La había visto caer un par de veces, así, en cámara lenta. Aquella imagen no se borraba de su mente, por más que lo deseaba. Verla en fracciones de segundos, ver su cuerpo, en aquel suelo frío. Tomar aquella varita y sentir su calor aún. Ese, había sido su último hechizo.
En el suelo quedaba su cuerpo. Sangrante, con los ojos abiertos de par en par y con una lágrima en su mejilla. Él, conocía a la dueña de esa lágrima. Él, ya sabía que esa lágrima, recorrería los suelos, hasta regresar al ojo al que pertenecía.
Su mano se inclinaba con el más profundo tremor. No podía tocarla, sabía que se levantaría y le recriminaría el no haber hecho nada. Suspirando, se inclinaba sobre ella y trataba de alejar los demonios más profundos, que se alojaban en su corazón. Él, pudo haberla salvado. Él, pudo haber hecho algo por ella. Pero no, ella no era su guerra. Aquella, no es su familia. No debía, pero debía, por aquellos ojitos que el mundo en solitario, iban a conocer.
Su carita, aquellas manitas y piecesitos, eran idénticos a los de ella. ¿Merecían caminar solos? ¿Palpar y mirar al mundo, sin alguien que le orientara? ¿Sin alguien que respondiera, por qué el cielo es azul o por qué, las hojitas se caen en otoño? No, tenía el valor para abandonar a alguien, como a él, lo habían abandonado.
Sonrisa vacía y una mirada de sosegación profunda, como si meditar, fuera a salvarle de sus más dolorosas penurias. Su varita es fuerte, un rayo blanco ha hecho de las suyas y un mechón de cabello de aquel cadáver, que fue en vida una mujer bellísima, descansa en su bolsillo. Necesitará más que eso. Necesitará sus sonrisas, sus palabras de afecto, aquellas alegrías que ella sólo sabía hornear y que sabían a chocolate. Pero no tiene relevancia, si eso, hace feliz a alguien.
"Es mi cumpleaños y mi mamita no aparece"
Tiene poco tiempo, unos segundos nada más. Por ella, sería capaz de lograrlo en el último momento. Por ella, su cuerpo adoptaría las más finas curvas, los delgados y brillantes labios. Aquel cabello rizado y las pestañas gruesas. El rímel de los días de fiesta, el aroma de las más divinas rosas. Ahora, tiene una responsabilidad que vive y respira. Haber visto todo el pasado con sus ojos infantiles, le hicieron madurar y entender el momento. Ella, tenía algo a lo que responderle y ahora, ya no podría volver.
"No importa, cuando tiempo deba hacerlo" "Así sea toda mi vida"
"Mi cumpleaños y mi mamita, no aparece" Las velas se consumen, se disipa el momento. El final pronto llegará. Pero lo que llega y suena, es otra cosa. Es el tintineo de la puerta, es el sonido de un enorme paquete de regalo. Es la imagen de un colorido papel. Son aquellos tacones que su amor, calzara en una época.
"¡Mamita!"
"Feliz cumpleaños, hija"
Y desde siempre, tendría una identidad distinta. Nunca se miró en el espejo, jamás se reconoció. Sólo tenía dos nombres en un pedazo de pergamino, que le interesaban. El nombre de su hija y su nombre. Hermione Granger.
Por que ningún niño que se precie, merecía vivir solo en el mundo. Ni siquiera, por una tonta guerra. Mucho menos, por eso.
Identidades - Fanfics de Harry Potter
La había visto caer un par de veces, así, en cámara lenta. Aquella imagen no se borraba de su mente, por más que lo deseaba. Verla en fracciones de segundo
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2024-10-26
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