Lágrimas de Sangre - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

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Lágrimas de sangre.

Lo único que Lord Voldemort quería, era destruir a Potter, y para eso se necesitaba un largo tiempo de planificación. Alguien debía hacer el trabajo. Algún mortífago que estuviera dentro del castillo. Severus Snape resultaría demasiado sospechoso... elegir un alumno sería mejor. Un slytherin. Un Malfoy.

El Innombrable se había enterado de que el 31 de octubre se celebraría Halloween en el Gran Salón. Ese sería el momento perfecto para llevar a cabo su plan. Todos estarían allí festejando
mientras en otra parte del castillo, sucederían cosas terribles.

El elegido fue Draco, con quien se reunió en el Bosque Prohibido dos semanas antes de la fiesta. Le dio las indicaciones necesarias, los pasos a seguir. Todo estaba minuciosamente calculado.

La esperada noche había llegado, y el plan del Innombrable estaba en marcha desde hacía días. Draco Malfoy había logrado dar el primer paso para cumplir con la tarea que su amo le había encomendado. El rubio no dejaría rastros de su persona; Pero Hermione Granger sí lo haría, aunque no por voluntad propia.

La decoración del Gran Salón era tenebrosa y tétrica, así como los disfraces de los alumnos y profesores.

Entre tanta música, bebidas y algarabía, nadie imaginaba que una joven gryffindoriana -que bailaba junto a un pelirrojo al compás del rock de Las Brujas de Macbeth- no podía pensar, ni sentir, porque su mente estaba vacía de todo pensamiento propio, sumergida en una oscura inconciencia.

No podía decidir nada, su mente estaba siendo manipulada por el ser más repugnante que pudiera existir en todo el universo: el heredero de los Malfoy. ¿Pero quién hubiera pensado que el slytherin, era capaz de arriesgarse a que alguien lo viera lanzar el Imperius contra Hermione? Nadie. Lamentablemente esa era la única respuesta. Pero lo más trágico, era que ese Imperius, traía consigo la peor de las desgracias.

"Besa a Weasley. Bésalo, Granger."

Y de improviso, en medio de la fiesta, Hermione Granger besó a Ronald Weasley, obedeciendo las órdenes que llegaban a su mente. El pelirrojo se sonrojó hasta las orejas, atónito, sin poder articular palabra.

"Sácalo de aquí. Llévatelo a la Sala Común de Gryffindor."


-Ron, ven conmigo.- le propuso la castaña con voz melosa.
-¿A dónde?- preguntó el pelirrojo, aún sonrojado.
-Ya verás, es una sorpresa.- le respondió ella, con una sonrisa.
-De acuerdo, vamos.

Sin que Ron se diera cuenta, un joven encapuchado los siguió, aplicándose a si mismo un hechizo de invisibilidad.

-¿A dónde me llevas, Hermione?- insistía el pelirrojo, al tiempo que caminaban por un lúgubre pasillo, tomados de la mano.
-A nuestra Sala Común.

Ron quedó conforme con la respuesta. Llegaron ante el retrato de la Dama Gorda, Hermione dijo la contraseña y pudieron pasar sin inconvenientes. Allí estaban los tres. El encapuchado murmuró un hechizo sellador tras uno silenciador, para asegurar la entrada. Dentro de la Sala Común no había nadie. Absolutamente todos estaban en la fiesta, incluidos los alumnos más pequeños.

-Bien, aquí estamos.- dijo el pelirrojo con una tímida sonrisa. -¿Y cuál es la sorpresa?- inquirió con curiosidad.

"Está en tu habitación. Vayan ahí."

-Ven, está en mi cuarto.- le respondió ella con aparente naturalidad.
-Yo no puedo subir, está puesto el hechizo que intercepta a los hombres.

Con un movimiento de varita, Hermione arregló el problema.

-Tan inteligente como siempre.- la alabó Ron, con una amplia sonrisa.

Subieron las escaleras hacia los dormitorios de las chicas, y entraron al de Hermione. El joven invisible también. Al ser prefecta, tenía habitación propia. Ella cerró la puerta tras de sí, y sin que su amigo se percatara, aplicó un hechizo sellador.

"Bésalo."

Hermione se aproximó a Ron con rapidez, y lo besó arrebatadamente. Él no pudo hacer más que sorprenderse ante la actitud de su mejor amiga, pero le correspondió. En cuestión de segundos, ella lo tiró sobre la cama y con un simple hechizo lo amarró a ésta.

-Hermione, ¿qué haces?
-Tranquilo, Ron, sólo estoy jugando.- le respondió ella.

Pero en su mirada Ron detectó algo diferente, que le hizo sentirse incómodo, y absurdamente temeroso.

-Yo no quiero jugar a nada, Hermione. Mejor volvamos a la fiesta.
-Sólo vamos a divertirnos un rato
como nunca más volveremos a hacerlo.
-¿De qué hablas?
-Tú sólo sigue el juego.- le ordenó la castaña, besándolo nuevamente.

Mientras tanto, desde un rincón de la habitación, el encapuchado observaba con malvada satisfacción cómo iban desarrollándose los hechos, y pensando en que su rango de mortífago subiría precipitadamente. Seguramente pasaría a ser la mano derecha de su amo. El apellido Malfoy sería respetado y temido como nunca antes. Entonces ordenó:

"Saca tu varita y haz lo que te diga."


Ella, sin dejar de besarlo, siguió la orden, y todos los pasos que le eran indicados.

Acercó su varita al cuello del pelirrojo y la presionó, haciendo que él se quejara levemente. Le mordió el labio, haciéndolo sangrar, y él dejó escapar un gemido. Entonces, con un certero movimiento, le incrustó la vara en el cuello al tiempo que Ron soltaba un alarido de padecimiento. La sangre comenzó a correr por las sábanas, por su varita, y por sus manos.

-¡Qué diablos es esto! ¡Qué pasa contigo, Hermione!- rugió el pelirrojo, entre quejidos. Pronto estaba llorando de sufrimiento y confusión.
-Sólo estoy jugando.- le respondió ella levantándose de la cama con una dulce sonrisa, observando cómo la sangre salía a borbotones de la boca que segundos antes había estado besando.
-¡Tú no puedes ser la Hermione que yo conozco! ¡Hermione no sería capaz de hacer esto!
-Soy yo, Ron. Soy Hermione. No temas


Y con la varita ensangrentada, le apuntó a la mano derecha. -¡Incendio!- exclamó, provocando que el pelirrojo se convulsionara y gritara con desesperación. Hermione estaba impasible, sin mover un solo músculo, viendo cómo las lágrimas de dolor, decepción y terror se escapaban de los ojos de Ron a torrentes, mientras su mano era carbonizada.

-¿Por... qué, Her-Her-mi-o-ne?- quiso saber el pelirrojo, atragantándose con sus propias lágrimas, ahora rojas al haberse mezclado con la sangre que bañaba su rostro.
-Porque así lo quise yo.- respondió Draco, ahora visible, saliendo de entre las sombras.
-Mal... foy. Tú... ¿Qué... hiciste?
-Tu amada sangre sucia está bajo la maldición Imperius. Hace todo lo que yo le ordene.- le dijo, regodeándose con sus propias palabras.
-No es... posible.
-¿Por qué no lo averiguas? Tortúralo.- le ordenó a Hermione.
-¡Crucio!- pronunció ella con la varita en alto. El haz de luz roja impactó contra el cuerpo de Weasley, quien comenzó a chillar intensamente. Cientos de cortes y magulladuras aparecieron en su piel, ahora pálida como la de un muerto.
-Por favor
no.- suplicó.
-¡Crucio!- dijo Hermione, sin atender al ruego de su amigo.

Otro grito aterrador de Weasley acarició los oídos del joven slytherin.

-Hermi-one.- balbuceó el gryffindor, con sus últimas fuerzas.
-Feliz Halloween, Ron.- le deseó la castaña, sonriendo macabramente. -Avada Kedavra.

Un fogonazo de luz verde fue lo último que Ronald Weasley divisó, después de lanzar su último suspiro.

-Bravo
¡Bravo!- aplaudió Malfoy, observando el cadáver con una mueca de triunfo. Entonces, con un movimiento de varita, le quitó la maldición a Hermione.

Ella cayó al suelo, confusa, mirándose con desconcierto las manos ensangrentadas. Se levantó lentamente, sin comprender absolutamente nada.

-¿Malfoy?- preguntó, al verlo ahí de pie.
-Sorpresa, Granger.
-¿Qué haces?- le interrogó extrañada, pero su rostro se contorsionó en una expresión de terror cuando vio el cuerpo de su mejor amigo tendido en su cama, cubierto de sangre, sin una mano, y al parecer
-¡Tú, maldito, lo asesinaste!- chilló aterrorizada.
-No, sangre sucia. Tú lo hiciste.- le reveló con crueldad. Había decidido que, antes de acabar con su vida, iba a atormentarla con sus recientes acciones.
-¡Mentiroso! ¡Bastardo! ¡Lo mataste!- gritó, corriendo hasta el cuerpo de Ron. Lo zarandeó con fuerza, le rogó desesperadamente que le hablara, que la mirara, pero él no podía hacer nada. Ya no estaba allí.

Fue entonces cuando Hermione descubrió que era ella quien estaba manchada de sangre, al igual que su propia varita.

-¿Cómo
? ¿Qué es esto?- logró preguntar.
-Tú asesinaste a Weasley con tus propias manos, Granger.- le dijo Malfoy, tomándola del cabello con una mueca de asco y tirándola al piso, alejándola del cadáver.
-No te creo. No te creo, Malfoy
¡mientes!

Hermione estaba en tal estado de shock, que ni siquiera podía llorar. Su mente estaba en blanco, completamente paralizada.

-Mírate, Granger
Eres una asesina, no tienes piedad ni siquiera con tus amigos.
-¡Cállate! ¡No es verdad! No lo es

-Tal vez tengas algo de razón, Granger
Tal vez alguien te obligó a hacerlo

-Aún así jamás lo haría.- le espetó.
-Piensa, sabelotodo
Existe una forma.

Hermione tardó unos segundos en comprender. Alzó los ojos, impresionada, y comenzó a negar con la cabeza repetidas veces.

-La maldición Imperius
no puede ser. No, no, no
- gritaba desconsoladamente, negándose totalmente a aceptar lo que Draco Malfoy le decía. Ella no podía ser la asesina de su mejor amigo. ¡NO!
-Todos te recordarán como "la farsante que terminó con la vida de Ronald Weasley", y nadie sabrá quién fue el verdadero culpable de todo. Nadie podrá sospechar de mí, Granger, soy demasiado astuto.
-¡Tú provocaste todo esto! ¡Tú me manipulaste!- estalló, y de repente comenzó a lanzarle todos los objetos que encontraba a mano. Muchos de ellos se rompieron en la cabeza de Malfoy, haciendo que éste empuñara su varita con furia y le lanzara a la castaña una maldición Cruciatus que le dio de lleno en el pecho.

Hermione comenzó a gritar y a retorcerse en el suelo, y Draco, a reír fríamente. Él disfrutaba con el sufrimiento ajeno, de eso se alimentaba. Y ver a la castaña con tal padecimiento, observar cómo su sangre se derramaba
era una delicia.

La maldición había hecho reaccionar a Hermione. Su cuerpo comenzó a temblar incesantemente. Recién tomaba conciencia de lo que había hecho. Su mejor amigo, el hombre del que había estado enamorada, yacía muerto. Y ella era la asesina. No importaba si alguien la había manipulado
¡de todas formas lo había hecho! Tendría que haberse resistido a esa maldición.

Jamás debería haber sido vencida por la magia. ¡Pero era tan débil! Siempre lo había sido

Lágrimas de impotencia comenzaron a correr por su rostro.
Lágrimas saladas y hondas. Lágrimas de sangre que a su paso, iban manchando su cuerpo y su alma.

-Ya no tiene sentido que vivas, Granger
Estás acabada.

Un veloz Avada Kedavra salió disparado de la varita del rubio, y chocó en medio del pecho de Hermione. Su cabeza se desplomó pesadamente en el piso. Ya no quedaba nada de ella.

-Misión cumplida.- se felicitó Draco, sonriendo con suficiencia, observando con deleite el cuerpo sin vida de la joven gryffindor.

Se apuntó a si mismo con la varita y pronunció un sencillo Fregotego, para quitarse todo rastro de sangre que pudiera incriminarlo. Se colocó la capucha nuevamente, y suspiró con calma, conservando su expresión fría e imperturbable. Observó por última vez los cadáveres de aquellos que habían sido sus enemigos. Ya todo estaba hecho. Por último, se alisó la túnica para regresar a la fiesta, pero le faltaba algo. Fijó su mirada en sus zapatos. No estaban manchados.

Fin.

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2024-10-27

 

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