Las montañas se sucedían a mi derecha, viendo por el cristal a través de mi propio reflejo. Llevé una mano a mi cara para subirme las gafas que se escurrían y volví a concentrar mi atención en el libro.
Mamá había entrado al salón después de estar hablando por teléfono en la cocina con el tío Pepe. Él era uno de los siete hermanos de mi padre y, como hacía mucho tiempo que no lo veía, su imagen no me vino a la cabeza.
La prima Marta. Mamá se calló un momento. Ha muerto.
Por aquel entonces, yo casi ni conocía a mi prima, pero lo que sí sentí fue que se hubiera ido siendo tan joven. Cuando éramos pequeños habíamos jugado juntos, pues sólo nos llevábamos tres años.
Mis padres no preguntaron nada sobre cómo murió, porque tampoco querían forzar a mis tíos si ellos no lo habían querido explicar. Mis hermanos y yo no asistimos al entierro, pero mis padres fueron por nosotros.
Miré el reloj y vi que todavía faltaba media hora para llegar.
¿Qué quieres hacer cuando lleguemos?
Mi tío Pepe me miraba serio, como era él, pero no intimidante. Él había viajado hasta mi pueblo a propósito para ofrecerme unos estudios de electrónica que se llevaban a cabo en su propia empresa, muy lejos de donde vivíamos. Mi padre aceptó, y, aunque sólo fueran unos pocos meses, me dedicó una mirada muy significativa, de esas que tantas veces me habían hecho detenerme a pensar en una situación que parecía que papá ya había previsto.
Quiero ver el sitio donde voy a trabajar.
Tenía diecisiete años y desde pequeño me habían habituado a ser constante en mi trabajo, y a esforzarme.
Volvía a casa después de pasarme todo el día paseando por el pueblo, estar hablando con mis amigos y de conocer a una chica rara, como yo. Entré al comedor y noté de inmediato el ambiente incómodo que dominaba allí.
Al primo Alberto lo ha atropellado un camión mientras trabajaba me murmuró mi hermana mayor antes de que preguntara.
Alberto era uno de los hermanos de la difunta Marta, y ahora también lo era él. Según nos había hablado papá, el primo era un hombre valiente que había afrontado los problemas con su familia pese a haber sufrido mucho. Me habría gustado conocerlo de verdad.
Unos meses después, el tío Pepe tocó a la puerta de casa para hablar con mi padre.
El tren se detuvo y eché mi cuerpo hacia delante para frenar el golpe que me daría con el respaldo de mi asiento. Me levanté y seguí a mi tío fuera del tren. Seguidamente nos pusimos en marcha, de camino a la casa.
Llegamos a la mitad de una calle de tierra, adornada con muchos árboles a los lados y habitada con pequeñas casas. Pero la que había delante de mí era la más grande, la más detallada, con un jardín lleno de árboles altísimos y una fachada custodiada por dos estatuas de ángeles con pequeñas alas y un arco en las manos.
Aquí es. Entremos, nos están esperando.
Por un momento me pareció estar escuchando la voz de mi padre, pero cuando mi tío pasó por mi lado para acercarse a la puerta de entrada, me di cuenta de que me equivocaba. Realmente se parecían mucho, mi padre y él, tanto en el físico como en la voz, quitando que mi padre era una persona cercana, cariñosa y alegre, y el tío Pepe era más frío, distante, severo.
En la mesa nos esperaba lo que quedaba de familia: la tía Alicia y los primos Juan, Inés, Francisco, Luis, Celia y Antonio. No me pude detener a mirar a nadie más que a mi tía, aquella mujer que antaño me había parecido una mujer bien hecha, con buena salud y, aunque no alegre, feliz.
Ahora estaba observando a un ser paliducho, demacrado, con unas ojeras bien marcadas y ojos desenfocados.
Pasé tranquilamente un mes allí, trabajando con mi tío y mi primo Antonio en su empresa, pasando ratos en la casa, paseando y descubriendo nuevas habitaciones, y pensando en mi habitación.
Me habían instalado en el tercer piso, en la habitación que paraba justo encima de la de Antonio. Este piso estaba deshabitado, a excepción de mí, pero tampoco pregunté por qué era así. No me quejaba, pues tenía una gran habitación, con escritorio y cama, todo lo que necesitaba.
En uno de mis paseos de antes de llegar a mi cuarto, pasé por delante de la habitación de Antonio y tuve que detenerme de golpe. La puerta estaba entreabierta y fijé un ojo dentro. Sólo veía unos brazos moviéndose y esparciendo algo por toda la habitación. Hice un paso atrás al principio, pero cuando logré ver la silueta de Antonio me acerqué.
Parecía papel lo que había por el suelo, junto con polvo, pero era demasiado
extraño. Lo escuché decir cosas como "fuera espíritus" y cosas por el estilo, pero lo dejé pasar. MX Motocross
Subí las escaleras que llevaban al tercer piso y el pulso se me aceleró al ver una figura en bata venir por el final de pasillo. Éste estaba todavía oscuro y no encontraba el interruptor, así que me asusté más. Aquella figura llegó frente a mí, pasando por mi lado, sin mirarme. Mi tía Alicia desapareció por las escaleras. Acto seguido pasé por la habitación contigua a la mía, la cual había intentado abrir varias veces sin éxito, pues siempre estaba cerrada.
Una noche, no recuerdo cual en especial, me fui a dormir pronto. Así que me cambié y sin esperar más me acosté. La cama no era muy grande y sólo me tapaba con una fina sábana blanca.
Me costó dormirme, mucho, pues no tenía apenas sueño. Me encontraba en esa fase del sueño en que no estás dormido, pero tampoco despierto. Recuerdo escuchar las doce campanadas de la iglesia cercana a la casa.
El frío me hizo despertar y noté que el vello de todo el cuerpo se me erizaba. Abrí los ojos y miré hacia la habitación. Nada anormal. Pero cuando fui a taparme con la sábana, me di cuenta de que ésta estaba al final de la cama, bien replegada, como si alguien me hubiera echado las manos encima y hubiera arrastrado la sábana hacia el final de la cama, destapándome.
En ese momento sentí un escalofrío y el miedo se apoderó de mí. Lo más rápido posible, me estiré para recogerla y me tapé hasta el cuello, mientras me tumbaba boca abajo, con la cara en la almohada. Acurrucado con los ojos cerrados, temblando de frío y de miedo.
Y lo sentí.
Sentí como algo se colocaba sobre mi espalda y presionaba mis hombros, impidiendo que me levantara. De repente, la cama empezó a moverse como si estuviera pasando un terremoto. Por un momento pensé que podría ser yo, pues no dejaba de temblar, pero sabía que no era cosa mía.
No sé cuanto duró, pero en cuanto acabó, para mi sorpresa, concilié el sueño.
Al día siguiente, lo primero que hice fue contarle lo ocurrido a mi tío. Pensé que me iba a sonreír y que me daría un golpecito en la espalda, dándole una explicación tonta como que había sido un sueño, o algo por el estilo.
Me miró fijamente, con cara seria, pensando. Aquello me puso los pelos de punta, pues cuando desperté esa mañana tuve la esperanza de que fuera un simple sueño. Pero Pepe se lo tomó en serio.
¿Quieres cambiarte de habitación?
Mi corazón se aceleró. Eso indicaba que todo había sido real.
No respondí muy seguro.
Sólo había pasado una vez y supuse que si mi tío se lo había creído es que realmente algo raro pasaba allí. Tal vez por eso mi tía no era una persona normal.
Por la tarde se lo conté a mi primo Antonio. Estábamos en el jardín, sentados frente a la fuente de los guerreros. Antonio comía pipas y dejó de hacerlo cuando acabé mi relato.
Yo dormía en esa habitación, pero decidí cambiarme cuando me pasó eso. Me miró seriamente, pareciéndose mucho a su padre, y se levantó.
Él había vivido lo mismo que yo y tal vez por eso era por lo que en el tercer piso no vivía nadie.
Subí, de vuelta a mi habitación, ya de noche. Mi cabeza iba muy lejos, pensando en el temblor de la cama, en Antonio y en la tía Alicia. Allí estaba la última, ignorándome y bajando las escaleras. Tragué al sentir un escalofrío y seguí caminando buscando mi habitación.
Me detuve frente a mi puerta, pero me llamó la atención ver la puerta contigua a la mía entreabierta. Me asusté pero algo me instó a husmear. Llevé la mano a la puerta y la empujé para poder ver el interior. Encendí la luz.
Ante mí había muchas fotos que estaban pegadas a las paredes de la pequeña habitación, sobre diferentes cruces de muchos tamaños, de madera y de piedra, además de velas por todas partes. Unos cuantos cojines estaban repartidos frente a dos cruces, las más destacadas. Me acerqué un poco para ver las fotos. Enseguida salí de allí, sintiendo que algo me aprisionaba por dentro, costándome respirar.
Ya sabía por qué Alicia iba todas las noches a aquel piso, por qué tanto Antonio como yo habíamos vivido aquello en la habitación que contactaba con la otra. Era un santuario.
La tía Alicia, por querer recordar y santiguar a sus dos hijos que ya no estaban allí, había creado una fuente de energía en aquella habitación, concentrando todas las emociones y los sufrimientos allí, en aquella habitación donde las fotos de Marta y Alberto estaban presentes donde mirase.
Habitación ocupada - Fanfics de Harry Potter
Las montañas se sucedían a mi derecha, viendo por el cristal a través de mi propio reflejo. Llevé una mano a mi cara para subirme las gafas que se escurrí
potterfics
es
https://potterfics.es/static/images/potterfics-habitacion-ocupada-fanfics-de-harry-potter-4905-0.jpg
2024-11-29
El contenido original se encuentra en https://potterfics.com/historias/61617
Todos los derechos reservados para el autor del contenido original (en el enlace de la linea superior)
Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente