Era eso otra vez
eso
¿eso qué era?
"
y luego de mirar atrás
un extraño escalofrío caló mis huesos.
Al mirar de frente, desapareció esa fría habitación que parecía ser conocida por mi conciencia. Ahora no me encontraba en ese lugar. Todo eso se había encontrado ahora en un túnel en el que una pequeña sombra iba de un lado a otro.
El túnel parecía haber estado kilómetros y kilómetros delante de mis pies
pero al dar el primer paso, me hallé a menos de un metro de la sombra ahora bastante crecida, de al menos dos metros.
Y esa sombra, que seguía moviéndose en una tramo corto de también dos metros, estaba detrás de una barrera de
¿tela? No. Parecía cualquier cosa menos tela. Era algo así como el papel diamante. Ese con el que mamá envolvía los caramelos de chocolate en navidad.
Inconscientemente, me acerqué hasta ahí, y rompí ese papel con mis dedos.
Mis manos sudaron de forma desmesurada, y cuando menos me di cuenta, lo que tenía en mis narices era un
Un perro negro, gigante, trémulo. De mirada penetrante, de ojos profundos, grandes y verdes. De grandes orejas. Y cuando me miró inquisidoramente, sonrió malévolo. Era una sonrisa de payaso cruel. Una larga y gran sonrisa que mostraba unos grandes y filudos dientes, que amenazaban con morder en cualquier momento, que te atisbaba junto a sus ojos cada movimiento.
Su frío aliento era de un olor extraño. Era del mismo olor que emanaba cualquier carnicería de pueblo cuando volvían los camiones del matadero.
Un nuevo escalofrío se impuso en mi espalda, asustándome más que esa cosa.
El pensar, no me funcionaría para nada. Esa cosa atacaría en cualquier momento, y yo oscilaba entre salir corriendo o quedarme ahí parada haber si lograba gritar algo para que me sacaran de ahí
Pero antes de pensarlo
"
Era el mismo sueño que tenía al menos una vez a la semana, todos los días, desde que nos mudamos de casa hace un año.
Ese maldito sueño que no me dejaba en paz. Que siempre me dejaba con inmensas dudas. Que nunca terminaba sino en la misma parte.
Desperté sudando, agitada. Quise gritar, algo asustada, pero siempre llegaba esa sensación de desespero en la que te faltaba el aire, y no podías gritar aunque quisieras. Amenacé con llamar a mamá. ¿Amenazar a quién?
Tosí mientras me sentaba en la cama, en medio de la oscuridad de mi habitación.
Todo estaba en calma. No había ningún ruido, ni ningún movimiento.
Nada excepto por
Que mi puerta se cerró sola.
Un escalofrío surcó desde mi espalda a mi cuello.
Se había cerrado entre el espacio que siempre dejaba. Tres centímetros.
Hace mucho que no sucedía eso.
Recuerdo que el día en el que sucedió, fue un día antes de subir con papá y Mike - mi hermano - para sacar unas cosas antes de irnos de vacaciones. Y eso sucedió hace no más de cinco o seis meses.
Intenté relajarme apenas sentí que todo seguía en un intransmutable silencio.
Lo único que había afuera, era el movimiento que hacían las hojas secas al caer desde los árboles.
Era otoño desde hace un mes y medio.
Y eso venía junto a las vísperas de Halloween, acompañadas de bailes en escuelas, de comercio en las calles y supermercados y tiendas, de fiestas en las que más de un chico te intenta besar
Ah, un suplicio.
Mejor ni acordarse.
Cuando por fin logré acallar mi respiración, miré hacia el lado.
Mi celular se hallaba junto a miles de cosas en mi escritorio, que utilizaba como mesa de noche un tercio de él.
Miré la hora, y eran pasadas las dos de la mañana. Lo tomé, y le limpié la pantalla con el dedo pulgar. Me miré en el, y sonreí un poco más calmada.
Pensé fielmente en llamar a Fred, mi mejor amigo desde siempre, con el que pasaba tiempo más que con mis padres.
Generalmente nos llamábamos todos los días, cuando necesitábamos una palabra de aliento, o cuando estábamos aburridos de esperar al día siguiente para vernos. O en este caso, cuando el miedo nos carcomía las entrañas.
Marqué su número, y luego de unos segundos, una soñolienta voz me contestó al otro lado del teléfono.
- ¿Aló? - dijo Fred, suprimiendo un bostezo - ¿Quién es?
- Soy Alice. ¿Esperabas otra llamada acaso?
- Oh, no, para nada - respondió rápidamente - No esperaba nada a estas horas de la noche.
- Lo siento. Tenía que hacerlo.
- ¿Pasa algo?
- Pasa que
¿tienes la madrugada para mí?
- He sido todo oídos desde que tengo uso de razón. Adelante, cuenta.
- Es que
¿Recuerdas lo que te dije la otra vez?
- Me has dicho muchas cosas, muchas veces.
- No seas chistosito conmigo. La vez en que te dije que desde que nos mudamos a esta casa, no puedo dormir tranquila. Es esa pesadilla otra vez.
- Tranquila. De seguro en un par de meses pasará.
- ¿Par de meses? Fred, quiero que ese sueño desaparezca AHORA.
- Ok, ok, lo sé. Mañana pasamos a una tienda en donde vendan atrapa- sueños ¿sí? Yo te regalo uno.
- Está bien.
- Oye Alice, recuerda que pasado mañana es Halloween. ¿Qué tal si hacemos algo?
- ¿Algo como qué?
- Algo como
Disfrazarnos de vampiros, y salir por dulces
- Ay, Fred
- rezongué.
- Vamos, Alice. No cuesta nada.
- Fred, tenemos dieciséis años.
- ¿Y qué? ¿Cuál es el problema?
- Yo te digo el problema. Somos grandes, maduros. No tenemos once años, Fred.
- No te entiendo.
- Deberías.
- Ay, vamos, no será tan malo. Pedir dulces aún no pasa de moda.
- Nos podríamos juntar en mi casa y darles dulces a los niños
- Eso es
degradante.
- O, podríamos ir a la fiesta de Chris
- ¡No! Sabes que odio a ese tipo.
- Ay, Fred.
- Por favor
- Dios. Bueno, está
está bien.
- ¡Si!
Seguimos conversando por al menos una hora más, hasta que ambos comenzamos a sentir que el sueño nos empezaba a ganar. Ya otras veces nos habíamos quedado dormidos hablando por móvil en la noche.
Me sumí en un profundo sueño, ya más tranquila de haber hablado con él.
- ¡Hey, Alice, despierta, tienes veinte minutos para estar lista! - gritó un a voz conocida. ¿Y a Mike que le importaba?
- Vete al diablo, Mike, tu no me das órdenes.
- Soy tu hermano mayor y
- ¡Te dije "vete-al-diablo"! - le tiré un almohadón en la cara mientras me levantaba de la cama algo apresurada. Mike no se iba.
- ¡Fuera! - grité, mientras lo empujaba.
En un par de minutos estuve lista, y bajé con mi bolso colgando de un hombro, rápidamente.
Me asomé a la cocina, y bebí un vaso de leche a borbotones, mientras me arreglaba un mechón de pelo.
Antes de salir de casa, tomé las llaves y el citófono empezó a sonar como si tuviera rienda suelta. Contesté.
- ¿Diga?
- ¿Quieres que te lleve? - dijo la voz de Mike.
- ¡Vete a trabajar, idiota, no estoy entre tus planes!
- Allá tú
Colgué y salí de la casa más que fastidiada. Mike me sacaba de quicio.
En unas cuadras me encontré con Fred, que me esperaba para irnos a la escuela.
- ¿Vamos a la tienda ahora o más tarde?
- Ahora.
Dimos un giro y caminamos lento hacia una tienda colmada de cosas de brujería y más de alguna locura que te asustaba apenas pasabas por su lado. Apenas dimos un primer paso, una señora de cabellos enmarañados apareció de improviso casi matándonos del susto.
Fred tomó la iniciativa, soltándome de la mano.
- Buenos días. ¿Tiene atrapa-sueños?
- Eso
y más. Tengo
- Solo queremos eso - dijo Fred, advirtiéndole que no queríamos que mencionara su tienda completa. La señora frunció el entrecejo y sacó una pequeña caja.
- Son tres dólares.
- Muy bien. Eso es todo. Lo llevamos.
Cuando estuvimos apunto de irnos, ella dio un respingo, asustándonos a ambos. Me miró inquisidoramente, como si tuviese algo en los ojos, o en la cara. Tomó mi mano, y yo abrí los ojos con curiosidad. La observó, y me senté por inercia en la silla que estaba frente a ella. Con facilidad, corrió una mesa en la que se hallaban un montoncito de cartas que se suponía veían la suerte.
- Coge una. Hazlo - insistió, cuando vio que no hacía nada. Tomé una y la di vuelta. Ella abrió los ojos muy grande. Fred pareció impacientarse - Toma otra - lo hice, y pareció aliviarse un poco. La impresión y la inquietud recorrían mi interior. Tuve ganas de enviarla al demonio.
- ¿Qué sucede?
- Grandes cosas están por sucederte. Grandes, y terribles. Pero alguien hará que esto se detenga
- ¡Oh, que estupidez! ¡Vámonos, Alice! - dijo Fred, cogiéndome del brazo, y con algo de fastidio, sacó un dólar de su bolsillo y lo dejó en la mesa. Salimos rápidamente de esa tienda - Adivinas
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El recorrido desde ahí hasta la escuela se hizo bastante corto, como el día.
Parece que el horario de escuela hubiese durado una hora en sus instituciones, y yo por mi parte, no me di cuenta en el momento en el que caminaba abrazada de medio lado junto a Fred, camino a mi casa.
El final del día llegó rápidamente, como si las horas me esperaran.
Con algo de desconfianza, subí a mi habitación para colgar mi "atrapa-sueños", y me dispuse a dormir.
Lo que se me hizo una tarea difícil, ya que al parecer el truquito de Fred no funcionó como esperaba, así que, con algo de fastidio, y con las manos sudando a mares, descolgué el aparato y lo tiré al basurero.
- Qué estupidez
nunca más vuelvo a creer en estas cosas - dije mientras me volvía a acostar.
- ¡JA! - rió alguien, espantándome. Mi corazón casi sale de su lugar.
De seguro era Mike. Siempre hacía ese tipo de cosas en la noche desde que le conté que soñaba raro. Le gustaba fastidiarme.
Después de la pequeña risa, lo que sentí fue un pequeño movimiento en mi puerta
Lo mismo de anoche.
- Oh, Mike
¿Estás aburrido acaso? - grité desde mi habitación.
- ¡Yo no estoy haciendo nada! - respondió. Se le escuchaba desde lejos. Tenía razón. Seguramente no había sido él. ¿Pero quién?
Antes de pensarlo, caí dormida pesadamente.
- ¡Dulce o truco! - dijo Fred, alegremente mientras que un chico de no más de doce años nos abría la puerta.
- ¿No estás bien crecidito para esto, viejo? - respondió el chico, con excepcionalidad.
- ¡Dulce o truco! - repitió Fred. Me recargué sobre el umbral de la puerta, mientras entornaba los ojos.
- Oye, enserio, solo doy dulces a menores de trece. Vete al cuerno - dijo finalmente, y nos cerró la puerta en la nariz.
- ¿Crees que mi disfraz no es realista? - dijo Fred, girando y mirándose a si mismo el traje totalmente negro de vampiro, y mostró unos filudos colmillos en su sonrisa.
- ¿Sabes lo que creo? - dije, despegándome del umbral - creo que no conseguirás más que esos tres caramelos de cola que traes ahí.
- Bah
No seas pesimista
- Fred, vamos a casa. De seguro mamá debe tener la cena lista.
- Qué aburrido. Me siento inconcluso teniendo dieciséis. Crecimos muy rápido, Alice, quiero volver a tener los once, cuando corríamos por dulces desesperados
- Pero por algo crecimos, Fred. Y, ¿sabes?, estoy muerta de hambre, vamos luego, ¿si?
- Está bien - dijo resignado, a regañadientes.
Hace mucho que no hablaba así. Y la verdad no sé si decía la verdad o no. Porque ya parecía haber asumido que cumplió los dieciséis hace siete meses.
Cuando estuvimos justo en mi casa, saqué las llaves para abrir, mientras dejaba la otra mano abajo.
Me perturbé y azoré al sentir calor en la mano. Y fue peor aún cuando abrí la puerta, porque mis mejillas no daban más del sonrojo.
- Sabía que terminarían juntos - dijo Mike, mientras iba de un lado a otro con los platos, para ponerlos en la mesa.
- ¡¿Qué?! - grité yo, y despegué mi mano de la de Fred.
- Acabáramos
- ¡Cállate Mike!
- ¿Por qué hiciste eso? - dije cuando llegamos a mi habitación.
- Porque
- ¡Chicos, a cenar!
Fred dio un bufido, y ambos bajamos las escaleras.
La cena transcurrió con real lentitud y silencio. Aun ni siquiera podía creer que Fred haya entrelazado mis dedos con los suyos de forma tan
bueno, no se como explicarlo. Le tendría que preguntar porqué
no me quedaría así nada más, pues Fred nunca había hecho eso.
Y al subir de vuelta, pasó lo que menos pensábamos.
- ¿No habías dejado la puerta cerrada? - dijo Fred.
- Eso creo
- Oye
con lo que sueñas
¿no serán fantasmas o algo así?
- Fue lo primero que supuse - dije entrando con cuidado a mi habitación - pero no existen los fantasmas negros
¿o si?
- No, pero
¿me dices como era lo que veías en tu sueño?
- Era
Rápidamente, me acordé de mi típico y solo sueño. Le dije cada detalle de mi visión.
- Qué extraño - dijo Fred, pensativo - De todo lo que sé sobre estas cosas, no logro imaginarme ni recordar nada sobre esto. De hecho, si buscas "fenómenos paranormales" en Google, aparece cualquier cosa menos esa descripción.
- Y
¿si buscamos en las páginas subsiguientes?
- Bueno
no creo que
¿Qué?
- ¿Qué sucede?
- Acabo de ver lo más extraño del mundo
- ¿Qué cosa?
- Unas
unas patas
oye, tú cerraste la puerta, y ahora está abierta
Es que vi unas patas en la puerta de tu armario. Y tú no tienes perro.
- ¿Patas?
- Si
- Ah, no juegues
- No, es enserio
- Pero
¿cómo?
Cuando menos me fijé, había unas manchas en el piso, eran de barro, con forma de patas
Y se dirigían hacia fuera de mi habitación. Como por inercia, me levanté de la cama, y comencé a seguirlas. Detrás de mí, estaba Fred, siguiéndome. Fred susurraba mientras me seguía lentamente: "¿Patas de perro y sueños así? Qué extraño
esto es imposible
además de esos extraños movimientos
"
- ¡Eso es! ¡El ático!
- ¿El ático?
- Si, se detuvieron justo aquí - dije, alcanzando la cuerda de la puerta trampa.
- ¡No subas, Alice! ¡Recuerda que
!
- Madre mía - dije impresionada, cuando llegué hasta arriba. Era
como revivir el sueño
- ¡Alice! ¡Alice, que sucede!
- Esto es imposible
En menos de lo que canta un gallo, Fred estuvo justo a mi lado.
- Alice, ¿esto es como tu sueño?
- Si
- dije a media voz.
Y por la misma inercia, comencé a acercarme hacia donde estaba esa tela
Se veía la misma sombra. Sentí los lentos pasos de Fred.
- Alice, no lo hagas.
- Déjame, tengo que hacerlo.
- No
Dejé de escuchar a Fred, y me dirigí hasta esa mampara
La voz de Fred se escuchaba realmente lejana.
Y cuando di el primer paso, me hallé en frente de la mampara, justo con la mano directa para romperla. Y la otra mano, estaba unida a otra que tiraba de mí.
- Alice, aléjate de ahí
La rompí.
Escuche mi grito ahogado, y el de él.
Salió ese mismo olor a carne cruda, la misma bestia girándose lentamente para mirarme con sus grandes y verdes ojos, penetrando mi alma y mi vida.
Estaba absorta. Se acercaba con lentitud hacia mí. Y yo al parecer me acercaba hacia él, al igual que antes
- ¡ALICE, NO! ¡ES EL GRIM! ¡ASÍ COMO PRESAGIA LA MUERTE, TE PUEDE DESPEDAZAR COMO UN LEÓN!
- No sé qué
Me seguí acercando solamente, y el miedo invadió mi cuerpo y mente cuando ese perro gigante, negro, me sonrió malévolamente con su sonrisa de payaso cruel.
- ¡ALICE! ¡NO LE MIRES!
Cuando el "Grim" estuvo prácticamente encima de mí, Fred tiró de mí hacia un lado, y prendió la luz.
Nos hallamos de nuevo en mi habitación
- El
el ático.
- Ya no hay nada, Alice
- Era
- Sí, era el Grim.
- Dios mío
La adivina tenía razón. Tú me salvaste
- Sí que tenía razón.
- Dios santo
Abracé a Fred lo que más pude. Esto era impactante
- ¿Cómo aparecimos aquí?
- Su propósito al parecer era matarte. Nada más que eso. Por esa razón, lo supimos evadir y ya no hay nada.
- ¿Nada? ¿Cómo lo sabes?
- Creí que no podía serlo. Lo había olvidado. El Grim se esconde en donde menos lo esperas, en tu casa. Si lo aburres y no logras darte cuenta de que el está ahí, te ataca. Te costó mucho saber quien era. Es bueno saber de este tipo de cosas.
- Rayos - mencioné, levantándome del piso.
Abrí la puerta de mi habitación, y busqué a Mark. La puerta trampa del ático ya no estaba. Golpeé su puerta.
- Pase - gritó algo distraído.
- ¿Mark?
- ¿Alice?
- ¿Qué pasó con el ático? - dije. Me miró interrogante, como si hubiese dicho algo ilógico.
- Alice, no tenemos ático.
- ¿Qué?
- Tenemos sótano. Vete de aquí, ¿si? Llévate tu locura a otra parte.
- Pero
- Hazlo, ¿ya?
- Está bien
- ¡Y cierra la puerta!
Esto fue lo más raro y espantoso de la noche.
Era imposible.
- Fred, ya no hay ático - dije embobada.
Fred solo sonrió, y puso en el piso su saco de dormir.
- Duerme, te hará bien.
Yo no tuve más remedio que dormir.
¿Creen que recordé esto por el resto de mi vida?
No. Después de ese día, me olvidé por completo de lo sucedido. Fred también.
No me volví a acordar.
Tan solo en el peor de los casos
En el ático... hay más que fantasmas - Fanfics de Harry Potter
' y luego de mirar atrás un extraño escalofrío caló mis huesos. Era eso otra vez eso ¿eso qué era? Era eso otra vez eso ¿eso qué era?
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2024-11-29
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