Abrí los ojos, jadeando del susto. La somnolencia residía en cada uno de mis músculos, imposibilitándome moverme, más por la pereza del esfuerzo que por verdadera parálisis. Aquel sueño... no fue un sueño. Tampoco una pesadilla, fue lo mejor que soñé en el último año. Quizás en toda mi vida. Fue un recuerdo. Suspiré hondo y me decidí a levantarme de la cama. Otro día más, en el que yo era el salvador del mundo mágico, a pesar de que hubiera preferido nacer siendo un chico normal.
Descorrí las cortinas y me sorprendí de ver la calle sumida en la oscuridad. ¿Qué hora era, cuántas veces me había despertado ya por lo mismo? Probablemente jamás lo sabría, ella no paraba de rondar por mi mente, de acapararla toda sin darme un solo segundo para pensar qué iba a hacer. En cuanto a la hora, según el reloj de mi mesita de noche, eran las tres de la mañana.
Me revolví el pelo, debido a mi desesperación. Era... tan perfecta. Tan blanca como la leche, con unas graciosas pecas en ambas mejillas, su pelo lacio, sedoso y rojo como el fuego, sus largas y ágiles piernas, sus delicadas manos, los labios que tubo el privilegio de besar, rellenitos y rosados, las largas pestañas que hacían de su mirada un puerta a su corazón, para saber qué sentía en cada momento. Y no solo físicamente, su gracia al andar, volar y hablar, su coraza y sus sentimientos, las risas que salían de su boca, la felicidad y optimismo que siempre sacaba a relucir...
¡Ya basta! En ese mismo instante iba a solucionarlo todo, no sabía cómo, pero lo haría. No me di cuenta de cuándo había empezado a caminar nerviosamente de un lado a otro de la habitación.
Grité de pura frustración, saqué todo el aire de mis pulmones, con ese grito sin coherencia articulada, suplicaba a Merlín que parara esta desolación. Nadie me escucharía, porque ya llevaba un año solo desde que maté a Tom Riddle. Solo el espíritu de Sirius que me seguía allá a donde fuera, sabría de mis actos y pensamientos.
-Ginny...
Hasta ese momento no me di cuenta de la falta que me hacía que ella me escuchara decir de mis labios todo lo que provocaba la pequeña Weasley en mí. Y que ella me diera una respuesta. La que fuera, sería más fácil vivir con una negativa a estar sumido en una confusión tan insoportable. Con "momento", quiero decir meses, meses sin verla ni a ella ni a nadie.
Yo, Harry Potter, me declaro culpable por cobardía a la hora de enfrentar al amor.
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Dejé el vaso de agua sobre la encimera de madera de la cocina. Suspiré nuevamente y volví a regañarme por ello. Era estúpido que, después de un año, siguiera evocando suspiros de melancolía por su culpa. Entendí la penúltima vez que me dejó, por temor a perderme no solo a mí, a toda mi familia incluida. La última no, ¿por qué? Sin excusas, ni palabras, ¡ni una mera despedida o aviso! Solo desapareció de mi vida y de la de los demás, como si quisiera olvidarnos, dejarnos atrás. Casi estaba ofendida por calificarme como "un pasado desagradable". Debía de ser así como para no querer vernos a ninguno.
Otro suspiro, otra lágrima, otro rasguño en mi corazón. Subí las escaleras, de vuelta a mi habitación. No conseguía dormir, me era imposible sin tener alguien a quien soñar. Sabía que contaba con mucha gente a mi lado, aunque me molestara que me trataran como a una viuda. No me había casado y nadie, excepto mi hermano, había muerto.
Mi cuarto ya no era el de siempre. Antes reflejaba mi personalidad y mi euforia por la vida en sí. Ahora,a pesar de los brillantes colores, todo lo veía gris, como mi alma. Tenía las cortinas cerradas todo el día y solo las habría por la noche, para ver lo único tan bello como él, las estrellas. Éstas resplandecían, con su propia energía, su poder. Yo, en cambio, necesito alguien que me motive para seguir feliz, esa energía no puedo generarla sola, sin ayuda. Además de que la luz que las estrellas emitían, era inigualable, se reflejaba en mis ojos, como si volviera a ser la misma de antes. Pero seguían tan apagados como en los últimos meses.
En la penumbra, me acerqué a mí cama, a ciegas. Primero encontré la suave colcha que había tejido mi madre, avancé unos pasos más y encontré la almohada. Me tumbé encima, sin siquiera taparme en pleno invierno, por si fuera poco, Noche Buena. Los 24 de Diciembre, siempre hacíamos cosas especiales y bromas, las risas flotaban en el aire, retando a todas las familias del mundo a alcanzar nuestra felicidad navideña. Intentaron hacer lo mismo este año. La diferencia... mejor diferencias, en plural: George ya no estaba en casa, ni pensaba volver en un tiempo; mamá permaneció sentada en un silla toda la noche, sin disfrutar ni de su exquisita cena; Ron no pudo bromear sin que nuestro padre le pidiera que se callara, pues los ojos de nuestra madre se anegaron en lágrimas recordando a Fred. Recetas faciles y rápidas
Un fracaso, fue tal que no quise observar nada más. No lloraba, jamás, excepto... cuando mi cuerpo pesaba de las sensaciones contenidas.
Giré en la cama, adoptando una postura lateral y mirando hacia la pared. Noté la cara húmeda, podría ser por lágrimas. Lo era, lo sabía, aunque la posibilidad de ponerlo en duda hacía que sintiera algo, como misterio, alguna cosa que descubrir, como si no hubiera acabado todo. Por una razón tan pequeña e ilusa, no pensaba comprobar qué era lo que corría por mis mejillas, ni sollozaría para hacerlo evidente, sería un secreto, el cual jamás iba a desvelarme.
¿Loca? Seguramente, hace mucho tiempo que necesito cualquier cosa por mínima que sea, para motivarme y seguir viviendo así. Necesitaba tiempo, en el mejor de los casos, Harry también necesitaba solo tiempo y volvería algún día. Era preferible no pensarlo, para no desilusionarme y acabar depresiva.
Yo, Ginny Weasley, me declaro culpable de caer tan bajo por culpa del amor. Penoso viniendo de mí, ¿verdad?
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En cuanto escuché un crujido de las escaleras, abrí la ventana de su cuarto, para que los sonidos se confundieran. Estaba haciendo algo muy poco propio de mí, absurdo, vergonzoso y para colmo inútil. Me echaría de allí antes de pronunciar una sola palabra. Tenía todo el derecho a estar furiosa conmigo, incluso a no querer saber de mí en toda la eternidad. La puerta se abrió lentamente, creando más sonidos con los cuales confundir mis pasos hasta una mecedora de la habitación. Era realmente cómoda, pero no iba a desperdiciar el tiempo relajándome en una silla, tenía que concentrarme en Ginny y en que estuviera primero bien, luego lista para responderme a mis preguntas.
Fue a tientas hasta su cama, no parecía la misma, su palidez era demasiado enfatizada, brillaba en la oscuridad. Sus labios tampoco tenían color, por no decir de sus mejillas. Miró unos instantes por la ventana, suspiraba, parecía triste o simplemente aburrida. No, ninguna de las anteriores, estaba "vacía" en su interior, la desesperación se notaba desde su posición y sin apenas luz, era tan comparable como la mía. Algo sucedía, no quería pensar que era por mi causa.
Entonces se giró, fue suficiente, el resplandor de la luna dio en su cara y lo vi. Lloraba. La persona con la fortaleza más fuerte que conocí hasta el momento, estaba rota por dentro. Me odié a mí mismo, por poder ser quien le hubiera hecho sufrir, quién si no. Conocía a Ginny, sabía que lo nuestro era amor y que a ella esto le dolía. Me levanté, sin importarme hacer ruido. Rocé con mi mano su mejilla, quitándole las dolorosas lágrimas que la hicieron sufrir aquellos meses. No hizo nada ante mi contacto, como si no lo sintiera. Me percaté de que temblaba y no me pude contener.
-Ginny...
En esta ocasión, se incorporó asustada y al verme, me abrazó por el cuello. La agarré de la cintura, desesperado por sentir su presencia junta a la mía, su calor. Sentía un nudo en mi garganta, de la felicidad de volver a tenerla en mis brazos y que mi pelirroja no quisiera apartarse, que me eligiera.
-Lo siento, lo siento mucho...- mi voz estaba quebrada y dejé escapar una lágrima, como si fuera un niño pequeño.
-Eres...- se apartó y me miró fijamente a los ojos.- ¡¡Eres un idiota Harry Potter!!
Su grito podría haber despertado a todo en el instante, por suerte tuve reflejos y en seguida susurré "Muffliato". Mi burbuja de felicidad había explotado tan rápido como había crecido. Me quedé paralizado, me abrazó pero... ¿y si estaba tan enfadada que no querría volver a saber nunca más de mí?
-Yo... yo lo...
-No vuelvas a repetirlo. Sé que lo sientes mucho, lo que no sabes tú es por lo que me has hecho pasar- intentaba hacer de cada palabra un cuchillo atravesando mi corazón, lo conseguiría, si no fuera porque sabía que volveríamos a la normalidad. Que nos amábamos.
-Te quiero, solo sé que te hice esperar demasiado para saberlo.
Ya no lloraba, no desde que me vio. Poco a poco volvió a ser mi Ginny, la que siempre conocí. Me hizo sentarme en su cama y juntó nuestros labios, mientras sus manos agarraban las solapas de mi camisa. La correspondí con todo el amor que sentí, sentía y sentiría.
¿Por qué me fui? Porque pensé que después de todo lo ocurrido con la guerra y tantos seres queridos muertos, yo sobraba en este mundo. Era por mi causa toda esta destrucción, nadie me haría cambiar de opinión. Claro que ahora también pensaba que por mucho que me alejara, solo estaría siendo egoísta. Y por supuesto, volví porque el amor que sentía me iba a matar si no lo juntaba con su pieza perfecta de un puzzle.
Me declaro culpable por razones del amor. - Fanfics de Harry Potter
Abrí los ojos, jadeando del susto. La somnolencia residía en cada uno de mis músculos, imposibilitándome moverme, más por la pereza del esfuerzo que por v
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2023-02-27
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