Lamiraba intensamente, aunque ella no se daba cuenta. Estaba hablando con susamigas, no pude oír de qué. Sujetaba con firmeza su paraguas amarillo, pues elviento insistía en llevárselo. Yo estaba quieto, bajo la lluvia, empapado; perome daba igual. En ese instante sólo existían ella y su paraguas amarillo.
Unrato después, no sabría decir si fueron segundos u horas, ella se giró, sedespidió de sus amigas, y empezó a andar hacia su casa. Yo la observé alejarse,hipnotizado con el rítmico movimiento de su pelo castaño.
Aldía siguiente volví a verla. Algo lógico, dirían algunos, ya que estudiábamosen el mismo lugar; pero es que en ese momento yo no utilizaba la lógica. Ellallevaba de nuevo su paraguas amarillo, a pesar de que en el cielo lucía un sol resplandeciente.Me fijé en eso, pero también en otros detalles no tan evidentes. Como lacantidad de veces que parpadeó, ocultando por pequeños instantes la belleza desus ojos azules; o la cantidad de lunares que tenía en su brazo izquierdo:nueve, desde el hombro hasta la mano. Ella volvía a estar hablando con susamigas, y volvió a irse antes de atreverme a decirle nada.
Unmes después, tras haberla observado a ella todos los días, siempre con suparaguas amarillo lloviese, nevase, o hiciese sol, me decidí a acercarme aella. No mantuvimos una gran conversación, pero al menos ella ya sabía que yoexistía.
-Perdona,¿tienes hora?-no fue un comienzo muy original, pero por lo menos fue uncomienzo.
-Claro.Las dos y cuarto.-me respondió. Tenía una voz melodiosa, y mientras hablaba nodejaba de sonreír. Recetas de cocteles
-Gracias.Por cierto, me llamo Isaac.-me atreví a añadir.
-Yosoy Laura.
Recuerdoque, después de ese primer encuentro, empezamos a hablar más a menudo. Casitodos los días nos cruzábamos y hablábamos cinco o diez minutos sobre cualquiertema sin importancia: las clases, alguna película que habíamos visto hace poco,nuestros amigos
Durante esos días, yopensaba en ella a cada instante. Esperaba con impaciencia a que llegara el finde las clases para sentarme a hablar con Laura, que seguía llevando junto aella siempre su paraguas amarillo.
Animadopor nuestra creciente confianza, un día me decidí a preguntarle por elparaguas.
-Melo regaló alguien muy especial.-me explicó-. Alguien a quien quise mucho y aquien ahora echo de menos.-yo no pregunté nada, pero mi cara se habíaconvertido en un signo de interrogación-. Me lo regaló mi padre, cuando yotenía diez años, justo antes de morir. Desde entonces lo llevo siempre conmigo.
-Lequerías mucho ¿no?-en cuanto lo dije, me pareció una pregunta estúpida.
-Sí
-sequedó un rato mirando el cielo, en un mundo paralelo muy lejano a este. Cuandopor fin regresó, me sorprendió lo que añadió:
-Tantocomo a ti.-no me dio tiempo a reaccionar, ella se acercó a mí para besarme yyo
simplemente me dejé llevar. Llevaba tanto tiempo esperando ese momento
Esperando poder saborear la boca de Laura, de la chica del paraguas amarillo
La chica del paraguas amarillo - Fanfics de Harry Potter
Lamiraba intensamente, aunque ella no se daba cuenta. Estaba hablando con susamigas, no pude oír de qué. Sujetaba con firmeza su paraguas amarillo, pues elvi
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2023-02-27
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