Sentí la mirada de alguien clavada, me volteé a la derecha y lo vi. Como siempre, Meihacu. Hacía bastante tiempo que me estaba mirando, cuando lo miré, me guiñó un ojo haciéndose el canchero; pero estaba rojo como un tomate.
-¿Salvariani?- la maestra de Literatura me miraba algo enfada, desafiándome.
Estaba en el horno. Obviamente, no tenía la menor idea de lo que hablaba la maestra; por suerte, Joaquín me ayudó.
Detrás de la profesora, se escuchó su voz.
-Mauricio; el personaje es Mauricio.
Sonreí y le contesté, sin siquiera titubear, lo que había dicho mi amigo.
La profesora me miró con bronca y siguió haciéndoles preguntas a otros.
-Ésa profesora te odia.- comentó él, mientras le hacía señas por detrás, yo traté de no reír. Sólo asentí.- Es media malhumorada, o eso parece ¿La viste alguna vez reír?
Negué con la cabeza, mientras miraba para otro lado, disimulando.
Joa era el mejor de todos los que me visitaban, tan
amigable. Prácticamente era mi mejor amigo, ¿Raro, no? Podía decirse que yo apenas hablaba o me relacionaba con los mortales, mi fuerte eran los otros, los no vivientes.
Miré la tapa de mi novela "Los árboles mueren de pie" y pensé en la locura de mi grandioso don.
Desde que tengo memoria, mi gran placer es recibir espíritus a toda hora y en cualquier lugar. Nací así y parece que seré así hasta que me muera, no soy la única, mi padre también lo tenía; es más, el linaje se heredaba de padre a hijo, pero parece que con nuestra generación fue diferente. Mi papá y mi mamá tuvieron cuatro hijas MUJERES, ningún hombre al cual pasarle el don. Esta habilidad era heredada por el primer hijo varón que se tuviera; en nuestro caso fue distinto, al ver a la tercera hija mujer, mis abuelos y mis padres se contentaron, pensando que se acabaría eso de ver "demonios" por todas partes. Pero no, ninguna de mis hermanas tiene el poder, pero yo, la más pequeña, lo heredé desde el día en que nací.
Sí, al principio es algo raro, pero yo lo tomo como un sentido más, como el habla o el olfato, algo común. Aunque, si se piensa de una manera, éstos son diferentes, porque es algo que todos tenemos y desde siempre vemos a todo el mundo igual, con los mismos sentidos; pero, al ver que nadie oye ni siente a los espíritus, a una le cuesta más acostumbrarse a ver gente que las demás personas no ven.
Cuando mis hermanas se enteraron que veía "gente muerta" lo primero que me preguntaron era si no me asustaba con ellos. La verdad, nunca me asusté con ninguno de ellos, muchos están tristes y desesperados, no puedo tenerle miedo a la tristeza y a la desesperación.
Cuando un espíritu no puede pasar al "otro lado" es porque todavía hay algo que no hizo, algún plan que dejó inconcluso, alguna promesa, alguna misión, cualquier cosa. El tiempo en que el "fantasma" pasa en la tierra, es el tiempo en el que debe realizar su cometido; mientras más rápido lo logra, más velozmente se va. Muchos no saben qué tienen que hacer, otros no saben cómo y algunos directamente no pueden. Joaquín, por ejemplo, descubrió que hasta que no encuentre a su hija (desapareció hace un año) no podrá irse de este mundo. Él murió creyendo que no iba a descansar hasta encontrarla; por ahora, no tiene ni rastros de ella y no sabe por dónde buscar. Su esposa murió cuando nació la niña, pero ella pasó tranquilamente al "otro lado", sin ningún plan que finalizar.
-Esto está muy aburrido
- exclamó Joaquín, llamándome la atención.- Voy al aula de adelante, ahí está la maestra de Matemáticas, ella me encanta.
Sin esperar mi respuesta, atravesó el pizarrón para ir al otro salón. Hacía unos cuantos meses que se lo pasaba observando a la maestra de Matemáticas cuando daba sus clases. Él decía que lo hacía porque era muy carismática y enseñaba bien, pero yo estaba segura de que era porque ella era muy parecida a su esposa.
Las clases al fin terminaron, Joa y yo nos fuimos para mi casa, él me acompañaba casi siempre, contándome sus problemas. En el camino, me crucé con varios espíritus, todos me sonreían y saludaban, yo ya estaba completamente acostumbrada.
Llegé a mi casa a la hora de siempre y entré por la puerta trasera (no tengo la llave de la delantera), mi hermana estaba cocinando, el olor a guiso me llenó la nariz.
-¡Qué rico!- la felicité, mientras la saludaba.
-Me acordé que te encanta el guiso
-Qué buena memoria.
-Emm, Iri, ¿Te puedo pedir un favor?- definitivamente tenía vergüenza, ¿Por qué?
-¿Qué pasa?
-Me podrías decir si Uma está acá
Me pareció sentir su presencia.
Ah, por ahí venía la cosa. Miré por última vez la cara roja de Araceli y busqué con la mirada y demás sentidos a mi hermana mayor; definitivamente, no estaba en casa. Ara me miraba con ojos brillantes, sintiendo que esta vez era verdad, que Uma no había pasado al otro lado, que seguía con nosotras dos, alegre y estricta, como siempre. Me sentí mal, no podía decirle que no, que estaba equivocada, que Umita no estaba acá, que se había ido.
-Sí. Está en su habitación, buscando alguna pista de por qué sigue acá.- largué las palabras a regañadientes, yo quería con mi alma a Ara, me costaba mentirle, pero parecía peor romperle las ilusiones tan de pronto.
Mi hermana Uma murió hace dos meses, le pegaron un tiro a la salida de su trabajo, todo por su maldito y estúpido celular, como si eso valiera la vida de mi hermana. Ella no tenía el valor ni de miles de celulares, ella era única, tan
feliz y graciosa. No había nada, pero nada en el mundo que pudiera hacer pensar a cualquier persona que la conociera que ella valía un maldito celular, nada. La vida a veces es impredecible, loca e injusta, pero hay que aceptarla, no se puede esperar cambiarla, lo que pasa, pasa.
Me fui a mi cuarto con ése pensamiento tan profundo y con las lágrimas silenciosas de mi hermana resbalando en sus cachetes, Joa a mi lado, no decía nada. Obviamente, él sabía que Uma no estaba ahí, él veía a los demás espíritus, por lo cual sabía que yo mentía.
Abrí la puerta de par en par y me sorprendí con lo que vi, allí, justo en frente mío, un chico de ojos negros y pelo castaño, un hermoso espíritu me estaba esperando. Me miraba con intensidad, como si con la mirada pudieras evaluar cada uno de los aspectos de otra persona. Era guapo, más que guapo.
-¿Vos sos Iris Salvariani, no cierto?- me preguntó con una voz dulce, aunque algo precavida.
-Sí. ¿Se te ofrece algo?- alcé una ceja, sin poder evitarlo. Río ante el gesto.
-Muchas cosas. Primero, creo que tenés que saber, que me recomendaron venir a vos, que podías hablar con nosotros y tal vez podrías ayudarme.
-Tal vez
¿Se preguntan como hace uno para distinguir a un espíritu de un humano? Bueno, no, no es porque los primeros son transparente, para nada, no lo son; al contrario, tienen la misma nitidez que los humanos. Es obvio que de cerca, con sólo estirar la mano y tratar de tocarlos notas que no son humanos, ya que los traspasas, pero
¿Qué pasa cuando hay que diferenciarlos a lo lejos? Bueno, desde pequeña los distingo por sus ojos, dicen que éstos son espejos del alma y yo comprobé que así es. Los espíritus tienen cierto brillo, cierta intensidad, cierta manera de mirar, cierta profundidad, que lo humanos jamás tendremos. Con mirar los ojos de un espíritu noto lo que es, en sólo un instante. Puedo notarlo desde lejos, más de dos cuadras, capaz.
Ignacio me contó sus problemas, ése era su nombre, hablamos durante toda la noche; lo escuché con atención, aunque también me fijé en lo lindo que era. Nacho murió hace un mes, vivía exactamente a unas dos cuadras de mi casa, con su abuela. Ella, antes de morir, le confesó a su nieto que tenía guardado un tesoro enorme, único y valioso; le dijo que lo había escondido en algún lugar de la casa, que tendría que buscarlo, porque ahora era de él y de nadie más. Ignacio buscó y buscó, pero no encontró absolutamente nada. Pasaron dos años, pero nada aparecía; él ya estaba en el último año de la secundaria y el tesoro no asomaba. Entonces, hace apenas un mes, murió atropellado por un colectivo, uno de ésos que andan demasiado cerca de las veredas.
-O sea que nunca encontraste el tesoro, ¿No?- le pregunté, absorta en sus ojos tan negros.
-No. Se supone que eso tengo que hacer, ¿No? ¿Encontrarlo?
-Exacto. El problema es que
no tengo la menor idea de dónde puede llegar a estar
¿Tu abuela no te dijo nada antes de morir?
-Lo que te conté y dijo algo sobre un corazón, el corazón de la familia, algo así. Me dijo: "El tesoro yace en el corazón más pequeño e importante, en el corazón de la familia." Obviamente, jamás descifré lo que quiso decir.
Pensé por un momento la frase, era extraña y bastante complicada. ¿Cuál era el corazón de una familia? Más bien, ¿Cuál era el corazón de ésa familia?
-¿Tenés algún familiar vivo?- le pregunté.
-No que yo sepa.
-Yo creo que hay que investigar.
Ignacio asintió y me dio una hermosa media sonrisa. Volteé para preguntarle a Joaquín si me ayudaría, pero ya no estaba allí; qué raro.
BUENO; ESPERO LES GUSTE, LO HICE CON TODAS MIS GANAS, ASÍ QUE... AJAJA. POR FAVOR, ME PARECE QUE NO CUESTA NADA, SÓLO UN COMENTARIO. ME GUSTARÍA SABER QUE PIENSAN, PORQUE SINO UNA SE SIENTE MAL ESCRIBIENDO Y PENSANDO QUE NADIE SE INTERESA EN LO QUE UNA INVENTA. MUCHAS GRACIAS :) MERI *
Durante cinco meses buscamos y buscamos información, algunas veces nos acompañaba Joaco y otras no. Fuimos a más de diez bibliotecas de la ciudad, buscamos en guías telefónicas y demás. El apellido de Ignacio era Ricardesi, un apellido que me parecía familiar.
Un día de finales de Octubre, ya llevábamos tres meses y medio buscando, encontré algo de lo más raro. La casa de Ignacio es enorme, prácticamente un laberinto, tiene tres pisos y muchas habitaciones. Una de ellas no tenían nada interesante, sólo cajas y cajas; con Nacho nos pusimos a buscar en ellas. Él me comentó que ya había abierto todas y no encontró nada en ellas, igualmente, como soy terca y media adivina, insistí en que sigamos buscando.
En una de las cajas medianas, encontré un montón de diarios, miles de diarios viejos. Algunos recortados, otros sanos y muchos desteñidos por el tiempo. Luego de re hojear algunos, un apellido me llamó la atención en él."Ricardesi y Salvariani contraen matrimonio, Dios los bendiga por el resto de sus vidas", era el título de la página del diario.
Cuando recobré la compostura, Ignacio ya estaba a mi lado, leí en voz alta la noticia.
-"Hoy, tres de diciembre de 1982, se casaron el Señor Andrés Ricardesi y la Señorita Alicia Salvariani, hija de la famosa Andrea Martines y el famoso Mauro Salvariani (escritores de la increíble obra de teatro "Todo tiene un significado", donde los protagonistas están enredados en una espectacular tragedia de amor y celos, rescatando cada sentimiento, cada emoción). La boda se sucedió en la Iglesia María de los Milagros con la bendición del padre Antonio, acudieron todos los demás hijos de Andrea y Mauro, más algunos amigos de la pareja. Ella, con veintitrés años y él, con veinticinco, parecen ser la unión más feliz del año."
El silencio invadió la habitación, todo era confuso, más que confuso. Sin saber qué decir, busqué otra noticia.
"Daniel Salvariani se divorcia, abandonando a sus cuatro hijas"
Nos llegó la exaltante noticia de que el gozoso casamiento de Salvariani y Agostis ya no es tan gozoso. Se divorciaron ayer. Maricel no quiso dar testimonios y no tuvo nada para decir frente a las cámaras ni para el diario. Lo que sí sabemos es que Salvariani declaró que estaba algo confundido y cansado, que iba a seguir visitando a sus hijas (Uma, Allegra, Araceli y la pequeña Iris), para brindarles la mayor atención, pero que ya no podía seguir más con aquello. Sabemos que su madre y su padre, Andrea Martines y Mauro Salvariani, están más que desilusionados por lo sucedido. Por suerte, su otra hija sigue felizmente casada con Ricardesi y ya tienen un pequeño varoncito, llamado Ignacio Ricardesi.
No se me ocurrió que decir, así que seguí leyendo noticias, esta también la leí en voz alta:
"Horrible incendio en la casa de los Ricardesi"
Nos han informado del catastrófico suceso en la casa familiar de los Ricardesi, lamentablemente, Alicia y Andrés no pudieron salvarse. Las fuentes dicen que el incendio fue iniciado por algún loco y ellos no tuvieron tiempo de salir de la casa, por suerte, el pequeño de dos años (Ignacio Ricardesi) no se hallaba en la casa en el momento del hecho, estaba de visita en la casa de su abuela Andrea. Nadie sabe qué será del cuidado del pobre huérfano, tal vez lo cuide su abuela, tal vez vaya a un orfanato. Pero, por favor, hagamos un momento de silencio para la pareja caída ayer a la medianoche.
Y ahí nomás, ya no pude más, era todo muy de repente, todo a la vez y sin un manual de cómo controlar la tristeza, cómo controlar tanta información y tanto pasado junto. Primero se me escapó una lágrima silenciosa, casi invisible, pero después, al segundo, me siguieron miles y miles. Ignacio no sabía qué hacer, lo sentí detrás de mí, sin saber si tratar de tocarme o no, para consolarme. Enseguida me compuse, antes de que pudiera acercarse demasiado y la realidad me chocara una vez más. Que tratara de acariciarme y no pudiera, iba a ser una desilusión más, él era un espíritu, yo una humana, totalmente imposible. Sabía que desde ése día, desde que lo vi en mi habitación, no había nada más que hacerle.
Estaba enamorada, por primera vez en mi vida, enamorada y de un ser imposible de tocar
Grandioso, ¿No?
-¿Sabías todo esto?- le pregunté, con la voz un poco quebrada.
-Lo del incendio, sí. Que tu papá era hermano de mi mamá, no.
-Es raro.
-Muy raro. Igualmente, no creo que todo esto nos ayude a encontrar el famoso tesoro
-Ya sé. Pero es importante, mi familia tiene toda una historia y yo
yo
no sabía. Yo soy tu familia, todo esto es muy inexplicable.
Cuando Ignacio iba a contestar, sonó mi celular.
Mensaje de Meihacu: ¿Querés ir a tomar un helado hoy a la tarde? Actualidad y noticias
Me quejé por dentro y después miré a mi acompañante.
-¿Qué?- quiso saber él.
-¿Querés ir a tomar un helado conmigo y un amigo?
-Dale, vamos.- dijo después de poner los ojos en blancos.- Amo los helados.
El timbre de mi casa sonó demasiado fuerte, justo cuando estaba grabando en mi memoria los profundos ojos negros y hermosos de Nacho; me asusté. Fuimos juntos hasta la puerta, sonriéndonos. Cuando la abrí, me encontré con un Meihacu arreglado, cambiado, en síntesis, se veía muy lindo. Nos saludamos y, casi, casi, me olvido que él no podía ver a Nacho y se lo presento, por suerte lo recordé.
-Así que
¿Qué heladería te gusta más?- me preguntó, acercando su cara a la mía.
-Mm. La Véneto ésa que queda a unas cuatro cuadras.- le contesté, sonriéndole y dándole un beso en el cachete. No me tomen por loca pero
tenía tantas ganas de besar a Ignacio, que me descargué con Meihacu. Él sonrió, un poco más confiado y menos nervioso.
-Tiene facha. ¿Es tu novio?- me preguntó la voz de Nacho a mi derecha.
-¡NO!- ¿Cómo podía creer él que Mei era mi novio? ¡Por favor!
-¿Qué?- inquirió, algo dudoso, el otro, el que iba a mi izquierda.
-No, nada. Pensé en voz alta, perdón.- Tonta, tonta. Respira profundo, relájate
-Perdón. Yo creo que él quiere ser tu novio
- susurró. Aguarden, ¿Escuché a los celos hablando por ahí? Me sonreí, sin poder evitarlo, levanté los hombros levemente.
En ese momento, sin que yo pudiera siquiera sospecharlo, el semáforo se puso en rojo y Mei me aferró contra él. Ni dos segundos después, nos estábamos besando. Sí, ya sé, guau. Ni yo puedo creerlo, besándome con Meihacu, les juro que nunca me lo imaginé. Casi puedo imaginar la cara de Nacho, se habrá sentido de más, allí, viéndome besarme con otro. Siempre fui amiga de Mei, pero nunca me gustó, ni quise nada más con él, igualmente, me sentía bien besándolo, haciendo que por fin me hubiera hecho de él. Obviamente, Ignacio huyó de ahí.
Cuando despegamos nuestros labios, yo casi ni me acordaba de él, yo era toda para aquél chico de ojos verdes esmeraldas.
-Una carrera hacia la heladería, ¿Dale?- Mei no lo había terminado de decir, cuando yo salí corriendo por mi vida.
Obviamente llegué última, pero bueno. Me miré en la vidriera de la heladería, mi cabello morocho y lacio era un nido de caranchos, todo despeinado y enredado, mi cara estaba roja y brillosa y mis ojos celestes relampagueaban. Me reí y dejé que Meihacu me rodeara la cintura con los brazos, mientras nos mirábamos; todo esto en la puerta de la heladería.
Mei me preguntó por algo que tenía en el cuello, algo sorprendido y curioso, mientras lo señalaba. Yo me miré y me reí, seguro se me había salido para afuera mientras corríamos.
-Es una cadenita. Me la regalaron cuando era bebé, desde entonces no me la saqué nunca más
-¿Cadenita? Es un corazón enorme, diría yo.- río, mientras me agarraba el colgante y lo inspeccionaba.- Es lindo, ¿Qué tiene adentro?
-¿Adentro? Nada, cómo va a tener algo adentro. Está cerrado.- ¿Meihacu estaba loco o qué?
-No, no. Mirá, es un abridor. Debe tener alguna fotito o algo adentro. A ver
Mientras él trataba de abrir el corazón, yo miraba sorprendida. Nunca, desde que lo tenía, me había dado cuenta de que eso era un abridor, nunca en todos estos años. ¿Qué tendría a dentro? ¿Algún mensaje, alguna foto, qué?
Crac. El corazoncito se abrió y yo miré con intriga. Dentro había un lugarcito para una fotito, que estaba ocupado por una en la que se encontraba la cara de mi mamá cuando era joven, y una frase grabada: "Vos sos quien acompaña mi corazón, vos complementas mi yo; vos sos mi verdadero tesoro."
El corazón me latía al máximo, la respiración me fallaba, el mundo se venía abajo en un solo segundo, en lo que tardé en leer la frase, los músculos me fallaron y casi caigo en la puerta de la heladería, completamente indefensa. Yo no sabía qué pensar, qué hacer, qué decir, cómo reaccionar, hacia dónde correr, con quién y cuándo. Nada estaba claro, pero a la vez esto me había sacado todas las dudas. Ignacio, necesitaba encontrarlo, ¿Dónde puede irse un espíritu cuando se siente de sobra? Todo daba vueltas en mi cabeza: tesoro, corazón, muerte, familia. Corazón, Tesoro, Familia y Muerte. Estaba segura de que todo coincidía, no había dudas.
-¿Qué sucede? ¿Por qué estás así? ¿Hola? ¡IRIS, ME VAS A RESPONDER!
-Perdón y chau.- susurré como pude y corrí devuelta a mi casa.
Cuando entré, así de prepo y apurada, mi hermana me detuvo.
-Iri, Iri, hoy vino un abogado a decirme que heredamos una casa. Una casa de acá a dos cuadras. Dice que el chico murió y ahora quedó deshabitada.
¡GUAU! Ésa, sin duda, era la casa de Nacho.
-Iri, yo le dije que no la quería que la vendiera o alquilara, pero
- entonces, de la nada, mi hermana se cayó. Cayó de golpe para atrás, agarrándose el pecho y respirando anormalmente. Me asusté.
-¡ARA! ¡ARA!- no respondía nada, estaba paralizada.
Bueno, este es el segundo y anteúltimo capítulo; es una historia corta, sólo tres capítulos. Espero que les guste, lo hice con toda mi intención. Jaja. Besitos. Por favor, ando con el autoestima bajo al ver tan POCAS firmas, yo sé que no les cuesta... Gracias :) Meri *
-Tuvo un paro cardíaco, lo siento mucho, pero
ella falleció.- sentí un vacío tremendo en el pecho. Todas y cada una de mis hermanas estaban muertas, ¿Por qué me tenía que tocar ser la que las vio morir a todas? ¿Un paro cardíaco, tan de repente, tan fácilmente? Sentí como las lágrimas brotaban de mis ojos, sin poder evitarlo. Saludé al doctor y huí de ahí, totalmente aterrada. El camino a mi destino se hizo largo, pesado, tonto, estúpido y cansador. Cuando llegué a la puerta del departamento de Nacho, me senté, totalmente exhausta y lloré. Muchas cosas a la vez, éste día se estaba haciendo bastante largo, bastante tedioso.
El brazo de Ignacio traspasó mis hombros, eso me hiso sentir bien y mal a la vez. Me reconfortó, de alguna manera, pero también recordé otra vez que él era un espíritu y que, en cualquier momento, se iría de allí, porque ya habría terminado su misión.
Me levanté de prepo, asustándolo. Abrí la puerta y entré directo a la cocina, algo enloquecida, busqué en los cajones de la alacena y encontré lo que buscaba.
-¿¡Qué hacés!?- gritó Nacho cuando me vio con el cuchillo.
-No quiero vivir más, no tiene sentido, soy la última y ya tengo que irme
-No podés, no puedo dejarte ir así
Iris.- se acercó despacio, con el brazo extendido. Como sabía que él no podía sacarme el cuchillo, no me moví. Su mano estaba a dos centímetros de mi cachete, lentamente, me rozó. Fue un momento, sólo un momento, pero en un momento entran un montón de emociones, pensamientos, sentimientos y escalofríos. Me había tocado, de una manera u otra, había logrado tocarme. Sonreí, con algunas lágrimas en los ojos. Mi mayor sueño en todos ésos meses, se había hecho realidad. Él también sonreía.- No te mueras, no podría verte morir sin hacer nada, sin poder detenerte. No sabes lo importante que te hiciste para mí en todo este tiempo, sos muy importante, tan única y hermosa. No lo hagas.
Hubo unos segundos de silencio, mientras meditaba mi respuesta. ¡Había dicho que yo era importante, única y hermosa!
-Encontré tu tesoro, Nacho.- sus ojos se abrieron sólo un poco y sus comisuras se curvaron un poco.- La verdad, estaba mucho más cerca de lo que creíamos, prácticamente estuvo siempre delante de tu nariz
Ignacio me miraba atentamente, algo confundido, queriendo saber lo que mis ojos ocultaban.
-Yo soy tu tesoro, Nacho. Más bien, mi collar es tu tesoro
Mientras él me observaba atónito, me saqué la cadenita de oro y se la mostré. Miró el enorme corazón con atención, absorbiendo cada detalle. Le comenté que era un abridor y lo abrí, sus ojos negros se agrandaron. Inspeccionó el interior unos segundos y luego los dos leímos a la misma vez:
-"Vos sos quien acompaña mi corazón, vos complementas mi yo; vos sos mi verdadero tesoro."
Nos miramos, los dos teníamos los ojos húmedos y nos mordíamos los labios. Yo sabía lo que él quería hacer, porque era exactamente el mismo impulso que tenía yo. Quería saltar a sus brazos, tocar su cabello y besarlo con todas mis ganas; no como había besado a Meihacu, sino como nunca había besado a nadie, apasionadamente, dándome toda. Pero los dos sabíamos que era imposible, que seguramente me traspasaría, dejándome fría y vacía. Se me escaparon dos lágrimas más.
De repente, se escuchó un ruido en la habitación de al lado, un aplauso; los dos corrimos hacia la habitación (yo todavía con el cuchillo).
-¡Abuela!- gritó Ignacio, mientras saltaba de alegría y los ojos le brillaban con intensidad.
-Nietito, Nietita
- nos sonrió. Eso no sonaba bien, es más; me recordaba que yo amaba a mi primo.
-Abuela
¿Qué hacés acá? ¿Por qué no te sentí?- le pregunté enseguida, mientras la traspasaba con la mirada.
-Porque estabas distraída, querida.- sonrió y la piel de sus cachetes se estiró.- Los dos estaban distraídos
Ahora, primero que nada, perdóname, pequeña. Yo estaba segura de que en el accidente que murió tu madre iban ustedes cuatro también, cuando me enteré que ustedes seguían vivas; después de un tiempo, morí. Lo siento, si no te visité
Yo le sonreí, en realidad, no me importaba.
-Abu, ¿Por qué tanto acertijo, por qué me dijiste que estaba en la casa cuando no lo estaba?
-Yo
Sinceramente, todo salió mal. Era un adivinanza, yo no sabía quién tenía exactamente el corazón, sólo sabía que había quedado en la familia de mi otro hijo, de tu tío (hablándole a Ignacio). Entonces, quise guiarte con lo de los diarios, pero no fue fácil. Te empeñaste en que los diarios no servían y no pudiste encontrar nada. Yo esperaba que por lo menos se conocieran, pero no se cruzaban nunca, ¡Y vivían a dos cuadras!
>>Cuando morí, las respuestas me vinieron a la mente enseguida y supe que tenía que cumplir mi misión lo más rápido posible y que vos tenías la solución (refiriéndose a Iris). Mi misión, si todavía no se dieron cuenta, era lograr que vos encontraras el tesoro; no podía darte muchas señales (hablando con Nacho) y no podía hablar con vos (refiriéndose otra vez a Iris), cada vez que trataba no podía. Cuando Ignacio murió, yo pensé "Genial, ahora termina todo." Pero no, vos tenías que encontrar el bendito tesoro. Traté de hablarte, pero tampoco podía, no se me permitía acercarme hasta que encontraras el tesoro. Igualmente, los ayudé un poco; ¿Quién creés que le dijo al espíritu "don Martínez" que te comentara que tenías que visitar a Iris? Yo, obviamente. Y también fui yo la que le insinuó a Meihacu de tu medallita
Otra vez, ése silencio tan frecuente en ése día.
-Entonces, acá está tu tesoro, Nacho
Supongo que los dos ya pueden irse
- yo estaba más que triste. Ignacio se había convertido en el aire que yo respiraba, el chiste que me hacía sonreír, el agua que me mantenía viva, era mío, mi propiedad; pero ahora se iba, así sin más.
-Sabes que
aunque yo allá y vos acá; yo te amo con todo mi corazón y te voy a estar vigilando cada segundo del día, ya que seguramente allá ni comemos, ni dormimos, ni bebemos; voy a ser cada segundo, totalmente tuyo.
Suspiré, eran las palabras más hermosas que había escuchado decir jamás y, sin embargo, no era suficiente. Yo sabía lo que él quería, aunque le doliera, el soñaba con que yo tuviera una vida, que me enamorara, que me casara (tal vez con Meihacu), que tuviera hijos, que los viera crecer y los educara, que me despidieran del trabajo y tuviera que conseguir otro, que mis hijos se casaran y tuvieran hijos y, luego, mucho tiempo después, muriera tranquila en mi casa, tomando un mate, ya de vieja; haber vivido toda una vida de distintas experiencias humanas y comunes, justamente ésas experiencias que a mí ni me importaban.
Mientras reflexionaba, los estaba viendo desaparecer, a los dos, a la razón de mi mundo, de mi respiración, y a mi reciente abuela. Estaban yendo de a poco hacia el otro lado, tranquilamente, seguramente disfrutando de la sensación. Cerré los ojos, no quería ver el momento en el que él, precisamente él, con ésos hermosos ojos negros, desapareciese de ahí, mejor ni ver, mejor sufrir menos.
Cuando abrí los ojos, ya no estaban más. La casa estaba silenciosa, vacía y me sentía tremendamente pequeña en ella, casi insignificante. Estaba sola, yo estaba sola en el enorme mundo que me rodeaba. No tenía papá, ni mamá, ni abuelo, ni abuela, ni hermanas, ni tías, ni primos
No había nadie, todos estaban del otro lado, ¿Y yo? ¿Por qué seguía yo ahí? Lentamente, fui clavándome el cuchillo, poco a poco
No me crean loca pero
¿Para quién seguir viviendo? Era doloroso, muy doloroso, pero me concentré en otras cosas
en los ojos negros de Ignacio, en la sangre que brotaba de mi pecho, en la cadenita que todavía colgaba de mi cuello
mis ojos se fueron cerrando y caí al suelo. Por un momento, todos mis momentos vividos pasaron enfrente de mis ojos. Ahí estaban mis primeros pasos, mi primer día de escuela, mi primer espíritu visto: la niña que lloraba y lloraba, en un rincón de mi cuarto; mi primer visita a un circo, el divorcio de mis padres, el asesinato de mi papá, el accidente de tráfico y la muerte de mi mamá, cuando apareció Joaquín y me acompañó hasta que conocí a Ignacio, cuando mataron a mi hermana Uma, la enfermedad de Allegra y su muerte, el día que me encontré con Ignacio en mi cuarto, cuando lo empecé a querer, el beso con Meihacu y, finalmente, la muerte de mi hermana Araceli. Todos y cada uno de ésos momentos me llenaron el alma y purificaron, me sentía lista para ir a donde sea que tenía que ir, no importaba cuál fuera el lugar, siempre que Nacho estuviera conmigo.
¿Y? ¿LES GUSTÓ EL FINAL? ¿ES MUY DRAMÁTICO? AJAJ. QUIERO SABER QUÉ PIENSAN. BUENO, MUCHAS GRACIAS POR LEER, BESITOS, MERI *
No se ven, pero están. - Fanfics de Harry Potter
Sentí la mirada de alguien clavada, me volteé a la derecha y lo vi. Como siempre, Meihacu. Hacía bastante tiempo que me estaba mirando, cuando lo miré, me
potterfics
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2024-11-18
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