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La Tradición Malfoy.
Corría en medio del llanto, desconsolada, ajena a lo que pasaba a su alrededor. Sentía que el mundo se había derrumbado. Su mundo. El mundo perfecto de una sangre pura. Tropezó, pero no supo con qué. Sin saber cómo, se levantó para continuar su carrera. Enseguida sintió algo caliente deslizándose por su rodilla; no le importó. En ese momento nada le valía, más que correr, alejarse de todo y de todos, no sabía a dónde, pero así lo prefería. Avanzar sin rumbo fijo, sin conocer el destino. Era como lanzarse a un precipicio, avecinando que la caída sería fuerte, que el golpe sería duro, pero desconociendo dónde, cuándo, y cómo sucedería.
Sus pasos la condujeron hacia las heladas mazmorras, luego por una escalera, y minutos más tarde, por una puerta.
Se lanzó sobre las sábanas verdes, escondiendo el rostro entre sus brazos, sollozando, atragantándose entre sus propias lágrimas.
Estaba sufriendo el mayor dolor jamás experimentado, la mayor traicón, la peor de todas. ¡Él ni siquiera había tenido la caballerosidad de cuidar que se los viera en público! Le había importado un pelo que ella pasara por allí y viera la escena. ¡Y semejante escena! ¡Oh, eso había sido el límite! Demasiado había sido ya, soportar por dos años lo que sus compañeras de casa le advertían en susurros... A pesar de que, muy en el fondo, y por más que quisiera rechazar esa idea, hasta ella lo sabía. Pero verlo, ¡presenciarlo con sus propios ojos! Eso, era distinto. Y lo que él había hecho, definitivamente había sido cruzar la raya.
Ella había hecho lo posible por contener su llanto; al menos había alcanzado a hacerlo hasta atravesar los pasillos más concurridos. Pero luego, su máscara, su expresión insondable, se había venido abajo. ¡Ese maldito la había engañado! ¡Él! ¡Un idiota prepotente! Y lo que más aborrecía, era que ella se estaba deshaciendo en lágrimas por ese mismo idiota.
¿Pero quién se creía él? ¿Realmente valía la pena, un hombre (¡pero qué decía!) un engreído, que la dañaba tan cruelmente? ¡Ella, ahí tirada, ahogándose en llanto, mientras él seguramente, la pasaba de lo lindo con otra!
¿Qué estaba haciendo? ¡Era una Parkinson, por Circe! Y nadie, ni Draco Malfoy, merecía que ella derramara lágrimas por él. Se incoporó en su cama, hipando, borrándose con el dorso de la mano todo rastro en las mejillas que pudiera delatarla. Se acercó a un espejo, inspirando sonoramente, intentando dejar atrás esos patéticos minutos en los que había sentido lástima por si misma.
Soltó una palabrota cuando vio que se le había corrido el maquillaje. Tomó los elementos necesarios, y volviéndose a sentar frente al espejo, comenzó a retocarse. En poco tiempo había concluido, y su expresión, había recuperado la frialdad y arrogancia que le caracterizaban. La Pansy Parkinson de siempre, había regresado. Y dicho retorno lo aprovecharía al máximo para recuperar aquello que le habían quitado.
Porque sino, ¿de qué le valía todo el prestigio que su alcurnia le había proporcionado desde el nacimiento? ¿De qué, si no tenía al hombre del que estaba enamorada? Si, muy a su pesar, Pansy debía admitir que le amaba. La slytherin detestaba ver, cómo al final, todos ellos se salían con la suya. ¿Pero por qué ella? ¡Una Parkinson jamás debería haber caído, jamás tendría que haber sufrido aquel deshonor!
Pero ella era una serpiente, tan altiva y venenosa, que no había querido escuchar las habladurías de los estudiantes. Escupiendo veneno, había rechazado aquellas injurias que las malas lenguas pregonaban por todo el castillo, y se había fiado más de lo que se permitía. Había confiado en un Malfoy.
Ése último, probablemente, era su más grande error. Y era su deber repararlo, reconstruir su imagen y su reputación.
Salió de la habitación con parsimonia y la barbilla bien en alto, dispuesta a demostrar que su dignidad aún estaba en pie. Pudo ver que en la sala común elegantemente decorada en verde y plateado, había algunos alumnos. Escuchó varios saludos dirigidos a ella, que ignoró con obvia suficiencia; No tenía ánimos para corresponder a esas cínicas sonrisas o a las huecas palabras que fingían interés.
Atravesó su nido y caminó hasta quedar fuera del alcance de los ojos astutos de las demás serpientes. Al parecer, no muchos se había enterado de la desfachatez de Draco, porque en ese caso ella habría sido víctima de una tanda de comentarios hirientes. No sabía qué era mejor, que de una vez por todas la gente supiera que Draco no iba a casarse con ella, o que permaneciera en secreto por otro largo tiempo, lo que le daría la oportunidad de desaparecer.
¡Ja!- soltó, sin pensarlo.
¿Riendo sola, Pansy?- comentó una voz arrastrando las palabras, apareciendo con sigilo de entre las sombras. -¿Qué maldad haz hecho esta vez?- inquirió el dueño de ésta, sonriendo con sarcasmo.
La pregunta sería, ¿qué haz hecho tú, cariño?- siseó Pansy, con una sonrisa hipócrita. -Ahora entiendo por qué dicen que los Malfoy destilan cinismo hasta por los poros...
¿De qué estás hablando?- preguntó Draco, como no queriendo la cosa, acercándose a ella peligrosamente. Su mirada seductora delataba sus intenciones.
Creí que al menos, tendrías el valor suficiente para confesarlo.- respondió la morena irónicamente, arqueando una ceja sutilmente.
El slytherin ya estaba demasiado cerca, el perfume que emanaba su cuerpo se apoderaba del sentido del olfato de la joven, que abrió la boca, buscando algo de aire puro que no la embriagara, que le devolviera el control de sí misma.
Draco... ten algo de piedad.- dijo casi a modo de súlpica, pero restándole seriedad con una vaga sonrisa de lado.
¿Qué?- le preguntó, totalmente descolocado.
¡Se supone que soy tu prometida!
Y nadie ha dicho lo contrario.- la tranquilizó Draco, sonriendo descaradamente.
De improviso, la tomó de la cintura empujándola contra la pared, buscando sus labios, rozándolos, exigiendo, como un niño mimado, ser correspondido. Pero Pansy fue más rápida, y recobrando la serenidad sacando fuerzas de quién sabe dónde, se apartó con un movimiento brusco, alejándose del cuerpo del rubio de inmediato.
¿Qué diablos te sucede?- cuestionó Draco, sin atreverse a mover un pie de su sitio, como si éstos estuvieran pegados al suelo.
Eres un egocéntrico. ¿No te importa nadie, cierto? ¡Y te encanta alimentar tu ego, ganándote esa fama de mujeriego! Al menos, por respeto a mí, podrías haberte ocupado de evitar los rumores, porque no estoy dispuesta a tolerar las consecuencias de tus descuidos, Draco Malfoy. ¿Cómo piensas que aceptaré casarme contigo, si a mis espaldas hay otra? ¡Crees que nadie puede reprocharte nada, que todo lo que haces es perfecto! Estás muy equivocado, Draco...
Nadie te obliga a tolerarlo, más que tú misma.
¿A no, Draco? ¿Y qué hay de nuestro compromiso? Apuesto a que te encantaría que me negara, ¿cierto? Así te dejaría el camino libre con Greengrass.- farfulló la slytherin, con una nota de histeria en la voz.
Así que se trata de eso...- afirmó el rubio, comprendiendo todo el teatro.
¡Y ahora me dirás que no te lo imaginabas! Eres un cínico. Hasta he oído que piensas casarte con ella.
En realidad no fui yo el que lo propuso... fue mi madre.- repuso él, borrando la sonrisa de su rostro.
Si, no hay duda Draco. ¡Ya que estamos, líbrate de toda culpa!
No fue mi decisión.- repitió, como si eso contestara todas las preguntas de la slytherin.
¿Y dónde quedó eso de "un Malfoy no recibe órdenes de nadie"?- le cuestionó con notable sarcasmo. Además, es una niña, ¡dos años menor que tú!
Sabes que entre los sangre pura los compromisos se arreglan entre las familias, no puedes culparme por eso.
Oh, vamos Draco. Tú tienes poder de decisión sobre ti mismo, tus padres ya no te dan órdenes. Tú siempre haz hecho lo que has querido con tu vida, ¿y ahora no puedes rechazar una propuesta de matrimonio con Greengrass?- le preguntó, incrédula. -¿No será, que en realidad sí quieres casarte con ella, y haz hecho toda esa escenita para que yo te mandara al diablo y no te vieras obligado a dejarme?
Una sombra cruzó por el rostro de Draco, pero sólo duró un instante.
Me estoy hartando de esto, Pansy, sabes muy bien que detesto que monten escenas de celos. ¿Quieres saber si quiero casarme con Astoria? ¡La respuesta es sí! Verás, Astoria no es tan niña como tú crees, y sin embargo, yo no pensaba quedarme con ella. Pero después de esto, ni siquiera te consideraré como mi futura esposa. Un Malfoy no recibe órdenes de nadie, Pansy.
La morena estaba que hervía de rabia, sus mejillas se habían coloreado por la verguenza de ser rechazada tan cruelmente, no obstante, logró aparentar serenidad.
Y una Parkinson, jamás es humillada sin que el causante sepa a qué se atiene.- le espetó, y tan veloz y ágil como serpiente que era, le asestó una bofetada en pleno rostro.
Él se sostuvo la mejilla adolorida, al tiempo que le lanzaba una mirada asesina.
¡No seas necia, Pansy! Te la haría pagar si no fueras tú, maldita sea...
¿De verdad te atreverías a golpear a una mujer?- le retó la morena, a la defensiva.
Soy un hombre, y lamentablemente tenemos nuestros límites.- fue su sencilla respuesta.
¿Crees que eres demasiado bueno para mí, Draco?- le escupió venenosamente, alzando la mano para volver a abofetearlo, esta vez en la otra mejilla. El rostro de Pansy había adquirido una profunda mueca de desprecio y un matiz de resignación; Una combinación extraña. Entonces, sin miramientos, le espetó: -No entiendo cómo pude enamorarme de ti.
Pansy observó con frialdad a un Draco paralizado ante esa revelación. Tal vez nunca tendría que habérselo confesado, pero la necesidad de irse con la conciencia plena de que había jugado todas su cartas, la había superado. Hasta el último segundo había conservado la esperanza de que él se disculpara, que le suplicara de rodillas que volviera a su lado.
¡Qué ingenua había sido! Pobre inocente. ¿Es que acaso no conocía de sobras, la tradición que mantenían los Malfoy desde hacía más de nueve generaciones? La relación entre un integrante de la familia Malfoy, y una integrante de los Parkinson, era costumbre, cosa de todos los días. Pero allí no acababa la historia, sino que tenía un final mucho más contraproducente. Porque los Malfoy se aburrían rápido... ellos no querían tener a una, no les bastaba con la mejor. Las querían a todas. Y al llegar la hora del matrimonio, sacaban a relucir su infidelidad. ¡Pero qué estúpidos! En vez de escoger a la más bella y astuta de todas, una Parkinson, le entregaban el anillo a otra que consideraban que estaba a su altura. ¿Y la lógica, dónde quedaba? ¿Acaso existía alguien que la superara a ella? ¿Quién en su sano juicio elegiría a cualquier mujer por sobre una Parkinson?
Frente a sus ojos tenía la respuesta: sólo él, sólo un Malfoy.
La Tradición Malfoy - Potterfics, tu versión de la historia
La Tradición Malfoy.Corría en medio del llanto, desconsolada, ajena a lo que pasaba a su alrededor. Sentía que el mundo se había derrumbado. Su mundo. El m
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2024-11-21
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