que nos dejen transitar por la calle con un vehículo cuando ni siquiera tenemos licencia.
- ¡Otra vez!, me extraña Hocicos, ya te lo dije miles de veces, para un merodeador nada es imposible.- y le dedicó una sonrisa cómplice.
James se vistió un poco más decentemente y Sirius salió del baño como todo un actor en una entrega de premios. Remus ya estaba desayunando con una gran gasa en su nariz. Estaba leyendo "El Profeta" con sumo interés y apenas levantó la cabeza al ver bajar a sus amigos. James y Sirius tomaron asiento todavía bastante adormilados, por lo que no se habían percatado que en la puerta de la casa, del lado de afuera había otro chico.
- Oh
¡Maldición!- bufó Cornamenta al ver a Marcus hablar con su madre bastante furioso.
- ¿Quién es el payaso?- exclamó Sirius dispuesto a hacerle la vida imposible al recién llegado.
- Primo tuyo, que se yo, se apellida Black y dice que es sobrino de mi madre.- espetó como quien no quiere la cosa.
- ¿Black?- repitió algo extrañado Sirius rascándose la barbilla como si le costara recordar algo.
- Taylor Black. "Marcus"- dijo con sorna imitando el tonito de la voz del otro mientras se llenaba la boca de tostadas.
- No, no, no hay ninguno en mi familia, ¡y si que me se el condenado árbol de memoria!
- Entonces es un estupido chantajista que intenta sacar provecho de mi ingenua madre.- dijo algo melodramático James.
- Oye, no la subestimes, debe conocerlo.- exclamó Remus mientras se volteaba a ver a los dos que continuaban hablando fuera.
De repente Dorea volteó su cabeza hacia los muchachos con una mirada asesina en su rostro.
- ¡Oh, maldito bocón!- susurró enfadado James a la vez que se ponía de pie sigilosamente ya cerca de la puerta que comunicaba a la cocina.
- ¡JAMES POTTER!- el grito de su madre se escuchó por toda la casona. Sirius y Remus se cubrieron los oídos con las manos, el susodicho pegó un salto hacia atrás al escuchar su nombre y casi se cae arriba de la elfina que salía con una bandeja de biscochos la cual se hizo añicos al estrellarse contra el suelo.
- Lo siente Crissy.- James fue a los saltos hacia fuera pues se había machucado el dedo con un recipiente que había caído de la bandeja a su pie. - Mamita- asomó la cabeza por la puerta entreabierta.
- Jamie- dijo la otra de igual manera que su hijo con ese apodo que el tanto detestaba.
- Doña Dorea.
- Jamie- el tono de su voz parecía más severo y menos dulce.
- ¿Qué quieres ma?- preguntó el otro haciéndose el inocente. Miró a Marcus por el rabillo del ojo- Marcus, amigo.
- Veo que ya se conocen.
- Eh
sí, tuvimos la oportunidad de cruzarnos por la calle.- había dicho James como si su madre se fuese a tragar el cuento tan fácilmente.
- Ah
¿Cuánto tiempo hace que esperas fuera Mark?- inquirió la mujer volteándose a su "sobrino".
- Cuatro horas.
- Cuatro horas- repitió- Entra Mark por favor y James tengo que hablar contigo muy seriamente, ahora.- no había gritado pero se notaba muy histérica.
El moreno volvió a entrar seguido de Mark quien reía divertido. James se contuvo porque si no hubiera sido por su madre le habría hecho tragar sus risitas. Siguió su trayecto hacia el despacho que había pertenecido a su padre y tomó asiento en la silla opuesta a la cual el se sentaba. Dorea entró a los pocos minutos y ocupó el sillón vacío al otro lado del escritorio.
- A ver, dime James, ¿Qué te lleva a actuar así?- preguntó inclinándose sobre la mesa con las manos cruzadas- ¿Acaso yo no te enseñe como corresponde?, ¿Tu padre no fue bueno contigo?- Lo miraba fijamente a sus ojos castaños tan iguales a los suyos.- Debes crecer James, debes tener metas hijo, un objetivo en la vida, yo no voy a estar aquí siempre y tu bien lo sabes.
- Sí, lo se.
- Quiero que seas responsable una vez en tu vida, eres un encanto hijo pero es que a veces
- suspiró resignada- eres tan exasperante.
A James se le había dibujado una humilde sonrisa que al volver a hablar su madre se le borró al instante.
- Vas de chica en chica, jugando con sus sentimientos, molestas a quien se te cruce. Eres muy buen alumno, eso no te lo puede reprochar nadie, pero es extraño porque, sin embargo, siempre terminas castigado. Piensa en los demás hijo, no eres egoísta para con tus amigos, pero mira más allá de tu grupo y verás que hay más personas
Yo no voy a vivir mucho tiempo más
- la mujer se tomó el pecho mientras se echaba hacia atrás con la mirada en el retrato de su marido que reposaba en el escritorio. Su hijo tragó saliva y giró su vista hacia el cesto de basura junto a la puerta. - y quiero que sepas, quiero darte mis últimos consejos.
La mujer se puso de pie con dificultad, se aproximo a su hijo y besó su cabeza llena de cabellos azabaches. Al momento de salir exclamó:
- Su nombre es Marcus Taylor y es hijastro de mi sobrino, Marius Black II, hijo de mi querido hermano. Solo quiero que seas cortes con el por estos dos meses. Le tengo mucho cariño y ha venido a hacerme compañía. Dormirá en tu habitación.- Le tiró un beso con su mano, le dedicó una sonrisa cansina y salió hacia el pasillo.
James permaneció en el despacho hasta muy entrada la tarde pensando en las palabras de su madre. Ella no era de hablar mucho pero cuando lo hacia era capaz de dejarte sin habla, por lo sincera, lo directa que solía ser. Quería crecer, pero como "Peter Pan", tenía miedo. Era un casi adulto con alma de niño rebelde. Detestaba que le pusieran un límite a sus locuras. Su padre, quien ya había fallecido, parecía ser el único que lo comprendía. Era un hombre grande pero sin embargo seguía teniendo el corazón libre de un adolescente, lo admiraba, él era el único que lo apañaba ante su madre. Pero ya no estaba, se había ido y solo quedaba él y ella. Su madre, también enferma, no le habían pronosticado mucho tiempo más y él, quien quería cumplir su último deseo no solo por ella sino también por Lily, por su bella pelirroja de ojos verdes. Tenía que crecer, y una sonrisa se dibujo en su rostro ante la idea, claro que podía cambiar pero también podía conservar a la vez, el corazón de adolescente que tanto adoraba y aquello lo llenó de esperanzas.
Salió de allí y subió a su habitación, en donde solo se hallaban Sirius recostado en su cama con una revista en sus manos y la varita detrás de su oreja y Marcus que escribía algo en el escritorio para su querida amiga.
- ¿Y Remus?- preguntó James a Sirius.
- Se fue a buscar trabajo. El miserable no fue capaz de esperarnos.
- ¿Y que vamos a hacer?
- Yo nada.
- Pero
- Sí ya se, mañana, hoy no, voy a salir con Daisy.
- ¿Daisy?
- Sí, un bombón escoces, tiene una hermana, te la presento y salimos los cuatro.
- No puedo, ya no.
- Cierto que estas casado- exclamó el otro con sorna.
- No todavía.
- Bien señor Potter, disfrute su castigo yo si que voy a disfrutar el mío- había dicho con una sonrisa seductora, mientras pensaba en la chica con la que saldría y volteaba la hoja de su revista.
- De acuerdo, adiós.-
James salió de allí algo confundido por el cambio repentino de opinión de su amigo aunque mucho no le extrañaba, ya lo conocía. Tomó su campera y bajó a los saltos las escaleras. Salió de su casa rumbo a pedir trabajo.
El amor de Lily Evans - Fanfics de Harry Potter
-Hola ¿Cómo estas? eh soy Lily y- pensó una milésima de segundo-y te odio maldito- susurraba la muchacha como algo que debía memorizar mientras tomaba el
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2023-02-27
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