I
EnHogwarts
Helga tocósuavemente la puerta de la recámara de Rowena, esperando escuchar su vozindicándole que pasara. Pero no oyó nada. Abrió la puerta con lentitud y asomóla cabeza, deseosa por contarle a su amiga lo que acababa de suceder. Quizásasí se recuperase y de esa forma lograría levantarse de aquel lecho en el quese hallaba postrada. Siempre tan fuerte y orgullosa, que ni siquiera le contóque una enfermedad la había atacado. Si no fuera porque había perdido elconocimiento aquella lejana tarde, Helga no hubiera sabido nada. Siemprediciendo que estaba bien y restándole importancia a cualquier dolor, ollevándolo en silencio, sin que nadie se diera cuenta que sufría. Así eraRowena.
Rowena llamó,escudriñando con los ojos entrecerrados la habitación que se hallaba casisumida en la oscuridad Rowena, ¡Salazar ha vuelto!
Apenas podíacontener la emoción en su voz. Se acercó tratando de no hacer ruido y se sentósuavemente en la cama, al lado de su amiga, quien parecía profundamente dormida.Le tomó de la mano pero al hacerlo, el corazón le dio un vuelco y sintió que elaire se le escapaba de los pulmones. Empalideció al percibir la frialdadantinatural de la piel de Rowena.
¡No, por Maeve!gritó desesperada mientras las lágrimas acudían a sus ojos y un profundo dolorla inundaba.
Salazar entró enla habitación, sobresaltado, y quedó de piedra al ver a Helga llorar sobreRowena. Se acercó con pasos cortos y vacilantes, temiendo verla sin vida. Laúltima vez la había visto con los ojos llenos de vitalidad, triste ydecepcionada por su causa, sin duda, pero respirando.
Hubiera dadocualquier cosa, lo que fuera, por verla sonreír una vez más.
Godric aparecióde repente, con semblante preocupado y, sin perder tiempo, fue hacia Helga y latomó por los hombros de manera delicada pero firmemente, ayudándole a ponersede pie.
Vamos, Helga ledijo en voz baja. Se ha ido, no puedes hacer nada.
Godric miraba aRowena con gran pesar, abrazando a Helga quien hundió el rostro en el pecho delmago, sollozando violentamente. Salazar se aproximó a Rowena y se arrodilloante ella, tomó entre sus manos la delicada y pálida mano de la bruja ydepositó en ella un suave beso.
Perdóname porhaberme marchado le susurró con voz grave, mientras sentía resbalar por sumejilla una solitaria lágrima.
II
Elacantilado
Las rugientesolas rompían contra las rocas con fuerza, convirtiéndose en miles de gotas quese elevaban y volvían a caer, mezclándose de nuevo con el mar, volviendo a suorigen, siguiendo un interminable círculo. El viento agitaba la verde hierba dela cima del acantilado, dando la impresión de que la suave alfombra que formabaondeaba armoniosamente, imitando los oscilantes movimientos de las aguas, comosi incluso ellas estuvieran dando el adiós, llevándose el alma al otro lado.Las oscuras nubes se arremolinaban en torno al lugar, presagiando una tormenta,como un símbolo del desasosiego que inundaba el ambiente aquel funesto día.
Tres figuras seacercaban lentamente hasta el borde del acantilado, rodeando un gran monolitocolocado en posición horizontal que hacía de lecho fúnebre sobre el que yacíauna mujer. El viento agitaba su túnica azul oscuro, bordada con hilos colorcobre, y sus negros y ondulados cabellos acomodados a ambos lados de su rostro,cayendo por sus hombros hasta sus caderas. Sus manos, que se hallaban cruzadassobre el abdomen, sostenían su varita. Estaba hermosa. Se podía decir que lamuerte le había devuelto la lozanía que se había llevado la enfermedad.
Salazar y Godricobservaron a Rowena con abatimiento. Helga tenía los ojos enrojecidos y lasmanos unidas, fuertemente apretadas. En silencio, permanecieron ahí, sin quitarla mirada de la gran bruja que reposaba ante ellos.
Al cabo de unosminutos, los tres elevaron sus varitas casi al mismo tiempo y apuntaron haciael monolito. Tres rayos dorados rodearon a Rowena y se entrelazaron y cuandodesaparecieron, segundos después, dejaron a la vista una estela de piedra, endonde apareció grabado el nombre de Rowena.
Detrás de losfundadores, a unos metros, se encontraban todos los estudiantes de Hogwarts,dando el último adiós a una de sus mentoras. Los alumnos de su casa, losRavenclaw, estaban en primera fila con la mirada baja. En medio de la multitudse podía ver flotar a algunas pocas figuras gris perla, apenas visibles a laluz del día. Una de ellas estaba separada de todos, más cerca a la tumba;flotaba cabizbaja, y lloraría si pudiera. Helena deseaba volver a ver a sumadre, a pesar de haber estado ahí cuando su corazón se detuvo, en paz, trasverla una vez más. Ironías de la vida, se habían ido de este mundo casi almismo tiempo, y se preguntaba si, como ella, elegiría volver. O por elcontrario sería más sensata, y menos temerosa de lo desconocido y decidiríaemprender un nuevo viaje, con nuevas historias, como aquellas que gustaba oírlecontar hacía mucho tiempo, antes de que la ambición la cegara y huyera,traicionando a su propia madre.
Helga elevó suvarita una vez más y una nube amorfa salió disparada de ella, directo hacia elcielo, tomando luego la forma de un águila que remontó el vuelo, poderosa,planeando en círculos encima de la multitud y alejándose, perdiéndose entre lasnubes, sobre el mar. Aparatos de masajes
III
Remembranzas
La estanciaestaba casi a oscuras, solo un par de velas dispuestas sobre la mesa daban unapálida luminosidad al lugar. La chimenea estaba apagada a pesar de la frialdaddel ambiente, pero eso no parecía importarles en lo más mínimo a los que sehallaban ahí. La lluvia golpeaba con fuerza los cristales, y el agua bajaba porellos copiosamente como si tras el vidrio estuviese una cascada.
Sentadosalrededor de la mesa estaban Helga, Godric y Salazar, en silencio, con lamirada gacha y tres copas llenas de vino de saúco frente a ellos. Godricsuspiró pesadamente y, con lentitud pero con decisión, cogió su copa y lalevantó.
Por Rowena dijocon voz grave.
Por Rowenarepitieron Helga y Salazar, en un dúo sombrío.
Los dos magosterminaron el contenido de su copa de un solo trago y dejaron el recipientevacío en la mesa, con un golpe sordo. Helga, sin embargo, no pudo dar más queun par de pequeños tragos debido al nudo que sentía en la garganta. Dejó lacopa en la mesa y se secó una lágrima fugitiva de la esquina del ojo. Godrictomó su mano y la apretó suavemente. Helga, sin mirarlo, sonrió levemente contristeza y cerró los ojos con fuerza.
Recuerdo empezócon voz temblorosa, como si de un momento a otro se echara a llorar. Su vozparecía tan extraña. Godric apretó más su mano, dándole fuerzas, recuerdo eldía en que nos conocimos Helga controló su voz y sonrió con nostalgia,abriendo los ojos y mirando con lágrimas contenidas a sus amigos, que tambiénesbozaron una melancólica sonrisa, rememorando.
El tiempopasaba muy deprisa. El día en que cuatro jóvenes magos y brujas se conocieronen las mágicas tierras de la Isla Esmeralda había quedado atrás. En aquel lugarfueron pupilos de la reina Maeve, aquella que les había enseñado todo lo quesabían, preparándolos para una larga vida llena de sabiduría, conociendo lossecretos mejor conservados del maravilloso y antiguo arte de la magia.
Duranteaños, aquellos cuatro amigos habían recorrido las islas, aquellas tierrasancestrales en busca de perfeccionar sus habilidades y, con el tiempo, habíanlogrado lo que muchos ansiaban: convertirse en los más grandes magos y brujasde su época. Y llevados por su éxito, decidieron fundar juntos lo queposteriormente sería el mejor y más conocido colegio de magia.
Y lo que alcomienzo fue nada más que un sueño, con el paso del tiempo se convirtió enrealidad.
A la luz delas velas, el ambiente se tornó más cálido mientras Helga decía, sin que la vozle temblase ya, lo difícil que parecía en aquella época lograr ese sueño quetenían en común.
Durantetoda la noche, los tres amigos recordaron vivencias junto a su amiga que tomóla decisión de partir.
Porquejuntos habían compartido tantas cosas, estuvieron ahí incondicionalmente ysacaron la cara por ellos ante todos, defendiéndose mutuamente, ayudándose,como en ese duelo en que Godric fue derrotado y Salazar, furioso, tomó su lugar,aplastando a aquel molesto brujo que había osado vilipendiar el orgullo deGodric. Como cuando Helga pasó una semana encerrada en su habitación sin quererver a nadie tras saber que el joven que le había declarado su afecto hacíapoco, había contraído nupcias con otra mujer. Rowena, en aquella ocasión, habíairrumpido en los aposentos de su amiga tratando por todos los medios de lograrque saliera, pero nada funcionó. Excepto aquella tarta de frutos rojos que lamisma Helga gustaba invitar a alguien deprimido, con la intención de subirle elánimo. Rowena, que era poco dada a la culinaria, fue a visitar las cocinas yayudada por los elfos, preparó una de aquellas famosas tartas que fue elmilagro para que su amiga volviera a ser la ser siempre.
Fue unpequeño instante de debilidad recordó Helga, un tanto avergonzada por suactitud de antaño. Pero aparte de la tarta, lo que jamás abandonó mi mente fuelo que me dijo Rowena aquel día.
¿Qué fuelo que te dijo? preguntó Salazar, genuinamente interesado.
Helgasonrió y miró a sus amigos mientras sentía de nuevo aquel nudo en la gargantaante ese recuerdo. Temió que se le rompiera la voz, pero respiró hondo y, sindejar de sonreír dijo en voz alta lo que le había dicho su amiga un día gris deinvierno.
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Todosguardaron silencio. Salazar bajó la mirada, avergonzado y el arrepentimientoque lo carcomía desde hacía tiempo se acrecentó. Sintió una mano fuerteapretando su hombro con aprecio y levantó los ojos. Godric lo miraba.
En verdadestoy orgulloso de que hayas cambiado de parecer le dijo seriamente. Graciasa Rowena te he perdonado.
Ella nosvolvió a unir dijo Helga extendiendo las manos, en una silenciosa invitación.Los magos tomaron cada uno la mano que su amiga les ofrecía, con sincerocariño, y como era costumbre, ella tenía razón sonrió y los miró a ambos comosi quisiera asegurarse que jamás volverían las desavenencias entre ellos, losamigos son para siempre.
Memorias - Fanfics de Harry Potter
Helga tocósuavemente la puerta de la recámara de Rowena, esperando escuchar su vozindicándole que pasara. Pero no oyó nada. Abrió la puerta con lentitud y
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2023-02-27
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