El hijo de Cupido. - Potterfics, tu versión de la historia

 

 

 

Lukas siempre había sido diferente, y eso era algo que él tenía bastante claro. Era un chico al cual le costaba concentrarse y también demasiado inquieto e impulsivo, agregando de que siempre le costaba leer.
Claro que a los doce años le explicaron que en realidad no era un chico común, si no más bien, un mestizo. Hijo de un mortal y un dios. Eso le pareció absurdo ¿Por qué los dioses se mezclarían con los humanos? Había escuchado siempre las historias de Hércules y Perseo, pero nunca había llegado a pensar que fueran reales.
Una vez que fue llevado al Campamento Mestizo, y fue reconocido. Pero él nunca había entendido porque todos lucían tan sorprendidos.
Hasta que su cumpleaños número trece llegó. En aquel entonces, Quirón le explico que su padre era en realidad Cupido -el dios romano del amor, y el deseo-. Fue cuando quiso esconderse debajo de una roca, ya suficiente había sido con ser supuestamente el hijo de Afrodita.
Así que... ¿Estás diciéndome que mi padre es un bebé con pañales que va tirando flechas al azar? Inquirió con tono burlón.
Cupido es más que eso Le dijo Quiron., aunque nosotros preferimos llamarlo Eros, ese es su nombre en la mitología griega.
Lo que sea. Había murmurado él. Aquí no tienen cabañas para el dios del amor, solo para Afrodita ¿Dónde se supone que viva?
Tendrás que convivir con los hijos de Afrodita. Murmuro. Excepto, que quieras ir a donde perteneces, el campamento para hijos de dioses romanos.
Lo pensaré.
[...]
Él nunca había sido demasiado sociable, pero tenía una gran amiga. Una hija de Tanatos, el dios de la muerte. Ella había llegado un año antes de que él ingresará al Campamento, como nadie vivía en la cabaña de Hades, ella se había instalado ahí -ya que su padre no tenía la su propia cabaña-.
Tal vez ella era la única razón por la que no dejaría el Campamento.
La observó desde lo lejos, ella hablaba con una muchacha de no más de trece. Era demasiado hermosa para ser hija de Afrodita, e irradiaba un gran aura de poder. Nunca la había visto en el Campamento. Con curiosidad, se acercó.
Lacie parecía nerviosa, y sostenía un folleto en la mano. A su vez, él observo a la otra muchacha. Su mirada no parecía la de cualquiera, tan plateada como la misma luna. Fue entonces cuando entró en razón e hizo una reverencia.
Lukas miró rápidamente a Lacie, tenía el cabello cortado por encima del hombro, y un gran flequillo que ocultaba bastante de su rostro, era bajita e indefensa.
Entonces su mirada volvió a enfocarse en la diosa.
Diosa Artemisa. Susurro. Disculpe el no haberla reconocido.
Claro, él siempre imagino que la diosa luciría de unos 20 años. Ella lo observó.
Me gustaría que te unieras a nosotras, Lacie Cooper. Espero tu respuesta. Dijo, antes de volverse al bosque.
Él miró a su mejor amiga.
¿Unirte? ¿A qué? Preguntó.
A las cazadoras de Artemisa. Sonrió ella. Pero no te dejaré solo. Creo que tendrá que ser para la próxima vez.
[...]
Desde aquel día, Lukas había decidido quedarse en el Campamento, porque sabía que alguien lo necesitaba. Y con los pasos de los años, tanto él como Lacie fueron creciendo y fortaleciendo su amistad.
Ambos habían cambiado, él comenzó a cerrarse más y volverse más frío, mientras que ella se volvió más segura, y comenzó a ser más sociable.
Escuchó una espada chocar contra su escudo, y rápidamente volvió a su mundo.
Odiaba las luchas de espada, siempre había sido un fracaso en eso. Él era mejor arquero, seguramente algo que había heredado de su padre, el dios bebé con pañales. Eso le había seguido pareciendo ridículo, pero con el tiempo se acostumbro a las burlas.
Claro que además de burlas se ganó muchas admiradoras, porque era tan guapo como un hijo de Afrodita. Pero él siempre las rechazaba, decía que no estaba hecho para el amor, algo irónico, sabiendo que su padre era Cupido.
Lo derribaron, y sintió la punta de la espada contra la armadura. Cuando levantó la vista, su mejor amiga se encontraba con una sonrisa dulce y a la vez burlona dibujada en su rostro.
Lacie se había convertido en una gran luchadora y a la vez en una persona más segura. Había dejado crecer su cabello azabache, y cortado el flequillo. Lukas nunca había visto una mirada más dorada que aquella.
[...]
Luego del entrenamiento, ellos solían sentarse a las afueras del bosque a charlar. Había veces en la que se quedaban en silencio observando las nubes.
Sus manos apenas se rozaban, pero Lukas sentía que todo el mundo se le venía abajo.
Quiero que vayamos en una misión juntos, nunca he salido del Campamento, y siento que debería hacerlo. Murmuró.
¿Y a qué se debe esa idea? Inquirió él, con tono indiferente.
Tengo que cumplir una profecía, Lukas.

 

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Lukas siempre había sido diferente, y eso era algo que él tenía bastante claro. Era un chico al cual le costaba concentrarse y también demasiado inquieto e

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2024-09-18

 

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