Normalmente no tomaba en consideración, cualquier artículo cuyo proceder tuviera que ver con el ámbito muggle y bien, sin embargo, había descubierto algo dentro de toda esa mierda, algo que servía. Pequeños, grandes largos o cortos. Se encendían con solo una chispa pequeña, saliendo de su varita. Ardían como brasas, pero más lento y de una forma u otra, había aprendido a usarlos.
Había encontrado paz dentro de ellos. Llenando de aire sus pulmones, cierto, contaminando su ya carrasposa voz y sus dientes ya de por sí, amarillentos. Pero estaba bien, se alejaba del mundo cuando los utilizaba y hacía pequeños círculos en el aire, en grandes bocanadas de aire exhalado.
Esa era su forma de encontrar la paz de toda esa basura que encontraba a diario. De todos esos sentimientos encontrados con los que tenía que lidiar y con todos esos repentinos deseos sexuales con estudiantes, jovencitas, que no podía cumplir jamás.
Porque bueno, no era un animal pervertido, pero tampoco era un inferi. Sentimientos tenía y lamentablemente, tenía un miembro entre las piernas y él también sentía.
Como fuera, "fumar" resultaba algo agradable y no solo para pendencieros muggles. Además, él tenía un secreto que ellos no conocían. No moriría de enfermedades respiratorias. Si algo sabían ellos; era curar enfermedades.
Más que esos inútiles "doctores". Más que esos inútiles programas de "televisión" con curas milagrosas para ese tipo de enfermedades y esos medicamentos.
No necesitaba nada de eso. Podía morir ahogado en humo de cigarrillo, si quería. Al menos sería una muerte placentera y alucinante, en comparación con la mordida de una serpiente o un avada kedavra.
Lo que fuera, era mejor que eso. Todos tan aburridos, metiéndose en su vida. Sí, había sido un infeliz imbécil, se había equivocado. Lily Evans se había marchado y peor aún, le había abierto las piernas a su peor enemigo y ahora tenían un maldito hijo al que debía cuidar como una niñera. Lástima que hubieran muerto.
Una lástima sinceramente.
Pero bueno, así sobrevivía él su trabajo. Su pan de cada día. Los tenía guardados en un rincón, bajo una madera suelta en una de las gavetas de su escritorio. No quería que ningún idiota, como Draco Malfoy por ejemplo, se encontrara con ello. Que lo prendiera de algún modo. Que se lo comiera y bueno, terminara ahogado o muerto. Que lo acusaran, que lo descubrieran. No, si no quería nada de eso. Era feliz fumándoselos él solo.
No quería compartir su dulce placer con nadie. Y a veces se imaginaba, gracias a ellos, en aquel momento dentro de sus sueños, donde aquella mujer de rojos cabellos, estaba totalmente desnuda en su cama, esperándolo.
Diciéndole lo mucho que lo amaba y lo especial que era.
Algo que nadie había dicho o al menos, no que él hubiera oído. No escuchaba muchas cosas, más que palabras de repulsión y órdenes.
Pero esos pequeños amigos, lo hacían todo más fácil. Le permitían escuchar lo que quisiera y la realidad era, que resultaba muy agradable imaginárselos o muertos o con enormes cabezas y voces chistosas.
Ellos hacían magia y solo tenía que subir hasta la torre de astronomía y encender uno de ellos, hasta consumir la noche.
Su forma de encontrar la paz - Fanfics de Harry Potter
Normalmente no tomaba en consideración, cualquier artículo cuyo proceder tuviera que ver con el ámbito muggle y bien, sin embargo, había descubierto algo d
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2025-04-02
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