Korean Beauty
Hermione vagaba tristemente por las desoladas calles que la llevarían hacia su casa. Tenía las manos entumecidas metidas en los bolsillos. Estaba congelándose ahí afuera. Pero no podía, o más bien no quería volver a su hogar. Por alguna razón, Harry, su esposo, se estaba comportando de manera extraña con ella.
Hacía cinco días que la trataba de manera distante, como si tuviera algo más importante metido en la cabeza. Ya no eran la misma pareja feliz de hacía algunos años, que compartían todo, y que a cada instante se veían como adolescentes enamorados. Ahora, había algo que se estaba interponiendo entre ellos y su felicidad. Y ella, estaba dispuesta a averiguarlo.
Se sentó en un frío banco de una plaza. Ningún chico revoloteaba por el lugar. No había palomas buscando comida. Los árboles estaban marrones de arriba abajo, y un poco cubiertos por un blanco manto de nieve. Se sentó a pensar, a meditar. ¿Podría ser que Harry la estuviera engañando? No, ese no era su estilo. Además, Harry Potter no era un típico mujeriego. Ella sabía muy bien que sus únicos verdaderos amores, habían sido ella y Ginebra Molly Weasley. Y la pelirroja, había salido de sus vidas hacía ya mucho tiempo.
Había costado, pero Ginny había terminado por hacerse a un lado cuando comprendió que Harry ya no le pertenecía. Cuando comprendió que esos ojos esmeralda, ya no eran suyos. Ya no la miraban a ella con ese resplandor especial. Si no que la miraban a Hermione. Ron también lo había comprendido, y como estaba verdaderamente enamorado de Hermione, había concluido en que lo mejor era apartarse, y dejar vivir a su amigo y a su amada, una relación digna. Y desde ese momento, (una salida a Hogsmeade en el séptimo año), la castaña y el moreno, hicieron pública su relación.
Pero esos eran otros tiempos. Ahora, la inseguridad la estaba matando. Sentía como que en cualquier momento él podía llegar, mirarla con esos ojos verdes que la derretían y pedirle el divorcio. Si sólo hubiera una manera
si hubiera una forma de averiguar qué era lo que le sucedía a Harry.
Pero no, aún no se le ocurría nada. Su esposo era una persona muy ordenada. Nunca dejaría nada que sea inapropiado fuera de su lugar. Ni siquiera Hermione, con su inteligencia, podría descubrirle algo. Porque, había que aclarar que la inteligencia de ella, estaba nublándose con el paso del tiempo y sobretodo, con el avance del extraño comportamiento de Harry.
Y entonces le cayó la ficha. Harry siempre guardaba sus recuerdos importantes en frascos de distintos tamaños, cada uno con su rótulo. Y hacía no mucho tiempo, habían adquirido un pensadero. Esa
esa era la solución. No había otra escapatoria, debía inmiscuirse en los pensamientos de Harry para descubrir la verdad. Aunque eso, estuviera en cierta manera
mal.
Hermione se levantó, y comenzó a caminar con paso decidido hacia su casa. Pero su mente estaba en un lugar, y su cuerpo en otro. No sabía con qué se toparía al ver los recuerdos de Harry. ¿Y si lo que veía confirmaba sus sospechas? ¿Y si en esos recuerdos descansaban las infidelidades de Harry? Sacudió la cabeza, ya tenía que dejar de pensar en eso o terminaría por volverse loca. Sólo le rogaba que por Merlín sus sospechas estuvieran erradas, y que Harry no le escondiera nada perjudicial.
Cruzó la calle sin mirar, y un auto blanco tuvo que frenar de golpe, al tiempo e que ella lanzaba un grito de desesperación, y dirigía su mirada desconcertada hacia el chofer. Se quedó allí parada, paralizada, divagando en los ojos esmeraldas del conductor, como si fueran los de su esposo. El hombre le tocó bocina hasta casi dejarla sorda, y ella intentó disculparse, en vano. Pues el hombre parecía demasiado molesto. Siguió caminando por amplias calles. Esta vez, con la cabeza puesta en el lugar correcto.
La ciudad fue quedando atrás con cada paso. Los edificios iban haciéndose cada vez más pequeños, y los cientos de negocios iban disminuyendo en número, hasta dar paso a un sector plenamente residencial. El sonido del congestionamiento urbano, había sido remplazado por el de la algarabía de los niños jugand, y de las radios y televisores muggles.
Ya había caminado bastante y, aunque hubiese sido más fácil el esconderse en un callejón y aparecerse en las inmediaciones de su pequeña mansión, creyó que aquello no era conveniente. Algún muggle la podría ver y se convertiría en un escándalo. Y lo último que ella quería, era ser parte del chusmerío barato de periodistas como Rita Skeeter. El sólo recordar a aquella mujer-escarabajo le hacía estremecerse. Había tenido ya un par de problemas hacía unos años por los chismes de esa mujer. Por suerte, la vieja bruja había terminado por retirarse.
Cruzó las negras rejas sin ningún problema, y se abrió paso por un camino de piedras varias, ubicado en medio de un amplio jardín plagado de bellos rosales blancos, el regalo que Harry le había echo para su pasado cumpleaños, y que ella cuidaba con gran entusiasmo.
Como añoraba aquellas épocas, en la que eran una pareja feliz. Prácticamente el estereotipo de un matrimonio perfecto para todo el mundo mágico. Pero llegar a ese lugar les había costado. Les había costado su profunda amistad con Ron y Ginny, que se marcharon algo lejos, con el fin de no interrumpir en su relación. Les dolía verlos felices, pero era eso lo que ellos más querían. Verlos felices, aunque esa felicidad, significara la de ellos.
La castaña buscó la llave en su bolso. La metió en la cerradura, la giró a la derecha, y la imponente puerta de abeto se abrió. Su hogar en realidad era bonito. La sala de estar, de pulcras paredes blancas, le daba una cálida bienvenida a todo aquél que entrase. La alfombre roja le daba toques de glamour, y combinaba de manera perfecta con las dos plantas a pesar de todo, sobrias, ubicadas a los costados de una escalera que se dividía en dos, llevando al primer piso.
Francis, el mayordomo, se acercó a Hermione y extendió su brazo para que ella depositara su abrigo. Era un hombre de unos cincuenta años, de cabello grisáceo, alto y de ojos color miel. Un muy buen hombre, atento, y el empleado perfecto. Era sobretodo, muy cordial con ella.
- No hace falta, Francis.
- Cómo usted ordene, Sra.- Y antes de marcharse, se volvió hacia ella.- El Sr. salió. Me pidió que le informase que iba a volver para la hora de la cena, que no se preocupe.
- Gracias. Puedes marcharte.- le dijo Hermione, mientras avanzaba hacia las escaleras. Se detuvo, y miró a Francis con cierto reproche.
El mayordomo le sonrió y salió hacia la derecha, rumbo a la cocina. Hermione subió de una vez por todas a su cuarto. Una recámara matrimonial muy confortable, que poseía un agradable olor a jazmín. Dejó el abrigo sobre el perchero y tomó un peine color esmeralda. Se sentó sobre su cama, mientras se cepillaba el cabello, intentando dejarlo lacio como antes de salir de su casa.
Harry y Hermione aún no tenían hijos. Merlín sabe por qué. Lo habían intentado, pero hasta ahora nunca lo habían conseguido. Su sueño, era decirle las buenas noches cada noche de su vida a una niñita o niñito de ojos esmeraldas. Deseaba que si tenían hijos, tuvieron su inteligencia, y el valor de su esposo. De ser así, saldrían casi perfectos.
A pesar de ese detalle, había sido feliz al lado de Harry durante seis largos años. Desde que se casaron, a los veintidós. Y entonces recordó la razón que la mortificaba desde hacía cinco noches. Estaba conciente de que por alguna extraña razón, su relación se estaba desgastando. Y por eso, tenía que hacer lo imposible para mantenerse unidos.
Por eso, se levantó y dejó el peine con un movimiento suave sobre el mueble de madera de roble. Se asomó por la puerta mirando a ambos lados del pasillo, como si estuviera por cometer una imprudencia, y salió rumbo al cuarto donde Harry guardaba sus recuerdos
y el tan dichosos pensadero.
Nota del autor:
Se que este prólogo les puede parecer un poco aburrido, pero es lo que hay. En el primer capítulo de verdad: El hombre del traje, Hermione verá el primero de cinco recuerdos de Harry, que le ayudarán a llegar al final y descubrir qué es lo que le sucede a Harry.
Espero que el apoyo de todos los que lean este fic. Y creo que ya saben cómo animarme XD.
Disclaimer: Bien
todo todito es de la Rowling. Lo único mío son Francis y el hombre del traje XD. Y bueno, ya me dejo de vueltas y les dejo el primer capítulo de este fic.
Hermione caminó por el pasillo, mientras su mano se deslizaba por las paredes enfundadas en papel de decoración amarillo con flores rosas. La última habitación del lado izquierdo, indicaba el final de aquél recorrido. Tomó el picaporte y suspiró, pero al girarlo no se abrió. Sonrió para sus adentros, y se cruzó de brazos, mientras movía la cabeza de manera reprobatoria.
Se dio cuenta que Harry no era nada tonto. Seguro habría cerrado con llave o con algún hechizo esa puerta. Seguramente había cosas muy importantes ahí, como para permitir que cualquiera entrase y se inmiscuyese en sus recuerdos. Pero con ella era distinto. Ella era su esposa y tenía derecho a conocer las sustancias que allí yacían, dentro de frascos de cristal. El sólo hecho de pensar en lo que encontraría allí, le ponía los pelos de punta. Tenía miedo.
Sacó su varita y apuntó a la cerradura.
- Alohomora.
La puerta cedió. La castaña miró una última vez a ambos costados, para ver si había alguien. Absolutamente nadie. Entró a la habitación, que estaba tan fría como las mazmorras de Hogwarts. Aquél lugar le recordó a sus tediosas clases de Pociones con el irritable profesor Snape. La segunda materia que peor le caía, luego de Adivinación con la loca de Trelawney. Eso sí que era una pérdida de tiempo.
Cerró la puerta tras si. No quería que nadie advirtiese que ella estaba ahí. Ni su mayordomo ni su cocinera le replicarían nada, pero prefería mantener eso en secreto, por lo menos hasta el momento. Porque temía además, que alguno de sus sirvientes le fueran a Harry con el chisme, aunque estaba consciente de que ellos no eran de ese tipo de personas.
Se sentó en una silla vieja que estaba junto a la única pared desnuda. Ya que, los otros tres muros, estaban repletos de estantes con decenas de frascos de distintos tamaños, en los cuales flotaba una sustancia viscosa y blanquecina. Harry tenía muchos recuerdos.
Cada frasco, tenía un rótulo que hacía referencia al recuerdo que yacía en él. Harry era ahora una persona muy importante. Era Ministro de la Magia, y no quería que recuerdos banales interrumpieran en su mente en los momentos menos propicios. Por eso había decidido guardarlos en aquella habitación, limpiando así su cerebro de cosas con poca importancia laboral, pero con una gran importancia sentimental. Cada vez que se sentía triste o desolado, sino recurría a Hermione, recurría a esos recuerdos.
La castaña se paró, y comenzó a pasearse por la habitación, mientras intentaba darse calor agitando las manos. Paseó su mirada por los recuerdos. Boda de Bill y Fleur. Hermione recordaba bastante bien aquél episodio. No había parado de reírse de cómo Ron bebió de más y se puso a bailar con Minerva McGonagall. Pero también recordaba haber visto a Ginny y Harry muy melosos en aquella fiesta. Pero eso ya no importaba. Él estaba casado con ella ahora.
Ginny, decía otro frasco. Mi boda, Graduación, Voldemort. También había cosas desagradables dentro de aquellos frascos. Había muchos, y la castaña no sabía cuál podría servirle. Y cuando creyó imposible cumplir su cometido, divisó en lo alto, cinco frascos rotulados de la siguiente manera: Día 1, Día 2, Día 3, Día 4 y Día 5. Entonces pensó. Hacía cinco días que Harry se comportaba de manera extraña con ella. Hacía cinco días que, una vez al día, a la noche, iba a ese cuarto a dejar sus recuerdos, pensando que ella dormía plácidamente. Sin duda alguna, eran esos los recuerdos que ella buscaba.
Con ayuda de su varita bajó los cinco frascos del estante, y los depositó en una mesita, junto al pensadero. Suspiró, y luego tomó el primer frasco. Lo sostuvo unos segundos en sus manos, cuestionándose en si hacía lo correcto, y luego vertió con suavidad el contenido. Se inclinó sobre el pensadero, y de inmediato cayó al vacío. Un vacío que luego se convirtió en el iluminado comedor de su casa. El lunes, cinco días atrás, a las 3:30 p.m., justo cuando ella había salido de la casa.
Harry se encontraba sentado a la mesa, tomando un café bien cargado. Del otro lado, un hombre de traje y sombrero, bebía una café igual. Los dos individuos cruzaron miradas un par de veces; miradas que denotaban inseguridad, hasta que el hombre del traje habló por vez primera.
- Sr. Potter, ¿está seguro que no es necesario esperar a su esposa?
- No, claro que no.- contestó Harry, aunque sus ojos verdes brillaban con la luz del arrepentimiento.- Ya ambos nos hemos puesto de acuerdo.
- Bien
¿entonces, ella se encuentra de acuerdo con esos papeles?
Hermione advirtió que Harry tenía junto a él una carpeta negra. La primera hoja estaba en blanco. Él la tomó y fue como si quisiese apartarla de la vista de ella. Como si el Harry del recuerdo supiese que ella estaba ahí.
- La primera hoja se encuentra en blanco. Usted
- Si, lo sé, debo rellenarla yo. No se preocupe por eso, tengo todo listo. Se la alcanzaré en cuanto tenga tiempo.
- Por eso no hay problema. Pero insisto. ¿La Sra. Hermione está enterada de todo esto? Se que no debería entrometerme tanto,- agregó el hombre mientras movía las manos, nervioso,- pero es que su posible reacción me preocupa. Debe decírselo cuanto antes, si es que ya no lo ha hecho.
- Le agradezco su activa preocupación por mi relación. Pero descuide, tengo todo
arreglado.
Mentía. Harry mentía y Hermione lo podía notar en el tono de su voz. En su expresión. En el brillo extraño en sus ojos. El hombre del traje se despidió y se marchó, mientras ella intentaba vanamente correr una silla y sentarse allí. Lo había olvidado, no podía hacer eso en un recuerdo. Pero sentía que sus piernas iban a ceder a la presión en cualquier momento.
El hombre acababa de irse, y Harry se dirigía escaleras arriba. Lo siguió, pues el recuerdo aún no había terminado, y probablemente había algo más que tuviera relevancia. Pero ella, veía todo con claridad: Harry quería divorciarse, y esos, eran los papeles del divorcio. Aún le quedaban cuatro recuerdos más por ver, pero todavía no sabía si tendría ganas de verlos. Sentía un nudo en la garganta que iba a desatarse en cualquier momento, haciéndola estallar en llanto.
Siguió a Harry hasta que entró a su cuarto y se sentó sobre su cama. Hundió la cabeza entre sus manos. Hermione se sentó al lado de él, y lo contempló con los ojos humedecidos.
- ¿Por qué, Harry? ¿Por qué me haces esto?- le susurró al aire.
- Por que te amo, Hermione. Por eso te hago esto. En verdad espero que algún día puedas perdonarme.- respondió él, como si de verdad la hubiese escuchado. Aunque eso era técnicamente imposible.
Harry se levantó, y caminó hasta la ventana. Contempló su bello jardín y los rosales que le había regalado a Hermione. Ella lo siguió, y se quedó contemplando aquello en silencio.
- Me gustaría decírtelo
pero temo que no puedas superarlo.- susurraba él, para sí mismo.
Luego se marchó, atravesando a Hermione como si fuera un fantasma. Salió de la habitación, y el recuerdo se desvaneció. Ella apareció nuevamente en aquella fría habitación, y tuvo que comenzar a frotarse para darse calor. Colocó el recuerdo en su respectivo frasco, y se quedó ahí parada.
Tenía que hablar con Harry. ¿Qué explicaciones le daría? ¿Qué le diría sobre la forma en que se enteró? Aún no lo sabía. Como tampoco sabía si todo lo que había visto, era en realidad lo que ella creía que era. Pero es que todo encajaba perfecto
En verdad que estaba confundida.
Se acercó a la puerta y tomó el picaporte. Pero entonces miró hacia atrás, en la mesa los cuatro recuerdos distantes y
trabó la puerta. No se iría de ahí, sin saber antes la verdad en su totalidad.
No se enojen porque ya se que no es muy extenso el capítulo. Pero es que más no podía hacer. Lo siento mucho. Pero les prometo que la extensión de los capítulos va a ser cada vez mayor n.n.
En el próximo capítulo: Una voz en el teléfono
Disclaimer: Bien
todo todito es de la Rowling. Lo único mío son Francis y el hombre del traje. Y ahora Rita XD. Sin fines de lucro. ¬¬
(Se acercó a la puerta y tomó el picaporte. Pero entonces miró hacia atrás, en la mesa los cuatro recuerdos distantes y
trabó la puerta. No se iría de ahí, sin saber antes la verdad en su totalidad.)
Caminó con lentitud hacia la mesa donde descansaban los demás recuerdos de Harry. ¿Qué le depararía el destino? Solo vertiendo esa sustancia viscosa en el pensadero lo sabría. Pero aún así, sabiendo que era necesario, tenía miedo. Miedo de darse cuenta que estaba perdiendo a Harry para siempre.
Tomó el frasco rotulado con: Día 2, y lo vertió en el pensadero. Suspiró, insegura, y sumergió su rostro dentro. Sintió una punzada en el estómago y cayó dentro del recuerdo. Cuatro días atrás, en el comedor. Harry estaba almorzando con ella, en el recuerdo claro.
Él se hallaba vestido de manera casual. Al acrecer ese día se había tomado el día libre en el Ministerio. Hermione no lo recordaba bien. La mesa era amplia, y cada uno comía en una punta. Se miraban cada tanto, pero no se dirigían palabra.
Hacía mucho que su relación era así. Desde que se habían mudado a esa mansión y por lo tanto desde que Harry era Ministro de magia, su relación se había desgastado más. Se comportaban de manera distante. Y debía admitirlo, ella también tenía la culpa.
- Esto está delicioso.- la Hermione del recuerdo interrumpió el silencio.
- Sí. Hazme recordar que hay que felicitar a Rita.- le dijo Harry.
Rita era la cocinera y mucama. La habían contratado junto con Francis, cuando Hermione se cansó de lo quehaceres domésticos. Además, tenía que estar preparada para repentinas entrevistas que la tomaban por sorpresa en la calle. Además estaba emprendiendo una campaña para acabar con la carrera de Rita Skeeter. Eso si que merecía su atención.
La Hermione del recuerdo terminó de almorzar antes que Harry. Esperó hasta que él diera su último bocado, y se levantó. Se acercó a él, le dio un corto beso en los labios y subió a su habitación.
Harry ordenó a sus sirvientes que levantaran la mesa y limpiaran todo. Y se retiró del comedor hacia el patio. Se sentó en el césped verde e hizo aparecer una agenda con su varita.
La verdadera Hermione se sentó junto a él, e intentó ver lo que decía la agenda. Lunes, cita con Steven. Por lo menos ahora sabía que el tipo se llamaba Steven. Martes, llamar a
Pero en ese momento Harry se levantó, anotó una cosa rápida en la agenda y la cerró.
Hermione lo persiguió por el jardín mientras se dirigía a la entrada trasera de la mansión. Allí había un pequeño cuartito con cosas viejas, que se conectaba con la cocina. Harry entró y cerró la puerta tras él, dejando a Hermione fuera. Por un momento ella se creyó perdida, pero luego se dijo ¿eres estúpida o qué?, y atravesó la puerta.
Justo en ese momento, su esposo decía: Lumos, y la pequeña habitación se iluminaba.
- Accio caja de Harry.- dijo.
Una caja de dimensiones considerables llegó hasta él, despidiendo un poco de polvo durante el trayecto, y más aún cuando cayó al suelo. El moreno sacó un par de libretas y comenzó a ojearlas. Hermione intentó leer tras él. Todos eran números telefónicos. ¿El de quién buscaba?
Harry abandonó su búsqueda allí. Se levantó y salió por la cocina. Apenas entró, Rita posó su mirada en él. Y no era una de esas miradas que siempre sabía dirigirle. Ahora lo miraba con ¿rencor? Y
¿enojo?
- Sr. Potter.- le dijo. Hermione frunció el ceño, y Harry también lo hizo. Ella nunca solía llamarlo por su apellido.
- ¿Qué sucede Rita?
- Recibió un llamado.
- ¿Si? ¿De quién era?
- Una señorita. No recuerdo su nombre.
Hermione abrió la boca asombrada, y pensó que tal vez Rita no quería acordarse. Siempre le había sido muy fiel a ella, y tal vez pensaba que Harry la engañaba. Los temores de la castaña estaban confirmándose.
- ¿Cómo que no te acuerdas, Rita?
- Lo siento, tengo muchas cosas en la cabeza.
- Hay una agenda al lado del teléfono para anotar todos los llamados.
- Perdóneme señor.- ¿señor? Esa era otra palabra rara en su vocabulario.- Lo pasé por alto. Le juro que no volverá a suceder.
- Eso espero.- le dijo Harry, y salió rumbo a la sala.
En ese momento, la Hermione del recuerdo bajaba las escaleras. Observó que su esposo buscaba algo en un cuartucho debajo de las escaleras. Se acercó a él sigilosamente, mientras la verdadera Hermione intentaba ver qué era lo que buscaba Harry.
- ¿Sucede algo mi amor?
- No.- le respondió el moreno fríamente y sin mirarla.
- Pensaba salir a dar un paseo. ¿Quieres venir conmigo?
- Espero no te ofendas, pero tengo cosas más importantes que hacer.
- ¿Más importantes que salir con tu esposa, Harry? ¿Qué te está sucediendo? Está muy extraño últimamente.
Harry se paró y abrazó a la Hermione del recuerdo, la cual también lo abrazo. Y entonces, la verdadera castaña se acercó por detrás para ver la expresión en el rostro de Harry. Ella tenía la cualidad para percibir ciertas cosas cada vez que miraba sus ojos.
Aquella vez, el moreno tenía sus ojos empañados, como si estuviese a punto de llorar. Hermione sintió un nudo en la garganta. Eso sólo podía significar que Harry no la amaba, y que se sentía culpable. Claro que sus conjeturas eran un poco apresuradas, pero era lo que ella percibía.
En el recuerdo, se despidió de su esposo con un efusivo beso, y salió por la puerta principal como si nada. Aunque Hermione recordaba bien que se día no la había pasado de la mejor manera. Se había recluido en una heladería y, luego de ahogar sus penas en dos kilos de helado de chocolate y frutilla, había vuelto a su hogar.
Pero mientras tanto, Harry seguía buscando algo en ese cuartucho. Nuevamente, eran agendas con números telefónicos lo que más llamaban su atención, pero no descartaba pedazos de papeles y pergaminos viejos, o inclusos libros que Hermione ya no usaba, y que había leído por lo menos unas cinco veces. En algún lugar lo debo haber anotado, susurraba Harry. ¡Cómo puedo haberlo perdido! Sólo espero que no haya ido a parar a las manos de Hermione, se decía. ¿Qué era aquello tan importante que no debía ir a parar a sus manos? Hermione lo descubrió cuando Harry gritó ¡Eureka!. Un número telefónico, sin duda alguna. Probablemente de su amante.
Hermione sacudió la cabeza y siguió a su esposo hasta la sala. Harry levantó el tubo y marcó el número. Ella se pegó a él para poder oír lo que fuese a hablar. Un par de segundos, y una voz infantil atendió del otro lado.
- ¿Claire? Habla Harry, pásame con tu mamá por favor.
- Un segundito por favor.- le dijo la niña. Luego se escuchó como llamaba a su madre.
- ¿Sí?- preguntó una voz femenina que a Hermione se le hacía conocida.- ¿Qué es lo que sucede, Harry?
- Gracias a Dios, Ginny. No sabes cuanto necesitaba escuchar tu voz.
- ¿Pasó algo? ¿Hermione ya lo sabe?
- No, no. Aún no se ha enterado, por suerte.- el nudo en la garganta de Hermione aumentó de volumen.
- ¿Pero entonces
?- preguntó alterada Ginny.
- Es que no sé cuanto tiempo voy a aguantar, Gin. Ya no puedo más, tengo que decírselo.
- Tienes que esperar. Tal vez tenga solución.
- Por favor, ambos sabemos que esto no tiene solución.
- Aún no. Pero tal vez
- Tal vez, nada. Sólo te llamaba porque me hace muy bien el hablar contigo. Mañana me encontraré con Ron.
- Si, me ha comentado algo. Me gustaría poder asistir, pero Barian y las niñas no me lo permiten. Hace mucho que no les dedico una buena parte de mi tiempo.
Harry sonrió.
- Mándale saludo a tus hijas. Y
a tu esposo también.
- Está bien, Harry. Adiós.
- Adiós Gin.
Harry colgó y tiró la libreta sobre uno de los sillones. Sacó una botella de whisky y se sirvió un poco. Se bebió el contenido de su vaso de un solo sorbo. Y en ese momento, Hermione abandonó el recuerdo, y volvió a ser acogida por el frío de esa habitación. Ya no había dudas
Harry la estaba engañando.
Espero que les haya gustado este capítulo que lo hice un poco más largo. Y no se dejen llevar por las deducciones de Hermione, que no siempre acierta en todo.
Disclaimer: Bien
todo todito es de la Rowling. Sin fines de lucro. ¬¬
(Harry colgó y tiró la libreta sobre uno de los sillones. Sacó una botella de whisky y se sirvió un poco. Se bebió el contenido de su vaso de un solo sorbo. Y en ese momento, Hermione abandonó el recuerdo, y volvió a ser acogida por el frío de esa habitación. Ya no había dudas
Harry la estaba engañando.)
Se sentó una vez más, contra la pared helado de aquél cuarto. Se secó las lágrimas que se deslizaban por su rostro con el puño cerrado. Se sentía incompetente, idiota, estúpida, inservible. Si Harry la estaba engañando, significaba que ella había fallado en algo, y él había decido buscar a alguien mejor.
Se levantó y caminó hasta la mesa con todos los recuerdos. Los miró con furia y estaba a punto de tirarlos al suelo, cuando se detuvo en seco y suspiró. No. Tenía que controlarse. Ella no era así. Ella era más inteligente, no tan impulsiva. Tenía que tomar todas las cosas con pinzas y analizarlas seriamente. Pero cada vez que lo hacía, llegaba a la misma conclusión. Decidió entonces no apresurarse, y ver los recuerdos faltantes. Pero antes
Fue hasta la puerta y la destrabó. Volvió a cerrarla con un hechizo del lado de afuera, y corrió a su cuarto a tomar un abrigo. De otra manera iba a enfermarse dentro de esa habitación. Salió zumbando luego de tomar el abrigo, pero se detuvo cuando pasaba cerca de las escaleras. Escuchó que Harry y Francis hablaban.
- ¿Está seguro señor?- fue lo primero que logró oír. Al parecer, la conversación había empezado hacía un par de minutos.
- Sí, sí Francis. Está todo bien.
Hermione sacó la cabeza por detrás de la pared. Justo en ese momento vio que Harry, que estaba sentado en el sillón, se daba la vuelta. Se cubrió rápido, rogando que no la haya visto. Pero al parecer no lo hizo, puesto que ni se inmutó en llamarla.
- Francis, ahora iré a recostarme. Dile a Hermione cuando la veas que necesito hablar con ella.
- Si sr.
Harry comenzó a subir las escaleras, y Hermione saló disparada hacia el cuarto de los recuerdos. Apuntó con su varita a la cerradura y luego de pronunciar Alohomora, entró y la cerró desde adentro con otro hechizo. Se guardó la varita en el bolsillo y caminó con cierta prisa hasta la botella que decía Día 3. La tomó, le sacó el corcho que la tapaba, y vertió su inestable contenido dentro del pensadero. Luego se sumergió dentro a una velocidad increíble, tal vez temiendo que la descubrieran.
Se encontró con ella misma, tres días atrás, acostada en la cama, durmiendo plácidamente, a pesar de que ya eran más de las once. Harry se acercó, vestido para salir, y le depositó un beso en la frente. Luego abrió la puerta y susurró un: Adiós, Hermione; al tiempo que la verdadera castaña lo seguía a través del pasillo.
Bajaron las escaleras y caminaron a través del comedor. Francos estaba preparando la mesa para el almuerzo.
- ¿La sra. Hermione no desayunará?- le preguntó el mayordomo.
- No, está muy cansada y se levantará para el almuerzo.
- ¿Y usted, sr.?
- Hazme el favor de decirle que salía a un almuerzo de
negocios.
Y sin decir más, salió de la mansión, con Hermione tras él. Idiota pensó ella. ¿Por qué le mentía? ¿Por qué no le decía que iba a almorzar con Ron? Porque seguramente ella también querría ir. Obviamente que le gustaría reencontrarse con su amigo de la infancia después de tantos años. Con aquél pelirrojo que fue más que su amigo.
¿Acaso Harry tenía miedo de que ella se pudiera volver a fijar en Ronald Weaslley? No, él no era tan inseguro. Además, seguramente Ron ya se había casado, tenía una esposa y muchos niños. Y entonces, a Hermione se le cruzó algo por la cabeza. Tanto Ron como Ginny estaban al tanto del porqué del extraño comportamiento de Harry. Ahora, él iba a hablar con Ron sobre eso, y si ella iba, no podrían platicar tranquilos.
Harry se subió al auto, y Hermione hizo lo mismo. El moreno arrancó, y comenzó el trayecto hasta algún lugar del Londres muggle. La castaña se perdió entre el paisaje de asfalto, observando los distintos edificios y demás. Después de todo, su esposo no hablaba, por lo tanto, no podría averiguar nada importante.
El moreno tosió y ella se volvió hacia él. En ese momento se detuvo ante un semáforo. El primero en rojo en todo el viaje. Luego dobló a la izquierda y entró al estacionamiento de un imponente edificio. Estacionó en un rincón, se bajó y caminó a través de la oscuridad, con Hermione pegada a él, sintiéndole la respiración agitada, como si hubiera estado corriendo.
Tomó el ascensor y apretó el botón de uno de los últimos pisos. Cada segundo que pasaban en silencio, tensaba más a Hermione. Quería escucharlo hablar, quería escucharlo darle pistas para que ella pudiese averiguar qué era lo que en realidad pasaba.
El ascensor se detuvo y Harry salió a un patio de comidas con plantas por todos lados; colgando del techo, de las paredes, o en el suelo. Había mucha gente, y el moreno caminó hasta una de las últimas mesas. Allí lo esperaba un Ron cambiado. Estaba más alto que la última vez que Hermione lo había visto. Su rostro aún tenía algunas pecas, lo que le daba un aire infantil, pero su afilado rostro (y su afilada nariz, cabe aclarar), le daban un aire más masculino.
Los dos hombres se estrecharon la mano y se sentaron. Hermione suspiró y se sentó en una maceta, a esperar y escuchar lo que su esposo y Ron tenían para decir.
- ¿Cómo estás, Harry?
- Un poco mejor
pero todo esto es muy duro para mí.
- ¿Y ella cómo está?
Hermione puso especial atención a estas palabras. ¿A quién se referían? Si fuera a ella, el pelirrojo no temería por llamarla con su nombre. Tal vez hablaban de la amante de Harry.
- Supongo que bien. Aún no hable con ella. Pero se me hace muy difícil contarle todo. Herms puede ser muy sensible a veces.
Sospechas descartadas. Sí hablaban de ella.
- Sabes que tarde o temprano se lo tendrás que decir.
- Lo se, pero créeme que es muy duro.
- Hermione es inteligente. Si no se lo dices, pronto lo averiguará ella, y su reacción será peor.
- Es lo que más temo. ¿Tú qué harías en mi caso?
- Yo
- Ron suspiró y se desordenó el cabello.- Creo que hablaría con Lucy. Ella es una mujer fuerte, seguro lo entendería.
Hermione puso su cerebro a trabajar. Lucy, era probablemente la esposa de Ron. Si él la estuviera engañando, ¿se lo diría?... y ella ¿lo entendería? Había algo que no le cerraba. Había algo que aún no podía descubrir, y eso la frustraba mucho.
- Pero en nuestro caso es distinto. Nosotros sí tenemos hijos, Harry.
Hermione ahogó un grito. ¿Y si era en eso en lo que radicaba el problema? ¿Y si era eso por lo que Harry tenía un amante? ¿Acaso es que él quería tener hijos y, como Hermione aún no había quedado embarazada, quería buscarse a alguien más?
Los ojos de la castaña se empañaron. Lo que ella más quería era tener un hijo con Harry. Pero el destino parecía querer evitarlo. ¿Por qué? ¿Por qué las cosas tenían que ser así? ¡Ella amaba a Harry! La vida podía ser tan injusta a veces
Lo siguiente que hicieron Ron y Harry fue pedir algo para comer, y siguieron hablando de cosas sin importancia. El trabajo, el nuevo bebé que esperaba Ginny, la esposa y los cuatro hijos de Ron, la comida
El pelirrojo aún no había perdido esa maldita costumbre de hablar con la boca llena. Fue lo único que pudo sacarle una sonrisa a Hermione, acompañada de un par de lágrimas. Y cuando pensó que ya no iban a hablar de nada importante, Ron volvió a sacar el tema.
- ¿Iras mañana a San Mungo?
- Claro. No puedo faltar.
Hermione pensó que tal vez iría a acompañar a su amante a hacerse la ecografía. Tal vez ella estaba embarazada.
- Pero
¿Y Hermione?
- Ron, por favor. No me hagas todo esto más difícil. Sabes que no puedo decírselo, aún.
- ¿Por qué no haces la prueba? Tal vez hasta te quiera acompañar.
- Seguro
- dijo Harry con tono sarcástico, al tiempo que Hermione pensaba lo mismo. ¿Acompañarlo a hacerle la ecografía a su amante? ¿Acaso a Ron se le habían quemado las pocas neuronas que le quedaban antes de salir de Hogwarts? ¡Por Dios! ¿Qué esposa haría eso? Podría ser cornuda, pero nunca idiota.
- Hablo en serio, Harry.
- ¡Yo también! ¿Acaso te escuchaste?
- Claro que sí, y no dije nada del otro mundo.
- Vamos, Ron. Sabes que esto es muy complicado. Hermione se sentiría dolida por el hecho de que no se lo haya dicho antes.
- Es que ese fue tu error. Tendría que haber hablado con ella, apenas te enteraste que
Un sacudón devolvió a Hermione a aquél cuartucho frío y oscuro. El recuerdo se acababa de terminar, pero ella aún se encontraba poblada de dudas. Sentía que el corazón iba a partírsele en miles de pedazos. Se dejó caer de rodillas al piso y comenzó a llorar.
Nos vemos en el próximo capítulo
Disclaimer: Bien
todo todito es de la Rowling. Sin fines de lucro. ¬¬
(Un sacudón devolvió a Hermione a aquél cuartucho frío y oscuro. El recuerdo se acababa de terminar, pero ella aún se encontraba poblada de dudas. Sentía que el corazón iba a partírsele en miles de pedazos. Se dejó caer de rodillas al piso y comenzó a llorar.)
La castaña se secó las lágrimas con la mano y apoyó su espalda en la pared fría del cuarto. No podía seguir así, estaba sufriendo demasiado. Tenía que ir a hablar con Harry de una vez por todas. Pero aún así, sentía curiosidad. Sólo quedaban dos recuerdos
- La curiosidad mató al gato, Hermione
- se dijo para sí misma. Pero lo que había dicho Ron
eso la llenaba de intriga.- Es que ese fue tu error. Tendrías que haber hablado con ella, apenas te enteraste que
- repitió en voz alta. ¿Qué que?
Empezó a repasar en su mente las posibles continuaciones de la frase.
apenas te enteraste que
estaba embarazada., posiblemente refiriéndose a la amante de Harry. Eso era lo más probable. O tal vez
apenas te enteraste que estaba enferma., refiriéndose a ella. Había muchas más posibilidades, pero la que más convencía a la castaña, era la primera.
Hasta el momento, todas las pistas que había descubierto en los recuerdos de Harry la llevaban a lo mismo: Harry tenía una amante. Era lo único que podía ver. O tal vez, era lo que inconscientemente quería ver. ¿Pero por qué? Lo que menos deseaba era que su esposo la abandonase. Se levantó, aún quedaban dos recuerdos por ver.
Tomó el frasco que decía: Día 4 y lo destapó. Estaba a punto de verterlo en el pensadero, cuando oyó un par de pasos correr por el pasillo. Contuvo la respiración mientras apoyaba suavemente el frasco sobre la mesada. Sacó su varita y apuntó a la puerta. Mencionó un hechizo que convirtió a la madera en una sustancia transparente pero sólo del lado de adentró, y observó a través de ella.
Rita corría hacia la derecha con un par de toallas en la mano. Y entonces recordó que frente a ese cuarto, se hallaba la despensa y Rita solía ir a menudo allí, pues se olvidaba con mucha frecuencia de reponer las cosas en sus respectivos lugares.
La castaña suspiró aliviada, pero vio a Rita volver al cuarto, agitada y buscar algo desesperada. A los pocos minutos llegó Francis y le apoyó una mano en el hombro. Le susurró algo que Hermione no logró oír y ambos se marcharon, ahora un poco más tranquilos, mientras el mayordomo miraba con cierta curiosidad hacia la puerta tras la cual se hallaba Hermione. La castaña sintió como que el mayordomo sabía que ella estaba ahí.
Al desaparecer los dos individuos del punto de alcance de su visión, la castaña volvió la puerta a su estado normal y caminó hacia el pensadero. Apoyó ambas manos a los costados y se quedó unos segundos pensativa. ¿Qué habría sido todo eso? Fuera lo que fuese no debía de importarle. Tenía cosas más urgentes que hacer en ese momento.
Apresurada manoteó el frasco y olvidó que lo había dejado destapado. El contenido casi se vuelca, pero en un intento por salvarlo, rompió el frasco del Día 5. Comenzó a transpirar sobremanera debido a la situación. Dejó el frasco del cuarto día en un lugar a salvo, e intentó recuperar todo el contenido posible del otro. Pero, lamentablemente, sólo logró salvar la mitad. Se pasó una mano por la cabeza y dejó el contenido en un nuevo frasco. Sólo rogaba que hubiera lo suficiente como para poder resolver todo.
Hermione tomó el frasco del Día 4, (que se hallaba intacto), y vertió su contenido con cuidado en el pensadero. La sustancia viscosa se movió dentro de la vasija, y luego Hermione hundió su cabeza en ella. Sintió que caía hacia la nada y apareció en el baño de su cuarto.
Harry se estaba duchando. El vapor del agua caliente inundaba la habitación, hasta el punto de dificultar un poco la visión. Detrás de las cortinas transparentes, Harry tenía la cabeza debajo de la ducha, con los ojos cerrados, disfrutando del placer que daba sentir el agua tibia en el rostro.
La castaña se quedó ahí un rato, contemplándolo, cuando oyó entonces su propia voz del otro lado de la puerta. Parecía algo molesta y golpeaba con fuerza la puerta.
- ¿Harry, amor, te falta mucho?
Harry no contestó. Entonces ella recordó que hacía dos días, ese día, había decidido ir a San Mungo a hacerse un test de embarazo. Esperaba esa vez no decepcionarse, pero la verdadera Hermione recordó que al final nunca había retirado las pruebas.
- ¡Harry, te estoy hablando!
Debajo de la ducha, el moreno se volvió hacia la puerta.
- Lo siento, no te oía. ¿Por qué preguntas?
- Porque voy a salir.
- Creo que
no te podré acompañar.
- No hace falta.- repuso ella, fría.
- Iba a ir sola de todos modos. Sólo quería avisarte.
- O.k- contestó él mientras se ponía shampoo en la cabeza.- Que te valla bien entonces.
La Hermione real pudo oír como la del recuerdo bufaba y se marchaba frustrada. Ella se quedó cerca de la pared húmeda y miró por reflejo su reloj. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo se puso una mano en la frente y meneó en la cabeza.
En ese momento Harry salió de la ducha con una toalla amarilla envuelta a la cintura y entró a la habitación. Hermione lo siguió, lo vio secarse, vestirse y bajar a la sala. Caminó tras él a través del pasillo y bajó las escaleras con su cuerpo casi pegado al de su esposo.
- Sr. Harry, la sra. Hermione ha salido y no me ha dejado dicho donde.
- Lo se, Francis. No te preocupes.
Hermione miró el reloj que colgaba de una de las paredes. Eran las 2:30. Recordó que a esa hora ella recién llegaba a San Mungo, y que aún no se había comenzado a hacer la prueba de embarazo.
El recuerdo comenzó a volverse borroso, hasta llegar a un blanco abrumador que puso nerviosa a Hermione. Apareció luego frente a San Mungo, con Harry al lado. Entendió. El moreno había borrado una parte, la del viaje
¿pero por qué? ¿Acaso escondía algo? La castaña meneó la cabeza en señal de negación y siguió a su esposo que entraba al hospital de los magos.
Subió por el ascensor y se detuvo en
¿el piso de maternidad? A Hermione se le hizo un nudo en la garganta. Estaba más claro que el agua. Avanzó detrás de Harry a medida que él avanzaba. La castaña miraba hacia su costado para ver si podía encontrarse ella misma. Ella no recordaba haber visto a Harry el día que fue a San Mungo. Tal vez, se habían desencontrado. Mejor así, pensó ella.
Sin darse cuenta, se había quedado parada en su lugar, mientras Harry avanzaba hacia alguien y la abrazaba. Ese alguien era una mujer, embarazada, que llevaba un vestido azul con flores blancas. Lamentablemente, su rostro se veía obstruido por una planta.
Hermione suspiró y maldijo a la planta. Pero luego juntó fuerzas y dio un paso hacia donde estaban Harry y la misteriosa mujer. Y entonces se acobardó. Hermione Jane Granger se acobardó. Miró hacia los costados. Por fin iba a descubrir con quién la engañaba Harry. Pero por alguna extraña razón no quería. No quería saberlo.
Volvió su vista hacia un costado y allí se encontró con ella misma dos días atrás. Estaba hablando con una secretaria sobre su examen. La mujer le dijo que estaría listo en unos segundos. La Hermione del recuerdo se sentó a esperar. Ni ella había visto a Harry ni Harry la había visto a ella. Ahora tenía que debatirse. ¿Se quedaría a ver el resultado del análisis u optaría por ver quién era la amante de Harry que había podido darle a él lo que ella no?
Se quedó allí parada. El tiempo parecía pasar en cámara lenta. Y entonces, ella, en el recuerdo se paró y se marchó. Hermione se dio vuelta y alcanzó a ver a una mujer perseguirla con unos papeles en la mano. Iba a correr tras ella para averiguar los resultados de los exámenes, pero entonces se volteó y vio a Harry sólo. Su amante acababa de marcharse y con ella, la oportunidad de saber quién era.
Sintió una fuerte punzada en el estómago y apareció junto a Harry en un consultorio de paredes blancas, frente a un medimago.
- ¿Sabe que ya no hay vuelta atrás con lo que ha hecho, no?
Harry asintió.
- Espero sepa asumir las consecuencias.
- Seguro
- ¿Y su esposa?
Hermione se sintió frustrada. ¿Por qué todo el mundo lo sabía menos ella? Lo único que faltaba era que Harry se subiera a un taxi y el taxista también lo supiera
- No, aún no se lo he dicho.
- Tendrá que hacerlo. Las cosas ya no son como hace nueve meses. Tan sólo en cinco días
- Sí, sí, lo se.
El moreno se despidió del medimago y se marchó. Hermione salió del recuerdo. Sólo recién en la fría habitación, la castaña se percató de que Harry había borrado gran parte de la conversación con el medimago. ¿Pero por qué?
Una frase interrumpió rápidamente su pensamiento. Las cosas ya no son como hace nueve meses. Tan sólo en cinco días
eso, reafirmaba su teoría de la amante de Harry. La mujer estaba embarazada y dentro de cinco días daría a luz, seguro
Hermione se sentó en el piso helado. Pero aún quedaba un recuerdo. El último recuerdo.
Este fic ya está llegando a su fin. Tan sólo queda el último capítulo y un pequeño epílogo. Nos vemos pronto
Disclaimer: Bien
todo todito es de la Rowling. Sin fines de lucro. ¬¬
Y en este capítulo utilicé una partecita de la canción Because of you de Kelly Clarkson. Les recomiendo escucharla.
(Hermione se sentó en el piso helado. Pero aún quedaba un recuerdo. El último recuerdo)
Y ella estaba segura de que podría sacarle un buen provecho
Tomó la botella con ambas manos y vertió su contenido en el pensadero. Era el último recuerdo, y luego de verlo, podría ir al fin a hablar con Harry sobre todo lo que había visto.
Sabía que él la regañaría. Sabía que él se enfadaría con ella, pero no le importaba. Luego de ver ese recuerdo, iría y se le plantaría firmemente a Harry. Hablaría cara a cara con él sobre su amante. Ya no le temía a nada, no después de saber que había perdido a su gran amor.
Se sumergió dentro del recuerdo, pero lo que encontró allí la sorprendió mucho. Esperaba ver a Harry en algún lugar en el día anterior. Era verdad que se había perdido la mayor parte del recuerdo cuando se le cayó. ¿Pero eso? ¿Eso que contemplaban sus ojos era posible?
Frente a ella había varias escenas, todas distintas, pero a las que ella había entrado. Era un completo desastre. Sintió una punzada en el estómago y casi pudo notar que su cara se volvía verde. Se agachó hacia un costado y vomitó. Se limpió la boca y caminó directo a hacia la primera de las imágenes.
Harry se encontraba sentado a la mesa, tomando un café bien cargado. Del otro lado, un hombre de traje y sombrero, bebía una café igual. Ambos se miraban y movían sus bocas, pero ningún sonido salía de ellas. Era como si alguien los hubiera insonorizado. Hermione recordó que era el primer recuerdo que había visto.
Recordó también que esa vez, había intentado ver lo que decían unos papeles que Harry tenía, pero que la primera página estaba en blanco y, antes de que hubiera podido ver más, su esposo había apartado los documentos de su vista.
Se acercó a la mesa, donde descansaba la carpeta con los documentos, y se asomó para echarles un vistazo, pensando que volverían a ser apartados de su vista. Pero eso ni sucedió y, en su lugar, pudo notar claramente la palabra Testamento encabezando la primera hoja del documento.
Sintió entonces que algo la empujaba hacia atrás y la imagen comenzaba a verse borrosa. Se encontró nuevamente en ese espacio blanco, parada sobre la nada, con todas las imágenes delante suyo. Intentó penetrar nuevamente en la imagen del primer recuerdo, pero sintió una descarga eléctrica y tuvo que alejarse.
Miró con recelo la segunda imagen. Acerco su mano lentamente, y ésta la penetró sin esfuerzos. Se adentró entonces en la segunda imagen. Harry estaba sentado en el patio, con una agenda entre sus manos. Era el segundo recuerdo. Hermione se asomó por sobre sus hombros para contemplar mejor las palabras escritas allí.
Lunes, cita con Steven. Martes, llamar a Ginny. Miércoles, cita con Ron. Jueves, ir a San Mungo. Viernes
Hermione se apartó rápidamente y se puso una mano sobre la boca mientras ahogaba un grito. En ese momento salió bruscamente de la imagen. Aquella libreta decía: Viernes
Hermione se enterará de la verdad.
La castaña se quedó paralizada en su lugar. No sabía qué hacer. No sabía cómo actuar. ¿Qué significaba ese testamento? ¿Harry iba a morirse? ¿Y cómo era eso de que el viernes iba ella a enterarse de la verdad? Las ideas le daban vueltas en la cabeza y tenía cientos de preguntas. Nada de lo que había visto le daba aún una explicación razonable de lo que estaba sucediendo.
Caminó decididamente hacia la tercera imagen, y se adentró en ella. Esta vez estaban Harry y Ron en el almuerzo que ella había presenciado en el tercer recuerdo. Se hallaba directamente en la parte de la discusión
la parte, que no había logrado oír en su totalidad. Se quedó expectante de lo que ambos decían, a ver si hablaban más de lo que habían hablado en el recuerdo que Harry le dejó.
- Hablo en serio, Harry.
- ¡Yo también! ¿Acaso te escuchaste?
- Claro que sí, y no dije nada del otro mundo.
- Vamos, Ron. Sabes que esto es muy complicado. Hermione se sentiría dolida por el hecho de que no se lo haya dicho antes.
Ahí estaba la clave, pensó Hermione. Ahora Ron diría algo, pero se cortaría a la mitad. Se quedó lo más cerca del pelirrojo que pudo
esperando ansiosa su respuesta.
- Es que ese fue tu error. Tendrías que haber hablado con ella, apenas te enteraste que tú estabas enfermo, Harry.
Hermione sintió que alguien le golpeaba el estómago sacándola de aquella imagen, y devolviéndola nuevamente a ese vacío. Harry estaba enfermo
¿Pero de qué? ¿Enfermo de infidelidad tal vez? Hermione se pegó una palmada en la frente.
No puedes ser tan idiota Hermione, tienes que aceptarlo ya, te equivocaste con tus estúpidas conclusiones. Harry no te estaba engañando, sólo intentaba protegerte.
- ¡Basta!- le gritó la castaña a la nada. No quería ni pensar en que a Harry le pasara algo.
Despacio e insegura, se introdujo en la última imagen de ese recuerdo. La de San Mungo. Harry estaba sentado frente a un medimago que lo contemplaba preocupado. Las paredes de aquél consultorio eran blancas y poseían varios cuadros con diplomas, detalle que antes Hermione no había advertido.
- ¿Sabe que ya no hay vuelta atrás con lo que ha hecho, no?
Harry asintió.
- Espero sepa asumir las consecuencias.
- Seguro
- ¿Y su esposa?
- No, aún no se lo he dicho.
- Tendrá que hacerlo. Las cosas ya no son como hace nueve meses. Tan sólo en cinco días
- Sí, sí, lo se.- lo interrumpió Harry. Pero esa vez, el medimago siguió.
- Sr. Potter, las cosas ya no son como hace nueve meses, cuando su enfermedad no era más que una simple molestia. Tan sólo en cinco, días, las cosas han empeorado drásticamente. Si usted se hubiera internado y hubiera hecho lo que yo le dije.
- Créame que no atraía la idea de estar postrado en una cama por tiempo indefinido sin poder hacer nada.
- Pero era la única solución.
- Lo se.
- ¿Y cuándo le dirá la verdad a su esposa? ¿Esperará a estar dentro de un cajón?
- Confía en que ella lo podrá descubrir por sus propios medios.
Y en ese momento, Harry se levantó y se dio media vuelta, quedando cara a cara con Hermione.
- Perdóname
- le susurró.- Perdóname por no haber tenido el valor para decírtelo, y porque sea ésta la forma por la que tengas que enterarte.
Sus labios se acercaron, se rozaron, pero Harry y todo el recuerdo se desvaneció, al tiempo en que ella cayó en el frío piso de la habitación de los recuerdos. Se paró y fue en ese momento cuando oyó el ruido de las sirenas de una ambulancia. Se abalanzó con torpeza hacia la puerta, e intentó abrirla sin resultado alguno. Sacó su varita y apuntó al medio de la madera, justo donde había un ángel tallado.
- ¡Bombarda!- el pedazo de madera salió despedido contra la pared del pasillo y Hermione bajó corriendo las escaleras.
Francis consolaba a Rita, que lloraba sin reparo y se limpiaba las lágrimas con un trapo sucio.
- Srta. Hermione, el sr. Harry
- Lo sé.- lo interrumpió ella, y siguió su trayecto hasta la puerta, con el fin de salir y alcanzar la ambulancia, pero no lo logró.
Un trono se hizo oír sobre el cielo nublado, y poco a poco las grises nubes comenzaran a descargar su furia sobre la tierra, en forma de gotas de lluvia. Las lágrimas de Hermione se confundían en su rostro, mientras ella observaba con mirada perdida y varita en mano el lugar por donde la ambulancia había desaparecido.
Pero entonces se echó a correr con todas sus fuerzas para perseguir a la ambulancia, aunque ay estuviera fuera de su vista y de su alcance. Pero tenía que hacerlo, tenía que hacerlo por Harry. Por él, porque no iba a dejarlo sólo nunca, y menos en ese momento.
Because of you
I never stray too far from the sidewalk
Tenía que seguir adelante, firme, encaminada. Sólo pensar en él la mantenía con vida, y el hecho de poder llegar a perderlo, la hacía revivir sus más profundos temores.
Because of you
I learned to play on the safe side
So I don't get hurt
Pensó en cuanto Harry la había herido. En cómo le había ocultado la verdad. Pero luego pensó que todo lo había hecho para salvarla a ella, para no herirla, aunque al final el resultado haya sido el mismo.
Because of you
I tried my hardest just to forget everything
Se chocó con una mujer que llevaba un paraguas negro y no se detuvo. No podía darse ese lujo, y menos ahora. Ahora sólo tenía a Harry en su mente. El Harry de ahora, no al de antes. Todo lo demás tenía que olvidarlo. Por el, y por ella. Por ti, mi amor.
Because of you
I don't know how to let anyone else in
Recordó los momentos en los que creyó que su esposo tenía una amante y lo mal que se sintió. Y se dio cuenta lo reconfortable que era saber que la amaba a sólo ella.
Because of you
I'm ashamed of my life because it's empty
Se avergonzó de si misma cuando pensó que él le podía hacer algo así. Algo como engañarla.
Because of you
I am afraid...
Entró a San Mungo y corrió directo al piso donde creyó que iba a estar él. Estaba empapada, pero eso no le importaba. Porque tenía miedo, miedo de perderlo.
Llegó a la sala de espera, y allí estaban Ginny y Ron, con cara de muy preocupados. Ella, con una panza de embarazada inconfundible y un vestido azul con flores blancas. Él, con un traje marrón claro y un celular en la mano. A penas la vieron, ambos se avanzaron hacia a ella y le proporcionaron un profundo abrazo de amigos.
Alguien le tocó el hombro a la castaña.
- Disculpe que la interrumpa, srta.- le dijo amablemente la enfermera.- pero es que usted vino hace dos días y se fue sin su examen de embarazo.
Hermione susurró un gracias, y cuando vio lo que decía el examen, sus ojos se empañaron de lágrimas. Estaba embarazada. Ginny la estrechó entre sus brazos e intentó consolarla.
- Ya verás que Harry se pondrá bien. No te preocupes.
- La familia del sr. Potter.- dijo un medimago.
- Anda, ve.- la animó Ron.
Hermione entró al cuarto y vio a Harry allí, recostado sobre la cama, pálido. Corrió hacia él y lo abrazo fuertemente.
- Perdóname, mi amor.
- Shhh.- lo cayó poniéndole un dedo entre los labios mientras se secaba las lágrimas.- Te recuperarás.
- Lamento decirte que no lo haré
esta maldita enfermedad es irremediable.
- Tienes que reponerte, Harry. Vamos a tener un hijo.
Él le sonrió.
- Pues estoy seguro de que tu lo podrás criar bien.
- No, Harry. Ambos lo criaremos bien. Saldrás de esta, ya verás. Te enfrentaste a Voldemort y le ganaste. Esto es sólo una pavada.
Él volvió a sonreírle. Se acercó y la besó suavemente en la boca. Luego se dejó caer sobre la almohada y cerró los ojos, mientras Hermione gritaba desesperada por él.
Este es el último capítulo. Sólo falta el epílogo en el que sabrán qué sucedió con Harry. Disclaimer: Bien
todo todito es de la Rowling. Sin fines de lucro.
Hermione estaba sentada en una silla blanca, con un niño de un año sentado en su falda. Su cabello era de un color castaño oscuro, y lo lucía, más que enmarañado, un poco ondulado. Sus ojos eran como dos relucientes esmeraldas, que brillaban ante la luz que el sol irradiaba en aquella tarde.
Al lado de la castaña se encontraba Ginny, con una niña de dos años. Era pelirroja y de ojos celestes. Más allá, en el amplio jardín verde, otras dos niñas (Claire y Susan), jugaban con John, su primo, hijo de Ron y su esposa Lucy, una ex modelo muggle, rubia, delgada y muy bonita; que en ese momento se encontraba charlando animadamente con Ginny.
La castaña tenía la mirada perdida en el horizonte, con una cierta mirada de nostalgia. Intentaba aparentar que nada le sucedía, pero sabía muy bien que no podía. Era imposible evitar sentir aquello.
- ¿Te sientes bien Hermione?- le preguntó Ginny, que había notado la preocupación de su amiga.
- Si
no te preocupes.- y le sonrió.- Esa panza cada día crece más.- le dijo luego, señalándole el abdomen a la pelirroja.
- No es para más, estoy esperando gemelas. Un par de semanas más y daré a luz por cuarta y quinta vez, respectivamente. Sólo me falta tener una niña más y luego un niño, y repetiré la historia de mi madre de manera invertida.
- Ron quiere que tengamos otro hijo cuanto antes, para darle un compañero a John. Dice que lo necesita.- intervino Lucy.- Así que yo le dije que si así lo quiere, que lo de a luz él.
Hermione y Ginny se rieron ante el comentario de Lucy. La castaña tomó un vaso de jugo de calabaza que había sobre la mesa y se bebió la mitad. Harrison, su hijo, quiso tomar el vaso con ambas manos, porque tenía sed. Hermione se lo acercó a la boca y le dio de beber un poco. Luego volvió a dejar el vaso sobre la mesa, y meció al niño entre sus piernas.
Habían pasado ya casi dos años, y Hermione recordaba todo lo sucedido con mucha nostalgia. Ahora Ginny y Ron habían vuelto a comportarse con ella como lo solían hacer en Hogwarts, como en los viejos tiempos. Eran todos muy buenos amigos, y Brian y Lucy se habían sumado al grupo.
Solían pasar cada domingo en alguna casa diferente, en la cual se juntaban a almorzar y pasaban el día. Así estuviera soleado, o lluviosa. Los niños se divertían jugando, y ellos recordando cosas. Vivían un clima familiar extremadamente bueno cuando compartían aquellos momentos. Y todo eso, le ayudaba a Hermione a olvidar. Pues aún no lo había podido superar.
Braian se acercó a dónde estaban las tres mujeres y apoyó sus manos en los hombros de Ginny. Luego la besó fervientemente.
- ¿Quieren que nos tomemos una foto?- les dijo a todos.
Braian no era muggle, pero trabajaba como fotógrafo. Le atraía más eso que la magia, y a menudo asistía a bodas y distintos eventos, en los que la gente no quería que sus imágenes se movieran. Era increíble ver como a los magos les asombraba el hecho de que las imágenes de las fotos se quedaran estáticas. Aún así sacaba también las fotos comunes en el mundo mágico, en donde las imágenes sí se movían.
Hermione siguió a los demás con su hijo en brazos, con paso lento. Ron se acercó a ella y le tomó los hombros en gesto amistoso. Le sonrió, y logró hacerle cambiar un poco la cara de amargada que llevaba.
- Vamos, ánimo.- le dijo. Y luego se adelantó.
Como si fuera tan fácil
es lo que pensaba ella.
La castaña siguió caminando lentamente hacia donde todos ya estaban acomodados, esperándola. Ginny estaba abrazada de Brian, con su hija Marian en sus brazos, y las otras dos a los costados. Ron tenía a Lucy tomada de la cintura, y John se ubicaba en el centro. El niño había heredado el cabello rubio de se madre, y los ojos celestes de su padre. Al ver al pequeño allí, Hermione consiguió esbozar una nueva pequeña sonrisa. Siempre causaba ese efecto en ella.
Luego se ubicó junto a Lucy, con su hijo en brazos y le sonrieron a la cámara, al igual que todos los demás.
- Digan whisky.- les ordenó una voz en tono amable.
Y luego Harry corrió al lado de su esposa y su hijo. Se veía mucho más radiante ahora que estaba completamente curado. Hasta sus ojos emitían un nuevo resplandor. Un resplandor de vida.
El flash cegó a todos, y Hermione recordó lo que había sucedido hacía casi dos años atrás.
Al sentir sus gritos desesperados, un medimago la había sacado a la fuerza de la habitación, aunque ella se había resistido todo lo posible. Se quedó en la sala de espera con Ginny y Ron una, dos, tres, cinco, diez horas. Cada vez entraban más medimagos a la habitación de Harry, y salían verdaderamente sorprendidos.
Cada tanto, Hermione intentaba detenerlos para que le dijeran cómo estaba su esposo, pero ninguno parecía querer soltar prenda. Todos se negaban a decirle la verdad. La dura verdad, pensó ella.
A medianoche, Ron y Ginny se marcharon, a pedido de ella, ya que quería quedarse sola y esperar a que alguien le dijera algo. Entonces, cuando nadie la vio, entró sigilosamente al cuarto. Corrió hacia la cama donde se suponía debía estar Harry, pero no había nadie.
- Sra. Potter, ¿qué hace aquí?
- ¿Dónde está mi esposo?- exigió ella con los ojos empapados, apunto de romper en llanto, y al borde de la histeria.
- Ha sido trasladado a otra sala. Se está recuperando. Ha sido un milagro. La verdad es que nos ha dejado a todos con la boca abierta.
Hermione sonrió.
- No
no ha sido un milagro. Ha sido mi amor. Nuestro amor. - susurró para si misma, acariciándose la panza.
- ¿Qué te sucede mi amor? ¿Por qué llevas esa cara?- quiso saber Harry mientras le cogía el mentón.
- No es nada. Es sólo que recordé
todo lo que sufrimos antes de llegar a esto. A poder ser felices de verdad.
Harry la besó delicadamente en la boca.
- Pero ya nada nos separará. Te lo prometo.
- Lo sé. Es sólo que me dio
cierta nostalgia recordar todo aquello.
- Por Merlín
¿Siempre te pondrás así de melancólica?- le preguntó Harry, con tono divertido.
Ella negó con la cabeza.
- No mi amor. Ya no más. Te lo prometo.
Y con un nuevo y apasionado beso, ambos sellaron su promesa.
En Tus Recuerdos - Fanfics de Harry Potter
Disclaimer: Como ya saben y suponen, los personajes le pertenecen a nuestra querida Rowling, que según se dice últimamente, quiere matar a Harry en el 7º li
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2024-09-24
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