San Jorge - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Mientras el alba tiñe de caricias rojas los cielos reflejando el recorrido del divino Helios por sobre el firmamento y mientras mi mente admira semejante muestra de magnificencia que, fruto de la fuerza de sus bestias, lanza de su carro pinceladas carmín, me doy cuenta de que tal artista es digno de cuanto canto puedan clamar las musas hasta los oídos de los simples mortales. Yo desde aquí añoro semejante grandeza y por eso me dispongo a hacer una vulgar mímica de tan magna obra. Con pincel de acero y filo trabajado me confieso como pintor de los prados que añora, al igual que el sagrado Helios, hacer fructífera labor a partir de una bestia y teñir de ese modo los campos con vulgar imitación del rojo que danza sobre los cielos como canto de la mañana, aun a sabiendas de que sobre la colina los charcos y manchones no serían sino ridícula copia de los deliciosos roces celestes. Por eso es mi labor el buscar la inspiración artística que me haga digno de mostrar mi admiración por el carro solar.

Por eso hoy marcho hacia el nido de la bestia antigua que, con su inclemente rugido y portentoso aleteo, surca sin inhibición el paisaje que tan magistralmente ha logrado teñir Helios. La orden fue sencilla y hasta donde la plebe sabe mi motivación también; y es la de alejar a ese digno adversario de oscuras escamas de la fuente acuífera dadora de vida que abastece al vulgo y a su prole. Pero yo hago mi labor por la creación, por el valor del arte mismo y no por los simples caprichos del alma mundana. Creen que marcho bajo el estandarte del dios cristiano mientras solo admiro a Helios por su labor, con hipocresía he decidido teñir de rojizo tinte los prados como clamor hacia el señor de los cielos y de la venerable creación artística del crepúsculo matutino. San Jorge de Capadocia centurión, es el nombre que claman las masas creyéndolo una ciervo de Cristo siendo que solo labora para dar forma a lo que las musas cantan.

Y es el rápido respirar de mi corcel, y el movimiento de este al galopar, lo que me da la última ración de valor necesaria para acechar a la bestia y para adentrarme en sus dominios. Ahí la veo yaciendo sobre el prado junto al manantial acuífero que tanto llanto genera entre el populacho que no puede evitar poner sus necesidades mundanas antes que las verdaderas exaltaciones virtuosas del alma de artista. Como si un trozo de ónix de inestimable valor se tratase la oscura figura se encontraba inmóvil hasta que un resoplo de mi montura, que pronosticaba un porvenir de fatalista ideología, le despertó de las garras de Morfeo y le hizo girarse hacia mí, que permanecía a lomos del equino. Sentíame, viendo esos ojos como rubíes que señalaban en su interior la tinta roja necesaria para teñir los prados, animado para cargar contra el demonio; para conseguir con mi enfrentamiento la belleza de la creación artística.

Siento cada movimiento de mi montura, como roza sus cascos contra la tierra haciéndole cosquillas a Gea. Y, desenvainando mi gladius, reflejo esperanza en mis ojos mientras me acerco hacia el reptil infernal. Pero ¡Oh, desgracia! No me percato de que esa esperanza que tan animosamente mis ojos reflejaban no era sino la de la bestia alada que se encontraba frente a mi que tenía absoluta certeza de poder derrotar con su vigor tanto a su contrincante como a la montura de este. Con malhechor zarpazo golpea a mi corcel y lo hace caer a tierra, llevándome a mí consigo. Sintiendo como mi armadura me es ahora más una carga desafortunada que la protección que pretendió el herrero hacer con ella, decido desprenderme de mi casco y erguir nuevamente mi gladius con dirección al poderoso animal que levantaba sus alas en muestra de su poder.

No tardó la criatura en dar un fuerte aleteo elevándose escasos metros por sobre mí para luego lanzar desde aquel pasadizo oscuro e infernal, que no era otra cosa sino las puertas del mismo inframundo custodiado por cancerbero, las llamas del averno que chamuscaron mi pechera e hicieron arder mi carne. Con las fauces bien abiertas dejó escapar un poderoso trueno que por un momento creí era cancerbero ladrando desde el interior de su hades pero que luego reconocí como el grito del propio animal reptiliano. Me había comprobado nuevamente al expulsar las poderosas llamaras de rojizo color que en su interior se encontraba ese tono tan preciado que yo añoraba para dar forma con mi gladius de filo trabajado a la pintura que habría de adornar el campo. Más seguro que nunca de que mi misión era bienaventurada esperé a que la criatura decidiera lanzar un nuevo ataque y descendiera con ese fin, ese sería mí llamado a la batalla y a la victoria.

Y es aquí donde veo que los rubíes rojos con los que me mira el infernal ser reflejan esperanza y se con certeza que no es otra sino la mía. Siento como la carne de la criatura endemoniada sede ante el filo de mi amada gladius y veo como el deslizar de está sobre las escamas del ser no hace sino vaticinar la próxima salida de mi tinta amada de las entrañas de la bestia. Por un instante sonrío por lo que no es más que una alucinación por la dicha, y sueño con la sangre que sobre las escamas oscuras del reptil no serían otra cosa que crepúsculo que nace de la negra noche. Pero el hilar del destino es cruel conmigo, del interior del ser fluye una sustancia oscura como la mas negra de las noches que cae sobre el prado al tiempo que la bestia exhala su último aliento y cae derrotada sobre el campo.

Decepción fatal es la que mi corazón tiene que halar al ver que la creación que ahora corre por el prado no es sino la oscura noche que se ríe de mi persona. No es la rojiza caricia del carro de Helios ni tan siquiera la mancha blanca de Selene sobre los cielos. Es solo la noche burlona que me hace caer derrotado sobre ella y bañarme en sus tinieblas para tapar las cristalinas lágrimas que ahora brotan de mis ojos. Me disculpo ante ti hermano guerrero, que he arrebatado de vos la vida en vano, que he callado para siempre tu rugido y tu majestuoso vuelo por los dominios de Helios y Selene. Te he apartado de la luz gloriosa y te he condenado a teñir de noche los prados. Y tristemente el vulgo celebrará esta tragedia como si de gran logro se tratase, lamento semejante deshonra para tan digno contrincante. De parte de San Jorge de Capadocia centurión, acepta por favor estas disculpas cazador celeste, hermano guerrero, angelical dragón.

 

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2024-11-02

 

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