El Misterio del Hilo de Plata - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

'El hilo de plata, el hilo de plata, el hilo de plata'
No se escuchaba otro nombre por el centro de Madrid. Todas las librerías del mundo tenían un volumen en sus estanterías. Este libro no era sólo famoso por su contenido, sino porque contenía un misterio que llamaba la atención a todo el que lo leía
nadie sabía quien lo escribió. Ni siquiera ponía 'anónimo' en su final.

Esto sacaba de quicio a Hugo. Era una cosa que no soportaba. Rondaba los treinta y vivía en la periferia de Madrid. Se había leído el libro millones de veces, pero había algo que le atraía y no le dejaba vivir en paz. Según decía a sus amigos y familia ese libro estaba escrito por un genio. Le frustraba tanto no saber quien lo había escrito que se volvía loco.

 

Un día tras volverse a leer el epílogo de aquel libro extraordinario, se le ocurrió la idea más sencilla que pudo pensar. Decidió hacer lo que a cualquiera de nosotros se le hubiera ocurrido: buscar en Internet sobre el libro y las hipótesis que había sobre quien era el autor. Encontró varias teorías bastante tontas, hasta que pinchó en una página interesante: la página de la editorial del libro. Era una editorial muy corriente, una página corriente. Supuso que tendría que poner la dirección de su sede principal. Estaba en Madrid, calle Florida blanca, 36.

A la mañana siguiente fue a investigar, con la excusa de ser un periodista con interés por aquel famoso libro. Tras una hora esperando en el vestíbulo, una señora vestida de negro le atendió:

-¿Necesita algo señor?

-Buenos días, buscaba al director para hacerle una entrevista-le enseñó el pase de prensa.

-¿Tenía usted cita, señor?

-No pero pensé

-Sin cita no hay entrevista- le interrumpió la recepcionista.

-Bueno la verdad es que solo quería hacer una pregunta que tal vez usted me pueda contestar. Es acerca de un libro que sacó a la venta esta editorial, el hilo de plata, ¿lo conoce?

- Pues claro ¿quién no lo conoce en la ciudad?

- Bueno pues era por si
-Hugo fue interrumpido de nuevo.

-Si me va a preguntar por la persona que vino a publicarlo, no le vi pero he oído a Fausto, el director, que fue una persona de incógnito con voz femenina y zapatos un tanto deteriorados y si me lo permite un poco feos en su opinión. También se dio cuenta de que iba andando, por lo que no debe de vivir fuera de la comunidad. Era castaña clara y jovencita, bastante baja, por cierto.

- Muchas gracias señorita me ha dado la información que necesitaba, gracias

Mientras Hugo ya se alejaba la señora le gritó:

-Si buscas al autor nunca lo encontrarás, hay mucha gente en su busca y nunca han dado con él.

Hugo se fue de aquella empresa bastante animado ya que le habían dado información muy importante. Sabía donde vivía y que era una mujer.

Al llegar a su casa ya era tarde ya que había tenido que ir en metro varias paradas y había tenido que coger el tren hasta su casa en Torrelodones.

Cuando llegó no pudo hacer otra cosa que tumbarse en su sillón favorito y leer aquel hermoso libro que a todas horas inundaba su mente. Sin darse cuenta se quedó dormido y soñó con aquel paisaje tan bonito y lleno de árboles y animales que tanto le gustaba de su libro.

Al despertarse el día siguiente no tuvo sino otro pensamiento sobre el misterio del libro. Se dio cuenta que su sueño había plasmado como era el lugar de la historia y como estaba contado en primera persona, y también con un poco de intuición, supo que el paisaje que describían, con la casa tan grande y entorno tan familiar, era donde vivía su escritora. Tuvo mucha suerte en su búsqueda mental, ya que en Madrid lugares como aquel no había muchos, y más, si como decían, no era una mujer rica ni nada por el estilo sólo podía vivir allí, en Torrelodones. Como era domingo y no tenía que ir a la tienda donde trabajaba, dio un paseo por los alrededores de su casa buscando un chalet de ladrillo rojizo, al lado de un colegio y cerca de una estación. Allí en Torrelodones, no había más que una estación cerca, la de las Matas, y lo primero que hizo fue ir allí. Sabía que vivía cerca pero no iba a llamar a todas las casas rojas, con todas las que había, y en el noventa porciento de ellas viviría una chica con zapatos baratos, castaña y bajita, por no contar que se hubiera equivocado y que la historia no fuera cierta en realidad. Supo que aquella búsqueda iba a ser en vano, pero se sintió tan vacío de pronto de pensar en aquella misteriosa chica que tanto le atraía
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-No estoy muy cerca,- pensó de pronto- pero no puedo dejarlo escapar tan fácilmente, y además yo creo en las intuiciones y si hay algo que me llama la tanto atención de esa mujer será cosa del destino-aunque eso en realidad no le reconfortó demasiado. Aún así se puso a buscar un pareado rojizo de ladrillo con una ventana con cortinas blancas y una farola en la entrada. Sólo alrededor de su casa ya había una decena. Se armó de valor y llamó a cada casa con esas características con la excusa de ser un repartidor de comida china. La verdad es que no dio mucho el pego, uno porque obviamente no era chino y otra porque en su mini plateado no cabía un armamento de comida china de repartición. Aun así en las tres primeras casas vivían tan sólo un par de abuelotes, una niña de unos 10 años y su padre y hermano y otra que ni siquiera le abrieron, pero él siguió llamando:

-TOC TOC- sonaba en cada puerta- Soy el repartidor de comida china. Un minuto, que la saco del coche

Todo el mundo decía, (como era normal) que nadie de su casa había pedido comida china, ya que la mayoría de las veces ni siquiera tenían dientes para masticarla. Eso era normal ya que Torrelodones y Las Matas era un municipio más bien envejecido. La última casa que vio fue una que conocía muy bien: sus vecinos. Eran un matrimonio moreno con un hijo, y dos niñas de unos 15 años. Y al salir de aquella última casa, ya de noche supo que aquella búsqueda se había terminado para siempre y nunca encontraría a aquella chica de la que ni siquiera sabía el nombre (en el libro se llamaba a si misma pajarito, pero sabía que eso sí que era una invención del cuento) pero que poblarían sus mejores sueños toda la vida.

Y aunque él pensara que todo estaba perdido, aquella chiquilla había estado delante de sus narices todos los días de su vida. Era más joven que ningún otro escritor. Todas las noches miraba por su ventana como Hugo se rompía la cabeza por encontrarla. Esa, aunque parezca extraño, soy yo, que le veo todos los días por la ventana y escribo, porque es lo único que me gusta hacer, y me hace sentir bien, en otra vida que no es la mía y aunque me lleve mucho tiempo, me encanta ya que puede satisfacer a personas como mi vecino Hugo, al que le hago sentir vivir en un mundo ideal en el que el único inventor y creador es él mismo.

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'El hilo de plata, el hilo de plata, el hilo de plata' No se escuchaba otro nombre por el centro de Madrid. Todas las librerías del mundo tenían un volumen e

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2024-11-17

 

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