Superviviente de la vida en el reinado de los muertos. - Fanfics de Harry Potter

 

 

 

Era increíble como había cambiado todo en tan poco tiempo. Empezaron siendo casos aislados, noticias sin importancia en los periódicos, pero, poco a poco, se desató la pandemia. Nadie lo habría imaginado, nadie esperaba que fuera tan rápido, nadie pensó que no habría cura. Los gobiernos siguieron fingiendo que todo estaba bien, que todo estaba controlado, ¿pero no habían sido siempre los políticos unos mentirosos que miraban por sus intereses propios? Poco habían tardado en desaparecer del país cuando la situación se hizo insostenible y los no muertos pululaban por las calles. En el momento que fue necesario usar un arma para hacer los quehaceres diarios, cuando hubo que instalar rejas de seguridad en todos los edificios empresariales y la mayoría de edificios comunitarios; ellos aprovecharon para huir a esos supuestos paraísos a los que solo podían pagarse el viaje los más adinerados. Poco tardamos en darnos cuenta de la magnitud de la epidemia y que no había un solo lugar en el que estar a salvo.

 

David y yo habíamos conseguido sobrevivir, cosa que no habían logrado nuestros padres. Nos escondíamos en los edificios de Madrid, montando barricadas tras las puertas, cegando las ventanas y encerrándonos en una sola habitación por las noches. Por el día nos arriesgábamos a salir en busca de víveres con los que subsistir. Había aprendido a hacer puentes a los coches y nos estrellábamos contra las puertas de los locales que nos pudiesen abastecer de comida y bebida. En un sincronizado baile, mientras uno de los dos llenaba las mochilas el otro vigilaba, atravesando el cráneo de los zombies con balas. Yo usaba una escopeta Mossberg 500 y un cuchillo de caza de mi padre; mi hermano David dos recortadas de 9 mm y una katana de colección que se vio obligado a afilar cuando todo comenzó. Su arma la conseguimos de un policía muerto, la mía el día que asaltamos una armería para conseguir munición. La munición era algo que siempre hacía falta, sobre todo si vives en un Madrid post-apocalíptico, de modo que nuestros alunizajes en armerías eran normales cada dos o tres días.

El día comenzó como todos. David y yo desmontamos nuestro campamento nocturno improvisado. Él, a pesar de ser tres años más pequeño que yo, me lideraba; mi hermano de dieciséis años estaba viviendo su propio videojuego, siendo el protagonista de su propia película, observando los cambios de guión de su propia serie, escribiendo los párrafos de su propia novela. Había vívido pensando en cómo sobrevivir en un apocalipsis zombie y, aunque no era cómo David lo había esperado, se desenvolvía bastante bien.

Disparaba con una precisión innata de la cual yo carecía ligeramente. No es que no tuviese buena puntería, pero mi hermano pequeño parecía un Robin Hood moderno. Un disparo suyo significaba una bala menos y un muerto real más. Si yo disparaba, significaba un cartucho menos y un cincuenta por ciento de posibilidades de un no muerto más.

Él salió primero de la casa franca y corrió hacia el coche más cercano, siempre uno diferente, siempre era todo diferente, nunca nada era lo mismo, pero al menos seguíamos juntos, me quedaba un último resquicio de cordura al que aferrarme, al menos tenía alguien que me quería y ayudaba, alguien en quien confiar y que no me quisiera comer si me daba la vuelta.

 

Rompió la ventanilla del asiento trasero y se metió dentro, abriéndome el seguro. Yo corrí, deshaciéndome de dos zombies por el camino. Mientras yo hacía un puente al coche para hacerlo arrancar, él se pasaba al asiento del copiloto y me instaba a ir más rápido; nunca era bueno estar mucho tiempo en el mismo sitio.

Arranqué el motor tras dos intentos y salí de aquella calle, quemando rueda y llevándome a todos los zombies que podía por delante, rumbo a una armería a conseguir más munición. Mi hermano bajó su ventanilla y disparaba a unos cuantos que caían a los lados cuando me los llevaba por delante. Cambiaba el cargador a velocidad de la luz y cuando sus tres cargadores se vaciaban, él los llenaba de nuevo con suma facilidad. A ninguno de los dos se nos ocurrió mirar la gasolina y ese fue nuestro mayor fallo, el coche se paró en mitad de una avenida. Miramos a nuestro alrededor y me preocupó la cantidad de no muertos que se nos acercaban. Miré a David y me fijé, con miedo, en la mirada en su rostro.

No había miedo en sus ojos, no había duda, y eso era lo que más me preocupaba. No había visto nunca a mi hermano así. Un zombie introdujo la mano por la ventanilla rota de atrás, intentando llegar a nosotros. Con un escopetazo le di muerte.

Más zombies se apilaban a nuestro alrededor y yo me encargaba de matarlos, David estaba estático, mirándome aún y respirando cada vez más agitado.

─David, este sería un buen momento para tu puntería en cabezas de zombies.

Eso pareció hacerle reaccionar y, sin darme tiempo a decir nada más, saltó al asiento de atrás. Disparaba a todas la hordas de zombies que se acercaban a la ventana casi sin pestañear, con una mirada brillante en sus ojos. Yo abrí la ventanilla ligeramente y empecé a deshacerme de ellos, para darle tiempo a mi hermano de recargar sus pistolas. No había escapatoria, iba a morir a manos de esos cadáveres andantes. Una de las recortadas de David cayó sobre mi regazo.

─David, ¿qué
?

─Te compraré algo de tiempo.

─¿Qué? ¡No!

Demasiado tarde, David se agarró al capó del coche, pateó a uno de los zombies y subió a la parte más alta del coche, con el arma sujeta entre los dientes. Escuché sus pasos sobre mí y vi como despejaba un pasillo disparando hasta el coche más cercano.

─¡Corre ahora!

Quise no hacerle caso, pero sabía que si llegaba a buen puerto, tendríamos oportunidad de sobrevivir. Eran apenas unos diez pasos, pero tendría que esquivar a los zombies mientras mi hermano intentaba mantener el pasillo despejado desde el techo, un solo fallo y no sobreviviríamos.

Me eché mi mochila a la espalda, abrí la puerta y corrí con todas mis fuerzas. Un zombie me sujetó cuando rompía la ventanilla con la culata. Le volé la tapa de los sesos con un tiro limpio que me salpicó de vísceras y sangre coagulada. Mi estómago se quejó, pero tenía cosas más importantes en qué preocuparme. Innovacion y creatividad

Salté al interior del coche, clavándome varios cristales en las piernas. Cargué mi escopeta e intenté ayudar a mi hermano. Los zombies se las habían ingeniado para subir a la chapa del coche y acercarse más a David quien cargaba sus armas con la mayor velocidad que podía. Se detuvo un segundo y me miró. Comprendí lo que pasaba. No le quedaban más balas. Disparé todas las veces que pude, sin descanso, al igual que mi hermano.

 

Los cadáveres se apilaban unos encima de otros y, aún en la distancia por encima de los gemidos de los zombies, o en mi cabeza, tal vez, escuché un clac que indicaba que mi hermano se había quedado sin balas.

─¡Vete!─le escuché decir mientras pateaba la cabeza de un zombie. Sacó su katana y la manejó como un experto espadachín, pero supe que si le dejaba, jamás saldría vivo.

─¡Corre al coche!─grité yo, cargando mi Mossberg.

─Si no te vas moriremos los dos, ¡vete!─repitió.

Y tenía razón. Junté los cables y el coche arrancó con un suave ronroneo. Disparé a un zombie que mi hermano parecía haber pasado por alto y salí de allí, con lágrimas en los ojos. Por el espejo retrovisor vi como mi hermano finalmente caía de espaldas, dejando su katana. Di marcha atrás, llevándome a todos los zombies por delante que pude. Busqué a mi hermano con la cabeza, pero no lo encontré.

Pisé el acelerador con furia y conduje fuera de aquella avenida.

Mi hermano, el pequeño David que tantas veces había cuidado, con quien me había peleado, con quien había reído y llorado. Él mismo que me acompañó siempre a ver Harry Potter al cine y el que me escuchaba leerlos. Él mismo a quien había acompañado a ver todas las películas de Resident Evil y a quien escuché leerme todos los libros. Con quien había debatido los fallos de las películas, en especial las suyas que nada tenían que ver con los libros. Aquel que había jugado conmigo a todos los videojuegos que se nos ocurrían, que había escrito cartas a nuestros padres por cumpleaños y aniversarios y con quien tanto había compartido. Él, que se había convertido en uno de los roles principales de los videojuegos; él, que se había convertido en uno de sus personajes favorito. Él, que se había convertido en el héroe de nuestra historia.

Hice el intento de girar en la Plaza de Castilla, pero mi coche no tenía dirección y acabé subiendo por los jardines y chocando contra el obelisco de Calatrava.

Me refugié en una de las torres KIO, la que quedaba a mi derecha. Abrí un ascensor y dejé mi mochila bloqueando el cierre, mientras vigilaba la puerta de cristal blindado que sabía que los zombies no tardarían mucho en echar abajo. Silbaba una canción, para atraer a los posibles zombies que caían en mi trampa con un cartucho de mi escopeta entre las cejas. Vi con una sonrisa irónica a los zombies que se apiñaban en la puerta y reí, una risa desquiciada, tal vez, y cogí mi mochila, dejando que la puerta se cerrase, y aplastara la mano de un zombie. El ascensor se paró antes de llegar a la planta que yo quería. Abrí las puertas gracias al sistema de seguridad y me impulsé para salir por la pequeña abertura. Podía oír a los zombies en las escaleras, tal vez no fuesen tan idiotas como pensaba. Bajé corriendo hasta la última de las verjas instaladas por seguridad al principio de todo, situadas cada diez pisos y que servían para retener a los zombies durante un corto período de tiempo. No eran eternas, ni si quiera resistentes.

Cerré la verja, segundos antes del impacto contra ella del primer zombie.

─Jódete, cabrón─murmuré entre dientes, cargando mi escopeta y disparándole a la cabeza.

Tarareé la canción You make me wanna die, cuyo título era muy acertado en la situación, esos zombies me daban ganas de morir, mientras escuchaba los gemidos de los zombies y sus lentos pasos por las escaleras. Les vi los ojos, sin vida, sin brillo, translúcidos y casi sin color. Empecé a dispararles sin mesura hasta que me quedé sin cartuchos y me di la vuelta, aferrándome a la 9 mm de mi hermano, pero le vi. Su cabello desordenado destacaba entre el resto para mí, por reconocerlo. Tragué saliva y quise gritar su nombre, saber que estaba bien, mas su pelo ensangrentado, su piel pálida, los ojos que miraban sin ver del todo, la sangre escurriendo donde aquellos malnacidos le habían mordido. Apunté hacia él la pistola y disparé, suplicando por no fallar. Mi hermano cayó al suelo, muerto.

Era lo mejor que podía hacer por él, mi héroe. Darle una muerte digna.

Corrí hasta la azotea, poco después escuché el sonido de la verja cediendo, me quedaban tres pisos para llegar la azotea, de modo que esprinté hasta llegar a la puerta que cedió tras varios empujones, y cerré la puerta.

Miré el paisaje, siempre había bromeado con que, de suicidarme, sería deslizándome por la parte inclinada de las torres KIO, y ahora lo iba a hacer, porque había comprendido que no era alguien que había sobrevivido a la vida, era alguien que vivía en el reinado de los muertos.

La puerta empezó a agitarse y miré cuantas balas quedaban en el cargador de la pistola, a cuántos zombies podría matar antes de dejarme caer a mi muerte. Una sola, y entendí la idea de David. Él me había comprado tiempo, no me había salvado y él quería que yo le matase mientras peleaba para poder huir. Él me había dado una salida rápida para el momento definitivo.

Coloqué el cargador en su sitio e introduje el cañón en mi boca. Apreté el gatillo y un diminuto clic sonó, el clic que me indicaba que mi arma se había encasquillado.

Me senté en el borde del edificio, sabiendo que era una posición adecuada para tirarme de cabeza y aumentar las posibilidades de morir. Saqué mi cuchillo de caza y lo examiné de cerca, podría matar a un último zombie con él.

La puerta cayó y docenas de zombies entraron, dejándome con la certeza de saber mi siguiente acción. Clavé el cuchillo en mi estómago y me dejé caer por la ladera del edifico.

Antes muerto que ser uno de los vuestros.

Superviviente de la vida en el reinado de los muertos. - Fanfics de Harry Potter

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Era increíble como había cambiado todo en tan poco tiempo. Empezaron siendo casos aislados, noticias sin importancia en los periódicos, pero, poco a poco, s

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2024-07-07

 

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