Nosabía si estaba dormida, inconsciente o muerta. Tampoco sabía siaquellas imágenes que cruzaban por mi mente eran sueños orecuerdos, pero de algo sí estaba segura; si estaba muerta, seguroque no estaba en el cielo. Hacía demasiado calor, dolía demasiado yestaba demasiado oscuro para ser el cielo.
Pocoa poco, mi mente se iba aclarando en aquel horrible lugar deoscuridad en el que me encontraba, y las imágenes iban cobrandosentido, por lo pude deducir que eran recuerdos y no sueños.
Elestudio de ballet, James con la cámara de vídeo de mi madre, lapierna rota, la sangre fluyendo de mi cabeza... y, ante todo, la carade horror y pena de mi ángel de la guarda, mirándome martirizado ydiciéndome que todo terminaría pronto... todo regresó a mi memoriade golpe haciéndome regresar de nuevo a la superficie de aquel lugaren el que me encontraba.
Entonces algo ocurrió haciendo que el terror seapoderase de mi.
Escuché la voz de Edwar cerca de mí, aunque no entendíqué decía, pero pude saber que era Carlisle con quién hablaba puesle escuché un poco más lejos de mí. Parecían asustados y pudesentir como se movían a mi alrededor, y cómo llegaba más gente.
Intenté abrir los ojos, levantarme y ver qué ocurría,pero no pude. No podía sentirme, era como si no tuviera cuerpo.Volví a intentarlo con más fuerza y entonces pude oír los latidosfrenéticos de mi corazón, en primer lugar, un quejido de dolor yangustia que no sabía de dónde procedía, en segundo lugar, y lavoz de sufrimiento de Edward, en tercer lugar.
-¿Nopuedes hacer algo, Carlisle? Creo que algo no va bien -decíasuplicando.
-Yotambién creo que algo va mal... sujétala fuerte Emmet -decíaCarlisle con miedo en la voz-. Pero tendría que utilizar morfina yno creo que pueda pinchar ya en su piel.
Otroaullido retumbó en donde quisiera que estuviera, aunque esta vezpude adivinarlo como mío, pues pude sentir como me retorcía y sentíun fuego abrasador recorrer mi cuerpo. Me sentía como si estuvieraenvuelta en llamas, aunque sabía que no lo estaba, porque ahoratambién podía sentir los fuertes brazos de Emmet sujetándome losmíos y, otro par de manos más sujetándome las piernas, aunque nosabía quien era, solo podía sentir su fuerza.
-Carlisle... -suplicaba con un hilo de voz Edward, queme dejó adivinar lo aterrado que estaba.
-Losé, Edward, tranquilo -Carlisle intentaba calmar a Edward, aunque suvoz tenía una nota de angustia que no podía disimular-. Seguro quelo superará. Escucha su corazón...
Enmedio de aquel infierno en el que me encontraba, me centré en micorazón, como si Carlisle me hubiera hablado a mí. Los latidos erancada vez más frenéticos y el fuego aumentaba su intensidad a cadalatido de mi corazón.
Volvía intentar levantarme y abrir los ojos, pero seguía sin poderabrirlos y sin poder moverme, esta vez por la fuerte sujeción a laque me tenían sometida de brazos y piernas.
-Carlisle, creo de verdad que Edward tiene razón-escuché decir a Jasper cerca y supe que era él quien me teníasujeta por las piernas-. Algo no va bien.
¿Quéalgo no iba bien? Pensé enfadada. Claro que algo no iba bien, meestaba quemando por dentro y ellos no parecían verlo, además meestaba empezando a sentir realmente mareada. El fuego parecía haberencontrado en mi cabeza el hogar ideal para instalarse y creí que nolo soportaría. Una terrible punzada de dolor me atravesó la cabezahaciendo que diera vueltas en aquel pozo oscuro en el que meencontraba. Quise morirme en aquel instante y que todo esesufrimiento terminara de una vez.
-Losé, Jasper, lo sé. Pero ten un poco de fe -decía Carlisleintentando mantener la calma-. Es fuerte y creo que podrásoportarlo.
No,no era fuerte. Sentía como mi vida iba llegando a su fin poco a pocoy de la forma más horrible posible.
Otrallamarada de fuego atravesó todo mi cuerpo hasta llegar a la cabezay mi desbocado corazón se aceleró un poco más y sentí como siquisiera salirse de mi pecho. Volví a proferir un grito de dolor ydesesperación, y sentí como el pánico hacía presencia no solo enmí, sino en Edward, Carlisle, Emmet e incluso en Jasper, al que oísoltar un gemido de angustia antes de que la oscuridad se volviera aapoderar por completo de mí y me perdiera en su inmensidad.
Nosé cuanto tiempo pasó hasta que volví a la consciencia, perocuando lo hice, el fuego que se apoderaba de mi interior estabaremitiendo. El dolor de cabeza que sentía, todavía era intenso,pero más soportable, y lo más significativo; ya era consciente demi propio cuerpo, podía sentirlo y eso me llenó de alegría.
Unaalegría que duró muy poco pues enseguida volví a sentir pánico.
-¡Edward, Carlisle! -los llamó Alice asustada-.¡Escuchad su corazón!
Hubounos segundos de silencio entre ellos en los que yo también prestéatención a mi corazón. Latía más despacio que con anterioridad.En realidad, demasiado despacio.
-Estono está bien... nada bien... -murmuraba muy bajito Edward. Tanto quepensé que era imposible que le hubiera oído, lo cual me sorprendiómuchísimo.
-Nopuede ser... es demasiado pronto -decía asustado Carlisle, más parasí mismo que para los demás.
Otravez hubo silencio, y aproveché para intentar serenarme y prestaratención a los detalles.
Pudeescuchar mi corazón latiendo cada vez más despacio, mientras elfuego remitía cada vez más. También pude percibir un montón deolores florales diferentes a mi alrededor y la suavidad de la telaque cubría mi cuerpo. Estaba totalmente abrumada, no sabía qué meestaba pasando, porqué no me podía despertar o a qué se debíaaquel pánico y angustia que todos sentían por mí. Al fin y alcabo, cada vez me encontraba mejor.
Entonces, cuando el fuego había desaparecido de todo elcuerpo y el poco calor que sentía en el cerebro era a penas unresiduo de lo que había sido minutos antes, algo volvió a cambiar.
Sentícomo mi corazón luchaba por seguir latiendo, aumentando su ritmo unavez más, hasta que dio su último latido, haciéndome despertar eincorporarme de golpe, mientras intentaba coger una bocanada de airelo más grande posible. Aunque me di cuenta enseguida que no me hacíaninguna falta.
Abrílos ojos y respirando de forma agitada, simplemente por costumbre,miré a mi alrededor desconcertada. Todo era muy diferente y la luzmuy brillante.
Sino hubiera sido porque todos los Cullen estaban allí, mirándome conuna mezcla de alivio y sorpresa, me hubiera vuelto a invadir elpánico. Afortunadamente no fue así; intenté serenarme y poner misideas en orden.
Entonces lo comprendí. James me había mordido y meahora era un vampiro, al igual que Edward y toda su familia.
Misueño de estar para siempre al lado de Edward se había cumplidoantes de darme cuenta.
Bueno, aquí tenéis el primer capítulo del mini fic. Espero que os divierta y os guste.
Muchas gracias por leerlo y por vuestros comentarios.
Besos.
Seguíaalgo desorientada, no sabía muy bien dónde estaba ni cuánto tiempohabía pasado hasta que desperté, pero poco a poco las ideas se meiban aclarando.
Volvía mirar a mi alrededor y me abrumó la cantidad de detalles y maticesnuevos que podía distinguir. No podía creer lo ciega que habíaestado en mi antigua vida.
Loscolores eran más intensos e incluso había uno nuevo que no mehubiera imaginado que existiera. Mi visión periférica eraincreíblemente precisa, el olfato también se me había agudizado aligual que los demás sentidos.
-¿Bella? -me llamó sorprendido Edward haciendo quedirigiera mi vista hacia él.
-¿Si?-pregunté mirándole sin entender a qué venía esa cautela, pues seacercaba a mí de forma lenta.
-Bella, tranquila, no pasa nada -dijo acercándose unpoco más.
Desvié la mirada hacia los demás y comprobé que losdemás tenían la misma expresión de cautela que Edward, lo que memolestó bastante. ¿Qué pensaban que podría hacer?
-Yasé que no pasa nada -dije confundida.
-Entonces, ¿porqué huyes? -me preguntó confuso yacercándose un poco más a mí hasta quedar muy cerca.
-Yono... yo no huyo -balbuceé molesta y sin entender.
Peroentonces me di cuenta. Estaba agazapada en un rincón de lahabitación en la que me encontraba y en una posición que me resultómuy extraña. Tenía las rodillas flexionadas, como un gato asustadoa punto de salir corriendo.
Enseguida me erguí poniéndome bien derecha yalisándome un poco el vestido blanco que llevaba puesto.
-¡Oh,vaya! -exclamé sorprendida.
Edward rió entre dientes, con esa risa tan perfecta quepara mí era música, y se acercó a mí hasta abrazarme fuertemente.
-¡Menos mal! Pensábamos que habías muerto... -dijocon alivio antes de besarme como nunca antes lo había echo,dejándome algo atontada.
-¿Porqué? -pregunté tontamente y escuché como todosreían.
-Ay-suspiró separándose de mí despacio y tomándome de la mano-. Esome preguntó yo -dijo de forma burlona-. Ven, sal del rincón -medijo riendo entre dientes.
Todavía un poco confusa lo seguí hasta el centro de lahabitación, donde fui abrazada y besada primero por Esme y despuéspor Alice, y después por Carlisle y Emmet, el cual me propinó elabrazo más fuerte, aunque se quejó un poco de las costillas cuandose separó. Por último, Jasper se acercó a mí y también meabrazó, aunque más de forma más sutil.
-Bienvenida -me susurró al oído sonriéndome.
-Gracias -dije sorprendida del trato que Jasper meestaba dando pues siempre había mantenido las distancias conmigo,aunque nunca fue desagradable.
Perosin duda alguna, la que más me sorprendió fue Rosalie.
-Estás estupenda, Bella -me dijo cordialmente, aunquetodavía de forma un poco fría y distante, y sin moverse de al ladode la puerta, dónde estaba recostada.
-Gra... gracias -contesté confundida.
Meparecía imposible estar tan confundida. Fruncí el entrecejo, memordí el labio inferior y agaché la cabeza hacia el vestido quellevaba puesto.
Nadiedijo nada mientras yo intentaba salir de mi atolondramiento, peropude sentir cómo la calma iba volviendo a mí, haciendo que la mentese me aclarase con mayor rapidez. Alcé la vista hacia Jasper y dije:
-Gracias -sabía que estaba usando su don en aquelmomento, para ayudarme.
-Nohay de qué -me contestó con su peculiar tono tranquilizador.
Comopor inercia, volví a mirarlos a todos y cada uno de ellos,deteniéndome en último lugar en el rostro de Edward.Definitivamente, había estado más ciega de lo que pensaba, pues nohabía alcanzado a distinguir lo absolutamente perfectos y hermososque eran todos ellos en realidad, y más en concreto, Edward, quepara mí era el más hermoso y perfecto de todos.
-Vaya-exclamé en un susurro, admirada.
-¿Qué? -preguntó sonriendo Edward.
-Nada, es solo que todo es tan... diferente -mentí unpoco para que no supieran lo maravillada que estaba con ellos, aunqueno era del todo mentira. Todo parecía muy diferente.
-Tranquila, te acostumbrarás -me aseguró entre risasCarlisle.
Solole sonreí. No me atrevía a decir nada, pues me había dado cuentade que mi voz era diferente, tenía un sonido más suave y musical,lo que me resultaba raro.
-Bueno, ¿no quieres ver qué aspecto tienes? -mepreguntó Alice acercándose a mí con su aire grácil y abrazándomepor los hombros.
-Hum... esto... ¿es que estoy diferente? -pregunténuevamente confundida.
Todosrieron y Alice me giró hacia un gran espejo que había en un lado dela habitación, que ya sabía de quién era; de Rosalie y Emmet.
-Compruébalo tú misma -me instó Alice, divertida.
Cuando miré el espejo no reconocí a la chica queestaba reflejada en él. Era una preciosidad. Tenía el pelo delmismo color que el mio, aunque sus facciones eran más afiladas yperfectas y tenía los ojos de un color rojo carmesí muy intenso ysu cuerpo era tan estilizado que hubiera sido la envidia de cualquiermodelo de fama.
-Bueno, ¿cuál es la valoración? -me preguntó al oídoEdward abrazándome por detrás a la altura de la cintura.
Nosabía qué contestarle, tenía la autoestima por los suelos despuésde contemplar aquella imagen en el espejo, así que me mordí ellabio inferior.
-¿Esasoy yo? -pregunté admirada, pues al morderme el labio me di cuentade que la hermosa chica reflejada en el espejo era yo.
-¿Yquién si no? -me preguntó Edward riendo entre dientes-. Bella, yate dije que no te ves a ti misma como eres en realidad -añadió contono de impaciencia.
-¡Oh!-exclamé- Vaya...
-Bueno, qué tal si os vais a cazar, Edward -intervinoCarlisle con paciencia-. Ya tendrá tiempo de admirarse cuandovolváis. Bella debe de estar sedienta.
Edward sonrió y asintió con la cabeza cuando ambos nosgiramos hacia los demás. Todos parecían impacientes por algo, peroyo no logré entender porqué hasta unos segundos después, cuandouna quemazón tremenda se instaló en mi garganta y un sabor extrañoy dulzón llegó a mi boca de pronto.
-¡Cielos! -exclamé llevándome una mano a la garganta.Hasta que Carlisle no lo mencionó no había sentido aquella sed tanimperiosa que se había apoderado de mi.
-¿Quéocurre? -preguntó Edward con tono de alarma en la voz.
-Nada... es que... me arde la garganta, eso es todo-dije con mi nueva y musical voz algo ronca por la sed.
Todosse echaron a reír y la carcajada de Emmet retumbó en la habitación.
-Serámejor que nos vayamos ya -dijo Edward con una sonrisa y tomándome dela mano nuevamente.
Salimos de la habitación seguidos por todos los demásy llegamos al gran ventanal del pasillo que daba a la parte traserade la casa.
-¿Preparada? -me preguntó Edward poniendo aquellasonrisa suya, que era mi predilecta.
-Hum.No, todavía no -dije recordando de pronto algo-. ¿Y Charlie y mimadre? Estarán muy preocupados sin saber dónde y cómo estoy -dijede forma angustiada.
-Tranquilízate, Bella -me dijo ceñudo Edward-. Todoestá bien con ellos, ya te lo explicaré más tarde con másdetalle. Vamos -me apremió.
-Pero... -intenté protestar, pero él me atajó, conautoridad y firmeza en la voz.
-Peronada, tienes que alimentarte antes de hacer nada más.
-Estábien... -concedí resignada. Me ardía la garganta cada vez más ytampoco tenía ganas de empezar a discutir con él en aquél momento,porque sabía que tenía las de perder.
-Bien. Entonces, vamos -dijo sonriendo triunfante-. Túprimero -me invitó con un gesto de la mano, para que fuera delantede él.
Diun paso hasta ponerme a su altura, al borde del gran ventanal quetenía las puertas abiertas y dudé sobre lo que debía hacer.
-Esto... ¿qué se supone que debo hacer? -preguntédubitativa mirando hacia abajo. No sabía como iba a bajar de allísi no había escaleras.
Edward rió entre dientes, y pude escuchar con totalclaridad como los demás intentaban disimular las risas.
-Puessaltar, ¿qué si no? -me dijo rodeándome la cintura con su fuertebrazo-. ¿Quieres que te muestre cómo?
-Sí,por favor -le dije con curiosidad.
-Bien. Observa -me dijo antes de acercarse al borde delventanal.
Cuando llegó al borde, se paró, adelantó una piernaimpulsándose con la otra y saltó cayendo suavemente y sin hacerruido alguno.
Mepareció bastante sencillo, así que lo imité y caí igual de suavey silenciosamente que él. Solo el chasquido de las ramitas de losárboles que había en suelo, al partirse bajo mis pies desnudos,rompió profanó el silencio de la caída.
-Hum.Muy elegante -murmuró Emmet desde lo alto del ventanal.
-Gracias -dije en voz baja, sabiendo que me había oídoperfectamente. Estaba algo avergonzada, nunca me habían dicho quefuera elegante.
Hubomás risas, mientras me alisaba de nuevo el vestido. Me resultabaalgo incómodo, aunque era muy suave. Ya tendría más tarde unaspalabritas con Alice, porque estaba totalmente convencida de quehabía sido ella quien me había puesto aquel vestido.
-Venga, vamos -me dijo sonriendo Edward cogiéndome dela mano nuevamente.
Leseguí sin decir nada y me condujo hasta el riachuelo que había unpoco más allá de la casa. Me mostró como saltarlo y lo imité,sorprendiéndome de mí misma, al comprobar que podía saltar con máslejos que Edward, y después corrimos durante unos minutos, aunque noestoy segura de cuanto tiempo pasó hasta que Edward me hizo pararentre risas. Parecía que le resultaba graciosa, lo que me hubieramolestado en un pasado, pero no ahora.
Eraextraño, pero parecía que también había cambiado mi mentalidadhacia cosas que antes me parecían molestas, al igual que habíaocurrido con la velocidad. Recordé lo malísima que me puse laprimera vez que Edward me llevó corriendo subida a su espalda, y mereí de mí misma por lo tonta que había sido, pues mientras corríajunto a mi ángel por el bosque, había disfrutado como nunca anteslo había echo, y me había sentido tremendamente libre.
-Bella, para. Vuelve -le oí llamarme tras de mí.
Volvísobre mis pasos, muy a pesar mío y me quejé.
-¿Ya?¿No podemos seguir un poco más?
-Yahabrá tiempo para la diversión, más adelante, te lo prometo -medijo sonriendo-. Pero ahora ven -me pidió con un gesto de la mano, yañadió cuando llegué junto a él-: Escucha...
Obedeciendo a lo que me pidió, agudicé el oídocerrando los ojos para concentrarme, e intenté adivinar a qué serefería. Podía escuchar muchas cosas; las hojas de los árbolesmecidas por el suave viento, los pajarillos, los bichos del bosque...y finalmente, a mi izquierda, el sonido de un corazón latiendo muchomás grande que el de los pájaros o los bichejos. Abrí los ojos yle miré admirada.
-¿Lohas oído? -me preguntó pícaramente.
-Ajá.
-Pues¿a qué esperas? Ve a por él -me instó Edward.
Quiseobedecer, pero no sabía que tenía que hacer con exactitud, así queme quedé clavada en el sitio, escuchando el latido de aquél corazónque me invitaba a ir por él desesperadamente, y otros dos o tres másque se le habían unido.
-Solodéjate llevar por tu instinto, Bella -me dijo Edward adivinando mispensamientos-. Sabrás que hacer.
Animada por sus palabras y la sed que estaba amenazandocon hacerme enloquecer, me giré y me encaminé hacia mi presa; unbonito y apetitoso león que me invitaba cada vez más a que me locomiera.
Mecostó un poco hacerme con él, pero finalmente y tras unos cuantoszarpazos que me destrozaron el vestido, pude con él y bebí conansias su ardiente y exquisita sangre.
Cuando terminé con él alcé la cabeza y vi el destrozodel vestido y me limpié la sangre que tenía en el escote con untrozo del pobre vestido que había en el suelo. Alice me iba a matar,por aquello. Después alcé la cabeza, una vez más, para buscar aEdward al que encontré cerca de mí, terminando con otro de losleones que había allí cerca y se me cayó el alma a los pies cuandose giró hacia mi.
Estaba totalmente impoluto. Ni una gota de sangremanchaba sus ropas o su rostro.
-Vaya-musitó atónito-. Alice, te matará. Toma -me dijo mirando laspintas que llevaba, mientras se quitaba la cazadora y me la entrega.
-Gracias -dije un tanto avergonzada. Nunca había estadosemi desnuda ante él, así que me puse la cazadora lo más rápidoque pude. Que fue demasiado.
Estuvimos media hora más cazando, él con su eleganciade costumbre y yo con mi torpeza de principiante, aunque cada vez mecostaba menos cazar y ya no me manchaba tanto gracias a los sabiosconsejos que Edward me proporcionaba.
Finalmente me sentí saciada y me senté debajo de unárbol, cerca de dónde Edward estaba dando fin a un pobre ciervo. Loobservé durante un rato y me di cuenta de que era la primera vez quelo veía realmente como un vampiro, y que por fin, lo veía cazarsaciando así mi curiosidad. Aunque yo le acompañase en aquellaocasión también para comer, me resultó fascinante y rememorando loque había sentido cuando cacé, comprendí el horror que habíasentido Edward cuando le pregunté si algún día podría verlecazar. Definitivamente hubiera sido terrible, aquél frenesí lohubiera echo enloquecer y cegarse tanto con mi olor que no hubieradurado ni un segundo. Me estremecí ante aquel pensamiento.
-¿Qué, ya no tienes hambre? -me preguntó divertidomientras se acercaba a mí, sacándome de mis pensamientos.
-No.quedé saciada -contesté sonriendo y acogiéndole en mis brazos.
-Entonces, ¿regresamos ya? -me preguntó sonriendomaliciosamente y besándome el cuello, haciendo que casi perdiera larazón al darme cuenta de que su temperatura era cálida, igual quela mía. Ya no sentía sus labios ni sus manos congeladas, lo que meagradó tanto que casi no pude contener las ganas de echarme encimade él, allí mismo.
Sinembargo, haciendo un esfuerzo terrible, me contuve y dije:
-Sí,creo que ya podemos regresar.
-Bien-me susurró al oído, cuando llegó a él en su recorrido de besos ami cuello.
Noslevantamos y paseando nos dirigimos de regreso a la gran casa de losCullen. El trayecto fue tranquilo y lo pasamos casi todo el tiempo ensilencio. Pero cuando llegamos a la parte trasera de la casa, me paréen seco tirando de Edward, que no se había dado cuenta y habíaseguido andando.
Elpánico me invadió por un instante. Un corazón latía rápidamentedentro de la casa y un exquisito olor que llegaba desde la casa, megolpeó fuertemente, casi haciéndome enloquecer, aunque intentéserenarme y la cordura llegó de regreso a mí rápidamente, a pesarde la quemazón que sentía.
-¡Oh!-exclamó Edward con preocupación, cuando se percató de que unhumano estaba en la casa.
-¿Quién... quién está en la casa, Edward? -preguntétragando saliva con dificultad, en un intento de calmar la terriblequemazón que sentía. Aquél olor era tan delicioso...
Porunos instantes, Edward se quedó sin palabras, paralizado en el lugary con una mueca de nerviosismo.
-¡¿Nopuede ser?! -exclamé medio horrorizada, medio sorprendida yenfadada.
Meimaginé quién podría ser, nada más ver la expresión de Edward.
Bueno, pues nada. Aquí tenéis el segundo capítulo del fic. Espero que os guste.
Muchas gracias por leer y por comentar.
Besos.
-Tranquila, Bella. Todo saldrá bien -me aseguró Edwardapretando un poco más mi mano y rodeándome por la cintura con sufuerte brazo-. Vamos, yo estaré contigo. Además, la casa estállena de vampiros que impedirán un desastre -intentó animarmebromeando.
Peroyo no me sentía animada, sino aterrada. No podría seguir viviendosi no conseguía contenerme.
-Edward, no creo que sea capaz -murmuré casi sinaliento-. ¿Y si no puedo contenerme? ¿Y si no podéis detenerme?-pregunté angustiada, deseando con todas mis fuerzas que Jasperestuviera allí para emplear su poder antes de entrar en la casa.
-Esono va a pasar, Bella. Intenta no ponerte nerviosa. Te prometo queninguno permitirá que pase nada malo -dijo Edward con paciencia ycon calma al mismo tiempo.
Lomiré fijamente a los ojos perdiéndome en ellos y poco a poco fuisintiéndome más tranquila y confiada. Si él había podidocontenerse y no matarme cuando era humana, a pesar de lo mucho quedeseaba mi sangre, yo podría hacerlo también.
-Confía en mí, Bella -me pidió Edward, cogiendo micara entre sus manos.
Respiré profundamente sin apartar la mirada de los ojosde Edward, y asentí.
-Entonces, vamos -me dijo soltándome la cara yabrazándome por la cintura-. Puedes hacerlo, Bella. Sé que puedes.
-Puedo hacerlo, puedo hacerlo -me repetía a mí mismauna y otra vez mientras nos encaminábamos hacia la casa.
Cuando entramos en la casa, aquel olor tan exquisito y ala vez tan martirizador, me impactó de una manera tal que resultabaindescriptible, sin embargo no sentí necesidad de beber, a pesar deque el sabor dulzón de la ponzoña invadía mi boca, lo cual me hizorelajarme un poco y solté un suspiro de alivio que hizo sonreír aEdward.
Nosdirigimos al salón, donde estaban todos sentados viendo latelevisión y esperándonos algo nerviosos, por la forma en que sepusieron en pie al vernos aparecer.
-¡Bella! -exclamó Charlie aliviado en cuanto me vio,dirigiéndose hacia mi casi tan rápido como lo hubiéramos echocualquiera de nosotros y haciendo algo inusual en él creando unclima de intranquilidad entre los Cullen: me abrazó de una maneraque jamás había echo.
-Hola, papá -lo saludé abrazándole también,intentando no apretar demasiado, pues me Edward me había dichocuando estuvimos de caza, que durante un tiempo sería mucho másfuerte que cualquiera de ellos. E intentando, al mismo tiempo,contener la sed que me provocaba su olor pues aunque no sentía unanecesidad imperiosa, no estaba segura de poder contenerme.
-Concuidado, Charlie -le avisó de forma amable Carlisle-. Recuerda loque te dije.
-Descuida, Carlisle -lo tranquilizó mi padre,separándose un poco de mí, aunque sin dejar de abrazarme por encimade los hombros-. ¿Cómo te sientes, cariño? Te veo... muy bien y...cambiada también -dijo entrecortadamente.
-Estoy bien, papá -le aseguré sintiéndome culpablepor la pena que dejaba entre ver su tono y su mirada-. No tepreocupes.
-¿Seguro?
-Si,papá, seguro -le dije con paciencia, mientras me sentaba a su ladoen uno de los sillones del gran salón.
-Vale-concedió poco seguro.
Hubounos instantes de silencio, en los que mi padre no dejó de mirarmede arriba a abajo como si fuera la primera vez que me veía. Aunqueno podía reprochárselo pues ni yo misma me reconocí cuando me miréen el espejo al despertar.
-Carlisle me lo contó todo cuando te trajeron de vuelta-comenzó como si buscara la forma de decirme algo-. ¿Sabías dóndete metías cuando... cuando empezaste a salir con Edward? -mepreguntó finalmente
-Si,papá. Lo sabía -me incomodó algo esa pregunta, sobre todo estandoEdward delante (aunque a él no pareció incomodarle en absoluto),pero contesté de todos modos. Sentía que por lo menos le debíaalgo de sinceridad después de todo lo que le dije antes de irme dela forma en que me fui.
-Esome dijo Carlisle -contestó él con una nota de decepción en lavoz-. También me dijo que el... vampiro -le costó decir la palabraun mundo-, te engañó haciéndote creer que tenía a tu madre y quecuando fuiste a rescatarla te atacó y... te mordió... y que nollegaron a tiempo de sacarte... lo que sea que te convirtió -dijoesforzándose por recordarlo y asimilarlo todo.
-Asíes -le confirmé-. Aunque no recuerdo nada después de que memordiera -me apresuré a añadir antes de que pudiera preguntar algomás. Tampoco tenía porqué saber la tortura que pasé hasta que metransformé.
-Entiendo -dijo tras pensarse durante unos segundos sicreerme o no. Sabía de sobra lo mal mentirosa que era. Aunque alfinal pareció convencerse de que no le mentía, o por lo menos esopareció.
Pasamos la tarde hablando de cómo íbamos a actuarhasta que me graduase para que nadie se diera cuenta de que algosucedía, y cuando mi padre hubo cenado, los macarrones a la boloñesaque le preparó con esmero Emmet, nos despedimos y mi padre se fue acasa.
Quedamos en que durante la semana siguiente, me quedaríaen casa de los Cullen hasta que me acostumbrarse un poco a mi nuevacondición. Después tendría que volver al instituto, alegando quehabía estado enferma como justificación a mi ausencia, y para quenadie sospechase nada, volvería a casa de mi padre. Aunque siempreestaríamos acompañados de alguno o varios de los Cullen, paraevitar accidentes. Al parecer los neófitos son bastante peligrososcerca de los humanos, y ni ellos ni yo queríamos correr el riesgo deque me convirtiera en una neófita loca precisamente con mi padrecomo primera víctima.
Después de que mi padre se fuera y los ánimos de todosse hubieron calmado, me atreví a preguntar lo que me había estadomatando de curiosidad durante todo el día.
-¿Quépasó con James y Victoria?
-Nosocupamos de James, pero Victoria escapó -me explicó con calmaEdward después de intercambiar una mirada con los demás.
-Ya.¿Y mi madre? ¿Sabe algo de lo que ocurrió? -pregunté preocupada.Me preocupaba más mi madre que Victoria. Sabía que aunque lecostara un tiempo aceptarlo, Charlie se sobrepondría y lo aceptaríabien. Sin embargo, no estaba segura de que fuera igual en el caso demi madre.
-Estábien, no te preocupes por ella Bella. No sabe nada de lo sucedido-terció Carlisle adivinando el camino que habían cogido mispensamientos-. Tu padre la llamó y la dijo que ya habías vuelto yque estabas bien. Le dijo que había sido un arrebato y que tearrepentiste a mitad de camino de haberte ido y regresaste. Le costóbastante convencerla de todo eso y de que estabas tan disgustada queno querías hablar ni siquiera con ella, la verdad -añadiósonriendo, esto último.
-Hum.Te creo, Charlie no es mejor que yo mintiendo, la verdad -observé-.Y, a todo esto, ¿cuánto hace que me mordió James? -esa era lapregunta que más ganas tenía de hacer. No tenía ni idea del díaen que estábamos. Recetas para Cookeo
-Puessolo has tardado en convertirte un día y medio. ¡Todo un récord!-dijo divertido Emmet, provocando la risa de todos nosotros.
-¿Hasi? -pregunté curiosa. No recordaba si Alice había llegado adecirme cuánto duraba el proceso con exactitud o si no lo habíamencionado en absoluto-. ¿Y porqué es un récord?
-Pueses un récord -comenzó a explicar Jasper-, por que normalmente, elproceso dura entre tres y cuatro días, dependiendo de la cantidad deponzoña que haya en el sistema. Y tú, no tenías demasiada, aunquese extendió tan rápido que Edward no tuvo tiempo de succionarla.
-Nostuviste muy asustados, cielo -terció Esme claramente emocionada-.Pensamos que no lo superarías, y entonces, despertastesorprendiéndonos a todos.
-¡Vaya! -exclamé tontamente. No lo entendía muy bien,pero pude ver el pesar que había en todos ellos, sobre todo enEdward que se había quedado mudo desde que contestó a mi primerapregunta.
-¿Quéocurre? -pregunté dirigiéndome expresamente a él, sin entender aqué se debía ese cambio de humor después de haber estado felizdurante todo el día, y molesta por la pena con la que me miraba.
-Estoha ocurrido por mi culpa -dijo con tal carga de culpa y pena en eltono de su voz que casi no reconocí su voz-. Si te hubiera dejado enpaz cuando debí, ahora seguirías siendo una feliz chica humana, yestarías tan contenta con tu padre.
Lafuria que sentí en aquél momento hizo que se me escapara un gruñidode molestia, desde lo más profundo de mi interior. ¿Cómo podíadecir aquello?
-Túno tienes la culpa, Edward -protesté con otro gruñido y entredientes-. Si alguien tiene la culpa, esa soy yo. Yo dejé que Jamesme engañase, yo me escapé de la protección de Alice y Jasper... Sime hubiera estado quietecita junto a ellos, y os lo hubiera contadotodo, esto no hubiera pasado, porque vosotros hubiérais encontradouna forma de engañarlo a él. Ahora sé eso, Edward, y me arrepientode haber sido tan estúpida y haberos echo sufrir tanto a todos. Telo digo en serio -mi indignación y furia estaban llegando a límitesinimaginables hasta para mí, al ver cómo Edward cerró los ojos ynegaba con la cabeza-. No, ¿qué Edward? -grité furiosa y sentícómo Alice y Emmet me sujetaban por los brazos, dándome cuenta deque me había puesto en pie sin darme cuenta.
-Quetú no tienes ninguna culpa. Creíste que tu madre estaba en peligroy corriste a salvarla, lo que cualquiera que ame tanto a su familiacomo tú, hubiera echo en tu lugar -esta vez fue él, el que gruñóenfadado y obcecado en que él tenía la culpa.
-¡Noseas ridículo, Edward! -le espeté. No entendía porqué se empeñabaen hacerse responsable de lo ocurrido-. De todos modos ya no tienesentido que nos echemos la culpa por lo ocurrido, porque ya no hayremedio. Y si lo que quieres es deshacerte de mí, pues dímeloclaramente, no te busques excusas absurdas -le solté, verbalizandopor fin, aquello que llevaba atormentandome desde que le conocí.
-¡Yono he dicho nada de eso, Bella, no te pongas melodramática! -bufóEdward enfadado-. Simplemente digo, que esto no debería haber pasadonunca.
-Bueno, pues ha pasado, Edward, y no es tu culpa que nopudieras salvarme -objeté tan enfadada con él, aunque nunca habíadescargado mi mal carácter con él-. Como tú me dijiste una vez,quizá has estado interfiriendo en mi mortal destino y así es comose ha vengado; haciéndome una de los tuyos. Ya no hay remedio.¿Sabes qué? -bufé muy cabreada al ver que no decía nada, quesimplemente me miraba con pesar-. Me voy fuera, necesito tomar aire.
Nosé cuánto tiempo estuve sentada fuera, admirando el precioso colorazulado de la noche que tanto me asombró cuando lo vi al salir, yaque nunca imaginé que la noche tuviera ese color, cuando sentípasos tras de mi.
-Losiento mucho, Bella -se disculpó Edward a mi oído después desentarse junto a mí y rodearme con sus brazos-. Sé que no hayremedio y que nadie a tenido la culpa, pero no puedo evitar pensarque es culpa mía. Piensa que si no fuera por mí no te hubierasvisto involucrada en todo esto.
-Losé. Yo también lo siento. Pero no te culpo, yo decidía estarcontigo a pesar de todo -contesté con más calma que antes,recostando mi cabeza en su fuerte pecho-. Pero déjalo ya. No quierovolver a hablar del tema. Lo pasado pasado está y no ya no valelamentarse. Además, hiciste lo que pudiste.
-Comoquieras -me dijo suspirando resignado-. Por cierto, te amo y no tengointención de dejarte, ni ahora ni nunca. Ya no -añadió besando micuello.
Noquise ni pensar en qué había querido decir con eso de que ya notenía intención de dejarme, porque eso significaba que, en algúnmomento no sabía cual, había pensado en hacerlo y eso meaterrorizaba. No dije nada, solo le apreté los brazos devolviendo suabrazo y giré la cabeza para besarle en los labios.
Alfin, aquella primera noche eterna, se calmó y pude empezar aacostumbrarme a mi nueva condición.
Elresto de la semana fue mejor. Los días los pasaba con Esme, ya queCarlisle tenía trabajo en el hospital y los demás tenían que ir alinstituto. Durante ese tiempo que pasaba con Esme, me enseñaba acomportarme como lo solía hacer cuando era humana. Aunque parezcamentira, me costaba mucho comportarme como lo hacía en el pasado,porque como no me cansaba o no tenía que ir al baño o comer, meolvidaba con facilidad de todas esas cosas. Esme se encargaba derecordármelas constantemente para que me acostumbrara antes devolver al instituto.
Lastardes, sin embargo, las pasaba haciendo los deberes que losprofesores nos ponían y que Edward se encargaba de traérmelos, yestudiaba para los exámenes que me había perdido y que meesperaban a mi regreso. Pero esto era algo que no me resultaba pesadoo aburrido; había descubierto que mi agilidad mental se habíaagudizado al igual que mis sentidos, por lo que el estudio meresultaba mucho más fácil que antes, aunque no es que fuera malaestudiante en absoluto.
Ylas noches, me las dividía en dos; una parte la reservaba arelacionarme con Carlisle, Esme, Alice, Emmet, Jasper e incluso conRosalie, que desde que había despertado a mi nueva vida se mostrabamenos hostil y nuestra relación había avanzado un poco.
Laotra parte de la noche, en cambio, estaba reservada a Edward. Nospasábamos las horas muertas hablando de nuestras cosas, y haciendocosas que nos gustaban cuando nos aburriámos.
Sinembargo, cuando llegó el domingo antes de mi vuelta al instituto,los nervios se me pusieron a flor de piel.
Salíjunto a Edward de caza como medida de precaución, pero cuando ibapor mi segundo ciervo, me detuve. No podía seguir bebiendo más. Losnervios se me habían agarrado al estómago igual que me pasabacuando era humana, y estaba empezando a sentir nauseas.
-¿Quéocurre, Bella? -me preguntó Edward preocupado, cuando me sentéabrazándome las rodillas
-Nosé si podré soportarlo, Edward -confesé con un hilo de voz a causade la angustia que sentía-. Cada vez me resulta más fácil estarjunto a mi padre y controlar mi sed. Pero creo que es porque estoyacostumbrándome a su olor, porque le quiero mucho y, sobre todo,porque vosotros estáis conmigo. Pero mañana... mañana serádiferente. Estaré sola todo el tiempo, a excepción de la hora de lacomida y la de Biología... no sé si podré soportarlo.
-Puesclaro que podrás -me dijo muy seguro de sí mismo y tomándome entresus brazos-. Bella, tienes un autocontrol asombroso. Todos estamosmaravillados de lo fácil que te resulta mantener la cordura cuandoestás cerca de tu padre. Mañana será igual, solo que con másgente. Además -añadió ronroneando juguetón mientras se acercaba amí, dejándome totalmente atontada-, yo estaré vigilando todo eltiempo, a través de la mente de alguno de tus compañeros, y bueno,para eso hemos venido a cazar, ¿no?
-Hum,de todos modos... -protesté aún nerviosa.
-Vale, ¿qué tal si nos tomamos un descanso pararelajarnos? -sugirió levantando una ceja, ronroneando de nuevo, yponiendo su sonrisa pícara que tanto me gustaba.
Nosé si fue por los nervios que sentía por volver al instituto o porlos que me produjo la cercanía de Edward y el tono tan seductor quepuso en aquél momento, pero no me di cuenta de a qué se refería,en un primer momento. Como tampoco me vi venir el beso tan apasionadoque me dio.
Aquélbeso fue el más maravilloso y apasionado que me había dado nunca yme sentí flotar. Perdí el control total de mis actos con aquélbeso, al igual que hacía siempre, pero esta vez él no paró debesarme ni me separó, como siempre hacía cuando las cosas estabanllegando demasiado lejos, así que alejé las preocupaciones de mí yme centré solo en él y en aquel maravilloso momento. Ya tendríatiempo de preocuparme más tarde. Ahora era tiempo de disfrutar dealgo que había estado esperando durante meses.
Además, mi gran prueba de fuego no llegaría hasta lamañana siguiente, cuando tuviera que mezclarme entre mis compañeros.
Pues nada, aquí os dejo el penúltimo capítulo de mi mini fic. Espero que os guste.
Muchas gracias por leerlo y por dejar vuestros comentarios.
Besos.
Sinduda alguna, el peor día de mi nueva vida, fue el día que volví alinstituto. Me sentía como si volviera a empezar de nuevo por segundavez en pocos meses.
Cuando Edward aparcó su volvo plateado en elaparcamiento del instituto, tenía los nervios de punta. No podíamoverme del sitio, estaba horrorizada de solo pensar como demonios melas iba a arreglar yo sola con un montón de humanos a mi alrededor.¿Y si me producían tanta sed como para perder la cabeza y no podercontenerme? No podía ni imaginar cómo me sentiría después siparte de mi almuerzo fueran Jessica, o Ángela o Mike...sencillamente no podría vivir con sus muertes ni con las de nadie,encima de mi.
-¿Bella? -me llamó Edward sacándome de mi homicidaensoñamiento.
-¿Si?
-Yahemos llegado. Vamos -me dijo antes de salir del coche.
Nopude moverme. Sentía pánico. Si mi corazón latiese, estoy segurade que se me hubiera desbocado.
-¿Bella? -Edward parecía preocupado cuando me abrióla puerta.
-Dameun segundo, necesito solo un segundo -fue lo único que pudecontestar.
Edward no dijo nada y esperó junto a la puerta conpaciencia mientras yo cerraba los ojos y me repetía una y otra vez,que podía hacerlo, que no iba a pasar nada.
Alcabo de unos instantes, cogí aire, abrí los ojos y salí del coche.Un montón de aromas diferentes, me llegaban procedentes de todos losalumnos que llenaban el aparcamiento y por un segundo temí que mispeores temores se cumplieran.
Sinembargo, para mi gran sorpresa, el olor de mis compañeros no meafectó tanto como imaginé que lo haría y no pude reprimir una risanerviosa.
-¿Quéocurre? -me preguntó con curiosidad Edward.
-Quecreo que tienes razón en que podré con ello -le dije abrazándolepor la cintura y agarrándome bien a su chaqueta, solo por si acaso.
-Noes tan malo, ¿verdad? -me dijo entre risas mientras nosencaminábamos hacia los demás que nos esperaban al lado del cochede Rosalie.
-Nodemasiado -contesté contenta por que así fuera-. Es soportable.
-¿Quées soportable? -preguntó Emmet divertido, cuando llegamos junto aellos.
-Ellos -contesté señalando disimuladamente a miscompañeros humanos con la cabeza.
-¡Ah!-exclamó soltando una risotada- Estoy de acuerdo. Sobre todo cuandohas cenado bien.
Mientras nos dirigíamos a la puerta principal delinstituto, noté como todos mis compañeros me miraban de una formaextraña; no estaba segura, pero era una mezcla de miedo, sorpresa yadmiración, esto último en el caso de los chicos, porque las chicasme miraban como con envidia, de forma similar a cómo miraban aRosalie. Me sentí tremendamente incómoda, así que me apreté mása Edward en un intento de pasar desapercibida.
-Tevoy a matar, Alice -murmuré muy bajito para que solo ella meescuchara.
-¿Porqué? -me preguntó un poco confundida.
-Tedije que mi ropa estaba bien. Ahora todo el mundo me mira -me quejémolesta-. Es como volver a empezar de nuevo.
-Eneso tienes razón -me apoyó Edward gruñendo ceñudo a un chico deúltimo año que me miraba de una forma muy extraña.
-¡Bah! No seas quejica, Bella -dijo riendo Alice-.Sabes que tu antigua ropa no hace juego contigo ahora. No hacíajuego ni antes...
-¡Psssh! Muy graciosa -protesté.
-¿Quétal, Bella? Veo que ya estás totalmente recuperada -me saludóJessica algo intimidada, cuando nos juntamos en clase.
-Hola, Jess -contesté poniendo mi mejor sonrisa, aunqueestaba un poco nerviosa todavía-. Si, ya estoy mejor. Estabadeseando volver -mentí un poco, como me había enseñado Esme-. Meaburría mucho todo el día sin poder salir de casa...
-Quise ir a verte cuando me enteré, pero tu padre medijo que no podía, que era algo contagioso... -dijo intentandosonsacarme algo sobre mi supuesta enfermedad.
-Asíes -contesté sin añadir nada más.
Amedida que el día avanzaba Jessica y los demás parecían menosintimidados, aunque de vez en cuando, me di cuenta de que me mirabande reojo y con algo de desconfianza, e incluso pude alcanzar a oírcomo Lauren le decía a Mike que cada vez me parecía más a los"fenómenos de los Cullen", algo que hizo sonreír y al mismotiempo me molestó muchísimo aquél calificativo que les teníanadjudicado a los Cullen. Siempre me molestó muchísimo, pero ahoraque los conocía mucho mejor a todos ellos, aquél malestar con eseinjusto mote se multiplicó de tal manera que me dieron ganas decogerla por el cuello y arrancar su estúpida cabeza de cuajo. Nopensé en comerla pues nunca me cayó nada bien y temí que se meindigestara.
Ala hora de la comida, Edward me estaba esperando en la puerta de laclase de cálculo.
-Nosvemos luego, Bella -se despidió Jessica con una sonrisa tonta cuandovio a Edward apoyado en la pared-. ¿Edward?
Edward la saludó con un movimiento de cabeza y despuésme rodeó la cintura con su brazo, como era su costumbre, y nosdirigimos a la cafetería en silencio y algo más deprisa de loacostumbrado, aunque no tanto como para hacer sospechar algo a losdemás.
-Bueno, señorita Swan, ¿qué tal su primer día? -mepreguntó Jasper algo más sonriente que de costumbre cuando nossentamos en la mesa de los Cullen bajo la sorprendida mirada de todosmis amigos.
-Puespara mi sorpresa, de maravilla -dije muy satisfecha de mí misma puessegún había pasado el día, me había olvidado de todo y a penas medaba cuenta ya del olor de mis compañeros.
-¿Niun solo instinto asesino? -preguntó Emmet entre burlón ydesilusionado.
-Bueno... -contesté recordando el comentario de Laurena Mike sobre ellos-. Solo uno, pero no para comer. Me sentaría mal.
Todosahogaron sendas carcajadas.
-Nome lo digas -terció Edward-. ¿Has escuchado el comentario deLauren, cierto?
-Hum.Si. Nunca me ha caído bien esa chica... -contesté haciendo unamueca.
-¿Untrocito? -me ofreció Emmet acercándome un trozo de pizza, parahacerme reír cuando se dio cuenta de que mi humor estaba empezando acambiar, al recordar a Lauren y su simpatía hacia mi y los Cullen.
-¡Puaj! No gracias -dije apartando el trozo de pizza demi, asqueada por su olor.
-Noseas infantil, Emmet -lo regañó Rosalie cuando se lo acercó aella, anticipándose a él y su pregunta de si quería ella.
-¡Mujeres! Siempre con las dietas... ¿verdad chaval?-exclamó suspirando, encogiéndose de hombros y dirigiéndose a unchico, seguramente de primero o segundo, que se había quedadomirando al pasar por nuestro lado, e impregnando su voz de un tonointimidante al mismo tiempo que burlón.
Elpobre chico no dijo nada. Solo se estremeció, claramente asustado deEmmet, y se sentó muy deprisa, dos mesas más allá de nosotros,junto a unos amigos que le preguntaron inmediatamente sobre lo que lehabía dicho Emmet.
Emmet, Jasper y Edward rieron con ganas, Rosalie y Alicesuspiraron resignadas y se miraron, y yo rodé los ojos.
-Nome extraña que os tengan miedo. Te encargas bien de ello, Emmet-comenté alzando las cejas y rodando de nuevo los ojos, con lo queestuve a punto de partir las lentillas por segunda vez en menos de unminuto.
-Créeme, pequeña, es mejor para ellos -contestóriendo Emmet y haciendo un gesto de advertencia con el dedo índice-.Además, tengo que mantener mi reputación y asegurarme de que nopierdo mi toque, ¿no? -añadió con un gesto de fingida indignaciónpor mi comentario, lo que me hizo reír.
-Bueno, ¿quién quieres que se quede contigo estanoche? -me preguntó Jasper cambiando el tema de conversación.
-Hum.Alice le cae muy bien a mi padre... -observé recordando lo encantadoque se había mostrado con ella la última semana.
-Pormí, perfecto -dijo entusiasmada Alice-. Así podremos pasar unanoche solo de chicas.
-Ah,no -me quejé anticipándome a sus pensamientos-. No te voy a servirde conejillo de indias otra vez, Alice.
-Noeres mi conejillo de indias, Bella, no exageres -mintiódescaradamente haciéndose la inocente-. Pero es que, para ser unachica le prestas muy poca atención a las cosas de las chicas. Tienesque aprender a vestirte adecuadamente tú sola. Perdona que te lodiga, Bella, pero eres un desastre en ese aspecto.
-Ya,bueno, lo que tú digas -me quejé suspirando derrotada. No habíaposibilidad alguna de librarme, lo sabía.
-Bueno, Alice tiene razón, Bella -terció Rosaliedejándome pasmada una vez más-. Podríamos aprovechar paraenseñarte a peinarte y maquillarte tú sola, también... si no teimporta que yo también me quede.
Almomento no supe que decir. Era cierto que la relación con Rosaliehabía mejorado un poco en la última semana, pero nunca imaginé quequisiera pasar tiempo a solas conmigo. No me esperaba aquello, aunquepude darme cuenta que los demás sí se lo esperaban, porque pudepercibir mediante mi visión periférica, que los chicos seintercambiaban miradas y sonrisas entre ellos.
-No... claro que no -dije al fin un poco confusa ysorprendida por la sonrisa que me dedicó Rosalie.
-Genial. Así será más divertido -exclamó Aliceemocionada con la idea y casi saltando en la silla-. ¿No te importaque la robemos esta noche, verdad Edward? -le preguntó Alice aEdward.
-No,mucho. Pero pasado mañana es totalmente mía, ¿de acuerdo? -dijoEdward encogiéndose de hombros y suspirando resignado. Era evidenteque tenía otros planes para esa noche.
-Vale. Gracias, Edward.
Edwardy yo pasamos la tarde en casa de Charlie, hice la limpieza en menostiempo del que hubiera empleado en mi anterior vida, y despuéshicimos los deberes.
Rosalie y Alice llegaron solo unos minutos antes queCharlie, cargando un maletín y un par de bolsas deporte que no medieron buena espina.
-Vamos a pasar una noche de muerte -dijo emocionadaAlice.
-Tecreo -aseguré, aunque mi definición de "noche de muerte", teníaun significado muy diferente al de ellas.
-¡Venga, Bella, no te pongas difícil! -protestóRosalie, adivinando mi pensamiento-. Ya verás como nos lo pasamosmuy bien.
-Edward, por favor, diles que no me hagan pasar poreso... -supliqué a Edward que estaba todo panchurrón tirado en elsofá viendo la televisión.
-¡Oh,no! A mí no me metas en vuestras cosas -exclamó soltando unarisotada y levantando las manos-. No quiero acabar echo pedacitos...
-Hum.¡Cobarde! -exclamé entornando los ojos.
-¿Chicos? -preguntó mi padre cuando entró en casa-.Ya estoy aquí.
-Hola, papá -le saludé cuando entró en el salón.
-Hola, Bella. ¿chicos?
-Hola, Charlie -lo saludaron los tres.
-¿Quétal el primer día? -me preguntó mi padre, algo incómodo. Sabíacuánto le costaba asimilar aquella situación.
-Bien, papá. No te preocupes -le contesté-. En unmomento estará lista tu cena -le informé dirigiéndome a la cocina.
Mientras le preparaba la cena, Charlie se sentó junto aEdward y se pusieron a ver el partido que daban esa noche. Alice yRosalie subieron a mi habitación a lleva las bolsas y el maletín ydespués bajaron conmigo a la cocina.
Aeso de las nueve, Edward se fue a su casa y, después de estar unrato haciendo compañía a Charlie, nos subimos a mi cuarto.
Losmeses siguientes pasaron deprisa y cada vez me resultaba más fácilir al instituto e incluso podía estar a solas con Charlie, aunquelos Cullen no me dejaban demasiado tiempo sola con él porprecaución, y me sentía realmente satisfecha con cómo me habíaido mi adaptación a la sociedad como vampiro. La normalidad y latranquilidad habían llegado de nuevo a mi vida y eso me gustaba.
Sinembargo, un nuevo sobresalto llegó a mi vida, dos días después delbaile de graduación -al que por cierto, me llevaron engañada-.
Eralunes, el primero de las vacaciones, Charlie se había quedado encasa en lugar de ir de pesca, como era su costumbre, ya que Carlislele había regalado a Charlie una televisión gigante de pantallaplana y Emmet había venido a ayudarle a instalarla junto a Jasper,mientras Alice, Edward y yo pasábamos el rato sentados en lasescaleras delanteras de la casa escuchando un nuevo cd de música queAlice había comprado el día antes, cuando mi mundo sufrió aquélnuevo sobresalto.
Elcoche de Billy Black, conducido por Jacob, paró detrás del cochepatrulla de mi padre, haciéndonos levantarnos de un salto.
-¿Jacob? ¿Qué tal, que haces por aquí? -preguntéintentando aparentar normalidad.
-Hola, Bella -me saludó Jacob regalándome su sonrisamás ancha, lo que hizo que Edward soltara un gruñido imperceptiblea oídos humanos, pero que Alice y yo escuchamos perfectamente-. Notan bien como tú... ¡Uff! Estás muy guapa y veo que totalmenterecuperada. ¿Chicos? -saludó con una mano a Edward y Alice, que ledevolvieron el saludo de forma amable. Aunque Alice se abrazó albrazo de Edward para evitar que se echara encima del pobre Jake.
-Gracias -dije con una leve sonrisa-. Pero, dime ¿hasvenido a ver a mi padre? ¿Billy necesita algo? -insistí al ver queno había contestado a mi pregunta en su totalidad.
-Hum.No, en realidad era contigo con quién quería hablar -me dijo algonervioso y claramente incómodo-. A solas, si es posible -añadiómirando a Edward y Alice.
-Eh... claro. Pasa -le dije invitándole a entrar dentrode la casa cuando Edward y Alice me dieron luz verde con la cabeza.
-¡Hey, Jake! ¿Qué tal? -lo saludó Charlie cuandoentramos en la cocina.
-HolaCharlie. He venido a hablar con Bella un momento -explicó Jacob-. Nome quedaré mucho, he quedado con mis amigos en un rato.
-Mmm.Bien. Dale saludos a tu padre de mi parte, y dile que está invitadopara el próximo partido. ¡Tengo tele nueva! -le dijo Charlieilusionado antes de salir de la cocina.
Ambosnos reímos de la actitud de Charlie.
-Bueno, pues tú dirás, ¿qué es eso que tienes quedecirme? -le apremié. No sabía porqué, pero el olor de Jacob no megustaba demasiado. Era raro.
-¿Eh?, si, bueno. Verás, es que... pero no te enfades,Bella... -me dijo de forma entre cortada-. Mi padre me pidió queviniera a ver si era verdad que te encuentras bien. Y, también mepidió que comprobara si estás distinta -explicó finalmentebastante incomodo y abochornado.
Élparecía no entender mucho aquella extraña petición que le habíaecho su padre, pero yo lo pillé al vuelo. Billy creía realmente quelos Cullen eran vampiros y, por alguna razón que no lograba entenderen aquél momento, no se tragaba que había estado enferma y queríacerciorarse de que seguía siendo humana.
Meenfadé muchísimo con Billy por meterse en asuntos que no leincumbían, pero como Jake no tenía la culpa, intenté controlar mifuria hasta que Jacob se fuera.
-¿Y,bien? ¿Te parece que esté cambiada? -pregunté finalmente y mi vozsonó más hostil de lo que yo hubiera querido.
-Puesestás más guapa... pero no te veo cambiada de una forma extraña,como dejó entre ver mi padre... -me contestó pensativo, mientras meexaminaba con más atención de la que me hubiera gustado-. Lo sientomucho, Bella, ya sabes como es mi padre. Él piensa que Edward tuvoalgo que ver con tu enfermedad. Aunque yo no veo como pudo tener élla culpa -añadió suspirando y encogiéndose de hombros.
-Losé, no te preocupes -le dije sonriendo y suavizando el tono-. ¿Algomás?
-Pues... la verdad es que si -dijo retorciéndose lasmanos de forma nerviosa-. Me pidió que, si "te veía normal"-empezó a explicarme entre comillando de forma simbólica con losdedos las últimas palabras-, te pidiera que rompieras con tu novio yque te avisara de que estamos vigilando, aunque quiero que sepas queyo no me incluyo en lo de "estamos vigilando", fue él quien meha incluído. Y, si no te veía "normal" quería que supieraistú y los Cullen que, y cito, "esto no quedará así, habráconsecuencias" -terminó más abochornado que antes.
Nosabía exactamente cuales serían las consecuencias ni podíaimaginar en aquel momento lo que pasaría después, pero el alma seme vino a los pies y pude escuchar a Edward, Emmet y Jasper, gruñirfuriosos en el salón, mientras que Alice gemía angustiada y mipadre les preguntaba, en voz baja, qué ocurría.
-Bueno, pues dale las gracias a Billy por supreocupación, y dile que lo tendré en cuenta, pero que no hacefalta que se enfade con Edward ni ningún otro miembro de su familia,porque ninguno de ellos a tenido nada que ver. Simplemente he estadoenferma -le dije lo más amistosamente que pude, sin saber cómologré controlar mi mal genio pues desde mi cambio me costaba muchomás mantener a raya mi mal carácter.
-Claro, lo haré. Y de nuevo te pido disculpas, Bella.No suscribo las palabras de mi padre, de verdad -se disculpó Jacob,mientras salíamos de la cocina y se dirigía a la puerta.
-Tranquilo, no pasa nada -le dije sonriendo como pudemientras intentaba mantener la calma.
-Bien. Entonces, supongo que nos vemos otro día.
-Si,nos vemos, Jake -le afirmé no muy convencida de que fuera a sercierto.
Cuando Jacob se hubo ido cerré la puerta y fui alsalón, donde estaban todos esperando los demás, en silencio.
-¿Lohabéis escuchado? -pregunté tontamente pues sabía que así habíasido.
-Si,claro que lo hemos escuchado -gruñó Jasper.
-Bueno, ¿Y qué significa? ¿Es que Billy sabe lovuestro? -preguntó mi padre sin comprender nada en absoluto, y anadie en particular, aunque fue Edward quien contestó.
-Esoparece, aunque es una larga historia que ya te contaremos.
-Unalarga historia, ya... -murmuró mi padre, frunciendo el ceño yllevándose las manos a los ojos.
Hubounos instantes de tenso silencio en el que cada uno se sumergió ensus pensamientos, hasta que finalmente, Charlie lo rompió.
-Vale, entonces de alguna manera, Billy lo sabe -dijocomo intentando ordenar sus pensamientos-. ¿Y ahora qué? ¿A qué avenido esa amenaza? -preguntó esta vez dirigiéndose a Edward.
-Puesno lo sé, Charlie. No sé qué pasará algo, tenemos que ir a hablarcon mi padre -le contestó Edward con sinceridad-. Si quieres puedesacompañarnos y te explicaremos con más calma a qué ha venido laamenaza de Billy y porqué lo sabe. Si es que realmente necesitassaber todo esto -añadió Edward invitando a Charlie a acompañarnos.
-Esto... sí claro. No... no sé si podré comprénderlotodo, pero si necesito entender toda esta locura -aceptó finalmenteCharlie, refunfuñando los motivos por los que venía con nosotros.
-Entonces, en marcha -dijo Emmet saliendo en cabeza delsalón.
Durante el trayecto de camino a la casa de los Cullennadie dijo ni media palabra. Aquella amenaza de Billy nos había echoa todos preocuparnos y yo no podía evitar sentirme terriblementeculpable por que, por mi culpa, los Cullen ahora se vieran bajosospecha de haber quebrantado el tratado con los quileutes yamenazados de que habría consecuencias.
Nosabía a qué nos tendríamos que enfrentar en un futuro, pero sisabía algo; encontraría la forma de librar a los Cullen de unainjusticia.
Este mini fic está dedicado en su totalidad a Carol Black, una buena amiga que me ayudó a salir del bloqueo en el que me encontraba cuando comencé a escribir este fic con una brillante idea, que ha echo que finalmente pudiera sacar adelante esta historia.
Muchas gracias, Carol Black, por haberme inspirado y por ser mi amiga.
Bueno, pues nada, aquí os dejo el último capítulo de mi mini fic. Espero que os guste y que hayáis disfrutado de el fic en su totalidad, tanto como yo lo he echo imaginándomelo y escribiéndolo.
Millones de gracias a todos por leerlo y por dejar vuestros comentarios.
Besos a todos.
El destino de Bella - Fanfics de Harry Potter
Nosabía si estaba dormida, inconsciente o muerta. Tampoco sabía siaquellas imágenes que cruzaban por mi mente eran sueños orecuerdos, pero de algo sí esta
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2024-10-15
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