Rag Doll - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

¡Hola!

Este es mi regalo, para mí de mí con todo mi yo, en el día de mi cumpleaños, no me gustan, pero lo normal sería que sí, en fin, amo escribir, y esto no será algo simple de entender, sólo espero, que abran sus mentes si deciden entrar, es la única vez, que permitiré que me vean a mí.

Dedicado para mí, ya que soy la persona más genial en mi mundo.

Mai, eres mi ángel, te adoro con mi vida. Jazz, eres un cielo. Mell, eres un sol. Re, eres mi piso, un cable a tierra. Luu, eres una flor. Bam
eres mi hombre malo, te amo, gracias por quererme, a pesar de lo fría que soy.

 

Ahora, si desean, pueden leer, quise poner BSO, pero mejor no, no hay canción que le quede a mi vida.

Besos.

Advertencia: No me tengan lastima, yo no se las tengo.

Ahora sí, a leer.

Go.


Sentada frente a la pantalla es cuando río, mi mano izquierda es cubierta por una taza de café humeante, bien cargado; como me gusta. Sonrío ante lo simple que soy, pocas cosas me hacen sentir bien, pequeños detalles, como mi taza de café
¡Ah! Me quedaría así por siempre.

Tomo un sorbo con parsimonia, pensando en qué escribir, ladeo mi cabeza
siempre hago eso, como en las películas, monitos o Fics, ¿Creerán que así hacen contacto las neuronas? Yo creo que sí.

Sonrío otra vez, me distraigo con facilidad, ahora mismo estoy mirando aquella lista que con tanto cariño escribí, ésa lista de canciones que podrán acompañar mis escritos, en un mundo así, todo es permitido ¿Quién no quiere a los Fanfic? Si existe, no quiero conocerlo.

Vuelvo a la realidad cuando veo mi taza a medio llenar, ¿Dónde se fue mi café? ¿Lo sabes? Ajá, mi estomago también.

Me pregunto si algo así, podrá llegarle a los lectores, algo tan íntimo y privado, por que lo es, créanme, cada palabra, me hubiera gustado decir tintada, impresa, es real, es mía, de mí.

Vuelvo a sorbetear mi café, me golpeo por ello, ésa no es clase cariño pero no vivo en un mundo de cuentos ¡No! Vivo en un mundo, que llega a parecer una jungla, así es, una jungla, lastima que no haya monitos colgando de la pared. Sonrío de nuevo, qué fácil se me hace por estos días.

Pero no escribo esto con intenciones macabras o malévolas, nunca haría eso
tal vez sí, lo admito, pero no es mi propósito hoy, no, hoy es mi cumpleaños, y deseo que descubran, un poco más de mí.

Como dice Mai, "Tal vez dentro de ti, haya algo dulce" sinceramente, espero que no, pero si ella lo dice, así será.

Mi vida no es color de rosa ¿la de cuál si lo es?, no tengo a mis padres juntos, como dice la "tradición" y creo enormemente, que ese fue exactamente el único regalo que la vida me dio, darme la oportunidad de que mi padre no me "infectara" con sus costumbres y sus malos pasos.

Pero he ahí donde recae el problema, mi madre fue mi único ejemplo, pero no me parezco a ella, a pesar de la increíble y extraña conexión que tenemos, nos leemos la mente, sí, sin bromas, es tedioso, pero a veces es útil, no tengo mucho de ella, más que una increíble capacidad de convencer.

 

Nunca abro la boca, si no es para decir algo lógico, o lo hacía antes, ahora la gente se molesta si no respondes, "Educación Tamara, educación" me dicen, pero a cada minuto me pregunto; ¿Acaso saben qué significa eso? No lo creo.

Educación, algo que todos rechazamos cuando lo tenemos, pero que anhelamos cuando no podemos, la educación son todas aquellas cosas, que enseñan en la escuela, la casa, la televisión, la calle misma, pero que nunca le ponemos atención.

Cortesía mis queridos mortales, eso es lo que buscan.

Con cortesía puedo decirle a una mujer lo estúpida que es, y no lo sabrá, por que fui cortés, esa es la magia, el saber cómo, cuándo y porqué usarla.

Miro mi café, entre tanta estupidez que tecleo, se ha enfriado, y me da pereza prepararme otro, no importa, tengo mis cigarros, una adicción, una que no dejaré.

La primera bocanada sabe a gloria y rememoro a mi padre, él siempre fuma, ha estado tan mal a veces, que en mi práctica profesional le compraba sus cigarros, por que no tenía.

Sigo el hilo de mis pensamientos, y me pregunto cómo amar a unas personas que permitieron que creciera sola, no lo sé, pero dicen por ahí que en el amor no hay nada escrito, ¿o es en los gustos? Como sea.

Mi vida apesta, pero no me siento desdichada, tampoco feliz, pero es algo neutral que a las personas les serviría de mucho, el sentimiento de conformidad nunca ha sido bueno, pero da una tranquilidad que muy pocas personas han podido tener, obviamente me incluyo en ellas.

Me conformo con lo que tengo, con mis padres, hasta con mi inusual nombre, pero jamás y léase bien, jamás me conformaré con la información que ya tiene almacenada mi cabeza.

He roto todos los estereotipos establecidos en mi familia, traté de guiarme por sus reflejos, y caí, como nunca lo he hecho, soy contadora, por tratar de complacer a mi madre, mucho más a mi tía, pero descubrí en el proceso, a una Tamara que no me caía bien.

Dejé de decir lo que pensaba, para pasar a decir lo que querían, me dejé manipular como una muñeca, y he aquí, cuando comienza mi historia

Mis manos, de manicure estropeada, mis labios, de labial corrido, mis pestañas, con pegote de rimel, mis mejillas, demasiado desgastadas, mi sonrisa, inmensamente fingida.

Me encuentro sentada entre gatos, conejos, osos, entre tortugas verdes, pájaros amarillos y una hermosa mariposa color rosa, mientras miro me pregunto porqué las niñas quieren ser una, si ellas sólo viven un día ¿O viven más?

Desde mi posición, entre tanto peluche, desde el suelo frío en el que estoy observo a aquellas personas que prometieron protegerme, mi cabeza cae sobre mi pecho, inerte, y ya no puedo verlos, no pueden verme, más bien no quieren.

- A despertar - sonríe mi madre, siempre tan natural.

- Si - me escucho decir, con voz mecánica.

Me veo desde el mismo suelo, entre tanto regalo y muñeco, veo como me levanto con pereza, como me visto y calzo, siempre pulcra, siempre bella.

Pronto llega mamá, a peinar mi hermoso cabello, me besa la frente, me dice que bellos están hoy mis ojos, no siento la calidez de ese beso, no aquí, desde el suelo. Mi otra yo me observa y sonríe con tristeza, sólo soy una muñeca, ella es la verdadera, ella quiere ser yo, yo quiero ser ella.

 

Me toma de la cintura, y me pone dentro de su mochila sin que nuestra madre nos descubra, la obscuridad me invade, pero no se siente mal, se siente acogedor, ella me vio, yo misma me vi y me presté atención.

El camino al jardín es muy corto, lo suficiente para no aburrirme sin nada que ver, oigo a mi madre despedirse de ella, en cualquier caso, de mí.

Tengo cinco años, mi pelo es rubio, liso arriba con ondas al terminar, no sabría describir mi color de ojos, eso siempre, depende de que si va a llover, pero hoy, están más claros que nunca, antes de que mamá se fuera, nos informó que papá vendría a recogernos. Estoy emocionada, dentro de la mochila.

Tamara, yo, me saca de la mochila obscura, y con cuidado me ubica en la ventana, cerca del perchero para poner los abrigos, hoy no hace frío, pero tampoco calor, está como me gusta a mí. La tía Christina, comienza la clase, me veo reír a mis compañeros, mientras ella nos enseña a cortar, tan atenta que es ella, tanta paciencia que irradia, la tía Christina es la mejor.

El almuerzo es mucho menos ajetreado que otros días, hoy, tan perfecto día, las tías de la cocina prepararon algo de lo que Tamara pidió el día anterior, mi comida favorita, la de ella, puré, con lo que sea. Me sonríen desde la puerta y la tía Christina niega cansinamente pero una sonrisa adorna su rostro, yo siempre consigo lo que quiero, ella lo consigue.

Nos instan a dormir, pero ellas saben que yo no lo hago, me acuestan aparte en donde no pueda molestar y es la rutina de cada día. Mientras todos duermen, yo tomo con fuerza el dobladillo de mi falda, rogando por no llorar.

Me miro en el suelo desde la ventana y me dan ganas de ir y abrazarme, pero no puedo moverme, sólo puedo permanecer con una sonrisa en la cara, la que se me fabricó, con mis manos rígidas a los lados, y mi pelo rubio brillando al sol.

Nunca me gustó, le gustó, estar sola así, nunca pensaron en pasarle un papel y lápiz para dibujar, en darle un libro con imágenes para que dejara de pensar, nunca creyeron oportuno, permitirle salir a jugar.

Cuando la torturante hora termina, le permiten salir al patio, ese lugar lleno de juegos en el cual ella puede ser lo que desee, una princesa, un pirata, una Sailor Moon, ella prefiere el pirata, con sus cinco años, prefiere lo diferente. Antes de salir, me voltea hacía el otro lado de la ventana, para que pueda mirar afuera.

La veo correr, ensuciarse, mil veces caer, ella nunca llora, sólo dice "estoy bien", la veo reír por idioteces y golpear a más de un niño, es que ella es así, yo lo soy también.

La retan y ella comienza a actuar, lágrimas que yo no siento empieza a derramar, ella nunca aprenderá que no se juega con tales cosas, pero es que ella soy yo y no me siento mal. Mi sonrisa sigue en mi rostro, dibujada, pero sólo quiero gritar.

Se sale con la suya de nuevo, es abrazada, mimada hasta querida, sonríe como una adulta contra la tela del delantal de su maestra, mientras ella jura que ha sido muy severa. Si supiera, si tan sólo supiera.

 

Vuelve a la batalla una vez queda claro su descontento y su fingida inconformidad, juega en los neumáticos, en el cubo de arena, se tira por los refalines y roba un columpio, se le da lo que pide, o en su defecto toma lo que quiere.

Otra clase sale para recrearse, me veo mirarlos en un lento paneo, con una altivez que no corresponde a su edad, con una inusitadas intenciones de hacerlos rabiar, me dispongo a darles más que un susto.

Cuando Judith, tu, mi, mejor amiga cae en aquella broma, te lamentas el no haberla pensado mejor, debiste preveer que ella estaría bajo la casita del árbol, ahora ella llora y la abrazas para confortarla, las tías sonríen ante tal acto de cariño, que es el único que posees.

La campana suena con una melodía esperanzadora, vuelves al salón y te arreglas para ver a nuestro padre, estamos emocionadas, quiero llorar y tú también, pero somos fuertes, o eso es lo que me quieres hacer creer. Me jalas hacía afuera, dándome el privilegio de ir entre tus manos, para ser las primeras en ver a papá.

Las vemos vernos con lastima, sigo sentada en tu regazo, tu en el suelo, papá no viene por nosotras, no viene por ti, te preguntan si quieres que llamen a nuestra madre, te niegas, me niego, rotundamente.

Y llega, con sus Jeans desgastados, con la cara afeitada, el pelo peinado, una camisa celeste a cuadros que es lo único que recordamos, y queremos llorar, pero no lo hacemos, sólo corres hacía él llevándome en el trayecto, te pide disculpas por la demora pero lo abrazas sin querer escuchar, su olor nos tranquiliza, un olor que nunca más hemos podido olvidar.

Te despides con una mano mientras papá te toma de la otra, aún hay niños que esperan a sus padres pero son los de siempre, aquellos que están una jornada y media, sonríes complaciente y antes de perderte por el portón, Nicolás te grita.

- Nos vemos mañana, muñeca de trapo -

Le sacas la lengua divertida, para cruzar la calle y perderte de su vista, yo sigo oscilando en tu mano, entre contenta y fastidiada.

- ¿Muñeca de trapo? - pregunta mi padre, levantando las cejas.

- Si, como me llaman, por que soy flexible y nunca me rompo nada - sonreí ante la infantil explicación.

- Eso lo veremos -

Nuestro padre te toma en brazos, te hace cosquillas mientras te contorsionas arriba de él, eres escurridiza y en segundos atrapas su espalda como un Koala y afirmas su cuello con dulzura. Tes e infusiones

- Te doy el crédito, muñeca de trapo -

Creo que ésa vez, fue la primera en la que sentí que papá me halagaba, ese susurro de mi apodo de pequeña fue como si dijera mil maravillas de mí, claro que también, fue la última.

Seis años tenía, lo recuerdo como si fuera ayer, dejé de ser una niña, para convertirme en alguien diferente, me hicieron ver y escuchar cosas que no tenía porqué comprender, pero ellos no son perfectos, estoy defectuosa también.

Sonríes por comodidad más que por sentirlo realmente, sigo siendo la muñeca, sigo queriendo ser tú, sigues queriendo ser yo, me miras mucho, tratando de intercambiarnos, pero no se puede, qué daríamos por que así fuera.

 

Nuestras vidas
tal vez.

Te enfrascas en ti misma, en mí misma, dibujamos como nadie pudiera hacerlo, tenemos un don que pocos poseen, la capacidad para hacer que el dibujo te vea como si fuera realidad, es lo único que nos pertenece, realmente somos felices cuando dibujamos, pero no siempre dura una eternidad.

- Tamara - llama nuestra madre, acudimos con premura - iremos al cementerio.

No supe para qué, no pregunté, no quise hacerlo, pero al llegar, y ver a mi bisabuela en el ataúd, comprendí todo, ella no hablaba recordamos con cariño, pero nos acariciaba con ternura por mucho tiempo en su mecedora antigua, de tanta edad como ella, su olor rancio no nos incomodaba, al contrario, nos calmaba, nos hacía recordar que éramos pequeñas, sólo unas niñas.

Se fue sin decir palabra, ya no podrás más balancearte sobre ella, pero a esa edad, comprendes que ella estará mejor, sin esa gente hipócrita a su alrededor.

- Dile adiós -

- Adiós, bisa -

Nunca más volvimos.

Entré a Scout, algo raro y nuevo para mí, tengo ocho, sigo dibujando, sigo en lo mío, mientras intento algo nuevo, me gusta eso de ser una Scout, pero tarde comprendía, que sólo seguía los pasos de alguien, sólo me metían para que se sintieran orgullosos, al fin de cuentas gané.

Pero gané tarde.

Miraba cómo te quemabas, por fin pude ocupar tú lugar y tú el mío, pero no contabas con que no te permitiría permanecer a mi lado. Te enseñaron a confiar en la gente, mientras que yo en mi carcasa de muñeca veía como se reían a nuestras espaldas. Eso cambiaría.

Ya tengo diez, y soy una sola, nada de muñecas, ni de esas cosas, estoy yo.

Mis dibujos han estado peor, no sé qué pasa, tal vez no debí separarte de mí, eras la parte amable, la que hacía lo que nos pedían, yo sólo puedo ironizar y criticar a la gente.

Pero en ese entonces, fue cuando me separé de mamá.

- Que rayos - gemí encolerizada - no sale, no sale

- ¿Qué pasa? - pregunta mi madre

- No sé porqué no puedo dibujar, no me salen, por más que intento - me quejé

- Ah, debe ser que nunca has tenido imaginación -

Se fue luego de decir esas palabras, salieron de su boca con tanta naturalidad como yo digo "Cigarro", dejé de dibujar después de eso, lo intenté un tiempo después, ¿el resultado? No pude volver a hacer que la mirada traspasara el papel.

Mi linda madre, si supieras el resentimiento que te tengo, pero dependes de mí, eres lo único que me recuerda que soy humana, he vivido por ti tanto tiempo, y ni cuenta te das de lo que dices, desubicada te catalogo, increíblemente infantil.

Tengo un hermano.

Cuando me dicen eso me alegro increíblemente, es sensacional, mi padre me ha dado un hermano a pesar de que es sólo por su parte. Sonrío al pensar que deberá ser adorable cuando nazca, ¿la sorpresa? Tiene un año y medio.

Un año y medio. Dieciocho meses. Setenta y dos semanas.

 

Me enamoré de ti al verte, odié a mi padre por presentarnos tan tardíamente, me perdí ese año y medio de tu corta vida, pero pretendía que no volviese a pasar.

Ahora si tengo suerte, logro verte cinco veces por año, tienes once, estás grande y más alto que yo, yo soy una enana, un elfo cualquiera, pero tú eres lo que siempre soñé. Eres mi hermano.

Somos cuatro. Ángelo, Michel, Amaro y yo. Pero sáquenme de la ecuación, yo no combino allí.

En mi corazón, somos tres, mi hermano Ángelo, mi pequeña Martina y yo. No soy madre, ni siquiera una real hermana, puedo tener preferencias, y las tengo, sé que aquellos dos también son hijos de mi padre, pero así los veo, como hijos de mi padre, no como hermanos, lo siento. Realmente, no.

- Tienes el corazón frío, como hielo -

Me gritó mi mamá una vez, después de eso, siempre me pregunté si era verdad, tal vez.

No soy la típica niña, no les temo a las arañas, amo las serpientes, disfruto la menta, amo estar sola, y odio por sobre todo a los hombres. No los soporto.

Tengo doce, soy mujer, o eso es lo que te hacen creer. Puras tonterías. Y fue cuando en definitiva, dejé de escuchar a mamá.

- No tienes corazón -

¿Qué es entonces ése órgano que palpita en mi ser? ¿Cómo es que estoy viva? ¿Cómo es que aún duele al escuchar? Comprendí que tener corazón, no significa necesariamente usarlo.

Entendí tarde que poder mirar a alguien recién atropellado en la calle y no sentir ni lastima, ni un poquito, era raro, que robar no era bueno, que ironizar lo incorrecto, que decir lo que pensaba era peor, que hablar de sexo como si lo hubiera hecho era un escándalo, que fumar era de rebeldes, que maldecir era indignante, que bailar así era de cualquiera, que amar era doloroso.

Todo eso era yo, pero algo no dejé de hacer. ¿Adivinan? Fumar.

Me consolaba el hecho de que me mataría antes de que las cosas empeoraran. Aún lo espero.

Me encerré en mi capsula de protección, no dejé a nadie entrar, no copié lo que los demás hacían, me regí por mi, pero fui cuando más sola estuve.

Conocí el opio a los ocho, a los diez la marihuana, a los doce la cocaína. Probé los dos últimos. Me quedé con el de al medio. Mentira. Ni eso llama mi atención. Pero no debía saber de eso a esas edades, no debía conversar con hombres grandes, llámense "grandes" a los traficantes, no debí ver lo que vi, no debí ver a mi padre borracho, ni drogado, ni menos furioso.

Amo a mi padre, como no tienen idea, es extraño, cualquiera le guardaría resentimientos, si junto todos los días que lo he visto, con suerte formo un año, con mucha suerte. Pero lo amo más que a nada, y odio llorar cuando escribo esto, el es el hombre más, perdón, maricón que he conocido, es malo, horrible como padre, pésimo como amigo, mala influencia, infeliz, idiota, bueno para nada
pero lo amo demasiado.

No quiero ser igual a él, pero cada día que pasa, su cara se refleja cuando me miro al espejo. No quiero ser como mamá, pero su mitad siempre me mira al lavarme el rostro. Soy una mezcla de los defectos de mis progenitores, soy la maldita perfección de ellos dos.

Desde los once, me críe sola, me cocine, hice mis tareas, bañé, mimé y consentí a mí misma, nadie hablaba conmigo, nadie preguntaba si estaba bien. Soñaba que al otro día, podría irme a la escuela, y olvidar todo lo que pasaba.

 

- No me importa qué me des, te quiero conmigo - le grité a mi madre, ella tenía dos trabajos, salía a las siete de la mañana a trabajar, volvía a las dos de la madrugada.

- Lo entenderás cuando crezcas - me dijo.

Aún espero entenderlo, tengo veintiún años, y sigo sin entender, nunca pedí nada, nunca se medio, no logro entender para qué tanto trabajo y dinero, si no vi nada de ello.

Tan vacía me siento, pero no quiero que me tengas lastima, me siento bien así, aprendí que es mejor conformarse con lo que se tiene, no sientas pena si lees esto, sólo lo hago para descargarme, es mi cumpleaños, es mi deseo.

Tengo catorce, ponía la soga en mi cuello, y en un movimiento el aire se cortó, sonreí, quería morir, el primer intento estaba visible en mis muñecas, qué iba a saber yo, que tengo buena coagulación, ni desangrada puedo morir.

Escuchaba el sonido del televisor, mientras mi visión se hacía borrosa, y antes de perder el conocimiento, la soga se cortó, ¬¬, sí, mala suerte. O buena, depende del punto de vista.

Dicen que la tercera, es la vencida, con quince, y tras un año entero de flagelarme y castigarme, aunque siendo sincera, ese dolor en mis brazos por los cortes, era lo que me mantenía cuerda, intenté por última vez.

Un coctel de pastillas, Hummm... delicioso, y como resultado, al hospital, lavado de estomago y cuatro días de mi vida que no recuerdo, sinceramente, no recuerdo, desearía saber qué pasó. En mi familia hacen ver que ese episodio nunca ocurrió, sólo me dormí un miércoles por la tarde y desperté un Lunes por la mañana, súper normal.

Supe después, que no podría morir con facilidad, dejé de cortarme los brazos, pero la necesidad siempre está, no lo niego, me sentía bien cuando lo hacía, es un desahogo que no se compara con la lectura o la escritura, lamentablemente.

Dejé de llorar, de reír con sinceridad, volví al papel de "estoy bien, mira mi sonrisa" y me lo permitieron, dejaron que sucediera, dejaron que me enclaustrara en mi.

Sicólogo. Cuando supe que iría, me negué, mi madre me convenció, recuperé a papá, por un tiempo. Nunca mamá me llevó al sicólogo, mi papá no volvió, volví a sentirme igual.

Fue entonces, que leí, y gracias a merlín que se apareció en mi camino, leí miles de libros, soy pésima para los títulos, lo siento, pero descubrí un mundo donde yo era genial, donde lo que hacía nadie más lo podía hacer, refiriéndome a mi familia, leía sin que me molestaran, sin que estorbaran, con la necesidad reprimida de tirarme de un gran edificio, con el control de las emociones a tope.

Leer, me devolvió la mayoría del control. Leer, me alejó sutilmente de la sociedad. Soy la mujer de los libros, y por primera vez, no soy una extraña persona.

Porque leer no discrimina, no lo hace, no es como el canto, el dibujo, el diseño, el baile, todos si saben leer, pueden hacerlo. Hay gente que nunca aprende a bailar, siempre podrás aprender a leer.

No dejo de llorar desde que abrí el grifo de mi padre, pero entre lagunas escribo incoherencias como estas. He de ser sincera y reconocer, que esto que escribo no es ni la mitad de lo que me ha pasado, pero el resto, es resto es mío.

Mi cabello ya no es rubio, se opaco con el tiempo, hasta ser de un castaño medio, que me he encargado de teñir hasta de fucsia, aprendí a manejar mis ojos, ya no son la ventana a mi alma, son un arma más.

Y lo que más lamento, es que dejé de ser aquella muñeca de trapo, nunca sabré la verdad, si era ella quien me manejaba o yo a ella, tal vez los hilos no los controle, tal vez las dos éramos manejadas vilmente, pero sólo de algo estoy segura
me muevo a completa libertad, mientas aquellos hilos dibujados a conciencia les hacen creer que tienen poder sobre mí, me muevo bajo ellos, a su lado, y pueden pisotearme, pero el cielo, siempre estará arriba de ellos.

No soy escritora, no soy fanática, no soy normal, tampoco rara, no soy contadora aunque lo dice mi titulo, no tengo veintiuno a pesar de mi ID, no soy pequeña a pesar de mi estatura, no soy feliz, a pesar de mi expresión, no estoy triste, a pesar de mi interior.

Soy neutral, sólo soy alguien más, que se las da de grande y sueña con volar, y a pesar de que sea la chica loca en busca de la verdad, sabemos muy bien, que nunca la encontrará.

Y en los restos de aquellas cenizas, descansa mi corazón, si no lo utilizo, no me sirve. Era de hielo y se derritió, no lo tengo, pero puse letras en su lugar, letras de un puzzle, que algún día espero armar.


Espero que hayan entendido algo, si no, pues saben que respondo sus dudas.

Acepto de regalo, autos, departamentos, dinero, joyas, a Draco con cinta verde, una varita (de verdad, nada de palitos de árbol), caramelos de menta con chocolates, helado de menta, un viaje a Milán, Italia, Japón o a la Isla de Pascua, y por sobre todo
CIGARROS, MUCHOS DE ELLOS.

Espero ansiosa sus obsequios vía lechuza. ¬¬, nada de regalos virtuales, a no ser que hagan un dibujo lindo de un paisaje o montañas y lo escaneen y me lo manden. O también, la portada de Ático, que no hay caso, cada vez que intento, no me sale (Ron-Hermione-Draco).

Verlos en persona, sería lo mejor, pero es mucho pedir =D. Besotes.

Aniia, la chica loca, en busca de la verdad.

Rag Doll - Fanfics de Harry Potter

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Este es mi regalo, para mí de mí con todo mi yo, en el día de mi cumpleaños, no me gustan, pero lo normal sería que sí, en fin, amo escribir, y esto no s

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2024-11-11

 

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