Ahíestaban sus padres, al otro lado de la enorme pantalla de plasma que decorabasu habitación. Sonrió a la pantalla con vehemencia viendo a su padre, el reconocidocientífico Johnson y a su madre, la bióloga Rojas. Sonrió, aunque no pudiesensaberlo, a aquellas personas que le habían dado la vida y que alargaban con susinvestigaciones la vida de millones de personas desconocidas.
Bajóa la cocina para tomarse un vaso de zumo de naranja que seguro ayudaría amejorar su resfriado; aquel que le había impedido asistir a la fiesta ypresentarse como la persona modélica que cualquier padre querría tener en sucasa bajo sus cuidados. Presumir de sus cualidades, de sus caros estudios quesus padres podían permitirse y, aún así, mantener el punto justo de modestiatan característico de su persona.
Sirvióen un vaso largo de cristal transparente un poco de zumo y, aprovechando que nohabía nadie, bebió directamente del envase. Guardó el tetra brick de nuevo enla nevera y tomó un pequeño trago del vaso, buscando algo dulce que podercomer.
Elcristal se escurrió de sus dedos al escuchar un ruido proveniente del sótano,mejor conocido como "zona de imposibleacceso". Ahí sus padres guardaban sus experimentos y descubrían otros y,como le habían enseñado, no podía bajar ahí porque cualquier mínimo detallepodría acabar con un resultado drástico y eso no era de su interés. Elcaracterístico sonido de cristales al romperse llegó hasta sus oídos y decidió,contradiciendo las órdenes de sus padres, bajar al sótano. No era la primeravez que un animal se colaba y no sería la primera vez que un espía de las compañías rivales seinfiltrara entre sus archivos. No iba a dejar que nadie fastidiase a sus padres,no sería justo que alguien se apropiase de todo el esfuerzo ajeno.
Armándosecon una cuchara de madera en una mano y un cuchillo en la otra que esperaba notener que usar, abrió la puerta de madera con delicadeza, la delicadeza dealguien que quiere llegar a lo más alto de la rama de la neurocirugía paraseguir salvando vidas, como ellos. Encendió las luces del estrecho pasillo ybajó los escalones sin hacer ruido hasta llegar a la puerta metálica concombinación digital que sus padres habían instaurado allí.
Marcólos cuatro números que había escuchado a hurtadillas e hizo pasar primero lacuchara de madera, advirtiendo de su llegada a quien estuviese dentro.
Lasluces en el laboratorio estaban encendidas, como siempre, emitiendo un ligero zumbidocaracterístico de esos fluorescentes que colgaban del techo. Escudriño con lamirada todo el laboratorio, al menos, las partes donde la luz alcanzaba.
Segiró con rapidez al escuchar un ruido a su espalda. La puerta se cerró, dejócaer el cuchillo de su mano y corrió hasta ella, la combinación del interiorera diferente a la necesitada para entrar. Al girarse, golpeó con el pie elcuchillo y lo envió a la zona en penumbra. Debería decirles a sus padres que sehabía fundido un fluorescente.
Caminóhasta quedar a escasos metros de esa zona, mirándola con el ceño fruncido,parecía que algo se movía. Alzó la cuchara de madera sobre su cabeza.
─¿Quién está ahí? ¿Qué quieres? ¡He llamado a la policía y está de camino!─mintió, mintió porque tenía miedo, porque sabía queno debería estar ahí, porque sus padres no llegarían hasta dentro de bastantetiempo, tras la cena de rigor. Mintió porque era lo único que creía capaz de hacer.
─Por fin te conocemos─ una voz rasposa habló desde la oscuridad, acompañándosede un movimiento─ hemos oído hablar de ti─ le costaba apreciarlo en ese matizde voz, pero hubiese jurado que el tono de esa frase era burlón.
─¿Quién eres? ¡Muéstrate! Te lo ordeno.
─La arrogancia es de familia─ unas risas, escalofriantes, acompañaron a la voz.Había más de una persona ahí.
─Por favor─ pidió.
Unasombra se aproximó. Tenía un ojo de cada color, uno amarillo, otro verdenuclear. En su cuello tenía varios apéndices que tardó en reconocer como dedos,en su mejilla, apreció con horror, otro ojo de un color negro como la noche sinluna. De su cintura brotaba el brazo que le faltaba a su hombro izquierdo y, enlugar de cabello unas protuberancias que se tornaban azuladas.
─Hola.
─H
Hola─ respondió entrecortadamente, deseando saber cómo había llegado hasta ahí─¿Quién
? ¿Quién eres?
─¿Quién?─lanzóuna risa monosilábica al aire─ No finjas que no te importa. Sé que prefieressaber qué soy. Me llamo Stefan, pero ya nadie me recuerda por ese nombre, parati soy sujeto 003─eso hizo que un escalofrío recorriese su cuerpo, días atrássus padres hablaban de un tal 215,pero siempre pensó que eran cobayas o ratas de laboratorio.─ Soy el más fuerte,el rey entre los nuestros, quien me sigue es el sujeto 174, llevo más tiempoaquí que tú en la vida, joven Johnson.
─Mientes─un arranque de valentía acompañado con furia invadía su cuerpo─ no es posiblelo que me dices. Blog sobre salud
─Soytu hermano, creación de tus padres. Soy un líder─ alzó su brazo bueno, el unidoa su cuerpo por el hombro y el resto de sombras se movieron. Podía contar másde 30 sombras que cobraban aspectos tenebrosos, todos con características no normalesen una persona, todos con miradas de odio en sus ojos, dos, tres, cuatro,incluso más, o, algunos, en su solo ojo, miembros ausentes o en lugaresincorrectos.─ Su líder, el líder de los condenados por tus padres.
─¡Mientes!─ intentó lanzarse contra su líder pero dos sombras se materializarona su lado, sujetando sus brazos─ ¡Soltadme! ¡Cobardes!─ gritaba forcejeando conaquellas criaturas que aseguraban haber sido creados por sus padres.
─¿Nosotros? ¡Tus padres me cogieron de las calles cuando solo tenía seis años!Mi familia era pobre y no pudo hacer nada. Tus padres experimentaron con unniño pequeño y asustado; con gente sin hogar prometiéndoles una vida mejor ¿yqué se llevaron? La muerte, en su mayoría. Me cortaron los dedos de las manos ylos pies y me inyectaron con vete a saber qué. Mira qué bonitos mis nuevosdedos─ acercó su cuello a sus ojos para que viera lo que sabía que eran dedos─ Mecortaron mi brazo y quisieron regenerarlo pero, por si acaso, me dejaron el míopropio cosido a mi cintura. Quisieron cambiar mi color de ojos y me aparecióuno nuevo. No quiero saber qué me crece en la cabeza, no quiero saber por quéme siento más muerto cada día, no descansaré hasta ver muertos a tus padres. Nosolo me han quitado la vida a mí, sino a todos ellos, a los marginados, a lossujetos, a los sin nombres. A ellos, tus hermanos en cierto modo─ señaló atodas las personas que habían cobrado colores, formas, que no eran solo sombrasal acecho. El líder parecía querer llorar─ vamos, recuerda, siempre hemosestado ahí, somos los monstruos debajo de la cama, en el armario. Somos lasnoches sin dormir, las sombras que se mueven, los "no pasa nada" de uno de tus padres mientras el otro hacía
¿qué?Redirigirnos. Piensan que somos idiotas, pero no, no lo somos, minan nuestrocuerpo pero no nuestra inteligencia, no nuestros deseos. Hemos cuidado de ti,dejándote crecer, vigilando que no te pasara nada para tomar nuestra venganza─ larespiración del líder era cada vez más agitada, exaltada, ilusionada─ Hazmemoria, sé que puedes. ¿Te caíste por las escaleras cuando papá y mamá noestaban? Recuerda la sombra en la oscuridad, recuérdalo. Recuerda que tedijeron que te habrías golpeado en la cabeza y fue una alucinación momentánea.Yo estaba ahí, dirigiendo, y no era el único. Los ruidos que te advirtieron conla fuga de gas, ¿coincidencias? ¡No! Nosotros, y nunca te diste cuenta de losmutantes que velaban por tu seguridad. Gracioso, ¿verdad? Tus padres juegan aser Dios con nosotros, manejándonos a su antojo para lograr alargar la vida delos más ricos, matando a pobres por dinero. Juegan a ser Dios y nosotros a sertus ángeles, pero no hoy, hoy nos toca ser los dioses─ su cuerpo se convulsionóintentando liberarse al ver las jeringuillas brillando en manos de aquellascriaturas que se autoproclamaban sus hermanos y que, al final de todo, teníanrazón, habían sido creaciones de sus padres en su ascenso al poder. Rememorarel rostro de sus padres empezaba a darle asco; ver a su interlocutor pena alpensar en el chiquillo de seis años, en los hombres sin techo, las mujeres sinhogar que tenían una vida, triste, pero vida, antes de conocer a sus padres.
Yesta vez sabía que no mentía, sabía que el líder le decía la verdad, recordabatodo lo que él había dicho, encajaba todo en su cabeza, como un puzle al que lefaltaban piezas hasta ahora que las había encontrado en la sala prohibida, en laboca del lobo. Y, aún a pesar de saber que ellos tenían motivos para hacerlo nopudo evitar suplicar.
─Por favor, no. Os liberaré, dejadme y haré que mis padres lo paguen. Estudiarépara revertir los efectos de lo que mis padres os hayan hecho, lo prometo,dedicaré mi vida entera a devolveros la vuestra, por favor─ viendo que nosurtía ningún efecto en sus interlocutores, apeló a su última opción─ Hacerlosolo os convertirá en personas como ellos─ el líder esgrimió una sonrisa quenunca llegaría a ser sonrisa después de lo que sus padres le habían hecho.
─Nos da igual.
Esaspalabras actuaron como señal para todos los sin nombres para comenzar suataque. Pincharon su piel con jeringuillas que contenían experimentos, falladosy en desarrollo, de sus padres. Ningún centímetro de su piel quedo exento y,aún así, sabían donde clavar el frío metal para no provocar el sufrimiento. Susángeles seguían velando por él, pero quitándole la vida que sus padres leshabían negado.
─Parad─ 003 hizo un gesto con la mano y sus brazos quedaron libres.
─¿Qué me habéis hecho?─ preguntó con un hilo de voz, aún sabiendo la respuesta,con la vana esperanza de una macabra broma para hacerle temerles y odiar a suspadres.
─ Te doy la bienvenida, sujeto 385.
Sombras. - Fanfics de Harry Potter
Ahíestaban sus padres, al otro lado de la enorme pantalla de plasma que decorabasu habitación. Sonrió a la pantalla con vehemencia viendo a su padre, el rec
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2024-08-06
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