El recuerdo de nadie
En una pradera cubierta de nieve, esperaba.
-¿Seguro que te llamó aquí?- preguntó un encapuchado de contextura musculosa.
-Nunca me equivoco.- se limitó a decir Breton.
De la nada apareció un hombre vestido con una falda larga y una camiseta a rayas. El hombre era deforme: su negro rostro estaba hinchado en la parte izquierda, su ojo izquierdo bizqueaba y su mandíbula saltaba extrañamente hacia la derecha.
-¿Qué me traes?- preguntó excitado Breton, componiendo bajo la capa una delgada sonrisa.
-Él morirá el día en que el último descendiente de Merlín nazca.
-¿A sí?- su voz sonaba sarcástica.
-Sí- la voz del hombre era empalagosa y extraña.- Lo oí todo. Según esa profecía, el ocupante del trono tenebroso caerá. Decía: "El último descendiente de Merlín nacerá por el deseo de serlo, del trono se levantará y el deseo de serlo morirá
" La profecía era más larga, pero no escuche más.
Breton esbozó una sonrisa. Se giró y asintió a su compañero, al instante desapareció.
El mago musculoso sacó una varita mágica
-¡Avada Kedavra!
¡Un muerto más!
Mientras tanto, en una selva amazónica, Breton apareció de la nada. Caminó hasta unas enredaderas que apartó a mano para no ser detectado. Una puerta redonda salía de la tierra, la puerta no se abriría ante nada más que la lealtad eterna.
La puerta se abrió para Breton, que entró. Un magnífico vestíbulo lo esperaba dentro, con dos escaleras a los lados y unas puertas dobles en el centro.
El palacio oscuro era ocupado por el señor de las tinieblas y sus súbditos.
Se encaminó hasta las puertas dobles que había al fondo del vestíbulo. Dentro había un hombre en un hermoso y tétrico trono alzado por unas escaleras. La sala del trono estaba envuelta de vasijas con llamas azules.
-¿Por qué vienes a verme en mis días de agonía?- preguntó el mago tenebroso más temido del momento.
-Señor
-empezó. Su voz se quebró al ver que su amo le dirigía una mirada con esos ojos, ojos completamente blancos.
-Te entiendo. Pero
¿Cómo?
-No s-sé, mi s-señor.
Breton cayó muerto en el instante en que su amo dejó de mirarlo.
-Me mentiste.-la débil voz de Amantius resonó en los oídos de Alquímides.
-No señor, no.- gritaba el hombre buscando al hombre, dueño de aquella voz.
-Me dijiste que todos los herederos de Merlín morirían el día veinticinco a la undécima campanada.
-Considere que usted no ha muerto y que hay muchos días veinticinco.- seguía buscando a su interlocutor, mirando aterrado a todas direcciones.-Además, Merlín vivió hace mucho. Tal vez todos los magos estén emparentados con él.
-Entonces todos lo magos se extinguirían el día veinticinco.
Apareció.
Vestido con túnica blanca, de largo cabello gris y fuerte mandíbula, su voz sin vida y ojos muertos. Alquímides lo miró, esperando la muerte cuando dejara de verlo directo a esos macabros ojos blancos.
Amantius desvió la mirada y Alquímides cayó al piso; inerte. ¡Muerto!
El Veinticuatro de mayo a las once y cincuenta y cinco en el atrio del ministerio de magia sólo había un mago. Su crespo cabello iba en todas direcciones formando algo parecido a un afro, por lo que este lo cortaba muy seguido. Su piel era morena, muy morena, recordaba a la de los nativos americanos. De hecho, él era americano. Sus castaños ojos reflejaban una frialdad inusual en él. Miro hacia el frente sin temer a la muerte.
Apareció. Como dijo que haría en su misiva. Amantius quería retar al, según muchos, el mago más poderoso después de él.
-Estás aquí.- afirmo Amantius mirando al hombre que lo esperaba, viendo su corazón.
Un corazón igual al de un niño, lleno de terquedad y obstinación, pero aún así, capaz de aprender de sus errores, constantes errores.
-¿Charles Villalobos?
-Sí, soy yo.
-No temes a mis ojos, los ojos de la muerte.
-No temo a la muerte. Para mí no existe la muerte.
Amantius dejó de mirarlo. Charles Villalobos no murió.
La varita de Amantius se elevó en el aire y el atrio empezó a explotar. Charles se cubrió el rostro y sacó su varita
El atrio volvió a su estado natural y Amantius había desaparecido.
Charles movió la varita y Amantius cayó de la nada a suelo.
-No podrá engañarme ¿Qué quieres?
-Matar al último descendiente de Merlín.
Charles estalló en carcajadas.
-¡Soy latino! ¡Merlín era inglés!
Una lluvia de rayos empezó a salir de la varita de Amantius. Charles movía la suya, cada uno de los hechizos de Amantius se le acercaba para absorberlo con la varita (dejando en su punta un reluciente destello de luz).
Charles pensó una serie de hechizos que, viajando en diferentes direcciones, le dieron al mago.
-¡Vamos mátame!- balbuceó Amantius desde el suelo.
-No sé matar.- le susurró Charles.
Amantius se levantó cubierto de fuego y arremetió contra Charles, en el que muchos tenían la esperanza de que asesinara al mago más temido.
Las manos de Amantius tomaron las muñecas de Charles. Este le escocia el dolor que le producía el fuego.
¡Tocaron las doce! ¡Primera campanada!
Amantius se apagó y Charles apreció que el mago estaba totalmente quemado, agonizando.
¡Segunda campanada!
Charles tomo su varita al mismo tiempo que su adversario que ya no se retorcía por el suelo. Ambos se apuntaban.
¡Tercera campanada!
Con un movimiento de latigazo, las baldosas del suelo salieron volando contra Charles, quien con su varita las hizo desviarse a ambos lados de él.
¡Cuarta campanada!
Un látigo de luz naranja proyectado por la varita de Amantius arremetió contra Charles tirándolo al suelo y quitándole la vara.
¡Quinta campanada!
El látigo de luz azotaba a Charles quien en su desesperación gritaba: "¡Varita! ¡Varita!"
La varita voló hasta él.
¡Sexta campanada!
Cogió la varita y creó un escudo. Se levantó y
Un grito.
Charles se desangraba por un hechizo de su enemigo.
¡Sétima campanada!
Las heridas se cerraron, la sangre desapareció y Charles Villalobos estaba devuelta en combate.
¡Octava campanada!
Otro látigo, esta vez verde salía de la vara de Charles, quien golpeó con este a su enemigo que ahora estaba en el suelo.
¡Novena campanada!
Amantius giró, blandiendo su varita hacia Charles, quien esquivó un nuevo látigo naranja. Ambos azotaron y los látigos de luz se entrecruzaron en medio de la pelea.
¡Décima campanada!
Charles, impulsado por la intuición, arremetió para soltar los látigos. La varita de su oponente cayó y este también.
Sólo quedaba
¡Undécima campanada!
Un bebé nació.
A Charles le brillaron los ojos y gritó apuntando a Amantius:
-¡Avada Kedavra!
Amantius murió
Hola espero les halla gustado este cuento corto, tengo toda una historia para esta guerra en progreso, pero quiero que me digan si la quieren leer, porque este queda como un cuento corto, asi que, si les gusto, tendran una historia completa y no muy larga que pueden disfrutar.
Opinen y gracias por leer
La muerte de Amantius - Fanfics de Harry Potter
El recuerdo de nadieEn una pradera cubierta de nieve, esperaba. -¿Seguro que te llamó aquí?- preguntó un encapuchado de contextura musculosa.-Nunca me equi
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2023-02-27
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