Habíallevado a un grupo de alumnos a combatir a los jardines de Hogwarts. Confiabaen que recordasen lo que les había enseñado de Defensa Contra las Artes Oscurascuando estuve en el castillo, y contaba también con que hubiesen aprendidomucho más después de eso.
Pese a ello, les ordené que se quedasendetrás de mí y atacasen sin alejarse demasiado. Al fin y al cabo, la unión hacela fuerza.
Mi cometido era sencillo: simplementedebía paliar el ataque de los mortífagos y los seres de la oscuridad queenviaban causando a la vez cuantas bajas pudiese en el bando de Lord Voldemort.No podía separarme de aquellos chicos y chicas que me ayudaban y me cubrían lasespaldas. Tenía que evitar que les ocurriese algo. Era una orden tan simple,tan clara
Pero una vez más fallé estrepitosamenteen mi cometido.
Los mortífagos, de pronto, semultiplicaron a nuestro alrededor. Ya no eran ocho, ahora rondaban los veinte.Y nosotros solo éramos once.
Los hechizos volaban por el aire y seensartaban duramente en el pecho de los alumnos, que sacudían frenéticamentesus varitas en un vano intento de salvar su vida y la de sus compañeros.
Quise ayudarles. Lo intenté. Pero losmortífagos me cerraron el paso y no pude más que contemplar impotente cómocaían uno tras otro mientras repelía las maldiciones que me lanzaban desde cienángulos distintos.
El ruido era ensordecedor, llenaba elaire hasta impedirme respirar, y el pelo se me pegaba a las sienes y a la nuca,bañado por el sudor.
Apenas podía ya mantenerme en pie, mehabían alcanzado varios hechizos que no llegué a escuchar, que apenas logréevitar, que pasaron rozándome la piel y causándome intensas y lacerantespunzadas de dolor.
Cuando pensaba que todo estaba perdido,cuando me di cuenta de que hiciese lo que hiciese iba a morir, pensé en ella.Tonks, mi Tonks, mi preciosa, inteligente, divertida y sencillamente perfectaTonks, acunando dulcemente entre sus brazos a nuestro pequeño hijo reciénnacido a quien no podría ver crecer. Y entonces, oí la voz de mi mujerllamándome con desesperada urgencia.
¡Remus!me volví esquivando por un escaso centímetro una maldición letal y la vi.Corriendo hacia mí, precipitándose en mi dirección como si no existiese nada anuestro alrededor, con el rostro manchado de sangre, polvo y lágrimas.
Algo, una heterogénea mezcla de alegríay rabia, surgió de mi pecho sin previo aviso, convertido en un gruñido defrustración. Ella estaba allí, aquellos ojos de los que me había enamoradoserían lo último que vería antes de morir
Pero lo mismo podría ocurrirle aella. El miedo ensombreció mi mente como una nube negra que oculta el sol."No", pensé. "Ella estaba a salvo. Ella estaba con su madre. No puede estaraquí". Pero por más que intentase convencerme de lo contrario, su figura saltandosobre las rocas partidas hacia mí era demasiado real como para ser fruto de midesvalida mente.
Podía haberla salvado. En ese mismoinstante, justo antes de que ocurriese, supe que podía haberla salvado. Pero nolo hice. Tal vez por resignación, tal vez por temor, tal vez porque simplementeme fallaron los reflejos. Así que vi la cruel felicidad enmascarando el rostrode Bellatrix Lestrange, escuché su carcajada desquiciada mientras gritabaaquellas dos simples palabras que acabaron con la vida de la mujer a la queamaba y con mi alma malherida al mismo tiempo.
La luz se apagó en los ojos de Tonks,la expresión de preocupación se borró de su rostro de un plumazo, su delicadopero fuerte cuerpo se derrumbó sobre sí mismo, un ángel caído en mitad de latormenta.
Abrí la boca y grité, grité con todasmis fuerzas mientras mis rodillas perdían la capacidad de sostenerme y medesplomaba, grité al ser testigo de la partida de la única persona que me habíaamado y a la que yo necesitaba, grité por todos aquellos minutos del más purode los amores que habían desaparecido arrastrados por el viento, grité en mediode esa guerra absurda uniendo mi voz a muchas otras.
Se había acabado. Ya no quedaba nadapor lo que luchar. Las lágrimas formaron un denso velo plateado sobre mis ojos,y de pronto todo perdió su significado. ¿Qué tenía sentido si ella no estaba?¿Si nunca más podría observar su perfecta sonrisa iluminando hasta mis días másoscuros? ¿Si jamás volvería a sentir sus dulces labios uniéndose a los míos paracallar mis incoherentes protestas? ¿Si la luna sería de nuevo mi mayor temorcuando el sol que me recordaba quién era yo en realidad se había apagado parasiempre?
Alcé la mirada hacia el mortífago quetenía enfrente. Él me observaba con una sonrisa burlona, apuntándome con lavarita. Y no me importó. La muerte solo parecía un dramático pero justo finalpara mí. "Mátame", le pedí con la mirada, y vi sus labios despegarse parapronunciar esas dos palabras que me callarían eternamente.
Cerré los ojos para aguardar ese últimopunto en la historia de mi vida. Esperé ese instante en que arrancarían mi almade mi cuerpo para poder reunirme con ella, con mi amada Tonks, y también conJames y Sirius, mis viejos amigos, y con Lily, mi querida compañera. Mazos del Hearthstone
Ya nada merecía la pena
O tal vez sí.
De pronto, aquella imagen que me habíaasaltado segundos antes, aquel recuerdo de Tonks acunando a Teddy, atravesó mimente como un agudo proyectil de inquietudes.
Si yo moría, ¿qué sería de mi hijo?Andrómeda lo cuidaría, no me cabía duda, y Harry también
Pero, ¿quién sería elpadre de mi pequeño? ¿Quién le contaría cómo era su madre, su valiente ytestaruda madre, que murió luchando por lo que más quería, por aquello en loque realmente creía y que consideraba justo?
¿Y si nadie hacía todo eso?
Sí, aún quedaba algo por lo que ponerseen pie. Algo por lo que no rendirme. Algo por lo que ser un Gryffindor.
Abrí los ojos de golpe, justo cuando elmortífago comenzaba a pronunciar la maldición. Y, después, todo ocurrió muyrápido.
De un salto me puse en pie y le di uncabezazo en la frente, pillándole por sorpresa y tirándole hacia atrás.
Me giré varita en mano para enfrentarmea los mortífagos restantes. Bellatrix había desaparecido, pero los demásestaban ahí, algunos con máscara y otros sin ella, pero todos mirándome con unamezcla de estupefacción y desafío.
Pero la decisión y la rabia eran lassoberanas absolutas de mi cuerpo en ese momento. Volvería a casa con mi hijo,pasara lo que pasase. Por él. Por Tonks. Por mí.
Un grito animal nació en lo másprofundo de mi garganta mientras me abalanzaba a por el primero de losmortífagos, a quien no le dio tiempo a reaccionar. La maldición fue rápida,certera y letal. La misma suerte corrieron el segundo y el tercero. El resto,sin embargo, pudieron reanudar la pelea una vez superado el asombro inicial pormi repentino cambio. Sin embargo, no tenían nada que hacer contra mí.
Un instinto nuevo pero no desconocidose había adueñado de mí, y me sentí más lobo y más hombre que nunca. Era unamezcla perfecta, puesto que me defendía con la racionalidad, la astucia y laprecisión de un hombre y atacaba siendo tan fiero, fuerte y mortífero como unlobo
e incluso detecté en algún rincón el incondicional valor de un león, eseque ya casi había dado por perdido con el transcurso de los años.
Estaba cegado por la determinación, nosentía el impacto de los hechizos ni el dolor de las heridas. El mundo a mialrededor se había detenido, yo solo tenía que hacer lo que tenía que hacer. Mimisión era regresar junto a Teddy, y así lo haría. El resto daba igual. Y porello me convertí durante unos segundos en el mago más mortal de todo elcastillo.
Y, de pronto, solo quedaba un mortífagoen pie. El hombre, al verse en clara desventaja, quiso correr y huir, pero trasél tan solo halló una pared de espejo resquebrajada por diversos golpes ymaldiciones.
Se giró de nuevo hacia mí temblando demiedo y alzó una mano temblorosa apuntándome con la varita. Yo jadeaba por elesfuerzo, estaba cansado y herido, pero nada de eso importaba. Antes de que elmortífago dijese una sola palabra, lo desarmé con un Expelliarmus. Una vez despojado de su única arma, él retrocedióhasta que su espalda chocó con el espejo fragmentado, logrando que variasesquirlas cayeran tintineando al suelo.
Sentía un sabor entre ácido y amargo enla lengua causado por el continuo uso de la maldición letal. "Una vez más",pensé, pero justo cuando iba a acabar con la vida de aquel traidor al mundomágico, vi una sombra negra reflejada en el espejo, partida y deformada allídonde el cristal estaba roto.
La sombra, que no era tal sino que setrataba de un mortífago, se volvió y me miró. No llevaba máscara, y lereconocí. Dolohov.
Y supe, cuando alzó la varitarápidamente y me apuntó sonriendo, que moriría.
Me giré para intentarlo, para tratar desalvarme, pero fue tarde. La maldición ya había sido lanzada, y mientrasescenificaba mi propia expiración como en un trágico teatro que no elegíprotagonizar, pude concebir un último pensamiento.
"Adiós,Tonks. Adiós, Teddy. Lo siento."
Ellicántropo y miembro de la Orden del Fénix Remus Jhon Lupin y su mujer, lametamorfomaga y también miembro de dicha sociedad Nymphadora Tonks, fallecieronel 2 de mayo de 1998 durante la Batalla de Hogwarts de este año, en la cual elmago tenebroso Lord Voldemort y sus aliados fueron vencidos.
Lupinfue asesinado por el mortífago Antonin Dolohov, a quien mató ese mismo día elprofesor Filius Flitwick. Tonks, sin embargo, murió a manos de su primaBellatrix Lestrange, también fiel seguidora de Lord Voldemort, y que fallecióesa noche debido a la intervención de la bruja Molly Weasly.
Tras su muerte, Lupinfue condecorado con la Orden de Merlín Primera Clase, siendo así el primerlicántropo en tener este honor.
El hijo de Lupin yTonks, Ted Lupin, vive actualmente con su abuela materna, Andrómeda Tonks.
La sociedad mágica ruegaun minuto de silencio por el alma de estos dos espléndidos magos.
El último adiós de Remus y Tonks - Potterfics, tu versión de la historia
Habíallevado a un grupo de alumnos a combatir a los jardines de Hogwarts. Confiabaen que recordasen lo que les había enseñado de Defensa Contra las Artes Os
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2024-09-17
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