Mi compañía� - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

¿Y tú qué crees? me preguntó Tom, mi mejor amigo. Nos encontrábamos en su casa, que sutilmente estaba conectada a la juguetería de al lado, ya que era de su padre.

Sentados en su cama, toda deshecha, mirábamos los disfraces para la noche de brujas. Mis padres nos decían que ya estábamos grandes para eso, pero para mí once años no era ser grande; así que saldría sí o sí a pedir dulces, nada me lo impediría.

No lo sé le dije con sinceridad, toqueteando la manta blanca con dos agujeros para los ojos pensé que quería vestirte de pirata, como yo continué levantando la vista hasta encontrar sus ojos color verde agua no de fantasma agregué solo para señalar un punto.

Si, si, solo que vi esta manta en la juguetería y no me pude resistir

 

De acuerdo, de acuerdo le corté, no tenía sentido discutir con él cuando estaba tan convencido de si mismo yo sola iré de pirata y me abrazó. En ese momento, cuando sentí sus manos en torno a mi torso, una electricidad inexplicable recorrió mi cuerpo, haciendo que me ponga tensa. No quería admitirlo, pero sentía algo por Tom y me parece que es algo más que solo amistad o hermandad
algo más

Bien, me tengo que ir, Tom le dije luego de consultar mi reloj de pulsera te veré mañana
31 de octubre agregué en tono lúgubre, moviendo las manos de lado a lado.

Bajé al trote las escaleras y me encaminé hacia la puerta, pero justo cuando iba a abrirla, una voz detrás de mí dijo mi nombre, y casi al instante una mano se posó en mi hombro.

Emily la mamá de Tom me hizo darme vuelta lo siento, debes pasar por la puerta de la juguetería, ésta- señaló a la puerta de la entrada está atascada.

Asentí, algo confundida, pero igualmente volví a sonreír y me puse en marcha hacia la parte de la juguetería, no sin antes darle un beso en la mejilla a la mamá de mi amigo y decir un tímido "Adiós".

Allí, en la juguetería, todo estaba a oscuras, solo iluminado por la tenue luz que emanaba la luna; pero algo resaltaba, no sé qué, pero llamaba mi atención. Caminé con paso torpe y vacilante, y en el medio de mi trayectoria hacia la puerta, me di cuenta de lo que resaltaba en ese espacio.

Tres Muñecos.

Eran nuevos, aunque parecían sacados del desván luego de años de encierro, y parecían muy reales, estaban acomodados en una esquina apartada, eran viejos, tenían las ropas sucias y deshilachadas; sus ojos, negros como la misma noche, eran acechantes, sentía que me seguían con la mirada. Uno espacialmente me llamó la atención más que los otros; éste era de mi misma altura, con una sonrisa que me helaba la sangre.

De pronto me doy cuenta de que me había quedado estática, con las piernas como gelatina y mis rodillas temblaban. Lo admito: era muy, pero muy miedosa. Avergonzada de mi misma, retomo mi camino hacia la puerta. Al abrirla noto el frío que hacia esa noche, la calle estaba desierta y no había focos de luz que pudieran iluminar en camino; en estos momentos agradecía que mi casa estuviera a solo cuatro cuadras de la de Tom

Gorro, parche, espada de plástico. Ya tenía todo mi disfraz listo y preparado para usarlo; me lo puse, espolvoreé mi rostro con un poco de maquillaje de mi mamá y luego de que pareciera que me habían pegado una cachetada a un lado de mi mejilla, fui a verme al gran espejo de mí armario.

 

Llevaba unas zapatillas negras muy desgastadas y sucias, un jean cortado hasta la mitad de las rodillas con agujeros por aquí y allá, una remera azul y roja a rayas, el parche, la espada y el gorro, típicos de los piratas. Estaba lista.

Consulto mi reloj, debía estar en la casa de Tom a las ocho. Faltaban diez para dar la hora y debía irme caminando. Desesperada por no llegar tarde, tomé mi abrigo, mi bolsa para dulces y salí como una bala hacia su casa.

Lo siento mucho, he llegado tarde le decía a la mamá de Tom, quien me había abierto la puerta.

No, no te preocupes, solo fueron cinco minutos me trataba de calmar, estaba muy agitada por correr además, Tom todavía no estaba listo agregó, mirando hacia adentro ah, ahí viene.

Logré ver, por entre el brazo de su mamá y la puerta, a una manta blanca con dos agujeros donde deberían estar sus ojos bajando por las escaleras. Había algo extraño en la forma de caminar de Tom, parecía que flotara, no que diera pasos torpes como los míos.

Muy bien, vayan, que sino les ganaran todos los dulces nos incitó a los dos.

Cuando estuvimos ya por ir a la cuarta o quinta casa, me percaté de que Tom estaba inusualmente callado, no juntaba sus dulces en su bolsa y
ni siquiera sabía si tenía bolsa.

Ven, vamos a

¿Quieres ir a la casa en la colina? me cortó con una pregunta. Me extrañé, su voz no parecía su voz en si, sonaba fría, seca. Pronunciacion de canciones

¿Qué le pasa a tu voz, Tom? le pregunté, sin entender muy bien lo que había dicho, pues me había impactado el tono de su voz.

¿Quieres ir a la casa en la colina? repite y esta vez sí le entiendo. Pero quería que me respondiera a mi pregunta, ¿Estaba enfermo? ¿Lo hacia a propósito? Pero parecía más interesado en mi respuesta que en otra cosa, se le notaba en sus ojos negros
esperen, ¿Negros? ¿No tenia los ojos verdes?

Cl-laro. tartamudee sin quitar la vista de esos ojos que no eran nada iguales a como los recordaba Emm ¿qué les ha pasado a tus ojos?me atreví a preguntarle ¿Te has puesto lentes de contacto? intenté arreglarlo, porque bajo la manta blanca parecía haber fruncido en ceño. Él solo asintió.

Prácticamente me arrastró hasta la colina donde una imponente mansión abandonada esperaba paciente al dueño que la abandonó hace ya varias décadas. Estaba vieja y casi destartalada, las tejas azules se caían a pedazos del techo y los arboles parecían muertos, sin vida.

Tom siguió caminando hasta la entrada y, como si fuera su propia casa, entró sin vacilación. No planeaba seguirlo pero estar allí afuera, de noche y sola, no era una de mis actividades preferidas, así que decidí seguirlo.

Yo terminé de abrir la puerta, la cual era de madera que a mi parecer estaba podrirá y comida por todo tipo de insectos. Adentro la casa tenía una muy grande sala con muebles escondidos por sabanas, una chimenea en frente de lo que parecía ser un sillón debajo de otra manta y un tramo de escaleras llenas por una capa muy gruesa de polvo.

Pero
¿Y Tom?

De pronto me doy cuenta de que las luces están encendidas, o lo estaban, porque sin previo aviso todo se oscurece, solo la tenue luz que proviene del exterior me da una vaga noción de donde me encuentro. Me desespero.

¿Dónde estás? digo casi sin aliento.

Nada.

Todo comienza a dar vueltas, me mareo y dejo de sentir el suelo. Mi respiración es desigual, no logro ver más allá de mi propia nariz y, como si fuera poco, he perdido a mi mejor amigo... estoy sola, asustada, tengo miedo y de alguna manera sé que pasará algo...pronto.

Aquí la nueva y artificial voz de Tom se escucha a mis espaldas. Sobresaltada giro sobre mi misma y mis ojos se encuentran con la silueta de Tom cubierta con su manta.

Y al verlo ahí parado, observándome, una seguridad inmensa me embriaga. De pronto estuve segura de decirle algo que me había prometido jamás decirle, algo que debía mantenerse en secreto conmigo misma, pero eran tales mis ansias de gritarle que lo quería, que lo quería solo para mí, que ya no me importó el miedo que sentía al estar ahí, en esa casa abandonada.

Como si supiera lo que pensaba, Tom se acercó a la puerta de entrada con ese andar que lo hacia parecer un fantasma real y echó el pestillo.

Consecuencia: la tenue luz de la luna que entraba por ella se desvaneció, dejando, ahora sí, todo en plena oscuridad.

Las luces se encendieron.

Tragué saliva ruidosamente, "¿Cómo había
?"
Pero ni siquiera pude terminar de pensar en el final de mi pregunta, porque Tom repentinamente se encontraba en frente mío, pude sentir su respiración acompasada debajo de la manta. Fue en ese entonces cuando me decidí a hablar:

Tom, hace tiempo que quería decirte algo
comencé, e iba a continuar pero estarle hablando a una manta me molestaba ya que no podía ver la expresión de Tom; así que extendí mis manos tomé la manta que lo cubría y la levanté

Un grito de espanto raspó mi garganta. Debajo de esa manta no se encontraba mi mejor amigo, no era algo natural. Mis manos comienzan a sudar, siento un miedo mayor que el que había sentido nunca.

Esos ojos negros, esa sonrisa malévola, ese cabello artificial

Suelto frenética la manta que sostenía con mis manos, y me echo hacia atrás, resbalo y caigo.

El muñeco que había visto tan solo ayer en la juguetería ahora se encontraba en frente mío, caminando lentamente hacia mí, con una sonrisa horriblemente aterradora. Sigo gritando, no se lo que me pasará luego, pero lo único que ahora me preocupa realmente es pensar en Tom y en donde estará

Sigue gritando
nadie te oirá me dice ese muñeco mostrándome su mejor sonrisa demente y luego buscando algo en el bolsillo de sus desgastados pantalones. Una daga.

A unos cuantos kilómetros de ahí, en alguna juguetería común y corriente de algún pequeño pueblo, un muñeco, extrañamente con la forma de un niño, parpadea, abre su boca y con un débil aliento, susurra:

Emily

Ten cuidado, pues, como a Emily, tú podrías ser el proximo...

La siguiente victima...

Solo tienes que darte la vuelta...

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¿Y tú qué crees? me preguntó Tom, mi mejor amigo. Nos encontrábamos en su casa, que sutilmente estaba conectada a la juguetería de al lado, ya que era de

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2024-10-26

 

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