La noche no podía ser mejor para él.
La oscuridad reinaba, el silencio de muerte helaba la sangre de los humanos, y el frío viento que le alborotaba los cabellos, traía consigo un anhelado olor a oxido, a metal; un olor que él deseaba poder tener eternamente.
Era el aroma de la sangre.
Se encontraba frente e a un parque de arbustos y helechos secos, césped amarillento que crujía al pisarlo y columpios rotos y una lejana hoguera solitaria, que desprendía volutas de humo, que vanidosas, formaban figuras y espirales en el aire, antes de perderse en el cielo negro, con estrellas plateadas ocultas bajo las nubes borrosas y grises.
Él, escondido entre arbustos, entre las sombras, como un animal agazapado a la espera de su presa. Aspiró una fuerte bocanada de aire que no necesitaba, y lo exhaló en un suspiro profundo, antes de esconderse un poco más entre las plantas, sentado en cuclillas, listo para salir al ataque.
Sintió como impulsivamente, como un hábito que no se puede dejar de hacer, un vicio imposible de dejar o una adicción que se necesita para vivir; sus colmillos aumentaban su tamaño, convirtiéndose en un marfil colosal. Filosos como daga de plata, delicados como pétalos de rosa en invierno.
Escondido entre las sombras de la noche, esperando en el frío mortal y bajo las primeras gotas de lluvia, la esperaba a ella.
Todas las noches repetía la misma rutina.
Se escondía de día, en casas y edificios abandonados, alimentándose de cualquier cosa que pudiera encontrar. Invisible asesino, él era un ser que no podía causar más que miedo en las personas: Su piel pálida como la nieve, sus ojos rojos como la sangre, su cabello azabache y caído, sus ropas raídas y viejas, llenas de manchitas oscuras que eran otra cosa más que sangre. Sus colmillos, que aparecían cada vez que él tenía hambre, simplemente eran sinónimo de pesadillas nocturnas y vividas, de temores encontrados y principalmente, pánico.
Quién lo veía con colmillos, siempre se encontraba con la muerte.
El corazón de él, llevaba más de mil años sin emitir un solo sonido. Estaba muerto, cruel, vacío: sin vida. Seguramente, no habría otra cosa que un espacio en hueco donde debería estar su órgano traicionero, el corazón, aquel órgano que lo torturaba en noches como esa, donde se retorcía de dolor al comprender lo lejano que estaba de los vivos, de amar, y principalmente de ella.
La vida para los seres como él, no era fácil.
Ese sentimiento de soledad que le destruía el alma, sí es que la tenía. En las noches de frío, no tenía a nadie más para que le diera calor. Terminaba abrazándose a sí mismo, en un inútil intento de darse el calor de otra persona que tanto necesitaba.
Cuando sus ojos lograban sacar un par de lágrimas, no había nadie que las limpiará. Y cuando sus oídos necesitaban escuchar la voz del ajeno, de algún otro ser que con sus labios logrará decir un simple consuelo; no encontraba dichas palabras amorosas.
Y cuando él, deseoso de amar, harto de esa soledad que le producía un constante y horrible dolor en el pecho; anhelaba con todo su ser, poder colocar sus brazos alrededor del cuerpo de algún humano, murmurarle palabras dulces y protegerlo hasta que muriese. En esos momentos
él pensaba en ella.
Después de esconderse durante el día, se volvía a esconder bajo la luz de la luna, la que cuida las veladas de los amantes, la que observa de lejos reencuentros llenos de pasión y lágrimas de desamor.
Y se escondía, como un buen cazador, paciente, atento y persistente, esperando a su presa, el tiempo que fuera necesario.
Todas las noches la espiaba desde los arbustos. La podía alcanzar a ver a través del velo de la ventana de ella. Podía ver sus sombras, sus movimientos, incluso escuchar su voz de clarinete, trémulas y lejanas notas de flautista.
Muy lejos de ahí, un reloj dio su campana, anunciando la medianoche. Fue el momento de actuar.
Salió de su escondite entre los árboles con un salto, ágil y veloz. Se encontró en una carrera de zancadas rápidas y llenas de gracia, hasta llegar, silencioso, sin siquiera hacer ningún ruido, de otro gran salto al alfeizar de la ventana de ella. Asomó un poco la cabeza, cuidando no ser visto, y la vio a ella, frente al espejo, admirando su propio reflejo, acariciándose la piel de cerámica, admirando sus labios carmesís, mirándose tras esos ojos cálidos de color café que tantos sueños y lágrimas le producen a él.
Ella, de pronto, abre los ojos a un punto que solamente se puede leer una emoción: miedo. Aterrada, ella abre la boca, como sí fuera emitir un desgarrador grito, pero ningún sonido sale de su garganta, pues él, su eterno acosador, ha entrado a la habitación y le ha puesto una mano en la boca, ahogando el sonido del grito.
Él sabe que ella no puede escapar, que sólo está mintiendo y que en realidad, lo ama tanto como él a ella. Qué esos gritos que él ahoga, son sólo gritos fingidos, mentiras. Él sabe que esos movimiento desesperados de ella para escapar del abrazo del vampiro, no son más que puras invenciones. Porque él puede estar seguro, que ella no le tiene miedo, que lo ama y que nunca, nunca jamás lo dejará solo. Recetas faciles y rápidas
Ella extiende las manos, y con sus uñas trata de rasgarle la cara, mientras él, en un intento de secuestro, la carga en sus brazos como sí no fuera más que un niño recién nacido.
La fuerza de ella no se compara con la de él. Y pronto, el vampiro y la humana, han escapado de la habitación, y él corre con ella en brazos, fugaz, invisible, entre las sombras de la noche, con el cabello empapado de la nueva lluvia que cae, los relámpagos sonoros y ruidosos, las nubes grises, la noche oscura.
Ella le ruega piedad y respuestas, apenas la deja en el suelo frío y de cemento de aquel edificio abandonado. El olor del lugar es terrible, humedad, orina de gatos y perros, algún olor lejano a alcohol. La porquería se encuentra en todas partes, hay lodo y tierra en los rincones, ratas que se escabullen entre las paredes, arañas gordas y peludas que caen del techo en sus finas telarañas.
Él solo la mira, con una mirada penetrante, como sí no creyera lo que escuchaba. Una sonrisa se curva en sus labios, dejando a la vista sus colmillos.
Él le dice que nada malo le sucederá ahora, ahora que está con él. Su voz es fría, monótona, como si fuera la primera vez en mucho tiempo que hablar
"No sé de qué me hablas" dice ella, en un susurro apenas audible, con voz quebrada, sentada en el suelo, con las rodillas pegadas al pecho, la respiración entrecortada y el corazón latiéndole a mil por hora.
Él frunce el ceño, no entiende que sucede. A lo lejos ulula un búho, un gato maúlla, un perro lanza ladridos. El viento azota contra la ventana, las ramas hacen sombras tenebrosas, la lluvia sigue cayendo, ruidosa.
Él se acerca a ella, ella grita. Él le toma el rostro a la fuerza entre sus pálidas manos, ella se retuerce. Ella comienza a llorar, mientras él, a la fuerza, une sus labios con los de la humana.
El beso que él había estado esperando por tanto tiempo, no es lo que siempre deseo y espero. No siente nada más que el lujurioso deseo de sangre, el inquietante borboteo del oxido bajo los labios carmesí, los colmillos de marfil y tamaño colosal, esa necesitad, esa hambre, ese sentimiento desesperado
La noche se convirtió en algo completamente distinto. Algo salvaje, algo sin amor, simplemente, deseo.
Y en las noches, aún se puede escuchar el eco del grito que él calló con un beso.
Y la luna aún recuerda la mancha de sangre que él se niega a quitar de ese pálido y bello cuerpo, ese cadáver que alguna vez fue una mujer; a la que le arrebataron la vida.
El vampiro ya no lucha. El vampiro ya no habla. Ya no busca sangre, y en las noches, perladas y traviesas lágrimas caen por sus muertas mejillas.
Porque el vampiro ha perdido el motivo por el que seguía existiendo.
Y sin un motivo para existir, es como andar vagando por la vida, muerto. Sin nada que hacer, una simple sombra, un fantasma invisible, inexistente. Vacío, sin corazón, sin sentimientos, sin amor.
El vampiro se pregunta, sí los humanos sentirán en algún momento semejante soledad. Soledad que lo lleva a hacer locuras, soledad que lo hace perderse en las arenas del tiempo. Soledad que lo mete en un laberinto interminable. Soledad que nunca desaparece, y cada día se hace más profunda.
Cuando el vampiro mira hacia delante, puede ver el futuro indeciso, el incesante destino. ¿Conoce él su destino? ¿En verdad existe? Y sí tal destino existiese, ¿quién creó para él ese castigo de rondar entre sonrisas, risas y caricias humanas, invisible, solo y perdido?
Cuando el vampiro mira para atrás, puede ver su pasado. Enmudece, su voz se quiebra como cristal. Aún recuerda la noche en que perdió el control, y el beso robado de la humana, fue el beso que le causó la muerte. Aún puede oler la lluvia, aún puede ver la sangre, y aún, en las noches, imaginan el rostro de porcelana y labios carmesís.
Y cuando el vampiro se mira ahora, en el presente, sólo decide taparse los ojos ante la soledad. Porque ser un vampiro, es una condena que él, ni nadie, quieren pagar. Un purgatorio, un martirio, castigo de los pecados
una soledad que nadie desea, un sentimiento de ser invisible y su existencia innecesaria.
Curiosamente, la existencia del vampiro no es necesaria.
El vampiro, convertido en un peludo y feo murciélago de dientecillos amarillentos y ojos negros, emprende un nuevo vuelo, en busca, aún, de algo que le conforte esa vida vacía, sin motivo para ser penando.
¡¡Feliz Cumpleaños, querida Ana!!
No siento que este one-shot, sea suficiente para describir cuanto te aprecio, y cuantas cosas importantes has hecho por mí.
Pero bueno, pasándome por tu perfil me leí que te gustaban los vampiros. Mi poco agraciada mente decidió mezclar tus cosas favoritas en un one: vampiros, romance y un poquitín de misterio. Realmente no se me dan estas cosas, pero te aseguro que lo hice con mucha emoción J
Te deseo un feliz cumpleaños, y muchos años más. ¡Felicidades! ¡Gracias por cada una de tus palabras, por siempre estar presente!
¡Feliz Cumpleaños!
El Vampiro - Fanfics de Harry Potter
La oscuridad reinaba, el silencio de muerte helaba la sangre de los humanos, y el frío viento que le alborotaba los cabellos, traía consigo un anhelado olor
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2023-02-27
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