La dificil vida de Sev - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Caminaba con lentitud por el jardín que conectaba a su casa. Llevaba las manos en su espalda y miraba las puntas de sus grandes pies descalzos que refregaba animoso en el césped húmedo. Era un día de verano y recién estaba anocheciendo. Había visitado a la mujer que vivía en la casa vecina. Aunque era squib sabía mucho de magia y de historia cosa que a él le encantaba por lo que se pasaba unas cuantas horas allí, principalmente cuando su madre salía a trabajar y su padre se quedaba en casa. Se odiaban mutuamente, era un hombre violento que apenas sentía algún afecto por su esposa y nada por su único hijo. Afortunadamente ese atardecer no estaba presente, "seguramente se esta embriagando en un bar muggle", se decía Severus en su interior y entro a la diminuta cocina, se subió con dificultad a una silla y tomó un paquete de galletas que reposaban en la alacena. Y es que Severus no era un niño muy alto para su edad, estaba entrando a los once años pero parecía todavía de 8, aunque era muy delgado y por su actitud a la vida parecía más maduro que muchos chicos de su misma época. Salió nuevamente al exterior y tomó asiento en el cordón de la vereda, mojando sus pies en el agua que corría a un lado de la acera. Ningún automóvil pasaba, lo cual le traía tranquilidad porque los detestaba. No podía creer como los muggles adoraban viajar en esas cosas humeantes, olorosas y llamativas al extremo. Para su desgracia su padre tenía uno y de vez en cuando salía en el. Severus raramente lo acompañaba cosa que hacía que su progenitor le tuviera aun más aversión. Además de él algunas personas habían salido afuera de sus casas a tomar un poco de aire porque el calor era en sí, insoportable. Se llevaba otra galleta a su boca cuando observa algo rojizo a una cuadra de donde el se hallaba. No veía bien de lejos pero aun sin verla con claridad esa cabellera era inconfundible, inigualable. Hacía un par de días que no la veía después de su última charla y ahora estaba allí, tan cerca, no iba a perder la oportunidad de aproximarse a ella. Aferro el paquete y se echó a correr. Lily se hamacaba apesadumbrada. Recién parecía haber salido de ducharse y llevaba un bonito solero celeste. Severus se detuvo a contemplarla unos segundos detrás de unos de los arbustos que circundaban la pequeña pero agradable casita. Quería hablarle pero se tragó sus palabras y con el más sumo cuidado dio unos pasos hacia atrás pero el paquete lo delato al igual que el sonido de las hojas que parecían susurrar su nombre.
- ¿Sev?- dijo de repente la niña al ver que su amigo había caído de bruces al suelo. Corrió hacia él algo preocupada y lo ayudó a que se pusiera de pie.- ¿Estás bien?, ¿Qué hacías allí escondido?- decía entre risas.
- No quería molestarte.
- Nunca me molestas Severus, ven vamos a hamacarnos.
Los niños parecían volar hacía el cielo en sus hamacas. Por primera vez en días el pelinegro reía, una débil y sincera sonrisa se había dibujado en su blanquecino rostro. Luego volvió a ponerse serio y le dirigió una mirada sobreprotectora a Lily.
- ¿Por qué estas triste?
- ¿Triste?- Repitió ella sin mirarlo- No, triste no, algo enojada.
- ¿Conmigo?- preguntó él.
- No- y largó una carcajada tímida- con Tuney.
- Y otra vez
- exclamó el niño apartando la mirada de los ojos verdes y hamacándose con más fuerza- tú eres bruja y ella no, cada uno con lo suyo- dijo entre dientes.
- Sí, pero es mi hermana y

- Disfruta lo que tienes y que ella disfrute lo suyo que no es poco- cortante, Severus suspiró. Hubiera dado hasta la última gota de su magia por tener la suerte de esas dos hermanitas, una hermosa familia.
- ¿Quieres una galleta?- preguntó cohibido.
- Sí, gracias- decía la niña mientras el muchachito le tendía una y ella intentaba agarrarla al momento en el que se impulsaba otra vez.
De repente se escuchó una horrenda frenada que despertó al tranquilo vecindario y un auto se vio pasar junto a la casa de Lily y seguir su camino. Severus cerró los ojos bastante compungido y se bajó de un salto de la hamaca.
- Me tengo que ir- dijo con pesadez.
- Buena suerte Sev- ella también saltó a su lado y besó su mejilla a lo que el niño se sonrojó.- Nos vemos mañana.
Se echó a caminar todavía dolido, debía llegar pronto pero no tenía ningún interés de volver, si hubiera sido por él ya se hubiera ido hacia mucho tiempo pero temía por su madre. Vio el auto aparcado en la cochera y cruzó el jardín lentamente.
- ¿DONDE ESTABAS MOCOSO?- gritaba una voz potente proveniente de la cocina.
Severus cerró la puerta. Viró su cabeza y vio como su padre se sostenía en el marco de la otra puerta con dificultad.
- ¿Dónde estabas Tobias?- exclamó el niño dirigiéndole una mirada oscura y de profundo desagrado.
- A MI NO ME HABLES ASI DEMONIO, YO PREGUNTE PRIMERO, SOY
TU PADRE.- decía apenas hilando las palabras.
- Eres un borracho- susurró el niño a la vez que su progenitor avanzaba a zancadas y arrojaba un golpe con su brazo que el niño logró evitar y así subir las escaleras corriendo para encerrarse en su habitación.
- VUELVE HIJO DEL DEMONIO- el hombre no estaba dispuesto a "perder la partida" y subió las escaleras. Así había comenzado a golpear enérgicamente la puerta con su pierna intentando romperla mientras blasfemaba a diestra y siniestra.
Severus estaba echado en su cama con las manos sobre sus oídos. Hacia fuerza con sus ojos para imaginarse una vida completamente distinta pero la voz de su padre rompía su fantasía de tanto en tanto.
- Odio mi vida- se repetía mentalmente- Odio mi vida.- Así, con dificultad, se quedo dormido, vestido y sobre la cama sin deshacer.
Se despertó unas escasas horas después. Su padre había dejado de golpear y Severus suspiró aliviado. Aquella vez se había salvado de la reprimenda, había otras veces que desafortunadamente recibía una gran tunda y no podía dormir en toda la noche. Dio media vuelta y volvió a quedarse dormido. A eso de las siete de la mañana se despertó y se puso de pie de un salto, abrió la ventana y apoyó sus manos en el alfeizar para que su rostro larguirucho quedara expuesto a la brisa mañanera. Observó un poco el vecindario, estaba algo nublado y nadie transitaba por allí, a excepción de su madre que estaba de pie sobre el césped del jardín, sola y derramando lágrimas sin emitir sonido alguno.
- ¡Madre!- gritó y la mujer apenas movió la cabeza a un lado pero sin mirarlo.
Severus corrió a encontrarse con ella, lamentando no haberse colocado algo que lo abrigara porque de un día al otro había refrescado bastante. Se colocó a su lado y giró la cabeza a su rostro. Era casi idéntica a él, cabello oscuro que en aquel momento caía como en una cascada sobre sus hombros y un delgaducho rostro palido. Lo único que los diferenciaba era el color de sus ojos, azules sucios, y su larguirucha nariz que en el caso de la mujer era grande pero ancha.
- Tobías se fue- dijo conteniendo el llanto.
Severus atinó a sonreír.
- Es genial mamá, mamá, finalmente tendremos una vida tranquila- exclamó girándose a ella moviendo las manos elocuentemente. - Ese borracho nunca nos molestara.
De repente la mano de la mujer se estampo en la mejilla izquierda de su hijo, otro golpe a su otra mejilla y un empujón a su cabeza que hizo tambalear al niño.
- Nunca hables así de tu padre- decía entre dientes la mujer con su rostro empapado en lágrimas- Nunca.
Severus permaneció un momento inmóvil con una de sus manos en su cara, evitaba llorar pero le era imposible.
- Eres tan loca como él- espetó totalmente dolido y corrió al interior de la casa a encerrarse nuevamente en su dormitorio. La pequeña Lily observaba asombrada la situación a mitad de cuadra.
Totalmente colérico comenzó a desordenar su cuarto, a deshacer la cama y arrojar las pocas cosas que adornaban su habitación contra la pared y por la ventana. Odiaba su vida, con la ida de su padre creía que la situación iba a mejorar pero su madre era una "histérica y estupida" según el, y el hecho había empeorado su carácter.
Exhausto se echó al suelo y se colocó de cuclillas a un lado de la cama. Escondió su rostro entre sus brazos e intento olvidarse de su desafortunado destino por un momento.
- ¡Severus!- Unos minutos después la voz de la pelirroja se escuchó debajo de su ventana. Todavía con las mejillas coloradas por los golpes, Severus se aproximó apenas a espiar.
- ¿Qué quieres?- exclamó hosco.
- ¿Estás bien?
- NO, ¿ACASO TE IMPORTA SEÑORITA PERFECTA?
- ¡¿Qué te pasa?! ¿Yo, perfecta? Solo quise saber como estabas, no tenías por qué ser tan descortés- dijo dolida y enfurecida así dio media vuelta y se alejo rauda de la destartalada casona.
Severus cayó en la cuenta de lo mal que la había tratado pero ya estaba demasiado lejos cuando el la había empezado a llamar por su nombre desde su habitación.
- Lo siento- susurró al momento en el que cerraba los postigos de la ventana en un ataque de ira con si mismo.
El pelinegro no se había percatado que los vidrios le habían dado de lleno a la cabeza de una lechuza que aturdida, la movía con un sobre en su pico. Severus corrió hacia el ave y apresurado aunque temeroso quito la enmienda con ambas manos y despachó al animal de bello color carmesí mientras este largaba una especie de bufido de reproche y se despedía volando.
Se echó nuevamente al suelo y ansioso quito el sello de lacre y desplegó el amarillento papel ante sus ojos.

"Querido señor Snape:

Tenemos el placer de informarle que usted tiene una vacante en el colegio Hogwarts de magia y hechicería. Adjuntamos una lista con el equipo y los libros necesarios.
Las clases comienzan el 1ro de Septiembre. Esperamos su lechuza no más tarde del 31 de julio.

Muy cordialmente.

Minerva McGonagall
Subdirectora."


Largó una especie de grito de entusiasmo que no llego a oírse con claridad y sonrió en su interior con mucha dicha. ¡Hogwarts!, finalmente se iría de ese agujero de la perdición que era su hogar. Totalmente emocionado aunque casi no lo demostraba, salió de su casa ante la mirada de escrutinio de su madre que se hallaba sentada en la mesa de la cocina con un libro abierto ante sus ojos y corriendo se dirigió a la casa de su amiga.
- ¡Lily, Lily!- gritaba.
- ¿Quién la busca?- exclamaba Petunia saliendo del interior de su vivienda- Ah!... eres tu
- frunció la nariz con desagrado- En verdad apestas, ¿no probaste usar shampoo? O detergente- agregó viendo la ropa enmendada del muchacho y su grasoso cabello recogido que dejaba unos rebeldes cabellos caer sobre sus ojos los cuales apenas se veían.
El niño torció la boca irónicamente y sacudió el papel del colegio de magia antes los ojos de Petunia.
- ¿Te gusta?, recién acaba de llegar, ¿Sabes que es?
La muchacha frunció el ceño.
- No, aunque creo que sospechas, debiste estar espiando con ese larguirucho cuello de avestruz que tienes, lastima que no vendrás no sabes lo bien que nos divertiremos allí muggle, pero eres muggle, muggle, muggle, ¡Una sucia e insignificante muggle!
Petunia entre lágrimas pero bastante altiva respondió con una pregunta que hirió profundamente a su hermana que recién había llegado y estaba a sus espaldas.
- ¿Quién
querría ser una anormal como tu... y mi hermana?- se giro sobre si misma e ignorando el rostro impávido de Lily salió al jardín trasero de su casa a llorar un poco.
- ¿Qué le hiciste?- pregunto.
- ¿Yo? Nada, solo le dije la verdad, pero ya no importa ¿Adivina qué?, ¡Recibí MI carta a Hogwarts!- grito entusiasmado.
- Te felicito- exclamó ella poco animada.
- ¿Y tu?
- A eso iba cuando te vi que tu madre te
golp...- no terminó la palabra-... y te llame pero me trataste de veras mal...
- Lo siento.
- ¿Estas bien?- se apresuró en preguntar.
Algo asombrado por la reacción de su amiga asintió con la cabeza, colorado, no por los golpes sino por algo llamado vergüenza.
- Sí, ahora sí.
- ¡Que bueno! Me alegro mucho Sev- Lily lo abrazo maternalmente.- Ahora sí, hablemos de Hogwarts.- y esbozó una amplia sonrisa a la que Snape respondió.
Charlaron felices hasta muy entrada la tarde cuando llamaron a la niña a cenar. Acordaron que se verían al otro día en el Callejón Diagon para comprar los útiles escolares. Ellos apenas sospechaban, pues sus vidas de ahí en más habían cambiado por completo solo con una carta.

 

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Caminaba con lentitud por el jardín que conectaba a su casa. Llevaba las manos en su espalda y miraba las puntas de sus grandes pies descalzos que refregaba a

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2024-10-11

 

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