Digamos, simplemente, que las cosas en este mundo tienendiferentes principios. Cada suceso en nuestras vidas, cada historia, cada"érase una vez" comienza de distintas maneras... todo depende de la perspectivacon que se mire la situación. Inclusive podríamos decir que en la vida de cadapersona hay más de un millón de principios.
La historia que nos concierne ahora comenzó de dos maneras,ambas interesantes.
No le gustaba llorar, y menos en público, detestaba que lagente pudiese ver su dolor de esa forma; es por eso que se encontraba llorandoen el cubículo del baño del hospital. El cubículo era blanco, como todo allí,llevaba días sumida en la blancura de ese sitio, ese sitio que olía a muerte yremedios. Su madre, la única persona a la que había amado verdaderamente yacíaen una cama de hospital desde hacía un mes, cáncer de pulmón.
Y allí había estadoella, y allí seguiría estando hasta el día en que su madre se despidiese delmundo.
Salió del blanco cubículo, no quiso enfrentarse a laenfermiza y triste imagen que el espejo iba a devolverle y es por eso que huyódespavorida de ese frío y azulejado baño.
Como siempre, Margaret se hallaba en la habitaciónsosteniendo la mano de su amiga inconciente.
No le quedaba ni un poco de su largo y oscuro cabello en lacabeza, ni siquiera tenía cejas. Su piel estaba tan pálida y cansada queparecía hecha de papel manteca. Unas grandes y oscuras ojeras enmarcaban susojos y parecían querer apoderarse de todo su rostro que tenía por momentos untono entre el azul y el verde. Estaba delgada, en extremo delgada. Ya nosoportaba más esa situación, ya no soportaba verla de esa forma. Ver a lapersona que más amas en esas condiciones es equivalente a un dolor e impotenciaincontenibles. Triste, angustiante, desesperante, esas eran algunas de laspalabras con las que se podía describir aquella situación de mierda... porquesí, era una situación de mierda.
Margaret seguía allí, día y noche con ella y su madre. Letraía un café de vez en cuando y a veces le daba su hombro para que pudierallorar, pero era ella la que terminaba llorando en el hombro de Ava.
Creo que voy a haceralgunas llamadas mi niña, ya vuelvo.
La vida es una mierda, ese era prácticamente su lema.Despertaba cada mañana con una chica de cabello rubio que, sabía, lo engañaba.Se bañaba y vestía sobriamente, camisa blanca o negra y jeans oscuros. Sepreparaba un café bien negro con una sola cucharadita de azúcar.
Subía al auto y llegaba al único lugar donde por pequeñoslapsos de tiempo se sentía feliz. La Universidad, su salón de clases, el sitio dondeenseñaba a cientos de jóvenes aquello que le apasionaba, filosofía.
Se dio la vuelta y anotó en la pizarra "Yo soy yo y micircunstancia" mientras impostando la voz preguntaba ¿Y? ¿Qué me dicen de esto?
Salió del trabajo tal vez un poco más animado. Bajo de suauto Pronto lo cambiaré. Se dijo a simismo, como cada día.
Subió al ascensor y oprimió el botón con el número 5.
Bajó del ascensor, se sacó los auriculares y guardó el Ipoden el bolsillo derecho de su tapado negro.
Abrió la puerta y exclamó ¡Llegué! Si, definitivamente estaba más animado.
El gato de su rubia novia lo saludó ronroneando y frotándoseen sus piernas, llenándole el pantalón de pelos. Le dio una suave patada ypreguntó al aire "¡Jenny! ¿Estás?".
Avanzó un poco, abrió una puerta, otro poco más, otrapuerta, otro poco más, otra puerta.
Quiso gritar, quiso gritarle a ella que era una puta y a élque era un traicionero.
Quiso gritarle a la vida por hacerlo parte de esa situacióntan trillada y estúpida.
Pero no dijo nada, nunca decía nada, y menos cuando estabatan enojado e indignado.
Se quedó ahí parado como idiota mientras ellos le decían queno era lo que parecía. Pero él no los escuchaba. Salió de su estado de trancecuando su celular comenzó a vibrar en su bolsillo.
Antes de salir la miró a los ojos y le dijo con voz firme No quiero verte cuando regrese y llévate atu odioso gato.
Una muerte y un engaño, fantástico. Si, definitivamenteestaba más animado.
Lo único no blanco que aquel lugar poseía era un hermoso,amplio y verde jardín al que no había tenido oportunidad de ir jamás. Aunque,claro, ese día fue distinto.
Se sentó en una de las tantas bancas de madera que por allíse encontraban. Del bolsillo interno de su blazer negro sacó una cajetilla decigarrillos y coloco uno entre sus labios.
Buscó sin resultados su encendedor, uno violeta con pequeñasestrellas negras dibujadas en él.
Frente a ella, en otra banca de madera se encontraba fumandoun hombre de apariencia triste con una camisa negra de mangas arremangadas.
Disculpa, ¿Tienesfuego?
No supo bien por qué, pero terminó sentándose a su lado.Tendría tal vez algo que ver con la tristeza, el desamparo, la soledad, eldolor que se estaba apoderando de ella. El punto es que ahí estaba, soltandoalguna frase como:
- Mi madre muere de cáncer de pulmón y yo aquí fumando uncigarrillo.
- Las ironías de la vida...- respondió, dejando tras élun silencio abismal- Que curiosa puede ser la muerte...
- ¿Te parece curiosa? A mi me parece repulsiva
- Más repulsivo es el sistema que nos hace esperar horasy llenar miles de formas y formularios para poder hacer un triste y simplefuneral, para poder simplemente despedirte de tu ser querido para siempre.
- ¿Y que haces aquí?
- Espero
Llevaba 18 años sobre su espalda, se sentía una mala hija,se sentía una mala todo. Pero eso no importaba ya, no sería hija nunca más. Laúnica persona a la cual había amado estaba muerta. Su madre había muerto.
No importaban y no importarían nunca los sacrificios quehabía hecho el último año, no habían servido de nada.
Se miró al espejo, el cabello castaño al mejor estilo garçonse encontraba mojado y desorganizado. La piel demasiado blanca, los ojos mielse veían oscuros, sólidos. Las cadenas, las tachas, la falda escocesa, losborceguíes y un fantasma debajo de todo eso.
Muchas personas entraban y salían de la oscura habitación.Algunas le hablaban, otras no. Solo tres personas lloraban. Una mujerembarazada lloriqueaba desconsolada mientras su pareja la abrazaba por loshombros.
Se sentía un perfecto zombie.
Una mano se posó sobre su hombro y se dio la vueltasobresaltada, saliendo por un segundo de su estado de sopor.
El pelinegro sin un atisbo de brillo en los insólitos ojosla miraba con cara de cansancio desde quince centímetros más arriba. No queríahablarle, no quería nada. Al parecer el hombre de los extraños ojos lacomprendió porque a los cinco segundos se dio la vuelta y se fue, no sin antesdarle un suave apretón en el hombro.
- Margaret ¿Cómo es su nombre?
- John...-
Había algo en ese hombre... ese apretón en su hombro... algoque le inspiraba, algo extraño. Algo cálido. Jhon.
El espejo, ese vil instrumento que solía mostrar ladevastadora realidad, le devolvió la imagen de un cansado y triste hombre, decabellos negros como la noche y barba incipiente en sus mandíbulas. Los ojosapagados se veían un poco oscuros. Sus tristes ojos, siempre los odió.
Mientras se mojaba la cara en aquel reducido baño pensó enla pobre Susan. Que mujer espléndida, tan buena profesora, tan buena persona ysin embargo había luchado contra el cáncer de pulmón por un año y ahora estabamuerta.
Respiró un par de veces con profundidad antes de salir delbaño y encaminarse a la triste realidad otra vez.
- ¡Oh John que bueno que te encuentro!
- ¿Qué sucede Margaret?
- No quiero ser molesta pero... me gustaría mostrartealgo...
- Lo que quieras...-
Maldecía el momento en que la frase lo que quieras había salido de sus labios. Maldecía el momento enque había leído aquella nota. Maldecía el momento en que había decidido ser tanbueno con Susan.
Ahora estaba buscando a aquella adolescente pseudo punkdepresiva para llevarla a la facultad.
Su vida, una vez más, podía ser definida como una perfectamierda.
Su novia y su mejor amigo lo habían traicionado y él nohabía tenido el coraje de dejarle un ojo morado al tremendo hijo de puta. Sucompañera de trabajo y la única profesora de filosofía además de él en toda lafacultad había muerto, y para rematar ahora debía encargarse de la pobre Anitala huerfanita que Susan había dejado atrás.
No quería pensar que haría con su vida ahora. Las lágrimasseguían saliendo de sus ojos, solo salían... no sollozaba, no gemía, no nada,ellas solo salían sin parar como si no hubiese nada que pudiera contenerlas...se estaba acostumbrando a esa situación.
Se sentía alejada de la gente, de todo, del mundo. Ellosestaban a su alrededor, le decían cosas... Llámameestoy para lo que necesites, dinero, loque sea cosas sin ningún tipo de sentido... en lo último que estabapensando en ese momento era en dinero
¿Una ración de nueva vida, un poco de consuelopor casualidad, una luz para el fondo de mi túnel? Nada, nadie le daba eso,nadie le daba la calidez que tanto deseaba. ¿Cianuro?
Dos meses y su mente seguía en blanco.
Sus cimientos seguían temblando y todo, todo a su alrededorse estaba haciendo añicos. El terremoto había sido fuerte.
Sintió que los ojos le pesaban y cuando los cerró,sintiéndolos aún húmedos, un par de ojos se le vinieron a la mente. La imagense interrumpió con un claxon que sonaba cerca y a la vez lejos.
La delgada y pálida chica a la cual le llevaba una cabezaabrió la puerta con cara de sueño y enfado... como cada mañana. Tenía unacampera de cuero, una falda negra tableada, medias que le llegaban a lasrodillas y esos borceguíes que siempre usaba.
Subió al auto y se encendió un cigarrillo, refunfuñando devez en cuando.
Su mundo vacío de a poco se ordenaba. Seguía vacío, peroseguía girando.
Su madre había dejado un fondo importante para que pudieseestudiar y vivir por un tiempo. Mucho, en realidad gran parte era herencia desu padre.
Pero allí estaba ella trabajando de mesera durante la noche.
Suspiró, estaba agotada, eran ya las dos de la mañana, cerrólos ojos un segundo. De vez en cuando, cuando estaba demasiado cansada comopara pensar en el todo, cerraba los ojos y allí estaban esos... los ojos másextraños que había visto alguna vez. Los abrió de pronto, se sentía rara cuandosu subconsciente traía a colación esa mirada tan... tan... no quería seguirpensando en ello.
Estaba excesivamente agotado después de dar una clase de Schopenhauer.Su cuerpo pedía a gritos un sofá y un buen café. Pero en la sala de profesoresjamás había buen café, tenía que tomarse una ducha y no tendría tiempo paradescansar, y además de todo tenía que ir a buscar a Ava para seguir con suhermoso papel de "hermano mayor".
Salió del trabajo con ganas de gritarle al mundo que estabacansada de vivir, con ganas de tirarse del puente más alto, con ganas de estarsola. Pero claro, mientras ella encendía su cigarrillo el hombre que se lasdaba de padre aparcó en la entrada del bar y le tocó bocina para que subiera.Ella subió de mala gana y se despatarró sobre su asiento teniendo los másfuertes deseos de llegar a su casa, ahora vacía, y tomar pastillas con vodkahasta morir.
- ¿No vas a saludar?
- No.
- ¿Qué pasa?
- Estoy de mal humor, no me hables ¿Si?
- Como tú digas...-
En la radio la vieja canción de The Beatles, Here comes thesun sonaba tiernamente. John rió pensando en que aquella canción no pegaba niun poquito con la niña oscura sentada a su lado.
A Ava se le removió algo dentro cuando la canción comenzó asonar, miró a su acompañante y, sin ser conciente de ello, las lágrimascomenzaron a salir.
John paró el auto frente a la casa donde ella vivía.
- John...
- ¿Qué?- preguntó algo exasperado esperando a que ellabajara para poder ir a emborracharse y luego a dormir.
- No quiero bajar...Quiero... quedarme contigo...
Sabía que terminaría arrepintiéndose pero de igual maneraarrancó el coche en medio de un suspiro. Esos ojos llenos de lágrimas habíanmovido alguna de sus fibras internas.
Algo cálido se instaló en su interior cuando él arrancó yLucy in the Sky with Diamonds comenzó a sonar. Se sintió triste y patética pordecir aquello, pero estaba tan pero tan sola que quería morir. Que vacía sesentía a veces... siempre.
Vacía, vacía, vacía y no había más palabras paradescribirse. Por eso cuando ese algo cálido se instaló en su estómago quiso queaquella sensación durase por siempre, o al menos lo suficiente para recordarcómo se sentía.
Miró aquellos jeans rotos y la remera de The Clash.
¿No crees que esospantalones están demasiado cerca de la muerte? No recibió respuesta acambio.
Para su sorpresa se sentía bien, bastante bien. Llevabamucho tiempo sin compañía... bueno, sin una compañía que no implicase sexo odinero de por medio.
El silencio reinaba, reinó gran parte del tiempo, habíanllegado hasta un extraño bar y estaban tomando sin decir una palabra. Era elsilencio más confortable de su vida, era el silencio que trae paz y no esesilencio que evidencia la soledad y la angustia.
No podía evitar mirarlo. Lo primero que vio fueron aquellos ojos,aquellos extrañísimos ojos enmarcados por pobladas pestañas negras, aquel colorde un celeste intenso y a su vez extremadamente claro. Aquellos ojos de perrosiberiano.
Luego vio las marcadas ojeras, la piel pálida, el cabelloextremadamente negro y desorganizado, la leve y triste sonrisa que se insinuabaen su rostro. Y de nuevo sus ojos.
Posó su vista en su vaso durante algunos minutos y luegovolvió a mirar. Mirar sus ojos, mirar el contraste de sus ojos con su pelo ypiel, mirar su gesto algo torturado, mirar, mirar, mirar...
- ¿Qué? - le dijo observándola con extrañeza.
- Nada - le respondió prácticamente sonrojada paraquedarse luego en silencio.- ¿Cuántos años tienes?- se animó a hablar por fin
- 32...
- No podrías ser mi padre
- Podría. Si fuese un padre muy, muy joven. ¿Por qué elnombre, Ava?
- Mi madre amaba a Ava Gardner
- Curioso...
Una enorme tormenta se desató cuando salían de aquel bar. Elcielo estaba extrañamente rojo y los truenos resonaban por todos lados.
Empapados de pies a cabeza, seguían caminando.
- Dicen que los seres queridos que murieron caen en formade gota con la lluvia...
- ¿De dónde sacaste eso?
- De algún lado... me parece interesante... cada unobusca formas de recordar a los muertos... algunos los visitan en el cementerioy le hablan a los huesos, otros los invocan a través de sus rezos y otros,buscan recordarlos a través de los objetos, de los momentos, de los olores o dealguna canción.
- ¿Siempre queremos recordar?
- Siempre.
No lo pensó pero le pasó el brazo por sobre los hombros y ledio un suave apretón, como queriendo calentarla. Ella sonrió y se apretó unpoco más a él sintiendo su olor a lluvia y colonia mientras las lágrimasintrusas corrían otra vez.
Despertó resfriada y con una sonrisa en el rostro, el calorseguía allí adentro.
Una camisa negra, jeans oscuros y desorden en el cabello.
- Niños y niñas hoy hablaremos de la felicidad ¿Quién tienealgo para decir al respecto?-
El lugar era enorme, con apariencia de haber sido construidahace cientos de años. Todo era elegante, se sentía sapo de otro pozo. Algunosojos curiosos se posaban sobre ella y sus medias de red rotas. Todo era confortable,todo de colores blancos y marrones. Madera por todos lados. Gente moviéndose deaquí para allá. Buscaba a Margaret pero no lograba encontrarla en ningún sitio.De repente una voz la llamó... una voz que hablaba de algo ajeno a ella, unavoz que hablaba de felicidad.
- "Lafelicidad es una mariposa que sale volando cuando la persigues pero que puedeposarse a tu lado, si te sientas tranquilamente a mirar" ¿Qué piensan?¿Será que no hay que perseguirla, que solo la alcanzas cuando estás conformecon tu mundo y no vives persiguiéndola y esforzándote por tenerla? ¿O será quela felicidad requiere ese inconformismo que nos caracteriza a nosotros loshumanos?
- La felicidad es simplemente una estimulacióndel sistema límbico profesor-Quiso opinar ella pero justo él le dirigió una mirada que la dejó hundida ensus pensamientos durante un rato.
- Bueno niños...la próxima clase quiero un ensayo de lo que significa para ustedes lafelicidad. Y busquen información del significado de felicidad para Aristótelesy Nietzsche, y compárenlas claro.
- ¿No crees queles exiges demasiado?
- ¿No crees que deberías empezar a vestirte máscivilizadamente?
- No
- ¿Qué haces aquí?
- Buscaba a Margaret y tu dulce voz de sireno me atrajo.
- Pues que bueno. Ven, vamos a buscar a Margaret así puedosacarte rápido de mi lado.
John quería irse, quería llegar a su apartamento, darse unabuena ducha y dormir luego de un buen Cabernet. Se estaba yendo cuando la vozde aquella torturadora niña le llamó.
- John
- ¿Qué quieres?
- Te odio
- Yo también Ava. Yo también.
A veces se detenía y se preguntaba por un segundo qué hacíaallí. Qué hacía buscando todas las mañanas a esa adolescente descarriada, buscándolaen su trabajo. Solo porque su madre le había dejado una nota pidiéndole que lacuidara.
Cuando llegaron a la facultad Ava recordó mágicamente queaquel día habían suspendido las clases.
- Hoy vas a acompañarme nena- Ava respondió con unaamplia sonrisa.
- ¿Qué piensas del amor?- preguntó ella mientras élencendía un cigarrillo.
- Pienso que es algo que se inventó durante elromanticismo y que compró a la gente de inmediato, dándole falsas esperanzas.
- Mira la opinión del filósofo... ¿Sabes que pienso yo?- John puso los ojos enblanco.
- ¿Qué?
- Pienso que... el amor es querer a alguien sea como sea.Con sus cosas malas y buenas, con las que nos gustan y con las que no. Túsabes... amor incondicional.- John solo rió Esperaa que tu novia te engañe con tu mejor amigo a ver que piensas del amor.
Aquel día John estaba de mal humor. No quería seguirhaciéndose cargo de aquella chica como si de una niñita se tratara ¿Después detodo que le pasaría si no cumplía? ¿Ardería en el infierno? ¿Susan selevantaría de la tumba y lo noquearía?
El día anterior su ex se había dignado a dejarle las llavesdel apartamento. Habían discutido larga y violentamente y quien sabe cómo habíaterminado con un estúpido y doloroso corte en la ceja y ella se había ido dandoun portazo. Asquerosa rubia.
No quería trabajar y no quería que esa niñita intento depunk siguiera chillándole en el oído.
¡Puedes callarte deuna vez! ¡¿JUSTO HOY TIENES QUE ESTAR DE BUEN HUMOR?!
Aparcó el auto. Tomó sus cosas y bajó dando un portazo.Insultó hasta la madre del mismísimoPapá Noel cuando se dio cuenta de que estaba lloviendo y sus cuadernos se le estabanmojando. Ava se bajó del auto casi de inmediato.
- No intentes desquitarte conmigo por lo que sea que tepasó ayer, yo no tengo la culpa.
- Tú no tienes idea de nada...
- Pero podría tenerla
- ¿Piensas que yo le voy a andar contando mis problemas auna infanta como tú? ¡Ja! No me hagas reír.
- ¡No soy una infanta!
- ¡Entonces puedes explicarme por qué tengo que cuidartecomo si fueras una!
- Yo no lo pedí ¿Sabes?
- Te pegas como pegamento.
- ¿Me pego como pegamento?- preguntó elevando ambas cejas
- Si, del permanente de ese que es muuuy difícil dequitar.
- Puedes hacer lo que quieras con tu vida.
- ¿Sabes algo? NO, no puedo. Porque tengo que cuidar auna niñita inmadura, depresiva e insoportable. Tengo que soportar miles deproblemas propios y miles de problemas ajenos y ahora ¿Puedes irte? Tengo quedar clases.
- Bien, me voy. Ah, por cierto. Creo que el niñitoinmaduro aquí eres tú.
¿Por qué las discusiones tenían que ser tan ridículas? ¿Porqué ella tenía que ser tan ridícula? Las lágrimas salían una vez más, Avacomenzaba a pensar que jamás podría pararlas. Cada una de las partes de sucuerpo estaba mojada por la lluvia torrencial que caía sobre ella. ¿Acaso era unaniñita inmadura e insoportable? ¿Acaso era tanto estorbo en la vida de aquelhombre? Maldito perro mugriento, justo cuando comenzaba a quererlo...
Terminó las clases antes y se retiró alegando que estabaenfermo. La buscó por algún rato pero no logró encontrarla. Golpeó una y otravez el volante del auto.
Y pensó en el suceso de la noche anterior. Justo después deque su ex se fuera dejando el asqueroso silencio como única compañía recibióuna llamada de su madre.
- John...
- Mamá ¿Qué pasa?
- Es... tu hermana, Lily, va a casarse...- la mujersuspiró fuertemente y guardó silencio durante unos segundos- no estás invitadoJohn, lo siento.
- No lo sientas mamá. Yo se que ellos no me quieren ahí.
- John, cariño, tú no entiendes, tu padre...
- Mi padre nada mamá, yo se lo que es él.
- ¿Cómo está Jenny?
- No estamos más juntos.
- Lamento oír eso ¿Tú cómo estás?
- No te preocupes por mí Doreen, estoy bien.
- Llama a tu hermana
- Ella no quiere escuchar mi voz.
- Te quiero hijo...
- Adiós mamá.
Unas lágrimas se escaparon de sus ojos y las limpió conimpotencia, golpeándose la ceja lastimada y pegando el grito en el cielo.
La lluvia seguía cayendo torrencial sobre las cabezas de lostranseúntes. Había pisado ya tres charcos de agua y sentía como si la ropa lepesase miles de kilos. Su pelo estaba enredado y escurría agua que caía sobresu rostro fundiéndose con las lágrimas que no se dignaban a parar.
Justo cuando comenzaba a alegrarse un poco, cuando su mundose reconstruía de a poco cual puzzle, ese hombre al que quería y odiaba a lavez le había hecho eso. Se detuvo en medio de la acera
¿Qué le había hecho? ¿Despotricar contra ella? ¿Por quéllevaba horas llorando por eso? ¿Por qué se sentía tan dolida y angustiada?
Miro a los lados, no había nadie, ya todas las personasestaban refugiadas en sus cálidos y poblados hogares, porque eran hogares dondevivían aquellas personas y no simples casas. Seguramente la mayoría de ellos noestaban solos en este mundo, seguramente la mayoría de ellos no lloraba durantelas noches por la angustia que les causaba la soledad, seguramente ellos notenían como única compañía a alguien que las odiaba.
Dudó durante más de dos minutos, no sabía si parar elautomóvil o no, no sabía si llamarla o no, ni siquiera estaba seguro de queaquella figura oscura y empapada fuese ella. No paró.
Dejó su tapado negro sobre el sofá. Tomó una ducha con agua muycaliente, de esas duchas que te desarman cada nudo de la espalda y te hacenolvidarte del mundo por un momento. Se puso un par de jeans que solían sernegros y estaban ya demasiado viejos y gastados, se colocó la primera remeraque encontró. Sirvió una copa de aquel Merlot que guardaba para alguna estúpidaocasión especial, encendió un cigarrillo, y fue en ese momento cuando supo concerteza que aquella joven en el medio de la acera había sido ella.
Se sacó todas y cada una de las prendas que la vestían y lasdejó sobre el frío suelo del baño, llenó la bañera por completo con agua muycaliente y se sumergió en ella por algo más de una hora.
Se acostó desnuda en aquella pequeña cama llena de edredonesy se quedó profundamente dormida sinderramar ninguna lágrima previamente, tal vez ya se le habían acabado.
No volvió a verla por una semana. No fue a buscarla y ellatampoco lo buscó a él. No sabía nada de ella y no podía preguntarle a Margaretqué era de la vida de Ava por razones obvias.
No se torturaba por las noches pensando en el destino deaquella chica pero a veces se detenía a pensar en ella y algo extraño le hacíadoler el estómago.
Ese día, saliendo del trabajo, algo se instaló en su vientre,algo asquerosamente angustioso, una puntada profunda que no se fue de allí.
Una remera con la imagen de Sid en blanco y negro.Pantalones pitillo sumamente negros, una campera de cuero, una bufanda de unlargo kilométrico y aquellos borceguíes característicos.
Frenó el auto de inmediato.
¡Hey! ¡Ava!
La castaña no dejó de caminar. Volvió a llamarla, tresveces.
La castaña tiró la colilla de un cigarrillo al suelo y sedio la vuelta.
Había estado llorando otra vez.
- ¿Qué? ¿Qué quieres?
- Sube al auto
- No
- Sube al auto
- ¿Por qué debería hacer eso?
- Porque... yo... solo sube por favor...
- ¿Qué te hiciste?- le preguntó con cara sorprendidacuando ella se dio la vuelta
- Un tatuaje
- Si, me di cuenta de eso. ¿Pero por qué?- ella encendióun cigarrillo y el tomó un gran trago de café
- "Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento nininguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos dealegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la vidaporque son la naturaleza misma de las cosas"
La parte baja de su nuca rezaba la frase Esto también pasará.
Eran cerca de las tres de la mañana. Ava estaba a punto dequedarse dormida en aquella incómoda silla que habitaba el apartamento de John.
- Puedes dormir en mi cama si quieres
- ¿Estás loco? Me voy a mi casa
- Sabes que no quise decir todas esas cosas la otra vez
- Lo supongo
- Vamos Ava... quédate
- ¿Para qué?
- Estás mas segura aquí
- ¡JA!
- No seas rencorosa
- No lo soy.
- Pero continúas odiándome
- Exacto
- Quédate
La enorme cama olía a su peculiar colonia, tan peculiar comoél. Las sábanas eran suaves y se sentía demasiado cómoda y calentita gracias alsúper edredón de plumas que la cubría.
Probablemente él estaría durmiendo en el sofá, pero ella nolograba conciliar el sueño. Giraba y giraba en aquella perfecta cama y la mentele daba vueltas. No había llorado nada aquel día, e inclusive se había llevadobien con aquel amargado perro siberiano.
Se levantó y calzó los pantalones. Entró al baño y le pusoun ungüento especial a su tatuaje, se miró en el espejo se veía... ¿Feliz? ¿Despeinada?
En la cocina abrió la heladera de John y se sirvió un vasode leche derramando casi la mitad cuando una voz ronca le dijo con voz baja ygrave ¿No puedes dormir? Negó con lacabeza. Horoscopes sings sun and moon combinations
Ambos estaban acostados en aquella cama que de pronto ya noparecía tan enorme, lo más separados posible, en posiciones rígidas mirando altecho.
- ¿Sabes una cosa? Cuando era pequeña y no podía dormirmi madre me acariciaba la muñeca hasta quedarme dormida- Sonrió nostálgicamente
- Mi madre me cantaba For once on my life de Sinatra. Aúnla escucho a veces cuando no puedo dormir.
- ¿Podemos escucharla ahora?
- Claro
Despertó con la voz de John que la llamaba desde la cocina.Unos particulares y misteriosos ojos claros le dieron los buenos días junto auna cara muy seria.
- ¿A esto le llamas desayuno? - dijo observando solo dostazas con café sobre la mesa
- Claro
- La próxima vez podrías esforzarte un poco más ¿No?
- Si, y podría llevártelo a mi cama. Y no me hago cargode cómo suene eso
- Cállate y toma tu café idiota.- John esbozó una sonrisaque escondió con éxito.
Aquel día era, definitivamente, un día para no hacer nada. Erauno de esos días oscuros y fríos, en los que había viento que calaba los huesosy una pequeña llovizna que se colaba por cada recoveco.
Aquel día cualquiera hubiese preferido quedarse en unacalentita cama llena de edredones ycalor del cuerpo, pero la cama de Ava siempre estaba fría. El calor de sucuerpo no era suficiente, desde hacía meses que no irradiaba ese calor.
Así que sin dudarlo se levantó, tomó una ducha y vistió conla ropa más abrigada que encontró. Se miró al espejo por algunos segundos, nadahabía cambiado. Encendió un cigarrillo y lo fumó con su café.
Subió a un frío bus empapado de sueños que se quedaron alláen la almohada, rodeada de personas cansadas de párpados cuasi cerrados.
Un lindo chico de ojos oscuros, cabello dorado y aspectoalgo demacrado se sentó en el asiento a su lado. Ava recordó un poco el pasado,no quiso hacerlo demasiado. Cerró los ojos como quedándose dormido y se bajójunto a ella en la entrada de la facultad.
Cuando el despertador sonó, un quejido se escuchó en toda lahabitación, estiró su brazo para acallar a la estúpida máquina que lo sacaba desus sueños cada mañana y fue en ese momento que notó que su cama era demasiadogrande para él.
Cuando sus pies tocaron el frío suelo de la habitación unescalofrío recorrió sus piernas y se le encogieron los dedos del pie.
Entró al baño y se miró en el espejo. Como odiaba eseespejo. Sus extraños y claros ojos se veían casi grises, estaba sumamentedespeinado y una corta barba se asomaba por sus mandíbulas. Se sintió demasiadoviejo y entró a la caliente ducha que lo esperaba para devolverlo por completoa la realidad.
Llegó a su trabajo muerto de frío y con los piesentumecidos.
Oh, John, Margaretestaba buscándote. Dijo que necesitaba hablar contigo
La larga jornada de trabajo se detuvo. Era muy tarde en lanoche y tenía mucho sueño. Cambió su uniforme por ropa normal y salió del localdándose casi de lleno con el pecho de aquel hombre de claros ojos y torturadamirada reflejando una sonrisa de lado y preguntándole si estaba bien. Ava notuvo tiempo de notar lo cliché de la situación, estaba muy ocupada mirando aquelrostro que aquel día lucía extrañamente hermoso.
- Tanto tiempo- le dijo aún con una sonrisa tonta jugandoentre sus labios
- Feliz cumpleaños Ava
- ¿Cómo lo supiste?
- Margaret
- Oh... lo supuse
- ¿Qué planeas hacer ahora?
- Dormir
- ¿En serio? ¿Nada de festejos, drogas, rock'n roll, sexodesenfrenado?
- No me hagas reír idiota
- ¿Pero en serio planeas irte a dormir y ya?
- ¡Si John! ¡Basta!
- Bueno, creo que vas a tener que hacer algo, no meparece para nada aceptable que te vayas a dormir y ya.
- ¿Qué tienes en mente?
- Tu solo sígueme. Quiero que sea tu mejor cumpleañosnúmero diecinueve.
Un bar, totalmente underground, lleno de mujeres con pocaropa y muchas hormonas. Hombres alcoholizados, humo por todos lados, bandas derock tocando a todo volumen. Era sulugar soñado, de esos que solo había visto en la tele porque su madre no ladejaba acudir a ellos. Cuero y rock'n roll en cada rincón. Mujeres besándose enel baño, hombres preparando tragos de las maneras más insólitas.
John encendió un cigarrillo, se apoyó contra una barra y sequedó observándolo todo a su alrededor, hacia 4 años que no iba a ese lugar.
Ava estaba emocionada, recorrió casi todo en unos diezminutos y tomó cinco tragos en una media hora.
Saltó junto a toda la gente frente al escenario donde unabanda un poco bastante mala estaba tocando. Entonces todo paró un segundo,porque a veces le pasaba eso, a veces el mundo se le detenía durante un segundo.Y entonces sintió que eso, era un viaje.
Cuando era pequeña su madre le decía que los viajes se hacentodo el tiempo, que un viaje fantástico puede darse solo con una simple y bellaexperiencia y no necesariamente subiendo a un avión y yéndose a Europa.
Porque a fin de cuentas qué es un viaje. Un viaje no es unpaseo, un viaje no es una vacación. Es un proceso, un descubrimiento. Es unproceso de descubrimiento propio, porque cada viaje nos hace descubrirnos unpoco más a nosotros, nos hace formarnos de recuerdos y vivencias que nos hacenlo que somos y seremos por el resto de nuestras vidas. Un viaje nos pone cara acara con nosotros mismos. Un viaje nos muestra no solo el mundo si no comoencajamos en él. ¿Será la persona la que crea el viaje o será el viaje el quecrea a la persona? El viaje es la vida en si misma. ¿Dónde nos llevará la vida?
Una mano en su hombro la hizo pegar un brusco salto. Eranesos ojos raros, esos ojos que a veces moría por ver y a veces no sabía quehacer para que se fueran de su vista, esos ojos tristes, misteriosos, llenos dehistorias sin contar.
- Creo que estoy viajando
- Estas... ¿Estas drogada?
- No
- Vamos, te llevaré a otro lugar -
Un bar de colores cálidos donde no parecían las tres de lamañana. Dos enormes capuchinos sobre la mesa y un par de chocolates dediferentes tipos para acompañar.
- ¿John me cuentas un cuento?
- Tu y tus ocurrencias cuando estás de buen humor...
- John... John... Jooohn
- Yo no se ningún cuento, ahora tomate tu capuccino
- John
- ¿Qué?
- Invéntalo. Es mi cumpleaños, y considero que deberíamoshacer lo que yo quiera
- Está bien.... tú ganas, inventemos una estúpidahistoria improvisada. Pero tu me dices como empieza.
Una sonrisa mal disimulada se dibujó en su rostro mientrasbuscaba una fuente para iniciar aquella historia, aunque no estaba segura de siquería seguir disimulando esas sonrisas que tan nuevas eran para ella
- Había una vez...
- Oh que ayuda me estás dando niña
- Vamos John, continúa
- Había una vez unaprincesa. La princesa tenía largos cabellos castaños, y vestía de una forma muyparticular. No vivía en un castillo común y corriente, a decir verdad, nisiquiera vivía en un castillo. Era alguien a quien muy pocas cosas podíanemocionarle o sorprenderle, de hecho, solo había muy pocas personas que podíanquitarle la respiración. De vez en cuando, luego de un rutinario y protocolardía como princesa miraba la luna, y de vez en cuando la luna le parecía azul.La princesa se reía un poco de la fe y la esperanza. Pero a veces llegaba asorprenderse con lo llena de esperanzas que podía llegar a estar. Llevaba unavida normal, una vida normal de princesa claro está, hasta que un día lahermosa princesa decidió cambiar. Y tomó una decisión. Escapó de ese castilloque no era castillo. Borró los límites y dejó entrar a más personas a su mundo,aunque fuesen muy pocas, aunque fuese solo una. Se dio cuenta de que la vidaera un desastre, una mierda por así decirlo, y se dio cuenta de que la vida noestaba hecha para trazar límites sino para cruzarlos. Un día, ya grande, se sentó y recordó aquella vida de cuentos dehadas, vestidos blancos, príncipes azules y encantadores y pensó que tal vez,no estamos hechos para ser felices. Que tal vez solo tenemos que estaragradecidos, aunque eso no tenga mucho que ver con disfrutar. La fantasía essimple, el placer es bueno, y el doble de placer es mejor. El dolor es malo, yel no dolor es mejor. Pero la realidad es diferente. En la realidad aquel dolorestá para decirnos algo. Y solo está el placer que podemos tomar sinenfermarnos de algo. Y pensó que tal vez eso estaba bien, que tal vez algunasfantasías solo estaban hechas para vivir en nuestros sueños.
- Muy bien señor filósofo ¿Ese cuento es suyo?
- En realidad... está un poco... basado en Gray's Anatomy
Ava explotó en carcajadas que salían desde lo más recónditode sus pulmones y brotaban como música y colores por su boca. Había olvidadopor completo como se sentía aquella sensación, de reír hasta llorar, deconmoverse tanto, de ser tan feliz aunque fuese por una sola noche. Se había olvidado por completo de serfeliz. Y tal vez John, o el guionista de Gray's Anatomy tenían razón. Larealidad era lo que era, una mierda, un cúmulo de dolores y uno que otroplacer... pero para ella eso estaba bien.
En la puerta del apartamento deJohn esperaba una rubia de rasgos hermosos y cara de pocos amigos.
Sentada en el suelo con unosvaqueros claros y un enorme tapado café. Se levantó y le entregó, más bienlanzó, una bolsa negra de consorcio.
Se dispuso a irse pero John la tomócon fuerza del brazo.
- ¿Qué es esto Jenny?
- Son todas las cosas que me habías regalado
- ¿Dónde estás viviendo Jenn?
- No te importa y no me digas así
- ¿Por qué mierda me estás tratando así ah? ¿No deberíaser yo el enojado?
- ¿Tú crees que yo busqué a otra persona solo porque seme dio la gana?
- ¿Estás viviendo con él?
- Eso a ti no te importa John, aléjate de mi vida.
- Yo te daba todo lo que necesitabas, incluso soportabatus ataques histéricos y que me hablaras de banalidades sin sentido. Yo teamaba Jenn
- ¡No me digas así! De eso se trataba todo John, de ti yde lo que tú supuestamente me dabas. ¿No te das cuenta que en una relación senecesita más que soportar al otro? Eso no era amor John, eso era la Antártida
- ¿Desde cuándo esto tiene que ver con el sexo?
- ¡No asqueroso idota! ¡No tiene nada que ver con elsexo! Tiene que ver con la frialdad de tus ojos, de tus palabras, con tussecretos, con ese pasado tuyo que nos fue distanciando de a poco hasta crear unabismo entre nosotros.
- Tu bien sabes que no me gusta hablar de esas cosas...
- John, lo nuestro era una relación, una relación depareja, una relación que implicaba confianza y sinceridad ¡Vivíamos juntos poramor de Dios!
- No quiero hablar de eso ahora
- No volveremos a hablar de nada John, nunca más. Estoterminó hace rato y parece que tú aún no te has dado cuenta. Y pobre esta chicaque ha venido contigo no se da cuenta que será usada, porque, y te lo digo a tiniña, el señor John Clarke no ama, porque no tiene idea de cómo se hace, y porel aspecto que tienes no creo que vayas a ser tú la que le enseñe. Adiós.
John golpeó la puerta de su casauna y otra vez con su puño mientras intentaba contener los gritos. Ava seacercó lentamente a él y puso una mano en su hombro.
No supo porque, su cabeza nofuncionaba bien en aquel momento, pero reaccionó a aquella mano en su hombro deuna manera que ninguno de los dos hubiese esperado. Se dio la vuelta y abrazó aAva con fuerza, con tanta fuerza como le fue posible. Se aferró a ella como unniño se aferra a su madre cuando no quiere que se vaya.
Ella quedó allí atrapada, entreaquellos largos brazos y aquel alto cuerpo, como adentro de un castillo. Uncastillo que no era castillo, como el de la princesa.
Avaquiero que te vayas, eres la última persona que quisiera ver ahora.
A ninguno le importó que fueran lascinco de la mañana, ninguno pensó en aquel momento en la crueldad que habíanacido de los labios de él. Ella no titubeó ni un segundo, se dio media vueltay volvió a aquella fría cama que la esperaba a un bus de distancia.
- Mami, la casa dela abuela no me gusta.
- ¿Por qué es esomi amor?
- Por qué es comoun cuento de hadas roto
Despertó de aquel sueño tan sobresaltada como si hubiese sidosu peor pesadilla. Tocó su rostro y notó que estaba bañado en lágrimas. Elreloj indicaba las 12 del mediodía, había dormido demasiado. Unos suaves yconstantes golpes en la puerta la hicieron caer en la realidad del todo.
Abrió la puerta y al ver a la persona que se situaba trasella algo se revolvió en su interior con fuerza.
- Tu abuela... ella me dio el dato.
Lo conoció a sus diez años, él teníadoce. Aquellos ojos como el chocolate, aquel cabello dorado y siempredespeinado. Arrugaba la nariz antes de reírse a carcajadas. Le hizoconocer los cigarrillos y hablaba con voz suave y ensoñadora. Dabalos mejores consejos pero no los mejores chistes. Hacia natación ensu colegio y planeaba ser nadador profesional. Era el vecino de suabuela, una abuela con la que no hablaba hace un buen tiempo, y sucasa era de cuentos de hadas de verdad. Vivía en un sitio enorme eiluminado, decorado como un reino y con un jardín descomunal dondepodían pasarse horas y horas. A ella no le gustaba la casa de suabuela, era como la versión fea de la casa de él.
Iba allí fin de semana por medio, y sequedaba en esa casa durante todas las vacaciones.
Cada año nuevo luego de doce partíana su escondite, la vieja casita de servicio, allá en lo másrecóndito del boscoso jardín. Fumaban un cigarrillo entre los dos yél le decía alguna frase para que no olvidase jamás en su vida. Y,por supuesto, las recordaba a todas y cada una de ellas... Pero lafrase que jamás olvidaría, jamás ni aunque pasasen mil años,sería aquella del último año. Aquella de cuando habían pasadodías del cumpleaños número dieciocho de él. Aquella que dijo lanoche antes de desaparecer por completo de su vida. Aquella frase quecambió todos sus días. Aquella frase que dio inicio al vacío quese fue creando en su interior con los años. Quiero hacer el amorcontigo.
La trató con la mayor gentileza delmundo, la hizo sentir una princesa, allí, en su escondite. Le dijolindas cosas al oído y la besó con dulzura y pasión. Él, Samuel.El hombre que había cambiado su vida.
Luego de aquella noche no volvieron averse más, nunca más. Algún tiempo después Ava se enteró de queél se había ido al exterior a estudiar. A veces, cuando iba avisitar a su abuela, se quedaba observando durante horas desde laventana de su habitación que daba al jardín de Samuel. Se quedabarecordando el pasado y soñando e imaginando que él volvería abuscarla. Luego su madre y su abuela dejaron de verse, de hablarse,nunca supo por qué... y sus sueños se terminaron, esas horas desoñar despiertas se acabaron para siempre.
Y ahora él estaba allí, con unasonrisa, esa que a ella la volvía loca. Sus jeans rotosos y esa luzque él irradiaba. Y ella estaba rara, cambiada, oscura, esa chispade los sueños había terminado, se había olvidado de ella y tal vezsus ojos ya no brillaban más.
Lo invitó a pasar, él lo hizo yencendió un cigarrillo para luego sentarse en un cómodo sofá.
¿Quieres algo de beber?
Estás distinta Ava, has cambiado...
Es la ropa.
No solo eso... es todo. Estás como... desesperanzada.
No, no es eso
¿Entonces?
Mi madre murió Samuel
¿Me estás hablando en serio?
Por supuesto.
¿Cuándo?
Hace algunos meses
Tu abuela no me dijo...
Hace años que no hablamos con ella, ni siquiera se apareció por el funeral.
Eso es terrible.
Nunca la quise demasiado de todos modos
Pero estabas siempre con ella, ibas a su casa...
Estaba siempre contigo, iba a su casa por ti... y luego te fuiste, no tenía más que hacer allí...
¿Qué se siente ya no tener a nadie de quien depender Ave*?-
Raro... solitario... pero, dentro de todo, bien. Estoy completamente sola por primera vez.
Ya no más.
Y eso me alegra un poco
Te agradecería un café.
¿Cuánto tiempo piensas quedarte?
El menor posible
¿Y eso por qué?
Sabes que nunca me gustó esta ciudad.
El tiempo pasó entre cigarrillos y café, entre risas y recuerdos,entre miradas de esas que no se pueden sostener por mucho tiempo, deesas que dicen demasiado.
* Se pronuncia Eiv, no es un pájaro.
Todo comenzó con una simple caricia ensu mano, lo desató todo, el pasado y el porvenir, el amor que algunavez se tuvieron.
Despertó cuando ya había anochecido.Desnuda entre sábanas blancas y tibias, sintiendo el calor de otrocuerpo dormido a su lado.
El despertó y la observó con susluminosos ojos oscuros. Te ves mejor así que envuelta y escondidaen rotosas ropas oscuras. Le quitó la sábana blanca y laobservó durante algunos minutos mientras ella se sonrojaba, tal vezdemasiado. Planeo irme mañana. Le dijo, y por alguna razón aella no le molestó ni entristeció. Tal vez era eso lo que ellanecesitaba, darse cuenta que Samuel no era su único y verdaderoamor, que su madre no era lo único que la había mantenido viva enel pasado, y que no tenía que aferrarse a John como se habíaaferrado a las pocas personas de su vida pasada.
John... ahora que lo pensaba ¿Cómoestaría? ¿Dónde estaría? ¿Qué estaría haciendo? ¿Habríapensado en ella?
Eres hermosa. Se miraron a losojos y fue ese el momento en que se dio cuenta que aquel mundo que élle había ofrecido años atrás y que ella había aceptado con tantogusto ya no le servía, ya estaba viejo, cansado y ajeno. Era unmundo prestado y ella ya tenía el suyo, y relleno con más quepersonas que podrían ser una fugaz eventualidad en su vida. Estabarelleno de sentimientos y sentimientos propios por cosas efímeras,por lágrimas y sonrisas, por felicidades momentáneas y tristezas alargo plazo, por recuerdos y sueños, por tantas cosas que hasta lesorprendió darse cuenta de ello, darse cuenta de que su mundo estaballeno de tantas cosas tan pequeñas que ni siquiera se había dadocuenta de que las tenía.
Samuel tomó una ducha, bebió una tazade café, fumó un cigarrillo y hojeó un libro de Stephen King.
Parados bajo el marco de la puerta sebesaron con pasión, pasión de esa que a veces necesitamos, unapasión igual a la del día anterior.
La miró con ojos pacíficos y le dijoen una leve sonrisa Recuerda decirle a una persona por día que eshermosa, como tú.
¿Cómo estaba ella? ¿Qué era de suvida? ¿Pensaría en él? ¿Seguiría igual que siempre? ¿Quéestaría haciendo?
Esas cinco preguntas y probablementemuchas más llevaban 20 días surgiendo en su cabeza, recordóaquella frase que decía que uno no se da cuenta de lo que tienehasta que lo pierde. Exactamente así se sentía él. Y, lo ciertoera, que se sentía extremadamente solo desde aquel día. Desde aqueldía en que le pidió que se marchara. Sin darse cuenta habíacomenzado a querer a la mocosa punk.
El auto lo llevó sin darse cuenta, omás bien su inconsciente lo llevó casi sin darse cuenta.
Tocó a la puerta, estaba nervioso.
Habían pasado 15 días desde queSamuel se había ido, y lo mas extraño de todo es que no se sentíasola, o sumamente triste, se sentía...bien. O algo parecido. Elsonido del timbre la hizo pegar un salto, llevaba ya un buen tiemposin oírlo. Apagó la música.
Los ojos claros, profundos, un océano,un río, un cielo despejado. Tristes y brillantes, misteriosos ysinceros. Esos ojos que jamás se le despegaban de la mente, llevabadías soñando con aquellos ojos... y no solo con aquellos ojos,había más, aunque no quisiera admitirlo.
Saltó a sus brazos, sin siquierapensárselo un segundo, él la atajó y la abrazó casi con la mismafuerza que ella lo abrazaba a él. Se separaron, solo un poco, sindejar de abrazarse y sonrieron ampliamente. Las mejillas de Ava sepusieron rosadas, bajó la vista y dejó que sus pestañas ocultarana sus delatores ojos.
Vestida con jeans claros y una simpleremera de The Clash en color gris se veía rara, rara y linda. Teníael cabello castaño muy despeinado y solo llevaba máscara en suspestañas. Se veía mucha más nena que de costumbre y eso loenterneció bastante.
Pasa le dijo y lo tomó de lamano para llevarlo al interior de la casa.
- Cada día hay tres momentos felices y cinco que no lo son en absoluto
- ¿De donde has sacado eso?
- No estoy seguro, pero creo que acabo de inventarlo
- Tu no debiste estudiar filosofía, eres una amenaza para las vacías mentes de los adolescentes- Yo creo que mi teoría es bastante acertada, y tu también eres una adolescente
- Una adolescente forzada a crecer
- No te creas... aún tienes tiempo de "adolescentar"
- ¿Tú crees?
- Yo lo aseguro. Es mejor que pases por esa etapa ahora, antes de que seas una inconstante cuarentona que se acuesta con quinceañeros
- ¿¡Qué dices!?
- Solo digo...
- ¿Sabías que te detesto?
- Me detestas porque me quieres
- Idiota
- ¿Cómo estás?
- Tranquila ¿Y tu?
- Conforme
- ¿Conforme?
- No puedo cambiar las cosas, no quiero cambiarlas, creo que las cosas están bien por ahora. No deseo un hada madrina que cambie mi mundo de un día para el otro, quiero pasar por el arduo proceso que significa vivir y crecer
- Supongo que eso es bueno aunque suene a cliché
- Supongo que es sano, que suene a cliché.
- Hay algo que me gustaría
- A mi me gustarían tantas cosas
- Quiero que me des un abrazo
- ¿Por qué?
- Por nada en especial, solo quiero un abrazo, pero quiero que me lo des tú- John se levantó de su asiento y rodeó con uno de su brazos a Ava- No, no quiero esto, quiero un abrazo de verdad, con los dos brazos.
Entonces John se paró enfrente de ellay avanzó los 30 centímetros que los separaban a un paso entre lentoy rápido. Se detuve justo a 5 centímetros de ella, la observó,serio durante algunos segundos y luego la abrazó con fuerza. Con unafuerza que nadie jamás podría haber imaginado, desgarrante,intenso, lleno de emociones hacia ella, hacia la vida, hacia lamuerte, hacia la pérdida, hacia todo. Nunca habían tenido unaconexión tan grande, tan desgarradora, tan íntima, tan fuerte. Ellasupo que aquel momento quedaría grabado en ella por siempre, losbrazos de él oprimiéndola con fuerza, con sentimiento, sinceros,abiertos, sin máscaras ni disfraces. Los suaves sollozos queintentaba esconder, las lágrimas que humedecieron su cuellosuavemente haciéndole cosquillas.
Un abrazo, es más que un simplesaludo, una demostración de afecto, un te quiero, un hasta luego, untanto tiempo. Un abrazo, cuando es bien dado, es tanto, es todo, esmucho, es miles de mensajes en uno, porque supera los actos carnalesdel sexo vacío y supera los besos que pueden ser fríos, supera lossecretos y supera la intimidad, supera al frío y al calor, superasueños y supera compartirlos. Supera todo porque es todo, es eltodo, lo es todo. Es depositarse entero en alguien, es el preludiode miles de cosas, es abrirse y decir a partir de ahora soy tuyo,a partir de ahora tu y yo tenemos un nuevo vínculo. No haymentiras en un abrazo, en un abrazo de esos que se dan fuerte, conlos ojos cerrados y los corazones abiertos, de esos que se dan bienceñidos, pecho con pecho. No hay que pensar en compromisos, enfuturos, en presentes. Hay tanto amor en un abrazo, ese amor que vamás allá de lo sexual, de la atracción, es ese amor que va en lasangre, en el corazón, en el simple cariño, en la amistad. Elabrazo no pide nada más, es simple y profundo, altruista y quedagrabado en la memoria y la piel para siempre.
Él se separó de ella, que limpió suslágrimas con suavidad haciéndolo sentir un niño indefenso,expuesto. Ava sonrió, él también, como nunca antes habíansonreído. Dos tazas de café los esperaban, el sonido del microondasacaba de indicarlo, de vuelta a la realidad, la realidad que parecíadecirles a gritos Bienvenidos a una nueva vida.
"Érase una vez" así suelenempezar las historias, ¿Qué pasaría si contásemos todos y cadauno de los "érase una vez" de la vida de una persona, o de dos?La historia se haría muy larga.
Es por eso que a veces tenemos quedejar algún principio a medio hacer, algún principio colgado,porque hay tantos principios que hay que contarlos de a unos pocos.
Érase una vez dos personas, untreintañero y una veinteañera, dos jóvenes que vieron el mundocaer a su alrededor, dos jóvenes que aprendieron tanto con tan pocosprincipios y con tantos finales.
El aprendió que a veces las cosasestaban bien como estaban, que había una realidad que debía serabrazada y aceptada, y que no todo era una mierda.
Ella aprendió que estaba sola en elmundo, que todos lo estamos, que tenía que quererse ella para querera los otros, que no hacía falta depender de él ni de nadie, que eraella, ella y el mundo y vaya que lo valía.
Aprendieron que se querían, sereconstruyeron y se renovaron. Aprendieron a ser uno, sin dejar deser dos.
Me gustaría decir que el próximo"Érase una vez" trata de una tal Ava y un tal John que secasaron y fueron felices por siempre, con hijos, una cama cálida yun jardín verde. Pero estaría mintiendo descaradamente.
Solo nos queda esperar un próximoprincipio, o un próximo final, que es prácticamente lo mismo.
Se cierra esta historia, paraustedes, porque ellos... seguirán viviendo.
Erase una vez. - Fanfics de Harry Potter
Digamos, simplemente, que las cosas en este mundo tienendiferentes principios. Cada suceso en nuestras vidas, cada historia, cada'érase una vez' comienza de d
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2024-10-25
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