¿Que se quema de una vela? - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

¿Qué se quema de una vela?

Por qué tuviste que recoger eso.
Nada de esto hubiera pasado si hubieras dejado que a ese periódico se lo llevara el viento.
Era un periódico, común y corriente, tirado a la mitad de la calle. Ni siquiera de ese mismo día.

Pero no tenías nada que hacer.
Te habías volado las clases y no tenías prisa por llegar a tu casa.

Lo recogiste y lo leíste. Todo era inteligible, todo menos un anuncio en la sección de oportunidades que anunciaba la venta de un libro, supuestamente, mágico con poderes inexplicables y aterrorizantes, un libro antiguo, medieval y maldito: Y todo por tan solo 120 pesos.
Revisaste tus bolsillos. Había 122 pesos en ellos.
Y eran las 12:30 de la tarde.
Si te apurabas el tiempo te bastaba y te sobraba.

 

Corriste a la estación de metro más cercana, cuando ibas ya en el subterráneo tuviste un mal presentimiento de lo que estabas a punto de comprar.
Pero lo desechaste.

Llegaste a la dirección que dictaba el periódico.

Era una librería vieja, mohosa, se sentía un aura de malignidad alrededor de la casa, pero no te importo, y entraste.

Pediste sin tardanza el libro que querías. La dependiente, era una vieja, decrepita y desdentada. Te hizo algunas recomendaciones acerca del uso del libro.
Recomendaciones que muy estúpidamente desoíste.

Saliste de la tienda, dejando a la anciana hablando sola. Si te hubieras parado un segundo a pensar lo que hacías te hubieras dado cuenta de que ahora el aura de malignidad estaba contigo y ya no más en la tienda.

Te dirigiste a tu casa extrañamente asustado, los perros aullaban a tu paso y un par de gentes se quitaron de tu camino percibiendo escalofríos.
Te sentías asustado. Tal vez subconscientemente sabías que estabas cometiendo un error.

Llegaste a tu casa.
Tus padres no se habían dado cuenta de nada.
Pasaste a tu cuarto, y escrutaste el libro.

La letra era muy pequeña, y la flojera te invadió, echaste de lado el libro, y prendiste la televisión, al instante que el libro dejó de estar en contacto contigo te sentiste un poco mejor.
De mejor humor observaste la película de acción en tu pantalla.

Llegaste al otro día a la escuela.

Te dieron una muy mala noticia. Habían expulsado a tu novia de la escuela.
Te había encubierto por haberte ido de pinta. Jamás la volverías a ver y la culpa era toda tuya.

Pasaste el día callado y taciturno.
Se acabaron las clases por ese día, ibas por la calle, sin fijarte en nada. Un carro paso muy cerca de ti, no te importo y seguiste cruzando la calle.

Una camioneta roja salió de una curva, el conductor nunca te vio, iba derecho hacia ti, la colisión era inminente ibas a morir ahí frente a tu escuela con solo catorce años, pero alguien lo evito, alguien corriendo te empujó y sacrificó su vida por la tuya.

Rodaste por el piso, raspándote los brazos con el negro asfalto, oíste como tronaban todos y cada uno de sus huesos, frente a tu cara, estaban desperdigados los pedazos de alguna persona, la sangre brotaba lenta pero copiosamente en todas direcciones.

De su cara poco quedaba, pero aún así la lograste reconocer, era tu maestra de química.

La mejor maestra que habías tenido jamás, comprensiva y cariñosa.
Te había comprendido siempre, siempre había tenido fe, en que algún día harías algo bueno, de provecho para mucha gente. Había ennoblecido su vida, con la muerte.

 

Corriste en dirección contraria, esto también había sido tu culpa. ¿Cuántas vidas podías arruinar en dos días? Si tan solo te hubieras fijado en la calle, si tan solo hubieras prestado atención

Llegaste a tu casa. No le dirigiste ni una sola palabra a tu familia.

Buscaste en el libro alguna solución a tus problemas. Horas escrutando ese horrible libro que te hacía sentir un poco más triste, un poco más desesperado
Aún así nada parecía útil, hasta que con un manotazo pasaste a la última página: diferente de las demás, escrita a mano dictaba un complejo conjuro.
Que daba cuatro deseos.
Recitaste tal y como decía el conjuro, derramaste la sangre propia que tenía que ser derramada, conseguiste los materiales que pedía, seguiste los ritos paso por paso.

Nada paso, o eso creíste.

Dijiste tonta y malsanamente.

Ojalá la directora de la escuela se muera, la maldita vieja que expulsó a mi novia.

Te fuiste a dormir, internamente sabías que no debías de haber dicho eso, sabías que pasaría, eras una persona retorcida y podrida por dentro, aún con tan pocos años cumplidos.

Llegaste al otro día, la directora estaba parada en la entrada de la puerta de tu salón.
Ya había abierto la boca para regañarte por algo, cuando sus venas se contrajeron, sus ojos se pusieron en blanco, trató de recargarse en ti, tomarse de tu hombro, mas no lo permitiste, dejaste que cayera al suelo mientras tú sonreías.

Paro cardiaco.
Según la enfermera de la escuela
Paro cardiaco en una persona de 30 años.

Interesante muy interesante.

Convencido de que habías sido tú el causante. Buscaste un lugar tranquilo para formular tu siguiente deseo, escogiste el pasillo del primer piso, cuyo piso y paredes siempre rezumaban suciedad.

Ojalá reviviera mi maestra de química.

Nada paso hasta la hora que empezó la clase.
Entraron al laboratorio

La maestra entro con su paso ligero y su habitual amable sonrisa.
Ninguno de tus compañeros comento nada. Como si no la hubieran visto morir desangrada, el día anterior.

Te faltaba un deseo.

Pediste que regresara tu amada.
Llegó en esa misma hora, se sentó en la primera fila de bancas, te saludo desde lejos mandándote un discreto beso.

La clase siguió su curso.

Aburrida, aburrida, aburrida.

El tema era obsoleto.

¿A quién demonios le importaba saber que se quema de una vela?

La maestra prendió una vela, para que todos pudieran apreciar la maravilla de la combustión, explicando al mismo tiempo las propiedades químicas del proceso.

Pensaste malignamente: "ojala la vela que tiene la maestra en la mano, se cayese al piso".

Tal vez si hubieras leído correctamente el libro hubieras sabido que los deseos no tenían que ser dichos para cumplirse, con pensarse era suficiente.
La vela resbaló inexplicablemente encendiendo automáticamente la falda de la profesora, intentaba apagarla dándole golpes, intentó quitársela, intentó todo.
Ver quemarse a la maestra frente a tus ojos, mirar como su carne se consumía ni siquiera fue la peor parte.

Si lo pensará alguien ajeno a tu experiencia podría llegar a la conclusión de que fue todo obra de la mala suerte, pero tú siempre sabrías que fue el maldito libro.

Que mala suerte que el gas estaba abierto, que mala suerte que la profesora estaba tan cerca el tanque de gas, que mala suerte que tu novia había estado en la primera fila, que mala suerte que todos eran tan jóvenes y estaban a punto de morir calcinados.

Llegó la explosión, el fuego te alcanzo haciéndote sufrir. Te refugiaste debajo de la única mesa de metal.

El fuego se apago misteriosamente en un instante, la vela acababa de pegar en el suelo.

Volteaste a ver hacia el lugar de tu novia.

Todavía se movía, a lo mejor podías hacer algo por ella.

Te acercaste poco a poco, lastimado, con la cara y el cuerpo quemado caminabas lento, muy lento.

La viga del techo no soporto, cayó tan cerca de ti que unos alambres sueltos cercenaron tu cara, arrancándote un ojo, a tu novia en cambio le cayó de lleno en el cráneo que tronó escabrosamente con el sonido de una sandía contra el piso.

Te encontraste en el hospital dos semanas después como el único sobreviviente, cuatro de tus compañeros habían sido encontrados con vida, dos de ellos habían llegado respirando al hospital, uno de ellos había pasado una semana agonizando, solo tú vivías para contarlo, aunque claro, nunca lo ibas a hacer. El reconocimiento de cadáveres todavía no acababa

Reconocer 40 cadáveres no es tarea fácil

Aún 30 años después, te sientes culpable.

Tienes la cara desfigurada, quemaduras de tercer grado te dejaron horribles y enormes cicatrices.

No terminaste nunca la secundaria.

El libro no sirvió ya para nada, una vez hechos los 4 deseos.

La magia del libro moría.


Al fin y al cabo mi maestra de química si tuvo algo de razón,

En tener fe en mí. Que algún día iba a hacer algo bueno, para todas las personas.

Ahora soy barrendero, mantengo limpia la escuela. Es algo bueno para mucha gente.

Pero si algo aún ahora evito es subir al tercer piso y pasar cerca del nuevo laboratorio de química.
Cada vez que lo hago veo y oigo invariablemente a la maestra dictando la misma lección.

¿Qué se quema de una vela?


_____
Esto realmente sale de mis parametros de escritura, si leen mis demas escritos se daran cuenta de que no tiene absolutamente nada que ver con ninguno de ellos.

No se que pensar, a veces cuando lo leo me parece lleno de violencia excesiva y evitable otras veces me parece que las clases de química realmente me afectan el cerebro ¿qué es lo que piensas tú?

Errores corregidos: oct. 28.

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2024-10-02

 

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