Como cualquier otro día en la aldea, la chica suspiraba sin saber qué hacer. Seguía dando vueltas por las calles, sin un rumbo fijo y con el cuerpo echado hacia delante: un signo evidente de aburrimiento. Soñando despierta, con algún plan infalible en el que la diversión estaba asegurada, fue a tropezar con un puesto de verduras en plena calle principal, en el distrito comercial de Konoha
- Lo
siento
- se disculpó la morena al tendero.
- No te preocupes, esas zanahorias ya estaban pasadas.- respondió el simpático hombre.
La chica se fue con una sonrisa forzada, siguiendo su inestable y no decidido camino, mientras comprobaba en primera persona, que era verdad: aquellas hortalizas no es que estuvieran pasadas
¡estaban podridas! Otro suspiro y una mirada al cielo, mostrando un claro ¿por qué a mí?, condicionaban los pasos de la morena a su residencia. En realidad, ya era toda una kunoichi de rango genin; pero, por alguna extraña razón, aún no había sido asignada a ningún equipo y tampoco a ninguna misión. Claro que sólo llevaba uno mes como ninja de nivel bajo, así que tocaría esperar
Paciencia, algo que no se le daba nada bien
Llegó a su pequeño apartamento, construido en un bloque donde vivían más shinobis como ella. En el mismo edificio, se diferenciaban dos partes muy claramente: la zona de los ricos, que podían permitirse pisos de lujo; y la zona de los pobres, donde, irremediablemente, vivía la chica. No es que fuera un mal sitio, al contrario: para costar lo que costaba el alquiler, estaba bastante bien. Se notaba que eran pisos para los ninjas de la aldea y lo difícil que estaba el tema de conseguir misiones para unos simples genin. Constantemente se preguntaba cómo sería su equipo y deseaba que le tocase con dos chicos del estilo de Neji y Naruto
Babeaba y reía como una psicópata para que así fuera. Extraña reacción en una chica tan tranquila: claro que, su mente, era otro mundo
Por suerte, su vecino más próximo, justo en la puerta de al lado, era el rubio más escandaloso, hiperactivo y conocido de la Hoja. Aunque desde que aquella chica vivía con él, se había sosegado bastante. ¿Cómo era su nombre? Empezaba por s, seguro. Y también era conocida por algo. Lo cierto, es que la morena no prestaba mucha atención a los nombres de las mujeres, salvo el de su idolatrada Hinata. Es más, los de sus senpais, sí que los recordaba todos; no obstante, se resumían a Neji Hyuuga y Naruto Uzumaki
¿Para qué más? Se decía a sí misma. Con ellos dos, hay suficiente
y se echaba a reír como una loca, abrazada a su cojín favorito. Menuda ficha
Con los dos chicos, había compartido bastantes buenos ratos, además de sesiones de entrenamiento bastante exigentes. Por ello, la chica estaba lista como kunoichi y como mujer para enfrentarse a su primer reto. Con dieciséis años, todo el mundo daba por hecho que el rango chuunin era lo primordial, pero ella no tenía prisa. Además, tal y como están las cosas en Konoha, los actuales genin tienen un nivel bastante holgado: la buena labor de la Godaime, quedaba reflejada de esa manera. En ese instante, mientras se quitaba el horripilante olor a zanahoria podrida en la ducha, recordó el día en que Neji e Hinata, llegaron al edificio. A la zona rica, claro...
Las tres de la tarde de un día primaveral como pocos. Maldita alergia, malditos insectos
Ni ganas de comer, ni de hacer nada. Salí al pasillo que unía las dos partes del edificio, porque solía entrar una brisa muy agradable por las ventanas colocadas en los extremos. Me quedé media adormilada en la alacena de una, al tiempo que me imaginaba mi propio mundo, lleno de hombres guapos, simpáticos y atentos: se notaba que era un sueño. Sonreía con una cara de pervertida que ni el propio Jiraiya-sama, con el codo pegado al cristal y mi mano derecha sujetando mi cabeza. Eché un vistazo afuera, pero estaba tan centrada en mis imaginaciones, que veía pero no sentía. Todo estaba muy tranquilo
Qué a gustito
En ese momento, un sonido me alertó: alguien estaba entrando al edificio. Por las voces, parecían dos
no, tres
cuatro personas. Intenté ocultarme, pero era demasiado tarde: mis ojos se enamoraron de aquéllos grises en tan sólo una décima de segundo. Su sonrisa, su largo cabello
su cuerpo. Me miró y pareció decirme algo, pero no lo oí: estaba tan atontada que sólo pude poner una sonrisita tonta y de circunstancias
- Ho
Hola- saludé, apuradamente. Él me respondió, amablemente.
No me di cuenta hasta un minuto o dos después, de que Naruto estaba en la pequeña comitiva: a él lo había conocido hacia unas semanas, cuando me mudé al piso de al lado. Como no, iba con su novia. Aunque no recordase su nombre, tenía que reconocer que era muy guapa: ojos verdes, un cuerpazo, el tono rosa de su pelo y, encima, simpática. La verdad es que no me extrañaba que mi amigo y senpai, estuviese tan feliz. Sobre todo, algunas noches
En fin, Naruto quedaba fuera de mi alcance. Sin embargo, aquel morenazo de ojos grises
¿¡Cómo puede estar tan bueno!? Tenía que ser mío a cualquier precio
Un momento
¿Quién es la niñata que lo acompaña? Será su hermana, por tener los mismos ojos. Mírala, si parece una mosquita muerta. Reí, estaba claro que aquel bombón estaría soltero y disponible para mí. Sin embargo, aquella sensación
¡Un beso en todos los morros! Es-están entrando juntos
¿Qué
significa
? Mi cara debía ser la de un mono aullador del Amazonas, aunque intenté ahogar el grito de pánico, ira, irrefrenable deseo de matar y furia que sentí en ese preciso instante. Menos mal que Naruto, y su novia, estaban cerca de mí; si no, me hubiera pegado un buen golpe contra el suelo
Un par de días después, pedí disculpas a mi gran Hinata-senpai; aunque ella no entendía el porqué, yo insistía en que aceptara un pequeño cesto de mini-magdalenas. Estaba tan avergonzada que no podía mirarla a la cara; ni mucho menos a Neji. Con el paso de los días, de las semanas y el primer mes de convivencia, me fui acercando más a ellos. Hasta el punto de considerarlos mis amigos. Total, por seis años de diferencia, no pasaba nada. Eso sí, estuve deprimida un par de noches, porque me había quedado sin mis dos hombretones
Lástima
Así fue cómo conocí a Neji e Hinata, una pareja adorable y admirable, pues tuvieron que luchar lo suyo para conseguir la ansiada libertad. Sus corazones eran uno. Es tan romántico
- ¡Sakura!- exclamó la morena, acordándose de golpe.
Estaba tan ensimismada en sus recuerdos, que no se dio cuenta de haber abierto la llave del agua fría. El resultado fue un chorro directo, bajando por su espalda, que le hizo estremecerse tanto que se resbaló en la ducha y a punto estuvo de quedarse sin dientes. Por poco, pudo salvarse gracias a sus reflejos y a la cortina del baño que cedió segundos después, enrollándose sobre el cuerpo de la chica. Al final, cayó al suelo entre risas, con su piel mojada y el pelo empapado. Toda una odisea en el baño, a la que ya estaba acostumbrada
- Tan torpe como siempre
- murmuró, cogiendo una toalla para secarse.
Fue a su habitación, tras recoger el desastre que había montado. Se puso ropa de calle, con una parsimonia tremenda y aún perdida entre fantasías típicas de un manga para chicas: de hecho, le encantaban esas historias. Debía tener, por lo menos, docena y media de libritos de la felicidad, tal como los denominaba ella. Era cierto, pues cuando se ponía a leer, siempre dejaba escapar una risita ahogada y presumida. En ocasiones especiales, sabe Kami si por haberse encontrado de bruces con un tío bueno o por estar en plena escena romántica, con beso de por medio, soltaba uno de sus habituales ¡Kyahhhh!, que retumbaban hacia sus vecinos más próximos. Más de una vez, Naruto se había presentado en la puerta, golpeando como un desquiciado, por saber si algún pervertido la había atacado. Para el rubio, la morena era como su hermana pequeña, y jamás se imaginaría que esos pervertidos, sólo estaban en su cabeza. Aún así, ella, sabiendo la inocencia y lo cortito que era él, se dejaba agasajar y abrazar, poniendo como excusas que había oído ruidos extraños y visto sombras fuera de la ventana.
Sombras cuando el sol daba de lleno, y no podía haber más claridad.
Y Naruto caía siempre
- Gracias, Naruto.- decía ella, con una carita de niña buena. Aunque siempre aprovechaba para meterle mano, discretamente.- Saluda a Sakura, de mi parte.- soltaba con sarcasmo y una sonrisa bien disimulada.
- Claro
lo haré
- respondía con apuro. Todavía le costaba no ponerse nervioso por el hecho de vivir con la ojiverde. Cada vez que se lo recordaban, temblaba entre la excitación y el pánico: Sakura es muy dulce cuando quiere; pero, si está cabreada, es mejor no estar cerca.
Entre recuerdo y recuerdo, la chica ya había salido a las calles de la aldea. Ataviada con su indumentaria favorita, avanzaba sin un camino que seguir, tal y como le sucedía a menudo. Llevaba una minifalda azul celeste, su favorita, que le dejaba lucir sus esbeltas y finas piernas. Adornada con un cinturón negro, la prenda se ceñía a su cuerpo perfectamente. Una camiseta blanca, con el dibujo de un zorrito rojo, escondía sus perfectas proporciones superiores. Como complementos, llevaba un collar en forma de cruz y dos coleteros en forma de calavera, que recogían su largo cabello oscuro en dos tirabuzones. Algunos mechones, caían por su frente, llegando a sus hermosos ojos. Y, en sus pies, calcetines de colores vivos y unas deportivas que le daban un toque alocado y caótico: combinando, perfectamente, con su personalidad distraída y traviesa.
No es que fuera un día especialmente caluroso, pero la primavera estaba dando sus últimos tumbos y el sol dejaba notar que llegaba su estación favorita. Aunque aún se advertía algo del chispeante aroma del amor y la sangre alterada de la época, pues en cada rincón que la morena vislumbraba con sus hermosos y luminosos ojos, se encontraba con alguna parejita. Sí, al puro estilo de las que se creaban en su cabeza. La más llamativa, por lo menos para el noventa y nueve por ciento de los que conocían a aquella rubia despampanante, era la formada por un muchacho bien parecido y alto, con un tono de piel cálido y una vestimenta que daba a entender su rango genin, y la propia rubia de película, mayormente conocida como Ino Yamanaka
¿Que qué hacía un genin con una chuunin unos seis años mayor? Según dice la leyenda: el amor no conoce edad. Que sea cierto o no, depende de cada cual
Pero lo que andaban haciendo aquellos dos, parados frente a una de las jugueterías de la aldea, no era nada descabellado para una pareja normal y corriente; otra cosa es que se les pueda considerar así. El chico sujetaba un peluche muy mono de un zorrito rojo, que parecía ser la última moda en toda la extensión del País del Fuego. Incluso en Suna había llegado la fiebre por poseer algo de aquel zorrito tan simpático. Pues bueno, él asía al animal de peluche con tanta fuerza que la pobre Ino no podía ni sentir su suave tacto, con lo que la discusión estaba servida, aunque sólo gritaba ella. La gente se paraba en la zona, y la morena no pudo ser menos, ya que le encantaban las peleas de parejas, sobre todo por la posterior reconciliación. Ya empezaba a imaginar cómo sería entre aquellos dos y el rubor en sus mejillas no se hizo esperar, al igual que una subida de temperatura en todo su cuerpo: menos mal que iba con ropa fresquita.
Al final, cual manga shojo, Ino y su novio (o eso suponemos), llegaron a un acuerdo mutuo, con tratado de paz y todo, cuando el chico accedió a dejar el peluche en manos de la chica a la que le brillaban los ojos de felicidad, pero que disimulaba una sonrisa maquiavélica en sus labios. El chico, por su parte, parecía ensimismado entonando una risa bastante peculiar, como si la rubia le hubiese propuesto algo a lo que no se podía negar. Vamos, eran tal para cual.
La morena dejó la función al observar la reconciliación, finalizada con un sutil beso de ella a él, lo que le provocó un estado de éxtasis, palpable en la sonrisa que llevaba colgada de su cara. Claro que, segundos después, esa emoción se convirtió en depresión. ¿Por qué? Sencillamente, porque ella quería disfrutar de situaciones similares. Es decir, quería un novio, y lo quería ya; aunque le cayese del cielo y le diese en toda la cocorota
Y hay veces en que los deseos se cumplen
Hoy era una de esas veces, uno de esos días
Sin embargo, ella no se esperaba conocerlo de aquella forma tan especial, caminando por la calle principal de Konoha, en dirección al parque que centraba la zona. Unos gritos alertaron a la gente que paseaba o atendía sus comercios en el lugar, aunque ella no se había percatado de que estaba en la línea de escape de aquel chico
- ¡Espera
! ¡Vas a pagar por tus travesuras, mocoso!- exclamaba un enfadadísimo Iruka, que perseguía sin pausa a aquel muchacho.
- Eso será si me pillas, Iruka-sensei.- reía, divertido, sin fijarse en que estaba a punto de
¡Plom!
- ¡Ay, deberías mirar por dónde vas, idi
!- exclamó ella, pero no pudo terminar su queja.
Ambas miradas se entrecruzaron en aquel instante: castaño contra castaño y una especie de dorado. Los ojos de él, uno distinto al otro en tono, la habían cautivado, junto a aquella sonrisa que no desaparecía de su boca, aunque se hubiese hecho más daño que ella, al tratar de salvarla del golpe contra un montón de cajas. Aún así, él seguía sonriendo, agarrado a la cintura de ella
- Perdón, ¿estás bien?- apuntó, como una disculpa.- Lo siento
pero te vienes conmigo
- añadió, sin darle tiempo a la morena a reaccionar.
Cuando se dio cuenta de la situación, tras asimilar lo que había pasado, estaba corriendo agarrada a la mano derecha de aquel chico que le había provocado un vuelco en el corazón. Jamás creyó que le pasaría algo así; una escena propia de sus imaginaciones. ¡Le había pasado a ella! Sonrió durante un par de segundos, mientras escuchaba los gritos de Iruka-sensei y los murmullos de la gente, hasta que frunció el ceño e intentó parar la carrera, cosa que no pudo hacer
- Espera
para, por favor. ¡He dicho que pares!- sus suspiros no encontraron respuesta.- Yo no soy ninguna delincuente, no quiero que me castiguen por tu culpa.- lanzó una patada al chico que la esquivó en plena huída, sonriendo a la chica, como si pudiera controlarla de esa forma. Y funcionó.- Al menos, dime cómo te llamas
- acabó ella, rindiéndose ante la evidencia y esperando conocer el nombre de quien le había robado el corazón, hacia apenas unos minutos.
Él se giró, dándose por aludido por primera vez, con cierto aire de responsabilidad por haber arrastrado a la chica sin su permiso
- Llámame D.- dijo, justo en el momento en que los pies de los dos, despegaban del suelo y sus cuerpos comenzaron a rodar ladera abajo, por la fresca hierba.
¿Qué narices significaba aquello? ¿D? ¿Qué nombre es ése? La morena no cabía en su desazón, aunque sentía algo de incertidumbre y curiosidad por saber más. Por el momento, lo primordial era salvar la integridad.
¿Quién será este chico de ojos extraños, de cara risueña y cabello oscuro? La misma pregunta se repetía una y otra vez en la cabeza de ella, mientras caía por la pendiente
La chica se limpiaba la minifalda tras haber rodado, varias veces, muy cerca del chico, llenando sus prendas de hierba. No habían sufrido ningún daño físico; incluso, se diría que él se lo había pasado muy bien cayendo por la ladera. Por su parte, la morena tenía un enfado bastante palpable en su rostro, dadas las arrugas en su frente: lo miraba con rabia por haberla arrastrado de esa forma tan bestia, pero
- Estás loco, ¿sabes?- reprimió ella.- No sé cómo te habrán educado tus padres, pero ésta no es manera de tratar a una dama.- apuró ella, dándose mucho crédito con la última palabra.
El chico estaba en silencio, mirando hacia el riachuelo de delante. Su sonrisa parecía haberse apagado por momentos. La morena se preocupó bastante, acercándose al muchacho; tal vez, había tocado un tema tabú para él
- Mis padres jamás llegaron a educarme.- soltó, de sopetón, sorprendiendo a la chica quien cayó a la hierba.
Vaya puntería, pensó ella. D, arrebujado entre sus rodillas, se giró y la vislumbró fijamente, justo cuando el sol incidía sobre su frente, lo que provocó que su ojo derecho pasara de un tono dorado a uno marrón-verdoso. El izquierdo, permanecía con su color castaño oscuro. La morena se sintió algo amenazada y, a la vez, volvió a encadenarse a aquellos orbes, tan especiales. En cuestión de segundos, una sonrisita y el dedo índice dirigido hacia la chica, acabaron con el momento de incertidumbre.
- Eres bastante patosa.- se rió, señalando la ropa de la chica, llena de hierbajos.- Por cierto, ya que te he dicho mi nombre, ¿cuál es el tuyo?- preguntó, mostrando aquel gesto tan risueño.
- Llámame T.- respondió, utilizando el mismo argot que él. La morena sonrió satisfecha por su rapidez mental.
- Entiendo
T de Tonta-chan.- dijo, muy rápidamente, entre risas, colmando la paciencia de la chica.
Había ganado, otra vez. Parecía que a D se le daba bien esos juegos; sin embargo, ella le iba a demostrar que no se dejaría vencer tan fácilmente: arrancó un puñado de hierba del suelo, obviando las que tenía por encima, y se dirigió con paso decidido hacia el chico, dispuesta a llenarlo de arriba abajo, igual que estaba ella. Él, viendo venir el vendaval, no podía dejar de reír, hasta que
un pequeño montículo, muy bien cubierto por el verdor, se interpuso en el camino de la morena. Por segunda vez ese día, el chico intervino antes de que ella cayese de bruces, con lo que yacían en el piso, ella sobre él. El matojo había volado hacia el otro lado, llevado por la brisa que soplaba.
- Definitivamente, eres muy torpe.- afirmó D, limpiándole el pelo con suavidad. Sus caras estaban muy cercanas, lo que provocó un sonrojo tangible en las mejillas de ella.
- I
idiota
- tartamudeó ella, sin saber bien qué decir en aquella situación desconocida.
Rápidamente, trató de incorporarse, separándose del chico, pero éste la aferró del brazo derecho, cuando su tronco ya estaba en vertical. Parecía muy tranquilo y miraba a T con una media sonrisa, clavando sus ojos en su rostro. ¿Estaría acostumbrado a este tipo de ambientes? Su semblante, se tornaba triste lentamente, como hacía unos minutos. Ayudó a levantarse a la chica, al tiempo que él mismo se ponía en pie: en el momento de mayor verticalidad, ella pareció perder un poco el equilibrio, con lo que no le quedó más remedio que agarrarse a él.
Abrazados bajo el mismo cielo. T sintió el palpitar acelerado de D, y viceversa. Cada uno miraba tras del otro, a la lejanía, ya que si se miraban directamente, cualquier cosa podría pasar. Además, en la retina quedaba aquel rostro sombrío
velando aquella sonrisa tan maravillosa
¿Qué podría ser lo que guardaba el chico en su interior? ¿Algo tan doloroso que quedaba reflejado en su alma?
- Cierra los ojos, por favor.- pidió, dulcemente. Su voz sonaba sensual.- Vamos, no voy a hacerte nada malo.- añadió, denotando que era cierto.
La chica se quedó perpleja durante unos segundos, en los cuales el corazón empezó a bombear aún con más fuerza. ¿La iba a besar? Sí, seguro: no cabía otra posibilidad en la mente de ella. Era su momento romántico, ése que anhelaba todo su ser, tras haber visto y leído tantos y tantos en mangas; pero, esto
esto iba a ser en tres dimensiones, en la realidad y en colores. Accedió y notó que el chico se separaba lo suficiente para estar cara a cara; tras unas décimas, reaccionó poniendo morritos, esperando sentir el roce de aquellos labios que había estado observando anteriormente.
¿Serían azucarados o amargos? ¿Fríos o cálidos?
Jamás llegó a saberlo, pues una voz interrumpió el mágico momento. T había esperado tanto para ello y, ahora
- Así que ahí estabas, malandrín.- la voz provenía del punto alto de la ladera, del perseguidor del chico.
D ya había comenzado a huir hacia el otro lado, mientras T caía, de nuevo, a la hierba fresca, entre suspiros de resignación. En plena escapada, ya que Iruka bajaba a toda velocidad, dispuesto a capturarlo de una vez por todas, el chico se giró y sonrió hacia ella
- Eres muy inocente, T-chan.- soltó, guiñándole el ojo derecho.- Por cierto, mi nombre es Davide.- exclamó, sobrepasando el pequeño río. Ella se quedó algo estupefacta al oír cómo la había llamado y que le dijese su nombre.
- Yo
me llamo
Te
- ya era demasiado tarde, porque había desaparecido entre las calles del vecindario de enfrente.
Justo en esos momentos, se percató de que la había engañado con sus tretas. ¡No la hubiera besado de ninguna forma! Maldijo a aquel mocoso impertinente, enfurruñándose y arrancando varios matojos de hierbas. Golpeó el suelo un par de veces con sus puños y, luego, se incorporó para limpiarse su ropa favorita y comenzar la ascensión de la pendiente. Mientras tanto, seguía pensando en la mirada gélida y el tono impersonal que había suscitado el hablar sobre sus padres.
¿Los odiaba o, acaso, estarían
? No quiso pensar en esa palabra, por su propio bien: sus padres le habían permitido irse a Konoha, ya que prefirieron quedarse en unas de las aldeas cercanas, bajo la protección de la villa de la Hoja. Así que, no sabía lo que se sentía al no tener progenitores.
De camino al apartamento, recordó lo que había sucedido: por hoy, bastaba de emociones fuertes. Aún así, quería volver a verlo
sonriendo.
~ o ~
Davide seguía limpiando, a conciencia, las caras de los tres últimos Hokage, a las que les había puesto su firma en forma de pintadas: toda una obra de arte. Bajo la atenta mirada de Iruka, situados en aquel andamio a bastantes metros del suelo, ambos suspiraron en el tenso silencio.
- ¿Por qué eres tan revoltoso? ¿Sabes quiénes son los Hokage a los que has mancillado con tus travesuras?- preguntó el sensei, cruzado de brazos.
- Claro que lo sé.- respondió al momento.- La gente dice que lo hago para llamar la atención, así que será eso
- murmuró el moreno. Iruka desvió la mirada.
- Bien, hasta que no termines, no volverás a casa
- No me importa, nadie me está esperando
El hombre de pelo largo y castaño, pareció quedarse sin palabras, ante la verdadera confesión del muchacho. No obstante, debía mantenerse impasible, aunque sintiera algo de tristeza por el joven genin. En ese momento, frotaba el rostro esculpido del Cuarto
- Es curioso.- rió levemente el maestro, mirando aquella figura.- Te pareces mucho a cierto rubio
- ¿A Naruto-senpai? Qué va, soy mucho más guapo e inteligente que él.- afirmó, con orgullo, el moreno.
- E igual de irresponsable, maleducado y escandaloso.- añadió Iruka, bromeando.- Pero él ha madurado y tiene ese don especial
- Iruka-sensei, ¿él era su padre, verdad?- preguntó el chico, señalando al Yondaime. El hombre asintió.- Entonces, será un gran Rokudaime.- concluyó Davide, sonriendo y dejando bien pulcro lo último que le faltaba por quitar.
- Sí, sin duda.- acabó el sensei.
En ese instante, en el bloque de pisos
- ¡Atchuus!
- ¿Estás bien, Naruto?- preguntó, inquietada, la pelirrosa.
- Sí.- dijo el rubio, restregándose la nariz con la mano derecha y cambiando de canal con la izquierda.- Alguien debe estar hablando de mí.- garantizó, con una sonrisa.
- Creído.- masculló Sakura.- De todas formas
- miró el reloj de la sala-
deja que te tome
la temperatura
Qué calor
De vuelta a su casa, situada en la zona centro de la aldea, a pocas calles de la residencia donde vivían Naruto y compañía, Davide caminaba, ensimismado, en recuerdos del pasado. Al abrir la puerta de su piso, el que fuera durante un buen tiempo del rubio de ojos azules, su mente se quedó estancada en aquella reminiscencia
Hace ya catorce años que mis padres me dejaron totalmente solo. Ni siquiera recuerdo sus rostros; o debería decir que no quiero retenerlos. ¿De verdad, están muertos? Si es así, tiene sentido que no me hayan dejado ni una mísera carta, despidiéndose. ¿Preferirías que estuviesen vivos? No es eso; además, si sus nombres están en este monumento
es que están muertos.
Caminaba desde aquel lugar tan fúnebre hacia la que seguía siendo mi casa por derecho: lo único que quedaba de mi familia. No podía considerar a nadie cercano a mí ya que, desde que me pude valer por mí mismo, había vivido en la más absoluta soledad. Mis años de bebé y unos pocos de mi niñez, según lo que dice la gente, los había pasado con una anciana, de la que no recordaba ya nada. ¿Éste es el precio de estar solo? La frialdad y el olvido: no tengo a nadie a quien querer. Lo poco que sabía, es que el apellido que portaba, pertenecía a un clan extinto del que era el último descendiente. Ese clan escondía un poder oculto y ancestral, ligado a una leyenda: el póstumo dragón dorado. Cuando encontré los pocos documentos que quedaban del clan, mis ojos no pudieron soportar la sorpresa y se agrandaron totalmente, ávidos de conocer más sobre aquello.
Pero, no encontré nada más
Si dentro de mí salvaguardaba un poder tan especial, ¿por qué nadie me había protegido desde el principio? Era algo que no entendía. Aún así, sabía que, lo que esta casa atesora, no podía salir a la luz. Fue cuando decidí quemarla hasta los cimientos y buscarme otro lugar en la aldea. Por suerte, nadie se interesó por el incendio, sofocado un día después por una intensa lluvia otoñal.
Las primeras semanas en la calle fueron muy rigurosas, dado que comenzaba a refrescar: me había deshecho de la mayoría de mis pertenencias y, el poco equipaje que llevaba, no estaba preparado para aguantar el intenso clima casi invernal. Las noches se ceñían a mi cuerpo con indulgente amabilidad, gracias a que había hallado un pequeño edificio en ruinas, en el que cobijarme. Un día, volviendo de la academia a mi hogar, me encontré con unos ojos que me dejaron marcado para siempre. El dueño: Itachi Uchiha, el ANBU más poderoso de Konoha, temido allá por donde iba.
- Conozco tu secreto.- espetó con frialdad.
- ¿De qué
está hablando
?- inquirí temeroso, pero aguantando el tipo.
Conocía bien al clan Uchiha y su línea sucesoria. Aunque, por fortuna, no la utilizó; más bien, no le hacía falta en ese momento
- Te llevaré conmigo a mi casa y seré tu entrenador.- comentó, poniendo su chaqueta negra sobre mis hombros: estaba temblando por el frío y la poca ropa que llevaba.
- ¿Por
por qué
?- tartamudeé, siendo cauto.
- Porque tu potencial y tu línea sucesoria no pueden caer en el olvido, Davide...- respondió, impasible.
¿Cómo conocía mi apellido, si yo mismo había destruido los únicos archivos que existían y me había puesto otro diferente? Aquel hombre, empezaba a ponerme muy nervioso; no sólo por su semblante, sino por su extraño dominio. ¿Qué era él, exactamente?
- No temas, no voy a obligarte a nada.- dijo, respondiendo a mi pensamiento.- Aunque no lo creas, eres un genio. Lo mismo que me dijeron a mí hace algunos años y
tenían razón.- pareció sonreír. Empezaba a caerme mejor.- La gente teme lo que no conoce; por eso, nadie ha querido mostrarte tu camino. ¿Me permitirás tener ese honor y descubrir lo que llevas dentro de ti?- me preguntó, ofreciendo su mano derecha.
- Sí.- afirmé, apretando su diestra. Estaba convencido de que, con aquel Uchiha, averiguaría la verdad oculta de mi clan. Además, era la primera vez que alguien me reconocía.
Ya no estaba solo
Después de aquel encuentro inesperado, moré durante algunos meses en la residencia de uno de los clanes más importantes de Konoha, hasta que pude mudarme a un piso bastante asequible, en el centro de la aldea. Tarde tras tarde, entrenaba junto a mi nuevo maestro, mejorando a pasos agigantados mis aptitudes ninja.
Así pasaron los años, en los que me convertí en genin hace poco. Más que por falta de nivel, había sido porque la Godaime pretendía crear una generación invencible; algo en lo que estaba de acuerdo.
De esto, habían pasado dos años. Ahora, el moreno de dieciséis, vislumbraba los resultados de sus esfuerzos y las sabias enseñanzas de aquél que lo había reconocido. Aunque, desde que era ninja de nivel inferior, no había tenido ni una misión, ni siquiera un equipo para demostrar su valía como shinobi. Tampoco era algo que le preocupara en demasía, ya que, actualmente, tenía dos maestros con los que provocaría envidia en cualquier pimpollo de su edad: Sasuke se había unido al grupo, aprovechando que Itachi parecía dispuesto a compartir su conocimiento y, de paso, ayudaría al chico que le había dado muy buenas sensaciones. Algo verdaderamente inquietante en un Uchiha, y Davide lo había provocado en dos. Esa tarde, el trío caminaba por una de las calles comerciales de la villa, buscando algún tipo de material. En uno de los puestos, una pareja indomable y ya conocida, provocaban los rumores del gentío
- S-kun, ¿por qué no me compras esos pendientes y el anillo?- preguntaba Ino, con carita de niña buena y señalando la mercancía de moda.
- ¿Y qué gano con comprártelo?- indagó el chico de cabello oscuro y ojos marrones. La rubia se acercó a él y le susurró algo, provocando un rubor intenso en sus mejillas y que la compra se agilizase de inmediato.
- Gracias, amorcito.- apuntó la chica, besando a su novio.
- De nada.- murmuró S, pensando en por qué narices había tanta predilección en Konoha por un zorrito, cuando su historia estaba marcada por aquel incidente con uno. Aunque, mirando fijamente a los peluches colgados en la tienda, el chico tuvo que reconocer, internamente, que era una monada, incapaz de hacer daño a nadie.
Por si fuera poco, y por si había alguna duda, la morena había salido de su piso y andaba también por aquella calle tan transitada. Sí, se había quedado mirando la escenita romántica como el día anterior. Llámese cosa del destino
Bueno, dígase que Sasuke estaba en el punto de mira de T, y no sólo me refiero a que aparecía frente a sus ojos, su voz atravesó el clamor generalizado
- ¡Sasuke-san!- exclamó, acercándose a toda velocidad.
Hacía tiempo que no veía al Uchiha y él era el tercero en su caja de bombones
Lo curioso fue ver cómo cambiaba la cara de la chica, desde una sonrisa alegre al haber visto a un tío bueno, por una de rabia contenida, al moverse éste escuchando su nombre y observarse a otro muchacho (no tío bueno), que comenzaba a girarse al notar el movimiento el primero.
En resumen, D y T se encontraban nuevamente
- Anda, pero si es Tonta-chan.- bromeó el moreno, sacándole la lengua y pasándole el brazo izquierdo a Sasuke por el hombro.
- ¿La conoces, Davide?- preguntó el Uchiha menor, al tiempo que el mayor se viraba tras hacer una compra.
- Algo así.- respondió el de ojos insólitos, arrugando los hombros.
Sin embargo, la chica estaba escudriñando a la cuarta adquisición de su colección de tíos buenos, al ver en una posición inmejorable el tipazo que escondía aquel misterioso hombre de rasgos similares a los de Sasuke. Aunque se le notaba la madurez, lo que produjo un aceleramiento de partículas dentro de la muchacha
- Hola.- saludó con una sonrisa tonta.
Itachi la miró sin decir nada. Davide miró repetidamente a la chica y a su maestro, para comenzar a reírse. Sasuke no entendía nada, mientras el resto del mundo parecía haberse parado en aquella parte.
- ¿Quién es esta niña, Davide?- preguntó el mayor, sin comprender la situación. A T se le rompió el corazón y palideció al oír aquel término.
- Nadie, Itachi-sensei.- ironizó el moreno, suscitando que los ojos de ella, ardieran de furia. Pero aguantó las ganas de partirle la cara de niñato.
- Me llamo Teresa. Mucho gusto, Itachi-san.- había utilizado la situación en contra, poniendo las cosas a favor.
Itachi y Sasuke seguían sin entender nada, mientras el pique entre aquellos dos seguía, notándose en los cuchillos que se lanzaban a la espalda.
¿Habría surgido el amor entre ellos? Locuras, aquello iba a terminar muy mal, seguro.
Días después, todo seguía su ritmo rutinario en Konoha: lo único destacable es que, la primavera, había dado paso al verano. Esto se traducía en más calor, mayor necesidad de beber líquidos refrescantes, compras veraniegas en las tiendas más importantes de la villa y época de vacaciones para la mayoría de los conciudadanos. Por supuesto, para los ninjas nunca había vacaciones, salvo los períodos que trascurrían entre misiones; o, en algunos casos, entre entrenamientos.
Aquel primer día de la estación estival, Davide había sido invitado por Naruto y Sakura a almorzar en su piso, que no distaba sino un par de calles del suyo. Tras llegar al edificio, con una ensalada bastante apetecible hecha por él, coincidió con Neji e Hinata que salían a comer fuera de casa: se llevaba bastante bien con ambos, pero mejor con la chica peliazul. Ni que decir tiene que la dulzura, simpatía y, sobre todo, la figura exultante de ella, habían calado muy hondo en el moreno.
Lástima que su senpai se le hubiese adelantado; pero, no había nada que hacer.
Llamó al timbre, siendo recibido por la pelirrosa, que le ofreció un saludo y una sonrisa amable. Desde el fondo de la sala, cerca de la cocina, se oyó la voz del rubio, dando la bienvenida a su kouhai; éste sonrió y devolvió el saludo al ojiazul, antes de abalanzarse sobre la ojiverde, buscando descaradamente el contacto físico.
- ¡Sakura-nee, qué ganas tenía de verte!- exclamó, disimulando con cara de niño bueno.
No le duró mucho, pues Sakura lo conocía bien, aunque había pasado menos de un año desde aquel encuentro. Velozmente, la kunoichi de rango jounin alzó la mano derecha, que fue a caer directamente sobre la cabezota del chico.
- Me alegro de verte, Davide-kun.- soltó ella, entre dientes. Luego, empezó a reír.
- Ay
eso duele, Sakura-nee.- él ya estaba acostumbrado, pero lo cierto es que la mujer no controlaba bien su fuerza, en esas muestras de cariño.
El chico bufó, hasta que ella le permitió darle el beso de siempre en la mejilla: era la muestra de que se querían como hermanos, algo similar a la relación con Hinata del propio muchacho. Aún así, él no perdía la esperanza de que
en una de esas misiones taaaaaan peligrosas
Naruto o Neji
o los dos
muriesen. Sí, suena macabro, sombrío y triste; pero, pensar en consolar a dos mujeres de tal porte
No tenía precio. Davide se lo imagina y, su cara risueña, se transformaba en la de un pervertido. Jo, no era para menos; aunque las babas sobran.
- Davide, ¿puedo pedirte un favor?- inquirió Sakura, mientras preparaban la mesa de la sala. Aunque el moreno estaba jugando con algunos cubiertos, como si fueran armas ninjas; la pelirrosa lo vio y gruñó.- Vete al piso de al lado, a la derecha, y avisa a nuestra invitada.- añadió, con un tono de voz severo.
- S-sí
- es lo único que pudo contestar el chico, percibiendo el peligro.
Una vez en el pasillo, caviló sobre lo que había dicho la joven. ¿Invitada? Irremediablemente, el de ojos infrecuentes, pensó en una chica de la misma edad que Sakura o Hinata: una figura regia, experiencia en todos los aspectos, simpática, cariñosa
Bueno, esto último no tanto como su amiga ojiverde, que si no
Y ya se sabe lo pequeño que es el mundo y lo frágiles que son los sueños, pues al abrirse la puerta, después de que D tocase el timbre
- ¡Hola, Naruto-se
n
pa
i
- lo que se suponía un efusivo saludo hacia su rubio vecino, se fue convirtiendo en una cara de desagrado ante la visión de un cualquiera, por la de un bombón.- ¿Qué
haces tú aquí
?- inquirió Teresa, carraspeando como disimulo.
¿Por qué a ella
? ¿Por qué tenía siempre que hacer el ridículo delante de él? ¡Siempre él! Esto, más o menos, es lo que le pasaba a ella por la cabeza, en ese instante. Mientras tanto, él había pasado de una cara de baboso pervertido pensando en Kami sabe qué modelo, cantante, actriz o seiyuu, a un rostro gracioso que apuntaba al desmadre mental de la morena.
Si supieran cómo es el mundo interno de cada uno
¡Tal para cual!
- ¡Hola, Tonta-chan!- Davide saludó con la mano derecha, como si nada. T desvió la mirada, aunque verlo de nuevo sonriendo
el palpitar de su corazón no sólo era por los nervios de querer matarlo, por idiota.- Vaya, así que eras tú la niña de la que tanto me habla Naruto-nii.- añadió el chico, dando un paso adelante. Ella volvió a mirarlo directamente, asombrándose por lo de niña. Otra vez esa denominación
- Y de la chica, guapa y agradable, de la que me habla Sakura-nee para ligármela. Está loca.- terminó el moreno, haciendo un gesto con la lengua y el dedo índice de su mano derecha, acabando con una risa.
Y tanto que sí, pensaría la chica, coincidiendo por primera vez con él. ¿Juntarse con un niñato como éste? Ni borracha, vamos. De eso estaba segura; no obstante, sonrío al oír lo que había dicho su vecina sobre ella: Sakura, cada vez, le caía mejor. No obstante
¡¿qué narices es eso de Naruto-nii?! Es imposible que este energúmeno sea tan cercano a su querido senpai ojiazul.
- ¿Piensas quedarte ahí, de pie, todo el rato?- preguntó, mosqueada, la morena.
- Oh, ¿me estás invitando a pasar?- soltó el moreno, sonriendo.
- N-
- ya era demasiado tarde, pues el chico había entrado, como un rayo, al apartamento.
- ¡Vaya!- exclamó, impresionado, mirando a todos lados.- Eres bastante ordenada y limpia.- añadió, pasando un dedo por una mesilla. Miró hacia una puerta entreabierta, con un brillo extraño.- Eso parece
¡tu habitación!- sin demora alguna, se abalanzó sobre el cuarto de T; sin piedad, revolvió todo lo que pudo y más.
-
- a ella se le estaban hinchando varias venas en la frente y mantenía el puño derecho en alto.
- Manga
Sho
jo
Ya veo, eres ese tipo de chica.- soltó un entusiasmado D, leyendo uno de los tomos sagrados para Teresa: estaba a punto de estallar de ira.- ¿Cuánto hace que no sales con un chico?- preguntó, de repente, tirado sobre la cama.
- Eso no se le pregunta a una dama.- respondió ella, apaciguando levemente su enfado.
- Ya, como la edad o las medidas, ¿no?- tras decir eso, Davide miró a Teresa de arriba abajo, soltando un pequeño silbido.- Estás guapa
para ser tú.- rió, volviendo a la lectura, con el libro en alto.
La chica suspiró rendida, ya que no valía la pena perder los nervios con semejante idiota. Aunque, eso último, la había sonrojado levemente, sólo por unos segundos: lo cierto era que T iba bien conjuntada, con un top de tirantes crema que dejaba ver un ligero escote, sin enseñar demasiado. Una falda hasta casi las rodillas, de volantes, en color beige que le quedaba muy bien y dejaba ver parte de sus estilizadas piernas. Como calzado, unos zapatos rojo manzana de tacón bajo. Llevaba el pelo suelto, cayendo por la espalda y un flequillo al lado derecho de la cara.
Vamos, que si me preguntan a mí
sería un ángel terrenal.
- Dudo que un zopenco como tú, sepa algo de medidas
- la chica se dio cuenta de su error, al notar el ojo derecho del chico sobre su figura.
- Cierto, aunque tú no estás nada mal proporcionada.- afirmó, incorporándose y dejando el tomo en su sitio, con una sonrisa en sus labios, atrayente y segura.- Ahora en serio, ¿cuánto hace que no besas a un chico?- susurró, muy cerca, poniendo el índice diestro sobre los labios de ella.
- Yo
nunca
- el tartamudeo era evidente. La razón, simple.
El corazón de la morena iba a mil pulsaciones por segundo; el del moreno, parecía llevar un ritmo normal, tranquilo, casi sin inmutarse. ¿A qué venía aquella acción? Por un momento, el temblor del cuerpo de T, hizo que soltara un diminuto anhelo de deleite, queriendo más. Tanto más que sus manos, ocultas hasta ese instante, fueron a parar a la mano derecha del chico, uniendo sus cuerpos. Ella permanecía con los ojos cerrados, disfrutando la fruición; mientras tanto, Davide no daba muestras de nada
- Joder, Sakura-nee se va a mosquear
- sin más explicación, rompió la magia en la que estaba envuelta la chica y la tomó por la mano, saliendo en pocos segundos del piso.
Teresa no sabía si llorar o reír. Con tan mala suerte en los momentos importantes, aunque sucediesen últimamente con aquel ser despreciable, jamás experimentaría lo que estaba acostumbrada a leer y hojear en la ficción. ¿Por qué no le pasaba lo mismo con Naruto o Neji? O con Sasuke, si no quedaba más remedio
Porque si fuera tan fácil, seguramente ya tendría un chico guapo, alto, inteligente, cariñoso y mil buenos adjetivos más a su lado. Por lo visto, alguien o algo, se la tenía jurada a la pobre muchachita.
- Ah, si es la parejita.- la pelirrosa abrió la puerta, sonriendo a los dos invitados.
- Buenas tardes, Sakura-san.- saludó la morena, soltando de golpe la mano de quien la tenía sujeta.
- No bromees con eso, Sakura-nee.- el chico notó el gesto brusco y miró a T de reojo.
El almuerzo transcurrió en silencio, casi hasta el final: los comensales estaban sentados en parejas, teniendo el ojiazul y la ojiverde a la izquierda de la mesa, según se entra al piso. En el lado derecho, D y T a menos de un metro. Frente a frente, Davide miraba a Sakura y Teresa a Naruto; de esta forma, ambos tendían más a atender a la vanguardia que a los flancos. En el momento en que se acababa el helado, servido como postre, la morena de ojos marrones dio su opinión sobre el convite, llamando la atención de los demás.
- Todo muy bueno.- halagó a los anfitriones.- Especialmente, la ensalada. ¿Obra tuya, Sakura-san?- preguntó con curiosidad. La mujer encontró el hueco perfecto y sonrió.
- En realidad, fue cosa de Davide-kun.- ella miró al chico de reojo, quien sonreía satisfecho.- Es bueno cocinando
aunque su estilo a la hora de vestir sea pésimo.- añadió con intención, para ver la reacción del moreno.
Mientras tanto, Naruto empezó a recoger la mesa, pasando desapercibido.
~ o ~
- ¿Estás seguro de esto? No es tan fácil
- comentó el Uchiha de pelo corto y encrespado.
- Sasuke, he llegado a ser el mejor ANBU de todo el continente: es el momento de buscar otra clase de reto.- aseveró el Uchiha de pelo largo y liso, pareciendo sonreír por un momento.
El menor de los dos, miró al otro con cierto aire de dejadez, aunque en el fondo Sasuke admiraba muchísimo a su hermano mayor. Itachi lo sabía; por eso, desde que su padre dejó a un lado a su ototo, él se había encargado de su entrenamiento personal. Tal y como había hecho con Davide. Sasuke se lo agradecía a su manera, ya que no sabía exteriorizarlo de otra forma; así que se mantenía a su lado, empapándose de todo lo que pudiese aprender.
- Bueno, pues ya está.- rubricó la Godaime con su firma sobre el documento oficial. Antes de ella, Itachi había hecho lo propio.- Creo que ya conoces a dos de los tres que lo conforman.- Tsunade-hime miró directamente a uno de sus mejores hombres.
- Mejor, así habrán menos sorpresas.- Itachi cerró los ojos, cruzados de brazos y esbozó una mueca torcida en sus labios.
- Sasuke, si no te importa, dale esto a Ino.- la rubia le hizo entrega de una notificación lacrada con el sello de la Hoja.
- Sí, Tsunade-sama.- contestó el moreno.- Ya veo, así que él es el tercero.- miró el sobre y desapareció.
- Itachi, esta tarde sobre las cuatro en el mirador, ¿de acuerdo? No llegues tarde.- la mujer sonrió al hombre y éste se dio la vuelta para marcharse.
Antes de cerrar la puerta, pronunció unas palabras
- Tsunade-sama
- la Hokage levantó la cabeza en su dirección.- Estos tres
son como ellos, ¿verdad?
- Sí.- respondió, desviando la mirada y sonriendo como si estuviese recordando días felices.- Por eso, llevarán el mismo número.
La puerta se cerró tras la sombra de Itachi, mientras una pequeña brisa entraba el en despacho, bailando con la cortina.
~ o ~
El moreno refunfuñó, cruzándose de brazos, ante el comentario sobre su gusto personal a la hora de vestirse. Lo cierto es que no era nada de otro mundo: llevaba una camiseta de manga corta, totalmente blanca, con la derecha remangada sobre su hombro. Unos pantalones cortos que le llegaban a escasos centímetros sobre las rodillas, de color azul claro. Como calzado, unas simples cholas de playa. Lo normal en un día caluroso de verano, salvando el extraño collar con tres esferas separadas levemente y engastadas en la cadena: había sido un regalo de una persona muy importante en la vida de D. Además, tal y como iba acicalado, dejaba ver su delgada pero fibrosa musculatura y, sobre ella, el tono bañado al sol de su piel. Encima llevaba el pelo bastante desaliñado, pero aún así algunos rizos divertidos caían por la nuca. Vamos, que el chico no era feo
supongo.
- Voy a ayudar a Naruto-nii con la loza.- gruñó, con el entrecejo fruncido. Sakura no pudo contenerse.
- Qué bobo eres.- la ojiverde le enseñó la lengua y le dio una palmada en el culo, cuando pasó a su lado. Davide se giró en ese momento y le devolvió el gesto con la lengua, para mostrar su sonrisa de siempre. Luego, siguió hasta la cocina, llevando lo poco que quedaba sobre la mesa para lavarlo.
Mientras tanto, las chicas se acomodaron en el tresillo de la sala, soltando sendos suspiros de satisfacción. El comentario de Teresa se había diluido, pero al menos ya conocía otra faceta de aquel chico tan misterioso; no lograba dejar de pensar en él, aunque le cayese tan mal como un día de lluvia en verano. Sin embargo, sus ojos y esa sonrisa
la mantenían cautiva
- ¿No te gusta ni un poquito?- preguntó la pelirrosa, sacando a T de su trance.
- ¿Eh? ¿Quién me
? ¡Ah
no! No, en absoluto.- reaccionó ella, haciendo aspavientos con los brazos. Sakura comprendió enseguida, mientras Teresa se calmaba y ponía una sonrisa disimulada.
En ese momento, una vídeo-llamada hizo que sonase el timbre del vídeo-teléfono, la cual atendió el rubio de ojos azules con un ya voy yo, puesto que Davide y él habían acabado con los platos y demás. El moreno parecía dirigirse hacia el baño, al tiempo que las chicas permanecieron en silencio, durante unos minutos.
- Sakura-san, ¿qué sabes
de él
?- inquirió T, recordando el gesto triste en la cara de D.
- ¿De Davide-kun? La verdad que muy poco, sólo lo que me ha contado Naruto.- comenzó la mujer, aguantando su cara con el brazo derecho, sobre el respaldo del sillón, mientras miraba a la chica.- Si se llevan tan bien, es porque los dos sufrieron una infancia en la soledad: los padres de Davide desaparecieron de su vida cuando él tenía unos dos años.- comentó, provocando una metamorfosis en el rostro de la morena, ahora muy sorprendida.- Y pensar que ha estado tan solo, en esta propia villa
hasta que Itachi-san lo encontró
- añadió ella, girando sobre el asiento.
Ahora empezaba a tomar sentido todo, incluso el porqué lo había visto junto a aquel hombre tan atractivo, su cuarto bombón. Entonces, sus padres
podrían estar
- Sus padres, ¿están
?- Teresa tenía miedo de decir esa palabra.
- Sí
- Sakura la entendió.
- ¡¡NO ME LLAMES VIEJA, MOCOSO!!- ambas dieron un respingo al oír tal grito, proveniente de la videoconferencia y cuya fuente no era otra que Tsunade. Davide se partía de risa, señalando al pobre Naruto que había caído de espaldas al suelo. Mientras, la rubia Hokage se afanaba contra la pantalla de cristal líquido, con varias venas hinchadas en su frente y los ojos desorbitados. Sakura y Teresa miraban la escena con una gota en la sien.
Con todo el alboroto, los dos invitados unieron sus miradas en la lejanía, mientras el moreno cortaba la comunicación y el ojiazul resoplaba liberado. El chico ayudó a levantarse a su senpai, al tanto que el rubio pedía que lo siguiera hasta donde estaban las chicas, para comunicarles la noticia.
- Esta tarde, a las cuatro, en el mirador de los Hokages, tendrán su primera reunión de grupo.- soltó Naruto, observando a los dos.- Esto quiere decir, que están en el mismo equipo.- añadió, abrazando a Sakura por la cintura, con el brazo derecho.
- En el mirador
me trae recuerdos.- le dio un beso al rubio.
- ¿Qué hora es?- preguntó Davide.
- Las dos y media.- respondió Naruto, fijándose en el reloj, colgado en una de las paredes de la cocina.
- Vale, entonces me voy ya para echar una partidita rápida y prepararme.- comentó D, bostezando y poniendo las manos tras la cabeza, arqueadas.
- Esp-
espera
- pronunció la morena, callada hasta ese momento.- Te importa si
vamos juntos
Davi-kun.- no sabía cómo decirlo, pues estaba algo nerviosa y confusa: por un lado, no le agradaba la idea de tener que aguantar al imbécil que tenía en frente, en cada misión; pero, por otro, su curiosidad insistía en conocer más de él. Bueno, y saber quién sería su sensei y el tercer miembro.
- Vale.- dijo el chico, girando el pomo de la puerta.- A las cuatro menos cuarto, pasaré por tu piso. Espero que estés lista a esa hora, Tessa-chan.- finalizó, sonriéndole expresamente a ella.
¿A qué había venido ese apodo nuevo? Bueno, ella también le había puesto uno y tal. La chica de ojos marrones estaba realmente feliz por una tontería como la de un nombre. ¿Cómo es que él era capaz de provocarle tan dispares sentimientos? T reaccionó al cabo de un rato, cuando se dio cuenta de que tenía las manos juntas sobre su pecho y no dejaba de mirar hacia la puerta, suspirando. Sintió un ligero rubor que le subía por las mejillas y, antes de salir al pasillo, agradeció la invitación a sus vecinos. Apenas le quedaba una hora para elegir la ropa.
¿Qué me pongo yo ahora?, pensaría ella, como cualquier otra chica a la que se le echaba encima su primera
cita.
- Me recuerdan a nosotros.- reseñó Sakura.
- Sí, espero que Teresa-chan consiga salvar a Davide, como tú hiciste conmigo.- el ojiazul miró a su novia y ésta le sonrió, encantada con sus palabras. Luego, el ardor del verano hizo el resto.
Dos calles más abajo, justo a donde se dirigía el muchacho de ojos insólitos, Ino subía las escaleras hacia el apartamento de su novio, llevando consigo la carta que le había dado Sasuke. Dentro, el chico de piel morena y cabello oscuro jugaba con una de sus vídeo-consolas; al ver a la rubia, paró y se incorporó.
- ¿Qué llevas ahí, Ino?- inquirió él.
- Es una buena noticia, S-kun.- respondió, ladeando el sobre con misterio. El de ojos marrones aceptó el reto y atrapó a la chica de ojos azules, junto con el papel.
- Por fin.- exhaló el joven.- Por fin, voy a demostrar mis aptitudes en un equipo genin.- besó a Ino y la miró con dulzura.- ¿No vas a felicitarme? Todavía me queda más de media hora libre.- incitó con el tono de su voz.
- Oh, ya veo.- la mujer llevó sus manos por dentro del pantalón del chico, dándole a entender su opinión al respecto.
La pasión es tan enorme
Sobre las cuatro de la tarde, una presencia ya copaba el lugar de reunión, mientras llegaban Davide y Teresa al mismo. Por lo visto, el que sería o la que sería líder de ese equipo, sin denominación a esa hora, no había llegado. No obstante, el moreno de pelo revuelto se había percatado de la figura de esa tercera persona, estando seguro de que era masculina.
- ¿Quién eres?- preguntó, con rostro serio y parando a la chica con el brazo extendido.
- Lo mismo te podría preguntar yo.- respondió el desconocido.- Pero parece que vamos a ser compañeros.- se levantó de donde estaba recostado.- Puedes llamarme S.
¿Qué le pasaba a todo el mundo con las malditas iniciales? ¿Es que no hay otra forma de presentarse a los demás? No, la chulería y el gusto por ese anime en particular, estaban muy extendidos por Konoha. No obstante, parecía que la tensión no era tanta como se presuponía. Menos, cuando de improviso, sonó aquella voz grave, fría y profunda, conocida para dos de los chicos
- Yo seré el ninja a cargo del nuevo equipo siete.
Imaginen un primer plano de cada uno de ellos, al escuchar aquellas palabras y ver el rostro de su dueño: Davide aparecía con la boca abierta y los ojos enormes; Teresa, con estrellitas brillantes alrededor y un pequeño hilo de baba en la boca; S, con el rostro impasible, observando las vicisitudes del momento.
¿Quién será el misterioso sensei? ¿Cuándo terminará T, de llenar su caja de bombones? Habrá que esperar para saberlo, hahaha.
N/a: Llega la lección de vocabulario japonés xD. Algunas palabras que pueden ser desconocidas para la mayoría:
Kouhai es lo contrario a senpai. Digamos que el primer vocablo es como decir de menos grado o nivel y el segundo de mayor grado o nivel, aplicado a una escuela, instituto, academia o, en este caso, al nivel ninja. Por decirlo más claro, sería novato y veterano, respectivamente.
Ototo es hermano pequeño.El día había empezado a nublarse en aquella parte de la aldea, aunque pareciese que el sol nunca daba cobijo sobre aquel obelisco: inmóvil, ajado por el tiempo y las circunstancias, permanecía en silencio ante la mirada de quienes recordaban. Recuerdos de ninjas caídos, shinobis que dieron su último aliento por aquella tierra, donde ahora yacían.
Davide observaba, sin observar; con la vista perdida en algún lugar lejano, los nombres esculpidos sobre la superficie de mármol. Sus padres, aquéllos que nunca sintió como tales, pues no recordaba el calor de sus manos sobre sus mejillas, o el olor de un abrazo cuando éstas se humedecían. Palidez y soledad del alma, cuando aquellas malditas palabras taladraban su mente.
- Papá, mamá
¿qué soy
?- una cuestión que producía una hendedura incurable en aquel solitario corazón.
El chico deslizó la mano por el monumento, tocando con la diestra y por pocos segundos, los nombres de quienes lo habían traído a este insufrible mundo. Mientras tanto, gotas procedentes de nubarrones grisáceos, comenzaron su descenso. Pero no sólo el cielo lloraba en aquellos minutos.
- ¿Qué haces aquí?- inquirió con frialdad, notando una presencia conocida. Se secó las lágrimas de inmediato y se giró hacia ella.
Teresa había seguido al chico, pues poco después de pasar por su piso (y cambiarse los zapatos nuevos), pensó que no podría esperar tanto tiempo sin hacer nada: su curiosidad la llevó a espiar, de forma inocente. Salió de detrás del árbol donde se había ocultado (o lo había intentado, al menos), con lo que la lluvia cayó sobre ella. Sobra decir que, al llevar colores pálidos, el agua hizo que se transparentase casi todo; ni así, cambió la actitud del chico: él estaba empapado, pero poco le importaba. Total, iba con la misma ropa del almuerzo.
- Te dije que pasaría por tu piso, ¿no?- apuntó, con algo de severidad en su tono.- ¿Qué parte fue la que no entendiste?- inquirió, clavando sus ojos en los de ella: habían tomado un color dorado muy brillante.
T se sintió intimidada, pero se repuso; se acercó a él e intentó no mirarlo directamente. Sentía algo de temor ante aquella reacción tan extraña, pero
- Yo
estaba preocupada por ti
- consiguió murmurar, mientras D la observaba con curiosidad: algo empezó a fluir de su interior.- Me gustaría saber algo de tu pasado, por
- ¿Preocupada por mí?- lanzó, comenzando a reír de una forma alocada. El tiempo acompañaba al estado de ánimo del muchacho.- ¿Quién
te crees que eres? ¿Mi madre?- el tono de su voz aumentaba.- ¿Te doy pena? Es eso
¡Te doy pena! ¿¡Pretendes cuidarme como si fuera tu masc-
!?
- ¡¡Ya basta, idiota!! ¿Te crees muy hombre haciéndote el duro o qué? ¡¡¡Eres un idiota!!!- la mano derecha, extendida, cayó sobre la mejilla de ese lado de Davide, haciendo que se ladeará levemente. Teresa sollozaba y, tímidas lágrimas, se confundían con las gotas de lluvia: su rostro permanecía con un gesto duro, aunque triste e intranquilo.
Incluso así, qué guapa está.
El moreno se había quedado sin palabras, tocándose la mejilla humedecida por la lluvia y caliente por el golpe de la chica. Estuvo un par de minutos así, manteniendo a T en vilo; hasta que, mirando a las oscurecidas alturas, éstas parecieron captar sus emociones y dejó de gotear.
Ahora, lloviznaba en los normalizados ojos del chico.
Abrazó a Teresa, sorprendiéndola en el acto, por lo inesperado. Qué diantre: la chica sonrió emocionada y aceptó aquel gesto, al tiempo que escuchaba el soul armonioso del chico.
Mientras tanto, el cielo empezó a abrirse, con ambos abrazados bajo la reconfortante luz del sol veraniego: un haz luminoso los envolvió, haciendo el momento, mágico.
- Lo siento
- susurró él, acoplado a la figura de la chica, con la cara en el hombro derecho de ella.
- Tranquilo.- respondió ella, cerrando los ojos poco a poco, y dejándose llevar.
Pese a que la morena no olvidaba las bromitas del chico, pese a que no era tan bombón como los que tenía en su caja, ella sentía algo que nunca había sentido con otro chico: una sensación que se activaba en su interior, confundiéndola totalmente. ¿Qué era? No lo sabía; pero tampoco podía dejar atrás los momentos divertidos con él, esos cambios en su rostro, esa tristeza, la preocupación por entenderlo
Porque, aunque le costase reconocerlo, se había encariñado de Davide.
Pasaron unos minutos más abrazados, mientras el chico recuperaba su sonrisa y le mostraba a la chica el nombre de sus padres: su pasado. Una historia que permanecería siempre en su interior, que le producía heridas no visibles en la superficie. Pero, esas heridas, tienen cura y él comenzaba a vislumbrar cuál sería su medicina. No se había dado cuenta hasta aquel instante, hasta que la chica frente a sus distintivos orbes, le hizo conocer la realidad: no estaba solo.
- Pegas fuerte, Tessa.- comentó Davide, mirándola con una sonrisa en sus labios.
- Ah
ehm
me dejé llevar y
- farfulló la morena, intentando escapar de aquel influjo ocular. Fue cortada por una caricia en su mejilla izquierda.
- Gracias
- susurró el chico, acercándose más y más a ella.
Todo parecía dispuesto para
y
- ¿Nos vamos?- preguntó D, separándose de sopetón y ofreciéndole su mano derecha. Como no, una gran y luminosa sonrisa, adornaba su gesto.
Teresa se sentía algo abrumada, quizá también decepcionada; pero, el hecho de que hubiese vuelto aquel rostro tan risueño, disipó las dudas, los enfados, el rencor
Al fin y al cabo, sus manos se unieron bajo el intenso sol estival.
Después de la tormenta, siempre llega la calma.
~ o ~
Los tres se habían quedado en el sitio, observando a aquel hombre de presencia y estilo portentosos. Cada uno, reaccionando a su manera; ya fuera por conocer o no conocer aquella silueta, recortada por la sombras de su posición. El hombre acabó de mostrarse, cruzado de brazos y con los ojos cerrados, dando la sensación de altivez. Ni mucho menos.
- Mi nombre es Itachi Uchiha y soy el
- el pelinegro no pudo acabar su presentación, pues una risa surcó el aire: provenía de S.
¿Pochito, pochito?
Por lo visto, a alguien se le había olvidado bajar el brazo derecho; más que eso, no se había fijado bien dónde lo hubo puesto: la cara de T volvió a transformarse, de una pura e inocente soñadora (con algo de hentai y yaoi), a una cruel e irracional diablesa. Davide, en su afán por proteger a Teresa de aquel desconocido, alargó y retrasó la mano diestra demasiado. El resultado: aquellos cinco dedos palpando el pecho de la chica. El chico seguía sin darse cuenta, ya que continuaba ensimismado por la presencia de su maestro; pero, la chica
estaba a punto de
- ¡¡¡Da-vi-de, idiota!!!- con aquella exclamación, pareció despertar al príncipe.
Demasiado tarde (qué lastima) para él, porque el puño derecho de ella, bien cerrado y perfectamente dirigido, cayó sobre la dura (y acostumbrada) cabezota del maldito pervertido. Así lo definió la morena, tras repetir la acción.
Todo había quedado en una divertida anécdota, en la que no sólo S pareció reír: tres presencias observaban aquella primera reunión del nuevo equipo siete. No podían ser otros que los anteriores integrantes del mismo: la pelirrosa se tapaba la boca para no soltar las carcajadas; el rubio, lloraba de la risa; hasta el pelinegro se estaba aguantando las ganas de soltar una risotada. Incluso a Itachi se le dobló el gesto, a la altura de los labios. No era para menos, la verdad.
- Se parecen a nosotros.- espetó Sakura, secándose las lagrimillas.- Pobre Teresa
- añadió, viendo la cara ofuscada de la morena.- Le ha tocado estar con dos inútiles.- sonrió con intención, mirando a sus dos acompañantes.
- Aquel chico, se parece bastante a Sasuke.- asentía Naruto, con los ojos en forma de líneas.- Es igual de raro.- enunció, con su característica soltura de palabra.
- Tsk
- soltó el Uchiha menor.- Ese chico es el novio de Ino y controla el elemento rayo de forma innata. Davide, es igual de hiperactivo e imprudente que Naruto. Esa chica, tan obstinada y, posiblemente, enamoradiza como Sakura.- explicó el ojinegro, recibiendo sendas miradas acusantes.- Viene de Kumogakure, del país del Rayo. No de extrañar su afinidad con el elemento eléctrico.- añadió el pelinegro, en relación al ojimarrón desconocido.
- Sabes bastante de ese chico, Sasuke
- comentó el ojiazul, antes de que la ojiverde
- ¡Qué callado se lo tenía esa rubia de bote!- prorrumpió con una sonrisa oculta y los ojos iluminados.
Mientras tanto, los tres genin se habían sentado en un escalón frente a Itachi: él había mirado de reojo, sabiendo que aquellos tres jounin estaban curioseando. Su hermano pequeño reaccionó a la lejana mirada y devolvió el gesto frío, que acabó convirtiéndose en una tímida sonrisa. Naruto acalló a Sakura como mejor sabía, con lo que ella terminó sobre los brazos del rubio, como solía suceder cuando el ojiazul utilizaba aquel poder.
- Ahora que todo está más calmado
- empezó, nuevamente, el Uchiha mayor.- Soy Itachi Uchiha y estaré al cargo de este nuevo equipo.- suspiró, tras haber logrado presentarse.- Ahora que vamos a realizar misiones conjuntamente, me gustaría que se presentasen. Empieza tú, Davide.- comentó, señalando al chico de pelo revuelto.
Todos permanecieron callados y atentos a aquel muchacho; carraspeó levemente para aclarar la garganta y se dispuso a comenzar, tomándole la palabra a aquel hombre que lo había hecho madurar a marchas forzadas.
- Me llamo Davide A. Natsume, nací en Konoha hace dieciséis años y, por ciertas circunstancias, he estado al cuidado de Itachi-san durante los últimos años.- apuntó con algo de discreción, al tiempo que el Uchiha parecía satisfecho por la seriedad del chico.- Ah, odio el frío, que se desperdicie comida y a las chicas cotillas.- Itachi abrió los ojos, como preocupado.- Me encanta comer, el calor del verano, el manga, el anime, los video-juegos
- D enumeraba con los dedos, dando su lista personal de gustos.-
la música, las pelis de ciencia ficción y, sobre todo, las tías buenas. Entre las que destaco a: Sakura-nee, Hinata, Tenten-san, Ino-san, Anko-sensei, Kurenai-sensei
- volvió a tomar posición de cuenteo, mientras se reía de una forma extraña. Itachi negaba con la cabeza; S seguía riéndose y T
miraba a D con los ojos en blanco. A los tres más lejanos, les bajaba una gota por sus sienes.-
sin olvidarme de Inoue, Matsumoto, Neriel, Tifa, Aeris, Rikku, Yuna, Nami, Robin, Aya-chan, Suzumiya, Mikuru, Haruka, Chidori, Tessa
El sensei le llamó la atención para que parase con tremendo elenco de bombones. Teresa estaba entre intrigada, confusa y enfadada, pues la había nombrado al final. ¿Sería, realmente, ella? No pudo disimular una sonrisa algo coqueta y un sonrojo repentino: si él la tenía en tal alta estima, pues
- Sólo un detalle sin importancia: cuando dije Tessa me refería a la capitana del Danaan, del anime Full Metal Panic.- apuntó el moreno, guiñando el ojo derecho a la audiencia.
Itachi se quedó en las mismas, a punto de activar el sharingan; no precisamente en calidad positiva. El chico desconocido intentaba controlar la risa, poniéndose lo más serio que podía; aunque al nombrar a Ino, pareció para por unos segundos. Por lo menos, se podía decir que Davide le hacía gracia. Todo lo contrario que a Teresa, cuyo tono rojizo de rubor se había convertido en ira. Una ira que se disipó al oír su nombre de labios del sensei.
Volvieron las estrellitas a sus ojos
- Mi nombre es Teresa Yoshikawa, pero el sensei puede llamarme como quiera.- empezó, sonriendo tras sus manos, puestas frente a su boca.- Tengo dieciséis años y vivo con mis padres en Konoha. Quiero llegar a ser la mejor kunoichi médica del continente, siguiendo los pasos de Tsunade-sama y Sakura-san: ellas son mis guías en este difícil camino.- si no hubiese sido por el inciso hacia su persona, Itachi habría visto a una chica muy formal frente a sus ojos. Aun así, parecía tener la madurez que él buscaba.- Ah sí
odio a Davide.- añadió, mirando al susodicho con rayos en los ojos.- Y me encantan las rebajas, la nieve, el chocolate, el cielo estrellado, cantar en la ducha y
los chicos guapos
Juraría haber oído un ¡kyahhhhh!.
- Se te olvida lo del manga shoujo.- anotó D, con una sonrisa, el ojo izquierdo guiñado y el pulgar derecho hacia arriba.
Poco tardó en recibir dos buenos puñetazos de parte de la chica, mientras S reía como un descosido e Itachi (y el trío de atrás), no querían saber nada de aquello. Por fin, llegó el turno del chico desconocido, que escondía sus ojos tras unas lentes de precisión de color morado.
- Me llamo Scott B. Raionhatu. Encantado.- inició, con bastante educación.- Provengo de un clan originario de Kumogakure y, lo que pretenda hacer como ninja, es cosa mía.- su tono se volvió más agrio.- Lo que odio no importa y, entre lo que me gusta, está el anime, el manga, un par de botellas de sake y algunas chicas con poca ropa.- concluyó, volviendo a su posición original y dejando a todo el mundo helado.
Bueno, a todos menos al de siempre: Davide se levantó de donde estaba, caminó hacia el recién conocido, por detrás de la chica soltándole un delicado bruta y esquivando su inquisitiva mirada; una vez frente al pelicastaño de gafas, lo observó detenidamente con los brazos cruzados. Murmuró por la bajo. El resto temía lo peor y
- ¿Te gusta Pyong?- un sonoro eeeeeeeeeeh salió de los cinco restantes.
- Tal vez.- contestó secamente.
- ¿Onion Head?
- Quizá.
- ¿Aya Hirano?
- Por supuesto.- se descubrió una sonrisa en los labios de Scott.
- ¿Yaoi o yuri? ¿Manga o anime?- inquirió Davide, con una sonrisa furtiva.
- Yuri, desde luego.- respondió el otro, sin pensarlo apenas.- Según la historia. En condiciones normales, ambos.- contestó a la otra cuestión, mirando al chico de ojos extraños con interés.
- La última
- los ojos de D brillaron.- ¿Suzumiya en bikini o Konata en yukata?
- ¡Eso no se pregunta! Cualquiera de las dos, porque la seiyuu es Aya Hirano-sama.- contestó, señalando al interrogador, respirando con mayor velocidad. Davide se acercó a Scott.
- Amigo.
Sonrió de oreja a oreja, estrechándole la mano a S que respondió al gesto de igual forma. Los dos empezaron a cuchichear temas relacionados con anime, manga, chicas
Mientras tanto, Teresa había dejado de prestarles atención y, ahora, escudriñaba la espléndida figura de su sensei: un hilillo de baba caía por su boca. Ella reía entre dientes, con la mirada perdida.
A saber en qué mundo estaría. Itachi se resignó, aunque no podía dejar la situación de tal manera.
- Ni hablar, no se parecen en nada a nosotros.- afirmó Naruto, dándose la vuelta.
- Ni por asomo
- corroboró Sakura.
-
- Sasuke no hizo comentario al respecto.
- Vamos a comer algo que invito yo. De repente, tengo hambre.- dijo el rubio, estrechando a la pelirrosa por la cintura.- ¿Vienes, Sasuke?- preguntó, mirando a su amigo.
- No
tengo planes
- excusó el ojinegro, con algo de apuro. Luego, desapareció.
- ¿Qué fue eso? ¡Sasuke estaba nervioso!- exclamó la ojiverde, incrédula.- Tiene que ser por una mujer, seguro.- aseveró, moviendo la cabeza de arriba a abajo.
- Sakura
déjalo estar.- terminó el de ojos azules, al tiempo que se marchaban de allí.
Después de varios minutos de estar conversando, los dos chicos parecían amigos de toda la vida: la seriedad de Scott había desaparecido, mientras que Davide escuchaba a su nuevo compañero con mucha curiosidad. Habían dejado el tema de las féminas y se habían puesto con el de animes; también con nociones ninjas. Teresa se sentía algo desplazada y no sabía si meterse o no; eso, hasta que D la invitó a entrar en la conversación. Sin darse cuenta, él la había sujetado por la cintura, como un acto reflejo. Para ella no había pasado desapercibido y, pronto, comenzó a entablar una buena relación con el Raionhatu.
Itachi había esperado para ver qué pasaba; e hizo bien. Observaba al grupo con satisfacción, ingenuos a que habían superado una primera prueba de equipo. El reservado hombre descruzó sus extremidades superiores y dio una palmada, yendo hacia los chicos. Ellos se dieron por aludidos y notaron la cercanía de su líder, prestándole atención al momento.
- Mañana a las nueve en punto de la mañana, nos veremos en el campo de entrenamiento número tres.- expuso el ojinegro.- Nada de desayunar y nada de llegar tarde. Es todo.- el shinobi desapareció en un parpadeo, sin dejar rastro.
Tras la primera reunión del equipo, Scott se marchó con la prerrogativa de ir a ver a su novia: Davide lo entendió demasiado bien, entre sonrisitas cómplices. Por lo visto, ella le debía una celebración por lo de tener equipo. Los dos amigos se despidieron chocando sus manos de una forma inusual y un tanto ridícula. Dudo que les importase, teniendo tal sincronía de pensamientos: la mayoría impuros.
Davide y Teresa se marcharon juntos, dejando el mirador de los Hokages atrás. Ella se había despedido de Scott de una manera más formal, pero también se habían caído bien. Yendo con D se sentí un poco nerviosa, sin saber dónde poner las manos o a dónde diablos mirar: hubo un instante en que las miradas se cruzaron en la cercanía. Él sonrió y ella se sonrojó; los dos pensaban lo mismo, pero ninguno dio el paso. Así pasaron los minutos hasta llegar al punto donde debían despedirse.
Y pensar que vivían bastante cerca, a sólo dos calles. Ninguno conocía ese detalle.
- Te debo una disculpa, Tessa. Me gustaría compensarte con algo que quieras.- confesó el moreno.- No sé, algún manga shoujo.- bromeó, consiguiendo una sonrisa por parte de ella.
- Eres un idiota.- dijo la morena, contenta.- Somos compañeros, así que no me debes nada
- Me gustaría invitarte a cenar
- susurró él, acercándose y sorprendiéndola.- ¿O prefieres algo
más?- siguió acelerando los latidos de la chica.
- Yo
tengo que irme
- consiguió tartamudear con dificultad y muy bajito. Se separó del chico y salió corriendo.
D la observó alejándose, para mirar al cielo y sonreír. Se acarició la mejilla que T le había golpeado, soltando una postrera lagrimilla. Teresa paró de correr un instante, cogiendo aire y mirando hacia atrás: Davide ya no estaba donde se habían despedido.
¿Habrá beso algún día? ¿Qué les tendrá preparado Itachi a estos tres? ¿D y S provocarán el fin del mundo juntos?
Mirai (Futuro) - Fanfics de Harry Potter
Como cualquier otro día en la aldea, la chica suspiraba sin saber qué hacer. Seguía dando vueltas por las calles, sin un rumbo fijo y con el cuerpo echado h
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2024-10-07
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