Reaparición - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

D E C I R A D I Ó S:

No tenía consuelo. Aquello que había sucedido no debía sucederle a nadie en la vida. Estaba hincado en el suelo, mirando el delicado cuerpo de una mujer, que yacía en una cama de hospital. Ella estaba allí, con su mano aferrada a la de él. Se iba para siempre, lo estaba presenciando. Era mejor irse, sin decir adiós. Dolía menos. Inspiró y alzó la cabeza cuando la otra mano, acarició sin fuerzas, su rostro. Estaba sonriendo, estaba feliz pero él, no encontraba palabras para describir lo que sentía. Tanto tiempo en silencio.

Muerte. Él sentía a la muerte, que se llevaría lo que más le importaba. Había aprendido a sentir. Había aprendido a preocuparse, por las esperanzas y sueños de otro. Era su voz y ahora, se quedaba mudo para siempre. Solo conservaría fotos. Solo conservaría inútiles recuerdos de vivencias, que nunca apreció correctamente. Era un maldito imbécil. Se despreciaba por que ella, estuviera sufriendo. ¿Y por qué no? Podía sentirse cursi si quería.

 

- Levántate... No quiero morir y que...Estés a mis pies.

Se sentía rastrero, como si le ofreciera sus disculpas a su señor tenebroso. No, ella no era su señor. Ella era, Hermione. La Hermione moribunda, que le estaba diciendo adiós. Apenas se atrevió a alzar la cabeza. ¿Por qué todos a su alrededor, morían? Es...Era, un asesino.

- He dicho que te levantes.

Apenas obedece, su cuerpo está dormido. Ha pasado horas allí, pero no tiene interés de estar en otra parte. Él no es así, no se siente como tal, pero está muriendo y ya no le importa. La mira desde arriba, ella se ha encogido en esa cama, se ha reducido. Ya no queda nada de ella. Se nota que surca su rostro, un gesto de dolor. Se preocupa y trata de evitar que quién espera a los brazos de la muerte, no tenga tanto sufrimiento. Pero eso es imposible.

- No temas- le susurra, pero ella no tiene miedo. Ya no más.

- No estoy asustada. Voy a estar bien, lo sé. Recuerda, lo que pierdes nunca te abandona.

La valentía de los Gryffindors que nunca se iba. ¿Por qué ellos tenían que ser así? Gallardos, intensos, valientes. Todo eso, sinónimos. Así había muerto ella, Lily Evans, la terquedad reinaba en la casa Gryffindor.

Permaneció contemplándola, mientras ella sonreía. Perdía el habla muy pronto y solo la vio allí, muda, haciendo gestos con sus manos. No le podía entender, pero allí estaba. Estaba sentado a su lado. Pronto perdería los sentidos, pero al menos podría sentir la sombra de quién la cubría. Se retorcía en la cama, pronto moriría sin remedio. Le dolía, intentaba gritar, pero ya no tenía voz. Solo le miraba y se sentía como si una marioneta grotesca, intentara comunicarse con él. Su mano trataba de alcanzarlo, pero no podía más de unos pocos centímetros. Las acercó para ella. Se iba, en su tremor lo podía sentir.

Y allí estuvo, hasta que ella dejó de verle. Hasta que dejó de oírle y de sentir su mano. Se levantó en silencio y con su mano, cerró sus ojos para siempre. La miró, descansando, durmiendo como siempre que trabaja demasiado y regresaba tarde a casa. Pero ya no regresaba, ya estaba perdido en su soledad. ¿Qué importaba lo demás?

- Adiós, Hermione. Adiós para siempre. Descansa.

La dejó allí, pero lo sabía, sabía que ella ya no estaría en esa cama. Que ella se levantaría y se iría, luego. Otra esperanza que el mundo, le estaba robando en un poco aliento. Se había prometido, no volver a amar. No amar a nadie, como las amó a ellas. No tenía más espacio en su habitación oscuras. En su habitación a oscuras, donde ella amaba dormir. No importaba si él no estaba, siempre encontraba su cuerpo, en aquella cama. Pero ya no tenía por qué buscar.

 

Permaneció sentado en el sofá del salón, esperando algo que desconocía. Apenas respiraba, el silencio tenía su aroma, tenía su presencia en cada espacio. En cada pared, en cada centímetro de tela en aquel raído sofá. ¡Cómo odiaba todo aquello! Las memorias de su fracaso. Las memorias de su triste vida, como un maldito mortífago. Eso era lo que tenía que decirse. Que era un maldito imbécil y que no servía para nada.

- Descansa, Hermione.- le susurró a la nada, al viento que la convertía en su sueño, en su pesadilla recurrente de almohadas. Le tenía miedo, le tenía tanta rabia. ¿Por qué no llevárselo a él, consigo?

Se levantó de aquel sofá y abrió la puerta hacia la calle. Ella no le dejaría ir, tenía que encontrar nuevos aires, nuevos lugares para morirse lentamente. No soportaría la tortura mental, cual cruciatus. Estaba destinado a morir por sus propios demonios. No necesitaba más, que se sumaran a su problema.

Se iba, dejando su retrato en aquella pared. No tenía sentido que viajara con los recuerdos. Los podía demoler y construír más, para seguir mortificándose. No entendía las antiguas palabras de Hermione, pero esperaba que no se cumplieran.

"Lo que pierdes, nunca te abandona"

L A M U E R T E:

Caminaba errante, en el mundo. No necesitaba estacionarse, ya no se sentía como debía. Suspiró y miró al cielo abierto. Hogwarts, nunca se sintió tan solo, desde que ella había desaparecido de su mundo. Un infierno, así se sentía su mundo. Triste, así se sentía el inframundo. No podía pensar en otra sensación, más que el dolor y la tristeza de saberse fracasado, de saberse perdido ante la nada. Cómo le dolía. Cómo sentía.

Miraba al lago, miraba al calamar gigante. En sus aguas, podía mirarla y recordarlo. En su mente, podía plasmarlo y sentirlo. ¡Maldita la mente! ¡Incesante su voz, llamando a su puerta e incomodándole! Mirando y mirando, esperando que algún paisaje cambie eso que siente, por algo menos tortuoso. No sucederá, el amor no se muda. Se siente imbécil, por sentirse como cualquier humano normal. Justo ahora.

Recuerda, estimula a su mente, para que le brinde información. Aún puede sentir en sus manos, el delicado cuerpo de su esposa, en el suelo. Sentía sus finos cabellos, entre sus dedos, un cálido beso que se convirtió en el más frío iceberg, de la pérdida. Pensando, mirando, todas esas imágenes en un flash molesto. No podía salvarla, lo presentía.

- Hermione...- su voz no surgió más que para pronunciar su nombre. Ella sonreía y sus manos colgaban. Su frente sangraba con borboteos constantes. ¿Por qué se sentía tan feliz, de irse de su vida? ¿Es que acaso, iba a verse con alguien?

- Severus, tranquilo...- balbuceó, pero le entendió perfectamente. ¿Quién guardaba la calma, antes de la muerte?

- ¿Qué te...?

- Ahórrate...Esas...Palabras clichés...- le dijo y su mano, manchada en sangre, acarició su pálido rostro. Era como pintura, sobre una pared blancuzca- Solo bésame una vez más.

 

Si no hubiese escuchado su petición, quizá hubiese sido afortunado. Quizá simplemente hubiese sido un tonto. Pero el último beso, tan cálido. Algo estaba húmedo, sus dedos entumecidos con su sangre, sus labios secos, húmedos con sus lágrimas. A ella le dolía perderlo, lo sabía. Le dolía entregárselo a otra mujer. Pero lo que no sabía, es que él no era de nada ni de nadie. Fue suyo, por un momento que duró, tan poco.

Suspiraba, cuando su mente le pedía que se detuviera. Pero no, tenía que tenerla en su mente. Tenía que torturarse por los errores cometidos. No sabía hacer otra cosa que eso. No sabía sentirse diferente, a más que eso.

Su beso fue distinto. Nunca había besado a nadie moribundo, pero supo que había sido cuestión de otra cosa. Ella cerró sus ojos por un momento y llegó a pensar, que ya la había perdido para siempre. Apenas la miró, apenas sintió su pulso, no quería saberla perdida. no quería saberse encadenado a una vida muerta. No, a una muerta. Eso no era vida.

Sus labios, recordarlos le erizaban la piel, de una forma increíble. Podía sentirlos y describirlos en cualquier lugar y en todo momento. Eran dulces, sencillos y pequeños. Oírla hablar, solo le hacía mirar su boca. Se sentía cursi, se sentía estúpido e infelíz, pero solo pensaba en su boca. En la suya propia, delineando aquél cuerpo escultural. ¿Y qué si tenía sueños eróticos? ¿Sueños como todo el mundo? Ya era uno de ellos.

- Hermione...- su voz retumbó en sus fríos aposentos, allí en Hogwarts. Vivía encerrado y ya no quería salir más.

"Lo que pierdes nunca te abandona"

Pues así fue, le abandonó por tanto tiempo. Se había lanzado a los confines de la soledad inmediata, a lo primero que siempre tuvo. No necesitaba más, no quería más. Herido estaba ya su corazón, su alma había partido de su cuerpo, al primer vaso de whiskey que se había bebido. Ya nada era igual, ya nada tenía utilidad.

Pero de una u otra forma, algunas cosas comenzaron a cambiar. La mirada fría, se vio reflejada en otra. Por una razón en particular, ese mirar le recordaba tanto a algo, que había decidido olvidar con el paso del tiempo. Le atrajo enseguida y nunca supo por qué. Aquella criatura, tenía algo importante, que hacía que le mirara una y otra vez. Llegó a su vida sin un por qué y ya estaba en su puerta, cuando quiso conocer el motivo. Eso tenía unos aires raros, aires misteriosos. Casi no hablaba y le miraba con absoluta calma.

- ¿Quién eres, qué haces con mi vida?- susurraba, anonadado. Le había encantado en el preciso momento, en el cual le había visto.

- ¿Yo? Yo soy...Soy tu amiga.

¿Su amiga? se preguntaba aquel hombre, que en su vida había tenido amigos. La miró con un gesto de reproche, pero ella continuó con su oratoria. Ella estaba allí parada, vestida de blanco y él, a pocos centímetros de la puerta.

- Yo sé que estás solitario y quiero ayudarte. Al menos, eso es lo que me han dicho. Que te niegas a salir y a amar a los demás.

- ¿Cómo sabes todo eso?

- ¿Cómo lo sé? Por que ya lo he visto.

R E N A C E R:

Inspiraba, cuando aquella joven no hablaba. Cuestiones de la vida, ella aparecía de la nada. Tal como las otras dos. Sentía tantas cosas, al mirarla. Ella lo provocaba, lo sabía. Por un motivo curiosamente inexplicable. Ella era encantadora, ella tenía tantas misteriosas cualidades. Estaba sentada en su escritorio. Sus labios apretados en una sonrisa medio infantiloide. No sabía...No entendía, pero la quería.

 

Era como una especie de magia, más que su varita. La oía, oía mencionar su nombre y ya la quería. ¿Por qué se sentía así? ¿Cómo si se tratase de una vieja amistad? La miraba pero aún así, sus ojos no le decían nada más que unas pocas sensaciones. ¿Por qué sentía, que estaba allí, si era una persona totalmente distinta? Aquella mujer, aquellos hermosos labios. Si los probaba, seguramente...Si los probaba. No, eran totalmente distintos. Aquellos eran mucho más que dos simples trozos de piel. Jamás un par de labios, habían salvado su vida. Se sentía idiota, se sentía confuso. Patidifuso. Ella le sonreía, ella insistía.

Pero no le quebraría, no abriría sus brazos a un nuevo sentir que se iría volando, como un ave libre. No quería volver a herirse, no quería volver a martirizarse, por los sentimientos de otra. No podía dejarse seducir, dejarse embestir por lo que su sonrisa, quería decirle. Tenía que mantenerse firme, estar allí con mano dura. Él tenía cerrado su corazón y no lo abriría una vez más. Nunca había dolido tanto.

- ¿Qué? ¿Te molesto?

- Sí, sal de mi vista. Sal de mi vida- aquella misteriosa mujer de cabellos tan negros como él, de ojos tan seductores como ella sola. ¿Por qué estaba haciéndole memorizar, lo que tanto le dolía? Lo que su memoria quería arrancar, ella lo hacía revivir. Es que ella, era tan parecida. Ambas eran tan parecidas.

- No te dejas amar- fue su comentario, un roce intencional de su mano en su brazo- ¿Por qué será que eres así?

- No le he dado el permiso, de tutearme.

- ¿Darme permiso? No tienes que dármelo, créemelo- Aquella mujer, con esa voz que tanto le hacía pensar en ella. ¿Por qué, de qué se trataba todo ese juego? Pues ella, no estaba dispuesta a ceder. Suspiraba, sonreía en el escritorio. Quién era...¿De dónde había salido? Pues nunca lo supo, puesto que nunca se lo mencionaron. De todas formas, era como su...¿Como quién? ¿Como aquella que perdió? ¿Aquella que se atrevió a dejarle en las frías celdas del abismo? Se parecían, pero...No era ella. No lo era.

"Él mismo la había enterrado"

- ¿Quién eres?

- ¿Quién soy? ¿Importa mucho?- su sonrisa, era idéntica a la de ella, cuando ella trataba de huír de sus preguntas comprometedoras.

- Eres...¿Qué eres, demonios?

- Soy lo que necesitas, lo que estabas esperando por tanto tiempo- su voz sedosa, se escucha en sus oídos, como una dulce melodía. Era como ella, melodiosa.

No espera nada, pero aquella mujer sí. Ella da el primer paso. Sus manos se cierran sobre su túnica, de una forma tan particular. Hacen el mismo gesto que hacía ella, cuando sostenía su túnica. Sonreía igual, al ver imperfecciones. Al no verla planchada y lisa. ¿por qué se parecía tanto a su dolor?

- Le aviso, que quiero que quite sus manos de mi cuerpo.

- No, sabes aún...¿por qué te rehúsas antes?

No le contestaba, aquella mujer que estuvo a kilómetros de lejanía, ahora estaba cerca, le estaba besando. Le besaba con esa ternura tan delicada, que solía aplicar aquella...¡No podía estar en lo cierto! Esa ternura solo era suya. Aún así, besarla era lo que estuvo deseando todos esos malditos meses. Sentía su carne débil, al rozar sus labios con algo tan suave. Perdía todo gramo de conciencia que le quedaba. No importaba que ella fuese toda una extraña. Pero no lo soportaba, se sentía igual que ella. Se revolvían sus sentires. Una lágrima solitaria, le arrancaba al besarlo, con aquellos labios de seda. El beso que no sintió por la desesperación de perderla, por la desesperación de arruinarlo más. Apenas se sabe dueño de sus acciones, apenas sabe que está en una pared sin salidad, abrazado a una mujer. Las cortinas le cubren, mientras le llora a la noche. Ella está allí y abraza de la misma forma que ella lo hacía. ¡Qué feliz se siente por ese mísero segundo! Sin saber quién es esa misteriosa mujer, que recorre los confines de su habitación, que es su mente también.

 

¿P O R Q U É?:

Se había dormido, con su cabeza en su pecho. Pensar, en una habitación a oscuras. Sobre su cama, con su cuerpo. Sedoso, idéntico a su piel. Tan suave como la rosa, que ella solía llevar tras su oreja. ¿Por qué? ¿Por qué tenían que parecerse tanto? Se sentía imbécil, con la promesa de jamás amara una vez más. ¿Por qué seguía insistiendo? ¿Por qué seguía allí, susurrando?

- Me dirás...¿Qué es lo que quieres?- suspiraba, a la luz de un débil fuego. Ella no le estaba mirando, ella no estaba mirando nada. Las graciosas llamas, reflejadas en su mirada, resaltaron el parecido que ambas tenían.

- Es algo que tienes en tus manos, es algo que ya sabes. Algo que no tiene final.

- Me siento, me siento yo otra vez- fue su respuesta. Un designio de dios, no sabe qué más decirle a esa mujer, entre sus sábanas. Ella solo rió. Designios de dios. Estufa de pellets

- Dios y sus designios- dijo la mujer en un respingo- Dios dijo, dios te amó. Alzó tus manos por ti.

No sabía de qué hablaba, pero el sueño amenazaba con vencerle. Se dejó convencer por su sedosa mano, que acariciaba su rostro. Había violado sus propios códigos y había terminado con una mujer. Envuelto entre sus brazos. Brazos que se sentían tan delicados como los de ella, tan sutil su toque, como los de ella. No pudo evitarlo, era como si la estuviese mirando. Quizá era un tonto, en creer en algo que no tenía final. Pero ella era...Ella era tan ella a la vez. Ella era ambas.

- Designios de dios.

Abrió sus ojos, poco después. Ella no estaba en la cama, ella no staba en aquella habitación. ¿Habría estado soñando entonces? Intentó pensar por sí mismo, pero al final, solo tenía sus recuerdos. Se sentía él, otra vez. Se levantó de la cama, caminó un poco hacia las habitaciones restantes. Ella estaba allí, vestida de blanco. Él estaba a pocos centímetros de su puerta. otra vez.

Se miraba en el espejo. Era ella, lo sabía. Designios de dios. Desde el espejo le sonreía, Hermione le sonreía. Sintió su corazón, llenar de emociones y un golpetazo súbito a su alma. Estaba allí, mirándose en el espejo. Siempre supo que era ella y él siempre la veía como era. Siendo ella, siendo lo que realmente era. Su esposa, la mujer que había decidido compartir un momento con él. Que había decidido tomar su corazón con sus manos. Sentía que ya no estaba solo, una vez más lo sentía.

 

Se sentía él de nuevo. Cuando estuvo perdido, cuando no supo nada más de sí. Sentía amor, él también sentía. Era el peor ser sobre la tierra, pero se sentía corrompido por esos sentimientos, por esos sentidos. Apenas logró caminar, apenas logró sentirse a sí mismo, al final.

Se detuvo atrás de ella, su sonrisa seguía en ese espejo. Ella estaba feliz, él estaba mirándola como era. Con su esplendor, con su mirada cautiva y sus labios seda. Apenas sus brazos la rodearon, sintió tantas cosas diferentes. Quería perderse en su mente y no regresar más. Cobijarse entre cortinas y jugar toda la noche. Mirar su vestido, acariciarlo. Sentir sus labios, recorrer cada centímetro de los suyos. No importaban los pensamientos cursis. Se sentía como un hombre, como cualquier otro. Algo que tocaban sus manos, el amor en cuerpo de mujer. Era él otra vez, pero no interesaba. Quería seguir sintiéndose un mortal más. Seguir sintiéndose amado y amante. Ella lo sabía.

- Designios de dios.

- ¿Por qué?

- Yo creo, que tú me necesitas esta noche.

E L L A E S T Á A Q U Í:

Era ella, lo sentía. La que se miraba en el espejo era Hermione. Ella había regresado, para estar a su lado. No sabía cómo sentirse, no sabía si lo necesitaba. Si estaba deseoso, enamorado como loco. Tenía miedo, tenía miedo de caerse otra vez. De aquella pesadilla que significaba perderla. La mujer que estaba frente a él, no era otra que ella. Lo presentía, en sus labios aún existía. ¿Por qué no se dio cuenta? ¿Por qué esperó por las señales? Ella está hermosa, aún cuando no es solo ella lo que mira. Hay otra mujer, pero la esencia es la misma.

- ¿Esperabas a alguién más?

- ¿Esperaba yo, que el amor se terminaba?

La mirada sigue siendo cálida. Es ella en toda su esencia. Asombrado mira el espejo, ella se está mirando desde otro cuerpo. Pero no se inmuta, no siente otra cosa que felicidad. Felicidad de volver, de estar con él, de sentir su calor una vez más. No lo podrá tocar, pero al menos lo puede intentar. Lo ama y eso fue lo que la trajo de vuelta. Tan poco tiempo juntos, tan pocas palabras dichas. Tan pocos momentos compartidos. Eso fue...Eso fue lo que la trajo de vuelta.

- ¿Te dije que te amaba?- su dulce voz se pierde en sus sentidos, la contempla con un suspiro. Las luces tenues de la tarde, brindan la privacidad necesaria para su secreto- Lo sabes, sino no te habrías quedado conmigo. No sabías quién era y aún así, llego a tu vida de improvisto. Me miras y me besas. Te acuestas conmigo y me miras una vez más. ¿Harías eso con otra mujer?

- No hay otra mujer. Mi corazón no sabe, lo que es una mujer- susurra, su voz rompe el silencio de sus pesares. Ella regresó, ella está allí y le mira con una sonrisa.

- Pero sabes, quién soy yo.

- Siempre he sabido quién eres tú. Más que una mujer, por eso te escogí- su risa melodiosa, le hace compañía. Su esposa, está riendo en el cuerpo de otra.

- Me escogiste.

No dice nada más, toma su mano y salen de la habitación. Van a un lugar mágico para ella, van a un lugar, al que él debió ir hacía ya tanto tiempo. Ese lugar, donde ella permaneció esperándole, pero que él nunca decidió ir. Sentía tantas cosas horribles, cuando iba de visita, que decidió olvidar esa vieja costumbre. Se detienen, con una sonrisa ella le señala lo que está a sus pies. Es ella, es su tumba, la misma que él cavó. Donde la sepultó.

 

- Déjame una flor, antes de que me marchite.

- Dejarte una flor, te dejaría otra cosa si fuese posible.

- No olvides mi nombre, ni mi voz. Todas las personas, tienen un pedacito de ti, llamado recuerdo. Sin darte cuenta, tú tienes muchos.

- No se vive de recuerdos.

- Y tampoco, con la vida de otro. Como este cuerpo. Quizá este cuerpo descienda y sea alguien muy importante.

No entiende lo que está diciendo, pero no importa. No lo necesita, ya sintió suficiente, ya supo que ella estaba allí. Estaba a su lado y aunque él había abandonado su hogar, su tumba, ella había ido a buscarle de todos modos. Eso le gustaba, eso le hacía sentir completo.

Ella estaba allí.

Y O T E N G O C O R A Z Ó N:

Con el alba se despedía, con la noche le sonreía. Estaba ensimismado en mirar hacia el cielo. En mirar el nuevo hogar de ella. Por que ella estaba allí, ella había descendido para darle una luz a su alma. Todo tenía un sentido, un por qué, ahora que ella había regresado. No podía evitar sentirlo. Era como un ser humano, era uno de ellos y por lo tanto, debía actuar como tal. Sus manos suaves, acariciaban su rostro.

- ¿No te olvidarás de mí, aunque las circunstancias te obliguen?- cobijado entre sus brazos, entre su cuerpo, él mira al cielo. Mira las enormes nubes y las pequeñas. Sonríe al imaginarse solo y olvidándola.

- Las circunstancias siempre me obligaron a hacer todo lo que nunca quise. Incluso, a enamorarme. Pero dudo, que puedan doblegarme y hacerme olvidarte.

Su sonrisa es tan clara como el mismo cielo y tan oculta como una sombra. Le fue siempre imposible saber, qué tenía en mente o qué sentía. Pero ya no importaba. Lo único en lo que pensaba era en que ya podía ser él mismo. Y además, estaba con ella. ¿Qué otra cosa podía necesitar? Tenía su corazón y eso no le incomodaba. Que se lo llevara si eso tanto deseaba.

- Yo tengo tu corazón- dijo ella, con sus labios a centímetros de mostrarle el mundo, en el que estaba viviendo. Su rostro a un palmo, hacía la única sombra sobre el suyo. Su aliento cálido, la única brisa que su piel muerta, sentía.

- Llévatelo, te lo regalo- le dijo y aquella mujer, aquella que fue su esposa, sonreía sin disimulo. Era extraño, pero su esposa seguía bajo aquel cuerpo. Estaba allí, sonriendo y mirando hacia el cielo. Allí donde vivía. Pronto iba a partir.

- Me lo llevaré, como antes. ¿Seguro que no lo necesitas?

- No. No hay nada más que sentir. Todo lo he sentido ya. Estando aquí, estando allá. No tengo más que hacer con él.

Su cabeza se movía delicadamente, el mismo gesto que ella solía hacer cuando estaba en desacuerdo. Pero no le importaba si lo estaba o no. Ya había dicho todo eso que quería decirle y estaba en paz consigo mismo. Por que él, también tenía un corazón. Uno que necesitaba expresarse y ya lo había hecho. Supuso que ya podía dejarla ir, que ya podía entender que estaba bien sin ella, por que bueno, ella le había obligado a sentirla de tantas formas diferentes. Su miedo a irse sin despedirse de él, sin decirle qué tanto le amaba. Pero no tenía importancia, no era algo que él, ya no supiera.

- Me llevo tu corazón. Yo lo tengo.

 

- Dile adiós, de mi parte.

Ella sonreía una vez más y abría sus manos ante él. Una pequeña flor, que volaba con el viento. Así iba a ser su vida. Volaría su corazón con ella y se iría para siempre. Quizá, no amaría a nadie más, pero en realidad no lo necesitaba. Sin corazón, podría serle fiel a su memoria. ¿Para qué sentir nuevos aires, si los que sentía, ya eran perfectos? Suspirando, ella se levantaba del suelo. Sus pies apenas lo tocaban. Era hora de partir.

"Yo tengo corazón"

D E C I R L E A D I Ó S D E N U E V O:

Se elevaba, sus pies pronto no tocarían más el suelo que pisaba. Sostenía su mano y con una sonrisa amable, le decía adiós a su amor. No podía ir con ella, ni ella con él. No podía decirle cuánto sentía, ni ella se lo podía demostrar. No era ella, pero él si era "él" de nuevo. Luego de haberse confesado con algo tangible. No con la fría y húmeda tierra, que cubría el cuerpo de su esposa. Se iba, pero la dejaba en su alma.

- Yo tengo tu corazón- susurró su voz, antes de que sus dedos, comenzaran a soltarse. Una despedida muy cursi, pero así eran las almas. Pronto partían y las manos dejaban de tocarse. Dejaban de sentirse, las unas a las otras.

- Llévatelo, cuídalo si quieres- fue su comentario. Minutos, horas, nada de eso serviría para regresarla a su vida. Ahora, bastaban solo minutos o microsegundos, para hacerla desaparecer para siempre.

Su cuerpo, el nuevo, se alzaba en los aires. Había hecho el amor con un cuerpo que no conocía, pero que tenía el gusto exquisisto, de su esposa. Ella estaba feliz, rebosante de emociones. Aún en otro cuerpo, sus emociones eran las mismas, se veían igual de hermosas. Igual de sencillas.

- No le des mi esencia a otra mujer o juro, que no sabré qué hacer.

- Solamente puedo albergar a alguien en mi alma. Te llevaste el corazón ¿lo recuerdas?

No le conestó, ya se iba. La miró, en cuanto sus dedos ya no sintieron nada. Estaba allí, elevándose por los aires. Así, como una película muggle y cursi. Se iba para siempre y la verdad era, que le dejaba un tremendo desasosiego. Enfrentar la vida ahora, que ya no tenía un motivo. Antes ella insistía en no verle morir, ahora ella insistía que vivira sin ella y sus constantes diatribas. ¿Qué iba a hacer justo en ese momento?

- Te amo- fueron sus palabras, antes de perderse en el aire. Antes de regresar a ser ese cuadro, esa fotografía sobre su pared.

Y no la vio más, no supo nada más de ella. Miró al cielo y se preguntó si ella, le estaba mirando. Si estaba esperando que se sentara en su tumba y colocara una flor en ella, si estaba esperando que la llorara. Si estaba leyendo su mente y sonreía. Si le mandaría alguna señal de vida y le indicaría que le halaría una oreja, si se atrevía a seguir pensando cosas así.

- Yo también te voy a extrañar. ¿Eso te gusta?- le preguntó, una sonrisa suave y una voz dulce. Nunca lo hacía, no estaba acostumbrado.- No te llevaste el corazón y lo sigo sintiendo, latir en mí. Lo sigo sintiendo allí, la despedida y el principio del fin. Se suponía que tenías que llevártelo, realmente. No quiero sentirme más de esta forma.

Y comenzaba su largo camino hacia la nueva vida. Ella ya le había dicho todo lo que necesitaba decir, lo demás, él ya lo intuía. Intuía que no podía estar sin él y por ello, por ello había regresado para decírselo. Lo sentía, necesitaba y vivía de él.

 

"Adiós"

P A R A S I E M P R E:

La iba a extrañar, no mentía al pensar en ello. Pero estaba mejor, ya que ella había dicho todo lo que pensaba, había hecho todo lo que nunca hizo. Cuando se cobijó en su cuerpo, cuando le dijo que todo era para siempre. Pero no, "Para siempre" era una palabra muy infinita. Una palabra que costaba demasiado. Mucho dolor, mucho sufrimiento. De todas formas.

"Hasta siempre"

Susurraron sus labios, con mucha suavidad. No necesitaba más que eso, ya tenía todo lo que iba a utilizar para su futuro. Los recuerdos que su esposa se tomaba la molestia en dejar dentro de su cabeza. No se había llevado el corazón. Allí lo tenía.

- No te llevaste el corazón. Pero descuida, lo guardaré para cuando decidas hacerlo- fue su comentario. Con un suspiro, exhausto y a dormir en su cama. A quedarse allí echado y cerrar los ojos. A no sentir nada más que aquellos pensamientos de días "felices", como ella solía llamarlos. Por que ella ya era un ángel y tenía que irse. A reunirse con los demás o como fuera. Pero ella ya se iba y todo se terminaba.

- ¿Quién quiere ser un ángel? Por que...¿Quién quiere ser un ángel?

Sublime sentimiento de amor, el que sentía. El que tenía guardado dentro de todo ese forro de túnicas negras, dentro de toda esa oscuridad que solo ella sabía extinguir. Ya no tenía sentido, ya iba a ser él nuevamente. Ya no iba a estar ella, para que lo evitara. Ya no iba a tener una voz que le dijera lo mal que estaban las cosas. Ya no necesitaba declararle al mundo, que amaba. Ya ella lo sabía y no tenía que decírselo a todos.

"Ella ya se ha ido" "Se ha ido con su inocencia". "Se fue"

Ladeó la cabeza para mirar por la ventana. La luz del sol, estaba intensa, inclemente. La tumba de su esposa iba a nutrirse. A su casa, iba a dar la luz con una fría brisa de tarde. Que abriera sus ventanas para que no se marchitara y para que viera, las flores que estaba por dejar sobre aquel cúmulo de tierra.

- Para que no te marchites- le dijo, con una sonrisa, antes de dejarlas caer a sus pies- por que el pedacito de ti, llamado recuerdo, me dijo que te las debía.

"Hasta siempre"

Siempre la recordaría, no podía evitarlo. Solamente con escuchar su nombre, iba a pensar en ella. Era extraño, pero por más que se esmeraba, el corazón se esforzaba por escuchar su voz. Aunque ya estaba muerta, quería seguir oyéndola. ¿Por qué? ¿Por qué todo tenía que ser para siempre? ¿Por qué nada podía acabarse? Por que su amor, su amor no se acababa. Y aunque todos iban a terminar ángeles, él quería perdurar un poco más. Quizá así podía hacer todo eso, que ella deseó pero que no tuvo vida para cumplir.

"Para siempre"

La miró por última vez, antes de saber que se iba. Antes de entender que pasaría ocasionalmente, para evitar que se marchitara. Que volvería para contarle las novedades, para verificar que ella no quisiera hacerle una nueva visita. Él iba a volver, ahora que el pedacito de ella se había arraigado en su cabeza. ¡Estúpido amor, estúpidos seres muggles! ¡Ahora era como uno de ellos! Ellos se parecían a él y él, se parecía a todos ellos. Era un hombre cualquiera.

Por que como dice aquella canción muggle: "Todos nacimos ángeles". Buena fe tiene razón, todos nacimos ángeles. Que escogemos mal el camino, es otra cosa. Por que todos tenemos alas, el chiste es que no las cortemos.

Reaparición - Fanfics de Harry Potter

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No tenía consuelo. Aquello que había sucedido no debía sucederle a nadie en la vida. Estaba hincado en el suelo, mirando el delicado cuerpo de una mujer, qu

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2024-11-04

 

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