Soñando con Nargles. - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Capítulo I: Sonrisas

Los días para Neville se catalogaban en tres palabras:

Existían los días realmente malos, donde olvidaba la contraseña de la Sala Común de Gryffindor, llegaba tarde a sus clases, tropezaba frente a los de Slytherin o estos le metían la zancadilla, mientras, cargaba con una planta exótica para Herbología. Los días donde hacía explotar su poción en clase de Snape, o transformaba su conejo en zapato; en lugar de sombrero durante Transformaciones. Él los llamaba: "Días de Mala Suerte"

También estaban los días regulares, donde tomaba una gloriosa clase de Herbología, y ganaba puntos por lograr sacarle más jugo a los tubérculos de su planta mágica. En esos días, también tropezaba, u olvidaba la contraseña, tenía tan mala memoria que no devolvía un libro a la biblioteca y la señora Pince le gruñía cuando por fin lograba recordarlo. En esos días, Hermione Granger le susurraba instrucciones al oído en clase de Pociones, y así Neville lograba no destruir el salón de clases, y junto a él, su propia autoestima. Los llamaba: "Días Normales"

 

Y obviamente existían los pocos, pero excelentes días de "Perfecto Día sin Problemas". Esos días eran tan poco comunes, que Neville debes en cuando los olvidaba, tras una mala racha de "Días de Mala Suerte". Sin embargo, el muchacho tenía la esperanza de que aún existieran esos días donde todo salía perfecto, sin ningún problemas o obstáculo, ni caídas y cortadas sangrantes, ni pociones malhechas o transformaciones incompletas: Esos días que Neville, muchacho con cara redonda, que daba una sensación de humildad y gran timidez a los ojos de cualquier persona; adoraba con todo su gran y abierto corazón.

Aquel día, sin embargo, había empezado muy mal.

-¡Merlín!- susurro Neville, poniéndose de pie rápidamente en su cama de dosel. No tardó mucho en darse un fuerte golpe en la coronilla, con la litera de arriba de su cama.

Apartó las cortinas color escarlata, poniéndose una mano en la malherida cabeza; temía haberse abierto una herida profunda, pero tras un rato de esperar sangre caliente rodando por su cabeza, se dio cuenta que había tenido suerte. Por el momento.

Neville contempló la habitación, buscando a sus compañeros de cuarto, pero no se sorprendió al darse cuenta que estaba solo. Era muy tarde, y seguramente, tendría un retardo en su primera clase, que, para variar, era Pociones, con Slytherin.

Se vistió lo más rápido que su poco equilibrio le permitió, y bajo las escaleras de su cuarto saltando mientras se ponía un calcetín, y posteriormente un zapato. Al llegar a la Sala, tuvo que devolverse, pues había olvidado, lamentablemente, sus libros.

"¡Oh, no! ¡Oh, no! ¡Snape me matará!" pensó, sin poder dejar de sentirse asustado. La asombrosa frialdad y odio que Snape tenía en sus ojos, lo hizo estremecerse al recordarlo. El profesor de nariz ganchuda y cabellos negro y grasiento, no le producía algo más que una horrible mezcla de miedo y respeto.

Neville llevaba en Hogwarts seis años.

Irrumpió estruendosamente en el salón de Pociones, en las oscuras y frías mazmorras. Asomó la cabeza entre la puerta entreabierta, y sintió el corazón acelerado del terror y la vergüenza al ver a todos posando sus ojos en él, como si fuera un ser extraño, de otro planeta. Se sonrojo al instante, diariamente tenía esa sensación de estar rojo, como granada, y sudoroso, torpe, inútil, estorboso.

 

-¿Pro
profesor?- tartamudeó, en un tono muy bajito, pero Snape se volvió hacia él, y formó una sonrisa burlona en su rostro cetrino.

-¿Señor Longbottom?- dijo Snape, sin ponerle atención.- Claramente, he explicado que la puntualidad es algo muy importante en mi clase, y no hay excepciones. ¿Se cree usted superior a nosotros? ¿Tiene algún derecho de llegar tarde, señor Longbottom?

Neville se sintió desfallecer.

-N-No
-respondió, con un hilo de voz. Bajo la mirada ante la furiosa mirada de su profesor.- Yo sólo

-Cincuenta puntos menos para Gryffindor, señor Longbottom. Y otros cinco menos por ser tartamudo.- sentenció Snape, dando por terminado el asunto.

Neville suspiró, mientras comenzaba a catalogar ese día como un "Día Normal". Un Slytherin, seguramente Malfoy, le metió el pie en su camino mientras buscaba un asiento entre la concurrida clase. Tropezó, y se puso de pie lo más rápido que pudo, mientras su cara seguía roja como tomate.

-Señor Longbottom. Si no puede caminar normalmente, le sugiero que deje de tratar de ser un mago y se dedique a un trabajo mediocre.- susurro Snape, causando las risas de los Slytherins y algunos Gryffindors.

Neville deseo desaparecer en ese instante. Definitivamente, hoy sería otro día de los malos.

***

Neville se dirigía a la Biblioteca, dispuesto a realizar su tarea. Avanzaba con paso rápido entre los bulliciosos pasillos, cuidando no caer ni cometer ninguna torpeza.

Trataba de recordar cuál era la contraseña de Gryffindor esa tarde: ¿Espectum
? ¿Espectracos
? ¿Espectomios
?
Movió nerviosamente las manos, al verse perdido. No podía entrar a la Sala esa tarde, por supuesto.

Iba tan distraído, que choco contra alguien. Bajo la mirada, al ver su rostro rojo de nueva vez. Vio como una lluvia de papeles saltaban en el aire, y se agachó rápidamente a recogerlos, temiendo que la victima de su accidente fuera un Slytherin con ganas de golpea a alguien.

Había todo tipo de papeles extraños, dibujos de animales que Neville nunca había visto, palabras escritas en duende o sirenio, algunos apuntes desordenados de clases de quinto grado, y varias revistas de "El Quisquilloso".

-L-Lo siento.- comenzó Neville, entregando a la persona contra la que había chocado los papeles.

-Hola Neville.- dijo una dulce voz. Entonces, al reconocerla, Neville levantó la vista, para encontrarse con los ojos azules de Luna Lovegood. Sus ojos parecían soñadores, perdidos, incluso alejados del mundo que Neville conocía. Luna tenía el cabello rubio como los rayos del sol, encrespado y desordenado, que solo le concedían una imagen de locura. Sus aretes de rábano, y su extraña, pero tranquila sonrisa, obligó a Neville a sonreír ante tal personaje tan excéntrico.

-H-Hola Luna
No
no te reconocí.- exclamó Neville, sin dejar de guardar su sorpresa. Extendió una mano, ofreciéndole a Luna sus papeles.

-Gracias.- respondió ella. Luego, de manera observadora, se quito la varita que llevaba sobre la oreja izquierda, y señaló las rodillas de Neville.- Creo que fue un torsoplo lo que te hizo caer.

 

-¿Un qué?- se cuestionó el de cara redonda, incrédulo.

Ella lo miró como si estuviera loco.

-Un torsoplo.- insistió, pacientemente.- Andaba rodando por tu cabeza y te hizo caer.

Neville no pudo evitar sonreír ante semejante locura. Decidió seguirle el juego a la extraña amiga de Ginny Weasley, Lunática Lovegood.

-Sí, creo que sí lo sentí.- mintió. Luna le dirigió una agradable sonrisa.

-Mi padre investigó que los tropiezos son generalmente causado por torsoplos. Debo tener un amuleto que te ayude por aquí.- Luna comenzó a rebuscar entre los bolsillos de su túnica, hasta sacar un collar en forma de luna, con una rana rodeándola. Llena de confianza, ella se acercó hasta él, y ponerle el collar alrededor del cuello.- ¿Te sientes más libre y ordenado?

-Eh, s-sí.- dijo Neville, sin dejar de sonreír. Se sorprendió sonrojándose ante el roce de la chica. Él nunca estaba tan cerca de una niña como en ese momento.

-Bien. Nos vemos después, Neville.- se despidió ella, alejándose con un aire saltarín y de locura. Neville se quedó unos segundos viendo como se alejaba, antes de sacudir la cabeza, y volver a su vida.

Calificó ese día como "Perfecto Día sin Problemas" aunque, aún seguía teniéndolos.

¡Hola!

Bienvenidos a este nuevo fic Luna/Neville.

Advierto, que será corto. Es un reto para el tópic de "Fics a la Carta" Un reto de Hannele, y aquí me tienen.

Espero y les haya gustado.

¡Gracias!

Capítulo II: Cosas Imposibles

Luna Lovegood es el tipo de personas que piensa en quince o veinte cosas imposibles antes del desayuno. Al despertar ya ha imaginado que vuela con alas enormes de pegaso dorado y antes del desayuno ya ha imaginado que la comida proviene de algún animal mitológico, quizás un ciclope, podría ser un minotauro.

Aquel día, Luna ya había pensado no en quince, ni en veinte, sino en cincuenta y dos cosas imposibles para cuando desayunada un jugo de calabaza y unos huevos fritos. Jugueteaba con el tenedor, bien podría estar dibujando algún Snorckcark de Cuernos Arrugados con los huevos, su mente vagaba distraída en el mar de su imaginación.

De pronto, tuvo el presentimiento de que alguien la observaba, quizás era un Ferbinan con alas rojas como los que su padre decía que lo miraban durante las noches. Ansiosa de tener un encuentro fuera de lo normal e imposiblemente cierto, levanto la vista, y lo único que encontró fue la mirada de un muchacho de cara redonda, que al verse descubierto, bajo la cabeza, completamente sonrojado.

Luna dejo sus ojos claros sobre el muchacho, Neville Longbottom. Después de unos segundos, Neville la miró de reojo, y él quito la mirada rápidamente. Luna no movió sus ojos ni un segundo.

De nuevo, Neville volvió a mirarla de reojo, pero esta vez, no quito la mirada. Se sonrojó, sí, pero fue porque Luna Lovegood le sonreía desde la mesa de Ravenclaw. Encantado, correspondió a su sonrisa.

Luna veía en los ojos de Neville gran transparencia, dulzura e inseguridad. Soledad, porque sabía que Neville estaba solo. Veía en sus ojos un poco de miedo, a lo mejor era vergüenza o pena, no podía saberlo muy bien.

Neville, en cambio, veía en los ojos de luna el reflejo platinado de la misma luna llena que alumbraba sus noches. Aquel brillo de locura y distracción que adornaban su pupila, le daban a sus ojos una esencia de inocencia y libertinaje, ojos soñadores, puramente claros.

 

Ambos al mismo tiempo, apartaron la mirada, pero no quitaron la sonrisa.

Luna vagaba por los pasillos. Parecía seguir a algo o alguien, no se podía definir muy bien. Simplemente miraba hacia todas partes y alzaba las manos al aire como sí deseará atrapar algo que solo ella veía, un ser fantástico e inexistente para los demás.

Los pasillos era estrechos y una gran multitud los ocupaba, corriendo de una lado a otro, con voces elevadas y risas estruendosas. Una chica de cabello negro lloraba en un rincón, con el hombro recargado en otra chica rubia y de ojos verdes, que le daba palmadas en la espalda. Un tercio de chicos murmuraba en un tono travieso, mientras señalaban a un pequeño chico de primero que traía algo pegajoso pegado al pie. Uno grupo grandísimo de Slytherins presuntuosos reía mientras leían un libro. Un prefecto guiaba a una multitud pequeña a través del gran barullo, y una pareja de novios revisaban la tarea mientras se dirigían a su próxima clase.

Luna Lovegood estaba ajena a todo eso, viviendo en su propio mundo, ignorando todo lo demás. No se dio cuenta cuando una pluma cayó de su mochila, y fue pisoteada por los alumnos que ahora apresuraban el paso a sus clases.

Una voz la distrajo, pues la llamaba gritando su nombre. Una voz dulce y nerviosa.

-¡Luna!- dijo Neville. Ella giró inmediatamente sobre sus talones y dio un paso hacia él como un león hacia su presa.- Eh, tu pluma.

Le tendió la mano, donde estaba la arrugada y sucia pluma, con la punta rota. Estiró la mano y la tomó, para luego sonreírle al muchacho.

-Gracias- respondió. El barullo parecía haberse paralizado, y los gritos parecían haber desaparecido. No sabían los dos sí en verdad el relajo había muerto, o eso era lo que a ellos les parecía.

-Eh, yo
de nada.- comenzó Neville. Se rascó la cabeza y pareció debatirse internamente por unos segundos, al parecer quería saber sí debía irse ya o no. Se decidió por la segunda opción, y tartamudeó, nervioso, con el corazón latiéndole rápidamente.- Bueno, creo que
no sé sí quieras
que te preste una pluma, porque la tuya ya

Él se calló y bajo la mirada, sonrojado. No entendía porque se sonrojaba por cualquier cosa, por hablar con una chica de la cosa más normal en el mundo. Maldijo mentalmente, y creyendo haber hecho el ridículo, dio media vuelta.

-¿Y la pluma?- preguntó Luna, en un tono ingenuo. Neville se volvió nuevamente.

-¡Ah! Eh, sí
- rebuscó en su mochila con frenesí, deseando desaparecer y dejar de hacer tonterías frente a Luna. Al fin, encontró la pluma, y con una sonrisa triunfante, se la entregó a Luna.

-Gracias- dijo ella, con una extraña sonrisa.- Te la devuelvo después.

-¿Por qué ibas con las manos al aire?- preguntó de improvisto el chico, pero se arrepintió instantáneamente. ¿Y sí había dicho algo incorrecto?

-Creí haber visto otro torsoplo.- respondió ella, como si fuera de lo más normal golpear al aire en busca de un animal que solo ella conocía.

-¿Otro?

-Sí, hay muchos por estos tiempos. Hay que tener cuidado, que se te meten a la cabeza y te atontan. Andaba uno por aquí, así que
estaba ahuyentándolo. Los torsoplos y los nargles siempre vienen juntos. Pero sí usas el collar que te di, no te pasará nada.- explicó. Neville arqueó las cejas, y frunció el ceño, pero sonrió.

 

-Aún lo tengo.- señaló, tomando en sus manos el collar alrededor de su cuello. Luna le sonrió y suspiró, ensoñada.

-Bueno, tengo que ir a Herbología. Adiós, Neville.

De nuevo, Neville la contempló alejarse. Luna tenía una sonrisa encantadora y gozaba de gran simpatía. Pero aún más, tenía una forma especialmente hermosa de decir sus locuras.

¡Hola, lectores!

Primero que nada, les quiero pedir mi más gran disculpa por la enorme y grosera tardanza. La escuela decidió asesinar mi tiempo libre, y no he tenido ni un segundo libre hasta hoy (aunque ahora mismo debo estudiar para otro examen O_Ó)

Les agradezco su inmensa paciencia para esta mala e irresponsable escritora. ¡Mil disculpas!

Espero que les haya gustado el capítulo. ¡Muchas gracias!

Capítulo III: Días

Luna Lovegood no conocía a otro ser con tanta mala suerte como Neville Longbottom. Ni siquiera el mismo Harry Potter podía tener la desdicha de tropezar en los peores momentos, hacer algún ruido vergonzoso en los lugares más importunos, o decir palabras inapropiadas frente a las personas más inconvenientes. Neville Longbottom tenía esa capacidad para hacer el ridículo a donde fuera, incluso en las situaciones más extrañas.

Justo en ese momento, Luna contemplaba en silencio como Neville se tropezaba accidentalmente al entrar al Gran Comedor a la hora de la comida. Cuando el muchacho paso a su lado y le dirigió una tímida y silenciosa sonrisa, que Luna correspondió con una cálida mirada, que no logró otra cosa que hacer perder el equilibrio al muchacho, y hacerlo volver a tropezar, causando las risas de los Slytherins cercanos.

Luna se rió, pero nunca supo de qué reía. Se sonrojó, y no supo porque lo hacía.

***

Los días corrían como agua en un río, y pronto, las sonrisas y miradas tan poco comunes, se volvieron algo de todos los días.

Así pues, no había día alguno en el que Neville no se sonrojará frente a Luna, o Luna no le sonriera al muchacho. Esos gestos se transformaron en una rutina de todos los días. Eran algo tan repetitivo como la soledad de Luna por su rareza, y las constantes caídas de Neville.

Los días se transformaron en semanas, y la manecilla del reloj seguía girando, mientras que Neville y Luna no hacían otra cosa que pensar sobre ellos de lejos. Ninguno, por sus respectivos motivos personales, tenía el suficiente valor de inflar el pecho, y con el corazón desquiciado en la mano, ir con el otro a romper el torturador vacío entre ambos. Aún así, no había día en que Luna no pensará en Neville, y Neville no pensará en Luna.

Porque Luna seguía creyendo que las caídas de Neville eran divertidas, y Neville seguía recordando el sonido de la risa de Luna cuando él caía. Y Neville también recordaba esa loca sonrisa cariñosa que la rubia le lanzaba cuando lo sorprendía mirándola.

El hecho de mirar a Luna, se le había vuelto una costumbre, incluso una maña, que realizaba impulsivamente, como sí el instinto humano le pidiera que la mirara, como si fuera una necesidad sin la que podría morir.

 

Y Luna no podía evitar sonreír cuando sorprendía al muchacho en el acto. No sabía porque, pero simplemente no podía evitarlo. Incluso la sonrisa se le dibujaba en la noche, cuando bajo las sábanas de su cama y con la cabeza recostada en la almohada; recordaba aquel rostro redondo inundado de amabilidad e inocencia.

Sin embargo, ni Luna, ni Neville dijeron palabra alguna.

A Neville le temblaban las manos aquél día, que por si fuera poco, había despertado con el deseo de hablar con Luna. Mientras se debatía entre los sentimientos y el temor que experimentaba, se encontró con Ginny en la Sala Común de Gryffindor.

-¡Hola Neville!- lo saludó alegremente. Neville correspondió al saludo con un seco movimiento en las manos. Miró hacia todas partes, buscando a Luna, aunque sabía que era imposible encontrarla en la Sala de Gryffindor.- ¿Irás al partido de mañana?

-No lo sé
Quizás- respondió Neville, asintiendo con la cabeza. La idea de un juego le pareció tentadoramente interesante. Hace tiempo que no tenía una oportunidad de diversión, y pensó que sería lógico no desaprovecharla. Los días había sido oscuros para el resto de la escuela, entre las prohibiciones de la profesora Dolores Umbridge, esa fría mujer adoradora del rosa chillón y los gatos; y los crueles rumores que circulaban por los periódicos.

-¡Excelente!- dijo Ginny, poniéndole una mano cariñosamente en el hombro.- Creo que Luna también irá, así que
los dos pueden apoyarnos.

Apenas escuchó el nombre de Luna, y Neville abrió los ojos de par en par. ¿Luna? El corazón le dio un salto de felicidad y emoción al darse cuenta de la oportunidad que esto le ofrecía. ¡Podía hablar con Luna, finalmente! Se armaría de valor, y podía tener con ella una conversación normal, como los amigos que eran

-Si iré.- respondió al instante. Ginny lo miró entre divertida y sorprendida, y le sonrió antes de despedirse de él.

Neville tuvo que hacer uso de su mayor concentración y fuerza para no ponerse a brincar de alegría. Anduvo con la mente perdida en las siguientes hora, e incluso en la noche, esos cosquilleos en el estomago no lo dejaban dormir. Se removía incomodo, pensando que quizás tendría que ir a la enfermería y faltar al partido de mañana. Aspiró una fuerte bocanada de aire, y trato de tranquilizarse. No podía faltar por nada del mundo.

-¡Neville!- gruñó Ron Weasley, a través del velo de su cama. Su voz se escuchaba apagada y somnolienta.- ¡Vuelves a moverte y te juró que te tiro de la cama!- amenazó.

Neville emitió un ruido extraño con la garganta, indicando aceptación. Respiro profundamente, y soltó un profundo suspiro. Se tapo con las cobijas hasta el cuello, y cerró los ojos, sabiendo que mañana sería el día en que, por fin podría acabar con ese insistente deseo de hablar con Luna Lovegood. Mañana, por fin podría romper ese silencio que los llevaba persiguiendo desde hace semanas, ese silencio que Neville deseaba: no fuese eterno.

Su necedad, su nerviosismo y el cosquilleo en el estomago, le hicieron preguntarse a sí mismo, qué tenía de especial esa Luna Lovegood.

Quizás su rubio cabello, sus ojos claros, su risa soñadora, su loca sonrisa, sus extravagancias, sus andares, su dulzura, su egocentrismo
Algo tenía Luna para hacerlo sentirse así. Tan perdido, tan ensoñado
tan extraño.

 

Tan extrañamente feliz.

***

¡Hola!

Sí, lo sé, soy muy irresponsable. Pero como siempre, no había tenido mucho tiempo e inspiración.

¡Les pido una gran disculpa!

¡Espero que les haya gustado! Les advierto que el final está muy cerca. ¡Mil gracias por leer!

Capítulo IV: Mariposas

-¿Loco? No, no estás loco Neville.- aseguró Ginny extrañada, ante la pregunta. Miró a su amigo con cierta desconfianza, como sí quisiera adivinar que ocultaba el muchacho tras esa cara redonda e inocente.- Bueno, no lo estabas ayer. ¿Pasa algo?

El sonido de la voz de Ginny hizo despertar a Neville de su ensañamiento, y darse cuenta de que estaba pensado en voz alta. Sacudió la cabeza distraídamente, esforzándose por despertar a la realidad. Ni siquiera sabía, pero se encontraba desayunando en el Gran Comedor. Un enorme, pero intacto, plato de cereal con leche estaba puesto frente a él, además de un vaso lleno de jugo de calabaza. Cerca de él, Ron Weasley tenía el rostro verde, y aparentaba estar a punto de vomitar, mientras su comida seguía igual de intacta que la de Neville. Una fugaz pero triste sonrisa cruzó el rostro de Neville al imaginar que estaba igual o más nervioso que un jugador de Quidditch.

Cuando se giró a mirar a Ginny, se encontró con sus enormes ojos cafés mirandólo extrañamente. Neville carraspeó, nervioso y bajo la mirada.

-No, nada.- murmuro, entre dientes.- Solo
no dormí bien.

Neville no era bueno mintiendo, y lo peor es que lo sabía a la perfección. Sus palabras sonaron falsas y titubeantes, y sus ojos no se atrevieron a mirar el rostro de Ginny. Podía imaginarla haciéndole su mueca de: "Algo te pasa y no me quieres decir, ¿Por qué no confías en mí?" Casi esperaba oír el regaño, lleno de dureza y palabras fuertes, técnica que Neville sospechaba que Ginny había adoptado de su madre. Pero solo escuchó, afortunadamente, un suspirito de decepción por parte de Ginny y una hueco y cortante "Mmm". Suspiró aliviado, a su vez.

Realmente, no había podido dormir ni un segundo en la noche. Ron había estado a punto de asesinarlo. Ambos estaban nerviosos. Ron por su primer partido de Quidditch, y Neville porque
no captaba aún que lo hacía sentir así.

Se pasó distraídamente una mano por el estomago, que gruñía, pero no por hambre. Neville sentía que sí comía algo vomitaría. Y no quería, simplemente no quería estropear ese día. No sabía porque, o no quería saberlo.

Sus ojos buscaron como automatizados una figura. A Neville le parecía que era como sí sus ojos hubieran sido creados para buscar ese figura. Apenas se descubrió pensando en ello, y se sonrojó. Se había sonrojado muchas veces últimamente, a pesar de que eran tiempos fríos, sin esperanzas. Todos parecían vivir en un estado de desanimo.

Sus ojos, encontraron a esa figura que buscaban, y encajaron como dos piezas de rompecabezas: destinadas a estar juntas, hechas para unirse al otro. Neville no fue capaz de mantener la mirada sobre esos ojos claros, azules y soñadores, por lo que, como se había acostumbrado a hacer, bajo la mirada. No vio, como la estrafalaria rubia lo saludaba tímidamente con la mano, con una radiante sonrisa.

 

Luna, al no recibir respuesta a su saludo, bajo la mirada, y se fue con un aire triste y hermoso, como el de una mariposa muerta, a desayunar a la mesa de Ravenclaw. Se sentó sola en un rincón, y con manos temblorosas se sirvió su desayuno: un plato de cereal, y un vaso de jugo de calabaza.

Estaba enamorada.

Podía sentirlo. Lo había sabido apenas se había enamorado, y aceptarlo no le había tardado más de un segundo. Era tremendamente lógico que estuviera enamorada. Jamás había estado tan segura de una cosa, ni siquiera de que los Nargles existieran. Amor, lo llamaba cuando tenía la cabeza pegada en la almohada, y dormía con una sonrisa. Una sonrisa de amor, decía Luna.

Ginny, lo sabía, y la había felicitado por escoger tan buen chico. Neville, con su dulzura e inocencia, sería la pareja perfecta para la soñadora y linda Lovegood, había dicho Ginny.

-¿Crees que me quiera?- había preguntado Luna, con tranquilidad. No se cohibía al hablar de sus miedos y esperanzas.

-¡Por supuesto! Sí siempre te está mirando. No hay otra opción.- corroboró Ginny, emocionada. Una gran sonrisa sincera en su rostro reflejaba la emoción que sentía por su amiga. Tramites en Ecuador

Luna río, con dulzura, antes de mencionar con voz tranquila, como sí hablará del clima.

-Quiero casarme con él.

Ginny abrió los ojos como platos, y no dijo nada. Quizás ella hubiera deseado quedarse callada ante semejante locura, pero Luna no tardó en volverse hacia ella y preguntarle su opinión.

-¿Crees que quiera casarse conmigo?

-Eh, bueno. Creo que es un poco apresurado hablar de matrimonio.- improvisó Ginny, un poco incómoda.- Pero sé que él te quiere.

Ginny fue a buscarla a la mesa de Ravenclaw, acompañada en silencio por Neville, quién no dejaba de mirar al suelo.

-¡Hola Luna!- saludó Ginny.- ¿Lista?

Luna miró su plato de cereal, no le había dado ni un bocado.

-Lista.- respondió con una sonrisa, poniendo sus ojos firmemente puestos en el muchacho.- Hola Neville.

Neville se sobresaltó y miró a Luna con nerviosismo. Aún así, se dibujo una enorme sonrisa en su cara redonda.

-Ho
hola Luna.- respondió en un susurro.

Guardaron un incómodo silencio entre los tres. Ginny, poniéndose las manos sobre la cintura, decidió ser valiente y romper la inesperada tensión.

-Bien, chicos.- dijo con un suspiro.- Iré con el equipo a los vestidores. Los dejo.

-Suerte, Ginny.- agregó Luna.

-Suerte.- repitió a su vez Neville.

Ginny puso los ojos en blanco. Se obligó a cruzar cerca de Neville para murmurarle rápidamente al oído:

-¡No lo eches a perder, idiota! ¡Háblale de Herbología o lo que quieras pero no te quedes callado!

Antes de que Neville pudiera abrir la boca para responder, Ginny ya se había ido, dejándolo solo con una expectante Luna. Neville tenía la sensación de que Luna esperaba algo por parte de él, pero no tenía ni idea de que. Fue víctima de un ataque de nervios, dónde su cerebro le pedía que hiciera o dijera algo, pero ninguno de sus músculos respondía a las órdenes del cerebro.

-Eh
- murmuro.- Creo que
que

 

-¿Nos vamos?- preguntó Luna con una confiada sonrisa. Neville suspiró aliviado, y asintió lentamente, echándose a andar detrás de Luna.

Salieron juntos del Gran Comedor, abarrotado aún de gente, y anduvieron un largo rato por los pasillos. Neville no sabía que decir, y no se dio cuenta de que Luna caminaba a su lado, casi rozándole la mano al moverse.

"Tómale la mano." Ordenó una vocecilla valiente en la cabeza de Neville. El cuerpo se le contrajo inmediatamente, como negándose a aceptar semejante orden. "¡No, no lo hagas! Mejor di algo
¡di algo!" Decidió a la desesperada, hacer caso del frío consejo de Ginny.

-Eh
¿te gustan las plantas?

- Son muy interesantes.- repuso Luna, tranquila.- Algunas tienen unas propiedades increíbles. Me sorprende como las apariencias de las plantas pueden engañar fácilmente. Una vez, cuando era niña, vi un hongo azul con puntos morados. Era muy bonito.- aseguró.- Pero mi padre dijo que estaba envenenado.

-¡Cla
claro! Debió haber sido un Bethongus. ¿Lo viste en un bosque de coníferos?- respondió Neville, sintiendo una repentina confianza.

-Si.- dijo Luna, entre divertida y asombrada.- Había muchos por ahí. Fue en una de las investigaciones de mi padre, y yo decidí acompañarlo.

-La profesora Sprout dice que esos hongos pueden remover caries si son usados con cuidado.

-¿Caries? -preguntó Luna, extrañada. Frunció el ceño curiosamente, y chasqueó la lengua.- Pero esos son causados por los duendes, y ellos son los únicos que pueden quitarlas.

Neville se río ante semejante locura. Ya habían llegado al campo de Quidditch, sin haberse dado cuenta. Una voz socarrona les llegó por atrás, canturreando algo que no podían entender. El campo no estaba llenó totalmente, pero la poca multitud que empezaba a llenar los asientos hacía vítores y gritos de emoción sin parar. La alegría parecía haber brotado súbitamente, en los hace poco tiempo triste alumnos de Hogwarts.

Buscaron asientos libres en la masa de Gryffindor, escarlata y dorada, mientras seguían hablando de plantas, hongos y frutos. Encontraron unos vacíos, alejados de la demás multitud. Impulsivamente, ambos habían decidido sentarse ahí. La voz socarrona se volvió a escuchar, discreta, pero acompañada de una enorme carcajada.

-¡Lunática y Longbottom!

Neville se ruborizó, y miró avergonzado a Luna. Pero ella lo miraba radiante, con una sonrisa, que al poco tiempo fue traspasada al rostro de Neville.

El juego comenzó, y aunque tenían lugares excelentes, ni Neville ni Luna pusieron suficiente atención en el juego. Ambos estaban entretenidos hablando de Herbología, un tema que afortunadamente fue de interés para ambos.

Luna se sentía en las nubes hablando con Neville, y a cada momento en que veía sus tímidos gestos lo quería más. "Me casaré con él" se aseguró a sí misma, cada vez más segura, de estar haciendo la mejor decisión de su vida.

El juego termino con la victoria inminente de Gryffindor, donde una oleada de alegría y felicidad fue explosiva. Los Gryffindors avisaron sobre el festejo que se realizaría en la Sala Común, mientras una avalancha de abrazos y felicitaciones caía sobre el equipo.

Neville miraba al campo con orgullo, y sentía el pecho inflado por la victoria. Un golpecito tierno y pequeño sobre su hombro lo hizo volverse hacia Luna, quién con expresión traviesa, le preguntó murmurándole al oído:

 

-¿Alguna vez has besado a una chica?

Neville se atragantó con la pregunta, y se sonrojó inmediatamente. Esa pregunta, le causaba gran nerviosismo. Pues no, nunca había besado a una chica, y sabía que a los chicos de su edad eso les parecía extremadamente raro. Se preguntó cómo reaccionaría Luna con la respuesta, y estuvo a punto de mentirle.

-Eh
n
no.

-Yo tampoco he besado a ningún chico.- repuso Luna, como sí nada. Neville no dijo nada más, increíblemente, se hallaba extrañamente nervioso. De nuevo, tenía la sensación de que Luna esperaba algo de su parte.

-¿Crees que soy bonita?- interrumpió de nuevo Luna. Neville la miró detenidamente, pues tenía la respuesta en la punta de la lengua. Se sorprendió a sí mismo con la rapidez que respondió.

-S...Si eres bonita.- se ruborizó aún más. Su redonda cara parecía un tomate.

-Gracias. Pues tú eres muy guapo.

-Eh
gracias.

Se vieron sumidos en otro silencio incómodo, mientras los festejos en el campo seguían, interminables.

-¿Nos vamos a casar, verdad?

Neville no respondió en un principio. La respuesta la sabía, un "Sí" feliz gritaba por dentro. Pero, no se sintió capaz de decir nada. Su cabeza no entendía que sucedía. No entendía el porqué de las preguntas de Luna. ¿Sería una broma acaso? ¿Por qué la hermosa Luna le haría esas preguntas a él, el torpe Neville?

Aún así, rojo como tomate, aspiró una fuerte bocanada de aire, y abrió la temblorosa boca para hablar.

-Claro que sí.- repuso, con decisión. Luna sonrió encantadoramente, y cerró los ojos. Esto extraño a Neville, quién se quedó quieto, mirándola.

-¿No me vas a besar?- preguntó Luna, esperanzada, aún con los ojos cerrados.

Neville se sobresaltó, y se quedó paralizado. Jamás había besado a una chica. ¿Cómo se suponía que debía hacerlo? Los nervios fueron totales, y vulgarmente paralizantes. Se sintió estúpido y cobarde, pero nada de eso lo hizo moverse. Quería besarla, sí. La quería. A esa soñadora con ideas locas, que todos llamaban Lunática.

-Bien, yo lo haré.- dijo Luna, abriendo los enormes ojos azules. Dicho esto, se acercó lentamente a Neville, acortando totalmente la distancia que los separaba, hasta juntar sus labios en un beso. Ambos cerraron los ojos al mismo tiempo.

Eran como uno solo, como sí cada uno estuviera creado, cuidado y detallado completamente para ser perfecto para el otro. Como sí estuvieran destinados a ser felices, complementándose el uno al otro, amándose de una manera diferente y al mismo tiempo, tiernamente ligada.

Las mariposas en el estomago, volaron, triunfantes, riendo por el logro. Unir a dos personas que estaban destinadas, a enamorarse en algún momento de su vida. Y ese momento era ahora.

Luna, festejaba sentirse amada. Amada por aquél chico que con sonrisas y miradas, sonrojos y risas la había enamorado irrevocablemente. Tímido y tierno, con esa inocencia única, esa torpeza que la hacía tanto reír.

Neville, por primera vez, sentía que alguien podía corresponder al amor que él podía dar. Estaban, hechos para estar juntos, se dijo a sí mismo. Se dejo llevar en un mar de ilusiones, dónde se veía casado con Luna, viviendo felices por siempre. Estaba enamorado, debía admitir.

 

No había pasado ni un par de segundos, cuando separarnos sus rostros unos centímetros. Ni uno ni otro dijo nada, solo se miraron a los ojos, diciéndose todo aquello que palabras no podrían decir.

¡Hola de nuevooo!

¡Estoy, muy, muy, muy, muy, muuuuy feliz de volverlos a ver! Sé que la historia estuvo bastante abandonada últimamente, y les pido una disculpa. Como algunos quizás ya sabrán, mi computador tuvo un paro cardiaco. Afortunadamente, con mucha ayuda y esfuerzo, logró volver a la vida, y con ello, llegué yo.

Bien, espero que les haya gustado este penúltimo capítulo de este mini-fic. Hace tiempo que no me sentía tan inspirada para escribir, como ahora. Quizás tiene que ver mi alejamiento con la computadora, o por el hecho de que este capítulo fue el climax- por así decirlo- de la historia.

Les doy las gracias -y mis palabras no serán suficientes para agradecerles- por ser tan pacientes y seguir aquí, leyendo estás locuras que espero les lleguen a gustar.

¡Nos vemos en la próxima! ¡Gracias!

Capítulo V: Valor

Cuando sus miradas se cruzaron aquella mañana, ambos se sonrojaron y sequedaron prendados en los ojos del otro, pero ninguno de los dos dijo palabraalguna. Luna tuvo la involuntaria decisión de detenerse, esperando algunapalabra por parte del chico, pero Neville siguió su camino, como si nada. Comosi no hubiera visto a la chica rubia que se detenía para escuchar un saludo desu parte.

Luna bajó la cabeza, deprimida. ¿Había hecho algo mal? Pero
si ayer habíasido su primera cita
y su primer beso. ¿Podía haberlo arruinado tan pronto?Quizás
quizás había tardado mucho en decirle lo que sentía
quizás había sidodemasiado tímida
¿Había en serio algo mal en ella? Y si no lo había, ¿por quéNeville la ignoraba como si fuera mugre?

Unos pasos más allá, Neville golpeó su frente con fuerza, dejándose unamarca roja sobre la piel. Maldijo entre dientes, frunció el ceño, y cruzó losbrazos sobre el pecho. Esto le ocasionó, que metros más allá, cuando la túnicase le atoro con la punta filosa de una rodilla perteneciente a una armadura, nopudiera detener y amortiguar la dolorosa caída con las manos. Con unestrepitoso y vergonzoso ruido, cayó al suelo llamando la atención de cualquierpaseante a su alrededor.

En el suelo, rojo desde la cabeza hasta los pies y rodeado de risas yburlas, maldijo ser tan bobo. No sabía qué hacer con Luna. ¿Debería actuardiferente con ella ahora que
ahora que eran algo más que amigos? Pero
no erannovios. Entonces, ¿no había motivo para actuar diferente? ¿Debería de darle untrato más especial? Respiró profundamente, se quedaba sin ideas. No entendía alas mujeres. No había habido otra mujer en su vida además de su abuela
¿cómosabría entonces como tratar a una chica?

La cabeza de Luna iba perdida en algún lugar dónde nunca había estado. Lalógica femenina y las dudas amorosas sobrecargaban su cabeza dejándola cada vezmás confundida. No entendía que había hecho mal. No sabía si realmente habíahecho algo mal.

 

Pero, ¿quién podría ayudarla? Quizás debería armarse de valor e ir a hablarcon Neville personalmente. Preguntarle al chico qué que nargles le sucedía, ycuestionarle su extraña actitud. ¿Acaso no la quería?

Se sentía extraña, curiosamente pesada y molesta. Nunca se sentía molesta,incluso cuando le escondían sus zapatos en lugares que a ninguna persona se leocurrirían jamás. Las cosas parecían volverse más complicadas ahora.

Quizás Neville no la había visto
sí, quizás fuera eso. Deseo pensar que eraeso. Ojalá y lo fuera.

-¿Neville? ¿Estás bien?

La voz de Hermione sonó extrañamente reconfortante. Fue como una cálidacobija en la fría nevada. Neville levantó la cabeza, y sus ojos se iluminaronal verla de pie frente a él, con una mochila repleta de libros y un par depergaminos en los brazos. Lo observaba con una mirada preocupada, que a Nevillele recordó a su abuela. Había en los ojos castaños de Hermione, un brillomaternal que le trajo a Neville a la memoria, el rostro redondo y dulce de sumadre, que aunque tenía los ojos ausentes y era silenciosa como un fantasma,seguía siendo la mejor madre del mundo.

Tuvo una extraña sensación en el estomago al recordar a su madre. Abriósuavemente los labios para responder a la chica, pero de su boca solo salió unextraño gemido involuntario. Se sintió avergonzado, y se puso rojo como tomate.

Hermione lo observó unos segundos antes de suspirar profundamente y dejarsecaer a su lado. El lago estaba quieto, y de vez en cuando un pequeño airecitoalteraba su superficie, causando unas ondas delicadas y casi invisibles sobreel agua, que desaparecían rápidamente. La ligera brisa agitaba las ramas de losárboles, provocando un melodioso sonido de las hojas chocando unas contraotras. Sonaba relajante, y por un instante, Neville se sintió lejos de todo.

-¿Qué sucede?- preguntó tranquilamente Hermione. Neville bajó la mirada, ytartamudeó algo que Hermione, por el rostro que hizo, no logró entender.- Essobre Luna, ¿no?

Neville se sobresaltó. Levantó la cabeza rojo como tomate, y miró con losojos abiertos hasta su punto máximo a Hermione, que seguía manteniendo esamirada preocupada y maternal, más su tranquilizante seriedad. Hermione arqueólas cejas, y Neville supo que no habíamanera de ocultarlo. Lo sabía.

-¿Cómo
cómo supiste?- murmuro, aún más rojo. Ella puso los ojos en blanco,como si fuera lo más obvio del mundo que el romance secreto de Neville no erasecreto.

-¡Por Dios! Todo el mundo lo sabe, Neville.- repuso como si nada, un tantoestresada. Neville palideció al instante, quedando enmudecido por unossegundos. Hermione volvió a poner los ojos en blanco.- Por todo el mundo merefiero a Ginny y a mí, Neville.

El chico suspiró relajado, y guardó silencio. Cerró los ojos ligeramente,entre párpados veía la luz del sol sobre el horizonte azul y claro,reflejándose en el lago. Por un momento disfruto de no decir nada, y limitarsea escuchar el sonido de las hojas moverse. Le agradó tener la mente hueca, sinpensar en nada.

-¿La quieres?- preguntó Hermione después de un rato. Neville, no titubeó enresponder.

-Sí.

-Entonces, ¿qué esperas para demostrárselo?

Era la misma pregunta que él se hacía. No podía responder a Hermione si nisiquiera él sabía la respuesta. La quería, pero su poca experiencia en el amorle hacía preguntarse si realmente la quería. Pensaba en ella día y noche,mariposas volaban en su estomago al recordar el sonido de su risa, y le parecíael ser más bello y simpático del mundo.

 

-Luna te adora, Neville. Pero siendo el chico, tú debes ser quién tenga lavalentía de dar el primer paso. Esto no es sencillo, lo sé, pero sí la quieres,debes poner de tu parte, o su relación no funcionará. El amor es algo máscomplicado que salir juntos y tomarse de la mano.- explicó rápidamenteHermione, con su voz de sabelotodo. Neville no respondió, ni siquiera pudolevantar la vista para mirarla. Se sentía extrañamente avergonzado.- Piénsalo,Neville.- murmuro Hermione, levantándose. Neville escuchó sus pasos alejarse.

Cuando hubo estado seguro de que Hermione se había ido, y no había nadieque pudiera verlo, escondió al cabeza entre sus rodillas y se echó a llorar,sin razón alguna. Simplemente, deseaba descargar todo lo que sentía en fríaslágrimas que caían por sus mejillas, mientras trataba de organizar su mente.

No debía llorar. Su realidad estaba bien definida: él era un cobarde. Habíasido Luna quién había dado no solo el primer paso, sino que todos. Luna era lavaliente. Y él, Neville Longbottom, era un cobarde. Era un miedoso que siempreera la víctima de todo, siempre lloraba y se escondía. Pero a veces trataba deser valiente, como entrando en el Ejército de Dumbledore y tratando deenfrentar a Malfoy, pero no funcionada. Porque solamente "trataba" de hacerlo,y sus intentos terminaban en cruelos y vergonzosos fracasos. ¿Cómo defendería aLuna si no podía defenderse a si mismo? ¿Cómo la protegería sí él era quiénnecesitaba protección?

Se sintió débil y humillado, cuando se levantó para volver a clases. Sentíacomo si todos los ojos estuvieran pegados a su espalda, y como si todos loseñalaran con desdén mientras murmuraban lo cobarde que era. Luna no merecíaalgo así. No merecía a un cobarde que ni siquiera tenía la valentía paradecirle "hola".

Ginny se aproximó corriendo al verla buscar algo debajo de las sillas delsalón de Transformaciones. Con un suspiro, le pregunto con voz cansada:

-¿Otra vez?

Luna asintió en silencio, mientras seguía buscando. Se agachó con lentitud,examinó el suelo, y al no encontrar sus zapatos, siguió andando descalza entrelos pasillos del aula, con Ginny pisándole los talones.

-¿Quién fue esta vez?- preguntó Ginny, con un gesto amenazante. Luna seencogió de los hombros en silencio. Ginny la contempló sin decir nada por unosinstantes, dándose cuenta inmediatamente de que algo malo sucedía. Corrió haciaLuna, y le puso cariñosamente un brazo sobre los hombros, mientras le murmurabaal oído palabras que esperaba que lograrán alegrar a la chica.- ¡Oh, vamos,Luna! ¡No estés así! Verás que todo estará bien
Dime, cuéntame que te hizo esechico
- repuso Ginny, dando un empujoncito a Luna para obligarla a sentarsesobre una de las sillas. Luna se dejaba llevar como si fuera una muñeca detrapo, manejable y sin vida. Sus ojos parecían estar en otro lugar, lejano ytriste, y su ceño fruncido demostraba preocupación. -Verás que todo está bien
Asíson los chicos.- insistió Ginny, frunciendo el ceño también.- Él te quiere.Pero tiene miedo a arruinarlo todo. No es que sea un chico con mucha suerte
enrealidad, está salado. Pero te quiere. -Luna no respondió nada al principio,pero luego se volvió con una extraña sonrisa hacia Luna y se puso de pie de unsalto. Los cabellos se le alborotaron durante un segundo en el aire. Sus ojosazules brillaban.

 

Luna perdió el miedo en ese momento. Había sentido una extraña presión enel pecho desde que Neville la había ignorado. Parecía que esa presión habíadesaparecido con las sencillas y pocas palabras de la pelirroja. Luna salió delextraño e incomprensible oscuro estado abismal en el que había estado el resto del día. Todoestaría bien, después de todo.

Todo estaría bien porque quería a Neville. Le tenía mucho cariño, y sería,de alguna manera u otra, paciente y solidaria. Volvería a empezar. Ya queríacontarle a su padre que estaba enamorada de un chico increíble que seconvertiría en su esposo. Quería presentar a Neville a su madre, y jurar frentea la tumba de esta que Neville era un buen chico, que era el chico que amaba.Por fin quería gritar al mundo que lo quería. Y que estaría con él por toda suvida.

Ginny le devolvió la sonrisa con alegría. Le dio unas palmeadas cariñosasen la espalda, y murmuro algo que sonó parecido a: "Sigamos buscando tuszapatos". Pero en ese preciso momento, la puerta del aula se abrió, y por ellaentro un chico corriendo rápidamente. Aunque su cara solo se veía como unborrón deforme, ambas chicas lo identificaron inmediatamente. Neville, con sucabello alborotado y despeinado, su rostro redondo pálido y de un tono verdoso,y su respiración ruidosa y superficial, entro estrepitosamente al salón.

Parecía estar asustado por algo, e incluso unas gotas de sudor resbalaronpor su frente. Luna creyó que el chico había corrido algún maratón perseguidopor un mounstro horroroso, por el aspecto que tenía. Neville se quedóparalizado apenas las vio. Puso sus ojos sobre Luna, pero quitó la mirada de surostro como si le quemará mirarla. Bajo la vista al suelo, y murmuro con vozapenas audible:

-Em
hola.

-¡Hola Neville!- respondió inmediatamente Ginny. Pareció sentirse azorada,incluso incómoda. Sus ojos no paraban de mirar a Luna y a Nevillealternadamente.

-Hola, Neville.- dijo Luna, tranquilamente. El chico levantó la vista tímidamentey la saludó con una seca cabezada y una extraña sonrisa que se evaporofugazmente.

-Iré con
Harry. ¡Nos vemos chicos!- dijo Ginny, reaccionando de pronto.Salió como un rayo del aula, sin dar a los chicos oportunidad de que sedespidieron o si quiera pudieran pronunciar alguna palabra.

El silencio cayó sobre ellos apenas la puerta se cerró con un ruido sordo.Ambos se miraron por un tiempo que pareció una eternidad.

Cuando Luna vio los ojos de Neville, vio lo mismo que había visto díasatrás. Inocencia, pureza, miedo e indecisión. Siempre estaban esos ojos sumidosen una tela de temor. Siempre habría miedo en su mirada. Pero aquél día, en losojos de Neville, apareció algo más. Eran sus mismos ojos, pero algo habíacambiado. Se volvían más viejos, maduros y determinantes.

Cuando Neville vio a los ojos de Luna, vio esos ojos azules, profundos,soñadores e inocentes; supo que él aúnno estaba listo. Aún no era un hombre que aquella chica necesitaba. Nevilletenía que volverse valiente, y aprender a proteger a los que amaba. Mientrastanto
mientras no fuera capaz de cuidar de ella
no estaba listo.

La miró a los ojos tratando de trasmitirle todo lo que sentía. Veía en losojos de la chica una gran comprensión y una enorme tristeza. Pero Luna parecíaentenderlo todo sin necesidad de hablar. Él parecía entenderla a ella sin necesidadde usar palabras. Aún así, rompiendo el silencio bruscamente, Neville aspiróuna profunda bocanada de aire, y suspiró.

-Luna
lo siento.- fueron sus únicas palabras. Luna lo traspasó con susojos azules por un momento que le pareció larguísimo. Se sentía descubierto,como sí la chica pudiera leer sus pensamientos y descubrir sus mentiras ysecretos.

Luego, sorpresivamente, se le echó a los brazos. Neville, sorprendido,correspondió al cariñoso gesto, y puso sus manos alrededor de Luna, sin sabermuy bien cómo hacerlo. Pero antes de que pudiera preguntarse cómo debía deabrazar a una chica, Luna se separo de él con firmeza.

-Te esperaré.- le advirtió con decisión. Sus palabras sonaron como unjuramento irrompible. Supo que esa promesa jamás se la llevaría el viento ni seborraría con el tiempo. Neville asintió. Por eso le gustaba Luna. Por serúnica.

-Seré mejor cuando volvamos a estar juntos.- respondió tímidamente. Pero suvoz sonó con fuerza y valor al pronunciar la siguiente frase.- Porque loestaremos.

Luna sonrió orgullosa, y Neville respondió a su sonrisa.Ahora tenía un motivo por el cual hacerse valiente. Más que eso, tenía un motivo por el cual creeren la magia. Y aún más, tenía un motivo por el cual vivir. Y ese motivo, sellamaba "Luna".

¡Hola!

Y este es el final de una historiamás. Cada historia necesita de un final, y creo que es el momento de terminarestá. Estoy muy feliz por haber escrito está historia. Sé que no es ni la mejorhistoria que hay o habrá, pero de alguna manera, a mi me gustó. No mucho, perosí. Y espero que a ustedes les hayagustado también. Les doy las gracias por su apoyo, su paciencia y suseguimiento a lo largo de todo esto. Les doy especialmente las gracias aaquellos que esperaron a que llegará unnuevo capítulo- a pesar de que me tardará millones de días- y tuvieran laamabilidad de comentar. Muchas gracias a los que leyeron esto.

Me despido, pero no será por muchotiempo. En este mismo instante estoy pensando en nuevas historias, que siustedes gustan, podrán leer y hacerme muy, muy feliz.

¡Mil gracias y hasta pronto!

Atte.

Silencio13

Soñando con Nargles. - Fanfics de Harry Potter

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Existían los días realmente malos, donde olvidaba la contraseña de la Sala Común de Gryffindor, llegaba tarde a sus clases, tropezaba frente a los de Slyth

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2024-11-25

 

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