No tuvo opción. No tuvo salida - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Estufa de pellets y>Silencio. Oscuridad ante su vista. Sentía sus movimientos en cámara lenta. Sus piernas pesaban mientras estaba detenido en aquel gran comedor. Intentaba tener la valentía capaz de hacerle posar su vista sobre aquellos enardecidos estudiantes y sobre aquellos enardecidos faroles verde esmeralda, que se acercaban.
Fría estaba su alma, se había quedado sin voz. Aquella voz con la que hablaba, ya no era suya. Se desconocía. Se miraba en el espejo de aquellos viejos vitrales, en aquella también vieja escuela y tenía miedo de descubrirse. Tenía miedo de saber en qué se había convertido.
Era un viejo monstruo. Había logrado lo que había deseado desde que había sido un niño. Había logrado que todos le temieran pero...
Pero...¿por qué se sentía tan vacío? Desubicado.
"Espero que nadie esté cooperando para esconder a Potter de mí".
Palabras de odio que quemaban su garganta como ácido, ya tenía miedo de conocerse. De descubrir su nuevo interior. Solo seguía órdenes. No tenía mente propia y cada vez que observaba aquellos ojos verdes acercarse, deseaba y pedía lo mismo.
¡Oh Lily, mátame! ¡Oh Lily llévame contigo! No me tortures. No me hagas ver tu rostro enfurecido, una vez más.
No me hagas sentir a través de cada uno de sus pasos, tu regreso. Solo para criticarme. Para llevarte lo último que queda de mi alma y hacerme desaparecer. Hacerme solamente reposar aquí, en el frío suelo. Dejarme ciego, sin pulso, asesinarme lentamente.
Déjandome sin aliento.
"Díselos. Diles cómo lo miraste a los ojos. Un hombre que confiaba en ti y entonces, lo asesinaste"
¡No soportaba tanta tortura! Caería en el suelo. Arrodillado, pidiendo perdón. ¡Qué mal camino había escogido!
Y por más que lo había intentado, seguía fallando. Por más que lo intentaba, todo salía al revés. Solo terminaba lleno de odio. Solo terminaba deseando que toda esa historia, su historia, se acabara.
Sí, había gritado a los cuatros vientos, que no era un cobarde. Pero ante aquellas armas, ante aquellos ojos que lo taladraban sin perdón, incluso el ser humano más valiente perdía sentido. Eran años de odio, transmitidos a un nuevo ser.
A una nueva vida.
Que también lo odiaba.
Y entonces aquella mujer, parada frente a él. Su rostro lívido, lleno de rabia. ¡Ella no lo merecía! Ella no merecía...ella debía.
Minerva tenía que saber la verdad, lo que había hecho. Quería al final de cuentas, ser él mismo quien se lo dijera.
Aunque no hubiera tiempo. Que el tiempo se detuviera y ella escuchara. Que ella supiera que no era la clase de hombre que tenía mente.
Pero...¿por qué hacerlo ya tan tarde? ¿Por qué intentar dialogar si era ya como nadar entre arenas movedizas de las que nunca podría salir?
Todos ya creían lo peor de él. Todos ya lo habían sepultado para siempre y no tenía oportunidad para redimirse.
Ya los años habían pasado en vano. Le había fallado a la mujer que amaba, a su propia madre. Se había fallado a sí mismo desde un principio y eventualmente, se lo temía.
Eventualmente moriría y muchos bailarían sobre su tumba. Sobre su cadáver frío en el medio de un corredor.
O quizá nadie se enteraría. Nadie se daría cuenta. Todo mundo descubriría que era tan poca cosa, que olvidarían conmemorar su muerte. Que olvidarían escupir sobre su cuerpo o arrojar hechizos hasta ahuecarlo y transmitirle un poco de cada parte de su dolor.
Se quedó helado.
Pasmado.
Viendo sus ojos verdes.
Hipnotizado.
Inútil, pasmado escuchando aquellos insultos vívidos. Insultos que salían de un corazón cálido que latía mucho más que el suyo. Harry Potter estaba frente a él y su insolencia llegaba hasta sus oídos como un chirrido doloroso que hacía sangrar los mismos, hasta que dejaba de escuchar. Todo dolía. En todas partes. Su cuerpo entero se contorsionaba como si se tratara de un virus mortal.
El odio con el que se escudaba, comenzaba a doler. El odio con el que profesaba, comenzaba a quemar. Y aquellas miradas sobre él, traicionadas, rabiosas, deseando tomar justicia por sus propias manos.
Era más de lo que podía soportar.
Pero tenía que tener entereza. Jugar su papel, su tonto papel, hasta el final. Hasta que le tocara morir.
Estaba seguro de que eso ocurriría muy pronto.
Lily, Black, nadie permitiría que viviera más de la cuenta. Que continuara existiendo.
La parca tenía que llevárselo. Como se había llevado a los inocentes que nada tenían que ver con aquella cruenta guerra y que todo lo habían dado.
Se sentía cansado, insoportable al mismo tiempo. Cada parte de su cuerpo discutía con la otra.
"Díselos. Diles cómo confiaba en ti y tú lo asesinaste"
Podía decir la verdad...
¿Y quién le creería?
¿Quién le daría la razón?
¿Acaso Dumbledore bajaría de donde fuera que estuviera, para ayudarle?
Estaba solo.
Condenado.
A morir, sin otro camino que tomar.
Defiéndete si puedes. ¡Pelea si debes! Pero de todas formas sabemos, que esta batalla la vas a perder. No tienes oportunidad. Los traidores nunca tienen una segunda oportunidad.
Son colgados, sacrificados incluso en manos de su propio amo.
¡A los traidores nadie los quiere! Nadie los necesita.
¡Nadie te necesita!
Nadie lo necesitaba. Podía morir sin temor. Podía morir sin sentir miedo a imaginar cómo sería. Frío, cálido. El sabor de su sangre. Dulce o salado. Tal vez ácido.
Su corazón deteniéndose, teniendo espasmos de dolor que no pudiera controlar. Sus pupilas dilatándose, su visión cambiando a negro hasta que...
Hasta que dejara de ver. Hasta que dejara de pensar y como flashes, sus recuerdos volverían a su cabeza en micro segundos.
Como flashes su vida ideal, golpearía su cerebro, como un terrible dolor de cabeza. Esa, la vida que debió tener y que jamás se dio el lujo de perseguir.
Y ahora, en ese momento en particular, frente a todos, luchando. Porque no tenía otra cosa que hacer, que guardar las apariencias.
Aunque estuviera cansado de eso.
Sin poderse sostener.
Tratando de no debilitarse.
Ese era su último trabajo. Quizá, que todos pensaran que era un hombre malo. Que era un hombre cruel e inhumano.
Desdichado y fracasado al mismo tiempo.
Pero que algo sí supieran de él, antes de morir. Antes de partir.
No desistía. No se rendía hasta que su pieza en el juego, estuviera bien puesta y entonces, sin importar que el mundo lo odiara...
Despedirse.
Pensado en lo que pudo ser y lo que no. En lo que pudo haber hecho y en lo que dejó de hacer. En las fotografías que dejó de coleccionar, por la mujer que dejó perder. Por los recuerdos que ya no tiene desde que ella partió y por cómo no aprendió a reír entre una familia mezquina y una mujer, un amor, que él mismo destruyó con sus pálidas manos.
Morir era una opción tentadora. Aunque no supiera cómo iba a hacerlo.
Esperaba que fuera la más dolorosa. Que no fuera algo en vano.
Que le doliera tanto como cada uno de esos corazones llenos de rabia, ira, odio y desesperanza, que lo miraban en ese momento.
Así tenía que ser y así quería ser recordado.
Como aquel que no había desistido. Como un hombre terco que pese a ser el peor ser humano sobre la tierra, allí estaba.
Hasta que la guerra y la historia se acabaran.

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2023-02-27

 

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