Había unavez, una vieja bruja que no podíaescribir un cuento Navidad. Su nombre era Bathilda Bagshot, y era una famosahistoriadora del Mundo Mágico. Escribía libros con la facilidad con la que unohace una bola de nieve. Su mano se movía sin parar, inspirada, trazando letrasperfectas de tinta negra sobre pergaminos amarillentos. Era, al igual que casitodos los adultos, aburrida.
Pasaba sus días investigando sobre fechas,datos y hechos que harían a cualquier chiquillo quedarse dormido, preocupándosesobre dinero, poder y política en lugar de si Papa Noel había terminado dehacer los regalos para todos los niños del mundo; escribiendo libros sobremigraciones de duendes en lugar de cuentos de hadas. Desperdiciaba sus díasasí, como casi todos los adultos, preocupada por cosas que no importabandemasiado y que a los niños provocaban una somnolencia casi instantánea.Deseaba con más interés del que deseaba ver un nuevo bello amanecer,convertirse en una rica y famosa escritora.
Bathilda podía iniciar su fama escribiendoun cuento navideño para un conocidoperiódico mágico. Sí escribía un cuento realmente fantástico, único y perfecto
¡no habría persona en el mundo mágico que no conociese su nombre! Casi se podíaimaginar las entrevistas, las cenas elegantes, los privilegios, ¡el dinero quetendría si era famosa!
Ambiciosa,puso manos a la obra: Faltaban tres días para Navidad cuando se sentó con susgafas en forma de media luna frente a un escritorio de madera oscura, en el cualesperaban un largo pergamino en blanco, un botecito de tinta negra y una plumamarrón. Tomó la pluma cuidadosamente, y con delicadeza sumergió la puntita enla tinta. Respiró hondo, acercó la pluma hacia el papel y
sedio cuenta de que no tenía ni la más remota idea de que escribir.
Sequedó Bathilda congelada como una escultura de hielo, así con la plumasuspendida sobre el pergamino, por quién sabe cuánto tiempo. Tenía la mentetotalmente vacía, sin ninguna idea. ¡Caracoles! No tenía nada de inspiración.¡Jamás, en los años que llevaba escribiendo, le había sucedido algo semejante!Ni una sola idea distante: estaba simplemente en blanco. Hurgó en su cerebro,repitiéndole a su subconsciente una y otra vez: "¡Sé que hay algo ahí!" Pero nohabía nada.
¡Yfaltaban tan sólo tres días para Navidad! ¡Uff! Si hubiera sabido que tendríauna falta de inspiración como aquélla
¡hubiera empezado a idear la historiaunos veinte años antes! Y ahora
¿qué haría? ¡Necesitaba un cuento de Navidadasombroso antes de tres días y sólo tenía
nada!
Sepuso de pie de un salto, y enterró las manos en el cabello, despeinando superfecto moño. Se puso a caminar en círculos en su sala de estar, siendoobservada atentamente por ojos escépticos de su gata, Tuty. "¡Vamos! ¡Debestener una idea por ahí!" se dijo a sí misma, muy convencida de su habilidadliteraria.
Sevolvió a sentar, con la respiración agitada y el corazón acelerado. Se esforzóen calmarse, respirando hondo un par de veces, y diciéndose en voz alta, con eltono más convincente que pudo fabricar: "Tú puedes
no es tan complicado. Essólo un cuento bobo de Navidad. Cualquiera puede hacerlo."
Estirólos brazos hacia enfrente, movió el cuello, se acomodó un mechón de cabello quese había soltado del moño. Pensó, pensó y entonces
"¡Ya sé!" dijo triunfante."¡Escribiré una historia sobre
un hombrecillo verde que odiaba la Navidad!Entonces intentó arruinarla fingiendo ser Papa Noel, y luego
No, no. ¡No meconvence!"
Pensóotro rato, muy concentrada, y tuvo otra idea: "¡Lo tengo! Será la historia deun hombre avaro al cuál se le aparecen tres fantasmas en Noche Buena. Unfantasma lo llevará al pasado, otro al presente
y el otro al futuro. ¡No, no!¡No me gusta lo suficiente!" sentenció, muy renegada, con el ceño fruncido.
Cruzólos brazos sobre el pecho, suspiró y pensó otro rato
" ¡Una historia de amor!Sí, y los protagonistas se declaran su amor en Navidad, gracias a un muérdago
¡No,no! ¡De alguien que conozca a Papa Noel! ¡No! ¡Nada me gusta!"
"Entonces,será la historia
¡oh, ya sé!" repuso, poniéndose de pie otra vez." La historiade cómo unos pastores se dirigen a Belén a conocer a Jesús, recién nacido. Perolos diablos obstaculizarán su camino
¡y los ángeles lucharan contra esosdiablillos! ¡Perfecto y original! ¡Totalmente único!"
Pero no tardó mucho en descartar esaidea también. Buscó y buscó Bathilda en su cerebro alguna idea que le gustara,pero nada la convencía. De malhumor, pensó que no lograría tener el cuentolisto en tres días. ¡Era una escritora malísima!
Pero
¿Cómo podía ser eso posible? Side pequeña
¡era una especialista escribiendo cuentos de Navidad! Había creadocientos de ellos, ¿qué le sucedía ahora? Bathilda recordó, los tiempos de suniñez. ¡Oh, que imaginación tenía! ¡Y qué espíritu festivo! Recordaba que eraella quién decoraba con esferas, flores y estrellas el verde árbol de Navidad.Contaba los días faltantes para la gran fecha, y esperaba con tanta emoción queno podía contenerla. Cantaba villancicos día y noche, daba regalos
y el día deNavidad, ¡despertaba antes del alba para ver los regalos traídos por Papa Noel!Desgarraba la envoltura con emoción, y sus risas de alegría despertaban a susadormilados padres y hermanos.
Bathildapensó en buscar alguno de esos cuentos que había escrito hacía ya mucho tiempo,pero supo que probablemente el tiempo y su memoria habrían hecho de las suyas:lo más seguro era que no quedara ni siquiera un pedazo de papel de alguna deesas antiguas e infantiles narraciones, y si éstas habían sobrevivido al pasode los años, Batty no tenía idea de dónde podría encontrarlas. Apretó losdientes, puso los ojos en blanco, cruzó los brazos sobre el pecho; tal y comoharía una niña regañada.
Atenciónaquí que Bathilda no era una de esas viejas que odian la Navidad, no. EraBathilda un adulto como el resto, y por lo tanto, la Navidad le importaba tantocomo un comino. Las fechas festivas le eran indiferentes, y cada Navidad pasabacomo un día común más para ella. ¿Sería éste el motivo de su falta deinspiración? Todos sobre leds e iluminación
ABathilda se le ocurrió en ese momento una increíble idea: quizás si festejabala Navidad tal y cómo lo hacía cuando era una niña
¡encontraría la inspiraciónnecesaria para su cuento! Era una idea que en otras condiciones menospreocupantes la vieja Batty habría considerado absurda y ridícula. Pero en esemomento, sepultó a su "buen juicio" en el fondo de su ser, y puso en marcha suplan inmediatamente.
Iniciócon lo más sencillo. Encendió su radio mágica, y subió todo el volumen cuandolos melodiosos y alegres villancicos empezaron a ser entonados. Se sentó frentea su escritorio nuevamente, decidida a escribir algo gracias a la ayuda de lamúsica: los violines emanaban sus dulces notas agudas, la flauta repiqueteabatraviesa un par de sonidos amigables, la guitarra tarareaba una alegremelodía
las voces, inspiradas y llenas de emoción, cantaban con todo el aire desus pulmones aquella canción que decía: "ABelén va un hipogrifo
" Bathildarespiró hondo, y dijo en voz alta: "¡Seguro ahora sí escribo un cuentomagnífico!"
Perono fue así. Su mente seguía en blanco, y ni siquiera logró escribir la primeraletra. Lo único que los villancicos lograron con su pegajosa tonalidad, fue queBathilda empezara a mover la cabeza al ritmo de la música. Se le unierondespués a esta danza, sus pies. Terminó la mujer cantando ante la miradarisueña de su gata y de unos vecinos que iban por la calle y que al mirar porla ventana de la casa de Batty se habían encontrado con la chistosa escena, quesin lugar a dudas les arrancó una gran carcajada.
"¡Bueno!¿Qué más puedo hacer?" se preguntó Bathilda. Miró a su alrededor, y vio su casasin ningún adorno navideño. "¡Todo lo que hago por escribir un cuento!"lamentó, cuando regresó a su casa después de estar todo el día comprando luces,muñecos y listones navideños. No podía faltar un lindo árbol, que fue colocadoen el centro de su sala de estar, y adornado con esferas, listones y una gran estrella dorada en la punta. Agotada porla ardua labor, se quedó dormida con un gorro de Papa Noel sobre la cabeza.
Ala mañana siguiente, creyó que por fin podría escribir su cuento de Navidad.Pero otra vez, la vieja Batty se equivocaba. Gruñía entre dientes como unanimal hambriento. "¿¡Qué más puedo hacer?!" musitó, furiosa.
Tomósu abrigo, y salió al pueblo a buscar inspiración. Pero nada parecía dársela:ni los niños lanzándose bolas de nieve, ni los coristas entonando villancicos,ni las familias que decoraban sus hogares. "¡Claro! Invitaré a toda mi familiaa festejar Navidad, les daré regalos, haré una linda cena
y quizás entoncesencuentre a mi musa" ideó Bathilda, con emoción. Corrió hacia su casa, e hizomuchas cartas, las cuales ató a la pata de su lechuza. Orgullosa de su granperseverancia, Bathilda volvió a su escritorio, mientras la pobre lechuzallevaba la pesada carga a sus destinatarios.
Seguíasin tener ni una gota de inspiración. ¡Ni una sola!
Desesperada,salió de su casa nuevamente dando grandes zancadas, dispuesta a hacer lo quefuera necesario para encontrar su inspiración. Fue a la iglesia, y cantódesafinadamente junto al resto del coro. Donó dinero y tiempo a ayudar a niñosenfermos y huérfanos. Decoró las calles del pueblo. Incluso se disfrazó de PapaNoel y anduvo pregonando por todas las calles: "¡Feliz Navidad!", pero ni siquiera eso la hizo encontrarinspiración.
Volvióa su casa muy triste, pasada medianoche. Sólo le quedaba un día más, Noche Buena,para hacer su cuento. Y no tenía ni unaremota idea de que escribir. Había hecho todo lo que hacía de niña en fechasfestivas. ¿Cuál era la diferencia de aquella niña y la mujer adulta? ¿Por quéuna podía escribir cuentos y la otra no?
Bathildase dispuso a encontrar la respuesta. Y la encontró. La diferencia era, quehabía crecido. Y conforme fue creciendo, el dinero sustituyó a la alegría. Lasdecoraciones se trasformaron en dolores de cabeza y en gastos innecesarios. Launión familiar se trasformó en rencores y disculpas no dichas. Y las ilusiones,las dulces ilusiones de los niños, se volvieron datos de negocios y cantidadesde dinero.
Los adultos veían todas las cosasoscuras de la vida, y en Navidad sólo podían ver gastos, muertes, peleas, hipocresía
Veíanactividades como decorar el árbol de Navidad y ayudar a los pobres como tiempodesperdiciado. Mientras que los niños, con sus almas puras, veían en laNavidad: unión, amor, perdón, felicidad y una gran oportunidad para repartir laalegría por el mundo.
No se podía hacer nada para dejar decrecer. Todos los niños, en algún momento de su vida, crecerían, y setransformarían en adultos que no podrían escribir un cuento de Navidad. Esosadultos habían perdido esa tierna inocencia que solamente tienen los niños. Habíanperdido esas ilusiones que dan emoción a la dulce niñez. Habían cambiado sucorazón por su cerebro. Habían perdido la luz, y encontrado la oscuridad.
Y por eso, Bathilda no podía escribirun cuento de Navidad. Buscaba en su cerebro lleno de datos la inspiración parahacer un cuento lleno de luz y salido del corazón.
Pero no se preocupen, lectores, hay aúnesperanza para los adultos. Dentro de ellos, siempre estará brillando esa luz, aunquea veces es muy pequeña: sólo deben encontrarla. Es ésa la luz única que todoslos niños tienen, y que convierte lavida en un milagro.
Enesa Noche Buena, rodeada de los familiares que habían aceptado su invitación, Bathildaescribió entonces su cuento de Navidad, yéste empezaba así:
"Habíauna vez, una vieja bruja que no podíaescribir un cuento de Navidad
"
"Alos niños nunca se les debería enviar a la cama, cuando despiertan son un díamayores."
Peter Pan
Guía Oficial para un Cuento de Navidad Perfecto - Fanfics de Harry Potter
Había unavez, una vieja bruja que no podíaescribir un cuento Navidad. Su nombre era Bathilda Bagshot, y era una famosahistoriadora del Mundo Mágico. Escrib�
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2023-02-27
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