Navajas - Fanfics de Harry Potter

Estaba sola en la playa. La tenue luz de la luna acariciaba su rostro, y unos profundos ojos marrones empezaron a abrirse. Unos vagos recuerdos empezaban a llegarle a la mente, pero eran demasiado confusos para reconocerlos.

Haciendo acopio de las escasas fuerzas que le quedaban se incorporó, mientras la cabeza le daba vueltas. Poniendo la cabeza entre las rodillas intentó serenarse. Por alguna extraña razón, su corazón se mostraba inquieto, y los latidos empezaban a desbocarse poco a poco.

Una vez que su cabeza dejó de darle vueltas alzó la vista al cielo y contempló cómo iban cambiando de forma y tamaño aquellas oscuras nubes, que no presagiaban nada bueno

Decidió fijar su mirada en la Luna, ya que desde pequeña la había tranquilizado; pero esa noche, todo fue distinto.

Los recuerdos de aquel fatídico día acudieron a su mente súbitamente. Pequeños flashes con imágenes claras golpeaban su mente, haciendo que su frágil corazón latiese de forma precipitada. Marta y ella preparándose para salir

Carlota y Ana esperándolas en la puerta del pub

Roberto y ella bailando

Aquel muchacho pidiéndole un baile

La furia en sus ojos al ser rechazado

Un grupo de muchachos esperándoles a la salida

Las navajas en sus manos

Navajas

Intentó detener aquellos recuerdos. Algo en lo más profundo de su ser le decía que no debía recordar más, que ya era suficiente, pero ella no lo comprendía

Y entonces llegó. Aquel recuerdo que su frágil corazón temía

. Roberto. Roberto intentando defenderlas

Roberto tendido en la acera de aquel oscuro callejón

Sangraba. Sangraba mucho

Y sus ojos dejaron de tener aquella chispa que años antes la habían enamorado

Estaba muerto

Muerto, al igual que sus amigas

No pudo recordar nada más. Empezaba a faltarla el aire. Se ahogaba en aquellas silenciosas lágrimas que se habían escapado de la cárcel que eran sus ojos. Rompió a llorar amargamente, mientras su corazón parecía salírsele del pecho. Y entonces, ocurrió. Su corazón no pudo aguantar más con aquello y dejó de latir. No hubo ningún latido más.

Con una sonrisa en sus labios, la muchacha cayó inerte en la fría arena.

La Luna fue su único testigo.