La gente corría por las calles, entre las casas en llamas,desesperada, gritando sin parar una y otra vez los nombres de sus seresqueridos, a los que no conseguían localizar. Algunos edificios se empezaban aderrumbar y las alarmas de los coches sonaban y hacían que no se pudieraescuchar nada, en una de las calles en las que las llamas no llegaban un grupode diez personas contemplaban la escena.
Mis padres se encontraban entre ellos, eran jóvenes teníanveinticinco años y eran unos conocidos asesinos miembros de un club en el quesolo aceptaban a los mejores. Cada cierto tiempo el jefe de ese club llamado la organización los convocaba y losanunciaba la misión que tendrían que cumplir. Mis padres eran los mejores deesa organización, fríos y calculadores en su trabajo, pero el resto del tiempoeran tiernos y amables. Yo deseaba ser como ellos cuando tuviese la edadsuficiente.
Estaba agarrada con todas mis fuerzas a la mano de mi madre,desde que nací había estado viendo las mismas escenas de gente asesinada pormis padres y los demás miembros de laorganización, las primeras veces me impresionaban, pero ahora no mecausaban ninguna sensación. Cualquiera pensaría que no era normal que una niñaviera estas cosas, pero yo no era una niña cualquiera, estas cosas me parecíannaturales y a mis nueve años ya sabía manejar con soltura una pistola.
Mi padre empezó a caminar observando con satisfacción todoel destrozo causado por ellos y los demás miembros. Diana, mi madre, lo siguióy yo detrás sin soltarme de la mano de mi madre, pues aunque toda esa gentemuerta no me asustaba si que lo hacia el hecho de perderme en aquel pueblocompletamente devastado por las llamas.
El silencio reinaba de nuevo en aquel pueblo, toda la gente quehabía conseguido escapar se daba por vencida de que los familiares que ya noestaban con ellos salieran y se los unieran. De pronto escuché a lo lejos losgritos de alguien, y sin pensarlo corrí en esa dirección, no sabía por qué,pero tenía la necesidad de ayudar a quien quiera que fuese el dueño de esosgritos. Corrí todo lo rápido que pude por las calles, esquivando vigas caídas ydemás escombros. Sentía como mis padres me seguían, pero no lograbanalcanzarme.
Llegué a una casita pequeña, me paré y escuché más detenidamente,efectivamente los gritos provenían de esta casa, con mucho cuidado abrí lapuerta y entré en la casa, pasé una habitación pequeña y por fin llegué a otraun poco más grande, en la que un niño un poco mayor que yo gritaba desesperadointentando escapar, pero que por desgracia una biga le había atrapado lapierna. Corrí hasta su lado e intenté quitar la biga, pero pesaba mucho y nisiquiera la moví unos centímetros. Mi padre se acercó y con cuidado levantó labiga, yo agarré al niño y lo saqué de allí con cuidado. Mi madre se acercó a miy cogió al niño en brazos, en unos de sus brazos tenía una herida muy profundaque no dejaba de sangrar. La cara de mi madre se tornó blanca nada más veraquella herida.
- Robert, ¿Qué hacemos con el niño? No lo podemos dejaraquí, mira su brazo
Mi padre miró el brazo del niño y tuvo la misma reacción quemi madre, se acercó a ellos, cogió al niño y salió por la puerta. Una vez fueradejó al niño, ahora inconsciente en el suelo y se acercó a Diana.
- Que vamos hacer, tenemos que cuidar de él.
- Pero nadie puede saber que vive con nosotros.
- Nadie tiene por que saberlo.
Yo miraba sin comprender aquella conversación de mis padres,no sabía que querían decir con eso. Miré a mi madre sin comprender, ella meagarró la mano, se agachó y me cogió en brazos, después corrió detrás de mipadre que llevaba al niño en sus brazos. Cuando llegamos a casa dejamos al niñoen el sofá, mi padre le desinfectó la herida y la cerró poniéndole puntos,después le vendó el brazo y dejo al niño nuevamente en el sofá y esperamos aque se despertara. Una horas más tarde el niño abría los ojos y miraba asustadoaquella casa desconocida para él. Su mirada pasaba de mis padres a mícontinuamente. Entonces mi madre se adelantó, se arrodilló a su lado y empezó ahablar.
- Hola me llamo Diana ¿y tú?
- Yo me llamo Max- contestó el chico aun asustado.
- ¿Cuántos años tienes Max?
- Diez, pero dentro de dos meses cumplo los once.-contestó orgulloso de aquel dato. Blog sobre productos para la limpieza del hogar
Max se intentó levantar, pero volvió a caer al sofá. Mipadre se acercó y le observó la pierna, se la movió con cuidado y le hizopreguntas sobre si le dolía o no. Se levantó y se fue hacia la cocina. Cuandovolvió traía consigo unas vendas que enseguida se las colocó en la pierna alniño.
Habían pasado ya dos meses desde que Max se unió a lafamilia. Nos llevábamos muy bien y además se había convertido como en mihermano mayor. Desde aquella noche mis padres habían abandonado laorganización, de vez en cuando participaban en una misión, pero nunca me llevabancomo solían hacer siempre.
Hoy la casa estaba llena de globos de todos los colores, ami me encantaban los globos, me podría pasar horas y horas delante de unomirándolo y dándoles golpecitos que no me aburría, pero claro tenía nueve años.Una gran tarta a la que estaba tentada a comérmela antes de que los demás lohicieran se encontraba en el centro de la mesa con dos velas iguales que teníacada una de ellas un 1, en la pared había una gran pancarta en la que se leíacon letras muy grandes y de diferentes colores "Felicidades Max".
Eran las dos de la tarde y Max aún no había llegado de lacalle, mientras lo esperábamos terminábamos de preparar los últimos detalles,todo debía de estar perfecto para cuando Max llegara.
La puerta se abrió y por ella entró Max con la bolsa de lacompra agarrada en su mano derecha, entonces mis padres y yo gritamos un gran"felicidades" que hizo que mi amigo se asustara y dejara caer la bolsa alsuelo.
Pasamos toda la tarde celebrando el cumpleaños, ya eran lasdiez y pronto nos tendríamos que ir a la cama, hoy era un día especial, peropor eso mis padres no nos iban a dejar quedarnos hasta más tarde de las diez ymedia despiertos. Estábamos terminado de recoger las cosas y los envoltorios delos regalos contando chistes y haciendo gracias, ese día era sin duda el mejorde mi vida. Pero entonces alguien tiró la puerta abajo, me giré hacia la puertapegando un gritito asustada y pude reconocer sin ninguna duda el rostro de dosde las cinco personas que estaban en la puerta, esas dos personas seencontraban en el mismo sitio que yo y mis padres la noche que encontramos a Max.
El hombre que si mi memoria no fallaba se llamaba Henrrysacó una pistola del bolsillo trasero de su pantalón, apuntó con ella a mipadre y disparó, este pudo escapar por poco, mientras que mi madre nos agarrabaa Max y a mi y nos llevaba hasta una habitación, empujó el armario y allí habíaun pasadizo que no había visto nunca. Mientras el sonido de los disparos seguíasonando y escuché como una bala impactaba sobre un jarrón que se rompió en milpedazos.
- Entrar por ahí y corred, no dejéis de correr hasta quelleguéis al final del pasadizo- dijo mientras sacaba la pistola de un cajón desu mesita de noche.
- Mamá y vosotros ¿Qué vais a hacer?- pregunté asustadatemiendo lo peor.
- Nos quedaremos aquí y los entretendremos lo suficientecomo para que podáis escapar. Cuidad el uno del otro siempre y no dejéis que oshagan daño nunca. Ahora ¡Corred!
En ese momento comprendí lo que sucedía y con lagrimas en losojos asentí, di el último abrazo que la daría a mi madre cogí la mano de Max yentré en el pasadizo. Empecé a correr con todas mis fuerzas, sentí como mimadre volvía a tapar el pasadizo con el armario. No me detuve por nada, sabíaque si lo hacía perderíamos un tiempo precioso que sería el que nos podríasalvar la vida. No veía bien por donde iba debido a las lágrimas, y por más quecorría no dejaba de escuchar los sonidos de la pelea. Minutos más tarde escuchédos disparos y aunque no lo había visto estaba segura de lo que acababa depasar.
Tropecé con una piedra y caí al suelo, las rodillas medolían y sentía como la sangre empezaba a brotar por ellas. Me levanté conayuda de Max y seguimos corriendo. Media hora más tarde vimos la luz al finalde aquel pasadizo interminable. Y así fue como el mejor día de mi vida seconvirtió en el peor.
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Pues eso que si os gusta dejar vuestros comentarios para ver si ago o no una continuación.
Besazos! NiRaHe
El peor día - Fanfics de Harry Potter
La gente corría por las calles, entre las casas en llamas,desesperada, gritando sin parar una y otra vez los nombres de sus seresqueridos, a los que no conseg
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2024-10-16
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