Medianoche - Fanfic Bestseller Claudia Gray - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Tuve que coger un vuelo de Chicago a Massachussets, después, y tras esperar largo rato en el andén, un tren de Boston hasta Newton y un taxi hasta Riverton.
Desde ahí tuve que guiar al taxista por los sinuosos caminos hasta que lleguemos a la entrada de la Academia Medianoche.
Tuve que guiarme con el mapa que me había hecho mi madre. Tenía un don para dibujar. Me había dado su diario. Bueno, no era un diario exactamente. Sinó que era un grueso cuaderno con hojas blancas que había ido llenando con sus experiencias. Lugares dónde podía reunirme con nuestra gente y si le habían gustado. Nombres de personas que había conocido, y si le habían caído bien o no. En una de esas hojas estaba la Academia Medianoche, con un mapa para llegar y nombres de profesores, sus puntos débiles, sus lugares favoritos... En definitiva, un tesoro.
Llegué bastante justa de tiempo. Dejé las maletas en la puerta junto con las que ya habían allí. Y entré. Cuando lo hice, había una mujer mayor, bueno mayor... no es exactamente la palabra que utilizaría el resto de los presentes sinó que causaba respeto. Según el diario de mi madre se trataba de la Directora, la señora Bethany.
- Bienvenidos a Medianoche - dijo abriendo las manos en un gesto de acogida. Tenía las uñas largas y translúcidas - Algunos de ustedes ya han estado aquí antes. Otros habrán oído hablar acerca de la Academia Medianoche durante años, tal vez a sus familias y se habrán preguntado si alguna vez entrarían en nuestra escuela. Este año, además, también contamos con un nuevo tipo de estudiantes, resultado de un cambio en la política de admisión. Creemos que ha llegado el momento de que nuestros alumnos conozcan un mayor abanico de gente de orígenes variopintos y de este modo, prepararlos mejor para el mundo que les espera al otro lado de las paredes de nuestra institución. Todos tenemos mucho que aprender de estos otros estudiantes y estoy segura de que los tratarán con el respeto que se perecen. En Medianoche no tratamos a nuestros alumnos como si fueran niños - La señora Bethany no se dirigía a nadie en concreto, sino que parecía limitarse a otear por encima de todos con una especie de mirada disstante que, sin embargo, abarcaba todo lo que entraba dentro de su campo de visión - Han venido aquí a aprender a manejarse como adultos del siglo XXI, y así es como se espera que se comporten. Sin embargo, eso no significa que Medianoche carezca de normas. La posición que ocupamos nos exige mantener la más estricta de las disciplinas. Esperamos mucho de ustedes. Las clases empezarán mañana - concluyó la directora - Por hoy, instálense en sus habitaciones, preséntense a sus compañeros, paséense por las instalaciones. Contamos con que estén preparados. Es un placer tenerles aquí y esperamos que sepan aprovechar su estancia en Medianoche.
Los presentes aplaudieron y fui al tablón del Hall para buscar el número de mi habitación. Mi madre me había dicho que las habitaciones de las chicas estaban dispuestas a lo ancho y largo de la torre sur. Cuando llegué cargada con mis maletas, que menos mal que llevaban ruedas - abrió de repente una chica rubia, guapa, alta y delgada con aspecto de Capitana de las Cheers Leaders.
- Supongo que eres Aurora Latieve - me miró de arriba a abajo juzgándome mentalmente.
- Supones bien - le dije haciendo lo mismo.
- Mi cama es la del fondo, para ti la de al lado de la puerta.
- Por lo menos no tenemos que jugárnoslo a piedra, papel o tijeras - comenté.
- Por favor, que vulgar - Hice como que no había escuchado a mi compañera de cuarto.
Miré a la estantería y me di cuenta que no tendría espacio suficiente para mis libros, menos mal que una de mis maletas era un librero, así que decidí que solo colocaría los libros de texto de la Academia, que había procurado comprar con antelación, al igual que los uniformes. Dos juegos de cada equipo. Rojo, verde, negro... Había dónde escoger.
Después de colocar los libros, en los cajones del escritorio coloqué mis folios, cuadernos, libretas, cajas de rotuladores, colores, lápices... Vine bien surtidita, no sabía cuando nos dejarían salir a comprar nada y en una caja de latón, de esas que llevan bombones, metí los sobres y los sellos, un tesoro, pues era la única forma de contactar con mis padres. Allí no había teléfono, y al parecer, tampoco internet. Estábamos en un internado de la edad media, o más antiguo. Suspiré. En el tocador, que tenía un bonito espejo oval, coloqué mis camisas, bien dobladas. Los jerseys, la ropa interior... Lo demás lo fui colgando con esmero en el armario, que como yo suponía no tenía perchas, utilicé las que traía conmigo. Todo un acierto. Todas de madera, con el garfio de hierro, que tenían grabadas a fuego mis iniciales. Si una se extraviaba, la encontraría.
Saqué el neceser en último lugar. Y las toallas, dos juegos diferentes de toallas que me había traído bordadas directamente de París durante las vacaciones del verano pasado. Las coloqué en el último cajón del tocador. Los zapatos bajo el armario, en sus cajas. El neceser lo coloqué en el tocador, pero no saqué lo que había dentro. Courtney se quedaría con las ganas de saber cuantos pintauñas había traído y de qué colores eran, ella los tenía colocados por todo el neceser como si fuese el escaparate de una perfumería. Lo único que vio es que el neceser no era precisamente pequeño.
En el tablón de la habitación estaba la lista de comida que podíamos pedir. Teníamos una pequeña nevera, de esas que solo albergan ocho botellas de coca-cola de dos litros. Y un pequeño microondas. La comida se pedía semanalmente y se debía entregar la lista abajo en recepción. Miré las fechas, todo se debía pedir los viernes para la semana siguiente, excepto el primer pedido que debía hacerse el día uno, o sea, hoy.
- ¿Quieres que hagamos la lista juntas? - le ofrecí a Courtney.
- No gracias, no comeré en la habitación. Compartiré con otra compañera.
- Como quieras.
Supuse que pensaba que era humana, porque todavía me latía el corazón y tenía la sangre caliente. Bueno, no iba tan mal encaminada. Los nacidos eramos bastante escasos, pero los habíamos. Cogí la lista y marqué diez "complejos vitamínicos" que eran como camuflaban en el internado las raciones de sangre para que los humanos que estudiaban allí no sospechaban. Cuando un humano pedía un complejo vitamínico marcaba una unidad, los vampiros los pedían por decenas. Así sabían a quién debian dar sangre y a quien pastillas.
Pedí pasta (todo estaba precocinado, por lo que solo había que meter las bandejas en el microondas), verduras al vapor, guisado de verduras... en fin. Lo normal para desayunar, comer y cenar para una persona durante una semana.
Dejé la lista en el tablón nuevamente y cogí un libro de la maleta librero, El jinete de Bronce. De Paullina Simmons. Y me tumbé en mi cama. Courtney no tardó en marcharse de la habitación a buscar a alguien y me quedé sola. Era agradable aquella soledad sin que nadie te mirase fijamente mientras deshaces tu equipaje.
Había traído cuatro maletas, de las cuales una contenía una manta calentita. Tenía una especie de manía con las mantas. Era la maleta más portuberante. Por lo que fui metiendo el resto de maletas como si fuesen unas muñecas rusas y las subí encima del armario, dejando solamente la maleta librero al lado de mi armario.
Courtney apareció rato después. Yo había cenado un bocadillo que me había traído para merendar y que no había probado y ya me había acostado. Ella hizo bastante ruido, pero no me molestó. Se acostó y se durmió.
Me pareció que iba a ser un año bastante largo. Demasiado rara para los de mi raza y demasiado extraña para los humanos, ¿Tendría un sitio para mí en Medianoche?
*Como no especifícan dónde se encuentra la Academia Medianoche, me he inventado la hubicación. Aunque en una conversación con Balthazar le dice que están cerca de Boston.
Por la mañana, tras el desayuno, cogí la lista de la comida semanal y bajé al hall, dónde habían ya varios alumnos dejando sus listas.
Me había puesto el equipo rojo. Con las calzas rojas también, y los zapatos de charol relucientes. Dejé mi lista y me repartieron mi horario. Hice una lista mental de las asignaturas. Lenga, inglés, literatura, francés, tecnología moderna, matemáticas, física y química, equitación, Filosofía e Historia. Una burrada de asignaturas, pero como en un internado no hay mucho que hacer... en fin. Miré cuales eran las asignaturas para aquella mañana de martes y subí a mi habitación a por los libros.
Abrí mi mochila y los metí dentro, no iba a ser una mañana complicada. Cogí bolígrafos y todo lo necesario y mi agenda. Me gustaba tener las cosas controladas.
La primera asignatura era Historia. La profesora empezó enseguida a hacernos preguntas.
- Veamos, ¿Quién sabría decirme algo sobre la guerra de la independencia? - juntó las manos y miró expectante a sus alumnos. Yo no sabía mucho sobre ella, solamente que la victoria fue el 4 de julio y que ganaron los casacas azules. Un chico de una fila detrás de la mía levantó la mano - ¿Y usted es el señor...
- Balthazar Moore.
- Bien señor Moore, si tuviera que resumir las causas de la guerra de la independencia ¿Qué diría?
- Que las cargas impositivas establecidas por el Parlamento británico fueron la gota que colmó el vaso - hablaba con facilidad, sin prisas. El tal Balthazar era grande y fornido, tanto que apenas cabía en el viejo pupitre de madera. Su postura convertía la incomodidad en elegancia, como si prefiriera mil veces estar repantingado que sentarse derecho - Aunque a la gente también le preocupaba la libertad política y de religión, por descontado - la profesora enarcó una ceja.
- De modo que Dios y la política son poderosos pero, como siempre, el dinero es el motor del mundo - se oyeron tímidas risitas por toda la clase - hace cincuenta años, ningún profesor de instituto habría mencionado los impuestos. Hace un siglo, la conversación habría girado en torno a la religión. Hace ciento cincuenta años, la respuesta habría dependido del lugar de residencia. En el norte, os habrían hablado de la libertad política. En el sur, os habrían enseñado sobre la libertad económica, la cual, claro está, era impensable sin la esclavitud - hubo un bufido por la parte de atrás de la clase - Y por descontado, en Gran Bretaña habría quien hubiera descrito a Estados Unidos como un estrambótico experimento intelectual condenado al fracaso. Y eso, más que cualquier otra cosa, es lo que quisiera que aprendiérais sobre la historia - la profesora se remangó la chaqueta de punto y escribió en la pizarra "Interpretaciones Evolutivas" - la idea que la gente tiene del pasado cambia tanto como lo hace el presente. La imagen en el retrovisor cambia a cada instante. Para comprender la historia, no es suficiente con conocer los nombres, las fechas y los lugares. Estoy convencida de que muchos de vosotros ya lo sabéis. Sin embargo, debéis aprender a distinguir las distintas interpretaciones que se le han dado a los acontecimientos históricos a lo largo de los siglos. Ese es el único modo de tener una perspectiva que resista al paso del tiempo. Y es en eso en lo que este año centraremos gran parte de nuestros esfuerzos.
La hora pasó volando, después tuve matemáticas y física y química. No hice ninguna amistad con las clases y Courtney parecía que me evitaba, en fin, ¿Para que quería amigos? Mis padres insistieron en que debía estudiar allí para acostumbrarme a los nuestros. Pero... ¿Me acostumbraría? Creía que iba a ser una vampira solitaria.
Tras la comida tuvimos gimnásia. Los que habían elegido esgrima se dirigieron al gimnasio, los de equitación a las caballerizas. Debíamos elegir un caballo, que sería nuestro durante todo el curso. Tuvimos que limpiarles la cuadra, cepillarlos y acostumbrarnos a ellos. Montemos bastante poco. Pero tendríamos todo el curso por delante para montar.
Por la tarde, tras la clase de equitación cogí el neceser, mis zapatillas, el pijama y las toallas y me dirigí al baño, que estaba para mi gusto un poco (demasiado) alejado de la habitación. Me duché y me puse el pijama y las zapatillas rosas. Me sequé el pelo con el secador de viaje y me puse crema hidratante en la cara. Volví a la habitación y dejé la ropa sucia en el saco y la llevé a la lavandería. Allí trabajaba una chica menuda que se encargaba de lavar las ropas. Me alivió, pues si hubiese sido un chico habría sido violento que me lavara las bragas.
Subí de nuevo a la habitación y me puse a repasar los apuntes, pasarlos a limpio y hacer los deberes que nos habían puesto. Después, cené y me acosté.
Courtney no me había quitado ojo desde que entré en la habitación, pero no me dirigió ni una palabra.
Y así sucesivamente pasaba la semana. Courtney siempre se levantaba antes que yo. Se maquillaba, se peinaba y se marchaba. Cuando se empezaba a peinar, me levantaba yo. Desayunaba mi vaso de sangre y me maquillaba discretamente, me peinaba con esmero para no dejar ningún nudo. La melena ondulada a veces era un estorbo. Me ponía espuma para que no se viera "electrificado".
Y me dirigía a las clases.Courtney me miraba con tal astío que a veces me extrañaba que no me escupiese cuando pasaba a mi lado. Pero hacía como si viviese sola, que practicamente así era.
Un jueves, tras Halloween, salí pronto de la habitación y bajé a los terrenos. Allí había un chico mirando hacia los árboles. Era alto y delgado. Con el cabello color rubio oscuro. Parecía absorto en sus pensamientos.
Me acerqué a él en silencio, pues creía que estaba mirando algún animal entre los árboles, y como me gustan tanto los animales...
- Ahhh! - gritó. Yo pegué un retemblido que creía que se me iba a salir el corazón del pecho - ¿De dónde sales tú?
- ¿Yo? Quería ver qué estabas mirando.
- ¿Por qué?
- Por si era algún animal. Una ardilla, por ejemplo, me gusta ver como saltan de árbol en árbol.
- ¿Te gustan los animales? ¿No querrías cazarla? - me miró bastante raro.
- ¿Cazarla? A las ardillas no les gusta estar enjauladas, son más felices en los árboles - me miró más raro todavía - ¿Qué me miras así?
- No nada - dijo rascándose la cabeza - solo que... ¿Por qué has venido a este colegio?
- Por mi madre. Se empeñó - dije encogiéndome de hombros - al parecer, había oído hablar de este colegio muy bien a un grupo de señoras de la jetset y se puso bastante burra con que viniese.
- ¿A sí?
- Sí, ¿Por?
- No, nada. Es que no pareces una niña rica.
- Eso es lo mejor. Serlo y no parecerlo. ¿Te imaginas a la estúpida de Courtney haciendome la pamplina por ser quizá más rica que ella? Es absurda.
- Sí que lo es. ¿Es tu compañera de habitación?
- Sí.
- ¿Y cómo la soportas?
- Haciéndole el mismo caso que ella me hace a mí - reímos.
Al poco rato se nos acercó un chico bastante raro con unas zapatillas rojas y una camisa de flores bajo el uniforme.
- Por cierto, me llamo Lucas, éste es Vic y esa chica que se acerca se llama Raquel.
- Yo soy Aurora. Aury para los amigos.
- ¡Entonces Aury colega! - dijo Vic. Era un chico bastante entusiasta.
- Hola - dijo Raquel cuando llegó a nosotros.
- ¿Qué clase tenéis ahora? - preguntó Lucas - Yo tengo matemáticas.
- Lengua - contestó Vic.
- Historia - suspiró Raquel.
- La verdad es que no lo sé. Bueno, voy a ir a por los libros, que he bajado pronto para dar una vuelta antes de las clases. Nos vemos en otro momento.
Me marché de allí. Lucas y los demás se quedaron charlando. Cuando entré en mi habitación Courtney estaba eligiendo modelito.
- ¿Te has puesto el conjunto verde? - me dijo.
- Obviamente. No te voy a decir que no, tienes ojos en la cara.
- ¿De dónde has sacado esas calzas? - dijo señalando a mis medias que no eran blancas sinó verdes igual que la falda.
- De la misma tienda que me compré los uniformes.
- Son ideales.
- Lo sé - sonreí.
- ¿Llevaste tus uniformes a arreglar?
- No hizo falta. En la misma boutique donde compré los uniformes. Me los entraron allí mismo. Incluso me adaptaron la horma de los zapatos. Nunca me han rozado.
- ¿Y dónde está esa tienda? Quizá me pase durante las vacaciones de navidad.
- Está en París. Cerca de Yves Saint Lauren, dos tiendas más a la derecha. Boutique Les Coleges Uniforms.
- La conozco, he pasado por allí en varias ocasiones. ¿Vives en París?
- Vivía. Ahora vivo en Chicago.
- No tienes acento francés.
- No. Eso es cierto. Y menos mal, odio lo pegajoso de los acentos - Courtney rió.
- Yo he vivido en París, en la zona alta. Pero ahora es muy aburrida, hubo un tiempo que era más burgués. Más bohemio. Ahora está lleno de nuevos ricos, de modelos insípidas y de turistas - dijo en tono aburrido.
Me sorprendía la conversación tan fluída y agradable que estaba manteniendo con Courtney. Más me sorprendió cuando me dijo que pensaba irse a esquiar a Suiza con Patrice aquellas navidades y si quería ir con ellas. Le contesté que me lo pensaría y nos dimos los teléfonos móviles. Me resultaba todo tan irreal que me tenía realmente confundida. En fin...
Aquel día todos se giraban a mirar mis calzas. Supuse que a partir de diciembre ya no sería Aurora la original, sinó Aurora la copiada.
A la semana siguiente recibí correo de mi madre. También de mi padre. De unas amigas de París. En fin, lo normal. Mi madre me decía que estaba en París, que hacía muchísimo tiempo que no se lo pasaba tan bien. Que sentía que tuviese que pasarme las Navidades en Chicago con mi padre. Que estaba de boutiques y que nada más poder le tenía que hacer una visita para ir de compras. Mi madre solo le interesaba una cosa, ir de shopping. Pero bueno, en fin. Decidí llamarla más tarde y que me mandara calzas de colores, para mis compañeras. A ella le encantaría la idea. Después mi padre que había cogido entradas para ver a los Chicago Bulls el día antes de Navidad contra los Lakers, bueno... algo es algo. Diversión al puro estilo humano, no sé como mi padre podía ser vampiro con esos gustos tan vanales. Pero era mi padre. Mis amigas de París eran más frívolas, me mandaron fotos, postales y un par de recetas inventadas de la última reunión de cocina. Una tontería, un club de cocina para jovencitas de la alta sociedad parisina. Me alegraba que me mandaran las recetas.
Bajé a recepción, ya que había subido a mi habitación para leer la correspondencia. No funcionaba el movil, pero había un viejo teléfono que funcionaba con monedas. Había una chica hablando por lo que tuve que esperar mi turno. Miré mi monedero, tenía calderilla más que de sobra para llamar a mi madre y estar colgada del teléfono por lo menos veinte minutos. La chica terminó y me cedió su puesto. Cuando empecé a marcar pasaron Lucas y Vic por mi lado. Mi madre descolgó a los tres tonos.
- ¿Aló? - Sonó al otro lado, mi madre hablaba en francés, le contesté en el mimo idioma. Lucas se asombró de mi destreza con el idioma.
- Mamá. ¿Cómo estás? - les hice un gesto con que nos veríamos más tarde - Acabo de recibir tu carta.
- ¿De verdad? ¿Qué tal el colegio?
- Interesante.
- ¿Te sirvió mi diario.
- Muchísimo.
- Me alegro mucho. ¿Has hecho amigos?
- Algunos. Tengo una compañera de habitación un poco frívola, te encantaría.
- ¿Es de los nuestros?
- Completamente, no hay nadie más de los nuestros, créeme. También hay otros tres, todos normales. Pero muy simpáticos. ¿Sabes? Soy la envidia del Colegio con las calzas de colores.
- ¡Te lo dije! ¡Había que ir bien Fashion!
- Tenías razón mamá. No sé que haces que no trabajas en el mundillo de la moda.
- Quizá lo intente...
- De eso quería hablarte, ahora que estás en París, ¿Podrías mandarme más calzas?
- ¿Las has roto?
- No, solo que a mis compañeras les han gustado, quería regalarle a mi compañera un juego de cada.
- Te mandaré seis. ¿Te hace falta dinero?
- Pues no estaría de más que me enviaras algo.
- Dólares supongo.
- Supones bien. Por cierto, ¿Me podrías mandar más maquillaje? Derramé el tarrito sin querer.
- ¡Claro! No hay problema ¿Poupies nº3?
- Sí, mándame también el cinco, que era solo un poco más oscuro. Para matizar.
- Veo que vas aprendiendo... Ya veré que te mando. Bueno cariño, no te gastes todo en teléfono, hablamos en otro rato. Aliméntate bien.
- Sí, mamá.
- Arrevoir.
- Ciao.
Colgué. Mi madre era peligrosa cuando se trataba de enviar cosas. Pero, en fin, le encantaba comprar, regalar... y si era a su hija, pues con más razón. Marqué después el número de mi padre, saltó el contestador, así que simplemente le dije que las clases iban muy bien y que había recibido su carta, que sería genial ver a los Bulls contra los Lakers y que esperaba con impaciencia las fiestas navideñas.
Al salir de la cabina vi que había hecho una cola de tres personas, me miraban mal. ¿Qué? Les dije y me marché con mi monedero más escaso de monedas. Menos mal que al sábado siguiente había salida a Riverton. Erich pasó por mi lado y me miró curioso ¿Sería el latido del corazón? En sus ojos no aparecía nada agradable. Estaba pensando en cazarme. Se iba a llevar una gran sorpresa. Él sería más fuerte que yo, pero un mordisquito y se le erizarían como escarpias todo el vello del cuerpo. La sangre de vampiro, para un vampiro resultaba un tanto asquerosilla. Pero bueno, valía la pena dejarse morder para bajarle los humos a éste estúpido de Erich.Mi madre había mandado el permiso para ir a Riverton por correo, mi padre también. Eso le divirtió a la directora.




Subí de las primeras al autobús. Y me senté delante hasta que Vic me hizo una seña y me dijo que fuera hacia detrás. Nos sentemos y al rato se nos unieron Lucas, una chica pelirroja que no conocía que supuse era Bianca y Raquel.




Miré mi monedero, llevaba más de 500$, el resto lo había guardado en mi habitación, metido en medio de un libro, bastante aburrido que no pensaba que iba a leer nunca nadie. Y pensé bien.


Vic se sentó con Raquel y Lucas con Bianca que me miraba raro. ¿Me tenía celos? Vic dijo que quería comprarse un amplificador. Yo me ofrecí a acompañarlo.




Me tocó sentarme sola, a la altura de Vic y Raquel. Al bajar, Raquel se dirigió a una librería, y decidí acompañarla. Vic se vino con nosotros pues Bianca y Lucas iban en plan "cita" y además, iban al cine a ver una película clásica.


Raquel se encaprichó con un par de libros, pero solo llevaba dinero para uno. Salimos de la librería y les dije que cambié de opinión sobre el libro que estaba mirando y volví a entrar. Le compré el libro a Raquel con intención de regalárselo y compré otros libros para mí.




Salí a la calle y los encontré en una tienda de electrónica. Estaban mirando los amplificadores. Raquel no entendía mucho y Vic buscaba uno que fuese potente y económico. Opiné que el Kenwood era la mejor opción, el resto no me daban confianza. Pero valía 450$ y Vic solo tenía 300$.




- Te los dejo y ya me los devolverás.


- ¡Que dices! Es mucho dinero.


- Para mí no es mucho. De verdad, Vic. Cuando vuelvas de vacaciones me lo devuelves. Vas a verme todos los días hasta que se acabe el curso.


- Pero...


- Pero nada.


- Esta bien. ¡Gracias tía! - dijo él exaltado corriendo al mostrador y coger al dependiente con el dinero en la mano.


- Eres muy generosa - comentó Raquel.


- No me llama el dinero.


- Cuando no lo tienes, qué diferentes se ven las cosas.


- Eso me recuerda... ¿Sólo tienes el equipo negro del colegio?


- Sí - dijo apenada - ya le están saliendo bolitas de tanto uso.


- A eso le pondré remedio.


- ¿Qué dices?


- Nada, ya verás.




Vic andaba con la caja en brazos todo el camino. Se sentó en un banco dónde estaba el autobús y le pidió al conductor si podía guardar el amplificador en él. El chofer no estaba muy por la labor, pero... accedió.




Seguimos caminando y lleguemos a una casa de empeño. Entramos. El dependiente nos miró mal, pero no dijo absolutamente nada. Habían unos pendientes preciosos, pero eran tan ostentosos que los dejé pasar. Después vi un broche, de una libélula que me pareció precioso. Tenía el cuerpo de Jade y las alas de cristales de Swarowky. Los ojos eran dos esmeraldas.




- ¿Cuánto cuesta? - le pregunté.


- Cientocincuenta dólares - me contestó con petulancia como si quisiera disuadirme de comprarlo.


- ¿Y esos pendientes? - señalé a unos pendientes, que curiosamente eran de oro y brillantes con forma de libélula.


- Dos cientos dólares.


- ¿Aceptan tarjetas?


- La tarjeta de la biblioteca no cuenta, monina para pagar en un comercio.


- Oh - dije sacando la master card - pensaba pagar con ésta - la dependienta miró sorprendida.


- ¿Quieres los pendientes?


- No. Quiero el broche y los pendientes.


- ¿Estás segura? - me dijo al oído Raquel.


- Por supuesto.




Pagué y salimos de allí. La dependienta me puso dos cajitas para guardar las joyas y volvimos al autobús que estaba ya lleno de estudiantes. Pasemos por el lado de una heladería y como ya era tarde entré para preguntarle si me podría cambiar 100$ en calderilla para poder llamar por teléfono. La mujer regordeta de detrás de la barra me dijo que sí. Lo sacaría del bote de las propinas y me entregó una bolsa llena de monedas, le di las gracias y la felicité por los helados tan buenos que tenían. No había consumido ninguno, pero como habían ido tantos estudiantes era raro que se hubiese quedado con la cara de todos.




Subí al autobús y regresemos al Colegio.Al volver, le pedí a Raquel que me dejase su bolsa para ojear el libro que se había comprado, y cuando se la devolví, le había metido el otro libro dentro. Lo hice cuando quedaba poco para llegar al Colegio, de forma que Vic estaba contando una de sus historias y no miró su contenido.
A Raquel la noté un poco rara al bajar del autobús, como si temiera volver a entrar al colegio. Nos despedimos de los demás después que Vic me prometiera más de doscientas veces que me devolvería el dinero del amplificador.
- ¿Te ocurre algo Raquel? - le pregunté.
- No es nada.
- Pero parece que tiemblas.
- Es que no me gusta éste edificio.
- Perdona que te lo pregunte, pero ¿Te ha ocurrido algo?
- No, bueno, sí. Es que en mi habitación, por la noche, se oyen ruidos.
- ¿Se oyen ruidos?
- Como si arañasen los tejados.
- Quizá sea alguna rata. ¿No crees?
- No creo que se parezcan a los ruidos de las ratas. En mi casa hemos tenido y no se parecen en nada.
- ¿Y los árboles con el viento?
- Quizá.
- Bueno, tú no te asustes. Dentro de la escuela no te va a pasar nada malo. Además ¿No va a haber nadie que se atreva a subir por los tejados, no? - sonreí y le arranqué una sonrisa.
- Tienes razón. Pero asusta mucho.
- ¿Y tu compañera de cuarto?
- Dice que no le molestan. Y que deje de preocuparme.
- Pues eso debes hacer.
Subieron y se despidieron. Me imaginé la cara que pondría Raquel cuando se diese cuenta qu etenía en la bolsa los dos libros que quería. Saqué mis nuevos pendientes de la bolsa y los guardé en el joyero de viaje que tenía, no cabían con su caja así que las cajitas tanto del broche como de los pendientes las guardé en una de las maletas. Dejé el broche tras sostenerlo un momento en las manos. Dejé los libros encima del escritorio y salí del cuarto con todo lo necesario para darme una buena ducha.
Me encontré con Bianca de camino y le pregunté porque traían esos morros tan largos tanto Lucas como ella. No me quiso contestar, quizá porque no teníamos mucha confianza, aún así pues le di mi apoyo y si quería hablar... podía contar conmigo.
Tras la ducha (habría preferido un baño) y secarme y plancharme el pelo (toooodo un ritual de belleza que había heredado de mi madre) me dirigí a mi habitación. Allí estaba Courtney con Patrice hablando sobre una fiesta en los terrenos, yo me puse mi mascarilla hidratante en la cara y me puse a hacerme la pedicura. Siguieron hablando sin prestarle atención, cosa que agradecí. Tras pintarme y decorarme las uñas con mis pegatinitas y mis brillantinas, me quité la mascarilla facial que como era hidratante, solo tenía que retirar los excesos con un tisú.
Mi madre me había metido en la maleta (sin darme cuenta, todo hay que decirlo) una braun silk-epil. Una depiladora eléctrica. No tenía mucho vello ya que estaba abonada a la depilación a laser y apenas me salían, pero me la pasé igualmente. Después me puse crema hidratante corporal y me puse el pijama. Por último, me dispuse a hacerme la manicura. Primero me limé las uñas, a veces escuchaba la conversación, pero como hablaban de estupideces, pues no les presté la mínima atención. A veces me preguntaban algo y contestaba. Pero cuando me empecé a pintar las uñas... el neceser se abrió como un abanico y dejó a la vista toda una colección de lacas y productos. Las uñas de los pies como las pintaba con un juego especial para pies no había abierto el neceser.
Patrice y Courtney dejaron la conversación insípida que mantenían y se pusieron a mirar lo que había dentro del neceser. No tocaron nada, pues Courtney y yo teníamos la norma de no tocar las cosas de la otra.
- ¿Dónde te has comprado ésta preciosidad? - preguntó Patrice. Aunque Courtney me miraba expectante para enterarse ella también.
- La verdad es que me lo regaló mi madre por mi cumpleaños. No tengo ni idea de dónde lo compró. Probablemente fue en París, como te comenté Courtney que a mi madre le gusta comprar ahí. Si queréis se lo pregunto y después os digo.
- ¡Sí por favor! - dijeron las dos.
Después de ello estuvieron hablando más animadas y añadiéndome a la conversación de vez en cuando, yo seguí pintándome las uñas y ellas de vez en cuando se ponían a mirar lo que estaba haciendo. Al final, me lo ví venir, terminé haciendole la manicura a las dos. Pero me divertí bastante.
Al día siguiente llegó el correo. La señora Bethany me miró con una cara... que mejor no describir. Me dio una caja, enorme, pero enorme ENORME dentro cabría bien una lavadora para un piso normal. Y pesaba. Vaya si pesaba. Pero pude con ella.
Me encontré con Bianca, estaba seria, no quiso decirme lo que pasó con Lucas, pero me enteraría por él, quise hacerme su amiga, pero de momento, no hubo suerte.Días después de su visita a Riverton, recibí el paquete que mi madre me había dicho que me mandaría. La directora Bethany me miró con una cara que habría congelado el mismísimo infierno.
Me instó a que pidiese ayuda a varias alumnas y que tuviese la cordura de no subir el paquete yo sola para no llamar la atención de nadie "normal". Así que tuve que pedir que me ayudasen a llevarlo.
Al entrar a la habitación, Courtney me miró con la misma cara que la directora. Ni siquiera se levantó para ayudarme a meter la caja dentro del cuarto.
Mi madre se pasó. Definitivamente.
Dijo que me iba a mandar seis calzas, me había mandado veinte. ¡De cada color! También me había mandado faldas, jerseys, chalecos, blusas del colegio como para vestirme durante toda mi instrucción en el instituto.
Le tendí a Courtney unas calzas de cada color y estuve guardando toda la ropa. Aparté un jersey de cada y cuatro calzas blancas y dos negras para regalárselo a Raquel. Me sentía abrumada. Bajo la ropa, había tal cantidad de maquillaje para maquillar a todas las chicas de Medianoche. Que burrada, mi madre definitivamente estaba enferma.
También habían varios perfumes, ropa de salir, zapatos... No tardó en tener todo guardado en su sitio. El problema es que no tenía mucho sitio.
- ¿Tu madre suele ser tan generosa? - preguntó Courtney.
- Normalmente se controla más. Debe de ser que me hecha de menos.
- Será eso.
Salí de mi habitación dejando a Courtney maquillandose y me dirigí a la biblioteca. Me encontré con Erich a mitad camino y me miraba como si fuese a tirarse a mi cuello en cualquier momento.
- ¿Sabes que llevas un perfume muy agradable? - dijo él.
- Siento decirte que no es perfume, soy yo.
- Eso te hace aún más apetecible.
- ¿Tu crees? - me puse coqueta.
- Es más, lo afirmo.
Sonreí y me lo dejé allí plantado. Al girar la esquina me encontré con Lucas.
- ¿Qué te decía ése? - me preguntó muy desagradable.
- Hola Lucas ¿Cómo estás? - le contesté.
- No me cambies de tema.
- No pretendía de cambiar de tema. Creo que eres muy grosero, lo que me recuerda que al volver del pueblo estabas muy rarito.
- ¿Te ha dicho algo Bianca?
- No hace falta que me diga nada. ¿Qué ha pasado?
- Nada, habían unos borrachos en la pizzería y me peleé con ellos.
- El hombre de paz.
- Pero eso no quita que Erich te acechara.
- ¿Me acecha? No soy un conejo que el águila mira desde el cielo con intención de comerme, Lucas.
- Yo no estaría tan seguro.
- Pues si tienes miedo que me haga algo podrías acompañarme a la biblioteca.
- Justamente allí mismo me dirigía. Lucas cambió su semblante y estaba mucho más animado.
No podía decirle nada a Lucas, pero yo estaba segura de que las lechuzas del bosque acechaban menos que Erich.
En los días siguientes, Erich intentó más acercamientos. A mi me divertían, pues la sangre de un vampiro para otro vampiro suele resultarle más desagradable que para un humano la leche estropeada. Si me mordía, no le iba a gustar.
Hubo una tarde que fue más directo.
- Aurorita. Me encanta como te has peinado hoy - dijo oliendo mi pelo.
- ¿En serio? Creo que es igual que el peinado del resto de días.
- Eres muy atrayente.
- No me veo como un imán espero, tampoco te veo a tí como un trozo de hierro.
- Me encantaría robarte un beso.
- Tampoco tienes pinta de ladrón.
- Te mordería para saber a qué sabes - esto era una declaración abierta, aunque cualquier otra chica la habría tomado como un cumplido extraño.
- ¿Te gustaría morderme? - me puse bastante provocativa, lo que le encendió.
- ¿Me dejarías?
- Esta noche, en el tercer piso hay un pasillo oscuro dónde hay armaduras. Nos vemos a las doce.
- Te esperaré con ansia.
Se alejó silbando una melodía extraña. Yo sabía exactamente lo que tenía que hacer. Si hubiese sabido que era una nacida no me habría tratado así. Bajé al despacho de la señora Bethany y le expuse el caso.
- ¿Puedo pasar directora? - le pregunté tras tocar a la puerta y que ella me dijera "entre".
- Por supuesto. Espero que lo "poco" que le envió su madre le sea útil, al menos.
- Sí directora. Practicamente era todo ropa.
- Me alegra oírlo. ¿Puedo ayudarla en algo?
- Sí. Me están acechando.
- ¿Acechando? Eso es ridículo. Usted es una nacida, no la pueden acechar.
- Es que aquí, nadie sabe que soy una nacida. No voy a clases de tecnología moderna, pues me he criado con las nuevas tecnologías. Creo que Erich cree que soy humana y piensa morderme.
- ¿Tiene pruebas de eso? Esas acusaciones son muy graves.
- No tengo pruebas todavía, pero puedo tenerlas.
- Explíquese.
- Ha estado tonteando conmigo desde hace días. Hoy me ha dicho, abiertamente, que le gustaría saber cómo sabe mi piel.
- Podría tratarse de un cumplido.
- Podría ser, pero también podría ser que no.
- Entiendo.
- He quedado con él a medianoche. En el pasillo de las armaduras del tercer piso, tiene una luz fundida. Pueden observar si tengo o no razón.
- Le ha tendido una emboscada.
- Le he seguido el juego. Nada más.
- Esperaremos a esa hora para averiguar las intenciones del señorito Erich.
Me despedí y me marché a mi habitación. Me pasé toda la tarde estudiando, pues teníamos un examen de historia y después de cenar, me puse el conjunto rojo con las calzas rojas y me dirigí al tercer piso.
- Empezaba a pensar que no vendrías - dijo una sensual voz en la oscuridad.
- Apenas han dado las once, además, lo bueno se hace esperar.
- Ya me has hecho esperar demasiado, creo yo.
- Pues yo no pienso igual.
Se acercó a mí y me apartó el pelo del cuello, mi carótida se movía al compás de cada latido. Vi el deseo en sus ojos.
- Eres preciosa.
- La belleza es relativa. Depende de los ojos que la admiran.
- Cierto. ¿Qué hacemos de noche, aquí, mirándonos como dos tortolitos?
- Tú eras el que quería probar mi piel.
- Yo dije que quería morderte, no probarte.
- ¿Qué pretendes? ¿Acaso chuparme la sangre o qué? - dije con la más inocente de mis risas.
- Eso es precisamente lo que pretendo - se lanzó a mi cuello rápidamente. Dolió un poco, pero también era excitante. Se apartó de mí y se puso a vomitar.
- ¿Te ocurre algo Erich? - dije melosa - Seguro que mi sangre no tenía el sabor que tú esperabas.
- ¿Qué extraña broma es ésta? ¿Qué eres?
- Soy exactamente lo que soy.
- BASTA - se oyó en la oscuridad. Aparecieron la directora con otros dos profesores - veo que sus sospechas eran ciertas señorita Aurora.
- ¿Qué pasa aquí? - preguntó colérico Erich.
- Ha atacado a una alumna creyéndola humana. Será castigado.
- ¿No es humana?
- ¿Sorprendido? - dije y me marché tarareando una cancioncilla mientras los profesores se llevaban a Erich.
La venganza nunca fue tan dulce, aunque Erich seguramente encontraría la forma de vengarse él también.Caminaba por los pasillos con la cabeza bien alta y segura de mí misma. Le conté lo ocurrido a Courtney con Erich pues un profesor me había acompañado a la habitación.
Mi compañera de cuarto no daba crédito a lo que sus oídos vampíricos escuchaban. Ella sospechaba que era una nacida, aunque no lo había dicho. Saqué dos vasos de sangre de la neverita y brindamos divertidas.
Tras una esquina me encontré con Lucas, y parecía bastante nervioso. Mirando siempre alrededor. En cuanto me vio cambió su semblante y se vio más animado. Pero tras él, un minuto después apareció Erich con los ojos inyectados en sangre y me cogió del cuello.
- Como te has atrevido, maldita cría a hacerme ésto - Lucas se sorprendió ante la rapidez que Erich me había alcanzado, le soltó un puñetazo y éste me soltó.
- ¿Cómo te atreves a agredir a una compañera?
- Tú no te metas.
- Si la intentas hacer daño, por supuesto que me meto.
- Erich se olvidó de mí y empezó a pegar a Lucas, que aunque se defendió no pudo hacerle frente al vampiro. Pronto el pasillo se llenó de estudiantes y tras la pelea solamente Raquel, Vic, Bianca y yo nos quedemos al lado de Lucas, éste se levantó cuando Bianca se le acercó.
- Me vas a tener que explicar a que venía todo esto - me dijo.
- Me asustó la otra noche y se lo dije a la señora Bethany. Seguramente lo habrán castigado - Lucas me miró y me abrazó - siento que te haya asustado. Me las pagará.
- Por favor, Lucas. No te busques problemas, menos por mí. Verás como no vuelve a molestarme - Bianca me miraba confusa ¿Eran celos lo que veían mis ojos? a saber...
Pronto nos separamos. Lucas se marchó con Vic y Raquel se llevó a Bianca. Me sentía como fuera de lugar. No llegaba a ser la amiga e nadie. Courtney tenía a Patrice y Raquel tenía a Bianca. Vic tenía a Lucas.
Decidí dar un paseíto por los terrenos del castillo y allí me encontré a Balthazar.
- Hola Aurora - dijo sonriente.
- Ya me han contado, que calladito lo tenías - rió.
- No lo he ocultado, simplemente es que no lo he dicho abiertamente.
- Cierto.
- También me han contado al encerrona a Erich. Me alegro de que lo pusieras en su sitio.
- No era mi intención hacerle una encerrona. Pero se volvió bastante molesto.
- Lo sé. No eres a la única que molesta. Debiste saberle repugnántemente.
- Eso espero.
Estuvimos hablando un rato más. Sobre libros y escritores. Sobre las posibles represalias que le habrían caído a Erich por atacar a alguien. Y sobre qué nos deparaba el resto del curso. Fue una charla amena, agradable. Hacía tiempo que no hablaba así con nadie. Desde que estaba con mis amigas.
Heché de menos a mis padres. Y deseaba que las vacaciones de navidad llegasen pronto.Una noche Bianca se quedó pálida, más de lo normal. Algo había pasado.
Lo achaqué a que habría vuelto a discutir con Lucas, pero ni ella ni él decían nada. Vic tampoco estaba por la labor de decir nada.
A la mañana siguiente, Lucas se marchó para las fiestas Navideñas, creía que se quedaba en el internado. No se despidió de nadie.
Bianca estaba distante, por más que intenté hacer que me lo contara, parecía que mi insistencia solo hacía que empeorar las cosas. Raquel estaba ojerosa, decía que escuchaba ruidos en el tejado y estaba bastante asustada.
Courtney se fue con Patrice a Suiza y volvió a preguntarme si me iría con ellas, les contesté que no, pero que tuvieran a mano los móviles por si cambiaba de idea. Solo cogí una de mis malestas y puse en ella algo de ropa y calzado. También cogí mi necesser y alguna toalla. Mi padre había venido a buscarme y me marché con él para pasar las vacaciones de invierno.
- ¿Cuándo tienes que volver a las clases? - me preguntó.
- El diez de enero.
- Eso son muchos días. No sé que vamos a hacer para rellenar el tiempo.
- No te preocupes, papá. Quizá me vaya una semanita a Suiza a esquiar con unas amigas.
- ¿Amigas de los nuestros?
- Sí, papá.
- ¡Eso es estupendo!
No dijimos mucho más de camino al aeropuerto. Cogimos el avión y llegamos a Chicago. Era una ciudad ruidosa y llena de gente. Atestada de gente. No me gustó. Y mi disgusto parecía divertir a mi padre.
El viernes siguiente fuimos a ver aquél partido de baloncesto que me había prometido presenciar. Creí que iba a ser mucho más interesante, pero no fue así. Me pasé casi toda la estancia con mi padre viendo partidos de béisbol, baloncesto, hockey sobre hielo... ¿Es que no había otra cosa que interesase a mi padre?
- ¿Sabes Aura? En la época de los romanos los deportes eran mucho más interesantes.
- Claro. Gladiadores, sangre por todas partes.
- Las Cuadrigas. Las carreras de caballos, no había nada comparable a aquello, te lo aseguro.
Lo miré dudando que fuese verdad que las carreras de cuádrigas fuesen tan interesantes como un partido de rugby. O sea, nada.
Llamé por teléfono a Courtney. Estaban pasándoselo en grande en Suiza. Pero al parecer había decidido el sol hacer su aparición y estaba arruinando la nieve de las pistas. No me importó, cuando llamé por teléfono a Courtney me di cuenta de que no me apetecía para nada irme con ellas a esquiar a ningún sitio.
Llamé a Bianca, la noté tosca así que simplemente le deseé unas felices fiestas. A Raquel y Vic les envié una postal navideña y también a Lucas, al internado, puesto que no sabía dónde vivía.
Mi padre me llevó de compras, un gran cambio. Me obligó a comprarme un chandal de los Chicago Bulls y su camiseta de manga corta. Me regaló por Navidad el mejor ordenador portátil que encontramos en la tienda de informática. Y varios programas para PC. Quiso conectarme a internet móvil pero cuando le expliqué que en el internado no había cobertura desechó la idea. No iba a ser muy útil.
Me llevó a la peluquería a cortarme el pelo y a una sesión de electrodepilación (me dio la sensación de que mi madre le hizo prometer que me llevaría, pues no parecía que le hiciese mucha gracia) y después estuvimos dando vueltas comprando cosillas.
El último día que pasé con él fuimos al cine "Underworld" entretenida. Nos gustaba ver el punto de vista tan distinto que tenían los humanos sobre nosotros.
Volví al colegio y me di cuenta de que había algo diferente. Lucas había tenido un accidente durante el baile de navidad y no me había dado cuenta. ¿Por qué no me había enterado? Al parecer, a raíz de eso Bianca y él no se hablaban. ¿Le habría mordido Bianca? Quizá fue eso la razón de todo el lío.
Bianca me miraba sin interés, como si le hubiese molestado enormemente mi llamada de la semana anterior. ¿Por qué me miraba así? Yo solo pretendía ser amiga suya. Compartíamos mucho, teníamos tanto en común... ¡Dos nacidas del mismo año! Ella sabía que yo era una nacida porque sabía de buena mano que su madre se lo había dicho. Aún así pareció que no le agradaba tenerme cerca. ¿Serían celos por Lucas?
No sabía si sería mejor o peor hablar con ella. Pero algo tenía que hacer. Y buscaría soluciones muy pronto...Courtney llegó de las últimas al internado, acompañada de Patrice y Erich que me miraba con ojos envenenados. Ahora entendía de porqué Courtney me había dejado caer eso de que no me fuese a Suiza, aunque me molestaba que apreciasen la amistad de Erich.
Lucas estaba muy raro. Raquel parecía que volvía al corredor de la muerte. Vic volvía con un i-pod seguro que un regalo de navidad escuchando música. Con sus estrafalarias camisas y cobatas con tablas de surf. Yo, simplemente bajé del coche de mi padre y simplemente me dirigí con la maleta bien cargada y diciéndole adiós con la mano.
Subí a la habitación y cuando Courtney entró ya tenía cada cosa en su lugar. Estaba bastante enfadada pero sabía que Courtney lo hizo para protegerme en cierto modo. A saber lo que Erich era capaz estando lejos del colegio.
Pasaba de hablar con mi compañera de cuarto y salí a dar una vuelta. Balthazar miraba al cielo, aunque yo no me acerqué a él. Di la vuelta por los terrenos del colegio y me acerqué a las cuadras. Allí estaban los caballos, tan hermosos como siempre. Decidí cepillarlos un poco, seguro que hechaban de menos que los atendieran. De vez en cuando les contaba cosas. Algo que mi madre me había dicho de pequeña. Algo que mi padre me había dicho de más mayor. Ellos relinchaban como dándome la razón o protestando no estando de acuerdo.
Lucas apareció divertido porque hablaba con los caballos.
- Ahora no me dirás que los entiendes - dijo.
- Ojalá. Seguramente sus conversaciones serían mucho más interesantes. Cosas como... ¿Me voy a comprarme herraduras nuevas? - rieron.
- Te entiendo. Seguramente dirán "hace fresco", "la hierba verde es más rica que la paja", "me gustaría correr y correr sin parar".
- Sí, no son nada egoístas - el caballo que cepillaba en esos momentos me acarició con su cabeza.
- Le gustas - dijo Lucas.
- No, quiere azúcar - saqué un terrón y salí de la cuadra. Había cepillado a todos los caballos.
Caminaron un poco y se sentaron en los bancos de piedra.
- ¿Te pasa algo? - le pregunté.
- No lo entenderías.
- ¿Es con Bianca?
- En parte, sí.
- Creo que me odia.
- No creo que haya nada de odio en ella.
- No me gusta como me mira.
- Simplemente no os habéis tratado lo suficiente.
- Será eso.
- ¿Y a tí, qué te pasa?
- No encajo en ningún sitio.
- No digas eso.
- Es lo que siento.
- Te llevas bien con tu compañera de cuarto.
- Eso es lo que parece. Iba a ir con ellas a esquiar a Suiza - Lucas se puso tenso - pero a última hora me dijo que no fuese.
- ¿Por qué?
- Dijo que llovió y la lluvia convirtió en hielo la nieve de las pistas. Pero al volver ví que lo hacía con Patrice y Erich.
- Ese maldito...
- Después pensé que lo hizo para que él no me hiciera nada. Capaz que me rompe una pierna y hace que parezca un accidente.
- Solo una pierna... - dijo entre susurros.
- ¿Cómo?
- No nada, pensaba en voz alta. Preferiría que no te juntases con ellos, son bastante peligrosos.
- No más que yo. Te lo aseguro - sonreí - él me miró extrañado. Tragó saliva.
- ¿Tu... tu eres como Bianca?
- Si te refieres a que soy una chica de diecisiete años, con dos piernas y dos brazos...
- Me refiero a que eres una nacida.
Mi cara debió quedarse pálida del espanto. Mis ojos desorbitados por la sorpresa de la revelación debieron impresionarle pues me quiso acercar una mano, pero no se atrevía. Me puse rígida y las lágrimas se peleaban por salir y mi garganta se negaba a hablar.
Quise decir muchas cosas. Preguntarle qué sabía él de que Bianca era una nacida. Qué sabía de los vampiros y qué narices sabía acerca de nuestro santuario.
Quise decir tantas cosas que no pude decir...
Me eché a llorar tapando mis manos y antes de que su mano rozase mi espalda para consolarme salí corriendo hacia el colegio.Subí corriendo las escaleras llorando. Sabía que Lucas se había quedado petrificado ante mi uhída, estaba claro que no se lo esperaba, ¿Pero cómo podía saber que era una nacida? ¿Se lo habría dicho Bianca? Necesitaba hablar con ella y necesitaba hacerlo ya.

Me metí como un vendaval en el cuarto de baño, quería gritar hasta quedarme sin voz y buscar a Bianca justo después. Pero no esperaba encontrarme a Bianca justamente delante de mis narices en ese preciso momento.

Se me quedó mirando y pareció a punto de preguntarme qué me estaba pasando cuando la cogí del brazo y la saqué a rastras del baño que se encontraba atestado.

- ¡Se puede saber qué haces! - me dijo Bianca.
- ¡Se puede saber qué estás haciendo tú! - le espeté. Se me quedó mirando sin saber, perpleja.
- ¡Qué estás diciendo!
- ¡Que qué estoy diciendo!

Se acercaron unos profesores y me la llevé a rastras hasta un rincón apartado y empecé a hablarle en susurros.

- Lo que te estoy diciendo es ¿Por qué sabe Lucas que tú eres una nacida?
- ¿Qué? - me miró con cara de espanto.
- Es más. ¿Por qué sabe que yo también lo soy?
- No te sigo.
- ¿Qué no me sigues? - levanté la voz - ¡Qué no me sigues! - dije más bajito - ¿Qué le has contado?
- Antes has de entender algo.
- ¿Qué es lo que tengo que entender?
- Le quiero.
- ¿Le quieres en plan me apetece un Big Mac o le quiero sentimentalmente?
- Sentimentalmente.
- Vale. Ahora, ¿Qué le has contado?- respiró hondo antes de contestarme.
- Todo.
- ¡Todo! ¿Qué es todo Bianca?
- Todo. Me sentí mal y le mandé un e-mail.
- ¿Qué le mandaste un correo?
- Sí. Me sentía mal...
- Bianca, ¡Le has contado a un mortal el secreto de nuestro mundo! - me separé de ella - ¿Cómo has podido? No te importamos los demás, es eso - Le pegué un puñetazo a la pared, dejando ahí mis nudillos - eres muy egoísta. Bianca, muy egoísta. Podrías haber esperado a que regresase de las vacaciones para decirselo y no dejar pruebas, era lo mínimo que podrías haber hecho.
- Es que... pasó algo antes de las vacaciones - me temí lo peor.
- ¿Q-qué pasó?
- Encontré a Erich acechando a Raquel.
- Así que era él.
- Sí. Subí al tejado y le amenacé. Se fue. Cuando bajé al suelo, me encontré con Lucas, al parecer, estaba vigilando la habitación de Raquel desde el suelo, por si entraba alguien no deseado. Me vio morderle a Erich para saber sus intenciones.
- Bianca... - me llevé una mano a la boca.
- Erich tiene verdaderos deseos de matar a Raquel.
- Lo sé. Los tenía conmigo. ¿No te enteraste?
- Sí, me lo contaron mis padres. Creía que no se atrevería a volverlo a intentar.
- Yo también, pero eso no te exime de lo que has hecho, Bianca.
- Lo sé. Pero...
- Pero ¿Qué?
- Por favor, no lo digas a nadie más.
- ¿Sabes lo que me estás pidiendo? Quieres que sea cómplice de tus actos irresponsables.
- Lo sé. Quiero arreglarlo. Dejame intentarlo al menos - estuve pensándomelo bastante.
- Está bien, Bianca. No se lo voy a decir a nadie. Tendrás que arreglarlo. Espero que nadie venga a clavarme una estaca mientras estoy tumbada al sol o leyendo en la biblioteca.
- Gracias Aura. Podcast ingles diario

 

¿Cómo iba a quedarme callada? ¡Estaba que iba a explotar de los nervios! Courtney no ayudaba mucho. Patrice tampoco. Balthazar me hablaba meloso, pero era mi tipo de chico, la verdad es que no sabía cual era mi tipo de chico.

De repente, Erich desapareció. Dejó la escuela. Se había llevado todas sus cosas. Pero no le había dicho a nadie que se iba. Eso era muy raro. No se habló de otra cosa en el colegio en varias semanas.

Menos mal que habían examenes y trabajos que hacer para mantener la mente ocupada y así no tenía que pensar en Bianca y sus locuras.
Pero una noche, al parecer, Bianca volvió a hacer de las suyas. Había vuelto a morder a Lucas.
Acudieron muchos de los profesores y Bianca se llevó una reprimenda. Tuvieron que contar a Lucas muchas cosas sobre vampiros que no le habrían contado nunca.

A mí por mi parte no me hacía gracia. Entre otras cosas porque Lucas estaba distante conmigo y no sabía si era porque sabía que era una nacida o porque se sentía mal por haberme hecho llorar, quizá le preguntase. Pero no me atrevía a acercarme a él.

Salía muchas veces a los terrenos. A veces hablaba con Raquel y Vic pero me daba la sensación que los apartaba de mi lado.
Me sentía sola. Cómplice y sola, pues Bianca tampoco hablaba mucho conmigo. ¿Y si llamaba a mis padres para preguntar como estaban? Me dirigi a la cabina de telefonos.

Mi padre no me contestó, tuve que dejar un mensaje en el aparatito dichoso. "Hola papá. ¿Cómo estás? Yo bien, aburrida. Un beso".
Con mi madre tuve más suerte. Ella sí que estaba en casa. Al parecer acompañada. ¿Estaría con Pierre, Françoise...? O con otro nuevo... Qué más me daba. La promiscuidad de mi madre desde que se divorció. En fin. Que en estos momentos no podía hablar conmigo. Colgué sin decirle adiós.

Raquel estaba encantadísima que Erich hubiese desaparecido del colegio. Vic seguía igual que siempre y yo a veces hablaba con ellos, menos los ratos que Lucas aparecía. ¿Por qué se comportaba Lucas de esa forma conmigo? Con Bianca sí que hablaba, incluso parecía que estaban más juntos que antes. ¿Es que era yo una paria o qué?

Intenté conversar con Courtney pero resultó ser una conversación de Besugos y me aburrí enseguida.
Tomé un vasito de sangre, para ver si me despejaba la cabeza. Craso error, me agudizó la mente.

Bianca se mostraba distante de mí y eso que era su "cómplice". Sabía de buena tinta que estaban instruyendo a Lucas para su vida de vampiro. Había sido mordido en varias ocasiones y si lo hacían un par de veces más, haría el cambio definitivo. No sé por qué pero me preocupaba que Lucas se lo hubiese tomado tan normal, me daba mala espina.
Me acordé de algo que me dijo mi padre una vez sobre la Cruz Negra. Sentí un escalofrío.

Con el único que parecía llevarme bien, era con Balthazar. Al menos era interesante. No te hablaba de la fragancia irresistible de la última creación de Coco Chanel ni que los topos se llevarían esta temporada en color blanco.
Él te contaba cosas que había vivido, anécdotas. Disfrutaba contándolas y a veces, hablaba de Bianca. De lo atraído que estaba por ella. Y que perdía el tiempo con un mortal. Yo me encogía de hombros. En mi corta existenia todavía no había conocido el amor. Aunque sí el sufrimiento.

 

Hay.... - suspiré.

Estaba tirada en los jardines del colegio. Donde jugaban a polo y estaban los terrenos de hípica. Miraba al cielo. Había estado estudiando para un examen y necesitaba despejarme.

De repente, vi una estaca delante de mis ojos. Miré más allá de los brazos y vi que era Lucas.

- Por favor, no seas ridículo - le dije. Llevaba un collar de ajos y una cruz de madera.
- Pensé que te haría gracia.
- Pues no me ha hecho ninguna - cerré los ojos. Disfrutando de la frescura de la hierba en la sombra.
- Quería disculparme contigo.
- ¿Y eso? - no abría los ojos.
- Sé que te disgustaste mucho cuando te dije que eras una nacida.
- No era para menos.
- Bianca se enfadó un poco. Pero agradece que no le contases a nadie que me lo había dicho todo.
- Pues podría mostrarse más agradecida. Vamos digo yo. Apenas me habla.
- Le cuesta hacer amigos, es bastante retraída.
- Ya me había dado cuenta. Pensé que después de que hablé con ella, las cosas cambiarían, pero de momento, no han cambiado nada.
- Espera un poco, verás como ella se abre un poco. Ya la azuzaré yo.
- ¿Y qué la azuzarás, con la estaca? - sonreí.
- No. No era esa la idea.
- Ya me parecía a mí.

Tras un rato de charla, me fui a la biblioteca a por un libro para estudiar en la habitación. Lucas tenía ganas de seguir hablando, pero la verdad es que yo no tenía ningunas ganas. No en este día. Preferí dejarlo correr y cuando tuviese ánimos retomar la conversación.
Una tarde, llegó Bianca a mi habitación. Quería que fuese a pasar la tarde con ella al apartamento de profesores de sus padres. Iban a ir Patrice y Lucas, también Balthazar. Accedí.

Allí me dediqué a admirar la lámina del cuadro del cuarto de Bianca, y a escuchar la música que Balthazar y el padre de Bianca ponían en el reproductor.

De repente, empezaron a contar historias de su vida. Patrice contó algo sobre cuando era "casi blanca" en la época del esclavismo, Balthazar también contó una anécdota y después, Bianca contó que el tatarabuelo de Lucas había venido al colegio y que lo expulsaron por una cuestión de honor.

Inmediatamente, se armó la de Sodoma y Gomorra. Los padres de Bianca y Balthazar agredieron a Lucas. Yo ayudé a Patrice a sujetar a Bianca, pues sabía que ella no entendía porque le pegaban, después Lucas salió huyendo, y ellos tras él.

- ¿Por qué le pegan? - gritaba Bianca - ¿Por qué?
- ¿Es que no te das cuenta? - le dije yo.
- ¿De que me tengo que dar cuenta, Aurora? - me contestó enfadada. Miré a Patrice, que asintió.
- Lucas es miembro de la Cruz Negra.
- ¿La Cruz Negra?
- ¿No te han hablado de la Cruz Negra?
- Sí.
- Entonces no hace falta que te digamos nada más.

Bianca se zafó de nosotras y se fue corriendo escaleras abajo. Patrice y yo nos quedemos mirándonos sin saber que decirnos, nos fuimos a nuestras habitaciones.

Lo siguiente que supe es que Bianca fue a buscar a Lucas, que al llegar al río, como los vampiros completos tienen fobia al agua en movimiento, dejó a los mayores atrás y se encontró con él.
La versión oficial es que Lucas la secuestró y se la llevó hasta la sede de la Cruz Negra. La verdad es que ella se fugó con él. Pero los encontraron.

Bianca estuvo bastante deshecha, durante unos días, la verdad es que desde el momento que Lucas desapareció, se acercó mucho más a mí.
Íbamos a estudiar juntas, Balthazar se sentaba con nosotras, solo tenía ojos para Bianca, aunque ella solo tenía cabeza para Lucas.

Llegaron los examenes finales, fue una semana dura. Dentro de poco tendríamos nuestras notas. Llenaron la piscina del colegio con la llegada del buen tiempo y nos dediquemos a refrescarnos.
Bianca vino un día a buscarme. Ya estabamos recogiendo nuestras cosas pues el curso había terminado.
Llevaba un broche en la mano, el broche de topacios que Lucas le había regalado.
Me abrazó y yo le devolví el abrazo.

Ella miraba el broche con tal devoción como si fuese la reliquia de un santo para una persona devota.

Ellos dos se amaban. Aunque fuesen archienemigos para siempre. Lo pasarán mal.
Bianca me prometió que me llamaría y me escribiría durante el verano, y yo le prometí lo mismo.

Estaba contenta porque había encontrado el amor, el amor verdadero, aunque nadie más la entendiese. Tuvo problemas con la señora Bethany y tuvo que aguantar los sermones de sus padres.

Yo me llevaba dos amigas interesantes Patrice y Courtney. Aunque me llevaría siempre mejor con Raquel, Vic y Bianca.

Y estaba segura de que me encontraría a Lucas durante el verano, ¿Quién sabe? Quizá me tocase hacer de correo para ellos. Lucas tenía mi teléfono movil y mi correo electrónico. No tenía el correo convencional, sino un apartado de correos. Para un vampiro no es seguro dar su dirección a nadie, por muy bien que te lleves.

Recogí mis cosas, ahora que los humanos ya se habían ido a sus casas podía hacer un uso mayor de mi fuerza. Cogí las maletas como si fuesen plumas. Miré a mi habitación por última vez.

Balthazar me vio a medio camino y me ayudó a dejar los bultos en el maletero del coche de mi padre, que ya estaba allí esperándome. Iba a coger un taxi para ir al aeropuerto, pero nos ofrecimos a llevarle.

Me giré para despedirme de Bianca por última vez y subí al coche. Vi alejarse el colegio en la distancia, hasta verlo desaparecer entre los árboles del bosque que lo rodeaban.

Seguro que el verano pasaría pronto y vería de nuevo a mis compañeros, solo había que esperar tres meses...

***FIN***

Medianoche - Fanfic Bestseller Claudia Gray - Fanfics de Harry Potter

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Tuve que coger un vuelo de Chicago a Massachussets, después, y tras esperar largo rato en el andén, un tren de Boston hasta Newton y un taxi hasta Riverton.

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2023-02-27

 

Medianoche - Fanfic Bestseller Claudia Gray - Fanfics de Harry Potter
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