QUÉDATE CONMIGO ( basado en la poesía “Quédate conmigo” de Wilkins)
“Quédate conmigo
y hagamos que el tiempo
sea lo suficiente
Para elevar todo.
Quédate conmigo
No lo pienses mucho.
No me des palabras,
No me des razones.”
Con la mirada fija y penetrante se dirigió a aquel lugar adonde había jurado nunca más volver.
Pero esta vez era especial. No, especial no. Especial es una palabra que usan los mediocres para ocultar sus errores: esta vez era diferente. Esta vez estaba segura de sí misma y sabía que él no decepcionaría su confianza. Y lo amó una vez más.
Se persignó y rogó a Dios y a todos los santos prosperidad.
“¿Y si todo fracasa nuevamente?” Sacudió bruscamente su cabeza y se obligó a sacar de sí esos pensamientos.
Sonrió en un momento estaría para dar el salto final y convertirse en mujer.
Caminó lentamente hacia la puerta, y aunque en sus adentros los nervios y las expectativas reinaban, supo mantener la compostura. La abrió pero no entró enseguida. Allí estaba él esperándola. Se quedó mirándolo por unos instantes: lo amaba, lo amaba con locura.
- Tengo miedo - confesó algo cohibida y esquivó, casi inconscientemente, su mirada.
- No va a pasar nada que no quieras – repuso él. Se dirigió adonde ella y la abrazó con fuerza. Ella respondió a su abrazo: lo necesitaba - ¿Va a ser tu primera vez?
- Sí.
Él sonrió: se sintió halagado, elegido, aunque no pudo evitar pensar, en su rudeza masculina, que ninguno de los dos tenía experiencia. Y temió al fracaso.
Eran dos años de noviazgo y ambos pensaron que era tiempo de madurar en el amor. Aunque, quizás, a veces se tenga un concepto muy erróneo de madurez.
“Quédate conmigo
vas a ver que un día,
valió la pena tu sí, inseguro.
Vas a ver que el mundo sin sentir es falso
Y mi mundo ahora
Sin tu olor a suave, a canto, a ternura...
Sin ti... es amargo.”
Él, Harry, era un joven comprensivo y sabía, dentro de todo, sobre las flaquezas femeninas en la primer noche de sexo.
- No tiene que ser hoy – dijo para apaciguarla- Tú sabes que te esperaré lo que sea necesario.
Ella lo miró con reproche: lo conocía demasiado.
- Vamos...¿Por qué no aceptas que también tienes mido? – le dijo y dibujó una sonrisa seductora en los labios.
- Porque no lo tengo – respondió jovialmente, pero en el fondo, sabía que en parte era mentira.
No tenían ganas de discutir, así que nadie siguió con el tema. Al menos esa noche no lo harían.
Él la invitó a tomarle de la mano y la llevó adentro. Aún el clima era tenso y había que romper el hielo.
- ¿Has mirado las estrellas? – interrumpió repentinamente la muchacha.
- ¿Por qué habría de hacerlo?
- Créeme que si antes de besarme has contemplado las estrellas, no lo harás de la misma manera que si sólo hubieras mirado las cuatro paredes de la habitación.
Harry asintió. Aunque no pudo evitar que aquellas palabras resultaban sumamente cursis.
Se sentaron al borde de la cama, aún tomados de la mano y se miraron profundamente. Las palabras sobraban y ninguno de los dos se sintió capaz de decir algo más bello que el silencio.
Él le musitó al oído dos palabras. Dos palabras comunes. Dos palabras cansadas de ser dichas. Palabras que de viejas son nuevas.
Ella sintió como un hormigueo en el estómago. No intentó detenerlo. Sus dedos, nerviosos, se movieron hacia el cielo imitando tijeras. Fue un momento eterno.
Se acercaron, cada vez más y llegaron a sentir sus respiraciones agitas. Los labios de él se posaron en los de ella y hundió las manos en su pelo.
“Tu eres mi aliciente,
mi sendero claro.
Tu y yo somos bosque
Donde el sol penetra.
Regálame el tacto sereno y tu mano
Yo quiero tu labio sobre mi mejilla
Tu cuello ternura que yo conocí.”
De pronto, de una manera inesperada la muchacha se separó y murmuró casi inaudiblemente:
- Tal vez hoy no...
Pero no puedo terminar la frase.
Él asintió. Se entendían perfectamente. Hay un lenguaje que no se traduce con palabras: el lenguaje universal, el lenguaje que se traduce en una mirada, en el brillo de los ojos... y ellos comprendían a la perfección esa lengua. Ambos entendían que quizás no era el momento.
“No sueñes despierta.
No esperes
El tiempo me roba tu vida,
Me roba tu aliento que respiro ahora
Me roba tu cuerpo con el que yo vibro”
- Sabes que no será como la última vez... yo no haré nada que no quieras- dijo el muchacho y le acarició la mejilla.
- Lo sé... es una herida que aún duele. Creí que lo había superado... me equivoqué.
Ella se largó a llorar. Lloró de tristeza, lloró por aquella maldita impotencia que no le permitía hacer el amor con aquel hombre que amaba. Y a raudales brotaron esas aguas termales. Lloró por todo lo que no había llorado antes, por el maldito destino que ya la había hecho fracasar en el amor en otra ocasión.
Él la abrazó con fuerza y la amó más que nunca.
- Quédate conmigo – le susurró al oído – no va a pasar nada. Sólo quédate conmigo...
“Quédate conmigo
busca en tu resumen de lo que has vivido
si te soy distinto, si lleno tu día
si la noche aquella todavía la llevas
sobre tus desvelos
rasga ese dilema que en cuatro segundos
te calla la boca y te quita el sueño
quédate conmigo
que yo, te juro...
que voy a quererte mucho”
Epílogo
Él se levantó temprano y le llevó el desayuno a la cama. Fue una noche mágica.
Ella, Hermione, le besó la mejilla para agradecerle.
- Debo irme – dijo. Tomó su bolso y se dispuso a salir. “Quizás en otro momento, en otra oportunidad” pensó para sí.
- ¿Sabes?- confesó Harry antes de que saliera por la puerta – No pasó nada, pero sentí todo.
Ambos sonrieron. Se quedaron mirando un largo rato. Era, nuevamente, el lenguaje universal.
Salió del departamento, aún virgen, pero sintiéndose ya... una mujer completa.
Quédate conmigo - Fanfics de Harry Potter
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2024-09-06
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