Lo último que escribo
"'¡Deja de hacer eso!', 'pierdes tu tiempo' ¿Quién ha tenido que oír esas palabras de las personas que quiere? Cuando eso pasa, se siente el mundo perderse, el brillo de la humanidad muestra el escudo, el sello con que se protege de la maldad
muestra más maldad."
Él, una vez más, se distraía en clase, envuelto en su cuaderno de apuntes con ideas que no venían a cuento. La profesora hablaba de historia, la cabeza de él volaba en historias tan extrañas como originales. Esa era la vida de Danilo. Eso y sus amigos, tenía relativamente pocos, Mauricio, Ángel, Alberto, Javier y unas pocas amigas: Paloma y María; fuera de ahí, nada más.
- ¿Qué es eso? - preguntó Alberto en clase - Dan, cada día estás más tostado.
Intentó quitarle el cuaderno pero Dan no se dejó. Cerró el cuaderno y lo guardo en su mochila, aunque quizá con demasiado ruido porque el profesor dijo:
- Señor Lobo, ¿por qué recoge sus cosas? - dijo - ¿ya se va?
- Ehhhh
- titubeó Dan - No, no
lo que pasa es que era el cuaderno equivocado.
- ¿Ah sí? ¿Sacó el cuaderno equivocado y no se enteró hasta un cuarto de clase? - preguntó sarcástico el profesor.
Dan no respondió a eso, se limitó a encogerse de hombros a sabiendas de que ese sería la nueva broma entre sus compañeros. Otra similar a la del bendito libro
¡qué suerte le traía la clase de historia!
Poco a poco, y sin que Dan se enterara, Mauricio sacaba su cuaderno de la mochila y, de atrás hacia adelante, hojeaba los garabatos.
- Al menos nunca escribes cursilerías - musitó al leer aquella guerra entre demonios malignos y guardianes del bien por las almas humanas.
- Eso sería lo último que hiciera - espetó Dan un tanto molesto, arrebatándole el cuaderno de las manos a Mauricio.
La clase siguió su transcurso hasta el receso en el que salieron todos apresuradamente por un poco de aire, alguna golosina para acallar las ansias del estómago y a estirar las piernas un rato.
Se toparon con María y Paloma, un año adelante que ellos, aunque su estatura no ayudaba a que se notará esa desigualdad de edades. Todos los días se reunían para comer algo y sentarse el algún poyo del campus.
- ¿Y qué hicieron en clases? - preguntó María un tanto aburrida.
- Ver como Dan perdía la materia de hoy - aseguró Javier - Si tan sólo dejara de escribir en clases.
- ¡Hey! También tú lo haces - le reprochó Dan.
- Pero a diferencia de ti, Dan - le dijo Ángel -, él lo hace en clases sin importancia, como música, arte, educación física
Siguieron con sus risas por el resto del día, fueron a clases y salieron, como se acostumbraba, a las tres de la tarde.
- ¡Ángel, Dan, Alberto, Javier! - les llamó Mauricio en la salida - Voy a dar una fiesta en casa la otra semana y obvio están invitados.
- Pero ¿tus padres te dejan? - preguntó Ángel.
- Están fuera de la ciudad y bueno, mi hermano no tiene problema - dijo.
¿No es clásico el sujeto que se aprovecha de la ausencia de sus padres? Claro. Pero ese era Mauricio, el cual seguro también se lo había dicho a su papá pero, a su madre ni hablar de contarle algo como eso.
- ¿Quiénes más van? - preguntó Dan.
- Paloma no, María estará con ella - dijo -. Seremos nosotros y otros cuantos, algunas amigas mías y
- miró a Dan - quizá con alguna te entiendas, Dan.
Dan hizo un gesto despectivo con la boca. No tenía ni siquiera ganas de "conocer a fondo" a ninguna de las amigas de Mauricio. Mucho menos si eran amigas de Mauricio.
Esperaron en la parada del autobús hasta que llegaron Paloma y María como si las esperaran.
- ¡Ah ya llegaron! - bromeó Dan con falso tono de pereza.
- ¡Idiota! - le pegó, María.
- ¡Ush! ¿Por qué no sale el autobús? - preguntó Paloma.
- El chofer aún no llega - dijo Ángel serenamente.
Se quedaron de pie, esperando el bus hablando de cualquier tontería que se les ocurriera.
- ¿Por qué no van a la fiesta? - preguntó Alberto.
- Porque
- María señaló a Paloma con su lengua por debajo de la mejilla.
- Entiendo - dijo Dan - ¿Por qué tan amargada? - le preguntó a Paloma con una sonrisa.
- Porque no quiero ir - le respondió esta.
- Abue - le dijo Alberto.
- ¡Es que la organizó Mauricio! - espetó ella.
Mauricio la miró con ceño. Se había ofendido un poco de aquella insinuación.
- ¿Qué tiene que la haya organizado yo? - preguntó dolido.
- La última vez que fui a una fiesta tuya fue sólo por el ambiente y distraerme - le recordó -. Recuerdas que había terminado con mi novio por esos días. Sólo quería distraerme pero, tooooodos tus amigos aparte de estos cuatro me intentaron
¿cómo habían dicho?... "sacar del problema" - dijo haciendo las comillas.
Todos rieron ante la forma en que Paloma se le fue encima más y más a Mauricio. Javier tuvo que separarla antes de que le diera un golpe, pues bien se sabía que había sido él el que les dijo a sus amigos que ella estaba "deprimida por el novio que dejo".
- Lo mejor es que tras de todo lo hizo para intentar algo él - soltó Alberto "sin querer"
- Gracias - murmuró Mauricio.
- ¡¿Qué?! - gritó Paloma.
Las puertas del autobús se abrieron dejando pasar a Mauricio totalmente aterrado de los golpes que le esperaban. Paloma lo amenazó desde la ventana, diciéndole que al siguiente día no tendría tanta suerte.
- ¿Cómo puedo juntarme con ese? - preguntó con asco a María.
- Porque te juntas conmigo y con el tiempo los conociste - le recordó María.
- Y no te arrepientes - dijo Dan jugando de presumido.
- Sueña. Bueno, ahí viene mi transporte.
Señaló un auto verde que se había estacionado en la esquina y se dirigió a él. Dan, Alberto, Ángel y Javier se quedaron mirándola por un rato, hasta que María les chascó los dedos a los tres en la cara.
- ¿Tenías que decirle eso Alberto? - le preguntó.
- ¡Sí! - le gritó Mauricio desde el bus - ¿Tenías qué? - el bus empezó a moverse - Bueno cuídense, ¡y mucho porque los voy a pegar! - les bromeó como era rutina.
- Si alguno de ustedes intenta algo con ella
- les amenazó María cuando ya el autobús estaba lejos.
- Sólo estas celosa porque ya no puede coquetear y ella sí - le dijo Alberto.
- ¡Porque tengo novio! - les recordó ella.
- ¡Exacto! - exclamó Dan, denotando su manera típica de ser -. Ya te perdiste la diversión de la vida - le dijo -; hasta que termines con él y vuelvas a las andadas - le dijo.
María levantó una ceja, evaluando al más pequeño de todos. Los demás sólo rieron de lo que dijo, pues la mayoría estaban de acuerdo.
- Él no es como tú.
- ¿Cómo yo? - preguntó Dan - ¿Cómo se supone que soy yo? - preguntó fingiendo sorpresa.
- ¡Ya sabes! - Dan levantó una ceja -. Que sólo vas a fiestas a apretarte con cualquiera que
- ¡Hey! Eso no es
- empezó Dan.
-
incorrecto - terminó Ángel. Los demás rieron -. No lo tomes a mal, Dan. Sabemos que eres buen chico pero, admítelo, esas oportunidades no las desperdicias.
- No te imagino en un noviazgo - ironizó María - "¿Dónde estabas amor?" - imitó una voz femenina.
- "O, en ningún lado, en una fiesta" - le siguió el juego Javier, imitando la voz de Dan.
- "¿Y ese marca de lápiz de labios?"
- "Ya te imaginarás, oportunidades que salen, pero te amo a ti"
Javier y María se tomaron de las manos y se juntaron como pareja cursi de cuento de hadas. Dan hacia un puchero frustrado mientras Alberto y Ángel se reían como idiotas.
El autobús de Ángel y Dan llegó de inmediato y les abrió para que pasaran. Ambos subieron al transporte dejando a los otros tres riendo descontroladamente.
- ¿Quién creen que soy? - dijo Dan sentándose en la ventana.
- Un idiota con algo de cerebro - dijo Ángel sentándose a su lado.
- Pero yo ni siquiera les cuento lo que hago, se enteran por terceros, terceros que me hacen ver fatal - escupió Dan.
- ¡Pero es lo que haces!
- En parte es tu culpa, Ángelo - le dijo.
- ¡No me llames Ángelo!
- Siempre te cuento a ti porque te tengo confianza, ellos te dan unas cervezas, un tequila, un vodka y sueltas la lengua
- Discúlpame - Dan le dijo que no se preocupara y le pidió perdón por recordarle su error.
Ángel rió de eso ¿sería que su amigo podría portarse como alguien normal?
- Y ¿qué me dices de eso que escribías en clase? - preguntó Ángel para cambiar de tema.
- Ya sabes, tonteras que no comparto
Ángel sonrió. Era cierto que Dan no le mostraba lo que escribía a nadie. Ni siquiera a sus amigos, tenía miedo de lo que dijeran
¿extraño? Pues sí pero, el miedo aún no era pecado y él temía.
Esa noche, Dan salió de casa como siempre: sin pedir permiso y dejar un aviso, ni siquiera avisó a donde iba, sólo se llevó un celular para que lo localizaran más tarde. De todas formas sabía muy bien que lo llamarían empezando la una de la mañana con un simple: "¿cómo va todo?". Eso era lo bueno de ser algo casero, no te ponían límites al salir porque debía aprovechar esos momentos.
Llegó a casa de Mauricio, en donde un buen grupo de gente hablaba emocionada de lo que sucedía en su vida, cosas simples, que los preocupaban por un momento de la vida y de las que reirían en el futuro.
María no había podido ir a casa de Paloma, así que decidió caerles de sorpresa a los muchachos en la casa de Mauricio, no tenía ganas de ir pero su hermana le insistía en que se despejara un rato de sus estudios. En fin, la niña la había estresado tanto que al final fue a casa de Mauricio sin avisarle a nadie.
- ¿Por qué trajiste eso? - preguntó Mauricio señalando la mochila de Dan.
- No, por nada, lo que pasa es que hacía frío allá así que traje una chaqueta - le dijo.
- Más te vale que no escribas - le amenazó -. No saques ni un cuaderno o verás.
- ¿Qué veré? - lo retó Dan.
- Lo fácil que es hacer vomitar a alguien encima de ti
- Más si está tan borracho como Alberto - apuntó Dan señalando a su amigo.
Mauricio asintió y le dio una gaseosa a Dan (aunque estaba seguro de que pronto tomaría una cerveza, siempre empezaba con las gaseosas) y se fue con unas chicas más allá del salón.
La fiesta transcurrió un tanto lenta. Ángel no había podido ir y Alberto estaba más que ebrio. Una que otra mujer se acercaba a Dan, él coqueteaba un poco y luego la dejaba. La mayoría ya tenían un porcentaje de alcohol en su aliento que Dan no quería volver a probar jamás.
Luego de ver como todos estaban algo ebrios, se dio cuenta de que el que ponía la música cada vez se atontaba más y terminó poniendo los viejos discos de los padres de Mauricio y, aunque cada vez la música despertaba más nostalgia en los invitados, la fiesta seguía un curso al que Dan no se había adaptado aún.
Paloma llegó a ver a un montón de ebrios, cada uno peor que el anterior, pero ninguno peor que:
- ¡Alberto! - le llamó la atención al hombre que intentaba balancear tres botellas de cerveza en su frente.
Alberto sólo la miró, botó las botellas (que se quebraron ruidosamente), y se acercó a Paloma para saludarla. Otros ebrios le gritaron: "¿quién es tu amiga Alby?" y unos más "¡¿Así nos llevamos que ya no presentas?!".
Alberto se abrazó de Paloma y le dijo:
- ¿Sabes? Creo que tu novio es un idiota - su ebriedad se hacía notoria.
- Yo lo deje Alberto, ¿dónde está Mauricio? - preguntó sujetándose la frente.
- ¿Importa? - dijo -. Aquí estoy yo, ¿acaso intentarás algo con Mauricio por lo que dije en la mañana? ¡Vamos linda! Si yo soy mejor
Eso fue algo que Paloma no pudo tolerarle a Alberto, le metió un golpe en el estómago y lo arrastró hasta una silla que había en el patio. Lo dejó ahí y entró en la casa, donde la escena no mejoraba para nada: los sillones estaban algo vomitados, los vasos con cerveza estaban esparcidos por todas las mesas y las botellas grandes de refresco tiradas por todo el suelo.
- ¿Qué es esto? - se preguntó en voz alta.
Siguió el recorrido por la casa entre golpes ocasionales a alguno que otro que intentaba decirle algo y llegó hasta la habitación de Mauricio. Dan estaba allí con una mujer dormida al lado mientras él escribía en un cuaderno.
- ¡Oh, discúlpame, Dan! - dijo haciendo ademán de cerrar la puerta.
- ¿Paloma? - Dan se levantó alegremente dejando el cuaderno en la cama -. No, espera, no cierres
¿por qué crees que
? - miró a la chica en la cama - ¡Oh! Ya veo - y rió -. No pasó nada, de hecho estaba aquí dormida cuando llegué, pero quería un lugar para
- se sonrojó un poco. Noticias raras y curiosas
- ¿Para
? - preguntó Paloma.
- Nada - dijo negando con la cabeza - Voy al baño un momento - y salió de la alcoba.
Paloma se acercó a la cama donde la muchacha, algo ebria y con algo parecido a vómito bajándole del rostro. Miró el cuaderno que antes tenía Dan y lo abrió. Había unos cuantos dibujos que representaban escudos de armas y unos apuntes con subtitulo y alguna explicación
La curiosidad la venció y leyó un poco de todo aquello. Era fascinante, algunas de las cosas tenían que ver con las personas que Dan quería y las que lamentaba haber perdido su amistad, sus ansías de no equivocarse y su frustración por volver a hacerlo. Dan siempre fue sumiso, ese cuaderno no lo era. Y quizá, en ese cuaderno evitaba equivocarse de nuevo
Paloma cerró el cuaderno e intentó salir del cuarto pero, Dan abrió primero la puerta. El chico miró el cuaderno, movido un poco de su lugar original y luego a Paloma, entró en la habitación, tomó su cuaderno y se despidió.
Ella no dijo nada
sólo se quedó mirándolo.
Al día siguiente, en una cafetería que frecuentaba Dan, entró Paloma, quien también la visitaba de vez en cuando.
- Hola, Dan - le saludó, pidió un cappuccino y se sentó en la misma mesa que él.
- Hola - respondió él sin mirarla.
- ¿Qué pasa? - le preguntó ella.
Dan tomó aire y soltó:
- ¿Leíste mi cuaderno ayer? - preguntó mirándola, aunque desvió la mirada de inmediato.
¿Qué podía esperar? Risas
era lo único que podía esperar ya que pocos comprendían ese afán por las maniáticas historias que arremetían en la cabeza de Dan y que él, sin poder resistirse, tenía que plasmar en un papel.
- Sí - respondió ella con voz queda.
- ¿Qué leíste? - le preguntó más apenado el joven.
- Cosas que jamás pensé
Su voz había sido un consuelo, tierna y comprensiva. Un tanto alterada por la tímida sonrisa que se abría paso en los labios de Paloma. Dan le miró un momento: sonreía, ella le sonreía. Él le devolvió la sonrisa, más tímida y atemorizada.
- Debo irme - dijo.
- No, espera - dijo Paloma -. Acompáñame a que termine mi cappuccino - pidió un tanto avergonzada.
Dan asintió y volvió a sentarse en la mesa. Para desviar la conversación, preguntó:
- Y
¿cómo estás?
- Bien, quizá un tanto sorprendida del talento de Mauricio para destruir su casa pero, bien
- rió, Dan no pudo reír, sólo se sonrojó más al recordar que en esa fiesta había leído su cuaderno.
- ¿Qué pasa, Dan? - preguntó Paloma preocupada por la actitud de su amigo.
- Es que
- dijo él.
- ¿Te molesto que leyera tu cuaderno?
- ¡No! - dijo él -. No, no, para nada. Pero no
no me acostumbro a que alguien no ría al imaginar mis disparates.
- No fueron disparates, fue una gran inventiva y
si me permites decirlo, algunas hojas no eran más que un
no sé si decir poema - rió.
- ¡No! - dijo Dan -. Poeta es un término muy grande, no podría serlo jamás.
- Pero eran sinceros, mucho - dijo ella.
- Quizá.
- ¿Quizá? - Paloma levantó una ceja.
Dan sólo se encogió de hombros. Cambiaron de tema y se fueron terminado el cappuccino de Paloma. Caminaron un rato por las calles de la ciudad hasta que empezó a hacerse de noche. De vez en cuando salía otra vez un comentario sobre las historias de Dan, el calor de sus mejillas y bromas, bromas de ella por cualquier cosa, por cualquier sencillez.
Él era algo más de lo que parecía ser. Quería que la gente supiera lo que era en verdad, ella lo supo con una travesura en aquella habitación. Ella compartía el secreto de Dan, ella conocía a Dan, la primera cosa que leyó en su cuaderno la había conmovido, sus mejillas rojas también le demostraban que podía seguir siendo el mismo y al mismo tiempo, ser el que se ocultaba un poco. Tenía miedo de ser todo él, pero ella había empezado a sacar a la maravillosa persona que había escrito aquellas historias.
Un día en clases, ella recibió el aviso de que alguien la buscaba afuera. Paloma salió al ver que se trataba de Dan.
- ¿Qué pasa, Dan? - le preguntó.
- Me gustaría
- dijo él tartamudeando - que
quería saber si podías leer esto y
que
que me des tu opinión - le pidió enseñándole un grupo de hojas grapadas.
- ¿Tenías que decírmelo ya? - inquirió ella.
- Es que - él se frotó la nuca - casi siempre termino haciendo cambios, este es el borrador original. Quiero ver si así te gusta o
¿podrías? - preguntó casi sudando.
Paloma sonrió y aceptó. Él se fue a su clase (de la que había salido con la clásica excusa de querer usar el baño) y volvió a enfrascarse en su cuaderno pero, esta vez, sin saber que escribir. No salió otra palabra de sus manos
no tomó el lápiz de nuevo.
Pasaron los días, y con ellos el misterio que agolpaba a Alberto, Javier, Mauricio, Ángel y María: ¿por qué Dan y Paloma pasan tanto tiempo juntos? Y uno mejor: ¿por qué Dan no ha podido escribir otra cosa?
Dan y Paloma los encontraron ese día en la misma cafetería en la que habían hablado por primera vez. Entraron riendo y haciendo bromas, conversando y discutiendo por cualquier estupidez en la que no estaban de acuerdo.
- ¡Es absurdo pensar eso! - decía él con una sonrisa -. Es más interesante una cucaracha.
- ¡Ay, no es cierto! - rió.
Se sentaron con los otros, que los miraban anonadados. Ordenaron sus cafés y hablaron con los demás. Se quedaron bromeando hasta que Mauricio preguntó:
- Ustedes dos
¿pasa algo?
Ángel lo golpeó en el costado sin disimulo. Lo indiscreto era de familia, eso sin lugar a dudas. Paloma y Dan se sonrojaron y se fueron sin pagar sus cafés, y Ángel obligó a Mauricio a invitarlos.
Fuera de la cafetería, Paloma y Dan ya no se podían ni volver a ver. Hasta que Dan dijo:
- Que ocurrencias las de Mauricio ¿no? - dijo ella.
- ¿Ah?... digo, sí, que ocurrencias - dijo algo cabizbaja.
Él se entristeció de esa respuesta sin saber porque, fueron al parque y allí se quedaron sin hablar si quiera, resultaba extraño que ahora ni eso pudieran hacer, tampoco se miraban, sin saber aún que el rostro del otro se volvería el regalo más grande en unos días.
Una semana después, la noticia dejó fríos a todos, aunque no a Dan, no aún, pues no se la habían dado. Paloma se iría del país
- ¿Ya le dijiste a Dan? - le preguntó María.
- No - respondió Paloma.
- Pero si se la pasan hablando todo el santo día, ¿cómo no le has dicho? - ironizó María -. Eso si es lo más ra
¡ohhh! - miró a Paloma, ya entendía - ¿Te gusta Dan?
Paloma sólo asintió, un tanto apenada. María le insistió para que le dijera antes de que se tuviera que ir del país, pero Paloma no quería hacerle eso a Dan, no quería que pensara en alguien que no estaría o, peor aún, que le dijera que él no quería nada con ella, mucho menos ahora que tenía que irse y no se verían.
Dan, que aún no sabía (mucho menos después de que María le prohibido a todos decirle algo) se mantenía feliz de ver a sus amigos, de oír a Paloma, que seguía dejándolo asombrado día a día con su forma de ser.
El chico se preguntaba si eso que sentía por Paloma era algo parecido al
¡no! No quería ni pensarlo. Danilo Lobo no se enamoró nunca y nunca lo haría. Mentía, quería hacerlo alguna vez, pero no ahora
¿o quería ahora? ¿tanto quería a Paloma como para intentarlo? Pero ¡qué ridiculez! Paloma jamás se fijaría en él.
Aunque seguía siendo la única que conocía todo de él. Aturdido de sus cavilaciones, el chico sacó su acostumbrado cuaderno y observó lo último que había escrito hace semanas, no lo había terminado aún
algo impedía que hablara de aquello que tanto había despertado su curiosidad en clase de historia.
El teléfono sonó. Paloma contestó con algo de aburrimiento y escuchó la voz de María saludarla.
- Hola María - dijo ella.
- Mañana te vas ¿cierto? - inquirió su amiga.
- Sí ¿por?
- ¿Piensas decirle a Dan?
- ¡NO! - exclamó Paloma.
- Dile mañana en la mañana, antes de que te vayas
- ¡No le diré, María! - espetó Paloma.
- Si no le dices
- ¡No amenaces, María!
- No es amenaza, es promesa -dijo la voz de María por el teléfono -. Dile, o le digo yo.
- ¡Ni se te
!
- Mañana en la mañana
Y colgó el teléfono. Enojada, confundida y más que nada: asustada, Paloma tomó marcó el número de Dan. Al otro lado sonó la voz de un hombre al que Paloma reconoció como el padre de Dan. Le pidió que le dijera a Dan que la viera mañana a las nueve de la mañana en la cafetería de siempre, el padre de Dan aceptó darle el recado
¿Tan consciente podía serse de las acciones cuando te aterraba una posibilidad negativa? ¿Tan al tanto podía estarse de sus movimientos y a la vez tan distante a ellos?
Miedo
sólo había una cosa que hacer con él: enfrentarlo.
La cafetería desprendía el delicioso aroma que encantaba a Dan, y a Paloma, que ya lo esperaba en la mesa de siempre. Se sentó, pidió un café
- ¿Me dijiste ayer que viniera, Paloma? - preguntó Dan con la sonrisa que tenía al ver a Paloma.
- Sí, Dan
- miró sus ojos cafés, ¿tan difícil era enfrentar el rechazo? - quería
quería decirte
- ¿Sí? - algo en el tono de voz de Paloma emocionaba a Dan, lo hacía sentirse asustado y, de alguna forma movía su cuerpo por dentro.
- Me voy - susurró Paloma.
- ¿Te vas? - preguntó Dan -. Pero si acabo de llegar - Dan no entendía -. Paloma ¿qué sucede?
- Que me voy
- ¿Te va
te vas? - comprendió de pronto - ¿A dónde? - una lágrima solitaria salió de los ojos de Dan.
- A Argentina, por el trabajo de papá.
Se quedaron en silencio. Paloma sabía lo que tenía que hacer, lo que tenía que decirle a Dan. Era en ese momento o nunca pero, el miedo, ese terrible traidor la dominó.
- Pronto llega mi papá por mí.
- Ajá - dijo él con una profunda tristeza. Ido en la nada, impresionado con su suerte.
- Quería decirte
- no salían las palabras - Dan
yo
- el chico la enfocó de nuevo, ella se paralizó - Dan, quería decirte
El auto sonó afuera, el padre de Paloma lo esperaba. Dan la miró con tristeza, con lágrimas que esperaban volver a verla algún día.
Ella no soportó verlo así, no soportó mirar ese rostro sufriendo de tristeza. Se acercó y le dio un suave beso en los labios
- Te amo.
Se alejó corriendo al auto de su padre, llorando también. No quiso oír respuesta de Dan, tuvo miedo, aunque debía oírla, debía saber lo que él diría, pero le conocía: no podría con una relación a distancia.
Paloma revisó su correo electrónico luego de siete días de haberse mudado. Argentina no estaba tan mal pero, no se acostumbraba al acento y a aquello que hacía tanta falta en la ciudad.
Su corazón dio un brinco cuando un correo de Dan estaba en su bandeja. Estuvo tentada a borrarlo, pero mucho más tentada a leerlo.
Me dijiste que esto fue lo primero que leíste de mí, esto había sido lo último que había escrito en clases. Nunca lo terminé desde que te di aquel borrador; ya sé cómo termina:
'¡Deja de hacer eso!', 'pierdes tu tiempo' ¿Quién ha tenido que oír esas palabras de las personas que quiere? Cuando eso pasa, se siente el mundo perderse, el brillo de la humanidad muestra el escudo, el sello con que se protege de la maldad
muestra más maldad.
Sin embargo habrá una luz, una corona de luz que siempre estará para acompañar los peores momentos, para ver con una sonrisa que nadie te dio lo bueno de tu alma. No puede hablarse del mal sin primero hablar de los buenos que no lo cometen, no puede hablarse de las penas sin primero hablar del amor
Un único amor.
Te amo.
Te amo mi terca, mi vida, mi todo. Mi Arle, mi Estrella, este es un pequeño regalo para vos, el primero y espero que te guste. Te lo doy con todo mi amor, en serio espero que te guste mi vida.
TE AMO
Lo último que escribo - Fanfics de Harry Potter
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2023-02-27
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