Los Secretos de Harry y Ron - Potterfics, tu versión de la historia

 

 

 















Prólogo



Casi tres años después de la última noche de Voldemort, Harry Potter llega a La Madriguera a pasar el verano junto con sus dos mejores amigos: Ron Weasley y Hermione Granger. Como en cada una de las veces que llega de visita, la señora Weasley lo recibe ilusionada y con el mismo cariño maternal que siempre. Estar con la que considera su verdadera familia le llena de orgullo y bienestar ante las diversas perdidas que tuvo a lo largo de los últimos años: su padrino Sirius Black, a quién consideraba como un padre; Dumbledore, el mago más grande de todos los tiempos; Severus Snape, probablemente el hombre más valiente que conoció; y, por supuesto, Remus Lupin, quien junto con Nymphadora Tonks, lucharon como guerreros hasta el final de la segunda guerra contra el Señor Tenebroso.

 

Dentro del clima del mundo mágico, las fuerzas oscuras han sido erradicadas como una gota de tinta disuelta en agua. Todo ha vuelto poco a poco a restablecerse: aquella nueva expectativa de tener al fin tranquilidad y paz preside en Harry con un gran entusiasmo y plenitud.

Los primeros días en La Madriguera se desgranan sin problemas, pero la situación no tarda en torcerse cuando Harry termina de darse cuenta que ya no siente lo mismo por Ginny, la más pequeña de los Weasley. Sintiéndose comprometido con su familia al principio, Harry no sabe cómo enfrentar la situación. Lo que el joven mago ignora, es que la vida está a punto de sorprenderlo con un nuevo giro que no sabía que estaba esperándolo
nada volverá a ser como antes.

El calor del verano rodea a La Madriguera de excitantes secretos que se esconden tras las puertas y los armarios; los sentimientos y las atracciones están a flor de piel. Pero, en medio del nuevo torrente de emociones, se desatará sorpresivamente una nueva amenaza desconocida... Algo vuelve irrumpir la tranquilidad del mundo mágico, y Harry Potter y Ron Weasley, se adentran juntos en una de sus más peligrosas aventuras llena de emociones, reencuentros, sentimientos, traiciones y acción de todo tipo que los propulsará a un límite que no imaginaban...












Primera parte

Azul eléctrico



Bajo el lustre del ardiente sol de las primeras horas de la mañana, los tejados de una casa alta y torcida despuntaba en medio de un valle salpicado de collados y encimadas colinas verdes. De una de sus chimeneas brotaba una serpiente de humo que casi se diluía con las bajas nubes blancas, y el tranquilo sonido del viento peinaba las lejanías con suavidad. Hoy reinaba una tranquilidad casi delirante, se respiraba como un perfume embriagador. Pero en La Madriguera, aquella calma acababa de ser interrumpida por una estridente voz que ahuyentó a los pajarillos que dormitaban acurrucados entre las tejas.

 

¡Ronald Weasley! gritó su madre por cuarta vez desde la planta baja.

Una melena pelirroja se asomó a través de la baranda de madera del tercer piso.

¿Qué pasa? Suspiró Ya me ocupé de desgnomizar el jardín... ¿qué pasa ahora? insistió con pesadumbre mientras bajaba las escaleras que rechinaban como jabalíes bajo sus pies desnudos.

Con una línea dibujada entre las cejas, su madre esperó a que la figura de su hijo apareciera en la cocina. Ron llevaba puesto un pantalón, pero todavía tenía encima la camisa color granate del pijama que le comenzaba a ajustar desde el pasado verano. Se le notaba el contorno de su fuerte pecho, y los músculos de sus brazos habían crecido debido al intenso entrenamiento al que se había sometido para mejorar sus jugadas y acrobacias en el quidditch.

¿Dónde andabas? ¿Tienes duendes en los oídos? Necesito que le lleves la ropa limpia a Harry. Estará en su habitación y le pasó el cesto repleto que estaba sobre la mesa.

Ron se dio cuenta que su madre se asomó para mirar un gran reloj de pared que colgaba en el salón: tenía nueve manecillas, cada una con el nombre de un miembro de la familia escrito.

¡Oh! Señaló la esfera del reloj. La manecilla del señor Weasley se había movido y señalaba la palabra «Viajando». ¡Ya viene! El desayuno ya casi está listo. Les dices a todos que baj
¡Ron! ¡Echa a ese gnomo de aquí! ¡Ya se llevó dos salchichas y un bollo!

Ron puso los ojos en blanco y dejó el cesto mientras sacaba su varita del bolsillo.

¡Inmovilus! lanzó hacia la esquina de la cocina, donde un pequeño ser con cabeza en forma de patata intentaba ocultarse tras el costal de la harina.

El gnomo se quedó quieto y tambaleándose. Ron lo tomó, empujo la puertecilla del jardín y lo lanzó por los aires con todas sus fuerzas tras el lejano seto.

Siempre la saltan y vuelven al jardín
se dijo ahogando un bostezo mientras tomaba el cesto de la ropa bien doblada de su amigo, y volvía a subir las escaleras de La Madriguera. Llegó al segundo tramo de los escalones y abrió la puerta


Lo que vio lo dejó sin aliento y hasta el sueño se le esfumó antes de que alguien pudiera pronunciar bowtruckle. Allí estaba Harry de perfil frente a la luminosa ventana con el cabello carbón enmarañado. Estaba desnudo. Acababa de subirse el bóxer azul eléctrico que ajustó su ingle, su trasero y un suave bulto en la parte frontal. El muchacho era muy delgado, y tenía una delicada figura con pocas curvas, pero su pecho y su abdomen se delineaban con la luz y la sombra de la cálida habitación. Ron jamás lo había visto así antes.

H-Harry
murmuró Ron sorprendido. El corazón le latía tan fuerte que parecía querer romper sus costillas. Realmente estaba avergonzado.

Quedándose sin aire, Harry viró momentáneamente hacia la puerta para ver de quién se trataba.

¡Ron! gritó enfadado. La puerta estaba cerrada por alguna razón.

Perdón se disculpó sin poder apartarle la vista de encima . No podía haber llamado, como te darás cuenta tengo las manos ocupadas. y dejó con las manos temblorosas el cesto sobre la cama desarreglada. Somos amigos
¿no? Y somos chicos, los dos podemos cambiarnos de ropa juntos, sin problema.

 

Harry no respondió y escogió el conjunto de ropa limpia que usaría. Ron se lamentó de haber sido inoportuno, pero no dejó la habitación para darle credibilidad a sus palabras. Así que, se adosó a la ventana y pretendió estar distraído mientras él se vestía.

Saltando con un pie para meter una pierna en el pantalón, Harry siguió a su amigo con la vista, pero ahora fue su turno de ver algo inoportuno... Notó como un voluminoso bulto crecía en su pantalón. «No, no puede ser...» pensó Harry apartando rápidamente la vista con las mejillas encendidas. Se estiró para tomar sus gafas del alféizar de la ventana y continuó subiéndose el pantalón. Mientras se abotonaba la camisa, Harry miró nuevamente hacia los pantalones de su amigo, y notó que el bulto se había ensanchado y crecido aún más. Tanto que incluso ladeado, llegaba hasta el bolsillo izquierdo.

Ron despegó los labios para decir algo más, pero Harry lo interrumpió:

Tengo... tengo mucha hambre
declaró pretendiendo cambiar de tema, pero tras esas palabras, a Ron se le dilataron las pupilas tanto como a un felino sumergido en la penumbra.

Con los pies descalzos, el pelirrojo se acercó a Harry, un paso más.

Yo
bueno, yo puedo darte algo le aludió con nerviosismo; y, con un aire distinto al normal, miró al pelinegro a los ojos.

Harry se alborotó el cabello dándose cuenta que sus propios ojos volvían involuntariamente la vista hacia el abultado pantalón de Ron. «No, no podía ser», pensó velozmente. «¿Qué rayos estoy haciendo?» ¡No debía hacerlo!


Lo que quieras complementó Ron
Salchichas con crema, pan de ajo, huevos con beicon, tostadas con mantequilla
Harry sonrió por fin
quiero decir, en caso de que no te apetezca bajar a desayunar. Y
lo entiendo. Desde que tú y Ginny
bueno, las reuniones en el comedor se han vuelto incómodas incluso para mí.

En ese instante, se escuchó un golpeteo en la ventana. Hedwig acababa de aterrizar tumbando la antigua jaula de Scabbers que Ron había arrumbado junto con otros cachivaches bajo el alféizar. Harry pudo respirar debido a la conveniente interrupción: no quería tocar ese tema por el momento y lo evitaría al costo que fuera. Con una sonrisa compuesta, se acercó al ave de plumas blancas para darle la bienvenida. No la había visto desde la noche anterior y se alegró de verla sana y salva. Con todo y los restos de lo que parecía ser un ratón pendiendo de su pico, su dueño la dejó entrar a su jaula encima del ropero.

Ron comprendió el silencio de su amigo, así que no escarbó más. Levantó la jaula de su vieja rata y se sentó perezosamente en la cama que hizo un ruido de muelles. Le extendió la mano a Harry para que pudiera verle las mordeduras de gnomo que tenía en uno de sus dedos. Éste se sentó a su lado en la cama y le sostuvo la mano para ver los dientecitos marcados.


Dicen que la saliva de gnomo es benéfica. le explicó Ron admirando sus dedos con orgullo como si fueran honoríficas heridas de guerra.

Espero que en ti ése beneficio funcione como disminución del apetito. reflexionó Harry carcajeando. Ron fingió una momentánea indignación, y luego, riendo también, le propinó un seco almohadazo que le torció las gafas. Entonces, se desató una lucha sobre el colchón.

 

¡Ya verás señor PIPIPOTE! se burló Ron intentando hacerle cosquillas, recordando como lo llamaba Peeves, el fastidioso Poltergeist de Hogwarts.

Harry no se quería quedar atrás:

¡T-TE A... TE ARRE.. no podía con la risa TE A-ARREPENTIRAS, PEQUEÑO RO-RO!

Aquel apodo con el que Lavender Brown lo bautizó en sexto año, resonó en los colorados oídos de Ron, y ambos rodaron hasta casi caer de la cama. En ese instante la puerta se abrió de par en par, y la rechoncha figura de la madre de Ron se asomó.

¡Solo faltáis ustedes dos! Los estamos esperando. Ron, tu padre ha traído un «control de moto» con varios botones. Harry, cielo, dice que quién mejor que tú podría orientarle respecto a ese aparato que usan los muggles...

Control remoto la corrigió Harry con una sonrisa.

¡Eso! Respondió la señora Weasley agitando la mano como si ahuyentara varios mosquitos invisibles Ron, añadió de pronto antes de salir¿P-Por qué, estás tomando la mano de Harry?

Y efectivamente... sus manos habían coincidido en la cama sin darse cuenta. El pelinegro se sonrojó y la retiró como si se hubiera quemado los dedos. Ron se apresuró a decir con los ojos todavía llorosos de la risa:

Estaba revisando mis dedos. Usamos un hechizo para aliviar las mordeduras de gnomo.

Molly no dijo nada y salió de la habitación distraída por el ruido de unos sigilosos pasos que recorrieron el pasillo: «¿Cómo que no?» exclamó la señora Weasley. «...No tengo hambre, eso es todo» se escuchó responder la voz de Ginny. Pero a juzgar por la repentina calma que se hizo (y que podría haberse tratado del detonante de un fuerte escándalo), la mirada severa de su madre había ganado. Cuando se hubieron alejado los pasos, los dos chicos rieron nerviosamente sin atreverse a mirar a la cara.


El pelirrojo se dejó caer en la cama. Se quedó reflexivo contemplando el techo. Acababa de darse cuenta que tenía la cabeza hecha una maraña una vez más. Volvía a creer que aquello, no era cualquier cosa... Hasta hace unos minutos, había permanecido con la idea de que no tenía mucha importancia y no fue hasta que la sensación volvió. Desde hace ya tanto tiempo, exactamente desde hace ya varios veranos, había logrado evadir y ocultar aquello... había podido controlarlo, y casi había creído que lo había logrado superar o que se había tratado de algo pasajero. Pero ahora que Harry había dejado a Ginny, y ahora que pasaban más tiempo juntos que antes, volvía a cuestionárselo con miedo... ¿De verdad estaba enamorado de su mejor amigo? ¿Era real que le gustaba Harry? Acababa de notar una reacción inesperada al verlo así... al entrar a la habitación. ¿De verdad era atracción? Se golpeó la cabeza con las palmas y suspiró con pesadumbre. Levantó la cabeza de la cama, esperanzado en que Harry no lo hubiese notado. «¿Por el ex-novio de mi hermana?», «¿Por un chico?», «¡¿POR UN CHICO?!» Se había llegado a preguntar todas las mañanas y noches acurrucado en su cama a altas horas de la madrugada. Y ahora, precisamente ahora, se daba cuenta que volvía a cuestionárselo. ¿Es posible? Decidía cada que miraba los profundos ojos verdes de su amigo al caminar a su lado
Y es que con él siempre pasaba ratos de interminables risas, habían crecido prácticamente juntos. Entre ellos, los buenos momentos nunca faltaban debido a su fuerte de unión y la forma en la que se entendían desde niños... «Sus ojos, sus ojos verdes», pensó Ron sintiendo una punzada dolorosa en el pecho.

 

De pronto... volvió al presente. Se acababa de dar cuenta que Harry lo observaba con una sonrisa inocente mientras guardaba su ropa en la cómoda.

La punzada se convirtió en un calor abrazador... mantuvo las manos sobre su vientre y miró al techo para disimular. Pensó de nuevo en lo que acababa de suceder hace un rato, y el hecho de tenerlo allí tan cerca le provocó un extraño hormigueo que le recorrió todo el cuerpo. Harry ni siquiera se imaginaba lo que estaba pensando en ese momento. Se preguntó con vergüenza si habría escuchado la violencia con la que su corazón estaba latiendo en ese preciso instante...

De todos modos pensó Ron ¿Qué pasaría si Harry se enterara de sus sentimientos tan extraños? Le daba miedo la idea de que, de descubrirlo, nada volviera a ser igual que antes.


Entonces, Ron se levantó inesperadamente de la cama, y desde el marco de la puerta le dijo a su amigo con una leve sonrisa:

Vamos, o me terminaré los huevos con beicon: tus favoritos y se escuchó como descendió las escaleras a toda prisa.













Segunda parte

Verde

resplandeciente




El desayuno se llevó con normalidad al principio. Ron llevaba dos platos de salchichas con puré y durante todo el rato no se atrevió a entablar conversación con nadie porque pudo haberse atragantado. El señor Weasley había abandonado su plato apilado de tostadas en la mesa para adentrarse en un apasionante debate en el salón sobre la funcionalidad del control remoto que le mostró a Harry. Desde su silla, la señora Weasley le lanzaba esporádicas miradas de amenaza a su esposo que no dejaba de golpearse las rodillas con emoción y diciendo algo sobre que los muggles eran muy ingeniosos. El señor Weasley, aunque había sido ascendido de puesto (que ya no tenía nada que ver con los artefactos muggles), seguía sumamente interesado en ellos.

Todo cambió rato después cuando Hermione siguió a Ginny por las escaleras. La hermana pequeña de Ron no había soportado un segundo más la indiferencia de Harry, y ambas dejaron su plato de gachas de avena a medias. La señora Weasley, desde hace ya semanas se olía lo que había pasado, pero de algún modo no quería inmiscuirse, y aunque fuera increíble, ella seguía comportándose con mucho cariño hacia Harry, como si se tratara de uno más de sus hijos.

Entretanto, Hermione ya casi no pasaba tiempo con los chicos puesto que prefería apoyar moralmente a Ginny, así que se perdió de las caminatas por el campo; la visita de ayer por la tarde a la casa de los Lovegood; y además de ir a la colina a donde iban a practicar quidditch. Pero Ron, sabía perfectamente que las chicas tramaban algo desde que Ginny y Harry terminaron. Ron había escuchado en una ocasión, que Hermione le volvía a decir a Ginny que olvidara de momento a Harry y que lo ignorara, ya que así, podría volverle a despertar ese interés por ella
Desde ese momento, Ron se había viniendo sintiendo barajado por la situación al darse cuenta que, desde ese rompimiento, aunque se tratara de su hermana, su humor había mejorado; ni que decir de su mejoría en los entrenamientos mismos que Harry le había celebrado.

 

Una vez terminado el desayuno, la señora Weasley, con un movimiento de varita, hizo que la pila de trastes se apilaran en el fregadero y comenzaran a hacer espuma solos. Dejando atrás el sonido de cacerolas, se dirigió concretamente a Harry y Ron que en ese momento estaban jugando ajedrez mágico en la mesa.

Ron, se sentó en una silla de junto mientras se secaba las manos en el delantal hoy van a venir unos compañeros del trabajo de tu padre. Están haciendo pruebas para el ministerio sobre la identificación de unos hechizos defensivos. La habitación del segundo tramo que ocupa Harry, la tuya, y la de Fred y George, deberán quedar libres por si ocurre algún accidente. Sólo estarán aquí unos tres días, de aquí al domingo, pero mientras, Harry lo miró con especial cariño y tú, deberéis dormir en la buhardilla. Tus hermanos dormirán en el salón y en el sótano. Llegan en un rato. añadió sin despegar atención del reloj colgado en el salón, donde las agujas de los gemelos seguía apuntando en «Trabajo».


Los chicos no tuvieron ningún problema en acceder. Durante el resto de la mañana, ambos desocuparon sus respectivas habitaciones.

El resto del día transcurrió con normalidad. Y cuando el sol comenzó a desaparecer tras los lejanos eriales resecos y los montes verdes, Harry y Ron regresaron de las arboledas con las escobas en los hombros. Ambos jadeban y sudaban de pies a cabeza debido a un fuerte entrenamiento de casi tres horas. Harry tenía diversos cortes en los carrillos por los rasguños que los árboles más altos le sacaron cuando atrapó la última quaffle, y Ron había roto sus pantalones por la parte de atrás a la altura de su muslo.

Cuando llegaron a La Madriguera, Fred y George ya habían llegado. Estaban en la mesa terminando de cenar y conversando con su madre que tenía los ojos hinchados y llenos de lágrimas que le abrían brecha en el rostro.


los he extrañado mucho. Espero que vengáis más seguido
y al ver que otro de sus hijos entraba junto con Harry por la puerta del jardín, se limpió la cara con prisa y sonrió bonachona ¡Mira nada más el aspecto que tienen! ¡Vengan, vengan! Arrímense una silla, les serviré de cenar.


Y se marchó a la cocina desde donde condujo dos platos calientes con sopa humeante de cebolla. Ron tomó asiento haciendo destacar su rudeza para sorprender a sus hermanos que en ese momento miraban sus escobas que dejaron junto al paragüero de la entrada. Ron miró alrededor.

¿Las chicas no han bajad
¡AHHG!los gemelos soltaron unas sonoras carcajadas, y no le respondieron a su hermano menor de inmediato; se tomaron el tiempo necesario en disfrutar el rostro que contrajo cuando la sopa quemó su lengua.

¡Cuidado, Ron!, ha estado más de la cuenta en el fuego
señaló la señora Weasley desde la cocina.

Se acaban de marchar apenas los vieron por la ventana. logró decir Fred con los ojos llorosos.

 

Andan muy raras
añadió George bajando las cejas y abotonando su chaqueta de piel de dragón.

Cuando estaban aquí hace un momento, parecían entusiasmadas
se extrañó Fred en voz baja, como esperando a que alguno aclarara su curiosidad.

Y no fue hasta que Ginny miró a la ventana, que

Harry sabía a dónde conducía todo aquello, así que cambió de tema drásticamente y les preguntó como seguían las ventas en su negocio de bromas en el Callejón Diagon. Platicaron durante un rato, y cuando hubieron llenado los estómagos, se despidieron de los gemelos y le dieron las buenas noches a la señora Weasley.

Después de lavarse los dientes y acarrear sus cosas escalera arriba, Harry y Ron llegaron a la buhardilla para finalmente descansar luego de la movilizada tarde. Desde la vieja trampilla, Harry miró el entorno del desván: estaba muy oscuro, había varios trastos en los rincones; jaulas viejas, cajas arrumbadas con fallidos productos Weasley, y un par de baúles en cuya superficies reposaban varias velas de diversos tamaños. Harry se acercó y agitó su varita: las ceras se encendieron iluminando suavemente el rincón en donde se encontraba una pequeña pero acolchada cama asediada de almohadillas y cobijas. No lo pensó dos segundos y se desplomó encima provocando que el frágil suelo de madera crujiera. Se quedó ahí unos momentos hasta que dio en cuenta de algo.

¿Y tú donde dormirás? le dirigió a Ron que estaba observándose el corte en el pantalón en un viejo espejo lleno de costras de polvo.

Ron miró tímidamente hacia un costado de la ventana, en donde había un escuálido saco de dormir enrollado y cubierto de pelusa. Harry se sintió egoísta.

Creo que voy a bañarme
dijo su amigo mientras comenzaba a despojarse el descosido pantalón y olía bajo su axila.

Ron se colocó en un punto del desván, en el que Harry, acostado, no podía verlo. Pero sabía que el pelirrojo en ese momento, debía estar completamente desnudo puesto que se escuchaba el ruido de ropas cayendo. De pronto, notó el calor que estaba haciendo. Sintió un leve cosquilleo en la entrepierna y sintió desafortunada su posición, por alguna extraña manera que no quiso indagar

Cuando su amigo salió a ducharse, Harry aprovechó en cambiarse. Se quitó el pantalón sucio que aventó en un rincón, y se quedó únicamente con aquellos calzoncillos azul eléctrico y con una holgada playera blanca que llevaba debajo. Dejó sus gafas sobre el baúl y luego se metió bajo las sábanas pensando fugazmente en lo que había sucedido en la mañana...

Minutos después, Ron volvió, y el pensamiento de Harry aún no había desaparecido de su mente alborotada. Seguía ahí, flotando como una snitch dorada y resplandeciente. Harry entornó los ojos, y a través de la luz de las velas, vio que el pelirrojo llevaba solo una toalla de lunares rojos atada a la cintura. Harry no pudo evitar observar su fibroso cuerpo. Unos delicados pectorales y unos perfectos abdominales formaban su torso rociado de gotas de agua que brillaban con la aterciopelada luz ámbar. Sus bíceps y tríceps eran suavemente abultados; su espalda era ancha y musculada con forma de reloj de arena. Sus piernas eran también fibrosas, y notaba como se contraían con cada paso que daba. Su piel se cubría de escaso vello, pero el poco que tenía se difuminaba de un tono castaño que estremeció a Harry
y, de pronto, se dio cuenta que se removía suavemente entre sus sábanas frotando sus piernas entre sí. ¿Qué le estaba pasando? Apretó los ojos para dejar de ver, pero volvía a abrirlos casi involuntariamente, y cada que lo hacía, una corriente se desbocaba desde su entrepierna hasta ocupar cada vena de su cuerpo.

 

Cuando Ron se giró, Harry cerró los ojos torpemente. Ron se puso nuevamente el bóxer y una delgada playera de tirantes, y se sentó en la cama para secarse la melena roja con la toalla. Harry sintió unas gotas salpicar en uno de sus pies asomados.

Puedes
dormir aquí también.

¿Qué? se extrañó Ron.

Ese saco de dormir te sacará salpullido o algo extraño... Podemos compartir la cama. continuó hablando con los ojos cerrados mientras se giraba dándole la espalda.

¿En serio?


le respondió éste pretendiendo sonar indiferente, pero a la vez se preguntaba qué diantres estaba haciendo; era como si alguien más estuviera hablando por él me puedo recorrer un poco, no suelo moverme mucho desde que ya no tengo pesadillas.

Ron sonrió como un bobo.

Si así lo quieres
dijo sin poder ocultar su entusiasmo. Se puso de pie, cerró la trampilla, le dio un soplido a las velas, y se derrumbó junto a Harry.


Harry sintió en su espalda la calidez de su cuerpo emanando debido a la reciente ducha caliente. Sentía un increíble magnetismo desde su nuca hasta el final de su espalda. Quería sentir el cuerpo de Ron pegado al suyo. Quería sentirlo, era incontenible; se sentía imantado a él. Apretó los dientes, y se movió casi imperceptiblemente, quizá un centímetro hacia atrás, esperanzado a que aquello bastara para quedar más juntos. Esperó unos minutos
Ron todavía no roncaba como era costumbre, eso podría significar que seguía tan despierto como él.

Afuera, la luna plateada había recorrido casi media ventana, y como Harry no se había atrevido a más, estaba a punto de quedar vencido bajo los efectos del sueño. Pero, de pronto, sintió como una mano cálida rodeó su hombro descubierto por las sábanas. Harry se estremeció; dejó salir un gemidito de sorpresa y permaneció inmóvil sin entender lo que acababa de pasar. Instantes después, sintió claramente como la caliente respiración de Ron chocaba en su nuca. Su aroma tan propio lo envolvió como una fragancia adormecedora; y como por reflejo, alzó la cabeza. Los labios de Ron rosaron su cuello. Un potente torrente helado le abrió brecha por todo el cuerpo como un relámpago, y se dio cuenta que estaba temblando, de tal manera que imposibilitaba tomar control sobre sí. Ron se acercó unos centímetros más, y sintió como sus labios le besaron bajo la oreja
Harry se sentía petrificado como bajo la maldición, al mismo tiempo que Ron respiraba nuevamente en su nuca. Su cálido aliento le abrazó las mejillas y Harry lo respiró.

Ron lo tomó suavemente por la cintura, por el borde de sus calzoncillos, y lo hizo darse la vuelta. Un instante después, se estaban mirando de frente. Los ojos de Harry brillaron de un verde resplandeciente por la luz nocturna que entraba por la ventana, y Ron se acercó a su mejor amigo tanto como nunca lo había hecho. Miró detenidamente en su rostro los varios rasguños del entrenamiento. Se acercó aún más, y desde ahí, olfateó sus labios
Exhalaban. Golpeaban su aroma contra los suyos. Ron no pudo aguantarlo; lo tenía allí como siempre lo había deseado desde sus sueños más secretos, desde la profundidad de sus sentimientos más reprimidos... después de tantos años sentía aquello florecer... revoloteando en su pecho sin detenerse. Finalmente confirmaba todo lo que sentía por él y no iba a desaprovechar la oportunidad de demostrarlo. Ron acercó su rostro lentamente, y juntó sus labios con los de Harry. Ensamblaban perfectamente. Cálidos y suaves se bañaron de la esencia del otro... El pelirrojo mantuvo sus labios unidos durante un largo rato, que pudieron haber sido minutos... sentía de parte de Harry cierta confusión, cierto temor, pero el pelinegro no lo rechazaba y juraba que sus labios habían comenzado a moverse junto con los suyos. Eso lo enloqueció.

 

Ron
dijo Harry débilmente, con una voz entre ronca y dulce.


Ron miró primero a sus ojos verdes como esmeraldas, y luego notó como la melena azabache de su amigo descendía tímidamente mirando hacia abajo, como hacia su vientre. Ron siguió con los ojos lo que Harry le señalaba, y nada más verlo, sonrió pícaro. Bajó la mano desde su cintura hasta su entre pierna, donde la posó encima de un gran bulto especialmente cálido y rígido que quería sobresalir bajo su bóxer. Sin que ambos dijeran nada, Ron comenzó a mover su mano encima de su ropa, y ésto provocó en Harry una exquisita sensación. No podía creer que Ron lo estuviera tocando.

El mago sintió algo similar a los viajes que hacia al sumergir la cara en el pensadero de Dumbledore; el suelo parecía desvanecerse, que flotaba, que se dejaba ir... luz, colores, texturas
Pero
todo era tan confuso, pero tan... extrañamente excitante, tan prohibido
su mejor amigo
el novio de Hermione...

Ron comenzó a frotarlo cada vez con más fuerza. Lo masajeaba y le daba cariñosos apretones que Harry agradecía con cada respiración cortada. Entre el ruido de sus bocas, un cálido ambiente los comenzó a confinar al interior de un cálido capullo que parecía girar en espiral y dispararse en todas direcciones.

Sin dejar de restregarse sobre el cuerpo de Harry, Ron se estiró para coger su varita encima del baúl , y tras agitarla, el bóxer de Harry se deslizó suavemente de sus piernas hasta caer fuera de la cama. Con su cálida mano, Ron rodeó el grueso pene de Harry; debía tener la perfecta longitud de unos diecisiete centímetros y estaba ligeramente húmedo. Esto provocó que Ron lo apretara dócilmente con los dedos, mientras que le friccionaba el pulgar para masajearle el glande.

¡Aaaahhh!... jadeó Harry observando el robusto brazo de Ron: grueso y de trazos que se marcaban con cada forcejeo. Miró sus pestañas rojizas, su cara tan cerca de la suya, sus labios mojados.

Ron hizo otro movimiento de varita y la playera de Harry se desgarró dejando expuesto su torso blanco. El pelirrojo se le puso encima haciendo sacudir su melena de fuego y le sostuvo de las muñecas. No se resistió ni un momento y comenzó a lamer sus rosados pezones mientras que su cabello acariciaba la barbilla de Harry que gemía descontrolado. Durante unos momentos, lo único que se escuchó en la buhardilla eran las succiones de los labios de Ron; Harry se sentía a punto de enloquecer.

 

AAAAHHH!... gimió Harry más fuerte, disfrutando la maravillosa mezcla cálida de la humedad de la boca de Ron y su fresco respirar sobre sus pezones. Sentía su cuerpo temblar de pies a cabeza bajo el suyo: volaba. Volaba más rápido que como lo hacía sobre su escoba; se sumergía en una plenitud y una excitación casi quiméricas

Pero

¡Qué pasa allí! Se escuchó una voz desde lo bajo de las escalerillas de la buhardilla.

Los dos chicos se estremecieron y se removieron con pavor entre las cobijas

Una cabeza se asomó desde la trampilla.

¡Lumus! dijo la señora Weasley con su vieja bata de dormir verde, y apuntó el dorado resplandor que salía de la punta de su varita hacia la cama donde Harry dormía plácidamente.

Molly miró a todos los rincones con el ceño apretado, y tras chasquear la boca, volvió a cerrar silenciosamente la puertecilla y comenzó a descender diciéndose algo en voz baja. Una vez que el ruido de su zapateo desapareció, Ron habló desde lo alto del techo sobándose una rodilla que se había golpeado con una viga. El chico estaba pendiendo boca abajo como si una fuerza invisible lo sostuviera desde uno de sus tobillos. Harry lo miró sonriendo con nervios y también con cierta culpabilidad

Hermione no sabe lo útil que resultan a veces los hechizos del llamado Príncipe Mestizo
resopló Ron que estaba poniéndose colorado debido a la presión.

Afortunadamente Harry no había olvidado el encantamiento Levicorpus. Era irónico que Hermione, quien tanto había detestado aquel libro de pociones, los hubiera sacado de un apuro más jugando a su desfavor.
















Tercera parte

Plateado radiante




A la mañana siguiente, unas nubes grises dispersas bajo el sol, creabancharcos de luz durazno sobre los montes verdes. Las gallinas cacareabanrevoltosas en el patio, los aleteos de palomas se escuchaban en los tejados, yun aroma a césped recién cortado y broza se paseaba por el comedor de LaMadriguera.

Todo allá afuera, resultaba de un matiz agradable
pero no sucedía lomismo ahí adentro. Durante el desayuno, mientras la señora Weasley cuchareabasu plato, miraba de izquierda a derecha los rostros alargados de los chicos enla mesa. Hermione había terminado su plato, y mientras leía el libro CriaturasMágicas Extintas del siglo pasado recargado en el cuenco de fruta, observabatambién con poquedad la calma y el silencio que reinaban. Ginny, con un puño apoyado en su cabeza inclinada, masticaba en silencio sin despegar los ojos de la mesa; Ron comía sus papas rellenas levantando los ojos de vez encuando; Harry ya había terminado con sus huevos fritos, y no sabía cómo opacaraquella situación tan incómoda.

La señora Weasley, de pronto despegó los labios, y Harry se sintióaliviado al principio, pero en cuanto escuchó lo que dijo, quiso que su platose convirtiera de pronto en un traslador:

 

Ayer en la noche, escuché unos
ruidos en el desván dijo contemplandoel rostro pecoso de su hijo menor, y luego a Harry, que alzó los hombroscomo autómata.

El gato, quizá
respondió Ron con simpleza, con la boca llena y lasorejas rojas.

Pero la señora Weasley no es de las madres que se dan por vencidas fácilmente cuando saben que algo se les escapa de las manos. Entornó los ojos como una comadreja sospechosa e insistió:

Subí a revisar que todo estuviera en orden, pero solo vi a Harry dijomientras limpiaba los restos de tostada sobre la mesa. ¿En dónde estabas aesas horas, Ron?

Harry pasó trago, y las aletas de la nariz se le dilataron.

Encontramos unos ratones hurgando las cajas de Fred y George. Las dosestaban llenas de ámpulas: debieron comerse algo de allí. Las atrapé y lasliberé en el jardín.

Molly hizo una cara como si fuera a escupir algo desagradable y le dio un excesivotrago a su jugo de calabaza.

¿Y papá? ¿porqué no ha bajado a desayunar? Ron sanjó el tema.

Tu padre desayunó muy temprano. Sigue con sus compañeros del ministerioa unas colinas de aquí. Fred y George han ido a ver
¡Esos muchachos! Cuando tupadre los vea espiando espero que les ordene venir de vuelta Estrujó suvestido y añadió esperanzada: Aahhh espero que todo salga bien
¿Ginny, a dóndevas?

Ya he terminado. Se excusó la chica que había hecho rechinar las patasde su silla, y se fue al salón, donde tomo de mala gana la revista Corazón deBruja, la cual comenzó a hojear con brusquedad.

Hermione cerró su libro de un seco porrazo, y lanzándoles fugacesmiradas de soslayo a los chicos, se retiró de la mesa y la acompañó. Momentosdespués, comenzaron a escucharse cuchicheos y risitas provenientes de las doscabezas pegadas que leían artículos especialmente ocupados de fotos de algunosatractivos magos que les guiñaban un ojo.

Ron volvió a mirar a Harry, pero éste le esquivó los verdes ojos otravez. Se frotó la cicatriz de la frente y se estiró para tomar una frutadel cuenco, como si esto lo excluyera de la situación.

¿Iremos a la colina a practicar? le preguntó Ron intentando elevar losánimos al tiempo que Harry le daba una ruidosa mordida a una jugosa manzana.

Harry lo miró brevemente, y únicamente asintió aunque no tenía muchasganas de ir. Pero con tal de evitar la tensión con las chicas en la casa, laidea de salir un rato a despejarse no le resultaba tan mal.

Desde lo sucedido en la noche, su amigo se había tornado con Ron másevasivo y mudo que nunca, incluso más que en cuarto grado durante el torneo delos tres magos. No tenía idea de cómo hacer cambiar ahora de enfoque lasituación que suponía, que para Harry, le habría resultado aún más incómodatratándose de su madre involucrada en el inconveniente en la buhardilla.

Cuando los chicos se pusieron de pie en marcha hacia las escaleras,Hermione les cerró el paso alzando la barbilla.

Y aquí va
suspiró Ron en un tono melodioso.

Hermione lo miró con ceño.

Chicos, he perdido mi libro de hechizos, el de pasta dura
¿lo habéisvisto por algún lado? dijo con el evidente rostro menoscabado, y añadió: Allítenía varios pergaminos con notas que necesito sobre el cuidado de criaturasmágicas

Hermione empezó Ron, ¿acaso tu cabeza está llena de torposoplos?dijo abriendo especialmente los ojos, como imitando a Luna Lovegood, ¿en seriocrees que nosotros tomaríamos un libro de estudio a estas alturas? El colegioterminó hace como

 

Dejó la frase en el aire. Harry vio que desde el salón, Ginny y su amigaintercambiaban una mirada cómplice.

Lo siento Hermione, no hemos visto tu libro cortó Harry. Pero sidamos con su paradero te lo diremos remató el chico que se hizo a un ladoempujando a Ron hacia el pie de las escaleras; el corazón le latía deprisa apesar de que sabía que Hermione no se atrevería a decir nada al respecto de suruptura, pero de todos modos, aquella pequeña mirada lo ponía de nervios.

Los dos amigos lograron zafarse de sus garras, y llegaron sanos y salvosa la buhardilla. Harry limpió sus gafas con la playera, mientras que Ron se echóen la cama con la mirada fija en el techo de teja. Desde ahí, tumbado, escuchóque Harry tomaba algo de entre sus cosas al lado de la cama, y luego se alejó haciala ventana.

El cabello oscuro como la noche de Harry, contrastó con la luz mañanera que irradiaba cruzando los cristales empolvados, y se sentó encima del baúl, dondecomenzó a abrir una caja de grajeas de todos los sabores de Bertie Bott. Ron locontempló con análisis mientras el chico se lanzaba las golosinas a la boca, con ansiedad, una tras otra.

Harry estaba tan disperso y sumido en su mente, que no se dio cuenta deque ya se había comido un par de grajeas amarillas con sabor a cera de oído,unas de ceniza de cigarro y otras tantas de sangre de rana.

No volverá a pasar
si es eso es lo que te tiene así soltó Ron depronto desde el rincón de la cama, quién vio que Harry, en el acto, se quedóquieto con una mano suspendida llena de grajeas.

Harry devolvió las golosinas a la caja y pasó trago.

Estoy de acuerdo acordó el mago asintiendo, sin despegar los ojos de la ventana. Yo
Hermione, tú

Al escuchar aquel nombre, Ron comprendió un poco más la actitud deHarry. Por supuesto que aún sentía algo por Hermione, pero nada se comparaba nise compararía jamás con lo que sentía desde hace mucho más tiempo por su mejoramigo. A parte de todo, Hermione se mantenía distante y fría desde que brindó sutotal apoyo a Ginny. Aquello hacía que lo que Ron sentía, fluyera con mayor facilidad.

Vamos a entrenar cortó Ron volviendo a la trampilla, y comenzó abajar, aprovechemos la luz del día.

Sin haberse movido todavía del baúl, Harry sintió como si una pesadaesfera metálica fría resbalara lentamente por su garganta. Su mirada fija a travésde la ventana, no se percató de que una tropa de gnomos intentaban cruzarnuevamente el seto del exuberante jardín.

Para cuando cruzaron las altas arboledas de la colina, el sol estaba yaun poco oculto tras más nubes oscuras que se avecinaban desde el sureste. Los chicos montaron en sus escobas y se pusieron a practicar sin perder un minuto.

Al principio, comenzaron a lanzarse pases con lavieja quaffle, y luego, en una de las ramas más altas que usaroncomo portería, se proyectaron tiros turnándose como guardianes.

Entre pase y pase, Ron intentaba identificar la mirada de Harry atrevesde sus redondas gafas que brillaban cuando entornaba la cara hacia el cielo. Enesos momentos, fue que deseó con todas sus fuerzas saber Legeremancia, para poder leer la mente como Snape, así hubiera tenido que pasar por todas esas tortuosas clases insoportables ypesadas en las mazmorras del colegio.

 

Entre tiempos aproximados de hora y hora, los dos amigos se daban el tiempo de tomar unpequeño descanso para reposar bajo una frondosa haya muy parecida a la queestaba cerca del lago en Hogwarts. En esos lapsos, Ron mantenía su distanciadejando respirar a Harry, mientras los dos probaban de los emparedados que laseñora Weasley les había preparado para su entrenamiento.

En una de esas ocasiones, se hizo una densa calma en el valle. El viento arreciaba y jugueteaba con la melena pelirroja de Ron, a través de la cual miraba por el rabillo del ojo a Harry tendido en el césped, sin que él se diera cuenta. Los pajarillos silbaban a las lejanías en el momento en el que Ron pasó trago. Harry recargaba su espalda en el viejo tronco;contemplando hacia el frente, sin observar nada en especial. Jadeaba decansancio, sudando su playera por la línea media del pecho. Su aspecto rudojuntando sus cejas, sus rodillas ensuciadas de tierra, sus codos arañados, supantalón de quidditch tan ajustado. Sus labios eran de un rojo intenso... casi tanto como el de los frutos de los arbustos que tenía a sus espaldas. Su piel lisa y suave, sus ojos verdes fijos que sin duda pensaban en algo. Ron no pudo evitar mover susojos azules hacia su entre pierna donde notó un ligero bulto amoldado entre unade sus piernas flexionadas. Harry volteó a verlo y Ron apartó la vista. Mientras el pelirrojo apretaba sus labios, se dio cuenta que su corazón latía con violencia, y no debido al cansancio, si no de

¿Vamos de nuevo? resopló Harry repuesto, y se puso de piede un salto. Devoró de un bocado el último emparedado y montó su escoba.

¡V-Vale! accedió Ron alcanzándole la marcha.

Estando ya en el aire, hicieron unos pases más, pero Harry mantenía su atención a los estragos del clima: echaba unaojeada de vez en cuando a su visión periférica. Sobre los cercanos montes, senotaba algo similar a una aurora boreal grisácea. La llovizna que lasnubes acarreaban consigo iban en dirección a las arboledas de la colina en donde estaban. El viento hacia susurrar la copa de los árboles como las olas del mar, y las aves comenzaban a refugiarse entre sus ramas.

¿No me digas que una llovizna te inquieta tanto? gritó Ron desde el otro extremo conun tono desafiante. Acababa de advertir la atención que Harry ledaba a los cúmulos negros en el horizonte. ¡Has jugado en peores condiciones! Hasta bajotormentas de nieve

En ese mismo momento, Harry miró con una sonrisa, cómo Ron lanzaba un fuerte aullido y se contorsionaba. La masa de aguahelada acababa de alcanzarlo por la espalda, y en cuestión de momentos, lacolina fue sorprendida por una cortina de lluvia que avanzó velozmente sobreellos.

Entre las gotas y las fuertes rachas de aire, Harry le devolvióel pase a Ron, que era rodeado por una especie de bruma debido a la fuerza de la lluvia golpeando su espalda. Ron apenas alcanzó la quaffle gracias a que pudo devolverla haciasus brazos con una habilidosa patada, y regresó el pase a Harry, a quién casi se le resbala de las manos. Los dos permanecieron en juego,aunque Harry notaba que Ron, no se quejaba por mero orgullo. No fuehasta que la llovizna se transformó en un fuerte aguacero, al grado de que yano escuchaban ni siquiera sus gritos, que decidió dejar de torturarlo, y ladeóun brazo. Ambos descendieron en zigzag y se atajaron bajo el haya.

 

Jadeaban.

¡Mataría por un chocolate humeante y un plato de tartas de melaza!codició Ron apoyando su barredora en el tronco, y puso sus palmas en lasrodillas.

Harry se recargó en el tronco, temblando, parpadeando repetidamente a tráves delas gafas por las gotas que le escurrían por los parpados. Rodeó sus propios brazosy agachó la mirada.

Harry
Ron se acercó ¿tanto frío tienes? murmuró procurando sonarcasual.

Harry tiritó y no respondió.

Ron sintió como la piel se le erizó. Aquella imagen le inspiró una alarmante ternura. Hace unos momentos, durante el entrenamiento, su amigo se miraba tan macho y rudo; tan capaz. Ahora parecía unpequeño niño indefenso, resguardándose, como si necesitara de alguien más para sentirse seguro y a salvo.

Con una sensación en el pecho, Ron se acercó lentamente, escuchando como su corazón golpeaba sus costillas. Sentía aquel impulso de rodearlo con sus brazos y protegerlo de frío
plegarlo sobre el árbol y tenerlo muy cerca... pero, Harryse agachó para levantar su escoba y dijo:

Vamos, me has antojado el chocolate caliente.

Ron torció los labios, tomó su barredora, y corrió tras él cuesta abajo.

Faltaba muy poco para que llegaran a La Madriguera, y ambos empapados,solo se miraban de forma periférica. Ron no sabía que decir, o de qué hablar. No sabía si hablar de Ginny, de Hermione, o de cualquier otra cosa... y lo único que salía de la boca de Harry era el ruido de sus dientes castañeando. Ron deseó con tantas fuerzas que la confianza que se tenían fuera la misma de antes.

Unos pasos más adelante, se desviaron para cruzar los extensossembradíos de trigo. Un pequeño atajo que les ahorraba unos minutos de trayecto. Mientras los dos tiritaban sin decirse nada, el viento hacia susurrar las espigas que se meneaban con el viento creando ondas majestuosas. Ron había juntado valor, y estuvo a punto de romper el silencio, pero un fuerte ruido tras él lo interrumpió... Harry había resbalado sobre un barrizal que lo había embadurnado delodo hasta las rodillas. Ron lo contempló unos instantes, y...

Jajajajajajaja... rompió a reír sin poder contenerse.

Desde el suelo, Harry lo miró apretando los labios. Ron, sin terminar de desternillarse, se acercó, recogió su escoba y luego le extendió una mano a su amigo.

¡Vamos, de pie!

Harry la tomó
se observaron a los ojos un par de segundos
y
lo jaló sorpresivamente haciéndolo caer junto con él sobre elbarrizal. Ron arqueó las cejas sorprendido, mudo, sin poder creérselo. Se quedó unos segundos ahí tumbado, observándose el pantalón arruinado y Harry carcajeando a su lado.

¡Ya verás! Ron se le abalanzó encima. ¡¿Cómo te atreves?! Deberás quedar máscubierto de lodo que yo
lo amenazó a carcajadas con una espiga seca de trigo pegada a los labios que le daba un aire gracioso.

Harry rió también sin importarle ya lo empapados y enlodados queestaban, e hizo rodar a Ron de espaldas. Ron lo tomó con fuerza de los brazos,lo balanceó y ahora fue él quien quedó encima.

 

Rieron forcejeando, mirándose a los ojos entre espigas doradas, gotasde agua y sus rostros manchados. Gradualmente, dejaron de hacer esfuerzo pero sindespegar sus miradas del otro... Llegaron a un punto en el que, sin darse cuenta,estaban completamente callados y exhaustos, simplemente mirándose de un modofamiliar
uno que ya había experimentado la noche anterior.

Ron se acercó poco a poco hacia el cuerpo inmóvil de Harry, que emanaba cierto temor
Harry jadeo casi imperceptiblemente; Ron sintió su calientealiento golpear su nariz y aprovechó para juntar su mejilla helada contra lasuya de un movimiento que resulto ser casi violento debido al impulso. El pelirrojo sintió claramente la respiración entrecortada de Harry en suoído izquierdo, y sin poder contenerse, besó su cuello con una extremadulzura y suavidad.

Harry se erizó de pies a cabeza; apretó y relajó los puños. Intentó retirar a Ron de encima, pero este se mantenía aferrado. Elpelirrojo lo detuvo por las mejillas y lo miró un instante más, directo a susojos verdes. Se acercó y volvió a besarlo en el mismo lugar del cuello, pero con unalentitud que le costó a Harry estremecerse como un loco.

Te... ¿te gu-gusta? preguntó Ron a la vez que volvía a besar su cuello tibio que temblaba.

Harry oprimió los ojos e intentó reprimir su respiración agitada.

Su-suéltame, Ron.

Pero Ron no escuchaba.

M-Me gusta como hueles...

Ante aquellas palabras, Harry tembló como una débil rama tentada por el viento, y fue inevitable poder aguantar aquel largo suspiro que desembocó en el cabello de Ron.

Ron tomó a Harry de las mejillas, se acercó con paciencia, y lo besó arriba de su labio cálido y carnoso. Luego, besó su nariz que estaba helada, misma que frotó lentamente con la suya.

Harry volvió a estremecerse. Sus ojos brillaron, tan vivos, tan profundos... y aunque procuraban escapar de la vista de Ron, era imposible evitar sentir aquello...

Poco a poco, Ron se acercó a sus labios. Lo volvió a tomar de las mejillas y los lamió lenta y discretamente. Las mejillas de Harry estaban rosadas; era tan ardiente aquello que sentía en su interior. El poder de las vivas brazas de fuego, parecían consumirlo con un sentimiento irresistible...

Ron volvió a lamer sus labios, tomándose el tiempo de saborearlos, como si fueran suyos, de su propiedad. Comprobó que eso le gustaba a Harry porque comenzó a sentir cómo algo cálido en su entrepierna seensanchaba con fuerza y crecía bajo sus pantalones apretados.

El pelinegro se sonrojó al descubrir que Ron lo había notado, yladeó su cabeza hacia los sembradíos que continuaban susurrando con el viento y la lluvia.

Ambos ya no sentían frío. El tener sus cuerpos juntos los habíahecho entrar en un agradable calor.

Con su lengua caliente, Ron lamió ágilmente su cuello, y Harry gimió deuna forma muy evidente y casi graciosa. Ron le sonrió con picardía mientrasllevaba su mano al bolsillo, pero...

¡Expelliarmus! dijo Harry ruborizado, y la varita de Ron salió botada hasta unas plantas lejanas.

Ron gruñó cariñosamente. No podía creerlo. Entre la cara de severidad yconfusión de Harry, notó su disposición...

Pero Harry se le volvió adelantar. Meneó su varita hacia las muñecas deRon, y dijo:

¡Incarcerous!

 

¡Aggg! gruñó Ron sin poder creerlo.

Unas cuerdas ataron al pelirrojo de manos, dejándolo sin poder sostenersesobre Harry, por lo cual rodó a su costado. Las orejas de Ron se pusieroncoloradas, y Harry sintió como su corazón bombeaba sangre por todos losestratos de su cuerpo. Sentía como si un gancho tirara de su pecho, una adrenalina, unmiedo, una excitación tan desbocada y prohibida

Harry se puso encima de Ron y contempló su rostro rociado de lluvia. Descendió tímidamente la vista hacia su pecho, su abdomen... su pantalón dechandal. Un enorme y pesado bulto se le marcaba y Harry no pudo evitarcontenerse un segundo: le puso su mano encima y comenzó a frotarlo.

Ron puso momentáneamente los ojos en blanco. La caricia de Harry tanatrevida, tan directa... no podía creerlo, no podía ser cierto... lo excitaba tanto. Harry comenzó a frotarlo con tal morbo. Lo acariciaba de arriba abajo, lo abrazaba con su puño
el tacto de cada uno de sus dedos era mágico
parecía irreal de que aquello estuviera pasando

La lluvia había aminorado un poco, aunque los relámpagos refulgían yretumbaban encima de ellos como un fuerte derrumbe amenazante.

Harry se detuvo provocándole un sentimiento a Ron. Peroéste se dio cuenta que no se había echado para atrás. Harry le alzó la playera eintrodujo su cabeza húmeda. Sus húmedos y calientes labios comenzaron a besar su abdomen. Ron los sentía en lugares que jamás creyó hubieran llegado a tocar. Harry subiólentamente por su torso y mordisqueó uno de sus delicados pezones. A la vez que, con sus manos, le acarició los hombros redondos, sus fuertes brazos que sentía contraídos y el pecho quese le tensaba tan duro como una piedra.

Ron gimió sin intimidación alguna. Sabía que el sonido de laspequeñas gotas y el viento sobre los sembradíos, ocultarían lo que estabasucediendo allí.

Ahhhhh
Harry

Pero el pelinegro, de pronto se detuvo y observó a su mejor amigo. Respiraba por la boca, en pausas. Le retiró sus manos de encima, y Ron descifró su duda, y su miedo. Por un instante, creyó que nada más sucedería, que Harry se pondría de pie, y se marcharían: que jamás podría ser... pero...

Harry acercó sus manos y comenzó a desabrochar sus pantalones. Ron sintió un fuerte escalofrío y no podía terminar de creerlo. El pelinegro terminó de quitárselos y los lanzó lejos. Volvió su mirada a Ron y contempló sus ajustados bóxersnaranjas ligeramente húmedos.

Ron estaba excitado. Que Harry lo estuviera contemplando así, lo mataba por dentro: lo deshacía. Sentía que ardía. Su ropa interior hacía explícita su excitación y su deseo incontrolable. Nada podía ocultarse ahora y Harry no le quitaba la vista de encima.

Vio claramente como Harry pasó trago, y descendió hacia su entrepierna. Sintió su aliento cálido encima, y, Harry sin poder contenerse un segundo, comenzó lamer tímidamente su miembro por encima de la tela... Ron gimió; sentía como los labios de Harry conseguían que se engrosara cada vez más, se ensanchara hasta su máximo esplendor, hasta que incluso la tela comenzó a lastimar.

Ron suplicaba
se contorsionaba, sus manos atadas hacían chirriar ytensar las cuerdas. Sentía la calidez de la boca de Harry entre sus piernas; uncosquilleo y un escalofrío helado bailaban en el centro de su cuerpo.

 

Harry puso su boca en la cima del bulto, el cual se dispuso a chupar cada vez conapetito y menos vergüenza. Sorbía encima de la tela, desde el torneado y grueso glande hastarecorrerlo todo. Ya plenamente humedecido por su lengua, lo despojó de sus bóxers.El gran miembro de su amigo, botó fluctuando hipnóticamente tras golpear suabdomen con poderío. Harry lo contempló boquiabierto. Debía medir alrededor deveintidós centímetros, y desde su lecho, Ron sonrió con orgullo, comoimaginando la sorpresa que Harry se estaría llevando en ese mismo momento. Eraancho, pesado y en la base tenía algunos vellos castaños arremolinados y húmedos por la lluvia.

Sin dudar, Harry intentó meterse todo aquel miembro en la boca. No loconsiguió, pero saboreaba todo lo que podía con deleite. Lo tomó con ambas manos y se dispusolamerlo, ávido y sin detenerse. El pene de Ron, desprendía un suaveolor varonil que terminó de enloquecer a Harry aún más. Tanto así, que intentótragarlo con más voracidad, con más frenetismo, aunque consiguiera accidentalesarcadas cada que le rozaba la garganta.

H-Harry
AHHH, HARRY, nadie
m-me había hecho
hecho-esto-nunca.

Ron se sintió en la gloria. De su mente se esfumaron todos sus mayoresdeseos los cuales ya no añoraban más que a Harry. Sus temores ya tampoco leimportaban. Desde ser un campeón profesional de quidditch, hasta lamirada severa de Hermione cruzada de brazos, se habían ido totalmente.

Quiso tomar el despeinado cabello mojado de Harry para empujarse máshacia dentro de su caliente boca, pero estaba atado por el encantamiento, yaquella frustración hacía aflorarlo todo a un extremo más alto.

¡AAAAAHHHH, HARRY! gimió Ron con voz quebrada que no podía con laimagen tan intensa de Harry engullendo su miembro de esa forma; con una mezclade dificultad, timidez y sed desmedida. M-Me encanta como lo haces
AAAHHH
aaahhhh
sigue
¡AAAHHHHH!

Sin despegar la boca de su pene, Harry toco la base con su mano, y sintiendoel sudado suave vello púbico castaño, le masajeó los testículos suavemente. Harry lamia sumiembro como hambriento; lo engullía, saboreaba cada centímetro. De vez encuando, con su lengua recogía el suave y cálido líquido pre-seminal que goteabadelicadamente por su duro glande. Se lo comía entero; se ahogaba, pero lodisfrutaba. Mientras lo hacía, sentía sus mejillas ardiendo, y hasta la delicada lluvia y lasplantas que los rodeaban parecían haber desaparecido. Solo eran ellos dos, lalluvia, y sus aromas mezclados

Harry dejó el miembro de Ron enteramente mojado y palpitando en su puñocual no podía alcanzar a cerrar debido a su grosor.

Quiero
el pelirrojo alzó el cuello para poder escuchar bien lo queHarry intentaba decir
sentirte
dentro de mí

Ron casi perdió la cabeza; se cubrió los ojos con los puños atados ygimió tras escuchar su petición. Parecía serque aquellas altivas y ardientes palabras no habían salido de la boca de Harry.Ron jamás había creído llegar a escucharlo decirle eso, ni siquiera en sussueños más desesperados.

Con el rostro aún más sonrojado, Harry movió la varita para romper el hechizo en las muñecas, y Ron, porfin liberado, no pudo esperar más. Tomó a Harry de los hombros y tumbó al otro lado: justo encima de unossuaves plantíos secos y doblados donde comenzó a comérselo con un besoapasionado. Le acarició con los labios, le mordisqueó cariñosamente, y luego introdujo su lengua cálida dejando que ambas semovieran en vaivenes armónicos. Después, sin perder contacto visual, comenzó a quitarle las zapatillas, la playera, y le sacó el ajustado y suciopantalón de quiddich. Luego, con sus poderosos brazos, Ron lotrepó encima de sus musculadas piernas, de manera que Harry quedó sentadoencima de su mojado pene. En esos instantes, lo único que los libraba deuna penetración, era el delgadísimo bóxer de Harry, que estaba completamente húmedo.

 

Se miraron un momento. Los ojos azules de Ron temblaban pero veían conclaridad como las pupilas de Harry se dilataban a través de sus gafas moteadasde agua. El moreno mantenía sus labios entreabiertos como si estuviera a puntode gemir.

Ron comenzó a moverse de manera que le restregaba su cálido y duro miembrohúmedo encima del calzoncillo de su mejor amigo.

¡R-RON! Aaahhh Harry gemía; no le importaba que lo hiciera tan fuerte,de hecho ni le importaba que los escucharan. Sentía una dicha y un gozo indescriptibles.

El pelirrojo no podía aguantar más; se detuvo un momento, acostó a Harrybajo de él. Tomó su bóxer con ambas manos y lo desgarró con fuerza. Volvió atreparlo sin problemas encima de él y ambos sintieron ese contacto

Ron comenzó a empujar poco a poco su miembro contra Harry. Se lo repasaba con jugueteo, precavidamente, rozándolo con tacto... hasta que,junto con un enérgico grito, logró deslizar parte de su grueso glande dentrode él
Harry sintió una extravagante mezcla de dolor y gozo indescriptible. Entre sus jadeos, poseído por el placer, separó los labios con lascejas juntas.

AAAH
¡m-más, R-Ron!

El mago de cabello negro, casi chilló cuando Ron le introdujo toda la extensiónde su miembro de un fuerte movimiento. La melena roja comenzó a agitársele bruscamente con el movimiento de su cadera. Gemía, jadeaba, y con la fuerza desu mano mantenía la cabeza de Harry tan cerca para compartirle de su aliento que terminaba en sus pulmones.

Harry se sentía tan de Ron; se entregaba a él de forma tan natural, tanambiciosa. Lo sentía propio, y parecía que se habían fundido en uno.

Aaaaahh
¡MÁS! Harry le suplicaba mirando sus ojos azul acero. Ambosrostros encendidos gemían sin parar, entrecortadamente, contagiándose del otro.

Harry apretaba fuertemente a Ron, y éste lo comenzó a balancear adelantey atrás provocando el ruido del chocar de sus cuerpos.

El sudor y las gotas de lluvia que para ese entonces ya sehabían mezclado sobre sus cuerpos, provocaban que los vaivenes sedeslizaran con más suavidad y rudeza. Sintiéndose insaciable, Harry rodeó la cinturade su amigo con las piernas y la apretó contra sí para que entrara hastalo más profundo de su cuerpo.

El pelirrojo se tomó un momento; lo beso tiernamente mientras su manoderecha lo masturbaba salvajemente
luego continuó embistiéndolo. Sentía uncalor tan deleitable, uno tan plácido y dulce que sabía que pertenecía alinterior de Harry. Sentía que lo mojaba por dentro, que lo llenaba de él mismo,que su propia esencia por tanto tiempo guardada se disolvía con la suya.

 

Como un flash, le vino la breve imagen de su primer encuentro en laestación y el vagón del expreso de Hogwarts. Desde donde comenzó a gestarse unindescriptible sentimiento mutuo que estaba por llegar a su cúspide más alta

¡AHHHHH, AHHH! jadeaba Harry con cada arremetida. Disfrutaba tanto dever a Ron erguido contra su cuerpo follándolo con esa arrogancia, con eseaspecto tan macho y desconocido.

V-Voy a llegar
rugió Ron.

Harry asintió y volvió a besarlo. Sin dejar de gemir, acarició sus mojados cabellos de fuegoque, sobre su frente, asemejaban hermosas pinceladas de óleo. No demoró muchocuando Harry sintió como su interior abría brecha repetidamente a una disparadacalidez exquisita.

¡AHH, AHHHHHHH, HARRY!

Ron lo embestía gimiendo fuera de sí. De forma más salvaje, sin control,sin detenerse. Su cadera chocaba furiosamente contra Harry. Sacaba su anchomiembro hasta el glande y lo volvía a introducir con tal fuerza que provocabaque todo ese líquido caliente se escurriera esparciéndose entre los dos.

Casi en el acto, Harry percibió unas nunca experimentadas contraccionespor cada músculo de su cuerpo. Sintió como si un cubito de hielo se deslizarapor su espalda
entonces también terminó lanzando unos potentes chorroscalientes que le dispararon sobre el pecho y su delgado abdomen delineado.

Sin dejar de arremeterle su pene con furia, Ron pasó su lengua por elrocío blanco en el ombligo de Harry; éste pudo apreciar como cada poro delresto de su cuerpo se erizaba de una forma maravillosa y desconocida.

Ron fue bajando el ritmo lentamente mientras llevaba sus labios alcuello de Harry, justo bajo el lóbulo de su oreja. Harry comenzó a respirar yexhalar larga y remisamente
temblando de pies a cabeza.

A pesar del viento febril que se hacía entre los altos sembradíosdorados, ambos sintieron una calidez extraordinaria
Notaron que el contacto desu cálida esencia con el otro, purificaba sus cuerpos de una manera casiinexplicable
Sellaron con un profundo beso en los labios, y los dos se dejaroncaer exhaustos sobre las matas dobladas y suaves, jadeando pausadamente...pero con una tórrida sonrisa que nadie podría borrarles de la cara. No podíancreer el placer que acababan de descubrir y disfrutar
Sabían muy bien quenunca olvidarían ese momento tan especial e inesperado.

Las nubes oscuras seguían colgando del cielo, pero ahora solo eran unpar de gotas las que caían de vez en cuando sobre algunas hojarascas.

Con ojos soñadores, los dos contemplaron en ese momento los neurálgicos relámpagos que en las alturas se retorcían de un plateado radiante. De algunamanera habían parecido acentuar y marcar su encuentro para cerrarlo con brochede oro. Era como si el mundo y las fuerzas de la naturaleza celebraran suunión.

Ron comprobó sin dejar lugar a dudas, el sentimiento tan fuerte quesentía por su mejor amigo. Harry acababa de descubrir lo que llevaba guardadodentro de sí durante tanto tiempo

El pelirrojo, tumbado de espaldas, con un brazo en la frente, llenando ysacando el fresco aire de campo en sus pulmones, miró a Harry que estabasonriendo en una posición similar, y le dijo:

En definitiva
suspiró ...ha sido lo mejor que me ha pasado.

Harry sonrió, satisfecho.

Dímelo a mí
no dijo más, pero su rostro y su expresión lo hicieron por él.

 

Ambos rieron agotados, sin poderse dejar de observar al rostro con unosojos serenos y brillantes.

El libro de hechizos
de Hermione, lo tengo yo confesó Ron momentosdespués. Ante la mirada atónita de Harry, su amigo añadió: quería repasar unascosas para ocasiones como esta. Pero una vez más, creo que has estudiado unpoco mejor que yo
y se abalanzó sobre Harry, quién pasó un brazo sobre su cálidaespalda.

Y allí estaban
Harry completamente desnudo, Ron sólo con su playera;ambos tumbados en medio de los mojados campos de trigo, con el resto de lasropas y las escobas abandonadas a un lado.

Harry se alegró saber que todavía les quedaba un rato más para que ambospudieran volver con tranquilidad a La Madriguera sin que la señora Weasley sehubiera vuelto loca por su ausencia. Con una sonrisa, tomo a Ron de lasmejillas y le dio un tímido beso sobre su pecosa nariz.

Pequitas
le dijo Harry.

Ron, gruñendo como un gatito enfurruñado, se puso colorado y se venciósobre su hombro níveo y desnudo.








Capítulo 1

Un rugido en el cielo



Cuando Harry miró al cielo con la cara cubierta de barro, las nubes habían adquirido un color purpura intenso. Ya no estaba lloviendo. La noche estaba cayendo sobre sus cabezas, y ya faltaba muy poco para que llegaran a La Madriguera. El ambiente estaba calmado, pero los estragos de la naturaleza habían dejado un camino húmedo y resbaladizo. Durante el trayecto de vuelta, Harry estuvo dirigiéndole a Ron sonrisas nerviosas y esquivas, pero ninguno se atrevía a decir algo. En una ocasión, por distraerse observando el bello rostro de Harry, Ron casi perdió el equilibrio y se balanceó en el borde de un estanque lleno de ranas. Harry no pudo contenerse la risa.

El pelirrojo había tomado la iniciativa de cargar la escoba de Harry hasta justo antes de torcer por una serie de setos donde aparecía la angosta vereda directo a La Madriguera. Era el punto idóneo donde ambos consideraron hacer una llegada con normalidad, y Harry volvió a cargarla al hombro. Pero, cuando por fin acababan de enfilar el camino, detuvieron el paso en seco

La Madriguera se levantaba a lo lejos bajo los nubarrones amenazantes pero los dos advirtieron que algo había sucedido: La señora Weasley estaba gritando en medio del patio, rodeada de gallinas alborotadas y abrazando de lado a lado a Hermione y Ginny. Todas contemplaban a los alrededores y encima de los tejados de la casa. Desde donde estaban los dos, no podían comprender lo que decían los agudos gritos de la madre de Ron, así que tras mirarse un segundo, arrancaron el paso a toda velocidad.

¡Harry, Ron! Gracias al cielo
¿están bien? les preguntó la señora Weasley cuando hubieron aparecido entre la oscuridad. Examinó con detenimiento sus ropas manchadas de barro esperando no encontrar alguna señal de herida.

¿Qué ha pasado? preguntó Harry mirando también sobre la casa, como buscándole una explicación al trío de rostros desconcertados.

Especialmente pálidas, Hermione y Ginny se miraron; estaban tan asustadas que no pudieron decir nada, así que la señora Weasley habló con voz temblorosa:

 

E-En realidad no lo sabemos
estábamos escuchando la radio en el salón, cuando de pronto un fuerte estruendo sacudió la casa
¡FUE HORRIBLE!

Harry compartió una mirada con Ron.

¿Un temblor? inquirió Ron.

¡Si, si! Uno tras otro, como si
como si algo muy grande hubiera dado
fuertes pisadas respondió la señora Weasley pegando fuertemente su mano al pecho.

Hizo mucho aire empezó Ginny con calma, que parecía haber recobrado el habla las ventanas vibraron, como si hubiera una fuerte ventisca
pero yo noté por la ventana que esos árboles de allá estaban quietos. y señaló a unos diez metros donde un grupo de macizos se alzaban entre unos arbustos tupidos.

Gigantes
resopló Ron con aire incrédulo.

No
yo no veo nada hijo
apuntó la señora Weasley mirando con cuidado encima de La Madriguera, como si de verdad no quisiera ver nada. Pero de todos modos parecía preparada por si de pronto emergía una masa gigantesca llena de musgo por entre los tejados y a punto de gruñir.

No puede ser, ¿qué estarían haciendo en estos valles? apuró Ron. Debió tratarse de algo más...

Pero la señora Weasley no escuchaba.

¿No vieron a tu padre en el camino? ¡Cielos! ¿habrá pasado algo con las pruebas del ministerio? les dijo Molly afligida, juntando las manos bajo la barbilla.

Harry y Ron dejaron las escobas al lado de la puerta, y patrullaron la zona en torno a La Madriguera. Mientras, a metros de allí, Hermione apuntaba con la varita tras los árboles y la maleza. De pronto, todos dirigieron su atención hacia el cobertizo; unas escobas viejas y una serie de cajas repletas con objetos muggles se desparramaron con gran estrépito. La señora Weasley se cubrió la boca observando como Hermione envalentada, se acercaba aprisa y detuvo con un brazo a Ginny que iba dispuesta tras ella.

Todos contuvieron el aliento.

¡Homenum Revelio! pronunció la chica apuntando con la varita hacia la puerta oxidada.

No sucedió nada.

Poco a poco, todos relajaron los hombros, mientras alzaban la vista tras los pastizales; los campos de sembradío; los montes tenebrosos y encima de las copas quietas de los árboles. Cualquiera que fuera aquello que había provocado el breve terremoto y las descritas ventiscas, ya no estaba allí

Ya más tranquilos, los chicos se encaminaron al interior de la casa respaldados por la señora Weasley que los protegía como gallina a sus polluelos, y cerró la media puerta sin dejar de mirar con desconfianza hacia el sendero: donde la silueta del señor Weasley no se vislumbraba todavía. Lo primero que hizo al llegar al salón, fue echarle una mirada a la esfera del reloj de la familia imaginando lo peor, pero ninguna de las manecillas afortunadamente señalaban «Peligro de muerte».

¡Gracias al cielo! se alegró, y ya más serena, fue directo apagar la vieja radio, desde donde salía la voz de un mago de voz chistosa que comenzaba a dictar el clima. ¿Queréis un poco de chocolate caliente?

Me has leído la mente, madre
suspiró Ron dejándose vencer sobre el sillón del salón
dos por favor, Harry también quiere. y le sonrió al chico con los pantalones llenos de fango que se sentaba exhausto frente a él, a un costado de la chimenea.

 

Hermione y Ginny acababan de volver a subir a su cuarto conversando con calma. Ya no se sentía tanto la presión que habían viniendo ejerciendo sobre Harry; parecían estar más relajadas a pesar del reciente susto.

La señora Weasley les dejó un par de tasas humeantes y espumosas de chocolate sobre la mesa, y Harry tomó una y la sorbió mientras se hacía repetidas preguntas sobre lo que pudo haber sucedido
algo que, aparentemente a primera vista no tenía explicación.

Ron sorbió media taza, y comenzó a contarle a Harry sus teorías en referencia a los encantamientos defensivos que su padre probaba para el ministerio en las colinas.

Supongo que serán hechizos recientemente inventados; si no, no se habrían tomado tanta molestia luego hizo una mueca de reparo Mi padre no les confió nada ni siquiera a Fred y George. y con la voz más baja, aclaró
Pero escucharon que sus compañeros del ministerio dijeron que crearían encantamientos de barrera de un kilómetro a la redonda para probarlos en secreto

Harry entornó unos ojos especulativos.

Me sorprende que el Ministerio de Magia le ponga tanta atención y cuidado a los nuevos hechizos defensivos discutió Harry. Esto debieron hacerlo durante el auge de Voldemort, cuando todo mundo me creía un zafado y se corría más peligro; no ahora.

Lo mismo dijo Fred, pero de todos modos está bien, ¿no crees? nunca viene mal algún conjuro más efectivo
ya sabes, por si acaso.

¿El ministerio sabrá algo que el resto de la comunidad mágica todavía no? estudió Harry acercándose la taza a los labios.

Ron notó los bigotes de espuma que a Harry se le habían hecho alrededor de la boca en su último trago. Harry lo miró examinando aquellos ojos de análisis que se aproximaron. Ron tomó la servilleta de su platito y limpió delicadamente sus comisuras con suaves y cuidadosas caricias. Harry vio de cerca su cabellera roja sutilmente húmeda, y durante una fracción de segundo, recordó todo lo que había sucedido en el campo de trigo. Se sonrojó tanto que, distraídamente, casi derrama el chocolate que sostenía en la mano; no obstante, el resplandor de la chimenea dándole de lleno en la cara, lo disimuló perfectamente.

¡Chicos!

El pelirrojo dio un respingo y se apartó torpemente cuando escuchó el zapateo de su madre provenir de la cocina.

¡A dormir que ya es muy tarde! les ordenó al par, sin impedir una vez más, que sus ojos fueran a posarse al reloj de la familia.

A la mañana siguiente, Harry abrió los ojos y observó hacia la ventana de la buhardilla donde se pintaba el brioso clima que continuaba igual. El cielo estaba cubierto de algodones grises que impedían la entrada del sol. Una ligera corriente entraba por uno de los orificios de madera que arrastraba polvo y hacia juguetear las hojas de un pasado calendario amarillento que marcaba el mes de febrero.

Harry supo, que de no ser por el cálido cuerpo de Ron abrazándolo por la espalda, habría pasado frío durante toda la noche. Era extraño que de pronto el verano se hubiera tornado así

El chico que tenía a sus espaldas, profirió un delicado ronquido, y tras ello habló como entre sueños cosas que a Harry le provocaron mucha gracia:

 

Ara, arañas otra-vez ¡Oh no, no!
m-muchas, hay

Pero el sosiego que los rodeaba, no duró mucho porque Hedwig acababa de ulular en el pasillo de abajo indicando que alguien se acercaba
Harry pataleó y sacudió a Ron que continuaba quejándose de unas arañas peludas, y este despertó levantando el cuello con los ojos desenfocados.

Los pasos se acercaban.

¿Qué-que, qué? exclamó desorientado mientras se cubría con las cobijas hasta el pecho desnudo.

Viene alguien. le respondió su amigo al otro lado de la cama con un pie dentro de un pantalón limpio, mientras daba brincos para enfundar la otra pierna.

Cuando escuchó lo que dijo Harry, su cabellera roja dio un brinco. Tomó el empolvado saco de dormir al lado de la ventana, se envolvió en él como una gran babosa gigante, y, se tumbó en el suelo justo a la vez que la trampilla se abría y se asomaba la bondadosa y alegre cara rechonchona de la señora Weasley.

Harry, Ron, aquí tienen sus toallas limpias les indicó a la vez que las apilaba junto a un cesto al costado de la puertecilla. Harry, cielo, creo que Hedwig necesita salir a respirar aire puro, la noto muy inquieta
¡Mira nada más! ¡RON! ¡Ya levántate, ve la hora que es!le terminó de apurar mientras descendía de nuevo la escalerilla y antes de que cerrara la trampilla, el ululato de Hedwig pareció protestar como apoyado la dada idea.

A Harry le latía el corazón de prisa, y claramente pudo escuchar el suspiro de alivio de su mejor amigo tumbado en el suelo.

Debemos tener más cuidado, Harry
dijo Ron con voz pringosa.

Ya vestidos, los chicos bajaron de la buhardilla. Harry sacó de la jaula a la desesperada Hedwig, y la liberó en la ventana para que saliera a estirar las alas. Cuando llegaban al rellano de las escaleras del segundo piso, se encontraron a Hermione y Ginny quienes estaban riendo en complicidad tras una gran carta desdoblada. La carta debía ser dirigida para alguna de ellas, o eso supuso Harry, porque, en silencio, la leían con premura y agitación.

Cuando las chicas escucharon sus pisadas crujiendo en el suelo de traviesa, Ginny evitó cruzar la mirada con Harry, como de costumbre.


mira la fecha: la carta tuvo un gran retraso. La lechuza se veía un poco despistada
decía Hermione.

Los chicos pasaron muy junto a ellas.

¡Es de Dean Thomas! anunció Hermione ante la mirada de abstracción de los dos, luego, dirigiéndose especialmente a Harry, añadió ¡Le ha dicho a Ginny cosas tan monas!

A él le pareció que Hermione lo miraba con suspicacia, pero era imposible que ella supiera que de pronto sus entrañas se habían puesto a bailar la conga. Esforzándose por no cambiar la expresión y por hablar con un tono lo más indiferente posible, preguntó:

¿Qué dice el buen Thomas?

Hermione intercambió una compinche mirada con la pelirroja.

Pues, empezó sin despegar una mano de la carta ha sido un grande detalle, le ha escrito desde Francia. Le ha pedido a Ginny que la visite para su próximo cumpleaños que se celebrará en grande

¿Quiere regresar con ella? los interrumpió de pronto Ron uniendo su roja melena a la conversación; él tampoco parecía dar crédito sus oídos, pero disfrutaba la noticia con la misma sensación que Harry: por fin podrían librarse de las pequeñas garras hastiosas de Ginny, quién hasta ahora, después de varias semanas de su ruptura con Harry, parecía no haberla aceptado aún.

 

No lo sé. Pero me ha parecido un buen inicio. respondió Hermione que tomó del brazo a su amiga, y descendieron las escaleras con aire decidido.

¿Será una de sus tácticas? se cuestionó Ron en voz baja una vez se alejaron, mientras, Harry las seguía con la mirada por los escalones en zigzag.

No lo sé. Pero de ser real, sería un buen paso

Ron se giró para mirar a Harry de frente.

¿Estás bien?

Estoy muy bien. Realmente espero de corazón que así sea, y que por muy doloroso que me resulte aceptarlo, ya no siento lo mismo por ella. Espero pronto volverla ver sonreír, o que al menos me mire.

Ron lo contempló con una mezcla de comprensión y gracia.

¿De qué te ríes?

Ron sonrió acompañado de su típica risa de bobo.

Le he quitado el novio a mi hermana
canturreó débilmente y descendió las escaleras con aire triunfal: meneando los codos como parodiando un chistoso baile.

A Harry le pareció oír que canturreaba en voz baja el viejo tema: «A Weasley vamos a coronar», detalle que se le hizo especialmente gracioso.

Durante el transcurso del desayuno, en la mesa se estuvo comentando sobre lo sucedido a noche. El cuarteto de chicos pusieron al tanto a Fred y George en un momento, quienes al final no habían podido espiar a su padre durante las pruebas, y optaron por ir a preparar un pedido especial al callejón Diagon. La señora Weasley acababa de contarles también, que Arthur pasó por La Madriguera ya muy tarde; no le dijo nada antes de volver a Londres por pendientes de trabajo. Pero debido a la tranquilidad con la que se marchó, supuso que todo estaba bien. Entre el tema de la noche de ayer, Hermione no tardó en dar su opinión que pareció haber estudiado durante toda la noche:

Debió haber sido un reacomodo de las rocas y placas debajo del valle
dijo sorbiendo su jugo de calabaza, sin darle mayor importancia.

Ron la miró no muy persuadido mordisqueando la tostada de Ginny.

Ya, pero, dijeron que fueron más bien como pisadas de algo grande ¿no? y buscó apoyo en su madre, quién había descrito los ruidos.

La señora Weasley no decía nada, abrazaba con la dos manos su taza de café como perdida en sus propias conjeturas.

Sí, pero todos lo vimos: no había nada allá afuera opinó Hermione que terminó su bocado de huevo frito y estiró un brazo para tomar el periódico El Profeta de esa mañana, y que acababan de terminar de leer Fred y George.

Nada importante se adelantó George abandonando sus copos de avena con leche . Le han dado gran importancia en casi todas las páginas a una nueva y rara especie de dragón encontrada en Rusia

Ron se asomó con interés tras los hombros de la castaña, ilusionado en ver alguna fotografía reveladora de aquella nueva criatura. Hermione sintió su respiración sobre su regazo, y se giró con ceño. Éste se dio cuenta, y se apartó un poco. Esto pareció ofenderla porque zarandeó el periódico con un mohín en la boca. Quién no notó lo que había sucedido con sus mejores amigos, fue Harry, porque se había distraído al ver que un coche negro del ministerio se abría paso entre un grupo de gallinas que estaban picoteando, y aparcó con velocidad frente al cobertizo.

 

La señora Weasley atendió también, y limpiando sus manos en el delantal, se acercó a la puerta. Todos vieron como el señor Weasley, con su vieja capa verde de viaje, salía del auto, y casi corriendo se dirigía a La Madriguera. Se miraron unos a otros y se arrimaron en la entrada.

Una vez en el marco de la puerta, Weasley padre se quitó el sombrero de copa y mostró su alopecia; aún así, el poco cabello rojo que tenía, era igual de intenso que el de sus hijos. La señora Weasley abrió la media puerta y lo dejó entrar. Apenas se abrió paso entre los amontonados chicos, soltó de un grito:

¡DRAGONES!

Todos dieron un sobresalto. Harry compartió una rápida mirada azorada con todos, y Ginny dejó su pera suspendida a la altura de su mejilla con los labios entreabiertos.

¡UNA NUBE DE
DRAGONES! Vuelan
decía con dificultad, jadeando y tan pálido como sus hijos ahora
ahora mismo sobre el pueblo de Ottery Saint Catchpole!

¿QUÉ? la señora Weasley dejó salir un gritito ahogado cubriéndose la boca con ambas manos.

No hay tiempo, no sabemos qué pasa, todo se ha salido de control
nadie se explica
algunas de las criaturas mágicas se han
prosiguió el señor Weasley que no se quitaba la capa de viaje, como si no planeara quedarse ni un momento más.

Hace unas horas recibimos una carta de Rumania. Los dragones han migrado
casi todos los del continente

¿MIGRADO? ¿CÓMO ES ESO POSIBLE? se exaltó Molly.

No lo sabemos. Todos los dragones de Europa
se están esparciendo por todos los bosques y las montañas pobladas
las migraciones comenzaron a suceder la noche de ayer. Hace un rato, un grupo del Departamento de Control de Criaturas Mágicas, fueron a tres poblados para intentar detenerlos, pero es imposible. Es un caos
han tenido que borrar memorias. Cientos y cientos de muggles los han visto sobre ellos

En esos momentos, se hizo un silencio: escucharon el chillido de cientos y cientos de aves que volaban en ese preciso instante sobre el valle. Eran decenas de miles que parecía que huían de algo que provenía del suroeste
Ginny se acercó discretamente a Harry, pero Harry distraídamente se paró junto a Ron.

No hay tiempo. prosiguió el señor Weasley ignorando el rostro absorto de todos. Fred y George se acercaron más a su padre que no dejaba de hablar Guarden todo lo esencial en su equipaje, no podemos quedarno

Pero no pudo terminar de hablar; un fuerte estruendo acababa de sacudir la casa, justo encima de sus cabezas. Y afuera, vieron claramente como las gallinas salían botando como si sólo fueran bolas de algodón; el largo césped del patio trasero se sacudía como ondas de mar, y un gran rugido ensordeció el valle.

¡ARTHUR! Exclamó Kingsley Shacklebolt asomando la cabeza morena desde el interior auto del ministerio. Tenía los ojos muy abiertos que le descollaban del rostro contraído.

Lo primero que Harry hizo por impulso cuando todos corrían despavoridos fuera de la casa, fue palpar brevemente la mano de Ron, y luego fueron avanzaron hacia el patio desde donde vieron la impactante imagen que casi los deja petrificados a todos. Un gran dragón había intentado posar sus gigantes y afiladas garras sobre las tejas del ático de la casa. Era el más grande que Harry había visto nunca; sobrepasaría fácilmente las seis toneladas. Tenía unas profundas y brillantes escamas gris metálico y sus grandes ojos en vertical como de gato, eran rojos como la sangre. Aleteaba con violencia creando sombra con sus enormes alas negras con las que levantaba polvo, ramas y piedras.

 

Todos pusieron sus varitas en ristre cuando el dragón arrojó un gran rugido al cielo.

Un Ironbelly Ucraniano
casi sin aliento, recitaron los gemelos al unísono.

Ron apuntó su varita valientemente al dragón y avanzó dos pasos, pero Hermione se la descendió por la punta.

Sólo lo irritará más
apenas terminó de decir, la chica ahogó un grito protegiéndose la cara con los brazos, y corrió tras el auto del ministerio junto con Ginny y Kingley, donde se resguardaron de los escombros que comenzaron a caer desde las alturas de la casa.

En ese momento, el letrero clavado que recitaba «La Madriguera», se había arrancado del suelo y pasaba volando sobre el toldo.

Cuando todos se alejaron contemplando la macabra imagen del gigantesco dragón destrozando la parte alta de La Madriguera, no dieron crédito con lo que vieron a continuación en el cielo. Tras la negra parvada ya lejana de aves despavoridas, unos treinta dragones o más de diferentes especies volaban sobre el valle oscurecido por las nubes, y algunos comenzaron a descender entre las colinas y árboles cercanos.

Se escuchó un fuerte ruido de cristales estallando.

El gigante Irobelly Ucraniano, acababa de destruir el auto del ministerio con una sola pisada: todos pudieron ver como Kingsley saltaba junto con las chicas a un lado de la senda de hierba librándose por los pelos. La señora Weasley lanzó un chillido.

¡TODOS TOMEN SUS MANOS! exclamó el señor Weasley desde el otro extremo, mientras que con su capa se cubría del polvo. Todos corrieron hacia los tres tumbados en la hojarasca de la senda ¡VAMOS TODOS A LONDRES, AL CALDERO CHORREANTE!

Todos se amontonaron en un círculo.

Hermione tosía por el polvo y se ponía en pie con la ayuda de Kingsley; Ginny tenía ramitas en el cabello y estaba como fuera de sí; Fred y George decían algo en voz alta que nadie entendió por el ruido de destrozos, y Arthur apretó especialmente la mano de Molly.

¿Qué estaba sucediendo?

Harry pudo ver por un breve momento la cara de horror de la señora Weasley presenciando la destrucción de su casa. Se le retorcieron las entrañas de ver la expresión desorientada y asustada de Ron. La cara de confusión y miedo que se sembraba en Hermione, Ginny, Fred y George, le hicieron recordar que no las había vuelto a ver desde hace dos años, cuando la última noche de Voldemort
y justo cuando el gigante dragón rugía macabra y estruendosamente batiendo sus descarnadas alas encima de ellos, se escuchó un fuerte estampido y todos desaparecieron.













Capítulo 2

De vuelta al

Caldero Chorreante





Lo primero que Harry escuchó cuando aparecieron, fue el grito de Hermione, ruidos de claxon y motores de auto. Todos aparecieron en medio de la arteria Charing Cross, justo detrás de una caravana de automóviles paralizada por el cruce peatonal de la próxima esquina.

 

Hermione había tropezado con el carrito de la compra de una mujer muy mayor y cayó de espaldas tras uno de los autos que estaban aparcados. Ginny, quien estaba más cerca a ella, fue a ayudarle a ponerse de pie mientras que el resto contemplaba con pasmo a la anciana que los había visto aparecer ante sus pequeños ojos incrédulos. Los apergaminados labios de la mujer temblaron mientras sus latas de vegetales rodaban por el pavimento entorno a sus zapatillas de estampado escocés.

¡Confundus! le apuntó discretamente el señor Weasley con la varita, y todos se despejaron de su camino.

Harry y Hermione le ayudaron a levantar las bolsas de comida congelada, guisantes en conserva y fruta que tenían a sus pies para devolvérselas al carrito. La mujer les sonrió con cariño y tranquilamente continuó su camino por el arcén.

Harry alcanzó a Ron en la acera de enfrente mientras todos se reunían a fuera del Caldero Chorreante sin decir una palabra. Los dos amigos únicamente se miraron mientras Ron le enderezaba las gafas. El señor Weasley tanteó rápidamente con la mirada a cada uno para comprobar que todos estaban completos; no en número, si no en extremidades corporales. Mientras Ginny era palmeada por una mano de su madre para sacarle el polvo de la ropa, Harry se abrió paso entre Kingsley y Fred y rompió el silencio con el rostro nublado de tierra:

¿Están todos bien?

Hermione y los gemelos asintieron con debilidad, pero los demás seguían estupefactos. Ginny parecía desfallecida.

¡¿Qué diablos está pasando Arthur?! aulló Molly de pronto con suma confusión, e igual que todos, echaba precarias miradas al cielo, que, aunque no estaba tan borrascoso como en el valle, estaba encharcado de profundos nubarrones aquí y allá. El clima era mucho más templado y hacía un viento terrible.

El señor Weasley se paró a su lado para tomarle del hombro sin decir nada. Suspiró con impasividad ante los ojos muy abiertos de todos y sacudió lo que pudo a su pantalón.

Será mejor que entremos, rápido se adelantó Kingsley que al parecer ni siquiera había advertido que su túnica estaba hecha una ruina.

Harry miró con aprensión el entorno de las calles y las tiendas que estaban a los laterales del Caldero Chorreante: la gran librería de a un lado y la abarrotada tienda de música del otro. Todo parecía en calma en Londres. La gente caminaba despreocupada mirando por los aparadores; los coches transitaban con prudencia; no había señal de que el mundo supiera que una nube de dragones viajaba volando encima del continente en ese mismo momento. Hasta ahora, todo indicaba que los encargados de borrar memorias en aquellos poblados muggles, habían hecho bien su trabajo.

Cuando todos entraron en fila al oscuro bar, una musiquita suave estaba emitiendo desde una vieja radio tras el mostrador. Un hombre jorobado esperaba a que le sirvieran su trago en compañía de dos brujas jóvenes que reían con elegancia. Unos ancianos estaban sentados en un rincón turnándose en fumar una larga pipa, y al fondo, un hombre bajito de cabello grasiento y largo, hablaba con el viejo cantinero, Tom. El suave murmullo de las charlas se detuvo cuando ellos entraron. El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y sumido en un silencio expectante.

 

Válgame Dios alardeó el cantinero bajando el volumen a la radio con la varita cuando vio aquel rostro entre el río de cabezas. Harry Potter... todo un honor. No creí volverlo a ver por aquí

Tom lo saludó con voz orgullosa como con la intención de presumir a sus clientes de que en diversas ocasiones, el famoso Harry Potter ya había visitado su bar. Terminó inmediatamente de bruñir una botella con un trapo que se volvió a echar al hombro, y se acercó al montón de gente que se arremolinaba entorno al joven mago. El calvo hombre, esbozando una enorme sonrisa, les dio la bienvenida con los brazos extendidos.

Bienvenidos sean todos ustedes. Adelante, Harry, adelante le asintió jovialmente. Cualquier amigo tuyo, recibirá gratis el primer trago ofreció el tabernero blandiendo una mano. Al parecer no se había dado cuenta del rostro en el que todos estaban sumidos.

Molly se adosó al hombro de Ginny y avanzó lentamente con Arthur a su lado. El resto de los chicos estaban solo mirando el afónico establecimiento. Todo indicaba que no sólo en el mundo muggle se ignoraba del nuevo suceso, si no que la noticia tampoco había llegado al mundo mágico todavía. El secreto de la existencia de la comunidad mágica estaba en grave riesgo de ser descubierta, y todos estaban allí, tan tranquilos. Eso inquietó a Harry. Todo era muy reciente, y eso indicaba furtivamente que cualquier nuevo caos podría desatarse en cualquier momento.

Siempre quise conocerte en persona. Estamos orgullosos, Harry, muy orgullosos de todo lo que has hecho...

Harry no se dio cuenta que acababa de ser rodeado por varios de los clientes.

Encantado, Harry, no podría decirte cuanto. Me llamo Albert Spinnet.

El hombre de la joroba, solo contempló a Harry dirigiéndole un leve movimiento de cabeza.

Harry no sabía qué decir o que hacer ante situaciones como esa. Desde que había llegado a La Madriguera, hace dos meses, su vida se había tornado sumamente tranquila al dejar de ser asediado y perseguido por la gente, los fotógrafos y los periodistas para artículos del El Profeta y otras revistas informáticas. Ahora más que nunca, valoraba la casa de los Weasley que por tantas veces lo había acogido. En esos momentos, no era ya más que un montón de escombros.

Charles Pucey, Harry. No puedo creer que al fin te tenga en frente.

Pero Harry solo asentía a todos con educación, comenzó a avanzar sin detenerse junto con la familia Weasley, Kingsley y Hermione. Cuando por fin hubieron librado las presentaciones y halagos, Harry y Ron alcanzaron a refugiarse en la mesa más apartada del centro del bar, mientras que el resto se quedó conversando con Tom, cerca de la barra.

Harry acercó una silla y se dejó caer con aire abstraído. Y Ron, alumbrando por la llama bailarina de la vela sobre la mesa, le compuso una delicada sonrisa lastimera.

¿Estás bien?

Harry apretó las mandíbulas mirando a Ron con mucha pena.

¿Y tú? Acaban de perder su
bueno. También era como mi casa. Entiendo cómo se han de sentir

Ron apoyó un antebrazo en la mesa agachando su melena roja, luego, inclinó su rostro hacia Harry con los ojos húmedos. Harry sintió como si una mano invisible le hubiera estrujado el corazón, y lentamente tomó su mano que temblaba bajo el tablón. Ron la apretaba con fuerza cuando a través de su hombro, Harry vio que Hermione se acercaba con Ginny, y éste lo soltó rápidamente.

 

Pediremos unas habitaciones dijo Hermione con el rostro inexpresivo. Tienen varias disponibles, tenemos suerte.

¿Ustedes están bien? volvió a preguntar Harry, aunque la pregunta la había hecho especialmente por Ginny que no se movía.

Hermione no dijo nada y ciñó a la pelirroja entre sus brazos. Estaba muy callada, con los labios casi tan blancos como la cera.

En ese momento, Harry pudo ver como Kingsley se dirigía hacia la salida del bar, desde donde le asintió una vez y desapareció tras la puerta mugrienta que mostró la calle con brevedad.

Kingsley irá con un grupo del Departamento de Control de Criaturas a La Madriguera, para
rescatar lo que puedan
dijo Hermione y luego miró a Ginny de soslayo Ginny se ha dejado la varita

Harry intentó mirar a la chica, pero esta estaba abrazando a Hermione de manera que no sabía si le correspondía. Sabía lo doloroso que era. Él mismo había roto su varita en la visita que hicieron en Godric Hollow, hace unos años. Era como si tu mano perdiera una extensión propia, una muy necesaria.

Yo me he dejado el Desiluminador de Dumbledore declaró Ron secando los ojos con la playera. Es que
¡¿Q-Qué rayos pasa?!

Sin mover la cabeza, los cuatro se miraron unos a otros.

Tu padre no dice nada aportó Hermione sobando un brazo a Ginny. Pero no porque no quiera decírnoslo, si no porque en realidad no lo sabe. Kingsley insinuó que ni siquiera el ministerio tiene la nimia idea de lo que está sucediendo

Pero
Ron alzó la voz ¿cómo han sido capaces esos muggles de verlos? ¿Qué no se supone que

Es obvio que al Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas se les ha salido de control. Por alguna forma se han tenido que romper los encantamientos de ocultamiento como para que los dragones migraran, y comenzaran a moverse a libertad

¿Pero cómo? preguntó Harry sumamente sorprendido.

Hermione negó débilmente con la cabeza.

Si esto sólo ha sucedido en Europa, la Confederación Internacional de Magos sancionará gravemente al ministerio local de cada uno de los países que lo componen

Ante las miradas enredadas de los chicos, Hermione les explicó:

Cada organismo de gobierno mágico es responsable del ocultamiento, cuidado y control de todas las bestias, seres y espíritus de naturaleza mágica que habiten en los límites de su territorio. Si cualquiera de esas criaturas causara daño a la comunidad muggle o se mostrara ante ella, el organismo mágico gubernamental de esa nación deberá someterse a las sanciones que decida la Confederación Internacional de Magos
resopló sobándose la frente Lo que no puedo comprender es: cómo es que todo se les salió de control, a la vez, justamente en toda Europa

¿Cómo sabes todo eso Hermione? le dirigió Ron con una mezcla de admiración y fastidio.

Hermione suspiró con languidez.

 

Eh estado muy involucrada con el tema del trato de las criaturas mágicas

¿Te refieres a los elfos domésticos? Sí, eso lo sabemos muy bien dijo Ron cansinamente. Aquella interrupción no pareció haber llegado a los oídos de Hermione.


y he pensado que quizá, después de haber terminado el séptimo curso en Hogwarts con buenos honores, podría ejercer mis conocimientos en el ministerio en ese departamento.

El cuarteto se dio cuenta que en ese momento, Fred, George, el señor y la señora Weasley se acaparaban al círculo con calma.

Deberemos pasar unas cuantas noches aquí
les anunció Molly con los ojos lagrimosos y rodeando con un brazo a Ron y a Ginny.

Fred y George se agazapaban en la sombra de un pilar con el rostro desencajado.

Madre, insistimos. Nosotros podríamos ofrecerles un cuarto, arriba de nuestra tienda
brindó George mientras su hermano lo tomaba por el hombro asintiendoPero solo habría cupo para dos...

El pisito no es tan grande que digamos completó Fred.

No importa, no importa, tesoros
les agradecemos mucho esta consideración, pero ya nos las apañaremos les tranquilizó la señora Weasley intentando sonar despreocupada, pero le salía terriblemente mal. Ustedes ya tendrán muchos pendientes y quehaceres en la tienda...

El señor Weasley estaba muy distante, sin ver a nadie ni a nada en especial. Pero en su rostro se evidenciaba una enorme frustración que terminó por expresar con un arrebato:

Me siento inútil aquí prorrumpió juntando sus manos donde sostenía su sombrero de copa apachurrado y polvoriento y comenzó a pasearse de la mesa al pilar. Deberé ir con Kingsley al ministerio e intentar enterarme de algo. Cualquier novedad que llegue la obtendré de primera mano.

Molly hizo sonar ruidosamente su nariz y movió a Ginny para colocarse frente a su marido.

Él mismo te ha recomendado quedarte limpió su nariz con una servilleta. Les
les avisará a todos lo que ha pasado con nuestra casa, entenderán que estás con tu familia

Dos manos más podrían ser de gran ayuda
le dio un beso en la frente a su mujer, y sin soltarla de los brazos, le dirigió una mirada a todos apenas me entere de cualquier cosa, les enviaré una lechuza de inmediato
lo prometo.

Ten mucho cuidado. Añadió la señora Weasley sin menor remedio.

El señor Weasley únicamente asintió con los labios alargados, y tras un fuerte estruendo, desapareció de la taberna.

Durante los próximos cinco minutos, hubo un silencio que lo envolvió todo en una espiral horrenda. La señora Weasley fijaba la vista en la llama de la vela y no fue hasta que Tom, el cantinero se acercó carraspeando con las llaves para mostrarles sus habitaciones. El desdentado hombre los condujo a todos por un estrecho pasadizo que salía del bar. Llegaron a una pequeña antesala, y de allí, tomaron una elegante escalera de madera que subía a las estancias.

Ponerse cómodos. Si necesitan algo, cualquier cosa; no duden en pedirlo.

Gracias, Tom le agradeció Molly cuando recibió las llaves.

El dueño del bar hizo una reverencia haciendo remarcar el surco de sus arrugas y se marchó.

Ocuparemos tres habitaciones. Harry, Ron ocuparán la 11 les dirigió la señora Weasley a los chicos entregándoles su llave. Ginny y Hermione en la 12, y tu padre y yo estaremos en la 16.

 

Todos fueron a descansar.

Ginny, Fred y George se había ido a hacerle compañía a su madre mientras que Harry, Ron y Hermione, se juntaron en la habitación número 11. Harry, ya había ocupado precisamente aquella estancia en una ocasión, poco antes de cursar el tercer año en Hogwarts después de inflar a su tía, y muy poco era lo que había cambiado. Dentro había una gran cama de aspecto muy cómodo, algunos muebles de roble con mucho barniz, y apenas entraron, un fuego se encendió crepitando alegremente detrás de un distinguido diván. A pesar de todo, la acogedora habitación terminó por hundirlos en un apacible ambiente.

Por lo pronto no les diré nada a mis padres
comentó Hermione mientras se rendía en el diván
al menos hasta saber que pasa realmente. No quiero arruinarles las vacaciones que tanto estuvieron planeando.

Harry se sentó al lado de Ron al pie de la cama. Apenas podía creer que acaban de abandonar La Madriguera y que ahora estaban en Londres, hospedados en el Caldero Chorreante tras una terrible invasión de bestias lanza llamas.

El segundo Ironbelly Ucraniano que vemos en menos de tres años
examinó Ron Charlie me llegó hablar de ellos, pero
este en especial era más grande que el que custodiaba la bóveda de Bellatrix. ¿No creen? Ron dejó caer su espalda en la cama¡Nuestra casa
demonios!

Tuvimos suerte
dijo Hermione con tono lúgubre sin parpadear, con la vista fija en el fuego.

Hubo un largo silencio. Y Ron, aún tumbado contemplando el techo, les detalló lo que acababa de recordar:

Charlie
me contó que a finales de 1700, una de esas bestias se llevó volando entre las garras a un viejo velero que navegaba en el Mar Negro
dijo con profundo aire apesadumbrado.

Harry memoró la aterradora imagen de grandes alas y garras sanguinarias poco antes de que se desaparecieran; pero su recuerdo fue afortunadamente borrado por un aleteo blanco que se posó en la ventana que dibujaba un paisaje cada vez más ceniciento y ventoso.

¡Hedwig! la lechuza picoteó el vidrio, y Harry se levantó de un salto para abrirle. Eres muy inteligente

La lechuza, blanca como la nieve, entró volando directo al baúl frente a la cama. Entonces, Harry se dio cuenta de que el ave tenía las plumas muy alborotadas; unas cuantas estaban del revés. Sus redondos ojos se movían de un lado al otro.

Está herida susurró Harry agachando la cabeza. Hermione y Ron se enderezaron hacia él. Miren, le pasó algo en el ala

Hedwig estaba temblando; cuando Harry le tocó el ala, la lechuza dio un respingo y se le erizaron las plumas, como si se inflaran, y miró a su amo con reproche. Los ojos no los mantenía quietos.

Debió encontrarse con algún dragón en su camino de vuelta a La Madriguera
sugirió Ron.

Hermione permaneció reflexiva.

Al menos no parece tan grave como en la ocasión que fue interceptada por Umbridge recordó Harry.

No creo que se haya tratado del ataque de un dragón; no hubiera sobrevivido
opinó Hermione mirar, más que herida parece desorientada y asustada entornó los ojos y liberó un ruidoso suspiro. Las lechuzas han estado muy raras, ¿no creen? La carta de Dean Thomas a Ginny llegó retrasada y la lechuza estaba muy extraña

 

Hedwig estaba muy ansiosa también
coincidió Harry.

La parvada de aves que sobrevolaron el valle
les recordó Hermione. Algo me dice que esto tiene relación con todo lo que está pasando con los dragones

Hubo un largo silencio en el que únicamente miraron a Hedwig, como si de pronto ella fuera a revelarles una pista.

Iré por un té dijo finalmente Hermione caminando hacia la puerta y mirando a Ron de forma compasiva. El pelirrojo le asintió forzando una sonrisa. Quizá después dé un paseo con Ginny por el Callejón Diagon
para despejarnos un rato.

Iré con ustedes se unió Harry. Necesito comida y una nueva jaula para Hedwig
dijo acariciando a su lechuza que acababa de posar en su hombro.

Hermione abandonó la estancia. Se escucharon sus pasos alejándose por el pasillo de madera vieja. Entonces, Ron, sin esperar un segundo más, se acercó a Harry. Hubo un movimiento, un breve suspiro, un pequeño ulular exaltado
Harry se sorprendió un segundo más tarde cuando sintió que los labios de Ron estaban encima de los suyos. Lo estaba tomando firmemente de las mejillas y le estaba articulando un profundo beso.

Sus labios calientes, el aroma de su cabello tan de él
Harry sintió como Ron se lo comía y lo saboreaba con delicadeza. Con exquisitez, con premura, como si sus labios se trataran de un fino dulce inacabable.

Al igual que las lágrimas que se arrullaron en sus pestañas carmesíes, el pelirrojo parecía haber estado conteniendo su gesto hasta que hubieran quedado a solas. Ron se apartó un centímetro de Harry contemplándolo con las cejas caídas.

Si te hubiera pasado algo a ti
dijo con voz ahogada no sé que hubiera hecho...

Harry sintió media docena de pixies revoloteando en su estómago. Y entonces, sonriendo, le tomó fuertemente del cuello para adosarlo y continuar aquel beso que le reconfortó por al menos el resto de la fría mañana. Lo único que se escuchaba en la habitación 11 en ese momento, era el crepitar del fuego en la chimenea, el sonido de sus labios acariciándose y el débil ulular de Hedwig todavía sobre su regazo. No les importó en lo más mínimo que al menos alguien hubiera descubierto su pequeño secreto.






Capítulo 3

Las Esferas de

Admonerstense





Aquella tarde cuando Harry bajó al bardespués de darse una revitalizante ducha, se encontró a Ron, Fred y Georgeinmersos en una ávida conversación. Los gemelos habían ido a atender unospendientes en su tienda, pero apenas hace un rato habían vuelto para acompañarlosa comer. Poco después, Hermione se les unió negando con su cabellera castaña.

No está muy bien todavía. Ginny dice que se quedará con ella. Así que
suspiró mientras tomaba un banco comamos algo.

Todos se sentaron frente a la barra. Tom les sirvió un humeante consoméde carne con hogazas de pan de centeno en rebanadas para acompañar.

La muchacha estaba callada al principio, y no tardó en exteriorizar larazón; estaba muy encolerizada desde medio día cuando presenció como un clientedel bar trató peor que a una rata a su elfina doméstica que lo acompañaba. Lesrelató la larga y nada fructífera discusión que entabló con el hombre que alfinal terminó siendo echado por el propio tabernero ya que estaba ahuyentandosu clientela.

 

¡Es muy indignante! Sería heróico que alguien se atreviera a estableceruna ley de protección a los elfos domésticos de una vez por todas.

Pero nadie se atrevió a discutir el tema, ya que Hermione mordía su pancon arrebato. Ron cambió de dirección la plática. Les preguntó a sus hermanossi no se habían enterado en el Callejón Diagon de algo más sobre los dragonesmigrantes; estos simplemente negaron con la cabeza. Opinaron que estaban casiseguros que el ministerio querría mantener en secreto aquel accidente. Hermionecreyó muy factible aquella teoría, porque así, no se expondrían a los reclamosde la comunidad mágica, que además de acarrearles quejas, podría desatar unataque de pánico en cadena.

La cuestión es
¿abrán podido controlarlo? se planteó Fred con airepensativo. Aviation Questions and Answers

Tal parece que están tan ocupados que ni nuestro propio padre se haasomado por la chimenea observó George a la vez que se vertía el cuenco de suestofado directo a la boca.

Cuando todos terminaron de comer, Fred dejó caer una alforja de galeonessobre la barra y se la ofreció a Harry para que se las pudiera apañar mientrasrecuperaba sus cosas de La Madriguera. Harry lo rechazó. Les dijo que mejor loguardaran para pagar el hospedaje del Caldero Chorreante de los primeros díascon el motivo de apoyar a sus padres. Ron les preguntó a sus hermanos con muchoasombro cómo es que les iba tan bien como para que no echaran en falta unabolsa llena de galeones de oro. George dio un prolongado sorbo a su ron degrosella y lo miró con una mezcla de distinción y gozo.

Sacamos una buena cantidad por un enorme pedido de Sombreros acéfalosFred apoyó a su hermano dándole una célebre palmada en la espalda. Se hanvuelto cada vez más demandados desde aquella repartición a la beneficencia dela navidad pasada.

Hermione les terminaba de felicitar el gran gesto de humanidad, cuandoHarry se levantó para recoger las sobras de carne de los platos. Ron y sushermanos continuaron charlando un rato más sobre sus negocios, antes de que fuerahora de volver a ocuparse en su atareado trabajo.

Después de despedir a los gemelos en el patio trasero del bar, loschicos subieron al piso de las estancias. Caminaban tranquilamente frente a lanúmero 16, cuando escucharon por casualidad como la señora Weasleycontinuaba llorando. En ese momento, Ginny los sorprendió por la espaldaadhiriendo una oreja a la puerta. Llevaba las manos ocupadas por una charola deté y empanadas de calabaza.

Lleva así más de dos horas
les dijo acongojada. Habló con Charliepor los polvos flu hace un rato, pero al parecer eso la sensibilizótodavía más

¿Han llegado noticias de papá? se apresuró Ron hurtando dosempanadas.

Ginny le hizo un gesto con las cejas, y abrió la puerta haciendo por unmomento más sonoro el llanto de la señora Weasley.

No. Si llega algo y se enteran antes, decírmelo y desapareció juntocon el chasquido de la puerta.

¡Deja de comer así, Ronald! le reprochó Hermione mientras volvía haciala escalinata con decisión.

 

¿Qué dices? Necesito tener más energías. Este cuerpo que ves no essencillo de mantener presumió Ron con aires de suficiencia.

Hermione simplemente hizo una mueca y ladeó la mano con menosprecio.Desde el barandal les dijo que volvía en un rato y se marchó sin voltear atrás.Harry y Ron se encaminaron a su habitación para verificar la evolución de Hedwig.

¿A dónde crees que irá con tanta prisa a estas horas? examinó Ron concuriosidad. Es capaz de transportar medio Flourish y Blotts hasta el bar contal de distraerse con lectura ligera.

Harry reía por lo bajo mientras abrían la puerta. La lechuza estabadurmiendo encima del dosel de la cama, embutiendo su pequeña cabeza bajo unala. Así que, mientras Harry sacaba de su bolsillo el puñado de trocitos decarne en una servilleta para dejarle alimento, Ron fue a buscar su varita alcajón. Hedwig parecía tranquila, ni siquiera se movió un poco.Harry le dio una breve caricia y volvieron a salir con calma.

Cuando cruzaron frente a la puerta de la señora Weasley, se dieroncuenta que su gimoteo no había cesado.

Pobre de Ginny. Cuando mamá empieza, no hay quién la detenga.

Un piso más abajo, los chicos se escabulleron rápidamente del bar queacababa de ser abarrotado por un generoso grupo de magos extranjeros yafortunadamente Harry no fue detectado. Caminaron directo al pequeño patiotrasero mientras Ron preparaba la varita para abrir la pared de ladrillos queconecta con el Callejón Diagon. Una vez allí, se sorprendieron al dar cuentaque la pared estaba abierta en pleno. Delante suyo contemplaban un pasajeabovedado que llevaba directo a la famosa calle con adoquines, serpenteandohasta quedar fuera de la vista. Magos y brujas abarrotaban sus tiendas y establecimientosde todo tipo de artículos mágicos.

Ron miraba al callejón con ojos entusiastas a la vez que Harrychasqueaba la boca tras de sí.

Hermione dijo esta mañana que iríamos con ella... no nos avisó quevendría

Mejor para nosotros apuró Ron con una sonrisita mientras se adentrabapor el pasaje y se perdía entre la gente de picudos sombreros y túnicas.¡Vamos por un helado! ¡Yo invito! propuso el pelirrojo, y Harry fue sonriendotras él.

Pero Ron se desapareció entre el mar de gente, y mientras Harry movíalos ojos de un lado al otro, se dio cuenta que el Callejón Diagon había vueltoa ser el de antes. Las tiendas habían vuelto a abrir; los cristales de losescaparates brillaban otra vez con el alegre reflejo de la gente mirando através de ellos. Escobas voladoras de última generación expuestas en las lunas,entre ellas la nueva «Relámpago Fulminante» con limitadas existencias. Un suaveulular procedía del sombrío emporio de lechuzas; Harry vio como unos niñossalían de allí cargando jaulas nuevas con un par de lechuzas pardas de ojosalertas. Tiendas de ropa; otras de uniformes, sombreros, artículos encantados y de animales mágicos. Había una nueva florería que exponía en un curioso carritode madera sus nuevos rododendros cantarines para toda ocasión. Se juntaba unalegre calor entre las apretujadas calles, mientras que encima de las tejas ylos constreñidos edificios de los negocios, se difuminaba una débil luz pálidaproveniente del cielo encapotado. A pesar de ello, la gente parecía despreocupadahaciendo sus compras con normalidad. Harry pensó que quizá lo sucedido con losdragones no había pasado a mayores y esperaba que pronto confirmaran aquellanoticia por el propio señor Weasley.

 

Abriéndose paso entre unas brujas regordetas que regateaban el precio dela jardinera de rododendros para ocasión de boda, vio que desde la próximatienda, justo en frente de la tienda de túnicas, donde antiguamente estaba laheladería de Florean Fortescue, Ron lo esperaba con los brazos atrás. Se mostrómuy sonriente apenas verlo aparecer

¡Sorpresa! Ron le extendía lo que tenía en la mano entrecubierta porun pañuelo de terciopelo. Era una esfera de cristal transparente del tamaño de unapelota de golf. Ron tuvo cuidado de no tocarla hasta que el propio Harry lohubiera hecho.

Gracias
pero
es
¿una recordadora? preguntó Harry irresoluto,sosteniéndola ante sus gafas. Era más pequeña que aquel artefacto que Nevillellevó a Hogwarts en una ocasión, pues la apariencia era muy similar; ladiferencia era que ésta era rodeada por una delgada línea plateada y otradorada, entrecruzadas en algún punto.

Son esferas de Admonerstense le respondió éste conuna mueca de retozo Mira
¡piensa en algo, en lo que sea!

Harry se quedó quieto sin poder aguantar una pequeña sonrisa de emoción.No tenía la más mínima idea de lo que pasaría, ni para qué servía. Lo primeroque se le vino a la mente, fue el banco de Gringotts que estaba justo a lasespaldas de Ron; luego vio una serie de feas caras con narices largas y dientesafilados pertenecientes a los duendes que ahí trabajan. Parpadeó dos vecesfrente a la esfera, pero seguía completamente transparente y sin hacer nada.Harry elevó los hombros mirando al pelirrojo, quién cada vez estaba másemocionado.

Bien
ahora
dio un paso adelante y se le acercó al oído con disimuloPiensa
piensa en mí. Imagina que
que me extrañas. Tienes que sentirlo.

Harry se sonrojó súbitamente, y tras una breve vacilada le hizo caso: seconcentró cerrando los ojos. Casi medio minuto más tarde, la esfera de cristalse inundó de un humo verde esmeralda intenso que se arremolinó con furia en suinterior. Harry se asombró y Ron sonrió con satisfacción ante el efectologrado.

Eso es lo que hace. Pero
esa no es la tuya. Es ésta le mostró la otramano, donde tenía una esfera de cristal idéntica que le intercambió. La diferenciaera que aquella desde un principio, ya se henchía en un vapor azul acero. Harrysupo lo que significaba y eso no promovió en nada que sus mejillas recobraransu tono natural.

¿Dónde
? ¿Cómo las has conseguido?

Ron se enderezó y enarcó las cejas.

Fred y George me debían un pago por una pequeña comisión. Los contactécon un buen cliente hace un mes. Hace un rato que me las mostraron no meinteresaban, pero una vez me explicaron lo que hacían
Simpáticas, ¿verdad?

¡Mucho! dijo Harry echándole un nuevo vistazo antes de envolverla enel pañuelo de seda.

Son objetos muy raros y nuevos
Verás, un cliente les pagó con ellas acambio de un pedido de Surtidos Saltaclase explicó Ron.
He de confesar queestaba nervioso en activarlas.

¿Cómo es que funcionan? le preguntó Harry cascado todavía por suencanto.

 

Es sencillo
Nadie toca las esferas hasta que las ponen en venta; nisiquiera el fabricante, que utiliza guantes. Estas esferas llevan unincorporado un sortilegio mediante el cual identifican al primer ser humano quelas coge. Consiste en un proceso similar al de la creación de las SnitchesespecificóRon así que, la primera persona que toque el cristal, registrará supensamiento en su gemela y viceversa, manifestándolo con humo

Harry pudo ver su rostro gracioso y tierno al contraste de la gente quediscurría distraída a su alrededor. Sintió un extremo cariño por Ron en esemomento, y quiso
pero, realmente no se atrevía con tanto espectador. Seconformó en contemplar sus pequeños pero carnosos labios explicándole aquelmecanismo con tanto entusiasmo.


Ahora podrás saber cada que
bueno, ya sabes. Cada que veas que elhumo se vuelve azul es que
alguien está extrañándote esquivó la mirada deHarry haciendo una voz suave. Si se vuelve gris, es que
.

¿Qué? preguntó Harry con tono significativo.

Que está muy bien sin tu compañía completó fijando los ojos en losadoquines, luego prosiguió modificando su modulación de voz. Cada esfera de Admonerstense manifiestael humo del color de los ojos de quién la toca por primera vez. Fred y Georgeme dijeron que si te fijas muy bien de cerca, se llega a apreciarel brillo de la pupila, pero yo no veo nada resopló sosteniéndola frente sunariz.

Los chicos se pararon justo frente a la nueva heladería, donde vieronque la dueña (morena, delgaducha y de ojos hundidos) con apariencia depitonisa, miraba desde los escalones de la puerta en ambas direcciones de lacalle, como esperanzada a que alguien por fin la viera.

¡Buenas tardes! alzó la voz cuando vio que Harry y Ron se acercabandos pasos más que el resto de la gente ¡Pasen, pasen!. ¡Tenemos helados delsabor que quieras! les invitó.

Ron alzó una ceja, guardó su esfera y se acercó a la mujer sin darcrédito.

De cualquiera
¿que queramos?

La mujer abrió sus grandes ojos de largas pestañas negras como decamello y asintió excitada haciendo cascabelear sus diversos colguijes decuentas. A Harry le pareció trastornada.

¡Cualquiera! Tabaco dulce, Whisky de fuego, Cerveza de mantequilla,Licor de cereza
hasta Trébol con caramelo, Pescado enchilado, Emparedadode frambuesa
ayer se llevaron un par de Guardirraiz.

Harry y Ron se miraron sintiendo ñañaras al recordar aquella horrorosabebida que tanto amaban los Lovegood. Ron entrecerró los ojos y permaneció ensilencio como si formulara el más difícil de los retos.

Y si le pido uno de
¿Pastel de riñones con caramelo?

La mujer se quedó quieta. Mantuvo la mirada fija entre los hombrosde los chicos, como si una araña muy fea hubiera aparecido trepando entreellos. Ron movió la mano ante los grandes ojos de la extraña mujer.

Claro, si
con el cono del sabor que elijas
titubeó la mujer.

Un minutos más tarde, Harry y Ron se alejaban de la heladería con unenorme cucurucho bamboleante de cuatro bolas cada uno. Ron se decidió en probarel de Whisky de Fuego, que le hizo crispar los ojos; Harry se deleitaba con unoextrañamente delicioso. Era de sabor Azul. Que, según dijo laextravagante mujer, era el sabor original del color. La temperatura era másfría y aguda que cualquier helado: tenía un sabor sagaz y extrañamente dulceque parecía chispear en su lengua. Era lo más divertido que Harry había probadonunca.

 

Locales más adelante, pasaron frente al establecimiento de Fred yGeorge. Desde cinco tiendas atrás, ya se venían escuchando las risas,burbujeos, explosiones leves y destellaban luces vibrantes con centelleos decolores que escapaban por los vidrios. No les extrañó nada que estuviera areventar de gente. Desde afuera, niños y adultos se formaban con esperanzade tener el turno de entrar. Ambos decidieron tristemente encaminarse de vueltaa la tienda de escobas. Ya tendrían oportunidad de entrar algún otro día.

Cuando llegaron ante los aparadores de la tiendade Artículos de calidad para Quidditch, el par casi se va de espaldasal ver que Hermione estaba nada más y nada menos que dentro de la tienda. «¿Ellaen la tienda de quidditch?» prorrumpió Ron dándole el últimomordisco a su cucurucho.

Apenas cruzaron la puerta, escucharon la melodiosa risa de Hermionecelebrando el comentario de un muchacho que estaba con ella. Al ver el reflejode de Ron en la vitrina, la castaña dejó un par de guantes de cuero, y se diomedia vuelta.

Ah, hola chicos cabeceó ruborizada.

Durante un pequeño lapso nadie dijo nada. Ron miraba a Hermione, luegode nuevo al desconocido. Hermione interpretó su gesto.

Esto
Les presento a Scorpius Gorgovitch.

Ron contempló al chico de cabello rubio muy corto y cuidado. Sobrepasabafácilmente su estatura, y debía tener su edad. Era sumamente atractivo; de ojosgrises como el reinante cielo y de unas facciones masculinas muy remarcadaspero perfectas. Llevaba puesta una cazadora negra de piel de dragón y metíapróvidamente una mano en el bolsillo del pantalón. Sus despampanantes ojos searrastraron de él a su amigo con un aire decente pero también presuntuoso.

Harry le extendió la mano a Scorpius, mientras que Ron los examinaba conceño.

Harry Potter
¡claro! lo reconoció el muchacho.

¡Qué tal! saludó él.

Luego de Harry, Ron extendió su mano al nuevo amigo de Hermione, quiénlo miró con un especial brillo en los ojos. Ron, sosteniendo su pesada mano,titubeó un momento y luego caminó delante de Harry sin hacer algún comentario.

¿Qué hace ella aquí? preguntó Ron una vez se hubieron alejado dosmostradores. Fingía contemplar la nueva escoba de carreras que tenía a un lado.

Ni idea, parece que lo acaba de conocer aventuró Harry.

Ron no pareció escucharlo, porque miraba a través de la vitrina centralcomo Hermione volvía a reír con exageración.

Lo digo en serio, me gustaría verte otra vez escucharon decir aScorpius, a la vez que Hermione agachaba la mirada con halago.

¿Celoso
? soltó Harry a su espalda con tono de jugueteo.

¿Qué? No, no
bien sabes cómo se ha deteriorado nuestra relación. Essólo que

¿Qué? lo retó Harry.

Nada. Vámonos de aquí y el pelirrojo fue hasta la puerta que hizosonar la campanilla al salir. Harry se despidió de los chicos ladeando unamano, y salió también.

Harry vio como Ron parecía ir de vuelta al Caldero Chorreante a grandes sancadas, asíque se movió a toda velocidad para alcanzarlo. Durante el trayecto ninguno dijonada. Harry no sabía que pensar. Si Ron no estaba ardiendo de celos en esemismo momento, entonces ¿qué había significado su reacción? ¿Qué estaba pasando? ¿Y si Ronrealmente
? Apenas pudo imaginarlo, sintió como si le hubieran derramado cubode agua helada por la espalda.

 










Capítulo 4

El Espejo parlante



Ron, ¿estás bien? se arriesgó a preguntar Harry, poco más tarde, cuando hubieron llegado de vuelta al bar. Ron no había articulado todavía una sola palabra desde entonces.

Muy bien logró responder con un deje cortante a la vez que alzaba una mano y señalaba su cerveza de mantequilla vacía para pedir otra.

Tom se acercó de inmediato abriendo de un chasquido la botella, por lo que Harry no insistió.

Será mejor que subamos a preguntar si han llegado noticias.

Ron respingó su cerveza dándole un gran trago con el motivo de librarse de responder, y dejó la botella medio vacía en la mesa. Rechinó la silla al levantarse y fue tras de Harry a través del pasaje.

Antes de llamar a la puerta de la señora Weasley, se cercioraron de que no fuera un mal momento para irrumpir. Decidieron esperar un poco tras de varios llamados, pero nadie atendió. Los dos comprobaron poco después que bajo la línea de la puerta no había luz.

Habrán salido también observó Harry Volvamos más tarde.

Y enfilaron silenciosamente hacia su estancia. Una vez que abrieron la puerta, ambos sonrieron como autómatas. Sus valijas estaban frente a la cama brillando con el fuego de la chimenea. Ron fue hasta ellas y se trepó su maleta parchada en las piernas para registrarla.

¡Sí, mi colección de cromos! dijo sacando una pila de tarjetas que puso sobre la cómoda ¡Y aquí está también toda mi ropa!
aunque no veo mis calceti
¡Por los calzones de Merlín!

Harry pudo ver como Ron extraía del fondo de su valija el Desiluminador de Dumbledor.

Harry abrió su baúl y echó un breve vistazo a su ropa que, aunque estaba desastrosamente acomodada, parecía estar todo: el mapa del merodeador, la capa invisible, el monedero peludo que Hagrid le había regalado, el álbum de fotos, un atado de cartas y algunos libros.

¿A qué hora lo habrán traído?

En ese momento llamaron a la puerta, y Ginny entró con un semblante resuelto y más relajado. Tenía en una mano una caja de piña confitada, y en la otra su varita. Harry se sintió un poco incómodo.

¿Les falta algo?

Harry no respondió, porque de todos modos lo ignoraría.

Creo que me faltan unos calcetines desparejados, pero creo que no los echaré de menos respondió Ron mientras terminaba de contar sus cromos. ¿Quién ha traído las cosas?

Se acaba de ir Kingsley con un par de compañeros del ministerio. Por suerte pudieron rescatar gran cosa
nadie resultó herido. Utilizaron el hechizo convocador

Harry, sin saber qué hacer ante la repentina presencia de Ginny, se ocupó de lleno en doblar la ropa de su baúl.

¿Saben algo ya de lo sucedido? inquirió Ron mientras marchaba ansioso al baño para mudarse la ropa.

 


respondió su hermana no muy convencida Bueno, eso supuse yo. El rostro de Kingsley tenía un semblante preocupado, pero no nos quiso decir nada. Dijo que ni siquiera sabía que mi papá estaba en el ministerio, creyó encontrarlo aquí
así que salió sacando humo.

Espero que tengan más consideración y nos envíen pronto algún adelanto bufó Ron.

¿Tienes todo, Harry?

Si Harry no hubiera visto cómo Ginny movía los labios, quizá no lo habría creído. Miró a la chica unos segundos antes de aceptar que era ella quien había hablado, porque, para empezar, tenía semanas que no le había dirigido una sola palabra después de su ruptura.

Hedwig estiró las alas desde lo alto del dosel de la cama, y ululó débilmente. Harry, absorto por la sorpresa, titubeó un momento antes de asentir.

Sí. Creo que no me falta nada le respondió pretendiendo sonar natural.

Bien respondió ella con una bonita sonrisa.

Harry no podía creerlo. Parecía que al fin podrían ser amigos de nuevo y poder convivir con normalidad sin necesidad de estar evitándose a cada momento. De pronto, sintió de nuevo aquel cariño que tenía por la más pequeña de los Weasley, como de hermanos, uno que había creído casi olvidado.

Ron asomó su melena por la puerta del baño mientras hacía malabares para colocarse un pantalón limpio.

¿Cómo sigue mamá?

Ginny se sentó en la cama redimiendo un pesado suspiro.

Pues, apenas volvimos a la estancia luego de acompañar a Kingsley, volvió a llorar
dijo cansinamente mientras repasaba los dedos por su largo cabello Sigue muy deprimida. Le serviría saber algo de papá.

No es para menos comprendió Harry.

Al menos comió una empanada y se está bebiendo un vaso de coñac que le subió Tom. Ahora mismo la he dejado acomodando su ropa.

De pronto, la cabeza de Ginny empezó a moverse por la habitación, como si hubiera olvidado que alguien más estaba allí y lo hubiera pasado por alto.

¿Y Hermione? ¿Creí que estaba con ustedes?

¡No, no lo está! gritó Ron enfadado desde el baño a la vez que escucharon un fuerte tumbo que hizo vibrar en el piso E-Estoy bien
está un poco mojado aquí.

Ginny no paró de reír por lo bajo a la vez que volvía a la puerta.

Hace un rato la vimos paseando en el Callejón Diagon la orientó Harry.

Bien, entonces iré rápidamente a desempacar mis cosas, Harry. Veré si la alcanzo en un rato. Nos vemos y cerró la puerta sin que a Harry le hubiera dado tiempo de responder.

Ron salió del baño sobándose un codo y se fijó en Harry que miraba con detenimiento la puerta.

¿Dijiste algo?

No respondió Harry sin darle mayor importancia, a la vez volvía a ocuparse en el baúl para acomodar por último la capa invisible.


es que me ha parecido oír
¿Todo en orden? rebatió Ron viéndolo cerrar su baúl de un sopetón.

Harry simplemente afirmó con la cabeza mientras impelía su baúl bajo la cama. Luego se levantó, y se adosó a la ventana.

¿Estás realmente celoso verdad? soltó Harry.

Ron trepó en la cama con los pies descalzos.

¿Q-Qué? ¿Celoso? ¿Yo?

Sí, tú.

A qué te refie
¡Claro que no! Ella puede tener a los amigos que quiera. Si no me ponía celoso cuando nuestra relación marchaba bien, menos ahora.

 

Harry pegó su rostro frente a la ventana y casi notó su propia sonrisa de sarcasmo reflejada en el oscuro atardecer. Recordó lo celoso que Ron era verdaderamente cuando de Hermione se trataba.

¿Entonces a que se ha debido tu actitud de hace un rato?

Ron no respondió. Había comenzado a guardar con brusquedad la ropa sucia en la cómoda.

Creí que tenías muy claro
lo que sentías dijo Harry mientras notaba como su última palabra se plasmaba con vapor en el cristal.

Ron se quedó paralizado sin terminar de cerrar el cajón.

Creí que tú no tenías dudas de lo que yo sentía por ti
le replicó en un tono de reproche.

No lo hubiera hecho de no haberte visto reaccionar de esa forma. Esa fue una perfecta reacción de celos, ¡Tan sólo ve como saliste de la tienda!

Hubo un silencio. Harry vio por el reflejo como Ron se sentaba de espaldas en la orilla del colchón. Aquella imagen en los campos de trigo, ahora parecía tan lejana.

Y-Yo
creí que lo que pasó entre nosotros era... era porque
¿Aún sientes algo por ella verdad?

Harry no había querido aceptar que aquella era una posibilidad, pero una vez que esas palabras salieron de sus labios pudo haberlo creído realmente: ¿Y si Ron estaba realmente confundido? ¿Y si todo se trataba de un error? ¿Y si ahora al haberla visto con alguien más se había dado cuenta que aún estaba profundamente enamorado de ella? ¿Y si ahora mismo Ron se planteaba que realmente no podría tener una vida sin Hermione? Aquella inesperada reacción en la tienda no podía señalar otra cosa. Entonces se sintió engañado, usado. Lo que había reprimido por tanto tiempo, y que finalmente había descubierto gracias a Ron, parecía ahora no valer nada para él. Era como si alguien se hubiera burlado de su secreto, como si alguien le hubiera visto la cara. Era como si los sentimientos que Ron le había hecho sentir, los pateara ahora como un desecho. Todo parecía estropeado. Ahora Ron quizá aceptaría que realmente quería a Hermione, y él se quedaría simplemente solo, con todo lo que sentía ahora

Pudo sentir claramente una sensación similar a la de caer de su escoba; como aquella vez jugando quidditch, por culpa de los dementores. Ron lo había hecho volar alto, demostrándole que había otro tipo de amor, uno muy fuerte, desconocido
para luego dejarlo caer a su libertad.

Entonces se dio la vuelta.

Ron estaba callado, no se movía.

Me arrepiento tanto de lo que pasó profirió Harry con voz trémula No debió pasar. Hermione es mi amiga, y

El cuerpo de Ron estaba inmóvil. Y en aquel arrebato, Harry fue a la puerta en tres pasos y abandonó la estancia. Caminó con decisión hacia la escalinata y
se detuvo en seco. Sintió un intenso calor en el interior de su bolsillo, casi quemando su pierna. Automáticamente se llevó la mano hasta allí, y extrajo la esfera de Admonerstense envuelta en seda.

La esfera de cristal estaba estremeciéndose de un humo azul acero. Crepitaba: a Harry le quemaba de tal manera que tuvo que interponerla entre el pañuelo. Sintió un pinchazo en el pecho. Una sequedad invadió su garganta. La esfera comenzó a vibrar y a tambalearse como un abejorro atrapado. Una bruja salió de una de las habitaciones, y Harry se alejó a un rincón oscuro del pasillo. Una vez allí, dio un suspiró y elevó su mano para observar la burbuja de cerca. Un ojo azul apareció entre la nubosidad inquieta: aquella pupila brillaba de humedad.

 

Harry se vio abalanzado por su impulso, su corazón latía de prisa, podía escucharlo, y de pronto se vio ir de vuelta a la estancia.

Cuando abrió la puerta de un empujón, vio que Ron estaba de pie sobando su pierna con los ojos húmedos. Su esfera también estaba centellando de un verde intenso sobre la cama.


Te quiero Harry.

Harry sintió un mareo. La voz ronca de Ron había sonado tan sincera.

Es sólo que
tragó saliva y continuó No creí que Hermione me olvidara con tanta facilidad. Si, sé lo que estás pensando: ¡Pobre engreído! Pero
¿sabes? Me cayó como puntada al hígado comprobar que lo que yo creía era mentira
creo que ella tampoco siente lo mismo por mi desde hace algún tiempo. Pero sin embargo, creí que me preguntaría algo, o que aclararíamos todo
creí que yo era lo suficiente como para no ser olvidado así tan fácil; tal y como a mí me costó superarlo y asumir lo que sentía por tisuspiró con pesar mientras miraba de reojo la esfera sobre la cama, luego dio un paso hacia Harry
agregando a ello que
sonrió un instante en la tienda estaba tonteando con el nuevo jugador profesional de quiddich de los Chudley Cannons
Eso me hizo sentir inferior, y cuestionarme
y si
y si yo hubiera seguido interesado en ella
¿así de fácil me hubiera desechado por un jugador profesional?

Harry negó con la cabeza. No sabía si darle un fuerte golpe en ese momento, o abrazarlo.

Créeme que Hermione nunca lo hubiera hecho de saber que aún la querías. Lo que creo, es que ella ha aceptado hace mucho que ya no sientes lo mismo por ella, que lo de ustedes iba en picada
aunque tú creíste que ella aún no lo veía y te ha caído de golpe.

Ron asintió. La luz proveniente de la chimenea iluminaba los surcos que las lágrimas le dejaban en las mejillas.

Soy un idiota. Lo sé.

Harry puso con cuidado su esfera sobre la cama, y mantuvo los ojos fijos en sus zapatos.

Yo te quiero Harry. No quiero estar con nadie más

Pero Harry se mostraba todavía dubitativo. Mantuvo agachada la cabeza para evitar su mirada.

No sabes el miedo que
que me ha dado verte ir así
dio un paso más.

Ron, yo
no creo que

Te lo voy a demostrar ahora mismo, Harry. Te lo voy a demostrar de tal manera que no te quedará duda alguna.

Harry lo miró a los ojos.

Ron, empezó yendo hacia la puerta yo creo que debemos pensar bien las
pero el pelirrojo lo había detenido por el codo.

¡No! ¡Escúchame! Sólo eres tú. Sólo tú existes para mí. Siempre has sido tú

¡De verdad, no es el momento! ¿Cómo lo demostrarías? Las esferas solo muestran cuando extrañas a alguien
¡y todo esto me ha hecho pensar que en realidad podrías estar confundido! ¡Debes aclararte!

¡Déjame demostrártelo! ¡Sé que puedo!

¿Ah, sí? ¿Cómo lo

La voz de Harry fue eclipsada por los labios de Ron encima de los suyos. Comenzó a besarlo en intervalos de cariño y violencia; mordisqueando sus labios o lamiéndolos con mesura.

 

Sintiéndose apresado, Harry intentó apartarlo de encima, para tomar la perilla de la puerta que estaba a dos palmos pero

Fermaport lanzó Ron entre gemiditos con la varita que acababa de sacar del bolsillo. Entonces se escuchó como un ruido sordo pareció sellar la puerta por dentro.

Harry luchaba para zafarse de aquel beso que parecía adormecerlo cada vez más como por arte de un extraño sortilegio, pero no podía hacer nada ante la gran fuerza de Ron que lo apretujaba contra la arista de la pared que hacía eco a sus respiraciones. El chico alzó el cuello para esquivar sus labios, pero consiguió que su boca continuara en su cuello con pequeños y arremetidos besitos cálidos y ruidosos que chisgueteaban bajo el lóbulo de su oreja. Entonces, Harry se estremeció de pies a cabeza sintiendo una debilidad increíble que el pelirrojo aprovechó. Con sus musculados brazos, lo tomó de las piernas y lo trepó sobre del gran baúl pegado a la pared. Sentado encima, pudo ver el contorno del cabello de Ron de un naranja encendido a causa de la luz de la chimenea a su espalda. Entreabriendo la boca, Harry jadeaba despacio por el esfuerzo de resistencia; estaba ruborizado desde el ángulo del cuello hasta el rostro.

Ante aquella irresistible imagen, Ron apuntó su varita al cinturón de Harry que se calentó por la punta durante breves instantes y tras un leve destello rojo, toda prenda que tenía de la cadera hasta los pies se desvaneció como el humo.

Ron se sonrojó en ese mismo instante. Un cálido escalofrío trepaba en su columna. El corazón le palpitó en las sienes y la garganta. Sus manos comenzaban a sudar, no pensaba claro, todo parecía difuso, y es que aquella imagen era tan excitante: Harry estaba precariamente sentado arriba del mueble con únicamente su camisa a cuadros azules que fracasaba en cubrir su erecto pene que descollaba de forma alarmante bajo el último botón. Harry aún más rojo, intentó ocultarlo, pero mientras más lo intentaba, el ver y oler a Ron tan cerca, sólo conseguía que este creciera y se endureciera como una piedra.

Ron sintió un vuelco en el corazón; se mordió el labio inferior y el sutil y suave aroma sexual de Harry, lo abrazó como un manto. Sin esperar más, se adosó hacia el moreno para continuar besándolo sediento. Lo tomó de la cintura, y de un sólo movimiento que le hizo rozar la piel con la superficie barnizada, lo empalmó sobre su cadera. Harry suspiró. Ron se propuso en demostrarle con sus movimientos, lo duro y empalmado que tenía el miembro bajo sus pantalones que lo oprimían. Harry pareció notarlo porque comenzó a mover casi imperceptiblemente su entre pierna para restregarse encima suyo.

Ufff
H-Harry


Id
iotasuspiró Harry sintiendo sus mejillas ardiendo.

Las temblorosas manos de Ron comenzaron a acariciarle alrededor de los pezones que destacaban tiernamente bajo la tela a cuadros; y luego, con fuerte arrebato, se la abrió provocando que cada uno de los botones salieran proyectados en todas direcciones. Harry escuchaba el ruido de golpecitos y ruedos en el piso de madera, mientras Ron comenzaba a lamerle los pezones con un deleite exquisito, con un goce desenfrenado, sin cataduras. Escuchaba el succionar de aquellos labios mientras que sus manos lo retenían con fuerza de la cadera para que no se moviera un centímetro de encima de su bulto caliente que le arrimaba con fuerza sobre el perineo.

 

Harry apretó los labios para contener un gimoteo.

Sin aguantar más, Ron desabrochó su pantalón; corrió la bragueta de un jalón y los dejó caer un poco, justo bajo su trasero. Debajo de sus bóxer blancos, Harry contempló su pene destacando en su máximo esplendor. Su gran volumen parecía a punto de desgarrar las costuras y justo sobre la punta de su torneado glande, ya se derramaba una pequeña sombra de humedad que Harry no tardó en sentir entre sus piernas cuando se lo apoyó sin miramientos.

Acunado entre la pared y la pequeña superficie del baúl, Harry gimió tímidamente ante la luz del fuego, y Ron lo rodeó virilmente con sus anchos brazos para plasmarle un mojado beso. Harry jadeó más fuerte entornando los ojos, y, sin poder esperar más, comenzó a deslizarle los bóxers para dejarle expuesto aquel vigoroso miembro de una vez por todas. Pero
cuando su húmedo glande estaba al borde del elástico a punto de brotar, se escuchó una voz provenir del baño:

Hola, ¿qué hacen?

Los dos dieron un respingo y casi se caen del mueble.

Sin despegar los ojos de la puerta de donde provino la voz, Ron elevó las cejas alarmado y subió sus pantalones a prisa. Le dio un rápido toque en la cadera de Harry con la punta de la varita para aparecer su ropa nuevamente, y una vez hecho, le ayudó a bajar del baúl. Ambos se acercaron de puntillas al baño, muertos de miedo. En el marco de la puerta, Ron miró a Harry con un aire de cuestión, y Harry se asomó recordando casi al instante de qué se trataba.

Suenan cansados dijo el espejo que estaba encima del lavabo. ¡Estás sonrojado, amigo mío!

Que demo
gruñó Ron asomando la cabeza.

El espejo que habla. Estaba desde la última vez que me hospedé aquí le explicó a Ron con una leve sonrisa.

¿Un espejo que habla? ¡Soy más que eso, muchacho!

Los dos amigos se miraron decepcionados.

¿Qué clase de broma es esta? dijo Ron echándose a reír.

¡Broma tus incontables pecas!

Ron elevó su varita asintiendo con la cabeza como queriéndole decir a Harry: «¡podemos aturdirlo ahora mismo!», pero su amigo negó con la cabeza mientras cerraba la puerta y escuchaban como el espejo les preguntaba con sumo interés sobre qué hacían en la estancia hace un momento.

Ambos fueron a la cama, mientras Harry continuaba riendo despacito.

¿Te da mucha gracia? gruñó Ron.

Harry asintió estirándose para tomar su esfera del colchón.

Ron se desplomó en la cama con los brazos cruzados tras la nuca. Resopló sacando el labio inferior de modo que su flequillo se estremeció con desilusión.

¿Y ahora qué? ¿Crees que espejo habrá escuchado
todo?

Pues creo que no todo rió Harry.

Puedo amenazarlo, si quieres
propuso Ron procurando sonar intimidante.

Al cabo de un rato, cerca de las diez, el par bajó a cenar. En el bar, nuevamente no hubo señales de la señora Weasley, Hermione ni Ginny; tampoco atendieron la puerta de sus respectivas habitaciones cuando volvieron. Por lo tanto deliberaron que todas estarían descansando ya debido a la hora.

Durante esa noche, en la estancia número 11, Hedwig ululaba calmosa en lo alto del dosel mientras que el fuego crepitaba destacando las islas de ropa colonizando desastrosamente el suelo. Harry y Ron se habían conformado con al menos irse a la cama juntos, sin ropa, debido al descubrimiento del nuevo intruso a unos pasos de ellos.

 

Ron contempló muy de cerca a Harry; sus ojos de un color verde vivo. Pudo oler la fragancia de su cabello negro como la noche. Sintió exhalar sus labios sobre los suyos
el aroma de su piel se consumía en sus pulmones.

¿Sigues dudando que
lo que pasó
o lo que hacemos podría ser un error? ¿Te arrepientes de algo?

Harry lo observó durante un momento con los ojos tenues y luego respondió con voz suave:

Me arrepiento de que no haya sucedido antes.

La alegría de Ron se disparó en todas direcciones como los cohetes de colas brillantes, girándulas y bengalas del Doctor Filibuster. Harry podía ver en esos momentos, en sus ojos, todo lo que Ron sentía por él. No tenía que probárselo de otra forma. No tenía que hacer nada más. No había duda alguna.

Mientras allá afuera el mundo rodeado de aquel repentino frío ignoraba lo que sucedía en ese mismo momento bajo las sábanas de la estancia, el pelirrojo arrullaba a Harry. Lo colmaba de silenciosos besos en los hombros desnudos, en sus mejillas tibias, sobre su legendaria cicatriz en forma de rayo. No se detuvo hasta que el chico de ojos verdes se hubiera quedado plenamente dormido acurrucado entre sus brazos, posado en su pecho. Le acarició los labios y el lóbulo de la oreja durante un rato hasta que él también se quedó profundamente rendido; respirando silenciosamente, y tomando débilmente de su mano que de vez en cuando apretaba para sentirlo cerca.





Capítulo 5

Viserion Baratheon


Arrebujado entre las dunas que formaban las sedosas sábanas, Harry se vio forzado en abrir los ojos porque apuntaban directo a la ventana que ya iluminaba una débil luz dorada resbalando por el alféizar. Frente a él, entre las sábanas, estaba Ron boca abajo y completamente desnudo; un rastro de saliva atravesaba en ese momento la comisura de su boca y Harry sonrió con discreción. Bostezando, se desperezó tranquilamente estirando los brazos mientras giraba hacia su lechuza, que a su espalda, no dejaba de ulular con una curiosa placidez.

Pero
Harry sintió como si un relámpago lo atravesara en el mismo momento que su mirada se aclaró. Alguien estaba allí, sentado en el gran baúl. Columpiaba los pies con retozo y con sus grandes ojos azules muy abiertos, los miraba a los dos sin parpadear ni dejar de acariciar con debido encanto a Hedwig.

¡Hola, Harry!saludó Luna Lovegood.

¡LUNA! prorrumpió Harry golpeándose en la cabecera de la cama; rápidamente se estiró para tomar con torpeza sus gafas de la cómoda.

Ron se removió casi imperceptiblemente y balbuceó algo inentendible entre sueños.

Siempre creí que ustedes hacían una bonita pareja confesó la rubia asomándose entre el hombro de Harry. Tiene muchas pequitas en la espalda, ¡encantador! luego contempló a la lechuza tranquilamente, como si aquella situación fuera la más natural y común del mundo.

Harry se había vuelto de un rojo escarlata, estaba atónito. ¿Porqué Luna estaba allí? ¿Cómo es que había dado con su habitación? ¿De qué iba toda esta locura? Estaba muerto de la vergüenza; no sólo de que los hubiera descubierto compartiendo la cama, si no porque tanto Harry como Ron, estaban completamente desnudos bajo las sábanas.

 

Ahhhhmm
balbuceó Ron nuevamente, mientras que se acomodaba ciegamente hacia Harry para rodearlo con un brazo. Su mano debió sentir como Harry temblaba, porque el chico se desperezó manteniendo un ojo cerrado.

¿Qué pas
Ron enfocó a Luna durante unos instantes que parecieron muy largos¡LUNA!lanzó un fuerte alarido que hizo que Hedwig chillara asustada. Ron se cubrió el pecho con las sábanas manteniendo la boca entreabierta ¿Q-QUÉ PASA? ¿Q-QUÉ HACES TU A
¡POR MERLÍN!

Hola, Ronald. Tienes el cabello más largo. Me gusta cómo se te ve.

P-Pero
Q-Qué
Ron miró a Harry y luego a Luna, abriendo tanto los ojos como podía para intentar asimilar y aceptar lo que verdaderamente estaba pasando: ¡LUNA ESTABA ALLÍ FRENTE A ELLOS EN ESE MOMENTO!

La muchacha los contempló con un aire de regodeo durante un momento en el que nadie dijo nada. Harry sintió que se encogía.

Entré hace un rato dijo entonces, bajando del baúl y dándole una última palmadita a Hedwig Cada que mi padre y yo nos hospedamos aquí, me gusta subir a platicar con Fidelino.

¿F-Fidelino? logró pronunciar Harry que ya no sabía qué hacer, o qué decir.

Siempre tiene muy buenos temas de conversación les comentó caminando hacia el diván donde se sentó y elevó los hombros con carisma. Sólo que ahorita creo que está dormido

¿De
? Ron estaba estupefacto, sus ojos iban de Harry a Luna. Sus pupilas hacían movimientos suaves, de análisis, como si sospechara que aquello no estaba sucediendo en realidad; pero por si acaso, permanecía cubriéndose con las cobijas hasta la barbilla.

Fidelino. Vive en ese baño señaló con un dedo mientras que con la otra mano jugueteaba con su collar de corchos.

Sin mover la cabeza, Harry y Ron únicamente desplazaron los ojos para compartir una mirada de aprensión. Sentían el abochornado clima que se hacía bajo las sábanas.

¿T-Te refieres a aquel espejo fisgón? aventuró Ron apretando fuertemente las cobijas, sintiéndose obligado a seguir el hilo de la conversación, ya que no había otro remedio.

Así es, Ron respondió Luna con una noble sonrisa.

¿E-Esa
cosa tiene nombre?

Da buenos consejos
respondió ella con tono soñador inténtalo alguna vez aconsejó poniéndose de pie para ir en dirección a la ventana. Durante su trayecto, se tropezó con los pantalones de Ron, se le atoraron los bóxer de Harry y casi resbala con un calcetín, pero una vez frente al vidrio suspiró con plenitud Mi padre me comentó que hace unos días pasaron a visitarme, y que tomaron el té con él.

Harry asintió, todavía enrojecido de vergüenza.

P-Pero
t-tú no estabas musitó Ron.

Fue una lástima. Hubiera sido una bonita sorpresa. ¡Bueno, creo que bajaré a desayunar! dijo entusiasmada Le dije a mi padre que únicamente vendría a saludar a Fidelino. Me dio gusto verlos, chicos. Ginny me dijo que estaban durmiendo todavía pero no me esperaba que
miró a uno y otro: sus hombros desnudos, juntos, en la misma cama, la ropa esparcida por el suelo
que esta fuera precisamente vuestra estancia. La gente por lo general prefiere otra.

 

N-No veo la razón
ironizó Ron.

Nos vemos entonces
se despidió la muchacha dirigiéndose a la puerta dando saltitos y meneando su larga cabellera rubia antes de desaparecer tras ella.

Harry y Ron desplomaron sus espaldas con consternación.

Al poco rato, comenzaron a vestirse. No dijeron una palabra. Estaban pensando en lo que acababa de pasar. Ron incluso no advirtió que se había colocado el suéter al revés, y a Harry no le hacía mucha ilusión bajar a desayunar aunque las tripas le rugían.

¿Y si se han reunido todos a desayunar? especuló Harry.

Ron hizo una cara de pavor.

¿Les habrá dicho algo ya? ¡Santo cielo!

Pues no hay otra forma de averiguarlo.

Como no queriendo la cosa, los dos caminaron por el pasillo que parecía más extenso que nunca. Y cuando llegaron a la escalinata, bajaron con cautela. Cruzando el final del pasillo, Ron se asomó al bar.

¡Ay qué mala suerte! gritó de inmediato.

¿Qué pasa? se asomó Harry también.

Mi mamá ha bajado a desayunar, y todos están compartiendo la mesa.

Harry no había podido verlo a primera vista entre toda la gente que abarrotaba el pub; no fue hasta que la señora Weasley los vio asomados en el umbral a punto de dar media vuelta, que agitó una mano muy sonriente. Entonces el pánico se apoderó de los dos.

¿Qué hacemos Harry? murmuró Ron, mientras intentaba corresponderle el saludo a su madre.

¡Camina, Ron! No hay vuelta at
¡HOLA, SEÑORA WEASLEY, BUENOS DÍAS!

¡Qué bueno que han bajado ya! dijo la señora Weasley apretujándose con su silla para todos se recorrieran e hicieran dos huecos más¡Acabamos de empezar, vengan!

Harry miró a Ron pasando trago, y caminaron remisamente hacia la mesa donde reinaba un ambiente acogedor y alborozado. Xenophilius Lovegood, Luna, Fred, George, Ginny y Hermione los miraron sonriendo para darles los buenos días también.

¡Oh, serenos y hermosos días tengan! festejó Xenophilius asintiéndoles con cortesía.

Harry le sonrió forzado mientras tomaba una silla.

¡Harry, qué hay! saludó George, y Fred le dio una palmada en la espalda que le torció las gafas ¡Jurábamos que les había dado el mal de sueño!

Luna estaba muy concentrada bebiendo de su copita de alhelí a la vez que tarareaba. Hermione y Ginny les acercaron a los chicos la bandeja de mantequilla y la tabla con pan, mientras que Molly agitaba la varita para servirles jugo de calabaza.

¡Sírvanse, sírvanse! invitó la señora Weasley dando un aplauso. Su cara se adornaba de una exagerada sonrisa cándida.

Harry miró a los demás con una breve línea entre las cejas. Ginny dejó su vaso de leche y se le acercó al oído:

Está de mejores ánimos que durante las navidades, ¿a que sí?

¿Han habido buenas noticias?

No, eso es lo extraño. No ha llegado nada; papá vino muy temprano y ni pío dijo replicó ella mientras los dos le ponían atención al debate que comenzaba a tener su madre con Xenophilius sobre los gnomos, en el que aseguraba que el verdadero nombre de aquellos seres era Gernumblis.

¡Fred y George les han enseñado a algunos a decir palabrotas! festejó la señora Weasley llevándose su jugo de calabaza a los labios y al no poder contenerse de risa, éste se le derramó por la barbilla¡Cielos! se limpió torpemente con la servilleta sin dejar de carcajear. ¡Deberías de haberlos oído cuando uno se asomaba al jardín!

 

Fred y George estaban boquiabiertos.

Nunca le había dado una pizca de gracia aquella hazaña se extrañó George.

Hermione carraspeó y le pidió a Ron le pasara la canasta de empanadas. Ron se la entregó sin problemas.

¿Todo bien con Scorpius? entabló él.

Hermione sonrió como si hubiera estado esperado a que alguien se lo preguntara.

Pues lo acabo de conocer, dijo fingiendo recatopero tengo que confesar que aquella primera impresión me ha sorprendido. Al parecer es un muchacho maduro y centrado. Me parece sumamente interesante. Me ha invitado a salir
hizo una cara de emoción que festejó con Ginny.

Pero Ron no alimentó aquella conversación porque estaba distraído al igual que Harry en los movimientos de Luna en la cabecera de la mesa. Dentro de su temperamento, la muchacha estaba tan natural como siempre; era como si nada hubiera pasado: con sus ojos saltones que le daban una expresión de sorpresa permanente, contemplaba las diversas pláticas a su entorno.

Luna nos estaba contando que entró por error a su estancia
empezó Ginny.

Harry sintió una corriente helada; se le resbaló el mango del cuchillo de la mantequilla y calló bajo la mesa, lo cual agradeció porque pudo desaparecer por unos instantes del panorama al agacharse a recogerlo. Ron casi se ahoga con el pan; le dio un largo sorbo a su zumo de calabaza.

Nos dijo que todavía estaban dormidos.

Como si disfrutara sumamente de aquello, Luna asintió divertida enarcando sus ceja claras y sin perder de vista el rostro de los chicos al otro extremo.

Ron estaba un poco incómodo
aquel diván no es muy espacioso comentó la rubia mientras le daba un armonioso mordisco a su empanada.

Harry y Ron compartieron un gesto, luego le dirigieron una mirada nerviosa a Luna. Los dos finalmente pudieron relajarse, aunque no comprendían muy bien lo que pasaba por la cabeza de Luna.

¡Hace un hermoso día! ¿No creen? ¡Ha salido el Sol! homenajeó la señora Weasley dando otro aplauso y miró lado a lado de la mesa sonriendo a los presentes.

El que ahora se acababa de dar cuenta de la extraña actitud de su madre, fue Ron, porque abandonó su salchicha y le preguntó a sus hermanos porqué es que estaba tan contenta.

Nos preguntábamos lo mismo expuso Fred dándole un codazo a George quién no dejaba de inspeccionar a su madre con goce Ayer estaba inconsolable, y hoy
¡parece otra!

Se volvió a escuchar un carraspeo en la mesa y todos miraron a Hermione que se mantenía evasiva a los comentarios.

¿Qué? dijo blandiendo su salchicha que acababa de picar con el trinchete.

Las miradas no la dejaron.

Está bien, está bien
bajó la voz Ayer que fui al Callejón Diagon aproveché para comprar unos ingredientes
manifestó con brevedad, pero el juego de ojos exigía más detalles
ramitas de menta, ajenjo, semillas de ricino y púas de puerco espín recitó de memoria no aguantaba verla así.

¿Usaste la poción para inducir la euforia? exaltó Harry Al menos fue con su consentimiento, ¿verdad?

 

Hermione no replicó nada.

Ginny ahogó un gritito y se quedó perpleja; los gemelos sonrieron divertidos.

¿Qué tiene de malo? ¡Mírenla! les señaló con la salchicha.

Todos observaron en ese momento como la señora Weasley golpeaba sus manos sobre la mesa con ritmo.

¿Esa poción es segura? preguntó Ron con remordimiento.

Sólo le puse un poco en el té los tranquilizó Hermione y todos continuaron desayunando sin dejar de ver a la señora Weasley como nunca antes.

De pronto, Harry recordó lo sucedido con los dragones: Luna y su padre vivían en el mismo valle que los Weasley.

Señor Lovegood alzó la voz Harry.

Xenophilius se arremangaba las mangas de la túnica para comer de un bol lleno unas desconocidas semillas color mostaza, y alzó el cuello para ver mejor a Harry.

Dime, Harry.

¿También tuvieron inconvenientes con los dragones migrantes?

Xenophilius meneó la cabeza de un lado al otro.

Por fortuna tuvimos tiempo de proteger la casa antes de que aterrizaran sobre las colinas. Somos dichosos de que no haya pasado a mayores le sonrió a su hija con dulzura y ésta le correspondió de igual manera.

¿Usted sabe algo más sobre ello? preguntó Harry casi arrepintiéndose al momento. Los Lovegood se caracterizaban por creer en las más extrañas y complejas teorías. Pero sin embargo, a pesar de su excentricidad, solían estar al final en lo correcto en algunas de sus suposiciones: como la existencia de las reliquias de la muerte.

Hasta ese momento, nadie había puesto atención a su conversación. No fue hasta que el señor Lovegood prolongó su silencio que todos permanecieron expectantes; como si aquella pausa hubiera simbolizado que algo de suma relevancia se tambaleaba en sus labios. Se limpió precariamente con la servilleta como para hacer tiempo, y tras mirar directo a Harry, respondió con un tono reservado:

De eso estoy por asegurarme.

Justo en ese instante, todos se dieron cuenta que un muchacho se había parado junto a la mesa. Si Harry no hubiera sabido que Draco Malfoy era mayor, lo hubiera confundido a primera vista. El chico era igual de rubio, con la diferencia de que el cabello lo tenía más largo y le caía naturalmente sobre la frente. Sus pequeños ojos tan claros como la plata que expresaban una especie de ruda melancolía, recorrieron la mesa con calma hasta posarse sobre Luna, que estaba a su lado. Ginny se adosó a Hermione, y se lo comieron con la mirada. Era exageradamente atractivo.

Oh, ya has vuelto se alegró Luna abandonando su copita de alhelí en la mesa¿no has tenido problemas?

El chico rubio negó ligeramente con la cabeza, dejando en el suelo una escarcela de piel desbordante de libros nuevos. El señor Lovegood le sonrió con nobleza y con un aire de progenitura.

Les presento a mi primo, Viserion Baratheon. En unos días comenzará su tercer año en Hogwarts
anunció Luna mientras levantaba su escarcela para cotejar sus libros.

Ron miró a Harry con tono cuestionario. Al parecer estaba pensando lo mismo que él.

Viserion observó uno a uno a los presentes de la mesa, y asintió levemente con la cabeza sin hacer otra expresión. Después, volvió a cargar en su espalda los libros luego de que Luna se los entregara haciendo un gesto de aprobación.

Con permiso se despidió el muchacho y se marchó rumbo al pasaje que lleva a las estancias.

¿Porqué se parece tanto a
? le preguntó Ron a Harry al oído un rato más tarde, cuando todos se habían levantado de la mesa y cuando Tom hacía que los platos sucios flotaran hacia la barra con diversas sacudidas de varita.

No tengo la menor idea, ¿serán parientes? se formuló Harry que verdaderamente estaba intrigado.

Ya has oído a Luna. Es su primo, no creo que Malfoy

Primo lejano, en realidad remató ella a sus espaldas. Acababa de dejar a su padre conversando con una pareja de magos que le daban la enhorabuena por el éxito de su revista. La familia Malfoy y la suya están fuertemente emparentadas
explicó Lunasólo que
bueno, la de Baratheon siempre ha estado por encima.

¿Por encima? se sorprendió Ron que no creía que eso fuera posible.

Luna asintió haciendo resonar sus viejos aretes de rábanos.

Era cierto que a un principio, luego de que se corriera a voces de que la familia Malfoy había pertenecido a las filas de seguidores de Voldemort, había perdido fuerza e influencia, pero con el pasar de los años, su distinción parecía resurgir poco a poco. La comunidad mágica extrañamente continuaba respetando mucho aquella familia de magos.

¿Estás emparentada con los Malfoy? se admiró Harry entendiendo que después de todo, no sería un disparate; todos eran igual de rubios.

Mi padre es primo de la madre de Viserion. Murió hace poco más de un año... Ion (como le digo de cariño), le ha tenido siempre mucho aprecio a mi padre, y últimamente ha convivido mucho con nosotros.

¿Y su padre? curioseó Ron.

Es un hombre muy ocupado torció la boca con aire lastimero. Trabaja para el Ministerio de Magia; casi no pasa tiempo con él, rara vez se pasa por su mansión
Éstos últimos dos cursos hemos acompañado a Viserion al expreso de Hogwarts, para desearle un buen año; aunque él preferiría venir solo... Mi padre apenas lo dejó ir a hacer la compra de los útiles por su cuenta.

Ya veo, ¿es por eso que se han hospedado aquí hoy? preguntó Harry.

No en realidad. Llegamos ayer. Mi padre tiene
una
titubeó pareciendo analizarlo, como si se debatiera entre que fuera debido o no contarles.

Ron osciló un poco en la silla para que pudiera ver mejor a Luna que no muy convencida, ultimó:

Tiene una importante entrevista para El Quisquilloso.

Harry se cuestionó porque tanto padre como hija, permanecían muy reservados en cuanto ciertos temas, así que se contuvo de preguntar una vez más en vano. Ron miró de refilón hacia donde Xenophilius Lovegood conversaba con aquellos magos, y luego de un momento, tomó el rumbo de otro tema:

Luna
suspiró Ron, queríamos hablar contigo.

No diré nada. No tengan cuidado se apresuró a decir.

Ambos amigos se miraron con sorpresa. Luna se turnó en mirarlos con detenimiento y admiración.

Por sus reacciones sé que lo suyo, bueno
es sólo situación de ustedes sonrió. Sólo ustedes sabrán que hacer y que no. Es algo que no me concierne.

Ron soltó una carcajadita amistosa y puso una mano sobre el pequeño hombro de Luna.

¿Sabías que tienes el suéter al revés, Ron? comentó Luna.

Cuando Harry estaba por agradecerle también su discreción, Hermione se sentó en ese junto al trío con un rostro apesadumbrado.

 

Tienen razón les confesó resoplando y apoyando un codo en la mesa. Creo que se me ha ido un poco la mano con la poción.

¿Por qué lo dices?

Acabo de dejar a Ginny bailando con ella en la estancia. Están dando un extraño vals por la radio

Los tres se echaron a reír.

Harry y Ron fueron a ver, y mientras se alejaban, Luna se sentó frente a Hermione sin perder de vista la manera en como los chicos se miraban y se divertían juntos.

Qué bueno que tú y Ron lo hayan dejado comentó Luna con un aire filosófico. Hermione la miró desconcertada Creo que él sólo quiere tu amistad, y eso es bueno, ¿no? No hacían tan bonita pareja.
















Primera parte

Blanco inmaculado


Entonces, abrió los ojos y la luzmatinal volvió a caer sobre ellos cegándolos por un instante. Acababa decruzar la barrera con éxito, y frente a él, una locomotora de color escarlataesperaba en el andén repleto de magos y brujas que iban caminando en todasdirecciones haciendo frufrú con sus túnicas. A su cabeza, un rótulo decía:«Expreso de Hogwarts, 11 h». El chico miró hacia atrás y vio una arcada dehierro donde debía estar la taquilla, con las palabras «Andén Nueve y TresCuartos».

Joffreyempujó su carrito y sonrió satisfecho al comprobar su reloj: había llegadojusto a tiempo. Estaba a punto de emprender su tercer viaje rumbo al colegioHogwarts de Magia y Hechicería. Un nuevo año.

Había muchomovimiento y ruido de las diversas charlas mezclándose con el malhumoradoulular de las lechuzas llamándose unas a otras; el de los pesados baúles siendoarrastrados a lo largo del andén y el maullar de los gatos entre las piernas dela gente. El ferviente acostumbrado caos de principio de curso revoloteaba conefusividad.

El silbidode la locomotora amenazó a la multitud, y un albo humo comenzó a elevarse sobrelas cabezas ataviadas de sombreros puntiagudos. Joffrey empujó su equipaje pordelante y se dio prisa como todos los demás estudiantes. Desde fuera, pudo verque los primeros vagones estaban ya repletos de estudiantes; algunos seasomaban por las ventanillas para hablar con sus familiares, otros discutíansobre los asientos que iban a ocupar. Se apresuró entonces hacia un corro dealumnos que se apiñaba en una de las puertas, y esperó su turno para abordarjunto con su pesado equipaje. Avanzó a lo largo del estrecho pasillo del trencon un deje de indiferencia para que cada que se asomara por algúncompartimento, sus ocupantes pensaran que estaba buscando a alguien enespecífico y no pareciera estar despistado.

Acababa dedar apenas un par de pasos cuando el tren dio un ruidoso bandazo. Acto seguido,la voz grave de un prefecto hizo un llamado de apremio a los que faltaban deabordar. Joffrey continuó buscando un lugar libre cada vez más agobiado. Amedida que avanzaba, comprobaba que efectivamente sus temores eran ciertos:todos los vagones ya estaban ocupados, a excepción del último. Pasos antes dellegar, dio un indeciso giro para mirar entorno al pasillo, preguntándose dondese habrían sentado los demás. Chasqueó la boca. En realidad, aquel vagón notenía buena fama: allí siempre terminaban los alumnos rezagados o los noviciosde primero. Nunca le había tocado ocuparlo... en ninguna ocasión. Tal parecía serque siempre había una primera vez para todo, y éste era su turno. Dejó caer los hombros redimiendo ese tormento que se le arremolinaba en el pecho, y caminó trabajosamente haciéndose a la idea de que compartiría a lo largo del viaje la incómoda compañía de un grupo dedesconocidos.

 

Corrió lapuerta.

Lo queJoffrey no esperaba, era que al dar un paso dentro, se quedaría solidificadocomo una estatua de hielo. Sintió algo similar a un golpe en el estómagomientras escuchaba como la puerta corrediza se cerraba de golpe con el segundobandazo.

En aquel compartimento, únicamente estaba un chico sentado junto a la ventana, mirandolacónicamente hacia el andén nueve y tres cuartos que empezaba adesfilar lentamente. Aunque no volteaba la vista, Joffrey lo había reconocidoinmediatamente.

No supo quéhacer en ese momento; pudo haber dado media vuelta, pero eso hubierasignificado tener que ir de pie en algún pasillo conllevando así a convertirseen la burla de alguien. Así que sin mayor reparo, tiró de su equipaje hacia elasiento opuesto y cargo su baúl hacia la rejilla portaequipajes, mientras que lajaula de su mascota la deslizó bajo el asiento.

Sin siquieravoltear a ver al otro sujeto, como si no estuviera allí, Joffrey tomó asientofijándose en la ventana, cuya imagen oscurecía por el fuerte sol de la mañana la visión de la gente que batía las manos para despedirse. La multitud estabacomenzando a retroceder como llevados por una cinta transportadora; más caras,más manos ondeantes y cuerpos desdibujados hasta que todo se desvaneció trasuna pared al final del andén.

Joffreysuspiró silenciosamente. No pudo resistirse en voltear cuando su mascota maullóescrupulosamente a sus talones. El chico pareció no haberlo escuchado; mirabatodavía por la ventana y se meció un poco para acomodar su túnica. Joffreyprocuró en todo lo posible por que sus miradas no se cruzaran en ese lapso.

Al cabo deunos minutos de recorrido, el silencio en el compartimento se confinó con abochornante incomodidad. Joffrey repasó discretamente las palmas de sus manossobre su pantalón solo para hacer algo, y casi sin darse cuenta, miró fijamentehacia al muchacho que tenía un semblante relajado y sereno, observando cómoLondres pasaba ante las ventanas con rapidez.

¿En quésección del tren estarían los demás? Se preguntó Joffrey nuevamente imaginando a su par deamigos divirtiéndose; conversando sobre las novedades de sus vacaciones ogastándose bromas. Experimentó un grave sentimiento de abandono que se realzócuando las risas otros de estudiantes se paseo lejanamente por elpasillo. Observó hacia la ventana con desgane. La ciudad se iba convirtiendo gradualmente en suburbios y zonas agrestes y algunas nubes nublaban por momentos la luz del sol.

Joffreyvolvió a mirar a Viserion Baratheon por el rabillo del ojo. Recargaba con desgarbosu cabeza en el respaldo, y descansaba despreocupadamente un brazo en laposadera. No podía comprenderlo. ¿Qué hacía él en aquel asiento, en el últimovagón y no con sus decenas y decenas de amigos u admiradoras? Y es que Viserionera uno de los chicos más populares de Hogwarts. Por no mencionar que eran uncampeón en casi todo lo que hacía.

 

Junto con suequipo de Slytherin, había ganado dos copas de quidditch enlos últimos dos años; ambas victorias se habían debido principalmente a sumajestuosa habilidad de buscador, sólo pudiendo ser comparada con la del famosoHarry Potter. La mayoríade los profesores idolatraban sus trabajos en clase, su forma de hacer lascosas al aplicarlas con desenvoltura y sin mayor dificultad. ViserionBaratheon, no sólo era el chico más reconocido, popular y habilidoso delcolegio, sino que además, estaba dotado de una increíble belleza.

Joffreyrecordaba perfectamente con rabia, que en la navidad del año pasado,Melisandre, la hermosa chica que había aceptado ir con él al Baile de Navidad,había terminado por retractarse unos días antes para aceptar la propuesta delfamoso Slytherin. Aquella había sido una terrible humillación de la que se supoa voces y de la cual se habló durante meses para su molestia.

Se preguntabacon cierta inquina si Viserion lo habría reconocido al entrar a ocupar el mismocompartimento; aunque de no ser así, no le extrañaría en lo más mínimo. Adiferencia de él, Joffrey no era nada popular, ni tampoco tenía algunahabilidad en especial. Jamás se habían presentado. No tenían amigos en común, yera posible que ni siquiera supiera su nombre, como él sabía el suyo. Joffreysuspiró cuidadosamente. De todos modos
¿para qué querría él una amistad comola suya? Por encima de su efectividad en las actividades escolares; sus atributosy habilidades le habían conferido una prepotencia escrupulosa y visceral. Susaires de grandeza y extrema popularidad, se basaban prácticamente en su dominiocategórico con el que se mostraba siempre con seguridad. Esto debido a lafamilia de sangre pura de la que provenía; una de las que se posicionaba entrelas más ricas e influyentes de Gran Bretaña.

¿Qué hacíaViserion Baratheon allí, sólo, en el último vagón del tren?

Debajo delasiento, se produjo otro ruido. Joffrey se inclinó para mirar a su mascota queprobablemente iría inquieta en el reducido espacio de su jaula, y acercó una mano para pasearun dedo entre las rejillas. Una garra peluda se lo intentó cazar con agilidad yun par de ojos color esmeralda fulguraron desde su oscuro interior.

¿Es tugato? preguntó una voz gruesa frente a él.

Joffreytodavía inclinado bajo el sillón, sintió que el aire escapaba de sus pulmonesindeliberadamente. No entendió nada por un instante, y casi perdió el equilibrio.¿Viserion acababa de dirigirle la palabra? ¿Había escuchado bien? Sin todavíaseparar los labios para formular su respuesta, Joffrey levantó precavidamentela vista y contempló los ojos claros y pálidos del muchacho sentado frente aél, esperando con aire estoico.

Si, Viserionacababa de hablarle.

Lo supoporque, aunque tenía su misma expresión habitual de petulancia, de perpetuapresunción, casi pudo notar que la comisura de sus labios se curvaba.

En esemomento, el tren dejó atrás unas pequeñas nubes y la luz volvió a iluminar enpleno sobre el vagó. Joffrey contempló como el cabello de Viserion que era deun rubio muy claro, se volvía casi de un blanco inmaculado bajo los rayospálidos del sol.

Es gata
respondió él con un deje de cortedad. Arya, se llama.

 

Considerandoque la plática había terminado, Joffrey volvió a desviar la vista hacia el paisaje donde en ese momento se fraguaban pliegues de colinas y cordillerasasemejando las ondas de un mar cetrino.

Tenían por delante varias horas de camino; sería un largo viaje hasta Hogwarts.







Segunda parte

Celeste profundo


Aunque Joffrey no miraba directo hacia Viserion, claramente podía distinguir como sus pálidos ojos se fijaban con curiosidad hacia la gata que maullaba afanosa bajo el asiento. No agregó un comentario más después de aquella respuesta, no lo creía conveniente, ni mucho menos le interesaba entablar una conversación.

El cabello de Viserion se agitó suavemente cuando se agachó para contemplar mejor a Arya, y Joffrey lo miró por el rabillo del ojo.

Es una gata hermosa.

Joffrey pestañeó una vez y asintió.


contestó simplemente, y continuó prestándole atención al horizonte.

¿Hace algo en especial?

Joffrey volvió a girar el cuello.

No en realidad torció la boca. Bueno, tiene un dedo más en cada pata
supongo que eso la hace única.

Viserion se inclinó sonriendo, y lanzó una nueva mirada de fisgoneo hacia la jaula.

¿Podrías sacarla? Me gustaría verla a la luz de la ventana.

Joffrey no se movió. En realidad, no le agradó nada la idea. Viserion podría estar pensando en gastarle alguna mala broma, aunque sin embargo, estaban solos. Sería extraño que planeara algo así, sin que hubiera lambiscones a su alrededor que alabaran la hazaña.

Está muy fastidiada cortó Joffrey. El traqueteo del tren la molesta.

Viserion lo observó directamente a la cara, y sonrió socarronamente. Joffrey apartó la vista con indiferencia.

Lo siento. No era mi intención importunarte se disculpó el rubio y volvió a incorporarse en su asiento.

Ante aquella respuesta, Joffrey experimentó una extraña sensación. ¿Había sido grosero? No tenía por qué ser amable, a decir verdad. No se conocían de nada, y lo único que tenían en común era una mala experiencia con una chica. Aquella hipótesis lo tranquilizó.

No tengas cuidado, no ha sido el caso le apaciguó Joffrey.

Viserion no dijo nada; se ocupó en sacar su varita de la túnica y la sostuvo en la mano. Era ligeramente curvada, de una madera muy oscura. Comenzó a juguetear con ella y volvió a abrir los labios.

¿Eres de primero?

Aquel señalamiento llegó a Joffrey como un trancazo en el pecho. Pudo escuchar como sus propias mandíbulas se apretaban y sintió que ardía de pies a cabeza. ¿Viserion acababa de mofarse de él? ¿Quería restregarle en la cara que tenía un aspecto de primerizo? ¿Su intención era incomodarlo para vengar lo de hace un momento? Joffrey puso una cara de indignación y esquivó sus ojos plateados. Era evidente que jamás lo había visto en Hogwarts, o al menos eso demostraba.

Iniciaré el tercer año dijo.

Hubo una pausa en el que únicamente se escucharon los rieles.

Disculpa. No te había visto antes.

Viserion acababa de disculparse por segunda vez. Primero lanzaba una de sus malas jugadas, y luego parecía retractarse tan amablemente. ¿O es que en realidad nunca había sido su intención fastidiarlo? Joffrey no sabía cómo reaccionar.

 

Tú también comienzas tercer curso comentó éste para aliviar la tensión.

¡Lo sabes! afirmó Viserion con un tono melodioso mientras asentía y le daba una pirueta a su varita para volverla a cachar en la mano.

Joffrey se sintió rodeado de pronto por un bochorno.

Sí, bueno. Lo sé porque tenemos un amigo en común mintió.

¿Eres también de Slytherin? inquirió Viserion entornando los ojos con un deje de curiosidad y recelo.

Oh, no, no
yo soy de Gryffindor aclaró Joffrey abriendo los pliegues de su gabán para mostrar la corbata de franjas doradas y escarlatas que llevaba debajo.

Viserion lo contempló unos momentos, como si lo estudiara. Lo hizo de una forma fría, pero sin embargo no era ofensora. El gesto de sus ojos y sus cejas pronunciaban aún aquel semblante de desdén y presunción, pero era un hecho que así se mostraba normalmente, y que no estaba haciéndolo a posta. Viserion parpadeó dos veces y se solazó con el panorama sin decir nada más. Joffrey se preguntó si estaría pensando en la eterna rivalidad que se tenían sus casas por principio, una que que remontaba desde la época medieval. En ese momento, el tren pasaba por campos llenos de vacas y ovejas. Se quedaron mirando un rato el paisaje, en silencio.

A eso de las doce y media se produjo un alboroto en el pasillo, y una mujer de cara sonriente, con hoyuelos, se asomó y les dijo:

¿Quieren algo del carrito, primores?

De inmediato, Viserion asintió sin decir nada, mientras rebuscaba en el bolsillo de su túnica. Joffrey se puso de pie de un salto para sacar unas monedas de su baúl. Debido a las prisas con las que salió de casa, no le había dado tiempo de desayunar, y aquellos bocadillos y golosinas que brillaban con la luz de la ventana del pasillo, le resultaban irresistibles.

Viserion salió al pasillo seguido de Joffrey, y comenzaron a elegir. Había de todo: Ranas de chocolate, Píldoras ácidas, Grageas de Todos los Sabores de Bertie Bott, Pirulíes con sabor a sangre, Empanadas de calabaza, Tarros de Cucarachas, Droobles, Moscas de café con leche, Babosas de Gelatina, Varitas de Regaliz, Sapos de menta, Ananá confitado, entre otros muchos más.

Cargando ya con unos Doobles y Ranas de chocolate, Joffrey estiró la mano para tomar también la última caja de Sapos de menta que había, su golosina favorita, pero dio un respingo cuando su mano casi choca con la de Viserion, que también iba dispuesto a cogerla. Se observaron por unos segundos. El rubio notó como los ojos de Joffrey evitaban mirarlo fijamente, pero también notó por primera vez con la luz del pasillo, que eran de un celeste profundo. Una tonalidad que no había visto antes.

Tómala tú, está bien otorgó Joffrey indiferente mientras tomaba un par de Calderos de chocolate.

Tómala tú. Tú la ibas a agarrar primero
a mí no me gustan tanto.

No, he cambiado de opinión, me gustan más los Pirulíes
mintió Joffrey mientras tomaba un manojo. La verdad era que no estaba siendo educado, sino que simplemente no quería contrariarlo.

Viserion tomó la caja de Sapos de menta sin decir nada más. Ambos pagaron sus compras y volvieron al compartimento. Joffrey guardó unas golosinas en su baúl, y apartó un puñado de Ranas de chocolate en el asiento junto con unos pastelillos de anís. En ese momento, escuchó que a sus espaldas la puerta se abrió.

 

¡Ah, Baratheon! Aquí estabas, debí suponerlodijo un muchacho alto de cabello negro y mandíbula angulosa. Parecía muy eufórico. Era Blake Celastro, uno de los grandes compinches de Viserion, y aclamado golpeador del equipo de quidditch de Slytherin.

Viserion estaba ocupado en masticar su empanada de calabaza, por lo que no respondió a su amigo más que con una sonrisa y un enérgico cabeceo.

Ven, volvamos. Ella ya ido a buscarte, no regres
Blake advirtió la presencia de Joffrey cuando una de sus ranas saltó sobre el asiento Qué
¿qué diablos haces con éste? sonrió casi carcajeando.

Viserion compartió una fugaz mirada con Joffery y tragó su bocado.

Le ha tocado ocupar este lugar, ¿no es así? Supuso Viserion. ¿Se conocen? les preguntó a los dos, pero Joffrey no dijo ni una palabra.

Muchos lo conocemos bramó Blake enaltecido y estirando una sonrisa maliciosa. Es Joffreychazado.

¿Qué? examinó Viserion que aparentemente no estaba comprendiendo nada ¿De qué hablas
?

Joffreychazado, ¿no lo recuerdas? exclamó con voz altiva y lo señaló con impudicia Éste es el chico al que le robaste la novia carcajeó con entusiasmo y le palmeó un hombro a Viserion. Bueno, en realidad no se la robaste detalló arrastrando las palabras y enarcó sus tupidas cejas para hacer énfasis, ella revocó su decisión de ir con él al Baile de Navidad porque te prefirió a ti. ¡Lo rechazó! Qué humillación... a muchos nos da lástima y sonrió con un fingido aire lastimero.

Joffrey agachó la vista hacia el suelo mientras dejaba que su segunda rana se escapara hacia el pasillo. Sintió un vacío en el estómago y oprimió los puños.

Viserion no comentó nada. Contempló un momento a Joffrey y luego otra vez a Blake, que disfrutaba del efecto logrado.

Hablas de
¿Melisandre? instó Viserion.

Blake cabeceó sin perder de vista a Joffrey como si fuera una repulsiva babosa carnívora.

Ella misma zanjó Blake. Es de inteligentes cambiar de opinión, más tratándose de un Gryffindor como éste, ¿no crees?

Viserion volvió a observar a Joffrey con una mezcla de pena, pero... también estuvo punto de reír, como si no se decidiera a qué lado apoyar. Blake no tuvo vergüenza alguna en carcajearse con una insoportable y estridente risa; con insolencia, con desfachatez. ¿Podía ser tan cruel? Joffrey tuvo un momentáneo arranque de cólera y se contuvo de tomar su varita. Podía recordar muy bien el hechizo Tragababosas y lo recitó mentalmente.

Ven a nuestro compartimento, Ion le insistió Blake volviéndose hacia él. Marber ha hechizado a un rododendro cantarín y no ha parado de decir groserías se carcajeó como estúpido y volvió a palmear el hombro de su amigo con rudeza.

Pero Viserion no se movió; únicamente se meció en su asiento para acomodarse mejor.

Me quedaré aquí hasta que lleguemos a Hogwarts, dijo mientras desenvolvía otra empanada. No quiero arriesgarme a ver a Melisandre hasta entonces.

¿Estarás de broma, no? le reclamó volviendo la vista hacia Joffrey, como si no diera crédito a que prefería compartir aquel compartimento con él.

 

Viserion negó contundente.

Como digas
dijo Blake con aire resolutivo, y se acercó a Joffrey para arrebatarle descaradamente una rana de chocolate que estaba desenvolviendo, y se la echó a la boca nos vemos en un rato entonces y se marchó.

Sus pasos se alejaron y nadie dijo nada durante unos minutos.

Un banco de vapor pasaba fugazmente por la ventana en el momento que la voz de Viserion se volvió a escuchar.

Lamento lo que ha dicho
realmente yo no sabía que tú eras aquel chico que
yo la verdad es que

No se la creía. ¿Viserion se estaba disculpando por tercera vez? ¿Estaba siendo sincero? Joffrey sintió cólera e impotencia de no saber lo que realmente pasaba por su cabeza. Había reparado ante sus ojos como casi se había burlado junto con Blake respecto aquellas humillaciones. Si Joffrey accedía en creerle, más adelante tendría que aceptar con rabia que Viserion no solo era bueno en el quidditch y en los estudios, sino que también era un buen intérprete.

No importa objetó Joffrey sin mirarlo a la cara. Todo parece parece apuntar que la tal Melisandre resultó no ser muy agradable después de todo; de lo contrario no la evitarías de esta forma se lo expuso de ese modo para intentar demostrarle que no le daba mayor importancia a tal suceso, aunque no era del todo verdad.

Ambos, desde su lugar, entretenidos con el vapor blanco que celaba por intervalos el actual paisaje boscoso, sonrieron sin saber que el otro lo hacía.

Soy Viserion, Viserion Baratheon se presentó el rubio sin girarse.

Por supuesto que Joffrey ya lo sabía, pero no comentó nada para no evidenciar que él también formaba parte de los que lo consideraban el más popular del colegio. Pasaron unos instantes en el que sólo se escuchó el silbido del tren haciendo eco en el inhóspito panorama.

Yo soy Joffrey... Joffrey Lannister enunció éste con serenidad.

Recargando su cabeza con supremacía en el respaldo, Viserion volteó a mirarlo de perfil y le asintió una sola vez con suavidad.








Tercera parte

Turquesa espectral



Joffrey no se dio cuenta en qué momento fue que Viserion se quedó profundamente dormido, hasta que escuchó un respiro entrecortado y asomó los ojos por encima de El Monstruoso libro de los Monstruos. El rubio se había recostado ocupando toda la extensión del asiento y se cubría los ojos con el dorso de la mano. ¿Cuánto tiempo llevaría dormido? Joffrey no previó el tiempo que había transcurrido mientras estuvo abstraído en su lectura.

El nuevo libro que ocuparían para el tercer curso en la asignatura del Cuidado de Criaturas Mágicas, era espeluznante: gruñía a ratos, y si pasado su letargo no le acariciabas el lomo peludo a tiempo, intentaba atacarte. Aunque resultaba ser un verdadero suplicio, Joffrey ya conocía al pie de la letra las advertencias y el trato que debía tener con el tomo. Además, le apasionaba mucho aprender sobre aquellos seres que se ocultan en los rincones del mundo, especialmente sobre los dragones y unas extrañas bestias llamadas Quimeras: un extraño monstruo griego con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón; una de las más peligrosas y sanguinarias que existen. Cuando Joffrey consiguió el libro en el Callejón Diagon, se dio cuenta que ahora venía con un cabestrillo dorado incluido para impedir que éstos se atacaran entre sí en las librerías. Tal y como sucedió en una ocasión en Flourish y Blotts, según les narró el año pasado Hagrid, el guardabosques de Hogwarts.

 

Joffrey despegó su atención de la impresionante crónica del único hombre en la historia que pudo matar a una Quimera, y se fijó nuevamente en Viserion. El muchacho acababa de moverse un poco para acomodarse en una nueva postura, pero no abrió los ojos.

Joffrey cerró con cuidado el libro, lo ató con fuerza y lo devolvió al baúl mientras sentía el vibrar de sus gruñidos somnolientos en la cubierta. Posteriormente se encaminó hacia el pasillo.

¿Dónde estarían metidos William y Skylar? Le había parecido extraño que sus amigos no lo hubieran ido a buscar antes que él.

Cerró la puerta corredera en silencio, y emprendió la marcha. Se puso a recorrer paulatinamente cada uno de los vagones escuchando el ruido de conversaciones en los compartimentos y esquivando los grupitos que tupían los pasillos. Unos minutos más tarde, se vio en la otra ala del tren, justo tras la locomotora, sin ningún resultado. No había rastro suyo. Inmediatamente se llegó a imaginar desilusionado que cabía la posibilidad de que hubieran perdido el tren, como él había estado a punto.

En el instante en que se disponía en regresar, una risita con aire histriónico provino flotando de algún lado, y Joffrey no tardó en reconocer de quién se trataba. Dio unos pasos y se asomó con tiento en el siguiente compartimento (normalmente ocupado por los profesores y prefectos), y allí estaba el veterano hombre con su distintivo bigote de morsa oscilando al compás de su risa. Joffrey sonrió maquinalmente, pero no debido a la pintoresca imagen de Horace Slughorn, el profesor de pociones, si no porque sus dos amigos estaban sentados justo delante de él, con un semblante amodorrado. Pese a que algo le dijo no la habían pasado tan bien como él se había estado imaginado, Joffrey se alegró de comprobar que sí estaban en el tren.

Magnifico, me parece grandioso, podrán corroborarlo al ir a la biblioteca, pero estoy seguro que
Slughorn entornó sus pequeños ojos cansados a través del vidrio ¿Lannister? exclamó el profesor y se puso en pie de un brinco; su prominente barriga, forrada de terciopelo, se proyectó hacia delante. La calva reluciente y el gran bigote plateado brillaron a la luz del sol, igual que los botones dorados del chaleco.

Joffrey ladeó una mano tímidamente y corrió la puerta avergonzándose por haber interrumpido la evidente reunión.

¡Qué tal, profesor! saludó Joffrey, y el resto de los alumnos que ocupaban el compartimento, dirigieron su atención a él.

Joffrey reconoció a un alumno de Slytherin de su mismo curso; un muchacho alto, de pómulos marcados y ojos rasgados; también había dos alumnos de sexto a los que no conocía y dos muchachas, entre ellas Melisandre, la chica guapa y de cabellos rojos como la sangre. Joffrey fingió no verla y se fijó en William y Skylar, quienes únicamente se limitaron en saludarlo con tímido cabeceo precavido. William, de una piel apiñonada, tenía el cabello mucho más largo de un tono pardo cubriéndole hasta las cejas; Skylar, de unos ojos grandes y expresivos, se veía más delgado, pero en forma, como siempre. A pesar de que el resto del cabello lo usaba corto, su distintivo crin era tan largo que le acariciaba la mitad de la espalda con elegancia.

 

Joffrey se extrañó. Después de no verse durante todo el verano, sus amigos se contenían de saludarlo como acostumbraban, y sus mortificados semblantes casi podían confirmárselo: algo extraño había sucedido. ¿Qué hacían los dos en el Club de las Eminencias? Para ser francos, ni uno de ellos podía posicionarse en la clasificación de alumno brillante que el profesor Slughorn coleccionaba en fotografías sobre la repisa de su despacho. Y ahora que lo pensaba, se preguntaba porqué Viserion no habría asistido también a la reunión. Sabía perfectamente que él era uno de sus alumnos predilectos por razones que están implícitas.

¿No has recibido mi recado? Se apuró a decir Slughorn mientras corría las cortinas para que el sol no le diera en su fatigado rostro. ¡Mira, aquí estaba tu lugar! y le señaló un espacio entre Skylar y Melisandre. Te estuvimos esperando, ¿verdad, chicos?

Nadie dijo nada; William y Skylar se sumieron aún más en su respaldo.

No recibí su invitación, lo siento objetó Joffrey.

¡Pero cómo! ¡No lo entiendo! se lamentó el profesor como si se tratara de las más terribles de las desgracias. Si yo personalmente he enviado al señor Celastro a entregarlos

Joffrey levantó las cejas con aire cáustico, e hizo un mohín con la boca.

Celastro
se dijo para sí en voz baja. Yo tampoco lo comprendo, profesor
fingió Joffrey imaginando la divertida cara que Blake estaría poniendo en ese momento.

El profesor Slughorn infló su panza con reproche y se acomodó el moño que tenía torcido.

Te invitaría a almorzar algo con mucho gusto, pero no ha quedado nada, ¿No es así, señor Corbirock? señaló a un chico rollizo en la esquina, pegado a la puerta, que estaba terminando de zamparse la última pieza de faisán frito que quedaba.

Aún de pie a la vista de todos, Joffrey sospechó lo que seguía a continuación; Slughorn lo presentaría ante sus invitados para presumir lo bueno que era en su asignatura, pero el compartimento se sumió en un silencio y algunos miraron periféricamente a William y Skylar, que ya no sabían en donde esconder su rostro avergonzado. El profesor resopló desidioso mientras limpiaba las comisuras de su boca con la servilleta, y antes de que Joffrey se pudiera plantear una vez más que habría pasado, éste lo interrumpió para disipar sus dudas.

Deberías influir un poco más en tus amigos, Joffrey apuntó el profesor dirigiéndoles un gesto reprobatorio. Tomó una caja de piña confitada que estaba sobre la mesa entre unos vasos medio vacíos de gaseosa de cereza, y señaló al par que estaba sentado frente a él. Han provocado un caos. Un verdadero caos
¡pobres niñas! carraspeó sulfurado.

Unos se miraron a otros. El muchacho de Slytherin se cuchicheó con Melisandre, pero por lo fuera, nadie comentó nada en voz alta.

Joffrey no comprendía todavía.

 

Han tirado un saco de bombas fétidas en uno de los vagones, y un grupo de señoritas no ha parado de vomitar y sentir náuseas
dijo negando con la cabeza mientras se llevaba un dulce a sus marchitados labios. Dos de ellas siguen desmayadas
chasqueó la boca y parpadeó con disgusto ¡Espero que no haya tenido nada que ver usted, eh! Ni sus buenas calificaciones en mi asignatura cubrirían tal trastada.

Joffrey estuvo a punto de reír imaginando la escena: chicas gritando con el rostro pálido y corriendo en todas direcciones entre aquella nube apestosa, mientras que William y Skylar morían de risa en medio de la barrabasada. Únicamente se le escapó una sonrisa que logró dominar a tiempo, y Slughorn lo escrutó con ojo crítico.

Joffrey no sabía que decir.

Bueno, yo

Descuide, profesor terció William de pronto, provocando que Slughorn diera un respingo. Joffrey no tuvo nada que ver. Ni siquiera estaba con nosotros en ese momento. Es la primera vez que nos vemos después del curso pasado.

El profesor asintió con satisfacción.

¡Bien, bien! ¡Me agrada oír eso! Dio una palmada. No saben el gusto que me da. Verán, en ninguno de mis años como docente en Hogwarts, me había tocado presenciar un comportamiento así de irresponsable; no, no. ¡Enhorabuena por el prefecto que los ha atrapado con las manos en la masa! se inclinó con dificultad bajo la mesa y levantó brevemente un gran saco que debía contener las bombas fétidas. Pensaré ponderadamente en el castigo que yo personalmente les impondré a lo largo del mes. Vane

La chica morena sentada junto a Melisandre, dio un sobresalto y atendió acomedida.

¿Si, profesor?

Serás la encargada de recordármelo. Este año tengo muchas ocupaciones y no quiero que estos dos se me escapen de esta terrible calamidad.

Lo haré, profesor, descuide.

Siempre admiré tu puntualidad y memoria en los exámenes, Vane
¿Por cierto, cómo está tu madre? le preguntó a la chica mientras que, con un gesto, le ofrecía a Joffrey tomar asiento
Me mandó una colección completa de sus libros que me he enterado ¡son un éxito!; leí el artículo en El Profeta ladeó la cabeza de un lado al otro con abatimiento. No he tenido tiempo de leerlos aún, eso sí
sin embargo, tu madre es una mujer prodigiosa: haga lo que haga.

Joffrey se aclaró la garganta interrumpiendo el agradecimiento que Vane le daba al profesor por el cumplido; no tenía la más mínima intención de quedarse un minuto más.

Disculpe, profesor. Debo volver a mi compartimento. Tengo unos pendientes que terminar antes de llegar a Hogwarts.

Ah, está bien, está bien accedió Slughorn arrugando la frente. Quizá recibas otra de mis invitaciones a lo largo de la semana, espero que esta vez no faltes. Quería que les detallaras a todos que hacer la poción Crece-huesos no es tan complicada como se rumoró el curso pasado

Afortunadamente, Joffrey jamás había tenido problemas con el profesor de pociones en los últimos dos años; su clase era una de las pocas en la cual desarrollaba ciertas habilidades. No obstante, el resto de los alumnos no tan afortunados para las mezclas y los ingredientes, incluidos William y Skylar, tenían la primicia de conocer la verdadera pasión del profesor por las actividades académicas y era un aspecto no muy grato.

 

Descuide profesor, haré todo lo posible prometió Joffrey y lanzó una rápida mirada de compasión a sus amigos antes de salir. Cuando llegaran a Hogwarts, ya se saludarían como era debido, y tendrían oportunidad de contarle detalladamente lo que había sucedido. Pero por lo pronto, ambos sufrirían por el resto del viaje los constantes sermones, las interminables peroratas e insufribles comparaciones ante los selectos y pomposos alumnos allí reunidos. Ahora mismo, Joffrey se lamentaba abandonarlos, pero no habría podido soportar escuchar al profesor Slughorn un minuto más.

Joffrey recorrió el camino de regreso sin apartarde su cabeza al par de rostros que acababa de volver a ver después de lasvacaciones. Los quería mucho. Debido a que Joffrey no tenía hermanos varones,sus amistades le resultaban más valiosas y enriquecedoras. A lo largo de losúltimos dos años se habían convertido en parte de su vida y su familia. Hace unaño, incluso, William había pasado las navidades en su casa. Convivió con suspadres y su hermana Penélope, y la verdad es que resultó ser un festejo memorable.Al principio, cuando William llegó a su casa envuelto en abrigos, bufandas y varias capas de guantes, sus labios no mediaron una sonrisa debido a su acostumbrada timidez, peroJoffrey se había propuesto hacerlo sentir en casa, y una vez lograda la tarea,cosa que no había resultado nada fácil, la relación entre su familia y su amigoterminó siendo digna de anécdota. William tenía unos padres muy especiales. Sumadre era una squib muy hermosa y de aptitudes frívolas dedicada a la actuación; su padre era grande, robusto y de mirada perpetua al odio. Actualmente tiene unatienda de calderos poco demandada en los confines del Callejón Diagon; todos le atribuyen sufracaso a su dicharachera forma de ser con los clientes con un humor poco campechano.Cada fin de curso, el destino de William se alternaba entre ir al mundo mugglea casa de su madre en Inglaterra, o vivir en el pisito encima de la tienda de supadre, en donde se pasaba las tardes ayudando a fregar la tienda o limpiar el áticoatestado de nidos de doxy. Sus padres estaban separados desde hace varios añosy William jamás había hablado de ello. Joffrey se había tenido que enterar dela historia por lenguas ajenas. Tal parecía que el matrimonio no habían podidolidiar con dos mundos tan distintos.

Skylar, por otro lado, se trataba de nadamenos que el hijo de los mejores amigos de toda la vida de los padres deJoffrey: Andrew y Martha Androver. Aunque su relación de niños nunca habíapasado de miradas curiosas entre las mesas de té durante las reuniones, Joffreyrecordaba haberlo visto en varias ocasiones muchos años antes de entrar aHogwarts. Pero debido a que Andrew comenzó a trabajar para el Ministerio en elDepartameno de Criaturas Mágicas, sus visitas fueron cada vez menosrecurrentes. Skylar había cumplido cierta edad, y cada que su padre tenía laoportunidad, aprovechaba en llevarlo con él a los extremos del mundo paramostrarle su trabajo, mostrarle el aprendizaje que se cultivaba entrecientos de criaturas y bestias desconocidas y así introducirlo a temprana edadal complejo pero fascinante terreno de la que siempre supo era su vocación.Aunque Martha aún visitaba a la familia en fechas importantes, la imagende padre e hijo Androver se desvaneció poco a poco de la memoria de Joffrey. Nofue hasta que volvieron a verse tiempo después, convertidos ya en unosadolescentes, cuando les tocó cruzar juntos el lago durante el inicio delprimer año del colegio. Joffrey lo reconoció por su pequeño crin salvajeondulando en su espalda, y Skylar no dudó en estrecharle la mano. Los Androversiempre se habían destacado por ser una familia de magos de carácter moderno.Sus padres habían forjado a su hijo de una fortaleza difícil de encausar en unmuchacho de su edad, no obstante, su nobleza era grande, tan grande como su imbatible osadía.

 

Cuando Joffrey llegó al compartimento y corrió la puerta, se paró en seco como si hubiera chocado contra una pared invisible. La sonrisa de recuerdos se le esfumó del rostro como el soplo a una vela.

Esto
lo siento se disculpó Viserion No pude resistirme, comenzó a maullar y yo
bueno

Joffrey no repeló nada. Simplemente observó como Viserion se ponía lentamente de pie con Arya maullando en la comodidad de sus brazos.

No, descuida reparó Joffrey con tranquilidad. La verdad era que no estaba nada molesto de ver que un extraño acababa de sacar a su gata de la jaula sin su permiso. Más bien, estaba sorprendido; Arya estaba más tranquila que nunca. Jamás la había visto ronronear tan cómoda en los brazos de alguien, y no entendía por qué tenía que ser precisamente en los de él. Por supuesto que Joffrey no iba a aceptar tal hecho en voz alta. Así que, sin mayor preámbulo, disimuló que aquella serenidad en su rebelde mascota era de lo más usual y caminó a sentarse con aire solvente.

Adelante, puedes cargarla; no hay problema le concedió Joffrey extendiendo una palma.

El rubio volvió satisfecho a su asiento rascando bajo la barbilla de Arya, que creaba un tamborileo más ruidoso al ronronear que el de cualquier gato común. Joffrey le dedicó una mirada de ingratitud a su gata, y ésta pareció responderle al desviar con desdén su grandes ojos cuyas pupilas se afilaron con el resplandor de la ventana.

Aunque la compañía con Viserion ya no le resultaba tan incómoda como al principio, dentro del lapso de las próximas horas nadie dijo gran cosa. La tarde fue transcurriendo lentamente, aderezada con esporádicos comentarios sobre los profesores o las clases, pero de una manera muy forzada, puesto que estando a solas, no había otra cosa más que hacer. Todo indicaba que el hecho de que fueran tan opuestos, estrechaba la convivencia que pudo haberse desenvuelto con facilidad al tratarse de otros involucrados.

En cierto momento, Joffrey le tuvo que pedir a Viserion que devolviera a Arya a su jaula, pues quería tener un poco más de lectura, y El Monstruoso libro de los Monstruos no podía resistirse de pelear con ella cada que se encontraban cerca. Ante la incrédula mirada de Viserion, Joffrey le señaló la mordedura en su puntiaguda oreja izquierda

Realmente me gustan mucho los gatos declaró Viserion en voz baja a la vez que le acariciaba la oreja. Nunca me permitieron tener uno.

Seguro que tu madre es alérgica
supuso Joffrey.

Sin responder nada, el rubio cambió aparatosamente de postura y le dio la espalda. Le dio una última caricia a Arya, y se inclinó para devolverla a su jaula bajo el asiento. Joffrey se limitó a hacer un gesto desdeñoso. ¿Porqué era tan extraño? Se preguntó si no lo habría escuchado, o simplemente lo estaba ignorando con tal descaro.

 

Por fin, el tren salió de una profunda garganta de cordilleras, y al tomar una curva, se vio una rojiza puesta de sol por la ventana. A juzgar por la espesura del paisaje que comenzaron a atravesar, estaban ya a pocos minutos de arribar a la estación de Hogsmeade. Empezó a escucharse más movimiento y encendieron las luces. Los pasillos se volvieron a quedar vacíos porque los alumnos habían regresado a sus compartimentos para ponerse la túnica del colegio y recoger sus cosas.

Viserion ya estaba cambiado desde que salieron de Londres, por lo que Joffrey fue el único que se levantó a bajar su túnica de la rejilla portaequipajes.

Ya se ve Hogwarts anunció Viserion como para sí, unos pocos momentos después.

A través de la ventana envuelta en penumbra, Joffrey se distrajo contemplando como a la lejanía, entre la punta de una montaña y el cielo de un turquesa espectral, se destacaba la imponente silueta del castillo. Sus ventanas brillaban como el ámbar y sus diversas torres se erguían apuntando hacia una luna semioculta. Cuanto más alto se miraba, más resplandecía el cielorraso revelando frías estrellas de aspecto quebradizo reluciendo como polvo de plata sobre el terciopelo de un joyero.

Joffrey sintió un cosquilleo en el estómago. Finalmente habían llegado.

El tren fue disminuyendo velocidad poco a poco hasta que se detuvo por completo en la estación con una fuerte sacudida. Cuando abrieron las puertas, un agudo frío nocturno se arrastró al interior acompañado de una fragancia de pino y hierva.

Mientras Viserion se colocaba una fina capa de viaje, Joffrey bajó su equipaje y ambos salieron al pasillo. Viserion gruñó ante la riada de alumnos que se formó en menos de un segundo, y comenzó a abrirse paso sin problemas con ligeros empellones. Joffrey aprovechó la brecha y fue tras él; caminaron entre el tropel ruidoso, y bajaron hacia la estación mal iluminada sin decirse nada.

Escuchando el leve rumor de los árboles y el gélido viento diluyéndose entre las voces que exhalaban vapor, Joffrey arrastró sus cosas entre la multitud rumbo al sendero de los carruajes, sin voltear atrás. Pero
cada vez fue caminando más despacio hasta que detuvo el paso por completo.

¿
Debía voltear a despedirse de Viserion? No, ¿por qué debía de? Joffrey no habría permanecido ahí si de su voluntad hubiera dependido. Se habían presentado casi de forma forzada, y a partir de ahí, sólo habían hablado un rato de cosas superfluas; todo no se había tratado más que de pura cortesía
Pero
Joffrey caviló con rapidez ¿estaría volteando él en ese momento? ¿Habría tomado el rumbo opuesto para encontrarse con sus amigos, o
él sí habría considerado conveniente despedirse y venía tras de él en ese instante? Sintió claramente como apretaba la manija de su baúl y oprimió la quijada. Arya maulló, y unas voces al otro extremo del gentío lo llamaron, pero Joffrey no escuchó nada de eso. Casi sin darse cuenta, se vio girando el cuello con cautela para mirar sobre su hombro. Entonces, sintió una fuerte punzada que le traspasó pecho como una corriente eléctrica: Viserion volteaba a verlo también. Lo contemplaba de reojo, entre la riada de alumnos que bajaba las escaleras al otro lado de la estación. Casi le había parecido que cabeceó en forma de saludo, pero un segundo después, su cabellera rubia desapareció detrás de su grupo de amigos que lo rodearon con vítores entusiasmados.

 

Joffrey resopló con una risilla suspicaz y negó con la cabeza. Volvió a retomar el paso encaminándose hacia los carruajes al borde del bosque: William y Skylar ya lo estaban esperando agitando las manos con alegría.

Joffrey no se dio cuenta en qué momento fue que Viserion se quedó profundamente dormido, hasta que escuchó un respiro entrecortado y asomó los ojos por encima de El Monstruoso libro de los Monstruos. El rubio se había recostado ocupando toda la extensión del asiento y se cubría los ojos con el dorso de la mano. ¿Cuánto tiempo llevaría dormido? Joffrey no previó el tiempo que había transcurrido mientras estuvo abstraído en su lectura.

El nuevo libro que ocuparían para el tercer curso en la asignatura del Cuidado de Criaturas Mágicas, era espeluznante: gruñía a ratos, y si pasado su letargo no le acariciabas el lomo peludo a tiempo, intentaba atacarte. Aunque resultaba ser un verdadero suplicio, Joffrey ya conocía al pie de la letra las advertencias y el trato que debía tener con el tomo. Además, le apasionaba mucho aprender sobre aquellos seres que se ocultan en los rincones del mundo, especialmente sobre los dragones y unas extrañas bestias llamadas Quimeras: un extraño monstruo griego con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón; una de las más peligrosas y sanguinarias que existen. Cuando Joffrey consiguió el libro en el Callejón Diagon, se dio cuenta que ahora venía con un cabestrillo dorado incluido para impedir que éstos se atacaran entre sí en las librerías. Tal y como sucedió en una ocasión en Flourish y Blotts, según les narró el año pasado Hagrid, el guardabosques de Hogwarts.

Joffrey despegó su atención de la impresionante crónica del único hombre en la historia que pudo matar a una Quimera, y se fijó nuevamente en Viserion. El muchacho acababa de moverse un poco para acomodarse en una nueva postura, pero no abrió los ojos.

Joffrey cerró con cuidado el libro, lo ató con fuerza y lo devolvió al baúl mientras sentía el vibrar de sus gruñidos somnolientos en la cubierta. Posteriormente se encaminó hacia el pasillo.

¿Dónde estarían metidos William y Skylar? Le había parecido extraño que sus amigos no lo hubieran ido a buscar antes que él.

Cerró la puerta corredera en silencio, y emprendió la marcha. Se puso a recorrer paulatinamente cada uno de los vagones escuchando el ruido de conversaciones en los compartimentos y esquivando los grupitos que tupían los pasillos. Unos minutos más tarde, se vio en la otra ala del tren, justo tras la locomotora, sin ningún resultado. No había rastro suyo. Inmediatamente se llegó a imaginar desilusionado que cabía la posibilidad de que hubieran perdido el tren, como él había estado a punto.

En el instante en que se disponía en regresar, una risita con aire histriónico provino flotando de algún lado, y Joffrey no tardó en reconocer de quién se trataba. Dio unos pasos y se asomó con tiento en el siguiente compartimento (normalmente ocupado por los profesores y prefectos), y allí estaba el veterano hombre con su distintivo bigote de morsa oscilando al compás de su risa. Joffrey sonrió maquinalmente, pero no debido a la pintoresca imagen de Horace Slughorn, el profesor de pociones, si no porque sus dos amigos estaban sentados justo delante de él, con un semblante amodorrado. Pese a que algo le dijo no la habían pasado tan bien como él se había estado imaginado, Joffrey se alegró de comprobar que sí estaban en el tren.

 

Magnifico, me parece grandioso, podrán corroborarlo al ir a la biblioteca, pero estoy seguro que
Slughorn entornó sus pequeños ojos cansados a través del vidrio ¿Lannister? exclamó el profesor y se puso en pie de un brinco; su prominente barriga, forrada de terciopelo, se proyectó hacia delante. La calva reluciente y el gran bigote plateado brillaron a la luz del sol, igual que los botones dorados del chaleco.

Joffrey ladeó una mano tímidamente y corrió la puerta avergonzándose por haber interrumpido la evidente reunión.

¡Qué tal, profesor! saludó Joffrey, y el resto de los alumnos que ocupaban el compartimento, dirigieron su atención a él.

Joffrey reconoció a un alumno de Slytherin de su mismo curso; un muchacho alto, de pómulos marcados y ojos rasgados; también había dos alumnos de sexto a los que no conocía y dos muchachas, entre ellas Melisandre, la chica guapa y de cabellos rojos como la sangre. Joffrey fingió no verla y se fijó en William y Skylar, quienes únicamente se limitaron en saludarlo con tímido cabeceo precavido. William, de una piel apiñonada, tenía el cabello mucho más largo de un tono pardo cubriéndole hasta las cejas; Skylar, de unos ojos grandes y expresivos, se veía más delgado, pero en forma, como siempre. A pesar de que el resto del cabello lo usaba corto, su distintivo crin era tan largo que le acariciaba la mitad de la espalda con elegancia.

Joffrey se extrañó. Después de no verse durante todo el verano, sus amigos se contenían de saludarlo como acostumbraban, y sus mortificados semblantes casi podían confirmárselo: algo extraño había sucedido. ¿Qué hacían los dos en el Club de las Eminencias? Para ser francos, ni uno de ellos podía posicionarse en la clasificación de alumno brillante que el profesor Slughorn coleccionaba en fotografías sobre la repisa de su despacho. Y ahora que lo pensaba, se preguntaba porqué Viserion no habría asistido también a la reunión. Sabía perfectamente que él era uno de sus alumnos predilectos por razones que están implícitas.

¿No has recibido mi recado? Se apuró a decir Slughorn mientras corría las cortinas para que el sol no le diera en su fatigado rostro. ¡Mira, aquí estaba tu lugar! y le señaló un espacio entre Skylar y Melisandre. Te estuvimos esperando, ¿verdad, chicos?

Nadie dijo nada; William y Skylar se sumieron aún más en su respaldo.

No recibí su invitación, lo siento objetó Joffrey.

¡Pero cómo! ¡No lo entiendo! se lamentó el profesor como si se tratara de las más terribles de las desgracias. Si yo personalmente he enviado al señor Celastro a entregarlos

Joffrey levantó las cejas con aire cáustico, e hizo un mohín con la boca.

Celastro
se dijo para sí en voz baja. Yo tampoco lo comprendo, profesor
fingió Joffrey imaginando la divertida cara que Blake estaría poniendo en ese momento.

El profesor Slughorn infló su panza con reproche y se acomodó el moño que tenía torcido.

Te invitaría a almorzar algo con mucho gusto, pero no ha quedado nada, ¿No es así, señor Corbirock? señaló a un chico rollizo en la esquina, pegado a la puerta, que estaba terminando de zamparse la última pieza de faisán frito que quedaba.

Aún de pie a la vista de todos, Joffrey sospechó lo que seguía a continuación; Slughorn lo presentaría ante sus invitados para presumir lo bueno que era en su asignatura, pero el compartimento se sumió en un silencio y algunos miraron periféricamente a William y Skylar, que ya no sabían en donde esconder su rostro avergonzado. El profesor resopló desidioso mientras limpiaba las comisuras de su boca con la servilleta, y antes de que Joffrey se pudiera plantear una vez más que habría pasado, éste lo interrumpió para disipar sus dudas.

Deberías influir un poco más en tus amigos, Joffrey apuntó el profesor dirigiéndoles un gesto reprobatorio. Tomó una caja de piña confitada que estaba sobre la mesa entre unos vasos medio vacíos de gaseosa de cereza, y señaló al par que estaba sentado frente a él. Han provocado un caos. Un verdadero caos
¡pobres niñas! carraspeó sulfurado.

Unos se miraron a otros. El muchacho de Slytherin se cuchicheó con Melisandre, pero por lo fuera, nadie comentó nada en voz alta.

Joffrey no comprendía todavía.

Han tirado un saco de bombas fétidas en uno de los vagones, y un grupo de señoritas no ha parado de vomitar y sentir náuseas
dijo negando con la cabeza mientras se llevaba un dulce a sus marchitados labios. Dos de ellas siguen desmayadas
chasqueó la boca y parpadeó con disgusto ¡Espero que no haya tenido nada que ver usted, eh! Ni sus buenas calificaciones en mi asignatura cubrirían tal trastada.

Joffrey estuvo a punto de reír imaginando la escena: chicas gritando con el rostro pálido y corriendo en todas direcciones entre aquella nube apestosa, mientras que William y Skylar morían de risa en medio de la barrabasada. Únicamente se le escapó una sonrisa que logró dominar a tiempo, y Slughorn lo escrutó con ojo crítico.

Los Secretos de Harry y Ron - Potterfics, tu versión de la historia

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Casi tres años después de la última noche de Voldemort, Harry Potter llega a La Madriguera a pasar el verano junto con sus dos mejores amigos: Ron Weasley y

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2024-09-17

 

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